Partida Rol por web

Era casi imposible encontrar una cara concreta entre tanta gente, pero cuando las lanzas estallaron en un crujido seco y Adham Dannett estuvo a punto de caer, ser Roshar vio una familiar preocupación en uno de los rostros femeninos del público. Era la clase de preocupación que se siente cuando un familiar o un amigo muy querido está enfrentándose a un peligro terrible, una preocupación que refleja angustia.

Era ella, no cabía duda. Iris Dannett se encontraba al otro extremo de la liza observando el combate de su hermano. Vestía con varios velos, lo que le hacía difícil de reconocer. De no ser por su reacción, ser Roshar la hubiera pasado por alto. Pero la joven no pudo resistirse a ver a su hermano menor en la justa, especialmente después de haber escuchado las acusaciones vertidas contra la casa Crogall.

Lady Varya permanecía aferrada el brazo de su esposo, había visto alguna que otra vez los entremanientos de los caballeros y de la guardia, pero nada era comparable a la justa que estaba dando comienzo. Además de toda la espectacularidad que conllevaba, se estaban jugando el futuro de la casa, posiblemente hasta su propia vida. Sus dedos apretaron con fuerza cuando las lanzas se rompieron contra los escudos y contuvo el aliento en espera de la confirmación de que su hijastro estaba bien.

El joven se encogió ante el inminente impacto y se tambaleó en la silla como un muñeco. Parecía que el impacto casi le descabalga, pero era una treta que le había enseñado Galdrín. Absorver el impacto y moverse siguiendo el golpe, para que la fuerza del golpe se fuera con el viento.

Si una piedra intenta retener la fuerza del martillo, se rompe. Si se mueve con el martillo, la piedra permanece.

Recordó las palabras de su maestro de armas. Se sentía fuerte. Se sentía vivo, al llegar al final del campo de justas. Esperó a que Willard le diera otra lanza y cuando Adham daba la vuelta, se preparó para una segunda embestida. Picó espuelas a Bella y con un grito de vigor, empujó a su corcel hacia delante. No sabía con certeza si su golpe había hecho mella en el joven Dannett, pero eso ahora no le importaba. Importaba darle una vez, y otra, hasta vencer.

Ser Roshar quedo atrapado por la tensión del embate de la justa. Comprobó, a duras penas, que ninguno había sido derribado antes de continuar su avance hacia la exigente prostituta. Había sido toda una suerte localizarla entre el público. Aunque no sabía que podía sacar de provecho...

Se acercó desde su espalda, como si acabara de llegar para disfrutar del enfrentamiento.

- Diría que ya ha escogido a su favorito. - 

Comentó de forma trivial. 

Después de que las lanzas se partieran en el cruce de golpes entre ambos caballeros, el público contuvo el aliento durante unos segundos que parecieron una eternidad. Whalen daba la impresión de que iba a perder el equilibrio y caer del caballo, pero tan sólo era una treta usada para rodar el golpe de su rival. Cuando el caballero recuperó la estabilidad pudieron escucharse algunos murmullos de decepción por el resultado que fueron rápidamente sustituidos por una ovación generalizada cuando Adham Dannett evitó caer de su caballo. 

Willard corrió con el susto dibujado hacía el rostro, aunque fue el primero en darse cuenta de que en realidad Whalen había estado lejos de caer. Únicamente cuando le miró a los ojos y vio su confianza y determinación supo que todo estaba bien. El muchacho le proporcionó de otra lanza rápidamente y apenas tuvo tiempo de desearle nuevamente suerte, pues el joven Crogall ya se disponía a picar espuelas y llevar a Bella de nuevo a la liza.

En el otro extremo, el escudero de Adham trepaba sobre una valla para ayudar a su señor con la abolladura que el duro golpe de Whalen había dejado en su armadura, afanándose en desatascar las juntas atrancadas y arrancando de cuajo las partes más dañadas. Ese tiempo sirvió para que Dannett tomara algo de aliento y se recuperara del golpe. A pesar de que él también había logrado acertar duramente en Whalen, se había llevado sin duda la peor parte y parecía estar algo sofocado, casi angustiado. Partía como favorito y tras un primer pase la sensación era que el Crogall tenía algo de ventaja sobre él.

