Partida Rol por web

Álvaro notó como el chulito se ponía tenso con la clara intención de rebotarse, por eso mismo no le dió tiempo a reaccionar y, colocando su pie detras del del chulito y tal y como lo tenía agarrado, con dejar caer el peso de su cuerpo ambos cayeron al suelo. Como Álvaro tenía el brazo bien cogido, no le costó darle la vuelta y tener a semejante personaje de cara al suelo y con el brazo controlado.

-¡Capllons! Ayudame con las esposas-

Capllons reaccionó rápido y entre ambos le esposaron, dejandole en el suelo tirado.

Álvaro se acercó a su oido.

-Te avisé-

Capllons ya estaba en el suelo y con los grilletes en la mano antes incluso de que Álvaro se lo pidiera. El detenido se resistió bastante a que le colocaran las esposas, pero finalmente, gracias  a que Álvaro junto sus muñecas en la espalda y a que Miquel le golpeó en el codo con los mismos grilletes, lograron colocárselos.

Aun maniatado, en el suelo y con dos policías sobre él, aquel tipo se revolvió visiblemente molesto con el susurro de Álvaro. Aquello le hizo entrar en cólera, aunque por mucho que blasfemó, se meneó y trató de darse la vuelta, le fue imposible sin la ayuda de sus brazos y con el peso de ambos policías sobre él. Finalmente se incorporaron y levantaron al detenido bajándole no sin dificultad por la escalera.

Una vez lo introdujeron en el vehículo policial. Capllons se sentó en el asiento trasero del vehículo, junto al detenido, de quien no sabían ni su nombre. Previamente le había puesto el cinturón de seguridad y había situado el asiento delantero derecho lo más pegado posible al detenido. A falta de mampara para el traslado de detenidos, esa era la mejor y más rudimentaria manera de hacerlo. Si tenían que esperar a que un vehículo equipado con mampara se acercara desde otro municipio o que la Guardia Civil enviara uno, les iban a esperar allí mismo las 72 horas legales que puede durar la detención.

Aquel tipo estaba realmente enfadado. Pasó todo el trayecto de regreso a la oficina insultando y amenazando a los agentes. No faltaron expresiones tan repetidas como: "se os va a caer el pelo", "os voy  a quitar el uniforme", "voy a denunciaros y no volveréis a trabajar" y cosas por el estilo. Pese a que Capllons parecía un veterano curtido, no se le veía demasiado cómodo con la situación y cuando miraba a Álvaro le pedía fervientemente sin palabras que se diera prisa en llegar a dependencias. 

Por suerte el casco urbano del municipio no era demasiado grande y en menos de cinco minutos llegaron al Ayuntamiento. Hacer descender del vehículo a aquel hombre, fue una tarea compleja. Resultó que no deseaba salir del vehículo y tardaron unos minutos en conseguirlo. Por suerte a esas horas no había demasiada gente sobre la plaza viendo el espectáculo, pero sin duda gracias a los clientes de la terraza de "Teades", aquel suceso sería la comidilla del pueblo al día siguiente.

- ¡Hay que llevarlo al vestuario! - Dijo en tono imperativo el veterano de la unidad. 

Entre los dos trasladaron al detenido hasta el interior de la oficina. Pese a que pataleó, se quejó y gritó, lograron acceder con él hasta el vestuario y Capllons se apresuró a retirar del banco del fondo todos los innecesarios objetos que reposaban sobre el mismo. Acto seguido entre los dos, lograron que aquel hombre se sentara en el banco y Capllons le pidió los grilletes a Álvaro, quien se los entregó. 

No sin dificultad enganchó los segundos grilletes a los primeros y a su vez, éstos a una argolla que se encontraba en la pared tras el banco sobre el que ahora reposaba el detenido. Al parecer eso era lo más parecido a un calabozo que vería en aquel lugar.

- Muy rudimentario, pero mejor que nada... - Dijo Capllons saliendo del vestuario acompañado por Álvaro. - ¿Dónde me has dicho que trabajabas antes? - Se sentó delante del ordenador. - ¿Por que lo hemos detenido? Habrá que leerle los derechos...

Una primera actuación algo forzada, pero parecía que había sido bien resuelta, gracia a su compañero.

