Partida Rol por web

Abriste finalmente los ojos, una lágrima estaba aún fresca en tu mejilla ¿habías tenido una pesadilla? quizás ya no tenía importancia.

El gran día por fin había llegado, el último suspiro del verano daba el toque de salida para el comienzo de un nuevo curso, un curso que no solo estrenaría una nueva vida, sino otra oportunidad para demostrar qué es lo que queréis en esta vida y para vuestro futuro.

Tras una mañana repleta de nervios cada uno de los estudiantes se fue dirigiendo hasta el Instituto Osawa, el lugar estaba muy bien localizado, en plena zona céntrica del distrito, sin lugar a dudas habían invertido una gran suma de dinero para sacar el proyecto adelante.

En las calles circundantes había un tráfico bastante colapsado por aquellas familias que llevaban a sus hijos en sus coches o motos, mientras que otro gran número de jóvenes iban a pié estrenando ilusionados (y no tan ilusionados) su nuevo uniforme que los distinguía de los demás institutos de la zona.

Hoy era el primer día, para algunos sería emocionante y para otros una charla sin fin, el primer contacto sería en la sala de graduación donde el director ¿o era una directora? dará unas palabras de bienvenida e inaugurará el centro en su primer año. ¿Listos para comenzar?

Desperté algo desorientada y confundida por el sonido del despertador. Estaba de nuevo en mi habitación. ¿Había sido todo un sueño? Todo había parecido tan real... abrí los ojos como platos cuando miré la hora. Era el primer día de instituto y no podía llegar tarde. Salí rápido a desayunar algo rápido, por suerte tenía tiempo para comer algo tranquila y luego ponerme el uniforme del instituto. Papá había salido ya a trabajar, pero me había preparado la cajita con mi almuerzo y una nota deseándome un buen primer día.

Una vez me cambié y cogí todo lo necesario para las clases (decidí no coger el estuche con mi flauta, ya que quería informarme primero sobre el club de música o de la orquesta del instituto Osawa) salí a la calle, lista para el primer día. Estaba totalmente nerviosa, iba a empezar un nuevo curso en un nuevo centro con un montón de nuevas personas. No conocía a nadie y esperaba conocer a gente simpática. 

Las calles estaban abarrotadas de coches, probablemente de familias que llevaban a sus hijos al instituto. Menos mal que iba caminando, de lo contrario, habría podido llegar tarde el primer día. El insituto no estaba muy lejos y con suerte no tardaría mucho en encontrar la sala de graduación. 

Arisa se despertó y noto que había llorado por la noche, estaba un poco aturdida porque sentía que había soñado con algo importante, pero no recordaba muy bien el que, sin embargo, no se entretuvo demasiado en esos pensamientos, rápidamente se levantó y arreglo la habitación, era temprano como siempre que se levantaba y se puso rápidamente a preparar el desayuno para que su padre pudiera comerlo nada más levantarse. Animadamente se vistió con el uniforme, como el instituto era nuevo no podía comprar un uniforme de segunda mano, y eso hacía que fuera más complicado, así que al final termino comprando uno nuevo, pero algo más grande de su talla, a fin de cuentas, “ella aun podía crecer” y era mejor llevarlo un poco más grande por si crecía, además así en invierno podría ponerse debajo un jersey y no tener que comprar un abrigo.

Tras coger su antigua cartera, algo vieja pero aun así cuidada, se veía que tenía mucho uso, pero estaba cuidada, por lo que tras despedirse de su padre coge un libro con anuncios de trabajos a tiempo parcial y se marcha hacia la escuela. Su casa no estaba precisamente cerca del centro por lo que tenía que andar bastante pero no le importaba, se sentía emocionada por poder ir a esa escuela que decían era tan buena, el camino era muy distraído, podía ver varias tiendas y se fijaba en si en alguna necesitaban a alguien, aquellas que vio que contrataban a personal las apunto en una libretita y siguió caminando casi dando saltitos hacia el instituto.

Abro los ojos con las mejillas mojadas. ¿Que diantres? Sabía que cambiar de casa y demás llevaba a algo de consecuencia psicológica, pero vamos, tampoco era como para deprimirse nada más llegar ¿No?. También me suena haber tenido algún sueño extraño... pero no podía recordar los detalles. "Joé, que me va a doler la cabeza" en ese instante sacudo de lado a lado la cabeza, y mi pelo suelto me tapa los ojos, que tengo que apartarme. por el momento lo hecho hacia atrás con una cinta.