El pequeño tiempo entre pases, había servido para que Adham pudiera tomar algo de oxigeno y recuperarse del impacto de la primera de las lanzas. Hizo un gesto a su escudero para indicarle que se alejara cuando estuvo listo y saludó hacía la multitud alzando la lanza para indicar que todo estaba correcto. Después, ya finalmente, picó espuelas a su caballo y lo dirigió contra Whalen. Esta vez, su ataque no fue tan efusivo como el anterior y mantuvo la cabeza fría.

El caballo de Adham parecía no tocar el suelo, con gran gallardía su jinete lo dirigía hacía el frente con la vista clavada en su objetivo. Adham Dannett bajó la lanza cuando había recorrido la mitad de la distancia que le separaba de Whalen, y éste ya había hecho lo mismo. La velocidad de ambos jinetes era vertiginosa, daba la sensación que aquel era el envite en el que se decidía todo.

Adham golpeó con firmeza, imprimiendo toda su fuerza al golpe. Nuevamente Whalen sintió la sacudida en su hombro, la lanza se había roto para delirio del público. Por su parte, Whalen también hizo astillas la lanza que Willard le había dado contra el escudo de Adham, este volvió a tambalearse sobre su montura pero logró de nuevo manejar la situación y evitar caer. Trataba de mantener la compostura, pero en realidad tenía el hombro muy magullado y apretaba los dientes para tragar el dolor. Su escudero corrió de nuevo a tratar de liberar la armadura que le oprimía el brazo del escudo.

Whalen en esta segunda pasada, sí que casi pierde el pie del estribo. El golpe contra el escudo le sacude el cuerpo como si estuviera dentro de una campana, pero gracias a los Siete, se rehace del golpe y puede mantenerse sobre su querida yegua.

Al llegar junto a su escudero arroja lo que queda de su lanza y pide otra, con premura. Mientras se la acerca su buen Willard se levanta la visera para enjuagarse (torpemente, debido a sus manoplas de malla y placas) el sudor que ya le baja por la frente. Enfrentarse en un duelo real hace que sude a mares. Jadea con angustia.

Se vuelve a bajar el visor cuando toma la tercera lanza, clava espuelas y se lanza al galope, una vez más contra el furibundo Adham. Le habría gustado ser cortés, pero el corazón le va a mil, siente la adrenalina pulsando en sus sienes. Esto no es un duelo normal. Es un juicio por combate.

El agarre de la dama se aflojó un poco al comprobar que Whalen se encontraba bien, pero de nuevo los caballeros volvieron a la carga y otra vez contuvo la respiración. Los golpes de las lanzas contra los escudos resonaron en el silencio previo a los vítores y una leve sonrisa se dibujó en el rostro de Varya mientras miraba a su hijastro con confianza, el joven heredero de la casa Crogall parecía saber muy bien lo que hacía, pero el Dannett no se quedaba atrás. El resultado se veía incierto.

Lanzó una fugaz mirada a su alrededor, tal vez como un acto reflejo o tal vez para asegurarse que seguían estando entre amigos, y de nuevo se oyó el resonar de los cascos. Sus ojos volvieron raudos a la justa. Estuvo tentada de intentar hacer algo para decantar la balanza, pero sabía que el lord no lo aprobaría y estando a su lado era bastante difícil que no se diese cuenta. Le pareció ver que el otro se dolía de los golpes sufridos y no cogía la lanza con tanta fuerza y soltura como en las veces anteriores, prefirió esperar, con otro golpe como los anteriores por parte de Whalen quizás se acabase ese conflicto.

Para cualquier espectador de la justa, Lord Crogall no parecía estar alterado ni lo más mínimo. Se mantuvo rígido en cada momento, como una estatua. Y aunque sus ojos verdes no perdían detalle, su rostro era una máscara pétrea e impenetrable. Solo Varya era consciente de los movimientos involuntarios de su pierna dolida, o de su mano en el momento justo del impacto de la lanza. Como si una parte de Evan Crogall cabalgara a lomos del caballo en aquella contienda que se libraba a sus pies. Como si con su poder de voluntad pudiera influir en el resultado final. Como si de algún modo sus músculos estuvieran sincronizados con los de Whalen, y él pudiera derribar al rival desde las gradas, o esquivar un golpe.

