Partida Rol por web

Se secó el sudor de la frente con un pañuelo empapado, aquellas escaleras del capitolio le iban a matar, de hecho el año pasado ya se había desmayado un par de veces al tratar de subirlas.

Miró con desesperanza, estaba a la mitad de camino y no le daba la gana que ningunos de los auxiliares ayudara a subir al "gordo de mierda", cuando entenderían que estaba obeso y no sordo... En fin, no sabía porque demonios lo habían apartado del laboratorio, normalmente tenía que hacer un viaje de aquellos al año, para suplicar subvenciones o eso. Pero la ultima vez que había venido hacía menos de seis meses. Lo que más le preocupaba era que por telefono no había sonado como la aburrida voz de un burocrata, había sido una orden que casi le habría hecho cuadrarse en su casa si se hubiese podido levantar del sofá.

Tras un penoso ascenso del cual luego prometió que se recompensaría (con una buena charla aderezada de pasteles seguramente), atravesó al menos cinco controles de seguridad para acceder a una zona que en su vida había llegado a pisar, volvió a sudar, pero esta vez no fue de cansancio, todo aquello le estaba dando muy mala espina. Cada vez veía menos burocratas y escuelas merodeando por alli para ser sustituidos por tipos con caras largas y trajes oscuros que le parecían salidos de una mala versión de James Bond. Servicio secreto seguro... ¿Pero que demonios podían querer de él?

Al fin el viaje terminó, habían descendido por lo menos tres pisos hasta llegar a un ascensor viejo que parecía amenazar con precipitarse al vacío y luego habían continuado bajando hasta llegar a una especie de salón de actos medio abandonado.
Sus escoltas le dejaron solo unos minutos hasta que llegó un hombre con cara de pocos amigos que le miró casi como si no existiera. Reconoció su voz como la que le había llamado por telefono.

Llega tarde señor Straussen.

Sigame -de nuevo aquello no fue una petición, fue una orden, tan impersonal y fría como podría ser la voz de un ordenador.
Dicho aquello empezó a andar por el enorme hall sin preocuparse de mirar si William le seguía o no.

La siuación ya comenzaba a exasperarle sobremanera; una cosa era resultar fácil de tratar, y otra muy distinta ser el perrito faldero de nadie. Con su ampulosa voz de tenor rasqueteado y con la indignada educación de quien ha crecido en una familia con raíces germanas, replicó:

-Disculpe, Sr. Misterioso 3, para empezar es evidente que usted sabe mi nombre, mas poca idea tengo yo del suyo. Y claro está que APRECIO esta competición de obstáculos por las catacumbas del capitolio a la que me han invitado, pero creo que sería adecuado recibir algunas respuestas antes de comenzar a ganar más medallas.- comenzó William, con sus primeros trabajosos pasos en pos del excesivamente enérgico caballero trajeado -Para empezar, el por qué me han hecho venir a este edificio lejos del pre y post periodo electoral, por qué me esconden en los sótanos, como si fuera un proyecto secreto, o por qué todo el Capitolio parece ser víctima de un flagrante proceso de suplantación del FBI.- indicó elevando el tono conforme se iba animando a sí mismo, tanto como la larga caminata se lo hacía perder, buscando resuello -Tal vez sus habituales visitas tengan tiempo para jugar a los espías, pero le aseguro que yo soy un hombre muy ocupado, Sr. Misterioso 3.- zanjó antes de apoyarse contra una pared del pasillo, luchando con ahinco por recuperar el aliento.

Los mantecosos párpados del brillante científico parpadearon veloces unos instantes, tratando de librarse del suficiente sudor como para echar un vistazo más a fondo al hombre que lo trataba como si fuera un crío del tamaño de un buey. No sabía qué pintaban allí, ni Don Misterioso ni él mismo, y no había visto en su vida aquella zona. Dicho fuera de paso, estar en un sótano no era su idea de un gran plan. Por si bajar no fuera lo suficientemente malo, tampoco hacía falta ser Newton para advertir que luego habría que subir. Ambos tipos de movimiento estaban entre los delincuentes más buscados por la policía mental de Williamworld.