Una vez más, incuso si sólo fue en mi mente, empezaba a hablar como no toca. Empezamos bien. Un comienzo excelente para lo que debería ser un buen día. Nuevos comienzos, nuevas oportunidades. Miró el reloj. Faltaba todavía alrededor de hora y media para la hora de la ceremonia de entrada.

Aprovecho para levantarme de la cama, y voy a la ducha. Cualquiera diría que el ruido podría despertar al resto de la casa, si no fuese por que sé que a ésta hora mis padres ya han salido al trabajo. Disfruto durante unos diez minutos del agua caliente y entonces salgo, me seco y me pongo el uniforme y ato mis coletas. Y ahí se me fueron tres cuartos de hora. Tardo unos veinte minutos en llegar, así que tomo mi desayuno de cereales y leche rápidamente, y salgo. Todavía me queda media hora. Puedo ir con tranquilidad.

Por el camino comienzo a pensar. Todo es tan distinto de mi lugar natal... Los edificios son mucho más pequeños, y se hace cada vez más evidente conforme me acerco al centro de la ciudad. Sólo puedo imaginarme cómo de grande será la escuela si podemos hacer una relación de tamaños.

Camino decidida, es el primer día de clase. Nueva vida, nuevos amigos. Nuevos profesores, nuevos problemas. Pase lo que pase, no voy a rendirme. Haré que ésto sea un éxito.

Oh, y tendré que comprobar el horario de los clubs...

Abrió los ojos y se desperezó con el sueño en mente, debía de dejar de ver películas de detectives antes de irse a dormir o seguiría teniendo sueños de ese tipo. Se volteó en la cama y miró el despertador, le faltaba un par minutos para sonar. En cualquier otro día se hubiera vuelto a ocultar bajo las sábanas pero este era diferente, estaba nerviosa, emocionada, asustada, un poco de todo, ese relámpago de sencaciones que cualquiera hubiera tenido el primer día de clase en un instituto desconocido.

Se levantó de un salto, a pesar del extraño sueño había dormido bien. Tenía toda la ropa preparada sobre la silla, desde niña le acostumbraron a dejar todo preparado la noche anterior para no perder tiempo por la mañana. Miró con una amplia sonrisa el uniforme nuevo, debía reconocer que le gustaba y si el instituto era tan bonito como sus uniformes sería buena señal.
No tardó en asearse, vestirse y en hacerse un peinado sencillo con un par de trenzas para recoger los mechones que por el contrario le estorbarían en la cara. Cuando bajó a la cocina solo estaba su madre desayunando mientras leía un periódico de la zona, su padre debió haber salido antes.
- ¿Mamá, a día de hoy aun usas el periódico?. - Dijo mientras se sentaba frente a su desayuno que la esperaba en la mesa.
- Si lo dejan en la puerta habrá que hacerse uso, supongo que los antiguos inquilinos tenían contratado este servicio.- Pasó la hoja del periódico y le dio un sorbo al café. - ¿Qué tal? pareces nerviosa. - Dijo su madre levantando la mirada con una una sonrisa. - No te preocupes, te irá tan bien como siempre.
-"No siempre me ha ido bien". - Pensó con amargura pero sin llegar a decirlo, sus padres nunca supieron lo que le pasó en el antiguo instituto.
Al terminar de desayunar cogió la mochila y fue corriendo hacia la puerta, justo antes de salir escuchó un "¡Buena suerte!" desde la cocina, sonrió con ánimos renovados y salió a la calle.

A esas horas la ciudad estaba viva, todo estaba lleno de gente acudiendo a su trabajo o llevando los niños al colegio a pie o en coche. Durante todo el trayecto se cruzó jóvenes de distintos institutos y no tardó en ver un grupo completo, todos con su mismo uniforme dirigiéndose al centro del distrito al igual que ella, ya solo tenía que seguirles y memorizar bien el camino. Continuó tranquilamente, iba bien de tiempo, fijándose en detalles de cada esquina en la que torcían y de cada calle que cruzaban acariciando el pendiente tratando de mantenerse relajada y concentrada.

