Partida Rol por web

—Solo me defenderé si me atacas — agregó a lo dicho por Ethan cuando la figura negra la amenazó por su arma. Ella solo se había estado defendiendo todo el tiempo, no podía atacar a nadie por si misma solo por hacerlo. Sin embargo, sus siguientes palabras la dejaron muy confundida y luego cuando les hizo aquella jugada mientras desaparecía, Brianna abrió levemente la boca asombrada y completamente aterrada.

—Cada segundo pienso que esto a no es solo un complot para usarnos de conejillos de indias y probar alguna medicina rara — comenzó, realmente ¿Qué más podía creer? —Algo más está pasando aquí. Vamos ¿Cuántas alucinaciones podemos tener referente a fantasmas? — le preguntó a Ethan. Si aquello no era solo algo de lógica, estaban muy perdidos. —No nos lastimo, podemos hacerle caso. Tratemos de huir de aquí lo más que podamos sin tratar de atacar eso que no podemos ver. Hasta ahora estamos vivos por ello ¿No? Estoy segura que en lo que logremos salir del edificio, estaremos a salvo de lo que sea que esté aquí dentro, sean alucinaciones, fantasmas o algo más — intentó con mucho esfuerzo darle ánimos a Ethan, no podían caer ahora —También estoy aterrada, pero aquí solo tengo oportunidades de morir. Afuera puedo descubrir que me pasó y quien soy. Tú también debes tener algo más afuera — le dijo, alzando una mano para tocar el brazo del ojiazul y alentarlo a que caminaran de nuevo y al mismo tiempo darle apoyo. Tenían que continuar.

Después de ese pequeño momento de apoyo, en el cual Ethan mostró su agradecimiento correspondiendo a la muestra de valor y de cariño que Brianna había dirigido al enfermero, ambos se pusieron en marcha subiendo por las escaleras. Comenzaron a hacerlo pausadamente, en tensión, pues las palabras de aquela figura enmascarada todavía resonaban en sus adentros. Al llegar al siguiente rellano, pudieron ver a la figura, todavía moviéndose pesadamente hacia arriba. El mismo golpe que Ethan y Brianna habían escuchado resonó de nuevo, esta vez mucho más fuerte. La figura se dio la vuelta entonces, mirándoos sin decir nada, y después se encogió de hombros, quedándose quieto y apartado en las escaleras. No parecía tener intenciones de prohibiros el paso, y de hecho se quedó quieto entonces, esperando.

Subiendo poco a poco, llegaron a otro rellano, y las escaleras que subían finalmente daban a una puerta. Sin embargo, frente a ellos había una figura más, una figura que estaba en el aire...

Un hombre colgaba de su cuello en una cuerda, con el rostro ceniciento y los labios amoratados. Sin embargo, eso no era lo peor, ni mucho menos. Sus ojos no se encontraban en su sitio, mostrando unas cuencas vacías y ensangrentadas. Los oídos mostraban sangre en sus orificios, al igual que la nariz, que chorreaba sangre desde sus fosas, cayendo por su barbilla hasta el cuello. Sus brazos estaban rotos, en ángulos imposibles para la fisiología humana, y sus pies estaban girados del revés, mostrando el hueso ensangrentado y el músculo rasgado. El torso desnudo mostraba moratones y pequeñas heridas sangrientas, golpeado y rasgado hasta el máximo exponente.

Los golpes sonaban desde detrás de la puerta, cada vez más insistentes. Y desde ahí... un gemido, ahogado por los golpes, llegó claramente a los oídos de la pareja. Un gemido lastimoso, sin fuerzas. Un golpe más fuerte sonó sobre todos los demás, y tronó un crujido, seguido de un grito de dolor como jamás habían escuchado. 

Y luego... silencio. 

Gracias Brianna... Debemos ser fuertes, perdona mi momento de flaqueza. Sigamos adelante. - el enfermero sonaba bastante más apagado que de costumbre. Aquello de que la puerta se transformara en pared... Le había trastocado bastante. Continuaron avanzando hacia donde había estado anteriormente la figura misteriosa que les advirtió de parar, hasta que finalmente se encontraron con algo horrible...

