Partida Rol por web

El cuchillo de Vasquez corta en dos al simbionte de la cápsula sin que éste ofrezca demasiada resistencia; estos bichos no parecen tan peligrosos si no están unidos a ningún huésped.
Mientras tanto, el único superviviente de la Mileto rebusca nerviso entre las ropas de sus compañeros y saca una tarjeta de identificación que permitirá abrir su nave y pilotarla.
Todos juntos os dirigís a la salida y veis aliviados como al final del pasillo la puerta sigue abierta.

Una vez en el exterior el aire fresco y cargado de esencias de la jungla llena vuestros pulmones, aunque vuestra respiración se corta cuando veis aparecer al niño de entre la espesura. Os mira con ojos vacíos y levanta una estaca de madera sobre su cabeza mientras carga hacia vosotros. El parásito en su cabeza emite un tenue resplandor.

Escupo el puro con un gesto hosco ¿Es que esta historia no va a acabar nunca?

- ¡Mierda de crío! -exclamo mientras afianzo mi maltrecha pierna mecánica- ¡Somos siete y él un niño con un palo! Deberíamos poder reducirle...

Me preparo para intentar pelear con él con las manos desnudas ¡Bastante basura tengo sobre mi conciencia como para sumarle un niño indígena!

AL ver al niño esquivando a Ripley, desenfundo el machete y salgo al encuentro del crio, pero al parecer es mas escurridizo que una lombriz en un tarro de lubricante...

No pienso dejar que un chiquillo me mate y me impida volver. Al ver que no pueden con el, me avalanzo sobre su pequeño cuerpo (debo medir sobre 1'75 y encima estoy en forma) para desestabilizarlo, a la vez grito a los que se han quedado mirando.
-Deprisa! Ayudadme y quitadle la estaca! Estoy segura de que es ese maldito vejestorio de la silla de ruedas quien lo domina.

A mucha gente le resultaba difícil disparar a un niño, pero a Ozzy no. A Ozzy no le gustaban los niños. 

Con un habil movimiento el niño logra esquivar a Vasquez y a Ripley que a punto están de estrellarse de cabeza uno contra el otro, pero no puede evitar que Cloe le arrebate su arma. Cuando éste intenta recuperarla, un certero disparo del taser* del doctor le derriba entre convulsiones y queda inconsciente tendido en el suelo.
Una vez inmovilizado, comprobáis que el parádito mecánico en su cabeza ha dejado de brillar y podéis extraerselo sin causarle más daños que una pequeña herida causada por un filamento que se adentraba en su cerebelo.

Me levanto tras examinar al chico levemente.

- Buen trabajo, Castro -se merece que le llame por su apellido, luego miro detenidamente a Cloe, considerando lo que ha dicho- ¿Crees que el anciano está detrás de todo? Un poco rebuscado... Creo que es más lógico pensar que fue el crío el que encontró la nave, se metió dentro por curiosidad y se puso uno de estos cacharros. De alguna manera le poseyó y lanzó la llamada, tal vez para que le sacaran de aquí, como una especie de mecanismo de seguridad.

Busco en mi bolsillo un puro. Me quedan muy pocos.

- La señal sin embargo no atrajo a los aliens, sino a la Expedición Mileto. El crío poseído los capturó y los transformó.

Lo enciendo con una profunda bocanada.

- Aunque eso sigue sin explicar el que al menos un chupacabras lleve años aquí. Puede que fuera un superviviente del choque, y que el crío en realidad fuera secuestrado por él.

Me encojo de hombros.

- En realidad no tengo ni puta idea ¿qué pensáis vosotros?

- Uhm... Él nos dijo que los expdicionarios de la Mileto se pusieron los trajes por decisión propia - dice señalando un momento al superviviente - en un intento de salir. Tampoco explica dónde está el padre, ya que se supone que desaparecieron los dos. Además no tiene mucho sentido que el viejo se dedique a matar a su propio pueblo... Bueno, imagino que solo él puede darnos alguna respuesta - dice agachándose junto al niño e intentando despertarlo.

Levanté una nube de polvo derrapando cuando el crio me esquivó y clavé el cuchillo para frenarme. Menos mal que mis compañeros lo habían detenido.

Cuando le extrajeron aquella cosa, recargué mi arma y observé como el contador subía rápidamente hasta quedarse en un 40 de color verde.

Perfecto.

-Esperemos que se recupere y le preguntamos, eso si no queréis seguir apalizándolo.

Me quedo pensativo mirando el cuerpo inconsciente del niño.