Al fin llegó, el instituto se encontraba frente a ella. Se permitió detenerse unos segundos enfrente para poder verlo bien, estaba bastante nuevo y parecía muy grande. Todo el alumnado se  dirigía directo a la sala de graduación por lo que no le costó ningún trabajo encontrarlo, mientras iba agradeció para sus adentros el haber llegado temprano ya que si hubiera llegado más tarde, ella sola no hubiera sido incapaz de llegar aquella sala. Una vez dentro estudió con la mirada los estudiantes de su alrededor buscando alguien de su edad para hacerse una idea de los que podría tener de compañeros.

Como siempre, me levanto unos minutos antes de que suene el despertador. Hace siglos que no lo necesito, pero el temor de levantarme tarde algún día hace que siga poniéndolo, pese a ser completamente innecesario.

Con el dorso de la mano derecha, limpio mi mejilla, hay una extraña sensación en ella. Como el rastro de una lágrima. Todavia en la cama, intento hacer un esfuerzo, pero la verdad es que, como siempre no recuerdo qué es lo que soñado. Otra cosa sin importancia, seguro.

Me cambio el pijama por la ropa de entrenamiento y empiezo con mi habitual media hora de katas de karate y judo. Especialmente importante ahora que no sé cuando podre volver a practicarlos. Tras eso, me ducho rápidamente y desayuno un bol de cereales con yogurt y bayas, mientras repaso en el portátil la información que nos proporcionaron sobre el instituto Osawa.

Tras limpiar el bol del desayuno, repaso otra vez la mochila para asegurarme de que no me olvido nada. 

Finalmente, compruebo el uniforme en el espejo de la entrada y me despido de Woo, acariciando como su siempre su cabeza.

- Ha llegado el día, Woo. Nos vemos luego.

Por suerte, el apartamento no me queda lejos y me permite dirigirme hacia el instituto andando. Mucho mejor que tener que coger un autobus. Sobretodo en el centro de Osaka. Y, es que la verdad es extraño que hayan abierto un instituto nuevo justo aquí. Cuando oí por primera vez lo del instituto me imaginé que estaría en la periferia, en los suburbios.

Mientras termino de llegar, voy mirando a los demás estudiantes a los que veo con un uniforme como el mío y les dirijo una sonrisa. Si, vale, soy un nuevo. Pero, en el fondo, todos nosotros lo somos.

Me pregunto si nos dará eso la oportunidad de un nuevo comienzo, de reinventarnos, la posibilidad de redefiniros.

En resumen, la verdad es que no puedo esperar a ver qué es lo que nos depara el futuro.

Tomoyo abrió los ojos cuando sonó el despertador, aunque enseguida se tapó los ojos ante la luz que entraba por la ventana. Apartó la mano de sus ojos y la dejó a escasos centímetros. ¿Lagrimas? ¿Había tenido una pesadilla? Cerró los ojos e inspiró profundamente. No recuerdo que he soñado…

Alzó la mano hacia la mesilla de noche y tanteó hasta que encontró las gafas y se las puso mientras se levantaba de la cama y quedaba sentada en ella. Una sonrisa iluminó su rostro al ver colgado su nuevo uniforme. ¡Por fin había llegado el comienzo del curso! ¿Cómo sería el nuevo Instituto? ¿Conocería a gente interesante? ¿Qué clubs habría? Esperaba que hubiera alguno de danza... La segunda alarma de la mañana la sacó de sus cavilaciones y saltando de la cama se fue a prepararse para el gran día.

Una vez desayunada volvió a subir a su cuarto y terminó su ritual matinal. Abrió el joyero y sacó un delicado colgante con una piedra rosácea colgando y con una sonrisa se lo puso en el cuello ocultándolo debajo del uniforme. Cogió su MP3 y a ritmo de su lista de reproducción favorita bajó las escaleras, se despidió de sus padres y hermano y salió de su casa sonriendo.

Iba bien de tiempo por lo que aprovechó para ir a paso tranquilo hasta el Instituto, dándole tiempo de ir observando a la gente con la que se cruzaba y echando un vistazo a las tiendas por las que pasaba y que justo empezaban a abrir. También vio a varios estudiantes con el mismo uniforme ir en la misma dirección, la mayoría de ellos igual o más ilusionados que ella.

