Partida Rol por web

Will se sentía un poco perdido después de todo lo que había pasado allí. -* Maldita sea... nunca pensé que fuera a morir en mis brazos, y descubrirme así... *- La mente del joven muchacho giraba a velocidades vertiginosas por todo su pasado, recordando tantos momentos vividos en los que Amy aparecía. -* Al final averiguó mi secreto, de la peor de las formas... *-

De repente, un susurro lo trajo de vuelta a este mundo de nuevo. Sus ojos se abrieron como dos grandes platos color verde esmeralda.

Al notar aquel susurro, a Will no le quedó otra sino mirar quién reclamaba su atención. - Sr. Wesley... - murmuró cuando le vio los ojos. Levantó su mirada y la dejó fijada en los ojos Edward mientras dejaba que hablara.

Su cara no engañaba al mostrar que aquel hombre, fuere por lo que fuera, lo había tranquilizado con aquellas palabras, pues él pensaba lo mismo y - ¿No quiere que me pase nada malo, señor? - murmuró visiblemente sonrojado. Había notado un cambio en la voz de Wesley, ¿un temblor quizás? en esa última afirmación. Esto provocó una leve sonrisa en su rostro, que pronto camufló bajando un poco la mirada. 

Aquello parecía extraño, en un momento todo se había congelado y parecía que los únicos que podían moverse por la estancia eran el señor Wesley y él. Volvió a mirarlo cuando le preguntó, y giró la mirada otra vez. - He estado en mejores situaciones, señor. Amy se había convertido en una amiga ¿Sabe? Fue la única que me acogió en su taberna cuando llegué a Londres. - El joven paró de hablar en seco. Odiaba dar pena en la gente, y sentía que iba generando eso con sus palabras. Él no era ninguna víctima. Allí la víctima era Amy. Suspiró, mirando al Sr. Wesley. - En fin, estaré mejor. - dijo, dibujando una sonrisa en su cara y rascándose la cabeza.

Blunt pareció abrir sus sentimientos al hablar de Amy, bajó la guardia lo suficiente como para expresar una sensibilidad que guardaba con recelo, y eso dio paso para volver a cambiar su máscara y sonreír. No hagas eso!! hubiera querido decirle. No pudo sacarse la imagen de la sonrisa del joven, como uno no puede sacarse al sol si lo mira fijo por mas que desvíe la mirada.

- Lo que ha hecho por ella solo un verdadero amigo podría hacerlo, y estoy seguro que le está agradecida donde sea que esté ahora. Annis ya la había matado, usted le dio una redención a su alma, y eso habla mucho del valor que le da a la amistad, Will- volvió a sentirse cómodo, dudaba si el tiempo se había detenido por el reloj o simplemente porque en ese momento nadie mas existía para él. El rostro de Edward no sonreía, al menos no de un modo auténtico, demasiada muerte había visto como para que ello pudiera suceder, sin embargo sus ojos delataban su ánimo para quien supiese verlos. -Estarás mejor, y más que eso-  era un anhelo y no una certeza, mas sabiendo como Adam Black iba a darle muerte, pero se negó a pensar en lo inevitable por venir -Espero que nuestra amistad llegue algún día a ser igual de grande...- El lenguaje de las miradas sobrevino junto al silencio, mientras la aguja del reloj comenzaba a temblar, indecisa de avanzar o alargar el poco tiempo que les quedaba de vida a ambos.

Abrazarlo, eso era todo lo que el joven Will sentía que quería en aquel instante, en el que el tiempo no corría y el espacio parecía haberse detenido. -*Maldita sea, William, ¡no! *- retumbó en su cabeza, maldiciéndose a sí mismo por no mantenerse cuerdo en una situación como aquella. - Gracias, señor. - alcanzó a responder, antes de quedarse mirando fijamente sus ojos. - ¿Igual de grande, señor? - no entendió muy bien a qué se refería el sr. Edward, aunque no estaba seguro de si aquella pregunta era real, o la formulaba por el simple hecho de intentar volver a escucharlo hablar. 