-Mmm, no sé. Puede que las órdenes las haya dado una especie de inteligencia artificial que habita aún en la nave. Pero, aún así, ¿cómo es posible que el propio niño se pusiera el trasto ese en la nuca? -vuelvo a quedarme en silencio, mirando al niño-. Tampoco sabemos si la señal que captaron en Redención está activa todavía. Y si lo está, ¿podría llegar hasta los Hijos de Ra? Quizá envíen un grupo de rescate... -aventuro, sorprendido de mis propias teorías. Entonces me doy la vuelta para contemplar la nave negra y, al cabo de unos instantes, añado-: Deb... debe... deberíamos hacer volar esta mierda por los aires.

Teniendo en cuenta que el niño tardará en recuperar la consciencia y que no disponéis de explosivos suficientes para ni siquiera bloquear la entrada de la nave, regresáis al pueblo.
Una vez allí, los nativos os reciben con sorpresa, más todavía al reconocer al pequeño al que ya daban por muerto. Mientras camináis se forma un corrillo a vuestro alrededor en el cual no está el anciano ni sus porteadores.

Camino despacio y les comento a los chicos:

-No veo al carcamal motorizado...

Agarro a un pueblerino por la pechera y le digo mientras lo zarandeo:

-¿Dónde está el alcalde y su camarilla?, responde que necesitamos darle un mensaje.

De forma inconsciente, acaricio la tarjeta que guarde en mi bolsillo y que abrira la nave que nos llevara a casa. Me hago la misma pregunta que Vazquez y espero a que alguien responda, a pesar de que imagino la respuesta.

El hombrecillo zarandeado por Vasquez señala a la cabaña grande con yn dedo tembloroso.
-Allí, señor... El capatas está en su choosa.

Le suelto y le digo mientras le doy manotazos poniendo ben su camisa:

PLAF PLAF PLAF

-Ale, ya puedes continuar alabándonos. -por el intercomunicador- el decrépito rodante y su séquito están en su choza, para los que le echaban de menos.

Muerdo el extremo del penúltimo puro y lo escupo a un lado. Suelto un gruñido antes de hablar.

- No sé de qué queréis hablar con el viejo, ya tenemos lo que veníamos a buscar, así que más vale que nos larguemos cuanto antes -una sonrisa siniestra- Este clima es fatal para mi sinusitis.

Que el anciano no este presente me da mala espina. He visto suficientes chupacabras como para querer volver ya a la nave, tampoco me fio demasiado del grupo que me acompaña, la ultima fue la del medico que casi me da a mi cuando disparo. Suspiro y tomo una decision.

-Solo queda averiguar, si podemos, que demonios ha pasado aqui. Soy la piloto, asi que la parte diplomatica os la dejo a vosotros. Id a informar si quereis al vejestorio del bonito final de los chupacabras. El de la Mileto puede venir conmigo si quiere, me voy a su nave, intentare abrirla y os esperare alli. Procurad no tardar demasiado o pensare que habeis pasado a mejor vida.

No se que van a encontrar en la choza, apuesto que no sera lo que esperan. Necesito reponer la cantimplora y necesito tambien algo de tranquilidad. Con la tarjeta en el bolsillo me dirijo con paso lento hacia el claro donde quedo la nave.

Niego con la cabeza ante las palabras de la piloto.

- No me parece buena idea que nos separemos, piloto -gruño de nuevo- Podemos esperar aquí si quieres a que los soldados sacien su curiosidad, pero no creo que debas largarte tú sola... podría haber más pandilleros de ésos con los que nos topamos al llegar. Además, así si hay problemas podemos apoyarnos unos a otros -le guiño un ojo intentando ser amigable. No me sale.

Exhibo una hermosa sonrisa toda llena de dientes manchados de tabaco.

- Te he cogido un gran aprecio, a ti y a la posibilidad de salir de esta pocilga.

Fijo mi mirada en los ojos de Ripley.

-Lo siento pero esta vez hare lo que quiero hacer. Ire a la nave, la abrire si puedo, intentare ponerla en marcha y estare esperando lista para despegar cuando regreseis. Tengo que revisar su interior y echar un vistazo a los motores con tiempo, no quiero sorpresas si tenemos que salir corriendo.- Sigo caminando siguiendo mi instinto.

Me encojo de hombros y sigo a la chica. 

- ¡Mujeres! -suelto un bufido y me despido de los soldaditos con un gesto indolente- ¡Nos vemos allí, muchachos! Ya me contaréis en qué acaba todo esto.

No tengo intención de quedarme en este sitio, así que seguiré el camino de la pieza que permite arrancarla.