Partida Rol por web

Me pongo en acción en el instante en el que Eranor suerta la cuerda.

Cruzo la habitación con zancadas largas, y agarrando mi arma con ambas manos, la elevo hasta que queda horizontal ligeramente por debajo de la altura de mis hombros. Puedo ver, de cerca, cómo la flecha se clava atravesando piel, carne y hueso con un sonido desagradable, tintando su piel de un color carmesí que fluye prácticamente a borbotones. Nunca es una visión agradable.

Pero es una a la que estoy más que acostumbrado.

Queda uno, y ese es mío. Agarrar el mandoble así me permite golpear exactamente donde quiero con mayor precisión, y una vez estoy frente a él, girando ligeramente los pies para frenarme, dónde tengo intención de atestar el golpe queda más que claro. Con un gruñido reprimido hago fuerza con los brazos, elevando la larga hoja de Vanguardia arriba, con toda la intención de atravesar su garganta limpiamente. Y tal y cómo la flecha lo ha hecho con su compañero, el acero parte todo lo que se encuentre frente a sí mismo, aunque de una manera más violenta. Incluso el golpe más preciso de una espada tan grande está condenado a dejar de sí un desastre mayor que una flecha.

Empujo tanto como puedo, mirando a los ojos del matón. Y cuando estoy seguro de que la vida ha abandonado su cuerpo, tiro hacia atrás con los brazos a la vez que le pego un empujón con el hombro para liberar la espada de su cuerpo. Y así, se termina. Lanzo una mirada a Kintsu, que corre en dirección a Goldrin, y me acerco también a él.

—Lamento que no hayamos llegado antes —susurro, mirando a nuestro alrededor. No bajo la guardia: Hemos tenido el primer golpe, pero todavía son más que nosotros.

Conseguís eliminar a los dos matones de un plumazo. Goldrin se queda perplejo por la letalidad de vuestra intervención, y sonríe aliviado en cuanto le libráis de sus mordazas. Arriba siguen haciendo bastante ruido, revolviendo la biblioteca buscando el tan ansiado objeto, por lo que no es probable que os hayan descubierto aún.

- ¡Gracias por liberarme! ¡Sí! Zulira está fuera de control, sí. Es lo que temía, Kintsu. Escucha, ¿sí? No tenemos mucho tiempo. Aún me queda algo de mi poder, puedo pronunciar unos últimos conjuros, sí. ¡Es fundamental poner a salvo mi biblioteca! -mira fijamente a los ojos de Kintsu- Con Vortex Dimensiune crearé un portal por el que podréis escapar, sí. -os mira a todos- Un viejo amigo saldrá de él, sí. ¡Tendréis poco tiempo! ¿Sí? -Goldrin parece excitado, nervioso, habla atropelladamente- Stela Albastra me absorberá, junto a mis grimorios y pergaminos. Sí. Me uniré a ellos, mi mente se unirá a ellos, ¿sí? ¡Cristalizaremos! Tenéis que llevarla a la Paladina Alura, ¿sí, Kintsu?

Sin tiempo que perder, el mago comienza a pronunciar profundas palabras con una voz que no le habéis escuchado antes. Con sus manos dibuja extrañas figuras geométricas y runas azules en el aire, que tras quedar flotando unos segundos se desvanecen. Fuera de la torre empieza a levantarse un fuerte viento que agita los árboles y las contraventanas de las casas.

Deschidoușă deschidofântână

deschidovortex oușăcătrealtloc

ofântânăspreabis unvortexcătreunprieten

deschidoieșire oevadaredinacestloc

olegăturănesubstanțialășimagică...

Goldrin el Sabio continúa pronunciando sus palabras, confiando en que podáis realizar con éxito vuestro cometido. El olor que empieza a rodearos es salino, como a mar. Su cuerpo se vuelve cada vez más azulado, más etéreo, más translúcido y luminoso. Con él forma triángulos que se interseccionan entre sí, poliedros cristalinos y estrellados. Al igual que la torre. Arriba podéis ver cómo los matones corren de un lado a otro, presas del terror, al ver desparecer bajo sus pies el edificio. Al verlo deformarse en esa suerte de mágicas geometrías. Zulira está varias plantas más arriba, y fija su mirada en el viejo, llena de odio.

...techem Stella Octoedhronäs

teconvingcudragoste concentreazăcunoștințele

reduketoatecunoștințele protejeazăcuvântul

magiepestefragilitate magiei iamăcuea

leagămădememoriamea protejeazăne

creeazăuncristalcaresăneconțină adunelasânultău

nefacesă dispăremdinaceastălume

memoriașimagiasuntuna cunoaștereaestepiatralumii

cristalizeazăîn Stela Albastra...

La torre se desvanece y se vuelve luz, el mago se disuelve en cientos de puntos centelleantes, unidos entre sí por finas líneas rectas, bajo un nítido cielo plagado de estrellas. El Orbis se ha disipado por completo, ya no hay rastro del sabio ni de sus libros. En el aire sólo queda una geometría imposible, hecha de luz azul, que se repliega sobre sí misma, concentrándose cada vez más, cristalizándose, como el mago os ha anunciado, en un objeto. Tras un fuerte destello, a vuestros pies aparece un pequeño objeto, un talismán, una gema azul, una estrella. Imbuida con los rescoldos de la magia azul de Goldrin y con todo su conocimiento. Por un instante os parecer ver su sonrisa sobre el cristal. Al desaparecer la torre deja un amplio espacio en el centro de la aldea. Queda la chimenea, algunas piedras, algunos muebles, y sobre vosotros, a vuestro alrededor caen por su propia gravedad, insustentados, algunos muebles y todos los bandidos, levantando una nube de polvo al golpearse contra el suelo.