Los ojos Will seguían clavados en los de él, hechizándolo con alguna brujería que lo inmovilizaba. Edward se resistía a caer en ese embrujo con tanta fuerza como la que puso para resistir el de Annis. Pero no todo en Wesley se resistía, una parte de él había sido la culpable de esa situación. Las agujas se habían detenido por si solas, pero claramente motivadas por una voluntad que estaba escondida incluso de si mismo, y que a la vez le era muy familiar. Elijah, él está en la biblioteca, compórtate! 

Su rostro se mostraba mas animado, y su corazón palpitó mas fuerte cuando puso su mano sobre el hombro de Will. Acercó su rostro hacia los oídos del muchacho - No igual, ciertamente no quisiera que fuese igual - No sabía que hacer, había diez personas a su alrededor, detenidas por un momento fugaz, y frente a él alguien que podía lo que el resto no, en sus ojos había mucho mas que serpientes, no era su embrujo lo que provocaba esto sino su propio deseo contenido. Su otra mano rozó el reloj casi inconscientemente, y su pulgar se dirigió a la desgastada perilla, dispuesto a hacer eterno ese instante si eso fuese necesario. 

Pocos lo habían hecho sentir así, ¿nervioso? -*Este hombre... *- no sabía qué pensar acerca de lo que estaba pasando entre aquel hombre y él. Estas cosas no estaban precisamente en el registro de cosas que William solía hacer cuando un hombre se le acercaba. Por lo general, hubiera utilizado sus armas de niño joven y atractivo para camelárselo y llevárselo a la cama. Al fin y al cabo era todo lo que había aprendido a hacer entre hombres. -* ¿Por qué? Maldita sea, William. *- se maldijo por segunda vez, sin despegar un ápice de la mirada de aquel hombre, que parecía diferente a todo, a todos. -* No, no, no... ¿Pero por qué? *- Aquella cabeza parecía a punto de explotar, en el momento en el que Edward posó su mano sobre su hombro.  -*Es uno más Will, ¡uno más! *- se decía a sí mismo al ver que se acercaba a su oído. 

William se puso visiblemente nervioso cuando vio que aquel hombre se acercaba. Juro que hubo un momento en el que lo hubiera visto actuar como siempre, en el que se hubiera abalanzado sobre aquel hombre sin ninguna compasión. Pero quería saber más acerca de él. No podía desviar el interés que había puesto en esa cara, esos ojos, ¿Qué le pasaba?. Despegó un poco su cara, para volver a capturar aquellos ojos con los suyos. - ¿Igual a qué, señor? -

El joven se alejó un poco, sintió que su corazón se detuvo cuando lo hizo, temió que se hubiese molestado. Pocos hombres se acercaban tanto entre si, se dio cuenta de ello cuando los ojos se volvieron a cruzar, esta vez estaban mucho mas cerca, incluso podía escuchar la suave respiración de Will con claridad a esa distancia.

- Quise decir, señor Blunt, que me gustaría que algún día nuestra amistad fuese tan grande como la que tuvo con la tabernera- deslizó la mano que tenía en el hombro del joven y la llevó hasta su pecho. Podía sentir claramente los latidos del corazón de Will, intensos y llenos de vida - Su corazón me produce una extraña admiración, al igual que sus ojos. No me desagrada la idea de que nuestra amistad pueda, incluso, llegar mas lejos... espero que mis palabras no lo incomoden- cuan lejos podrá llegar? se preguntó.

Se dio cuenta que había apretado la perilla cuando dejó de sentir la brisa en la habitación, cuando el silencio se hizo absoluto, cuando todos los presentes parecían muñecos de cera, cuando solo se escuchaban dos latidos casi superpuestos, y dos respiraciones tensas y dispares. La aguja ya no se movía lentamente, ahora se había detenido por completo. 

Por un instante el tiempo se detiene. Literalmente.

Nada importa a vuestro alrededor. Tan solo , si miráis a  vuestro alrededor, podéis ves como el resto de vuestros compañeros, aunque no están paralizados, de mueven tan lento que tan solo el parpadeo de los ojos de alguno se podría medir en semanas.