Con tiempo de sobra, llegó al Instituto Osawa y se quedó admirándolo desde la puerta. Con una sonrisa de oreja a oreja se colocó bien las gafas y guardando su MP3 en su mochila se adentró en el Instituto para empezar una nueva etapa en su vida. ¡Allá voy!

-¿Hm?- abrió los ojos y sólo vio techo. El mismo techo de aquel cuarto en el que iba a dormir a partir de entonces. Pestañeó y se llevó una mano a la cara con la intención de frotarse los ojos y encontró un rastro húmedo que se deslizaba por la mejilla.

¿Una lágrima?, pensó contemplando las yemas de los dedos de la mano que había tocado lo que quedaba del llanto. Por un instante, lo que duró el esfuerzo de hacer memoria, pensó que había soñado con su familia o quizá con algo peor pero la falta de recuerdos sobre su sueño alivió parte de su preocupación.

Son los nervios, se dijo a modo de explicación, y así debía de ser porque si algo podía haber salido mal aquella mañana desde luego que salió mal: las tostadas se le quemaron (no, por muy japonesa que fuese no tomaba desayunos japoneses como la sopa de bacalao y no tenía intención de empezar jamás el día con un plato así), el pelo había estado intratable a la hora de peinarlo y ningún recogido le salía como quería así que se había rendido y decidió llevarlo suelto, las manos parecían tener vida propia y no cogían las cosas con firmeza... pero al final, con el pequeño colgante tintineante oculto bajo la camisa del uniforme, salió de casa de una pieza y con la cartera balanceándose desde su hombro y golpeándola con suavidad en el muslo al andar.

Quizá debería hacerme con una bicicleta o unos patines, planteó para sí misma mientras caminaba por la acera y veía los coches familiares y su ambiente estresante típico de "estoy atascado y tengo que llegar y deshacerme de los niños".

Había más gente, chicos y chicas de distintas edades que caminaban a distancia de ella siguiendo el camino y, aunque quiso dar varios pasos más rápidos para intentar entablar una conversación, aminoró el paso asaltada por el presentimiento de que se reirían de ella por ser demasiado entusiasta.

Reclinó la cabeza hacia atrás mientras caminaba y suspiró al cielo como si esperase encontrar una respuesta a sus preocupaciones o un consejo para hacer las cosas bien pero la ayuda no llegó y sus pasos la habían dirigido hacia la entrada del recinto escolar.

-Hmmmm-se cruzó de brazos bajo el pecho y ladeó la cabeza en actitud pensativa- ¿dónde era?-deshaciendo el gesto de los brazos se llevó el índice derecho a la sien, describiendo un círculo sobre la piel-¡ah!-abrió los ojos como si hubiese recibido una descarga eléctrica y miró a su alrededor- la sala de graduación-en algún lugar debía encontrarse la información para llegar al lugar en concreto y, tras un rato de investigación mental sobre las instalaciones del folleto publicitario del lugar apresuró sus pasos hacia allí aferrando la correa de la cartera por si se resbalaba del hombro por la minicarrera. Al cruzar las puertas del salón miró a su alrededor al mar de cabezas juveniles que ya estaban allí reunidos y buscó un sitio donde situarse al final, donde no llamar la atención pero no perderse nada del discurso de bienvenida.

Todo va a ir bien, se repetía interiormente como un mantra, llevando la mano izquierda al lugar de su pecho en el que se encontraba el llamador de ángeles.

Vivir en Osaka no es tan distinto, después de todo. Los mismos hermanos pequeños molestos despertándome por la mañana, los desayunos apresurados para no llegar tarde a la Escuela Media y los trabajos... hasta el silencio de la casa mientras espero a que sea una hora decente para ir al Instituto. Todo igual.

Me sobresalto.

- ¡Aah! ¡Mierda, que ahora vivo más lejos que antes! -Grito de golpe. Cojo la maleta y salgo de casa tan rápido como puedo, pegándome un sprint hasta alcanzar a ver a gente que lleve el mismo uniforme y seguirlos.

Quitando el hecho de que he dejado los pulmones media manzana atrás, estoy cubierto de sudor y ya estoy con el corazón agitado, el día empieza bien. No puedo evitar pensar que esta vez sí que sí va a ser todo diferente, me esforzaré por cambiar la opinión que tiene la gente de mí.

