Partida Rol por web

¡LADRONES! ¡LA ESFERA DEL MARTILLO ES DE MI PADRE! ¡DE MI PAAAADREEEE!

El enano-lagarto-regresado-de-la-muerte no tiene mucho tiempo para quejarse, porque el martillo espiritual de Moradin le cae desde el techo. El golpe casi le hace desplomarse, pero su cola retráctil se agarró a uno de los bancos de la iglesia para mantener el equilibrio. Un corte de la espada bastarda de Darius y un nuevo flechazo de Ulthor se suman a la sucesión de heridas que Martíl ha de soportar. Sus escamas verdes empiezan a esconderse bajo los borbotones de su propia sangre.

Cuando Taluta trata de sumarse a la batalla, Martíl la recibe con dos garrazos. La puerta de la celda le queda aún lejos, y si lo que dice Taluta es cierto, una huída hacia delante tampoco le garantiza encontrarse con su hermano cara a cara. Si quiere sobrevivir para alcanzar su venganza, tiene que empezar a pensar como lo haría un enano, no como lo haría un hombre lagarto.

Haciendo una gran cantidad de movimientos innecesarios con los brazos finalmente apuntó hacia donde combatían contra el hombre lagarto.

- ¡Zuzumba! - con un destello el proyectil salió disparado de la varita contra su objetivo, aunque no supo realmente si le había golpeado por el jaleo que había entre el humano, la orca y aquél martillo que había aparecido en el aire, aún así dio unos saltitos de emoción como si ya se sintiera vencedor.

- ¿Has visto? y tengo mucho más esperándote, cara huevo.

Ulthor maniobró con presteza al ver que el combate cambiaba en la naturaleza. Taluta se había añadido y aquella cosa escamosa era una especie de máquina asesina en el cuerpo a cuerpo. Había que nivelar de nuevo la balanza. El espacio lo recorrió a grandes zancadas, desplazándose entre los bancos, hasta colocarse en un ángulo apropiado desde el que poder disparar sin temor a atravesar a uno de los suyos con un disparo fallido. Una vez allí los movimientos eran automáticos: extraer la flecha, colocarla y estirar la cuerda en una sola y fluida acción, seguida por recolocar el arco para apuntar y dejar que la tensión de la cuerda al soltar hiciera el resto del trabajo. La flecha salió disparada hacia su enemigo, que por mala fortuna para él se movió en el último segundo, haciendo que la flecha errara su objetivo inicial... y se clavara más mortífera aún.

Recibe los dos zarpazos y se revuelve lanzando una estocada hacia arriba. Está malherida, pero sabe que la única forma de acabar con todo aquello es derrotando al lagarto.

- Hermano de lagarto ha huido, ya no tiene nada que hacer aquí excepto morir.

¡Pagaréis por esto! ¡Mi madre no os perdonará que me hayáis puesto la mano encima! ¡Mi madre...!

¡Zas! Tajazo de Taluta y la cabeza de Martíl que cae rodando por el suelo de la iglesia. Con toda la sangre derramada, este templo no lo consagraría ya ni el párroco Vórtimer si estuviese vivo. Da igual, no es que Holmet espere el ataque de una horda muertos vivientes. Además, según para qué usos, la iglesia aún puede considerarse un lugar sagrado.

Lo bueno de que el hombre lagarto fuera desnudo es que no hay que tocar el cadáver para registrarlo en busca de botín.

Para cuando van a avisar a Cléquetto se encuentran con que la puerta del dormitorio del párroco está cerrada con llave.

-Vale, esto no me lo esperaba. Quiero respuestas. ¿Dónde está el hermano de esta criatura? -preguntó el elfo arquero, su paciencia a punto de agotarse.

El combate había ido sorprendentemente bien, dadas las circunstancias, pero no había verdadera ganancia más allá de haber salvado el pellejo, tanto el propio como el del cobarde de Cléquetto. Y ahora ese rufián barbudo no hacía acto de presencia. Quién sabe qué otras cosas querría ocultar.

Los dos zarpazos duelen, pero sólo han conseguido cabrear más a la semiorca. Primero un oso, y luego un hombre lagarto. El día no ha sido especialmente agradable, y ha recibido demasiadas heridas. Sin dejar que Martil acabe su frase, aprovecha un momento de distracción y corta su cabeza con un certero golpe del alfanjón. No hay otra forma mejor de acabar con los problemas.