El vuelo de una mosca , el tictac del reloj deja de oirse. Tan solo el tiempo deja paso a dos mortales a la vez. Sois los únicos de la estancia que se mueven dentro del flujo de tiempo normal. ¿Normal para quien? Literalmente... os moveis a la par m,ientras el resto se para, poco a poco.

Genevieve y Laszlo están fuera, en el pasillo, algo lejos de vuestra visión. Por el lado contrario Edith Cushing aun sigue inclinada frente a los chicos mas jóvenes del grupo, junto a Elijah que los mira impaciente. Noah monta un muñeco y rebusca en su bolsa algo. Alice y Edith se cogen de las manos mirándose mutuamente en una danza visual de entendimiento y resignación por perder a su hermana. El señor Poe mira por la ventana con lagrimas en los ojos. unas lagrimas que no caen, pues son como perlas estáticas, gotas de rocío sobre las hojas que nunca terminan de caer de la punta de las hojas verdes. Mordred y Agnes están juntos cerca del marco de la puerta, y podéis ver como sus alientos son consumidos el uno por el otro de la cercanía de la que disponen.

Estáis solos, y tan solo el mismo tiempo, que es infinito mira y juzgara vuestros actos.

Todo aquello era muy extraño. De repente, el universo entero se detuvo para que sólo ellos dos pudieran moverse. Nada encajaba, pero parecía que a ninguno de aquellos dos individuos les importaba. De alguna forma sabía que aquel parón temporal era cierta, y que provenía del hombre que tenía frente a él. Aquel hecho provocaría algo más que parecido al verdadero pavor en Will. Sin embargo, no había nada que lo hiciera temer. Se sentía... ¿protegido? Esa sensación que nunca antes había tenido, desde que murió su madre. William agachó la cabeza al recordarla, y dejó caer una lágrima, o quizás dos. - Parece saber mucho, sr. Weasley... - hizo pausa para volver a mirarlo. Era extraño, aquellos ojos le pedían que los mirara eternamente, y los suyos suplicaban por volver a verlos. - ¿Qué le dicen mis ojos Sr. Weasly? -

Tus ojos, Will... la mirada del joven había cautivado completamente a Edward, sabía del peligro que encerraba ese hombre, había visto su tatuaje en la pierna cuando estaba a punto de morir, había visto sus ojos de reptil mientras invocaba a sus aliadas en una lucha que estaba destinado a perder, había visto sus colmillos clavarse en el cuello de esa mujer, aún así en ese momento esos ojos distaban mucho de ese hombre temible, ahora veía una ternura que colmaba su alma con una alegría que ya había olvidado desde el día que tomó ese reloj maldito, desde el día en que la muerte llegó a él para quedarse por siempre.

Una de sus manos seguía en el pecho de Will, su palma se había posado en su corazón, y el ritmo de sus latidos podía sentirse con claridad, acelerado por momentos y calmo por otros. Su otra mano se movía sin preguntarle, había apretado la perilla que siempre evitaba tocar, el precio de eso era muy caro, pocas veces en la vida se atrevió a hacerlo, pero su mano no preguntó, simplemente presionó con el pulgar la milagrosa pieza. Ahora hacía lo mismo, y sin darse cuenta el mismo pulgar estaba secando las lágrimas de Will, al hacerlo la palma se posó sobre la mejilla del muchacho. Su propio corazón latía con una fuerza irreconocible para él.