"En este instituto seré capaz de hacer amigos, rivales en el club, sacar buenas... hm... bueno, me conformo con aprobar y, ¿por qué no? Una novia linda..." pienso, con expresión expectante. "Una familia, una casa, un buen trabajo... (aunque no puedo imaginar de qué)".

Como no sé a dónde tengo que ir, porque eso de investigar los días antes no va mucho conmigo, sigo a la gente que más o menos parece de mi edad. No sé por qué esperaba que todos en Osaka y el instituto fueran altos, atléticos y realmente atractivos, pero no son tan diferentes de los de Yokohama...

- Hola, instituto Osawa. Soy Hamasaki Souta y no me vencerás. -Le declaro en voz alta al instituto, al llegar a las puertas.

Tras despertarse de golpe tras ese extraño sueño, Raijiro no pudo volver a dormir. Alterno lo que quedo de la noche entre la television y el pensamiento, y cuando el cielo comenzo a aclarar, se vistio y salio para su trote matutino. Volvio una hora despues, y despues de ducharse y ponerse el nuevo uniforme, bajo a desayunar.

Sus padres y hermana ya se habian marchado (tenian que dejarla en el colegio, despues de todo, y luego ellos ir a trabajar), pero le habian dejado el desayuno preparado y una nota deseandole suerte en su primer dia. Comio aprisa, con una media sonrisa.

Salio de su casa con las manos en los bolsillos, mirando al cielo. Hacia un dia hermoso, y se sentia extrañamente vigorizado. Suponia que esto era producto de aquel sueño tan extraño, y se paso todo el camino tratando de recordarlo con claridad. Igor (o al menos asi creia que se llamaba) le habia asignado un nombre... La Torre. Como en el ajedrez? Se arrepentia de no haber preguntado exactamente a que se referia con eso...

Antes de que pudierais hacer gran cosa, un mensaje por megafonía anunció que estaba a punto de comenzar la inauguración del instituto. Pudisteis observar que había un riguroso control sobre los alumnos allí dentro, como intentando evitar que nadie se escaquease de un evento de tal magnitud, aunque en general había una sensación de comodidad bastante generalizada (aunque a primera vista pudiera parecer todo muy forzado).

Había infinidad de asientos en aquel gran salón de actos, había chicos de todas las edades y cursos y la distribución fue bastante aleatoria ¿sería por falta de organización o a drede?

Los siguientes minutos fueron pura propaganda del centro, de sus ideales, la historia de su director el Sr. Osawa y su gloriosa trayectoria como educador desde que tenía 20 años. Hubo un momento en el que ese hombre hizo acto de presencia, fue entonces cuando las personas comenzaron a ponerse todas de pié y a hacerle un saludo formal, el cual él correspondió.

El director tenía una apariencia afable, incluso bonachona. Cogió el micrófono y comenzó a darle unos cuantos toques

- Uno... dos... ¿se me escucha bien? si, yo creo que si - carraspeó y sonrió

- Siempre me abruma cuando hablan de mi como si fuera alguien importante, yo siempre he dicho que la humildad es la clave de las nuevas generaciones, una generación de la que vosotros sois protagonistas desde el momento que tenéis uso de razón - cogió algo de aire

- Yo sé que estas charlas son para vosotros y vosotras algo aburridas, yo también he sabido estar sentado en un lugar como el vuestro pero siempre me gusta decirle a los miembros de esta nueva familia que el éxito en esta vida tan solo se consigue de dos maneras, siendo felices y siendo buenas personas. Yo quiero que grabéis estas palabras en vuestra alma y deis todo lo que está en vuestra mano para respetar y ser respetados en este instituto porque aquí no solo os enseñaremos a ser grandes personas en un futuro por vuestras actitudes académicas, aquí también queremos formaros como buenas personas - el director parecía emocionado.

- Ahora iréis cada uno a vuestras respectivas clases, no tendrán pérdida porque tan solo tenemos una línea para cada grado, quizás no seremos el centro con más recursos pero si seremos el centro con más porcentaje de éxito. Para cualquier problema que tengáis en un futuro mi despacho estará siempre a vuestra disposición - tras aquello os hizo una última reverencia y salió del salón de actos.