Nada de eso era posible, pero Evan no pudo evitar esos movimientos bruscos e instintivos. En realidad, era mejor no poder influir en la justa, pues Whalen eran mejor jinete de lo que él había sido jamás.

-Adham Dannett está perdiendo, le comentó Evan a su esposa. -Lo está haciendo muy bien Whalen, pero aún puede pasar cualquier cosa.

Durante el tiempo que quedaba entre pases, el escudero de Adham se empleó bien a fondo de nuevo en desatascar el tremendo golpe que Whalen había propinado en la armadura de su señor. Mientras tanto éste resollaba como un caballo, y trataba de respirar bajo el pesado yelmo. Las gotas de sudor se acumulaban en sus ojos y notaba como le escocían, aquello era lo peor de esas pesadas armaduras de metal. Intercambió unas palabras con su escudero, y este pareció contrariado, sin embargo, Adham solicitó de nuevo una lanza, y clavó la vista en Whalen. Algo debió pasar por su cabeza que le hizo enfurecer y picó espuelas al caballo para salir como nunca antes. Las pezuñas del animal levantaban la tierra de la liza y Adham se inclinó hacia delante en la silla e incluso se le pudo escuchar proferir un apasionado grito de rabia.

Pero todo aquello eran los últimos coletazos de rabia de alguien vencido por el cansancio, exhausto y con más rabia que energía. La lanza de Adham fue lenta y Whalen la pudo esquivar sin problemas para después romper la suya contra el escudo del Dannett. Adham se fue hacía atrás en la montura y perdió el pie en el estribo, cayendo de costado contra el suelo mientras su caballo seguía trotando. Afortunadamente no fue arrastrado por la liza, ya que su pie había quedado liberado, y el golpe contra el suelo no fue muy duro. Una exclamación generalizada se hizo escuchar en las gradas, muchos estaban decepcionados, pues habían oído de la gran habilidad del hijo de Lord Dannett, pero aún así todavía continuaban apoyándole e instando a que se levantara con sus gritos. Comoquiera que dadas las condiciones del combate, ser desmontado del caballo no era condición para ser derrotado, todos esperaban que Adham se levantase y tomase su espada para enfrentar a Whalen. Pero el muchacho quedó tendido sobre la tierra, boqueando y tratando de levantarse, antes de empezar a sufrir unas terribles convulsiones. 

El inconfundible sonido del estallido de las lanzas al desquebrajarse y saltar echas añicos al golpear contra el escudo de los caballeros se escuchaba sobre todos los sonidos de la multitud: los apasionados gritos, los insultos, los apoyos, los ánimos y abucheos a cada lance de la justa. Ser Roshar tuvo que abrirse paso a duras penas entre la multitud para llegar a alcanzar a la muchacha rubia que había reconocido del Manantial de Jade justo al final del segundo lance. El caballero trató de iniciar una conversación con la joven y ésta se giró para contestarle algo. Pero entonces las lanzas volvieron a chasquear y el gentío se levantó de golpe de sus asientos y soltaron una preocupada exclamación al tiempo que empujaban para acercarse a la primera fila.

La muchacha se giró para ver qué había ocurrido, y alguien la empujó hacía delante. Su rostro cambió de súbito cuando vio a Adham tendido en la tierra y trató de abrirse camino a empujones y codazos. Ser Roshar trató de alcanzarla pero alguien cayó por un empujón sobre su costado y le hizo trastabillar. Para cuando alzó la vista de nuevo la joven ya había desaparecido y el caballero sólo pudo encontrar su velo en el suelo tirado, pisoteado por la multitud.

 Pasó del miedo al ver la figura rugiente de Adham hacia él a la pura alegría cuando cayó. Whalen sonrió con enorme satisfacción al comprobar que ya había conseguido la victoria. Pero aquello no era una justa normal. Adham estaría magullado, pero no vencido. Y menos teniendo en cuenta su actitud. Pensó en ir a por otra lanza. Vencer a un caballero descabalagado era fácil. La distancia que otorgaba una lanza era decisiva en ese tipo de combates. Lo había ensayado con Galdrín decenas de ocasiones.

