Partida Rol por web

James ya se encontraba situado para la emboscada cuando escuchó a Maverick hablar a sus espaldas. Tan solo giró la cabeza para dirigirse a él.

-Lo siento chico, pero ahora no me voy a mover de aquí. En las alforjas de mi caballo tienes un poncho y algún pañuelo. Sírvete. Y si te sientes más cómodo en las distancias cortas, me parece bien que bajes, pero ojo con descubrirnos y sobre todo, que no te cosan a tiros. Yo de ti me escondería tras aquel repecho que hay allí abajo y esperaría a que empezase el baile. Con la confusión podrás acercarte y hacer lo que sea. Estarán tan ocupados buscándonos por aquí arriba que ni se darán cuenta de tu presencia.

Pues cuatro hombres delante a caballo, dos soldados dentro de la diligencia con Lonegal, uno a su lado en el pescante, y otros seis detrás en fila de a dos no más.

Diablos. Aquél Marshall tenía mucho recorrido el pinche Wey. La cosa se ponía de madre para Pancho Castillo. Muchos rifles en manos de esos gringos cabrones.

Se iba a tener que aplicar. Pensó en que tendría que empujar y tirar de la diligencia al chamaco sentado de carabina a su lado cuando la cosa empezara a petardear, no antes no menos. Pues eso seria fácil, que aquél gringo era zotaco y poca cosa, y parecía culero a su lado, un buen tamal regio que se había criado a base de panalito.

Y luego apurándose con la diligencia ahorita pa lante a ver si conseguía pillarles de culero y aventar a los pendejos de alante, alejándose de los de atrás.

Eso haría. Mientras tanto, calma Pancho, que nos conocemos. No me seas pendejo.

Y aun así ya rezaba por dentro a la Virgen de San Carlos, que se veía venir la ensalada de tiros, que aunque no fuera nunca a la iglesia, aún se acordaba del buen hermano Agustín, que algo le inculcara. Y si bien salía de esta, por algún poder supremo sería, no más.

Me agacho pegada al peñasco donde pondré la carga, no tanto por esconderme como por hacer los preparativos. Coloco las cargas y observo un momento la caravana para calcular el ritmo que llevan.

Oigo palabras sueltas de mis compañeros pero no les estoy prestando atención porque, ahora mismo lo único que me importa es saber qué tamaño tiene que tener la mecha. La idea es que explote justo después de que pase la caravana. Si explotara después no nos ayudaría y, encima, les alertaría de nuestra presencia. Si explotara antes de tiempo podría, incluso, aplastar a diligencia donde llevan a Jack... solo de pensarlo, un nudo de angustia me oprime el pecho...

Corto las dos mechas en la medida que me parece la perfecta y las coloco en los cartuchos. Las enciendo y me escabullo para alejarme de allí antes de que explote.

-pero que le pasa a ese tipo, casi me mata....bien debo centrarme- se concentra en la situacion y piensa lo que hizo el y recuerda el gesto que insinuaba rebanarles el cuello a los guardias, pero tambien giro su pulgar a abajo sera que eso seria un error fatal o solo para insitarme mas a que los mate, me ha dejado con un susto de muerte por poco no grito, si quiero hacer algo debo buscar que tengo a mano 
 

A medida que el grupo de marshalls y la diligencia se acercaban fuisteis capaces de verlos mejor. Aparentemente el viejo McReady había acertado con el número, o al menos estaba cerca, pero ahora estabais más preocupados de otros detalles como para poneros a contar.

Los jinetes se habían dividido en grupos de 2, frente a la diligencia van 4 de ellos, 2 bastante adelantados, y otros 2 lo suficiente como para no estorbar el avance de los caballos de tiro. El resto iban tras ella, salvo un hombre con un rifle bien visible en las manos sentado junto a Pancho, que conducía la diligencia.

Preparados sobre las rocas, Juanita enciende la dinamita. Los segundos se hacen eternos mientras escucháis el débil siseo de la mecha consumiendose... hasta que escucháis la tremenda detonación. Los jinetes y sus monturas se revuelven nerviosos al fondo del cañón, pero para cuando se dan cuenta de lo que ocurre es demasiado tarde.

El par de jinetes que iba inmediatamente detrás de la diligencia consiguió, con un gran salto de sus monturas, apartarse de las enormes rocas que se precipitaban sobre ellos, pero el resto quedaron sepultados, o se encontraron conque su camino estaba bloqueado y no podían avanzar

Ahora eran solo 6 jinetes y la diligencia, que había salido disparada hacia adelante a toda prisa, arrollando a uno de los pobres desgraciados que iban ante ella y no logró apartarse a tiempo. De repente solo quedaban 5 jinetes que pronto galopaban endiabladamente rápido tras aquella cárcel rodante.

