Partida Rol por web

Hmpf... está bien, está bien -dijo Gerhardt encogiéndose de hombros- Ya buscaremos alguna excusa para disimular al enano...

Nos vais a proporcionar transporte hasta la hacienda, supongo...

Vern Hendrick se da por satisfecho viendo toda la violencia que esconden los aventureros o quizás la demuestran sin ninguna demora. Desnueda su atillo sacando de un saquito la cantidad acordada, 6 chelines para cada uno como adelanto, - Os reuniréis conmigo frente a la posada al rayar el alba. Podéis pasar el resto del día explorando Ubersreik y preparándoos para vuestra misión. Alquilaré un carromato para viajar a la villa Grunewald. El carromato estará cargado de equipaje así que tendréis que encaramaros como podáis a dicho equipaje. Después se os queda mirando y si no tenéis nada más que decir, sale de la posada suponéis que para hacer los preparativos pertinentes para el viaje.

Bueno -dijo Gerhardt haciendo saltar uno de los chelines en su mano- pues ya está.

A todo esto, ¿cómo os llamáis, jóvenes? -preguntó a los dos corpulentos reiklandeses detrás de él. Era conveniente comenzar a estudiar las capacidades y carácter de sus compañeros si iba a tener que colaborar con ellos. Al enano ya le preguntaría más tarde, estaba ocupado metiéndose más cerveza entre pecho y espalda.

¿Jóvenes?. Contestando a tu pregunta soy vaurien. Respondo no sabiendo muy bien si agradecer el cumplido o preocuparme por la vista de nuestro compañero. Espero que seas mejor en lo tuyo lo que quiera que sea que...

Con el adelanto recibido, Zakhar no tarda en arrimarse a la barra de nuevo dando un sonoro golpe en ella que hace retumbar la madera.

¡¡Tabernero!! ¡¡Otra jarra de eso que los humanos llamais cerveza!! - Se aposenta en uno de los taburetes haciendo que le cuelguen cómicamente las piernas, como si de un niño se tratara - Esta al menos puede tragarse no como el meado que me dieron en el otro tugurio... - el matador cierra el puño dando un puñetazo imaginario al anterior tabernero.

Por el rabillo del ojo observa a sus nuevos "compañeros" de aventura- a ver cuantos salen vivos de ésta- desde luego esperaba que él no, aunque sabía que unos pocos hombres bestia no tenían mucho que hacer frente a su poderosa hacha - Hmmm, puede que encuentre un minotauro...sí, un minotauro no estaría mal...

-Me llaman Botarrota, así todos -gruñó el mercenario-. Llevo ya un tiempo en esto como para no olerme algo que se quema, y no me refiero al potaje, se entiende. ¿Hacernos pasar por labriegos? Me va a costar separarme de mi hierro, ya lo digo.

El hombre hizo amago de escupir, pero fuera lo que fuera que bailaba en su boca cerrada, decidió tragárselo finalmente. Miró alrededor.

-No sé lo que este hombre entiende por prepararse, pero si tenemos la tarde libre, mi idea es beber lo que me pida el cuerpo. Si me acompañáis daremos una buena lección a algún pazguato de por aquí, que se las da de bravo con la jarra. Y a tenor de esto... ¿sabéis alguno quiénes son éstos que nos contratan? ¿Alguno ha oído de ellos antes?

Me encojo de hombros ante la pregunta del tal botarrota. Se tanto como tú, que nos pagan y el que paga manda. Yo no  pienso ir desarmado, si ha habido ataques es una buena razón para no hacerlo y una excelente excusa. Por otro lado si queréis disfrutar de la tarde hacedlo pero la resaca no es buena cosa para empezar una misión y menos cuando no sabemos quién es el enemigo.

Pasáis las horas... algunos bebiendo otros buscando camorra pero el pueblo no tiene casi lugareños hoy, y los que están disponibles son lo demasiado astutos para no entrar en la taberna. La cerveza tampoco digamos que es la panacea y por más que bebéis no lográis emborracharos.

Lejos de todo lo que queríais hacer, llega la mañana y con él vuestro viaje...

El viaje desde Ubersreik es largo, incómodo y bastante monótono. El camino os lleva por las fértiles estribaciones de Vorbergland y a través de la aldea de Geissbach. Hace un día caluroso y soleado, el camino está seco y avanzáis a buen ritmo. Herr Hendrick se pasa la mayor parte del viaje quejándose por lo lejos que queda la villa Grunewald, las carencias de la gente del campo y lo mucho que le duele la herida.

