Partida Rol por web

Cuanto más tiempo pasaba, más inquieto se sentía Lyranden. La guardia que tuvo que hacer por la noche pasó sin novedad, pero las horas posteriores se le habían hecho eternas. Cuanto antes acabaran con aquello mejor.

Al oir los caballos y el carruaje el semielfo ya estaba preparado para salir a recibir a sus "invitados". Hizo una señal indicando que todo el mundo esperara, porque aunque ya había quedado claro en el plan trazado era bueno recordarlo. Antes de aparecer frente a los soldados, esperó a que la carreta estuviera en la posición que habían previsto, de tal forma que no pudiera dar la vuelta y huir.

Dos jinetes aparecen pertrechados con corazas y escudos de acero. Al cinto llevan una espada larga y, a la espalda, una ballesta ligera con una cinta que les rodea el cuerpo: del hombro diestro a la pierna siniestra. Ninguno de los mercenarios tiene conocimientos de heráldica, pero si tienen armaduras limpias y blasones esmaltados deberían de ser los hombres que esperaban.

La curva da tiempo a los jinetes a refrenar sus caballos ante el tronco del árbol, a la vez que se asoma tras de ellos un carruaje. El conductor también es soldado, de los de coraza, espada y ballesta, solo que la tarea de conducir y frenar a los dos caballos hace que no lleve escudo.

Aún cuando ha parado lo que hay a la vista, los ruidos de cascos prosiguen un par de segundos más. Deben de ser los otros dos jinetes de los que previno el alcalde Cléquetto.

 El pelirrojo montaraz, con el paño en el rostro y las orejas en punta asuomando por los lados de su cabeza, empuña el arco corto que tiene, con una flecha lista para ser descargada en caso de necesidad.

Parecía que de momento todo estaba saliendo según el plan ideado. Cuando el carruaje se hubo detenido y los caballos también, Lyranden salió al camino a la posición que habían definido previamente. Con el estoque en una mano y la daga de manufactura élfica en la otra, habló en élfico a los soldados.
--Bienvenidos a nuestro camino, caballeros. Es un honor tenerles aquí y poder cobrarles por su paso. Vuestro oro a cambio de ver un nuevo amanecer no es mal trato, ¿verdad? - dijo con un tono de voz más de negociador que ofrece un buen trato que de asaltante agresivo. Mejor dar una oportunidad de que se rindan por las buenas, siempre hay tiempo para ponerse violento - pensó el semielfo.

Darius estaba en su puesto, uno de los soldados a caballo se paro justo delante de él, mirando su ridícula cachiporra echo de menos no poder usar su espada bastarda...

Los soldados ríen ante las maneras amables de Lyranden. Uno de ellos habla.

¡Señor Gregor! ¡Hoy es nuestro día de suerte! ¡Podremos cobrar la recompensa por la cabeza de los bandidos elfos!

Un pañuelo blanco asoma por el ventanuco de la carroza y la mano que lo sostiene lo agita en el aire. Una voz delicada y suave, demasiado para pertenecer a un hombre, y muy poco para pertenecer a una doncella, le responde a su soldado.

Sabed pues, dos veces ciento es en lo que se ha tasado el segar cada una de esas míseras vidas. Medio millar si le conserváis la voz y el corazón a aquel que sea la voz y el corazón de esos rufianes. Y aplazaremos nuestro regreso a Pínzpitier para que podáis ir a cobrar lo que os hayáis ganado.

Otro de los guardias da también su opinión:

Mira, elfito, no tengo ni idea de lo que me acabas de decir, pero con tus dos cojoncillos atados por un hilo me voy a pagar una casa cuando me retire. ¡Al ataque!

--¡Pero qué estúpidos sóis! - dijo Lyranden al ver la reacción de los soldados para a continuación y en tono cada vez más agresivo continuó- Estáis rodeados y mis compañeros os pueden abatir si no os rendís. No nos hagáis perder el tiempo y derramar vuestra sangre. Entregad vuestro oro y saldréis con vida, sino ¡¡os haremos sangrar como puercos en una matanza!! - concluyó casi a grito pelado con las armas listas para atacar al soldado más cercano.

Mierda... espero que no sean tan duros como quieren aparentar...

Estando visto que ningún plan resiste al encuentro con el enemigo y, habida cuenta de las intenciones hostiles que desprenden los guardias que parecen claramente no intimidables, Darius elige un plan de acción que asegure mas su estado físico que atacarlos con una cachiporra de 20 cm. Aun así, tiene reticencias a dañarlos, al fin y al cabo están haciendo su trabajo.

Darius se prepara, el guardia a caballo esta relativamente cerca, sopesa varias opciones, mide si corriendo hacia el la altura del borde del camino le permitiria saltar a derribar al guardia, pero lo descarta, un pelea de ese tipo seria demasiado para su disfraz, es poco probable que le de tiempo de armar la ballesta, que ademas seria estraño en un elfo, pero sobre el caballo tiene mucha ventaja, salvo que el caballo haga el trabajo sucio...

Lo siento por el animal, trabaja para la corona, pero no de la misma manera - piensa con sorna mientras echa mano a su espada bastarda, no es prudente usarla pero mejor sobrevivir para jugársela otro dia.

