Partida Rol por web

Lo inevitable ha sucedido y mientras su sexo se desliza en el mío con suavidad, mis labios se entreabren en un quejidito de placer y aceptación. Luego escondo mi rostro entre su hombro y su cuello y mientras nuestros cuerpos se acoplan, voy lamiendo, besando, mordiendo un poco esa piel suave de su cuello que huele a maderas finas y a canela. Me pierdo en esa sensación de estar siendo tomada por el hombre que deseo, aguanto sus embestidas y las compenso con besos, besos largos y humedos. Mientras subo mis piernas a su cintura para sentirlo aún más.

Mi cuerpo se estremece ante sus besos, mientras que un escalofrío recorre toda mi espalda haciendome morir de placer. He estado esperando este momento durante mucho tiempo, y al fin ha llegado. Me pregunto por qué esperé tanto para mostrarle lo que sentía.

Siento como mis piernas flaquean y comienzan a temblar a medida que nos movemos juntos, como una orquesta, siguiendo un ritmo estremecedor. Poco a poco, mi mente empieza a dejar esta realidad para sumirse en el más profundo de los sueños, mientras mis manos recorren su cuerpo, sintiendo cada centímetro de sus curvas.

Nuestros cuerpos se movían acompasados, con una fuerza que no llegaba a lastimar y di a dar placer, mis caderas bailaban al vaivén de su sexo, de su fuego que se estremecía dentro de mí. Mis gemidos se ahogaban con sus besos, con su lengua que se enredaba en la mía y pronto supe que mucho tiempo postergamos aquel encuentro, aún sabiendo que había algo más. Perlitas de sudor coronaron mi frente pronto, entre sus brazos y siendo suya me sentía plena. Apreté su sexo con mi fuego, las humedades amenazaban con convertirse en ríos que sólo él había sabido provocar y los escalofríos me recorrían la columna como una aviso de electricidad a nada de apodersarse de mi cuerpo. Sólo podía musitar su nombre como un verso en vaivén en compañía de su cuerpo. El ritmo fue creciendo, mi sexo deseando más del suyo, absorbiéndolo más, saboreándolo más con una lengua de fuego.

Nadie podía detenerme, nadie podía pararme en este momento. El placer estaba a punto de llegar como una cascada en cualquier momento. La frente y mi espalda se encontraba perlada de sudor, y mis manos estaban llenas de sus pechos, redondos, turgentes, duros.

Mi cuerpo no soportaba tanto placer, y poco a poco, el climax estaba a punto de llegar. Todo mi ser temblaba mientras continúaba moviendome acompasado con su cuerpo. Mi pubis notaba su humedad, y eso hacía que me excitara más. Es una sensación indescriptible.

Presiento por sus movimientos, por su cara, por mi propio cuerpo que aquel momento está a punto de estallarnos sin más. Me aferro bien a sus brazos, mis piernas a su cintura y muevo mis caderas en círculos, primero suaves, luego un poco más rápido para terminar volviendo al vaivén; a dejarlo ir casi del todo, sólo para volverlo a atrapar en mi fuego.

-Oh, Rafael...-jamás lo llamaba así y él lo sabía.

Aceleré el ritmo cadencioso de mis caderas, buscando volverme una con él; sintiendo que su cuerpo se apoderaba del mío en una penetración firme y segura, firme y tibia que pronto se volvió de una fuerza inusitada que me llevó al borde del abismo y luego del cielo. Simplemente se me estaba escapando de las manos, mi cuerpo se vio envuelto en una serie de convulsiones que hicieron que mis jadeos fueran más fuertes, casi gritos, mientras mi sexo bañaba al de Rivas con una tibieza que abrasaba.

Mi cuerpo no aguantó más. El clímax llego como una avalancha de placer mientras que mi cuerpo caía sobre el de ella, evitando con mis manos hacerle daño. Mi boca no paraba de jadear junto a su oído mientras mi cuerpo se estremecía más y más.

- Erin... -, le digo con un hilillo de voz. - Te quiero. -

Lo había dicho, y no me arrepiento de eso. Hacía tiempo que deseaba decírselo, y se lo solté sin más, en el momento preciso. Mis manos la abrazaron con fuerza, mientras que mi boca comenzó a besarla apasionadamente.

Todo de pronto fue negro o todo fue blanco, mientras sentía cómo se desbordaba su vida dentro de mí, mientras sentía sus espamos golpear las paredes de mi sexo con aquella entrega y correspondía a sus besos, coronados por mis gemidos fuerte e indiscretos provocados por aquella entrega arrebatada y loca.

-Y yo, Rivas... Y yo...

Jadeé en un idioma casi incomprensible pero sabiendo que él me entendería mientras trataba de recuperar los sentidos, mientras intentaba dejar de temblar, gozando aún del esplendor de nuestros cuerpos transpirados.