Pero aquello era distinto. Adhlam era un adversario furioso. Loco. Temía que atacara a Bella y la lisiara para siempre. Descabalgar él mismo sería visto como un acto de caballerosidad. Los Crogall iban muy faltos de esos gestos, y Adham debía de estar herido. Tendría ventaja.

Resopló resignado. Pidió su espada y escudo a Willard, con ansia, y desmontó. Debía enfrentarse a Adham antes de que se recuperase del golpe.

Al volverse con las armas en la mano vio al Dannett sacurdirse como un poseído. Quizás se había golpeado la cabeza al caer. Nicholas le había contado experiencias de golpes en la cabeza que generaban ese tipo de reacciones cuando el hueso tocaba el cerebro.

Se quedó allí plantado, perplejo. Jamás había visto a alguien con convulsiones y era algo horripilante. Se levantó la cimera, para verlo mejor, sin saber qué hacer. No parecía que el combate pudiera continuar.

Los jinetes se aproximaron a toda velocidad, el cansancio y los golpes recibidos debieron hacer que el Dannett errase el golpe, no le pasó así a Whalen que golpeó de nuevo el escudo de su rival. El choque volvió a ser brutal y la mano de la señora se apretó contra el brazo del señor de la casa, lo había conseguido, el heredero de los Crogall había descabalgado al de los Dannett.

Pero aquello no fue el final, Varya recordó que las reglas de la justa no se aplicaban al juicio por combate y su mirada se quedó observando al rival, esperando su siguiente arremetida. Los primeros movimientos del joven, intentando coger aire sin conseguirlo, hicieron que la dama le prestase toda su atención. Algo le sonaba familiar. Cuando Adham empezó a convulsionar una luz se hizo en su mente al recordar las sesiones con Wildfor, los sudores fríos y la debilidad posterior. Tiró del brazo de su esposo reclamando su atención y le susurró al oído. 

-El veneno. Necesitamos al maestre Nicholas con la cura.

Lo miraba con una expresión de total seguridad, aunque todavía no sabía quién ganaba con la muerte del joven Dannett y el descrédito de ellos. Ya habían llegado a la conclusión de que ambas familias estaban siendo manejadas al antojo de alguien y ahora tenían una pista más, quizás la más importante, esta vez no eran falsos rumores como los que habían vertido sobre ellos si no que buscaban la muerte del heredero de la casa vecina con un veneno muy raro.

-¡Buen golpe!, exclamó Lord Evan cuando Whalen logró por fin derribar a su contrincante. Una sonrisa se dibujó en el rostro del señor de la Casa Crogall, pues la victoria estaba próxima. -Justicia para los Crogall, dijo y miró alrededor para ver la reacción de los espectadores. Los dioses habían hablado. ¿No era esto lo que queriáis?

Whalen se bajó del caballo, y tenía en sus manos la vida del joven Dannett. Evan le buscó para dar su consentimiendo. Una simple mirada iba a ser suficiente. -El honor de la Casa Crogall se limpia con la sangre de quiénes nos han acusado falsamente, susurró apenas audible. -Debe retirar las falsas acusaciones, insistió.

Entonces Adham comenzó a convulsionar de forma violenta. Evan miró sorprendido el cuerpo del caballero. -El golpe ha sido fuerte..., comentó en un primer momento. Pero las palabras de Lady Varya le hicieron considerar otra opción.

Veneno. Trampa

-¿Dónde está el maestre?, preguntó y miró alrededor. Luego alzó la voz para los presentes: -¡Detengan el combate! ¡Sir Adham está herido!

Ser Roshar no consiguió volver a localizar a la mujer y observó como su velo era pisoteado por el gentío. Esperaba que no se hubiera alarmado por su presencia y decidiera de repente cambiar su disfraz y escondite. El caballero ya tenía la confirmación... aunque le hubiera gustado, de alguna forma, que hubiera sido útil en aquel momento. Antes de llevar el juicio por combate hasta las últimas consecuencias. 