El sujeto del traje se detuvo en seco y miró fijamente a Straussen, por un momento pareció divertido, y al siguiente pareció dispuesto a pegarle un tiro en la sien y a abandonarle allí mismo. Con una señal hizo que los dos otros acompañantes se retiraran sin una sola palabra. Tras ello se detuvo.

Mi nombre es Edwars señor Straussen. Y está usted aqui por un asunto de seguridad nacional, asi que le recomendaría que cerrase su mantecosa boca y cojiera todo el aire posible para respirar.

William contó que mientras le soltaba todo aquello ni siquiera había parpadeado una sola vez.
Tras un tono que no admitía a replica contiúó hasta lo más profundo del Hall donde una pequeña habitación parecía iluminada.

Las ideas discurrieron veloces por el cerebro que se escondia en algun punto bajo la mole de grasa, oscilando desde escupirle algunas inconveniencias a la cara hasta darse la vuelta y marcharse. Pero William nunca fue un hombre de impulsos. Era algo a lo que te acababas acostumbrando cuando toda accion requeria mover tres veces el peso que otros movian en sus perdidas de tiempo. Las actividades se escogian por riguroso calendario de necesidad. La idea de "desandar el camino" habia sido relagada a un puesto deplorable en la tabla de tiempos; sobre todo cuando se olia que, si se marchaba, lo harian volver: era gastar energia inutilmente. "Incomodar al hombre hosco de la pistola" tampoco había ganado el concurso de popularidad… se aprendia mucho trabajando con nitroglicerina: frotarla para que se caliente, solo para ver lo divertido que es, era una soberana estupidez.

Asi, la "mantecosa boca", como acertada si bien indecorosamente, habia descrito Edwars, aspiro profundamente y despegó de la pared el bulto grasiento al que estaba pegada, con la esperanza de que aquella luz fuera su destino final.

El agente Ewdars no se volvió a dignar ni a girarse para hablar con Williams o a mirar si le seguía el ritmo. Con pasos ferreos y decididos llegó hasta la pequeña puerta que aparecía iluminada al final del interminable hall. Se detuvo enfrente con precisión militar y giró sobre si mismo para esperar a que Wiliams le alcanzara. Una mueca de desprecio cruzó su cara al cruzar la vista con el orondo cientifico.

Mire señor Straussen. -Hizo una pausa, casi demasiado teatral y larga para el acalorado William que lo único que quería era poder sentarse.
Los informes dicen que es usted un tipo intelijente, así que no me voy a andar con rodeos. Lo que hay ahí dentro es un asunto de seguridad nacional. Usted nunca ha estado aquí y por supuesto jamás a poder hablar sobre esto de nadie.
Edwars hizo una pausa, tratando de encontrar unas palabras más claras. Aqui no hay ningún documento para firmar. Si usted revela algo de lo que sucede aqui... Sus investigaciones quedarán... Subitamente interrumpidas. ¿Me entiende?. Edwars se hechó un poco hacia delante, Williams pudo observar una fea pistola de gran calibre que asomaba debajo de la chaqueta del treje oscuro.

Tras aquello Edwars abrió la vieja puerta de madera, que gruñó por el esfuerzo. La habitación del interior estaba iluminada por una bombilla vieja que colgaba de un cable pelado enganchado al techo. La decoración de la habitación tambien era antigua, con el papel pintado de los 50 desconchado y desprendido de la pared a causa de los años de humedad y abandono.
En medio de la habitación había un hombrecillo diminuto, un anciano que distraidamente bebía una taza de té mientras ojeaba una montaña de papeles manuscritos. Tirado encima del suelo un par de revistas científicas en las que William había publicado.

William, le presento al profesor Edmund Jacobs.

Profesor esperaré fuera por si me necesita.

Dicho aquello Ewars cerró la puerta dejando a William y al anciano a solas.