Jadeante, se acerca al cuerpo caído de Martil y lo mira con una mueca de desprecio. Es evidente que el alcalde esconde muchas cosas, pero su hermano tampoco era demasiado dado al diálogo.

- Tranquilos, Taluta intentó engañar a lagarto para que soltara a gnomo. Cléquetto estaba bien cuando Taluta entró y no había escapado - se coloca junto a la puerta y la golpea con fuerza - Cléquetto ya puede abrir - grita para asegurarse de que le escuchan al otro lado - Taluta y los demás tienen cabeza de Martil. No hay peligro, alcalde puede salir

Aunque la cabeza de la criatura ya estaba a una distancia prudente de su cuerpo Sichen se acerca y le pincha un par de veces con la varita hasta quedar satisfecho y completamente convencido de que no se volverá a levantar. Tras limpiarse de polvo y un poco de sangre recoge su mochila y se reúne con los demás a la puerta del cuarto mientras esperan a que Clequetto conteste.

- Vaya, gracias Taluta, aunque ya sospeché que había algo raro cuando entraste y saliste tan rápido del cuarto.
Y tu, elfo descabezado ¿en que pensabas? me podías haber abierto un ombligo nuevo, y además esa cosa por poco me retuerce el pescuezo. Creía que los de tu raza eran más sensatos.

Nadie abre. Tampoco se escucha ruido en el interior. El alcalde cerró la puerta con la única llave.

Frunce el ceño y mira a sus compañeros sorprendida. Tras esperar unos segundos, se acerca de nuevo a la puerta y la examina una última vez.

- ¡Cléquetto debe apartarse de la puerta, Taluta va a echarla abajo!

Coge aliento y lanza su poderosa pierna contra la madera. Es resistente, pero no lo suficiente para la brutalidad de la semiorca.

La pared se desploma en el suelo, con los clavos de las visagras completamente rotos. En la sala no hay nadie, solo la cama, el baúl y el escritorio con su respectiva silla. La única novedad con respecto a la última vez en la que estuvieron aquí, es el agujero negro como la boca del lobo. Está a un lado de la cama, en la pared, y mide unos tres pies de diámetro.

Correcto: poción de fuerza de toro.

La idea de huir lo sacó de lo que dijiste ;P

Bien ahora no tenemos alcalde y el único que podría darnos explicaciones no tiene la cabeza sobre los hombros, podríamos haber interrogado a lagarto en el estado en el que estaba....

Bien y ahora que hacemos, necesitamos preparar la defensa del pueblo, si es verdad la mitad de lo que oímos en las montañas, en breve caerá sobre nosotros una horda de enemigos

Drassil guardó el violín y la espada, el pequeño murciélago revoloteó hasta caer sobre su boina y trepar por ella luchando contra la gravedad - ¡Esto ha sido un desastre! ¡Os dije que estaba todo bajo control! -Señaló al semielfo- ¿¡Tanto cuesta dejar las flechas en el carcaj!? ¡Estoy harto de Clequetto! ¡Ya son demasiadas mentiras las que salen de Holmet! ¡Voy al ayuntamiento y a buscar a Jilokasina - Era noche cerrada, Drassil entró en la habitación y fué por el pasadizo hacia el ayuntamiento a la habitación de Clequetto, donde no guardaba realmente esperanza de encontrar nada, ya estaba harto de quedarse sin respuestas por culpa de compañeros que no conseguían estarse quietos más de un minuto, como si no fueran a tener tiempo de pelearse cuando la invasión de los hombres topo cayera sobre Holmet, esto no hubiera pasado nunca con Alton Buenbarril o con Lott, ellos tenían mayor temple y sabían ver el fin de las cosas. Drassil marchó por el pasadizo murmurando y maldiciendo

-Lo siento, Sichen, estaba ocupado convirtiendo en un puercoespín al monstruo. A ti ya te tenía, no hacía falta que tuviera a otro. Además, cada flecha era un mensaje de que no íbamos a ceder a sus pretensiones. Dime, ¿te ha alcanzado alguna flecha? -preguntó el elfo arquero evidentemente conociendo de antemano la respuesta (negativa), luego prosiguió- Creo que esa cosa -dijo señalando el cadáver sin cabeza- no venía exactamente a por respuestas. Busquemos al alcalde. Si le gritáis por el pasadizo, sabiendo que no hay peligro, a lo mejor vuelve por su propio pie -quién sabe, a lo mejor hasta se ahorraban el jugar al escondite con él.