Aquél hombre colgado era una visión muy grotesca para ellos dos. Ethan estaba "acostumbrado" a ver cosas así, después de todo trabajaba en un hospital donde la gente a veces, si no se tomaba la medicación, podía darse grandes golpes en la cabeza y romperse la nariz y si bien la visión no era lo que más perturbó al enfermero, si que lo fue el olor. Aquél olor a sangre ya no tan fresca, seguramente también a mierda, pues tras morir los esfínteres se relajan, todo aquello hizo que le entraran unas náuseas horribles y sintiera como el vómito le empezaba a subir por el esófago. Cerró los ojos e intentó controlarlo un poco, en cierta medida lo logró, no sin realizar un gesto bastante vistoso con la boca y las manos.

Una vez intentó superar aquella vista, se giró hacia Brianna. Sabía que a ella estas cosas le afectaban más. - Mírame a mi Brianna, no lo mires a él. ¿Vale? - decía tendiéndole las manos y dispuesto a subir de espaldas mientras la miraba a ella. Quizá una visión de su compañero ayudara a no perder los nervios.

El ruido que se oía arriba... No era nada consolador, pero debían confiar en que entre los dos podrían superar lo que fuera que estuviera haciendo barbaridades en el piso de arriba.

Le sonrió a Ethan para que no hiciera de gran cosa el apoyo dado y siguieron caminando. Realmente en ese instante no sabía si seguir sorprendiéndose, por eso no supo exactamente cómo reaccionar a la puerta que se desvanecía en la pared. Decidió ignorarlo por un momento para continuar, sobre todo porque seguían persiguiendo a la figura que le tenía los pelos de punta. Sin embargo, no esperó recibir la siguiente imagen.

Se tuvo que tapar la boca para no soltar un grito, principalmente por miedo a que el ruido que habían estado oyendo y que ahora escuchaban tan horriblemente significara que había alguien esperando. Estaba segura que se había puesto completamente pálida y que debía parecer que se iba desmayar. No podía quitar la mirada de la vista, del cuerpo. Sus ojos iban a las cuencas vacías y la imagen se sobreponía a la del doctor de ¿Su alucinación? Al cual le había explotado los ojos terminando de la misma manera. Quería vomitar y el olor a sangre no estaba ayudado en nada.

Fue sacada de la vista por la voz de Ethan, quien la movió y le hizo mirarlo y si no lo hubiera hecho, se hubiera quedando mirando por horas. Le asintió, aún choqueada, dejándose llevar hasta que pasaron el cuerpo, intentando olvidar la vista y concentrarse en el ruido que acababan d escuchar también. —Yo… — tragó saliva y evitó mirar hacia atrás —¿Qué fueron esos ruidos?

Ambos, enfermero y paciente, continuaron subiendo por las escaleras, dejando atrás a aquel misterioso hombre con la máscara de cuervo, que se limitaba a observar su ascenso, peldaño a peldaño. Evitando mirar demasiado el cadáver de aquel hombre colgado, siguieron subiendo hasta el siguiente rellano, donde una puerta metálica se encontraba. Aunque la puerta en cuestión no era mucho más alta que Ethan, su hoja parecía pesada, hecha de metal macizo de unos cuantos centímetros de espesor. El enfermero no tenía idea en absoluto de qué habría detrás de ella, y mucho menos Brianna, quien no conocía siquiera el hospital. Sin embargo, los ruidos parecían haber venido de ahí.

«Esta puerta... parecía que los sonidos venían de ahí.» Brianna temblaba visiblemente, acongojada por lo que pudiera haber detrás de esa puerta. Los sonidos que habían estado escuchando, y esos gritos, no indicaban que hubiera algo demasiado bueno detrás, pero no parecían tener otra opción. El hombre cuervo no parecía querer moverse, después de la charla que les había dado. 