 El barbudo pelirrojo se mantiene alerta, bajo el paño que cubre su rostro tuerce el gesto, pero siempre tuvo presente la posibilidad de que se torciera el asunto.

 Arco en mano, se incorpora, apareciendo de la nada, con la flecha apuntando al conductor de la carreta, el arco emite un gemido al ser tensado y listo para ser disparado encaso de necesidad.

El soldado que estaba frente a Lyranden desenfunda su espada amenazadoramente. El semielfo consigue clavarle la daga cerca de la ingle, donde ni su coraza ni su escudo pueden protegerle. Es una herida muy fea, y como reprimenda hunde su espada en el estómago de Lyranden.

El soldado que estaba junto a Darius arrea al caballo en dirección al supuesto líder de los elfos. El enorme cuerpo de la montura arroya a Lyranden, que culebrea en el suelo para evitar que un casco le marque la cara con la forma de una herradura. El caballo sigue su curso e irrumpe en la maleza, al lado de Wilbur. En ese momento desenfunda su espada.

El conductor solo tiene tiempo de quitarse la ballesta del hombro y cargarla, sin ser consciente de que una flecha de Borateo le apunta a la cara.

Desde atrás, otros dos jinetes avanzan al paso, a lo largo del flanco derecho de la carroza y se plantan frente a Darius con los escudos y las espadas en alto. La vegetación al borde del camino les imposibilita el trote, y con el ritmo lento les ha llevado su tiempo alcanzar el frente de la batalla. Ni siquiera ven a Roger, que sigue oculto tras los matorrales.

En ese momento, desde el interior del carruaje se escucha entonar una combinación de palabras mágicas...

 Borateo emprendió unos pasos en dirección a Wilbur, por entre la espesura antes de descargar la flecha sobre el conductor de la carreta. La flecha se hundió un palmo a la altura de la axila, un par de dedos por encima del reborde la coraza.

 Pronto otra flecha estaba instalada en el arco del "elfo".

El semielfo había conseguido clavar el filo de su arma en el caballero que había osado plantarle cara. La alegría de ver brotar la sangre del enemigo se convirtió en una mueca de dolor al ser alcanzado por la espada del guardia en su estómago. Lyranden sintió como si la vida se le escapara por la herida abierta y aunque vió cómo el otro caballero pasaba muy cerca suyo, no pudo reaccionar más que para agarrarse sus entrañas.

El sudor le cae por la frente - tres, dos, uno - el caballero desenvaina y espolea su caballo dirigiendose hacia Lyranden - Malditaseasu... - en esa fraccion de tiempo entre que la espada del guardia sale de su encierro y las espuelas hacen su efecto sobre el corcel Darius avanza sacando su acero en el mismo movimiento que intenta acertar con un tajo en la grupa del caballo.

El desnivel esta demasiado humedo por el rocio de la mañana, la precisa combinacion de tecnicas y fintas que Darius iba desarrollando en su cabeza de repente se esfuma como con un sonido de alguien rallando un vinilo en su pletina - No - es todo lo que alcanza a pensar...

Por suerte el resbalón no fue tan graba como parecía y solo hizo que Darius fallara el golpe al animal, consiguiendo reordenar sus pensamientos enderezo la espada sobre su cabeza - ...con la cruz proyectada sobre la frente... - recordando las palabras de su maestro de armas descargo su golpe sobre el jinete.

La espada bastarda de Darius impacto claramente sobre su enemigo, aunque no estaba muy claro cuando daño había sufrido ya que siguió su camino hacia Lyranden.

Lyranden trató de ponerse en pie tras el empellón del caballo. Trató de tomar una posición defensiva de tal forma que pudiera parar los ataques que sin duda dirigirían contra el.

Lyranden recibe un corte al levantarse, la espada de uno de los soldados se hunde desde arriba cerca de la clavícula, hundiéndose en el pulmón.

Wilbur da una palmada al trasero de uno de los caballos que están con él. El jinete intenta sin éxito controlar a su montura, y sale al galope, saltando el tronco de árbol caído que impide el paso, y siguiendo cuesta abajo por el camino.

¿Controlas a los animales? ¿Qué eres, un puto druida? ¡Toma esta!-dice el otro soldado clavando su espada en un costado del hechicero.

Darius eleva su espada demasiado cerca de la oreja, y corta el apósito de resina accidentalmente. Temiendo que descubran el disfraz, se ve obligado a levantar el escudo para taparse el lado del rostro. Esa posición errática le impide beneficiarse de toda la protección del escudo, dejando puntos vulnerables. Uno de los caballos le salta encima y le tumba, pero la pericia del guerrero le ha hecho esquivar las espadas de los hombres y las coces de los podencos.

El conductor devuelve la herida a Borateo, al dispararle y clavarle un virote en el hombro. En ese momento la carroza se abre y Gregor se traba en combate cuerpo a cuerpo con Borateo, blandiendo una pequeña daga.

Rufianes... Mantengan las formas... Tengan vuestras mercedes un poco de respeto por el blasón que adorna nuestros uniformes y sean tan amables de hundir sus pechos en mi daga con cierto orden.

Gregor es un tipo demasiado delgado y demasiado joven. No debe de tener más de veinte años. Descripciones a parte, en ese momento Borateo alza la mirada y ve a Roger en lo alto de la carroza.