-Estaba en el ejército, las formas de detención son un poco más...bruscas- Dijo Álvaro sonriendo.

Álvaro se sentó en el ordenador, con intención de redactar el atestado del procedimiento:

La patrulla se dirigió por un aviso al domicilio indicado por la llamada.
Una vez allí, comprobaron los ruidos y molestias que generaban los ladridos del perro del detenido. En ese momento decidieron hablar con el detenido con intención de mediar y solucionar el problema. Este, en lugar de facilitar la situación, se encaró a la patrulla, insistiendo en que nadie tocaría a su perro y que los únicos sacrificados iban a ser la propia patrulla. Dada esa actitud, uno de los integrantes de la patrulla con TIP (Álvaro) se acercó al detenido a explicarle la situación y las consecuencias de no solucionar esa situación de una forma amistosa. El detenido aprovecho la cercanía del agente para intentar empujarle, lo que claramente es un atentado contra la autoridad, lo que permitió al agente inmovilizar junto con su compañero al detenido, evitando así los daños mas que previsibles.

Aún así, el detenido no tuvo suficiente y continuó enfrentándose a los agentes, golpeando el coche patrulla y cualquier objeto que encontrara a su alrededor.

Una vez en comisaría se le puso delante el acta de derechos que fue firmada correctamente.

No habían resuelto el problema de los ruidos del perro, pero parecía que al menos el problema que habían tenido con el detenido estaba a punto de llegar a su final. Había sido una detención un tanto forzada, pero desde luego el atestado había quedado bastante bien.

Capllons estuvo contento con el arte que demostró que tenía Álvaro para maquillar la realidad y una vez el detenido acabó por firmar sus derechos y puesto que no deseaba ser visitado por el facultativo médico y no quiso realizar llamada alguna ni declarar, Miquel y Álvaro resolvieron su traslado a dependencias de la Guardia Civil, ellos se encargarían de llamar a un abogado de oficio y resolverían si ponerlo en libertad o que durmiera esa noche en el calabozo a la espera de su presentación frente al Juez.

Una vez avisado el Juzgado del hecho de la detención y habiendo puesto en sobre aviso a la Guardia Civil de Inca del traslado del detenido liberaron a Bernardo Mulet Rigo, que así se llamaba el susodicho, de su anclaje a la pared y lo condujeron hasta el vehículo policial. Ya dentro del coche, Capllons volvió a situarse en la parte trasera junto a Bernardo y Álvaro se colocó a los mandos del volante.

- ¿Te vas a portar bien o vas a patalear como antes? - Le preguntó Capllons justo antes de sentarse al lado del detenido.

La voz de Capllons sonó un tanto chulesca. Se notaba que aquella detención había reforzado de algún modo su hombría. Lo cierto era que, aunque Miquel parecía un curtido veterano, en lo que se refería a detenciones, no estaba demasiado a la orden del día. Si bien no habían tenido que cumplimentar los derechos del detenido, pues no había solicitado nada, Capllons no estaba al corriente de que el abogado tenía que asistir al detenido antes de tres horas y no ocho como era hasta la reforma y la llamada podía hacerla el detenido y no tenía porque ser una simple comunicación de policía a persona designada.

Si, los derechos habían cambiado recientemente en el año 2015 y estando a 2024, Miquel Capllons todavía no los tenía actualizados en su cabeza. Por suerte, al ver el libro de registro de detenidos, Álvaro fue consciente que el hecho de practicar detenciones no era muy habitual en Llanura de Buenpaso, pues en todo el año 2024, tan sólo se habían practicado tres de ellas y ya estaban a Junio.

- No voy a patalear... - Dijo algo compungido. - Pero cuando salga de aquí os vais a enterar. Lo que habéis hecho es del todo ilegal. ¡Me amenazáis con matar a mi perro y acabo detenido! - Negó con la cabeza. Se iba alterando por momentos. - ¡Os voy a denunciar! - En ese momento se revolvió en el interior el coche lanzando un cabezazo contra Capllons, aunque se detuvo a tiempo de golpearle. - ¡Lo que os ponga el Juez poco será con lo que os pase el día que me vuelva a cruzar con vosotros!