Se giró un momento, buscando con la mirada los ojos de Ethan. «¿Q-qué hacemos?» Brianna quería entrar, pero también quería no hacerlo. El miedo a lo desconocido era muy fuerte, pero al menos se sentía algo más segura al lado del enfermero. Tenía el irracional pensamiento de que, si alguien podía sacarlos de allí, era él.

Resopló. Entendía el miedo que tenía su compañera, después de todo él también estaba acojonado. Le puso una mano en el hombro. - Bri... Ahora mismo, no hay vuelta atrás. Tiene que haber una salida en alguna parte, más adelante, pero si volvemos aquellos tipos nos estarán esperando y... - aguardó un poco rememorando lo que habían vivido. - Y el tipo que encontramos en las escaleras habrá tenido un destino mejor que nosotros.

Cerró el puño y frunció el ceño con determinación. - Vamos allá, vamos a sobrevivir ¡cueste lo que cueste! - y con esas palabras, se dispuso a abrir la puerta.

Al abrir la puerta, el panorama que los recibió casi los hizo vomitar de la impresión. La sala en cuestión era una sala conocida por Ethan, por suerte, pero ahí acababan las buenas noticias. Ante ellos se encontraba un almacén, similar al que habían encontrado abajo, pero este estaba mucho más limpio, cuidado y ordenado. A menudo Ethan había ido allí para coger utensilios médicos, medicinas, o simplemente para hacer inventario cuando era necesario. Sin embargo, las paredes, usualmente blancas, se encontraban tintadas de rojo.

En el centro de la habitación había un hombre, o si es que lo que quedaba de él se podía llamar hombre. Tenía las piernas levantadas en un ángulo imposible, completamente partidas. La rótula sobresalía de sus pantalones rasgados y ensangrentados. Una estantería de metal se hallaba caída sobre la espalda del hombre, incrustada en su columna vertebral. Sus brazos se encontraban retorcidos, con las muñecas en ángulo de noventa grados, al igual que los dedos de cada mano. Finalmente, y lo que era peor... su cabeza estaba completamente destrozada, siendo un cúmulo de sangre, hueso roto y sesos desperdigados en un gran charco de sangre, con la cabeza completamente abierta como una sandía. 

A juzgar por la ropa que llevaba, era un compañero de Ethan, otro enfermero. Eso, o era un paciente que había tomado aquella ropa, era difícil saberlo con el destrozo que había sufrido el cadáver. Al fondo, la puerta de madera que daba a uno de los pasillos principales de la planta baja estaba completamente sacada de sus goznes. 

Ethan al ver aquello casi se desmaya de la impresión. Si, aquél día ya había visto muertos, vísceras y sangre por doquier... Pero aquello era excesivo incluso para alguien ya acostumbrado a la sangre y las vísceras. Miró con desesperación en busca de la salida, sus ojos la encontraron pronto, pero el estado de la puerta no le alentó mucho. Si alguien había derribado aquella puerta, debía ser una persona demasiado corpulenta y fuerte. A pesar de tener una pistola, decidió que lo más sensato sería agacharse e intentar pasar desapercibido.

Se giró hacia su compañera. - Bri... Intenta no mirar demasiado... Deberíamos intentar salir de aquí sin hacer ruido. Pero ten la pistola preparada... No sabemos que hay más adelante. - intentó susurrarle a su compañera.

Brianna reprimió un chillido tapándose la mano con la boca. Lo que tenía delante... era demasiado espantoso para siquiera imaginarlo. Apenas puso la mirada encima de aquel grotesco espectáculo, la retiró de inmediato, mirando a cualquier otro lado para no seguir presenciándolo. Sintió la bilis subir por su esófago, y no pudo evitar vomitar un pequeño hilillo amarillento de saliva y bilis. 

Poco después alzó la cabeza, escuchando a duras penas a Ethan, con el rostro empalidecido. Asintió levemente, tratando de recuperar la compostura como buenamente podía. Toda aquella situación la estaba superando. Agarró la pistola con mano temblorosa, y se dispuso a seguir a Ethan a través de la habitación.