- Tus ojos...- en esa mirada veía la frescura de lo nuevo, como alguna vez la vio en los ojos de Albert, veía también la delicadeza y dulzura que hasta ahora había encontrado solo en Alloy, y reflejaban la vida de la juventud como los de Elijah, pero él podía unir todo eso y aún mas - ...veo en ellos la perfecta unión entre el destino y la libre elección, la respuesta a este gran dilema de mi vida- ya no había retorno. Sus labios se abalanzaron sobre los de Will. Indefenso si éste lo rechazaba y seguro a la vez de que no lo haría, lo besó. Y el tiempo se detuvo dentro del tiempo, todo volvió a frenarse dentro de él, no escuchaba ni su latido ni su respiración, y si duró un segundo o una hora le era imposible saberlo, solo se dejó invadir por una sensación que era digna de los dioses. Ese maldito reloj le había dado una bendición como ninguna otra, por primera vez. La dulzura de la piel de Blunt empapó sus labios, y poco a poco se mezcló con los restos de sangre de Amy. El sabor a muerte se metió en medio, y con él se despertó su habilidad mas odiada, ambas manos tocaban a Will y eso era demasiado, Oh no..., la suave piel comenzó a corromperse, a dar paso a los huesos que estaban detrás No por Dios no!... dio un paso atrás y ahora las lágrimas estaban en su rostro, viendo el terrible futuro que le esperaba al hermoso hombre que acababa de besar - Perdón...- dijo mientras otra lágrima brotaba.

Mi corazón latia con inusitada vehemencia. Genevieve me había llevado a una sala privada para confiarme su valioso secreto. Solo a mí. Que había pasado durante estos días? De ser totalmente invisible a la humanidad me había tornado en un ser importante para la mujer más bella del universo hasta el punto de revelarme sus secretos más oscuros. Se arrodillo frente a mí y yo la imite ansioso.

No puedo evitar estremecerme cuando me explica que su padre era un vampiro. Quizás ella percibe mi miedo e intenta calmarme estrechando mis manos entre las suyas. Sé que esto es una locura que se escapa a mi entendimiento pero, por alguna extraña razón, confío ciegamente en esta impresionante mujer.

-Cómo voy a odiarla, mi amada Genevieve? Como voy a odiar al único ser que me ha sazonado con una pizquita de cariño. Sé que parezco una criatura grotesca sentado aquí a su lado. Todavía no sé qué ha podido ver en mí. Lo que si se es que la seguiré hasta el final de este oscuro capitulo. No hay seguidor más fiel que yo. Hare lo que me pida.-

A continuación sucede algo que no puedo explicar con palabras. Su mirada me doblega, me dejo llevar por una suave brisa y nuestros labios se acompasan en un bello vals sin tregua. Mis ojos derraman lágrimas de profunda devoción y mi cuerpo se debate entre sollozos y pequeños espasmos de felicidad.

-Confió ciegamente en usted. Mi vida está en sus manos. Ya puedo morirme tranquilo porque he encontrado la felicidad plena. Es usted el motor de mi vida. Deme usted su esencia y la beberé gustoso. Juntos somos invencibles, mi querida Genevieve. La amo, la amo sobre lo divino y lo humano.-

Le digo llorando sin recato perdiéndome en su mirada, mientras espero que me otorgue esta fuerza sobrenatural.

Sin apartar un momento la mirada de aquellos ojos, vio como Edward le posaba la mano en su cara para secarle un par de lágrimas que se le escapaban. Era cálido y áspero a la vez que sintió Will en su mejilla. Sin poder apenas evitarlo, el joven llevo su mano al corazón de aquel hombre, quedando de forma simétrica a la de este. - Destin... - se le escapaba cuando lo escuchó hablar, aunque no le dio tiempo de acabar, pues el hombre silenció sus palabras con un beso. He de decir que era un beso repleto de... ¿magia? Para magia la que emanaba de los ojos del joven William, que parecía estar besando al mismísimo Zeus. No podía evitarlo. Si en algún momento pensó en salir corriendo, tenía claro que sólo lo haría si Edward lo seguía. Sin darse apenas cuenta, sus manos se habían aferrado a aquel hombre, como si fuera él fuera capaz de protegerlo de todo; de salvarlo. Como si no importara nada, salvo el presente.