Tras perder su objetivo sus ojos siguieron los de la multitud. Solo Whalen permanecía sobre su montura. Buenas noticias. No era capaz de ver al Dannett con tantas cabezas por delante y se enteró de lo sucedido por quienes se lo iban relatando a las filas que quedaban por detrás. Entendió la súbita reacción de la joven. Pensó en ir enseguida en su busca, pero necesitaba conocer el resultado final de la justa antes de abandonar el lugar. Las reglas hablaban de rendición o muerte. ¿Iban a detener el combate por otra razón? 

Adham Dannett yacía tendido en el suelo convulsionando sin control mientras Whalen permanecía allí plantado, con la visera del yelmo alzada y la espada y el escudo en la mano mirando a su rival sin saber muy bien qué hacer. Aquel desenlace no era lo que se esperaba, nadie en todo el recinto esperaba aquello y por eso todos se pusieron en pie sorprendidos mientras miraban con preocupación como se desarrollaban los acontecimientos. Incluso en la zona de las gradas donde se encontraban los Crogall la sorpresa era mayúscula, y una suposición acudió enseguida a la cabeza de los Lores: veneno. Habían recibido una daga con una redoma escondida de un veneno que el maestre había identificado como el más mortal y peligroso de los venenos, un insípido, inodoro e indetectable líquido mortal conocido como las lágrimas de Lys; y hasta entonces no se habían encontrado con nadie que pareciese sufrir los síntomas de un envenenamiento. Las convulsiones incontroladas del pequeño de los hijos de Lord Dannett hicieron saltar todas las alarmas entre los Crogall. Varya fue la primera que conectó los dos hechos y alertó a su esposo. Buscaron con la vista al maestre pero este no se encontraba allí, sino en el Cónclave de maestres que también se celebraba en la ciudad. Sin duda para él las justas eran aburridos asuntos si se comparaban con un duelo intelectual entre estudiosos.

Edan Ward y el resto del séquito de los Dannett entraron en el campo corriendo para ayudar al joven caído aún a riesgo de saber que eso suponía la derrota definitiva de su señor. Edan dio la vuelta al cuerpo de Adham que continuaba convulsionando y le quitó el yelmo para desvelar una perturbadora imagen en el rostro del joven, que con los ojos en blanco y boqueando como un pez fuera del agua, desesperado por encontrar algo de aire, trataba de aferrarse a la vida a duras penas. Los otros miembros del séquito Dannett se afanaron en ayudar a Edan Ward para aupar en brazos al joven y cargar con él rápidamente hacía su pabellón, mientras que su escudero había salido a toda velocidad en busca del maestre de los Dannett, quien también se encontraba en el Cónclave.

La multitud impidió a Ser Roshar avanzar. Todos querían ser participes... Escuchaba los relatos que unos y otros iban narrando a quienes no podían ver la escena. Los temores se arremolinaron en su mente. Sabía bien quienes iban a llevarse la culpa de aquello, pero ¿quién había sido? ¿Y con qué fin? ¿Quién gana si los Crogall y los Dannett acaban unos con los otros? Aquel era demasiado sacrificio para Alfric. Y sin garantías. 

El Blackfist aguantó entre la gente hasta descubrir el desenlace del nuevo entuerto que se les venía encima. Intentó pasar desapercibido, pues no deseaba ser cacheado de nuevo si consideraban arrestar a la familia bajo sospecha. La espera agotaba su mente, pues no podía evitar contrastar los datos conocidos en busca de lo que imaginaba haber pasado por alto. 

¿Cui prodest?

Le vino a la mente esa alocución de los antiguos, que tanto le había enseñado Nicholas. Todo quedaba claro. Algo más claro. Si moría el heredero de los Dannett, ¿Quién era el siguiente en la sucesión?

En eso pensaba, quieto como una estatua de sal, mientras se llevaban al moribundo Dannett. tenía muy claro que no sobreviviría. Estaba todo jodidamente planeado. Se quitaban de en medio al joven señor, joden a los Crogall, y el nuevo señor Dannett se hace con el control de la casa con el añadido de todas o parte de las tierras Crogall. Por mucho que aquello fuera burdo y no tenía sentido, no dejaban de ser los únicos sospechosos. Las confesiones de su esposa no ayudarían.