Ethan y Brianna caminaron rodeando el cadáver, tratando de tocar lo menos posible la sangre y demás componentes del cuerpo del hombre que habían quedado diseminados a su alrededor en la habitación. Al pasar cerca, un olor a sangre y víscera inundó sus fosas nasales, haciendo que ambos tuvieran que reprimir una arcada. Brianna parecía estar especialmente afectada, con la cara blanca como la tiza, aunque el enfermero no se sentía mucho mejor tampoco.

El dolor de cabeza volvió a acuciar a Ethan, que se llevó una mano a la sien, cerrando los ojos momentáneamente. Al abrirlos, sin embargo, dio un salto hacia atrás: una araña del tamaño de una pelota de golf acababa de salir de debajo del cuerpo del hombre, mirando a Ethan con esos múltiples y asquerosos ojos negros. Estando en un ambiente rodeado de campo, alguna vez habían visto arañas de este estilo en el hospital, pero había sido más impactante el hecho de que justo saliera de debajo del cuerpo sin vida de aquel hombre.

Brianna retrocedió tres pasos rápidamente al verla, lo cual extrañó al enfermero. ¿Quizá esto era real? Brianna de repente se echó en la pared, gimiendo y llorando, tratando desesperadamente de alejarse aún más de la araña, manoteando y sacudiéndose el cuerpo. No, no era solo eso.

Iugh... - comentó el enfermero, reprimiéndose como pudo las ganas de salir corriendo. Aunque parecía que su compañera estaba mucho peor que él, pues no paraba de observar aquello. - ¿Bri? ¿Qué pasa? - decía el enfermero alejándose de aquella asquerosa y gigante araña mientras se acercaba lentamente hacia su compañera. - ¿Ves el cuerpo moverse? Si lo ves, no es real, recuerdalo Brianna. No debemos dejarnos llevar por nuestras alucinaciones. - comentó revisando de vez en cuando la araña. No sabía si era real o no, pero no iba a dejar que se le acercara demasiado tampoco.

Brianna chilló sin poder contener las lágrimas, manoteando y pataleando con todas sus fuerzas en contra de aquellas asquerosas arañas. «¡Quítamelas, Ethan, por favor, quítamelas!» Brianna se sacudía con las manos, intentando quitarse los peludos cuerpos de aquellas asquerosas arañas que subían por sus piernas y por sus brazos. La miraban con sus ojos negros, y el contacto de sus patas le ponía el vello de punta. Con el estupor y el miedo, Brianna no escuchaba a Ethan, no podía hacerlo. Siguió gritando y pataleando, a medida que las arañas le subían por el torso y se acercaban a su cara.

Fue entonces cuando algo hizo click en su cerebro, y perdió el sentido, su cabeza cayendo lánguida sobre el pecho.

"Joder, Joder, son reales... ¡MIERDA!" pensaba Ethan tras el comentario de su compañera, por suerte pudo ver que Brianna no estaba recubierta de ellas, por lo que debía estar alucinando. Para su desgracia, Brianna quedó fuera de combate, le tomó el pulso para comprobar como estaba y tras asegurarse de que estaba bien, agarró la pistola de esta y la guardó en su bolsillo trasero.

Pensó en cargarla, pero sabía que no podría con su peso debido al tobillo, después de todo lo tenía al borde de la fractura, además, si aparecía el que había hecho aquél estropicio en la sala, no podría defenderse con su compañera así y acabarían pereciendo las dos. Finalmente tomó una decisión, hacerla pasar por un cadáver. Si al verla pensaba que ya estaba muerta, la ignorarían. Con sumo cuidado, intento coger la sangre del suelo con alguno de los vendajes que habían cogido anteriormente y restregarla por todo el cuerpo de Brianna, sin perder de vista, claro estaba, a la dichosa araña. Una vez terminó su Picasso y se aseguró de que oliera lo peor posible, decidió continuar y volver a por ella cuando pudiera.

