Partida Rol por web

Una fría corriente de aire... Olor a sábanas limpias... El aroma de la corteza de pino en el aire...

Pequeñas sensaciones que se juntan para recordaros que aún estáis vivos. Débilmente vuestros ojos se abren. Una habitación de madera os da cobijo, y dos camas os dan reposo. Os flanquean una ventana en un extremo y una puerta en el otro, ambas abiertas y culpables de que escalofríos os recorran la piel. Y aunque los tablones de las paredes son de pino, el aroma reinante en la habitación es traído por la misma desagradable corriente que os recompensa con los olores del bosque.

Sin embargo, y desde vuestro ángulo, por la ventana no se ve bosque ninguno. Solo un relajante cielo azul.

Hacéis un esfuerzo para incorporaros, por el dolor de las heridas y el hambre no os lo permite. Estáis postrados en cama, en una habitación en la que parece que solo vosotros os dáis compañía. ¿Dónde están los demás?

Hehehehe, parece que... hemos ganado, Nugruk. Ha sido un combate duro, pero hemos ganado
dice Valandil intentando ver al halcón por la ventana. Era un buen compañero y teme que algo le hubiera podido suceder.

No puedo levantarme... malditos avariciosos cuchillos elfos manchados de sangre elfa... Y todo por unas pocas monedas...

 El monteraz asiente.

 - Sopa para los heridos y cordero para los demás. Mejor que para dos o tres ponga para cuatro. Me he ganado una ración extra.- Intenta hacer un poco de broma, sin mucho éxito.- En fin, voy a ver si doy con ese tal Vórtimer. Roger, quédate por aquí por si hay novedades. Regresaré pronto, a ver si con suerte ya hay un pedazo de carne humeante esperando.

 Sin perder más tiempo el pelirrojo varón sale de la posada siguiendo las indicaciónes de Sara, en busca del párroco.

Cada vez entiendo menos a esta gente nos dice que atrancan la puerta al anochecer por los bandidos y ahora que son un pueblo tranquilo y no hay heridos.

– Si nos encargaremos nosotros de limpiar lo que ensucie el halcón en la habitación de los heridos. – Seguramente no hará nada de eso en la habitación limitándose a velar por Valandil.

– Por mi parte si una ración de cordero.

Sara imita a Borateo y se va, solo que ella toma la puerta que hay tras la barra. Lleva una sonrisa de oreja a oreja, llena de ilusión por poder mostrar su cocina a los nuevos clientes.

Onzanio se levanta de su mesa y se sienta en una más espaciosa, lo suficiente como para que presumiblemente tenga allí lugar vuestra comida. Te hace una indicación con la mano para que te sientes con él.

Yo ya comí hoy, y aún es temprano como para tomar la cena. Pero aunque no os pueda acompañar como comensal, si me puedo unir a vosotros como observador. Total... no hay nada más interesante que hacer en este maldito pueblo que ver comer a un desconocido. Triste, ¿no es cierto?

No hago mas que dar vueltas en mi cabeza a la misma duda y finalmente aprovechando que Onzanio me ha indicado que me sentada a su lado.

Al mirar a mí alrededor me doy cuenta que mas bien se ha querido unir a nuestro grupo ya que es la única mesa en que cabremos.

– ¿Como es que un grupo de seis bandidos tienen atemorizada toda la población?

No es miedo, amigo mío. Esos elfos le han robado el alma al pueblo. En este páramo de alta montaña, la producción es limitada. Los mejores ingredientes para la comida y para... el alcohol... son cultivados en las llanuras y traídos hasta aquí por mercaderes. Mercaderes como yo.

Pon un par de bandidos en la vía de acceso a Holmet y estrangularás la arteria que la provee de vida. Los comerciantes no pueden moverse libremente, las mercancías no llegan... Quítales a los enanos la cerveza y te quedará un tocón de árbol. Y los humanos de la aldea se contagian de esa falta de ánimos. El Hombre es pesimista por naturaleza y se deja contagiar con facilidad si ve nubes en el horizonte. Puede que a los humanos la falta de cerveza no les afecte tanto, pero súmale la fruta, la carne, las especias, las telas en forma de bonitos vestidos y los jabones aromáticos.

Antes los aldeanos entraban en ebullición al pasar por la plaza del mercado y verlo vibrar. Se dejaban contagiar del frenesí de los tenderos anunciando sus productos. Era un lugar hermoso en el que vivir. Ahora Holmet es gris.

nugruk parece muy dolorido y apenas puede contestar. ¿Cuanto tiempo llevan aqui postrados?
Puede que sea el momento de que valandil llame a sus dioses para implorarles ayuda.

Cierra los ojos, canturrea algo y medita.

Negando con la cabeza mientras como despacio.

– No lo consigo entender. En esta población son muchos más que seis y para los comerciantes de estas tierras no es una cosa tan infrecuente los bandidos.

Vuelvo a bajar la cabeza a mi bol sin saber si me aclarara alguna cosa o no.

Apenas abro los ojos un instante y vuelvo a caer en un profundo sopor, que dura unas horas más. Pero es difícil acabar con un bárbaro de las montañas, y poco a poco mi organismo se recupera solo, aportándome las energías necesarias.

Aunque un poco de comida no vendría mal, ¡por Kord!- pienso mientras trato de ladearme en la cama para vislumbrar mejor el resto de la habitación. Valandil yace en otra cama, con peor aspecto que yo, aunque puede musitar algunas palabras que no distingo.