Gerhardt, encaramado al carromato como podía, se dirigió al matador enano que estaba a su lado.

Herr Zakhar, me canso de oir quejarse a ese mentecato, si no os importa contestarme a unas preguntas... ¿hace cuánto que buscáis la muerte? ¿a cuántas viles criaturas habéis puesto fin? -preguntó con una media sonrisa, esperando que el enano no estuviese de muy mal humor por la resaca que debería tener, dada la ingesta de alcohol del día previo.

Mientras Botarrota afila el sucio acero de su espada, discretamente atiende a la conversación del hombre con el enano. Él ha conocido a pocos hijos de la roca en su vida y sabe menos de ellos de lo que le gustaría. No era mala idea dejar que el otro hiciera las preguntas, por si acaso alguna despertaba la proverbial mala baba de los enanos, que el matador se entendiera con él y no con el curioso Botarrota.

Vaurien viendo la charla de sus amigos optó por intentar sacarle algo más de información al criado, el viaje era largo y seguramente al final conseguiría sonsacarle algo más, por lo que le dijo:

- Bueno Herr Hendrick, ya que nos queda un buen trecho aún, contadnos como os hicisteis esa fea herida, ¿fue una de las bestias quien os hizo eso?

Tenía más preguntas en mente, pero primero quería ver si el criado estaba receptivo y luego si se ganaba la confianza ya le asaltaría con más dudas.

Entrecerrando los ojos, Zakhar gira la cabeza en busca de su interlocutor fijando su mirada en sus ojos -  No entiendo como has conseguido envejecer tanto haciendo ese tipo de preguntas, humano, pero si no quieres ver tu cabeza separada de tu cuerpo yo que tú mediría mis palabras - El matador suelta una carcajada después de una amenaza cargada de seriedad - Lo importante aquí es saber cuantas de tus "viles criaturas" nos vamos a encontrar en nuestro camino, ¡¡mi hacha tiene sed!! - grita mientras enarbola su pesada hacha por encima del carromato.

Irónicamente, juntarme con gente como vos es lo que me ha permitido sobrevivir estos últimos años, jejeje, pese a que pregunte demasiado. Es mi sagacidad cuando la cosa se torna negra lo que suele disuadir al resto de poner fin a mi impertinencia. -contestó al enano, soltando una sonora carcajada con su podrida boca.

Decidme, ¿conocéis a Gotrek Gurnisson?

¡Claro que fueron una de esas bestias! No ves que me ha contagiado su enfermedad, se me está infectando. Luego dice más calmado los miembros de la Orden Esotérica del Ojo sin Párpado son los únicos adeptos que operan en la zona. Los hombres bestia que atacaron la mansión anteriormente aún merodean por los alrededores de la villa.

Su hueste de guerra está formada por: Un beligor con una cota de malla oxidada y una tosca hacha de dos manos. Seis esbirros gors, armados con hachas o garrotes, alrededor de una docena de esbirros ungors armados con lanzas rudimentarias. 

Los hombres bestias sufrieron un buen varapalo la última vez que atacaron la villa, pero han vuelto a por más atraídos por las energías demoníacas que emanan del cuadro. 

Gerhardt interrumpió inmediatamente su conversación y se volvió hacia los integrantes de la otra.

¿Hombres bestia atacando la mansión? Dijiste que rondaban la zona, nada más. ¿Energía demoníaca en un cuadro? ¿¡Qué cojones me he perdido, Hendrick!?

Se volvió de nuevo hacia el enano y le susurró.

A este hay que mantenerlo vigilado. Aparte de mentirnos, una herida causada por un siervo del caos que se infecta... yo ya he visto cómo acaba eso.

Mmmh... y adiós al minotauro... en fin, ese beligor tampoco tiene mala pinta - Zakhar trató de animarse un poco después de que aruinaran sus expectativas.
No te preocupes, humano, si hace falta puedo ser un gran cirujano, jajajaja - se carcajeó mostrando el filo de su enorme hacha.

No me hace ni pizca de gracia la magia, y menos si es maligna, si ves que la cosa se pone fea avisame.

-¿Y no se podría pegar fuego al cuadro? Amos, digo yo. Sin melindreses, ni canturreos de esos. Fuego y al carajo.

Botarrota estaba aquí y allí, sin prestar toda la atención que debiera. No era la primera vez, ni sería la última, que hablaba a destiempo por no haber oído bien, pero hasta el momento no se daba por aludido si las consecuencias lo alcanzaban, ni sacaba enseñanza alguna de ellas. Él continuaba observando el filo de su espada, a eso le dedicaba atención plena.