Habiendo dejado a su compañera en el mejor estado posible para que se asemejara a un cadáver, Ethan se puso en pie y siguió con su camino. Con su tobillo claramente dañado, lo peor que podría hacer sería llevar un peso tan grande como Brianna a sus espaldas, ya que de seguro su condición empeoraría aún más, por lo que el enfermero creyó que esa era la mejor opción.

Al salir por la puerta desencajada, Ethan se encontró de nuevo en uno de los pasillos principales, en el lado contrario a donde se hallaba el comedor. Al parecer, habían atravesado gran parte del hospital en su travesía por aquella planta inferior. De hecho, la habitación donde habían dejado a Esther estaba cerca, subiendo por la primera planta.

Al salir del almacén, sin embargo, la vista que tenía delante Ethan era cuanto menos desesperanzadora. Por el suelo había varios regueros de sangre, como si hubieran arrastrado varios cuerpos por el lugar. Aunque los alrededores estaban desiertos, a lo lejos pudo ver personas deambulando, en la planta de arriba. Habían comenzado a abrir las puertas de las habitaciones, de una en una. 

Por lo demás, el silencio reinaba en el hospital.

Ethan al salir, se sintió agobiado, sentía que aquella pesadilla no iba a acabar nunca. Miró de un lado a otro, buscando algún lugar por donde escapar y aunque parece que habían avanzado un buen tramo del hospital, aún parecía quedar un buen cacho hasta la salida. Estaba claro que no parecía poder ir por otra parte excepto por donde estaban abriendo las habitaciones, así que no tenía más remedio que coger ese camino.

Decidió andar a gatas y si aquellos tipos salían de las habitaciones, tirarse al suelo y fingir estar muerto. Le superaban en número y en estado físico, ya que él estaba hecho un asco y a pesar de tener una pistola, sabía que no la sabía usar tan diestramente como para acabar con todos.

Mientras iba gateando y rezando por no ser agarrado a mitad de camino, recordó a su compañera enfermera, la cual encerraron en una habitación. ¿La habrían encontrado? ¿Estaría bien? Seguramente y viendo el panorama... No lo estaría.

Ethan decidió que lo más sensato en aquel momento, teniendo un hospital infestado de enfermos que bien podrían ser inestables, era tratar de salir cuanto antes. Por mucho que se escondiera y se siguiera escondiendo, si no buscaba una salida pronto, lo encontrarían de igual forma, así que al menos sería proactivo y se retorcería y lucharía por salir de aquella pesadilla en la que se había visto envuelto.

Recordó los días en los que trabajaba en aquel lugar, como hasta el día anterior mismo, y viendo en lo que se había convertido ahora, casi sintió algo de lástima. A pesar de la situación en la que se encontraba, tenía cierto cariño al trabajo que le había permitido ganarse la vida como para llevar a cabo su programa, y que ahora nunca más tendría.

Sin embargo, estos pensamientos pronto quedaron relegados a un segundo plano, centrándose en permanecer escondido y fuera de la vista de aquellos enfermos de la mejor forma posible. Lo que menos quería en aquel momento era resultar descubierto, porque a saber lo que podrían llegar a hacerle. 

A pesar de esto, no le resultó nada fácil a Ethan, debido a la gran cantidad de personas que se movían de habitación en habitación, abriendo las puertas. Además, el dolor de cuello y de cabeza no había cesado desde hacía ya lo que parecían unas cuantas horas, y ese hecho comenzaba a ser algo preocupante. 

Aquellas personas en cuestión, ahora que estaba más cerca de ellas, parecían estar buscando algo desenfrenadamente. Actuaban todos como un enjambre, sin seguir ningún tipo de orden o jerarquía aparente quitando el hecho de que todos parecían buscar lo mismo. Pensando la causa de lo que podría ser aquello que buscaban, a Ethan solo se le ocurría una cosa: estaban buscando a alguien. ¿Qué más si no podían estar buscando de habitación en habitación?