Apenas llego al Instituto Osawa, empiezo a escuchar el mensaje por megafonía que habla del discurso de inauguración en la sala de graduación. El sitio me parecía enorme y no sabía cuánto iba a tardar en encontrar el lugar de reunión. Por suerte había gente que estaba llevando a los estudiantes a la sala de graduación y respiré aliviada, siguiendo al gran grupo de alumnos que se reunían.

Una vez llegué al salón de actos, me quedé sorprendida al ver el gran número de alumnos que había allí. Me puse algo nerviosa pensando que a lo mejor no encontraba sitio para sentarme, pero por suerte logré ver unos pocos asientos vacíos. Una vez todos nos sentamos, oímos cómo nos contaban la historia del centro y del diréctor. No sabía que había sido profesor durante tantos años, era increíble. Entonces el hombre que era el director se acercó al estrado y todos saludaron de manera respetuosa. Yo hice lo mismo algo nerviosa y tomé asiento rápidamente.

Parecía un hombre bastante afable y en el que se podía confiar. Su discurso era bastante inspirador y me gustó el mensaje del respeto y la amabilidad hacia todos. Los humanos al fin y al cabo nos necesitábamos los unos a los otros y siendo amables y ayudándonos todos, podemos alcanzar muchos sueños y metas.

Una vez termina el discurso, me levanto y me marcho hacia el aula. Al parecer estaba en la tercera planta y era bastante fácil de encontrar. Una vez llego a la puerta me detengo y respiro hondo. Era hora de conocer a mis nuevos compañeros de clase, esperaba poder hacer algún amigo hoy. Me acerco despacio y finalmente entro en el aula.

Arisa escucho el anuncio y rápidamente fue casi corriendo al lugar en el que iba a realizarse la ceremonia de bienvenida, pero mientras caminaba manda un mensaje de voz a su padre

Padre, estoy en el instituto, es impresionante y muy bonito, espero se haya tomado ya su medicina.

Tras eso guarda el móvil y lo pone en silencio, aunque con el vibrador para saber si le llamaba, ella siempre estaba muy atenta por si su padre le llamaba porque necesitaba algo, y así animadamente y realmente nerviosa caminó hacia el lugar donde se realizaría la ceremonia. El lugar era realmente grande y había una gran cantidad de asientos, miro donde tenía que sentarse, pero no encontró ninguna indicación, así que se quedó pensando unos momentos

• Supongo que no han puesto nada, pero… a ver, estoy en noveno grado, ¿por lo que si contamos… más o menos nos correspondería estar aquí no?, vale ahí me voy a sentar.

Animadamente se sienta y se pone a mirar la revista de ofertas de trabajo en la ciudad mientras el director no llegaba, cuando llega rápidamente la guarda y hace los correspondientes saludos como los demás y escucha al hombre mientras piensa:

• Vaya que bien, parece que el director es un hombre amable… eso está muy bien… ojalá el instituto sea como él y sea un lugar agradable y amable… si y los profesores… ah, ya ha terminado, que bien… ahora podremos ver nuestras aulas, que nervios.

Cuando el director termino de hablar, casi de un salto se pone de pie con una gran sonrisa en la cara mira hacia van todos y comienza a caminar animadamente para llegar al aula, justo antes de entrar se queda unos segundos parada mirando al suelo mientras susurra:

• Venga Arisa, tu mejor sonrisa, que seguro que estas bien, vamos…

Se remanga las mangas algo largas de su uniforme y entra enérgicamente mientras dice con un tono de voz lo más animado de lo que es capaz:

• ¡¡Hola, buenos días, un placer conoceros me llamo Suzuki Arisa!!

Con una sonrisa no puedo evitar observar la rigidez con la que conducen a todo el mundo hacia la presentación del curso. Con todo, el ambiente parece calmado y agradable. No es un mal principio.

En el salón de actos, dejan absoluto libertad para que cada cual nos sentemos donde queramos y, aprovecho la oportunidad para tomar asiento en la primera fila, cerca del estrado.

Presto atención durante la presentación de casi media hora. Es interesante a varios niveles, la verdad. Es interesante entender el razonamiento tras la creación de este centro, los valores que se hallan en el núcleo de su propuesta educativa. Es interesante también fijarse en como eligen transmitirnos ese mensaje. Un mensaje, que personalmente, creo que peca en varios momentos de un exceso de auto-engrandecimiento.