Me arrodillo junto a Goldrin para soltar sus ataduras y me alegra ver que no le han hecho nada malo, sin dejarnos tiempo a hacerle ninguna pregunta empieza a explicar abruptamente la situación y no aparto la mirada de la suya mientras voy asintiendo cada vez que me pregunta para confirmar que le estoy entendiendo.

-No te preocupes Goldrin, nosotros te llevaremos hasta la Paladina Alura- le aseguro mientras veo como el mago empieza a conjurar sus hechizos sin perder tiempo, puedo sentir como la energía que transmiten sus palabras y gestos me recorre dejándome unos segundos sin aliento y miro asombrada las runas que se iluminan en el aire. Siempre me ha fascinado el sentir y ver conjuros por otros magos y este es un verdadero espectáculo.

El viento empieza a levantarse fuera y el mago junto a su torre empiezan a brillar en un tono azul volviéndose a cada momento mas traslúcidos mientras el caos reina en las plantas superiores. Algo me incita a levantar la vista encontrándome con Zulira unos segundos antes de volver a centrar mi atención en la luz que consume a Goldrin hasta que se desvanece completamente junto a la torre y el Orbis dejándonos completamente desprotegidos.

Lo único que queda de él es un cristal azul, una especie de estrella en la que puedo reconocer su energía. La agarro con suma delicadeza y, tras vaciar el saquito con las balas de la honda, la meto dentro del mismo. Espero que les parezca bien a mis compañeros el que la haya cogido yo.

Eranor ve como todo se desarrolla con gran precisión y rapidez. Tras su certero tiro, cae uno de los matones, muerto antes de tocar el suelo. Justo cuando el suelta la flecha puede ver como Desmond avanza con gran rapidez y en un instante se encuentra frente al otro matón, al que suelta un espadazo que casi lo parte por la mitad. Ha sido tan solo un instante, unos pocos segundos en que dos seres humanos han dejado de existir, sin casi enterarse. Eranor es un cazador, y caza por necesidad, esto es otro tipo de caza, también necesaria, pero muy dura, son personas. Tal vez con malas intenciones o guiadas y engañadas por otras personas, pero personas a fin de cuentas. Y matar a otros seres humanos siempre es duro para Eranor. No quiere convertirse en un asesino......

Pero no tiene mucho tiempo para pensar. Goldrín habla apresurado nervioso, va ha hacer un portal y a guardar su conocimiento en un cristal. Luego comienza a entonar extrañas palabras y todo resulta maravilloso y completamente nuevo y desconocido para Eranor. Luces, formas, la torre se desvanece, y el mago con ella. Se forma un cristal donde estaba el mago, y los matones que estaban en los pisos superiores comienzan a caer al vacío. Trata de recobrarse y ver donde puede estar Zulira, así como si alguno de los matones puede ser una amenaza para ellos. Se acerca a sus compañeros y en voz baja les comenta:-No puedo comprender lo que ha ocurrido, pero entiendo que debemos llevar esa estrella a la Paladina Alura. No veo a Zulira, ¿Dónde está?- Y tras pensar un momento, añade:-¿Y el portal por donde saldría un amigo del mago, y por que deberíamos escapar? Estará en algún otro lugar.-

Y me dispongo a tratar de ver donde esta la aprendiz, y si hay alguna amenaza, tal vez algún matón que pueda darnos problemas.

Habíamos tenido éxito. La sorpresa nos había llevado hasta él, y con Goldrin libre y sano, siento que todavía tenemos una oportunidad. La causa no está tan perdida como parecía desde la posada. Habla, y entiendo lo que dice solo a cachos. Y de pronto ya no habla, si no que entona, en un idioma que desconozco. Y sin embargo, puedo sentir el poder que emana de cada una de ellas.

No hay palabras capaces de describir lo que ocurre entonces.

He perdido la cuenta de los años que llevo en el camino, y el mundo todavía se las apaña para sorprenderme, igual que cuando todavía era un chico de ojos brillantes, mirando por la ventana de aquella casa en... ¿dónde? Lo he olvidado. O quizá únicamente he querido olvidarlo. Ese lugar, esté donde esté, ya no pertenece a mi vida, ni yo tampoco lo pertenezco a él. Estoy atado al camino sin fin, al servicio de mi espada tanto como ella lo está al mío.

Entorno un momento los párpados y vuelvo al presente. A la realidad que nos rodea.

—No pierdas de vista esa estrella azul, Kintsu. No hay nadie mejor entre nosotros que tú para portarla —pronuncio, quitándome el guante de la diestra y encajándolo bajo el cinturón para frotarme un poco la cara—. Más Eranor tiene razón. ¿Y el portal? ¿Sientes algo?

Mientras hago la pregunta giro la cabeza. Observo lo que nos rodea. Toda una torre con su conocimiento evaporada como si jamás hubiera existido, dejando tras de sí poco más que los restos de muebles y aquellos que se atrevieron a escalarla. ¿Y Zulira? ¿Entre los caídos? ¿O, de algún modo, ha sido más avispada? Como sea, mi guardia no baja todavía, y creo que no lo hará hasta que estemos frente a la Paladina.