Sus sospechas resultaron ser ciertas cuando un grito resonó en uno de los pasillos circundantes. Automáticamente, todos los enfermos giraron sus cabezas en dirección al sonido, y algunos de ellos comenzaron a correr hacia él como autómatas. Al fondo del pasillo en el que Ethan se encontraba, el enfermero pudo ver a dos figuras arrastrando un cuerpo familiar, una persona que se debatía y lloraba desesperadamente por que la soltaran.

Era ni más ni menos que Esther, que en aquellos momentos estaba siendo arrastrada por el suelo hacia el centro del hall principal, a unos cincuenta metros del enfermero.

Ethan acercó su mano a la pistola tras ver como se llevaban a Esther, pero pronto detuvo su acción, dándose cuenta de la gran cantidad de gente que había allí y de lo poco que podía hacer aunque fuera armado. Le superaban no solo en número, si no en estado físico, ya que debía recordar que tenía el pie aún jodido de aquél salto.

Se resignó a seguir haciéndose el muerto, mientras se mordía el labio de rabia e intentaba no acelerar su pulso con cada grito que su compañera pegaba. - Lo siento, Esther... No puedo hacer nada por ti... - murmuró para sí mismo, de forma prácticamente imperceptible.

Esperó y esperó, hasta que el ruido se alejara lo suficiente como para ser seguro y continuar su marcha hacia alguna salida y buscar ayuda lo antes posible. Quizá fuera tarde para Esther, pero Bri seguía necesitando un rescate y no podía dejarla allí a su suerte. Debía pensar en eso si no quería perder la cabeza allí tirado en el suelo, entre gritos y alborotos.

Esther seguía chillando y pataleando, casi como un gorrino cuando era llevado al matadero. El miedo se reflejaba en sus ojos claramente, mirando desesperadamente en todas direcciones buscando una ayuda que, definitivamente, nunca llegaría. Probablemente su vida acabaría en unos momentos, de una forma cruel y despiadada, como jamás hubiera siquiera llegado a imaginar pero, a pesar de ello, continuaba negándose a aceptarlo, y su instinto de supervivencia la llevaba a pelear por su vida, incluso si no tenía la más oportunidad de liberarse de las cadenas de su aciago destino. Sin embargo, en aquel momento, no sabía que lo que más desearía minutos después sería que llegara, precisamente, su muerte.

Los hombres y mujeres que la estaban llevando por el suelo la bajaron a rastras por las escaleras, su cabeza chocando levemente contra los escalones cada vez que bajaban uno. Ethan asomó por la barandilla de seguridad, manteniendo la cabeza gacha solamente para no ser detectado, y siguió observando la situación, para asegurarse de que tendría alguna posibilidad de escapar luego. Más gente se congregó alrededor de Esther, y algunos de ellos la tomaron entonces por los brazos, otros por las piernas, y comenzaron a tirar de ella. Esther gemía y lloraba, sintiendo probablemente una sensación realmente incómoda, incluso dolorosa, al verse envuelta en aquel forcejeo por parte de los enfermos. Algunos reían, otros lloraban, pero la mayor parte de ellos ni siquiera parecían ser conscientes de la situación. Permanecían completamente impasibles, sus rostros hechos de dura piedra ante los ruegos y los quejidos de la compañera de Ethan.

Entonces, uno de ellos sacó un cuchillo de entre sus ropas, probablemente sacado de la cocina. Esther gimió y comenzó a debatirse para tratar de liberarse del agarre de sus captores, sin éxito. Aquella persona, que resultó ser una mujer, a juzgar por sus rasgos físicos, comenzó a acercarse. Cuando una de las personas que agarraban a Esther se interpuso en el camino de la mujer, esta simplemente clavó el cuchillo en su cuello. La sangre roció a Esther, quien gimió aún más alto y cerró los ojos, sin poder ver a aquella persona desplomarse en el cuello, donde un pequeño charco de sangre comenzó a surgir. El resto de los enfermos ni siquiera parecieron reaccionar a este hecho, y continuaron con su comportamiento como si nada hubiera pasado.