Cuando finalmente el señor Osawa sube al estrado, parpadeo a sus palabras. Mmm... Por alguna razón, no puedo evitar que sus palabras me suenen a falsa modestia. Es el director, ¿no? Si tan poco le gusta el autobombo, es fácil para él organizar la presentación sin que se dedique media hora a su figura. O quizás es que soy un poco cínico, no sé. Lo mismo con su discurso. Es bonito. Demasiado bonito. Parece sacado de un cuento de hadas. Se me antoja excesivamente ingeuno e inocente. El éxito en esta vida sólo se consigue a través de talento y trabajo duro. No dibujando unicornios y corazones en el cuaderno. Frunzo el ceño al darme cuenta de mis pensamientos. ¿Por qué el director logra sacar mi parte más cínica? ¿Por qué se empeña en defender que la realidad es como me hubiera gustado que fuera pero no es? ¿Por qué una pequeña parte de mí todavia cree en eso? Tendré que pensar en ello.

Aunque por el momento, toca salir del salón de actos y dirigirme a mi aula. Me levanto con la mochila y salgo tranquilamente. En otras circunstancias, hubiera aprovechado para hablar con los que serían mis futuros compañeros de aula, pero, mezclados como nos encontramos, es imposible saber a que grupo pertenece cada uno.

Así que simplemente me dirijo hacia el aula de 9º curso. Ya en el interior, busco un sitio libre donde sentarme. Preferiblemente en la primera fila y al lado de las ventanas.

Durante lo que parecieron siglos de blablablabla "qué maravilloso es nuestro director y qué maravilloso es nuestro nuevo y brillante centro" Ayase bostezó varias veces, intentando ocultar su cara tras la palma de la mano.

No he descansado suficiente, se dijo frotándose un ojo mientras intentaba centrarse en el discurso, no, ni habiendo dormido durante días podría aguantar esto sin bostezar, concluyó.

El director hizo su entrada triunfal y la chica, al igual que el resto del público se incorporó (aunque era más por estirar las piernas y despertarse un poco que por el respeto que a los japoneses les inculcaban en Japón) y, torpemente por la falta de costumbre, realizó una leve reverencia a modo de saludo formal.

¿Lo he hecho bien?, miró a su alrededor pero nadie le dedicaba miradas burlonas ni reprobatorias sino que mantenían su atención en el hombre que comprobaba si el micrófono funcionaba o no.

Todo el mundo se cree buena persona,resopló por la nariz. Estaba segura de ello, ¿había acaso alguien capaz de pensar de sí mismo que era malvado? No, todos eran buenas personas que justificaban sus actos malos sin importar si eran excusas baratas o no.

-Perd...-al concluir el discurso se había acercado a las puertas para salir y casi había tropezado con alguien pero ese alguien o no la oyó (que dada su costumbre de hablar con voz suave no sería raro) o ni siquiera se percató de su existencia y del inminente choque así que Ayase se quedó con la disculpa en los labios mientras alumnos y alumnas pasaban a su lado en busca de su clase.

"Una línea para cada grado", se repitió las palabras del director y, sin prisa, pendiente de encontrar a alguien que pareciese de su edad para comprobar que no se perdía en su ascensión a las clases (y fichar así también qué clase de compañeros tendría) se encaminó hacia las escaleras y subió hasta la tercera planta, donde se encontraba su clase.

¡Entra y siéntate al final del todo!, para espabilarse se dio una palmada en ambas mejillas como si hubiese intentado aplaudir poniendo la cara en medio y puso un pie en el interior de la clase.

-B-Buenos días-balbuceó en voz queda al franquear la entrada.

"Buaaag... que me entra mucho sueño leñe..." Y me doy un golpe mental a mí misma tras analizar mis palabras. Pero es que no puedo evitarlo. Ésta introducción es más larga que el cuello de una jirafa. Vale, sí, el instituto tiene mucha historia y tal, pero ya el repasarnos la carrera profesional del director... eso creo que sobra.