Sientese por favor, parece acalorado. -Dijo en anciano mientras vaciaba de papeles una de las sillas de madera contigua a la suya.

Los ojos de William se abrieron como platos, mientras su mente analítica ya imaginaba las implicaciones de que aquella eminencia póstuna estuviese allí leyendo precisamente sus artículos. Con su habitual pedancia analítica, y su recurrente ironía ácida, comenzó:

-Imagino que hay una buena razón, más allá de una retorcida explicación cuántica para el "eco" de los cuerpos, para explicar que uno de los pocos hombres capaces de "ver" las partículas subatómicas pueda tener algo de interés por los artículos de un diletante en el género, como puede ser William Straussen...- se presentó, señalando a las revistas, dando muy por sabido que el Dr. lo reconocía sin inconvenientes -...sobre todo 23 años después de que su nivel energético descendiera a cotas preocupantes para la existencia. Habría pocas personas tan encantadas de conocerlo en persona, profesor, si acaso usted fuera realmente el gurú de la cuántica moderna que Mr. Edwars y su buen parecido pretenden indicar.- dijo mientras tomaba asiento, sin pedir permiso y resoplaba librándose del cansancio, que no de su nerviosismo.

Su mano luchó para entrar en los bolsillos de sus holgados pantalones, de donde extrajeron un usado pañuelo de tela king size, que se paseó por sus hectáreas de papada y frente, escurriendo algo de su sempiterna inundación sudorípara:

-Estoy convencido de que hay una excelente historia que explique su presencia aquí. Por suerte el señor Edwars se ha encargado de que sea un hombre con tiempo como para oírla y con pocas ganas de desandar este suplicio de circuito de obstáculos, de vuelta a mi coche. Así pues, soy todo oídos.- terminó ávido de información.

El anciano, que William calculó que debía rondar los 70 años se encorvó levemente para mirar a William. Sus ojos miopes queadan aumentados hasta proporciones colosales debido a las enormes cristales tras los que se parapetaban.

No le esperaba tan gordo.

El repentino y directo comentariopilló muy de sorpresa a William, que pasó del desconcierto a una sonrisa forzada y luego a un intento por tranquilizar el gesto, que agitó sus papadas:

-Ni yo a usted tan vivo. Así pues, ya somos dos los sorprendidos. Aunque mi condición no deja mucho lugar al escepticismo; en cambio la suya... Bien, ¿vamos a seguir analizando lo "obvio" durante el resto de la conversación o van a explicarme qué demonios hago aquí, con la eminencia no muerta de los libros de texto sobnre cuántica?- preguntó tratando de reconducir el tema.

¡Oh! ¿Disculpe no quería ofenderle! Veo que ya me conoce señor William, así que suponge que no me tendré que entretener en aburridas presentaciones. Yo tambien le conozco a usted o al menos a su trabajo. -Dijo señalando las revistas en las que se encontraban los articulos que William había publicado.
Su trabajo resulta interesante, un poco atrasado pero interesante al menos... Pero primero es lo primero, disculpe mi educación, sobre mi "desaparición" de la vida pública baste decir que Edwars y sus amigos se ocuparon de que pudiese trabajar en los USA sin tener que renovar el visado, disculpeme si no entro en detalles, pero nuestro amigo de ahí fuera suele ser muy quisquilloso.
El Profesor Jacobs se puso comodo en la silla y juntó ambas manos delante de su cara, por unos segundos pareció que estuviese rezando.

Vera...
Sabe que la realidad, en parte como la conocemos, es al menos subjetiva y resulta influenciada por la consciencia de los sujetos que interaccionan con esta. Eso es lo que mantiene y crea nuestra realidad... La psique humana está cerrada en unas leyes fisicas que mantienen el universo desde la creación del universo, ya sabe el big bang, la voluntad de dios o lo que sea. Ahora y supongo que nuestro amigo de allá fuera ya habrá hablado con usted. Mediante ciertos proyectos secretos del estado a los que no tengo acceso se ha detectado esto. Jacobs tendió un dosier sobre el que descuidadamente se había sentado, este encuadernado a todas prisas mostraba el membrete del pentagono y las letras en rojo de TOP SECRET estaban grabadas en el encabezamiento de cada pajina. Una serie de graficos de sondas espaciales y miles de columnas alfanumericas rellenaban las hojas.