Fue entonces cuando la mujer se agachó junto a ella, acercándose levemente a su cabeza. Parecía estar susurrándole algo al oído. Al terminar, sin embargo, Esther comenzó a debatirse de nuevo, esta vez incluso más fuerte que antes. Comenzó a sangrar de sus heridas, pero no parecía importarle más de lo que le importaba lo que fuera que le había dicho.

«¡No, eso no! ¡Por favor, no lo hagas! ¡Por favor! ¡POR FAVOR!»

Con estas súplicas, la mujer empuñó el cuchillo con fuerza, clavándolo en el brazo de Esther. La enfermera gritó, gritó más alto de lo que había gritado antes, llorando a lágrima viva mientras aquella mujer deslizaba el cuchillo una y otra vez, de arriba a abajo. Cuando llegó a lo que parecía el hueso, se levantó un poco, agarrando del hombro a Esther y poniendo su pie derecho a la altura del bíceps. Comenzó a patear y a tirar del brazo y del cuerpo de la mujer, y el crujido del hueso quebrándose llegó hasta Ethan, claro como el agua. Esther chilló con la voz ya rota, pero la mujer no había terminado.

Una vez el hueso se había partido, la mujer continuó cortando con el cuchillo, hasta que finalmente llegó al otro lado. El brazo se despegó del cuerpo de Esther, y Ethan pudo ver por fin cómo la sangre había manado del brazo, recorriendo el torso de la enfermera y cayendo al suelo en un charco a partes iguales. La otra mujer, por su parte, alzó el brazo en alto, y entonces hizo algo que Ethan jamás habría pensado: comenzó a morderlo. Con sus dientes, empezó a darle bocados de una forma voraz, casi animal. La sangre chorreaba de las comisuras de su boca sonriente, mientras lentamente se deleitaba comiéndose aquel brazo humano. 

Las demás personas presentes, sin embargo, lejos de detenerse, comenzaron a morder a su vez por todo el cuerpo de Esther. La enfermera continuó gritando en agonía, mientras pedazos de su carne eran arrancados de su cuerpo por los dientes de los que la rodeaban. La mujer que le había cortado el brazo alcanzó un trozo de tela, y con él hizo un torniquete en lo que quedaba de muñón. Parecía no estar dispuesta a dejarla desangrarse. Todavía quedaba mucho, mucho por hacer.

Con esta visión, Ethan no pudo más y se echó de nuevo al suelo, apoyándose ahora en el muro con la espalda, jadeante. La escena había sido increíblemente grotesca, y a cualquiera le habría hecho incluso vomitar. Sin embargo, por algún motivo, Ethan descubrió con miedo que en aquel momento, Esther parecía bastante apetitosa.

Ethan cada vez estaba más y más acostumbrado a ver cosas horribles, pero parecía que se estaba acostumbrado demasiado rápido... Pero pronto se dio cuenta de porque ya no le daba tanto repelús aquello, se estaba volviendo una de esas cosas devora hombres. 

Intentó resistirse, ahí tirado en el suelo, apoyado con la pared, pero no podía evitarlo, la carne de Esther, su sangre, le llamaba. Se acercó poco a poco, intentando no llamar la atención, aguantando la agitada respiración y preguntándose que demonios le pasaba por la cabeza, pero debía saber cuanto de Ethan quedaba en él. Se acercó a uno de los cachos de Esther y finalmente, se lo metió en la boca.

Tenía un sabor muy agradable y jugoso, no podía creer lo que acababa de hacer, sobretodo porque ese pedazo había estado en el suelo. Pero a pesar del buen sabor que tenía aquello, sabía que seguía siendo él, que por mucho que le apeteciera seguir comiendo, estaba mal. Escupió aquello y continuó avanzando poco a poco, usando a Esther como carnada. Debía salir de allí, debía encontrar ayuda, debía mantener la cordura.