Bueno, sea como sea, el director Osawa parece un buen hombre. Bastante simpático, por el momento. Ya veremos luego cuando alguien la líe. Bueno, parece que el asunto ya va terminando. Ser felices, eh, ojalá fue tan simple el tener éxito. Sería la reina del mundo.

Espera, ¿acaba de decir una sola clase para cada grado? Va a estar lleno a rebosar ¿No? Pobres profesores, la que les va a caer... Dios se apiade de ellos y que todos seamos buenas personas este año.

Conforme nos van llamando, nos levantamos y nos juntamos con el resto de la clase, para luego encaminarnos a la entrada y de ahí las escaleras. Tercer piso es nuestra clase, no es problema para mí, pero pude ver a unos cuantos alumnos casi muertos al llegar a clase. Me siento en un asiento cerca de la ventana, pero lejos de primera fila, y espero a que comiencen las primeras clases.

Paso desapercibido entre toda la maraña de estudiantes, dirigiéndome como los demás al lugar donde se realizará la reunión. "Como hormigas..." pienso, aunque en general siempre opino así cuando veo a más de 20 personas caminando al "unísono" hacia un lugar. Es algo que me molesta un poco y me dan ganas de hacer ALGO que llame la atención, algo que desequilibre este automatismo de la sociedad.

Pero hoy no. Esta vez, me he jurado comportarme.

Me siento en una de las tantas sillas y escucho con atención y fervor... durante 2 minutos. Qué aburrido. Me disperso mirando a los alumnos y pensando en mis cosas, escuchando de fondo la aburrida presentación (osea, ni puto caso le hago). De repente los estudiantes se levantan y yo me quedo en la silla, hasta que veo el motivo y me fuerzo a levantarme para saludar al director.

Juju, no puedo evitar reírme del aspecto gordinflón del director y pensar que, por muchos problemas en los que me meta, ese hombre no sería capaz de expulsar a nadie. Claro que, la intención, es no volver a meterme en problemas. Sólo ha sido un pensamiento pasajero, por supuesto.

Una vez terminado el discurso, todo el mundo se levanta y empieza a dirigirse a su clase. Con las manos en los bolsillos, me dirijo hacia mi nueva clase. No puedo evitar sentirme de manera contradictoria. Por una parte, estoy emocionado de empezar un nuevo curso en un nuevo instituto con gente nueva. Por otro lado, tengo miedo de que sea la misma mierda en distinto lugar.

"No, no, no. Aunque no puedas aplicarte en los estudios porque tienes medio cerebro, debes darlo todo en los clubs deportivos para ganar una beca para el futuro". Sí, eso haré. Me convertiré en un alumno modelo gracias a los deportes.

- Wow, qué chicas más monas... -Susurro al llegar a clase y ver la cantidad de chicas que habían en clase. ¿Veis? Un punto más a favor de este instituto. En el anterior todas eran feas o bordes.

Tomoyo entró en el salón de actos y ya que cada uno podía sentarse donde quisiera buscó un asiento desde el que pudiera ver bien el escenario. Una vez sentada se acomodó bien y colocándose bien las gafas se puso a observar a los estudiantes que iban llegando. ¿Quiénes serían sus compañeros?

Al cabo de un rato las luces empezaron a reducirse y los profesores empezaron a llenar el escenario. Escuchó atentamente los discursos que dieron los diferentes profesores sobre la escuela y su futuro y sobretodo de su estimado director. En ese momento apareció el director Osawa y Tomoyo se puso de pie igual que el resto del auditorio y saludando formalmente, tras lo cual todos los estudiantes se sentaron.

El discurso del director fue corto pero al punto. Tomoyo sintió un amplio respeto por el director y sus ideales para con el instituto y sus estudiantes. Poco a poco sin darse cuenta iba asintiendo a las palabras del director y sonriendo alegremente. Se alegraba poder estudiar en un instituto en el que su foco fuera la felicidad de sus estudiantes y que fueran buenas personas y que el éxito en el futuro radicaba en esos dos focos.

Cuando el director terminó su discurso y les dieron permiso para salir del auditorio, Tomoyo siguió la multitud de estudiantes hacia los pasillos que les llevarían a sus aulas. Si no recordaba mal, el aula de 9º grado estaba en la tercera planta, así que buscó las escaleras y al paso del resto de estudiantes se fue acercando a la que sería su clase para el resto del curso escolar.