-Tranquilo elfo, levantaremos cuando Kord quiera, no es la primera vez que me hayo así, ni será la ultima, jajá jajá.- Un  acceso de tos sigue a las ultimas palabras del bárbaro, que parece tiene que callar debido a sus heridas.

Las oraciones de Valandil no son atendidas. El poder mágico que suele embargarle no llega. Le tiene ocurrido otras veces, cuando intenta concentrarse y dominar las fuerzas de la naturaleza varias veces en un mismo día. Es indicativo de que aún están en el mismo día en el que los bandidos os causaron vuestras heridas.

De pronto oís la madera crujir, al ritmo de un sin fin de pasos cortos y rápidos, inquietantes.

Después silencio. Un silencio perturbador...

Al contrario... Holmet ha sido hasta ahora el pueblo más seguro del mundo. Este es el primer incidente serio al que se enfrentan. No están acostumbrados. Como un cuerpo al que le sobreviene la enfermedad por primera vez.

En total cuentan con solo tres guardias. El resto son corderitos asustados. Pero es relativamente pobre, y los ladrones han encontrado lugares más propicios para ejercer su oficio, ¿así que para qué quieren pagar el sueldo de más soldados? Y claro, para una vez que ocurre algo, les explota en la cara.

Hay... hay otro motivo para que los bandidos no suelan asolar Holmet, y que debido a tus intereses te puede incumbir. Esos bandidos están escondidos como ratas en algún lugar de esta montaña. Eso les va bien ahora, es verano, y el clima benigno. Cuando llegue el invierno esos bribones lo pasarán mal. Dudo que sigan esperando horas a la vera del camino a la espera de que pase un viajero. Tratarán de pasar la estación resguardados en una cueva o dejarán la montaña para saquear otro lugar.

¿Sabes lo que significa? Solo tienes que aguantar aquí este verano. O como mucho también el otroño. Luego podrás descender sin peligro el camino a la llanura. Ese es mi plan, es lo que voy a hacer yo.

Sales del Vélvet Azul y allí sigue el caballo, enganchado al aparatoso trineo de palos hecho con los petates ensangrentados y tu cuerda que continúan montados aún en la estructura.

Las casas se alternan: unas usan materiales de piedra, parecen recias y resistentes; otras son de madera, algo más frágiles.

Holmet está siniestramente vacío. En el alar de uno de los tejados dos mirlos dan pequeños saltitos jugando entre sí, o peleándose por ver cual es más fuerte, quién sabe. Al final de una calle adyacente un perro flaco se mordisquea la pata, acorralado por sus propias pulgas.

Cuando logras despertar de esa soledad, no tardas en fijarte en el martillo de piedra del que te habló Sara.

Valandil cierra los ojos.
En la mañana, posiblemente, pueda hacer algo. Ahora necesito... descansar... un poco mas. mientras deja que el sueño le invada sin dar importancia a los pasos.
Buena gente, espera, los mismos que les han traido hasta este refugio. Y si no es así tampoco podría hacer mucho en su estado actual.

Lo has visto. Juraría que lo has visto. Algo pequeño corretear por el pasillo al que da vuestra puerta abierta. Del tamaño de un kóbold, más o menos. Y aún sigue ahí, detrás del marco de la puerta, observando el interior.

Poco a poco va asomando la cabecita y ves a una pequeña niña que ni siquiera os presta atención. La humana parece que está viendo otra cosa... algo en el suelo, más allá de los pies de vuestras camas... algo que está totalmente fuera de vuestro campo de visión...

Levanta la vista y vuestras miradas se cruzan. Y coloca el dedo índice en sus labios infantiles pidiéndote con la mirada que guardes silencio.

 Tras mirar los petates ensangrentados de Nugruk y Valandil, deshecha la idea de quitarlos, ya habría tiempo más tarde, mejor procurar por sus compañeros que bien requerían atención médica.

 Mientras echa a andar, siguiendo el camino que conduce al martillo de piedra del que le habló la moza del Vélvet Azul, con la idea de dar con ese tal Vórtimer. Al andar no puede evitar pensar, igual que hizo durante el penoso trayecto portando a cuestas al bárbaro y al elfo en: No se por que me preocupo tanto por ellos, se han comportado de forma necia, especialmente Nugruk que partió tras el último elfo... le podría haber costado la vida tranquilamente. Valandil, simplemente se vió superado. Aunque el combate ha sido duro. Yo mismo podría encontrarme ahora mismo en su situación, cuado me zafé del líder y el otro elfo mariquilla.

 Con esos pensamientos hizo la mayor parte del trayecto.

Asiento ante sus palabras y me acomodo en la silla a la espera de mis compañeros.

– Disculparme estoy algo cansado y trastornado por lo ocurrido a mis compañeros. Por eso busco mil y un razonamientos que explicaran como podía haber sido evitado.

¿Y qué hay de vosotros? ¿A qué os dedicáis? ¿Qué asuntos os trajeron a Holmet?

El hombre carga el cuerpo hacia delante, algo excitado, acercando el oído con interés para oír tus palabras.

¡AAAAAAAAAAAAH!

La puerta es atravesada por esta niña y por su grito de guerra. Cruza hasta la mitad de la habitación, dónde los pies de vuestras camas la ocultan de cintura para abajo. Su despreocupada táctica da tiempo al halcón de Valandil a alzar el vuelo desde un punto fuera de vuestra vista. Ahora el halcón revolotea a media altura por toda la habitación, torpemente, como una gallina asustada. Le persigue la niña, con los brazos estirados y las manos abiertas.

FLAPS-FLAPS-FLAPS-FLAPS

¡ALTO! ¡ALTO! ¡NO TE ESCAPES, PARAJILLO!