Willard! Id a por Nicholas! Ya mismo! Que venga al pabellón Dannett!

Gritó Whalen, saliendo de su estupor. Dudaba que les dejaran ayudar, pero como mínimo debían intentarlo.

¡Rápido, maldita sea! Ha de venir rapidísimo.

Aunque Nicholas tuviera alas en los pies, no llegaría a tiempo. Whalen se quedó, por otra parte, como un perro sin amo, en medio de la zona de justas. No sabía si abandonar, acercarse a los suyos, al pabellón Dannett...

Mientras el grupo de los Dannett cargaban con su señor para retirarlo hacía el pabellón familiar, donde su maestre pudiera atenderlo, Whalen Crogall permanecía estupefacto como un privilegiado espectador en primera filia de todo lo que estaba ocurriendo. Sin saber muy bien qué podía hacer, se giró hacía su escudero y le ordenó que fuese raudo en busca del maestre Nicholas. Así obedeció el joven, no sin que Whalen tuviera que sacarlo de su asombro con un segundo reclamo, pues el joven se encontraba tan atónito como todos y finalmente dejó caer la lanza que ya guardaba para un siguiente lance de su señor y echó a correr como si el Desconocido anduviese tras él.

En el otro lado de la liza ya sólo quedaba el casco y la lanza caídos del jinete derribado, uno de los criados se apresuró en recogerlo para seguir al resto de su casa. Un silencio sepulcral se abatía sobre la multitud mientras los Dannett abandonaban el recinto. No fue hasta que el Rey habló que se rompió aquel silencio tan profundo.

-Se había pedido un juicio por combate, -dijo el monarca con su fuerte voz, aunque no necesitara de ella para hacerse escuchar en esa calma, -¡y el juicio por combate se ha llevado a cabo! El Guerrero ha sonreído a los ganadores y ha demostrado su causa. Que no se hable más de ello, ¡reconozcamos su justa victoria y que continúe el torneo!

Los aplausos y gritos de la multitud que siguieron al anuncio de Robert fueron obedientes, pero quizás no tan entusiastas como a los Crogall les hubiese gustado que terminase ese encuentro. El resultado de la justa no satisfacía a algunas personas de entre el público, sin embargo, el resultado debía ser tomado como un juicio justo, y los cargos que Adham Dannett había lanzado sobre ellos ahora eran desestimados. Aunque las acusaciones vertidas por la dama Scarlett todavía pesaban sobre ellos. Además de la victoria, y el honor para su casa, Whalen había conseguido pasar a la siguiente ronda y ahora el torneo debía continuar, los siguientes caballeros ya esperaban para batirse en duelo y no ha mucho tardar sería el turno de Ser Adrik.

Las palabras del rey fueron un alivio para Lord Crogall. No era el desenlace que había deseado, y podía tener consecuencias nefastas para los Crogall. Pero ya estaba hecho. El joven Dannett había faltado a la verdad y había acusado a su Casa de crímenes, y se había hecho justicia.

-Los dioses se han pronunciado, sentenció Evan y miró a su esposa y después a los que le rodeaban. Su mirada era algo desafiante, y estaba de pie con la armadura de gala hecha de la piel de un lagarto-león. Era el señor de una Casa, y como tal se le debía respetar. Y más cuando el propio rey ya había dado por zanjado el tema. Si alguno quería añadir algo, debía decirlo ahora o callar.

Whalen ya se había encargado de localizar al Maestre Nicholas e ir al pabellón de los Dannett. Seguramente no les iban a dejar ayudar, pero al menos se había mostrado como un hombre de honor y un buen caballero. Y había ganado. En aquellos momentos, tal vez era lo que más importaba. Un lagarto-león defiende su territorio, y cuando se ve amenazado ataca sin piedad.

-Qué continúe el torneo, repitió Evan Crogall. -¡Ser Adrik! ¿Estáis listo?, preguntó alzando su voz para alcanzar a los caballeros que se encontraban junto a la pista. Luego añadió a los que estaban más cerca, en el palco. -Creo que Ser Roshar de los siempre leales Blackfist también participa para honrar a los Crogall. Evan tenía por costumbre marcar una diferencia entre el controvertido caballero y los Crogall.