De repente, los labios de Will dejaron de sentir aquel beso. Sus ojos se abrieron y buscaron con la mirada a Edward. - ¿Qué...? - lo vio llorando y se lanzó corriendo. - ¿Qué... qué...? - No sabía muy bien que decir, lo conocía de hacía nada, ¿y ya se preocupaba por aquel hombre? William... quien te ha visto y quien te ve. Escuchó como aquel hombre se intentaba disculpar y no se contuvo. - No se te ocurra pedirme perdón, ¿me oyes?, ni se te ocurra. - lo abrazó contra su pecho y con un poco de maña secó las lágrimas que salían de aquel hombre. - No tengo nada que disculparte, Edward. -

La determinación de Will lo sacó del estupor que le generaba la terrible visión de ese cuerpo. Se vio rodeado en los brazos de lo que alguna vez había sido un hombre, con delgados brazos formados por petrificados huesos con apenas residuos de carne seca. Del hermoso rostro de aquél joven solo quedaban unos ojos amarillos, intensos, casi de reptil, en una calavera desprovista de expresión y cubierta apenas por sus largos cabellos. La imagen no solo era aterradora, era mortalmente dolorosa, su propio corazón se desgarraba al ver a Will muerto, descomponiéndose en sus brazos.

El terror y el dolor nublaban su juicio, mientras la calidez del abrazo lo invitaba a desafiarlo todo, no solo el tiempo, sino la muerte misma. Cerró sus ojos y la visión cesó, y pudo sentir la presión de los brazos de Blunt, y devolvió ese abrazo con fuerza, envolviéndolo y haciéndolo suyo. Sus pechos se presionaban mutuamente, y sus corazones parecían salirse de su morada para saltar hacia el otro, latiendo al unísono como si de un solo ser se tratase. La piel de sus cuellos se rozaban en un afecto discreto, contenido, temeroso de que esa magia se cortase. Los labios de Edward se posaron muy cerca del oído de Will, un simple susurro podía resonar en todo su cuerpo - Will... perdóname, lamento mis lágrimas, es que el precio que pago por este don maldito es muy alto, me es duro... no puedo explicártelo- no quiso abrir los ojos, por el contrario, se aferró mas al muchacho. El roce de sus cuerpos despertó su hombría, que se erguía con vigor, fuera de todo control. Sentía el ardor de su cuerpo, y no pudo mas que volver a besarlo, esta vez mas fuerte, mas suelto, y si bien sus ojos seguían cerrados, sus manos acariciaban la espalda de Williams con firmeza y sin dañarlo.

- No dejaré que esa bruja te lastime, Will, voy a protegerte aún si debo caminar en el infierno para hacerlo- dijo segundos después. En parte era verdad, el caminaba en un infierno de muerte, lleno de futuros posibles y pasados horrendos, y había frente a él un faro, solo uno, uno que apenas conocía pero que había logrado iluminar su camino tan fuerte que lo cegaba y de algún modo le proponía algo nuevo, algo distinto, que no estaba seguro de atreverse a vivir.

Noah obtuvo fácilmente todos los ingredientes. La vela fue robada en el mismo cementerio dónde consiguió la tierra, también aprovecho una corona mortuoria para obtener un par de pétalos que quizá le valieran para algún conjuro más.

El sangre de gallo, si bien fue más complicada de conseguir, no llevó demasiado tiempo. El antiguo esclavo conocía bien los antros donde se hacían peleas de gallos y allí, con un poco de insistencia, podías conseguir toda la sangre que desearas.

Con todos los ingredientes en su mano fue preparando poco a poco sus hechizos, mojó la vela en la sangre del gallo y quemó los pétalos sobre la tierra de cementerio. Todo debía estar listo cuando llegara el momento de encontrarse con el espíritu maligno. Pero había algo más que no les había dicho a sus compañeros. El mechón de pelo y la gota de sangre habían sido guardados dentro de una muñeca de trapo. Así podría controlar al espíritu si, al final, esté era capaz de convencer a la joven Agnes para que se dejara poseer. Si fallaban al encontrar el corazón, quizá podría obligarla a decirle donde estaba.

No tardó más de dos horas en regresar a la mansión, esperando que todos siguieran vivos un rato más. Quizá les necesitará para poder continuar con su venganza.