Me quito de encima de ella, quedando tumbado a un lado de su cuerpo. Mi corazón parece salirse de mi pecho y mis dedos se posan en mi cuello para contar las pulsaciones. Maldita sea... siempre me sale el médico de dentro.

- ¿Por qué esperamos tanto para esto, princesa? -, le digo mientras me giro para quedar cara a cara con ella. - Ahora no tengo muchas ganas de hacer ninguna maleta. -

Su rostro angelical me mira sonriente, ante lo cual, no puedo evitar darle otro beso en los labios.

Lo miro a los ojos mientras pienso una respuesta para su pregunta.

-No lo sé y creéme, de haber sabido que sería tan bueno, no lo habría postergado más-sonrío y lo beso en la boca, apenas rozando sus labios.-Aunque no tengas ganas de hacer ninguna maleta, creo que tenemos que hacerla, por lo menos yo tengo que hacerla, tú ya tienes la tuya...-lo abrazo poniendo mi cabeza en su pecho.-¿Y ahora qué haremos, doctor?

Soy yo la que escucha los latidos de su corazón.

- ¿Por qué no preparamos tu maleta así después tenemos un poco de tiempo libre para...? -, no termino la frase, sólo me sonrío de oreja a oreja.

-Sí, tienes razón... Es lo mejor que podemos hacer-me levanto, me acomodo un poco la falda y voy al servicio, cuando vuelvo, en silencio, empiezo a echar ropa en la gran maleta.-Bien, creo que tengo aquí lo necesario.

Lo miro a los ojos, intento sonreír pero luego vuelvo a mis cosas. Busco la casita de Stvar, ella va conmigo por supuesto y luego mis cosas personales. Pasaporte, una agenda electrónica, desodorante, un perfume y mi reloj. Lo tenía todo listo, en unos pocos minutos en los que prefería callar.

Miro como ella solita puede con todo y rápidamente hace su maleta.

- ¿Seguro que no necesitas ayuda? -, le pregunto mientras me tumbo otra vez en la cama.

-Está todo en orden, Rivas... En realidad te hice venir porque me sentía más segura si estabas, pensé que podría encargarte mi casa y eso pero me alegra muco que vengas... No lo dudas, ¿no?

Busqué un toallón, las sandalias y luego me volví a él.

-Yo voy a darme una ducha...

- Vale... pero ahora que lo dices... estoy bastante acalorado por venir corriendo hasta aquí y después al "hacer la maleta"... ¿Tienes una toalla para mí? -

Me quedo mirándola con la cabeza inclinada, con mirada pícara y sonriendo, esperando su respuesta.

Me empiezo a quitar la ropa antes de responderle nada, me envuelvo en un albornoz que saco del closet y luego, sin atarlo ni nada, me vuelvo a Rivas justo antes de entrar en la ducha.

-Las toallas estén en el primer estante del placard a la derecha...

Rápidamente cojo una tohalla del estante y salgo corriendo hacia la ducha, ganándole de mano a Erin y metiéndome primero al baño. Juas... piensa que me va a ganar...

Cuando paso la puerta del baño, me giro y la miro pícara, mientras le digo...

- ¿Te vienes? -, le digo guiñándole un ojo.

Hago una mueca, mezcla de sonrisa y me las pagarás pero entro en la ducha quitándome el albornos y abriendo a la llave del agua fría, las duchas de la mañana para mí son así y sonrío porque sé que a él eso no le gustara o al menos eso creo.

-A eso venía pero hay un intruso en mi baño...-dijo al tiempo que me escurro el agua de la cara y tiemblo un poco por el agua fría.

Me voy quitando la ropa rápidamente mientras observo como sale el agua helada de la ducha y moja su cuerpo.

- ¿Agua fría? ¿Es que tu no sabes que el agua fría a mí...? Bueno, me gusta mucho el agua fría. -, le digo mientras arrojo la tohalla a un lado y me meto en la ducha con ella, empujándola un poquito para que el agua me de de lleno a mí.

Sonreí maliciosamente, si sabía que iba a decir eso no le abro a la fría.

-Bueno, si te encanta no tenemos problema-me pongo de frente a él y lo abrazo mientras el agua resbala por nuestros cuerpos.-Tenemos sólo este día, mañana estaremos muy lejos de aquí...

Lo miro a los ojos fijamente.

- Ya lo sé, pero eso no significa que en el viaje no nos podamos bañar otra vez juntos. -, le digo mientras comienzo a mordisquearle el cuello y le pellizco con dulzura uno de sus pezones.

- He tardado mucho tiempo en empezar a disfrutarte, y ahora, no me apetece pasar ni un segundo lejos de tí. -