Como puede ver se trata de una especie de segundo advenimiento de la realidad o de un reflujo del big bang, ya sabe de las nuevas teorías que han demostrado que el universo no es infinito, ahora parece que toda esa energía cosmica vuelve hacia en centro del universo, y en breve, en un plazo de un mes, mes y medio a lo sumo impactará con la tierra.

-Ya haora que se han dado cuenta de que, como siempre les hemos dicho, su esmirriado culo es muy pequeño como para sentarse en la vasta grandeza del universo, quieren que lo solucionemos, si es que hay algo que solucionar, porque ni siquiera lo saben. ¿Correcto?- aventuró bastante seguro de lo que decía -Bien, ¿por dónde "vamos" a empezar?- dijo con una actitud que demostraba que el hecho de que un posible cataclismo estuviera en camino no era algo que hubiese descartado en su vida de su mente.

Entre tanto, sus manos examinaban el documento, buscando correlaciones y analizando datos. Sobre todo la "veracidad" de los datos. Varios años de jefe de laboratorio le habían indicado que alarmarse antes de que la cosa parezca ir a explotar inevitablemente, solo empeoraba la predisposición a controlarla y resolverla.

El profesor permaneció callado, ensimismado con el papel pintado a medio desconchar de la pared, ignorando completamente a William. Este privado de una contestacion tuvo ganas de agarrar al viejo y zarandearlo, pero eso requería que se levantase, asi que empezó a ojear aquella sarte de diagramas y ecuaciones que habrían hecho bizquear a cualquier lego en la materia. Los ojos de William desfilaron raudos a lo largo de las hojas, devorando formula a formula y deteniendose algunos segundos en los diagramas. Sin percatarse su manos empezaron a sudar de nuevo y la izquierda le temblaba levemente, harían falta horas de trabajo y un ordenador como el que tenía en su laboratorio pero...
Todo aquello parecía demasiado real. Esperando una contestación levantó la vista y encontró que los miopes ojos del profesor se habían posado en él hacía ya varios minutos.

No, se lo que se pregunta y le aseguro que todo es real.

Jacobs se levantó lentamente del asiento y se incorporó lentamente hasta que sus maltrechos huesos chasquearon y pudo ponerse en pie. Creo que como ha visto y si no lo ha visto no me vale... Que esta masa quantica, esa masa de "realidad" sin adulterar se dirije directamnte hacia nosotros, está barriendo el universo y no... no podemos detenerlo, abarcará a todo el sistema solar en unos segundos... Y quien sabe lo que pasará después. ¿El fin del mundo?, ¿Un nuevo universo?, ¿El segundo advenimiento quizá?
Estoy reuniendo un grupo de mentes selectas para tratar de averiguar todo lo que podamos se eso o... de él quien sabe, quiza es Dios... No se que quedará del mundo o que reconoceremos de él... ¿Pero que me dice?, ¿Se puede resistir a estudiar el princio o nuestro fin?

-Si usted no supiera que iba a decir que sí, yo no estaría aquí. La pregunta es: ¿cuándo empezamos? O mejor dicho, cuando comienzo a encargarme de seguir con mi parte en todo esto.- respondió William casi al instante.

En efecto, no había ninguna otra posibilidad; solo había algo de lo que William tuviese más hambre, si cabía, que de comida: de comprensión, de aálisis y de entendimiento. Si el fin del mundo tenía una clave, al menos lo sabría antes de que ocurriese. Ver la película sin entender el idioma no tenía ninguna gracia.

Habiendo dado ya su respuesta, aguardo las evidentes explicaciones subsiguientes, con tanta paciencia como avidez.