Lentamente, atravesasteis el cañón. Todo el mundo miraba hacia las alturas a uno y otro lado cada cierto tiempo. De hecho tu también vigilabas más de lo que sería recomendable, pero con la advertencia de los posibles indios los marshalls no podían saber que tú en realidad sabías que algo estaba por ocurrir.

Los caballos pronto dejaron de necesitar tu guía, el paso era tan estrecho que solo tenían la opción de avanzar hacia adelante, y simplemente tenías que refrenarles un poco si parecía que chocaríais contra los jinetes ante vosotros, o azuzarles si se detenían demasiado.

Así, todo el recorrido lo pasaste en tensión, no sabiendo cuando iba a pasar lo que tenía que pasar. Antes de lo que esperabas, los jinetes anunciaron que ya se veía la salida del cañón. Apenas te dio tiempo a pensar - ¿y que ha sido del plan? - cuando una enorme detonación sobre vuestras cabezas os sorprendió e hizo agitarse a los caballos. Antes de que pudierais recuperar el control de vuestras monturas, un enorme peñasco cayó a pocos metros tras la diligencia, sepultando a más de un jinete y cerrando el paso a otros.

No tuviste que hacer nada, o mejor dicho, no tuviste tiempo de hacer nada. Los propios caballos, al sentir el temblor del peñasco a pocos metros se encabritaron y galoparon como perseguidos por el mismísimo diablo, arrollando por el camino a uno de los marshalls, que no pudo apartar a su montura a tiempo. - ¡Deténlos! - Fue lo único que escuchaste decir al desconcertado y asustado guardia a tu lado.

Buscaste a tu alrededor, pero nada. Si al menos pudieras alcanzar las llaves... pero las llevaba uno de aquellos 2 guardias que apenas te quitaban la vista de encima y nunca se acercaban más de lo necesario. Además, con las manos atadas de tan mala manera solo podrías alcanzar a liberar tus pies.

Te resignaste a ser incapaz de hacer nada por el momento. La diligencia continuaba su camino con tranquilidad, solo interrumpida por algunos pequeños baches sin importancia. De repente se escuchó una detonación, seguida de un tremendo golpe que hizo temblar la diligencia. Se escucharon gritos de los hombres y relinchos de los asustados caballos. Súbitamente, la diligencia salió disparada a toda velocidad, y lo único que impidió que cayeras al suelo al perder el equilibrio fueron las propias cadenas que te impedían moverte libremente.

Los guardias, sin embargo, no tuvieron tanta suerte. Las cartas de la baraja de uno de ellos dos volaron por el aire cuando ambos trastabillaron y chocaron con las paredes antes de acabar en el suelo ligeramente aturdidos... uno de ellos lo suficientemente cerca tuyo para alcanzarle. Por desgracia no era el de las llaves, y con las manos atadas de tan mala manera no sabías si podrías quitarle el revolver antes de que ambos se recuperasen del golpe que habían recibido...

me acomodo a mi posicion habitual he intento restablecerme -nunca pense que me salvaria una cadena... lo que es la vida- entre toda la escena miro el revolver del guardia pero no me seria muy util , busco algun otro objeto util entre las cosas del guardia 

"¡Viva zapata!" suite by Alex North

Aunque en cierto modo lo esperaba, no por ello la detonación dejó de inpresionar a Pancho, que no pudo evitar mirar a las alturas atemorizado mientras los cascotes caían y él mismo gritaba: -¡Hay mamita!-

Pero las rocas no cayeron sobre él, y pudo contemplar cómo los chamacos habían bloqueado a la mayor parte del grupo de escolta sin alcanzar la diligencia: Profesional, mu profesional... pensó para si.

Apenas tuvo tiempo de reponerse del susto, pues la carreta saltó hacia adelante, impulsada por los aterrorizados animales.

Cuando el hombre gritó a su lado que los detuviese, a punto estuvo de hacerlo por instinto, pues Pancho también estaba asustado por la velocidad que tomaba el asunto en aquel escarpado desfiladero. La carreta saltaba más que un potro encabritado, y si no fuese porque ya estaba avisado de algo así, con lo grande y torpón que era posíblemente se hubiese caído del carro.

Pues eso. Que a punto estuvo de coger las riendas y frenar los caballos. Sin embargo, recordó el acuerdo con Mc Ready y la plata.

Y claro, la plata tira mucho.

-¡Lo siento mucho! ¡Se acabó el pasaje, amigooo...!- Contestó Pancho al hombre en el pescante a su lado, antes de  mostrarle su enorme puño, e intentarle golpearle con un poderoso gancho en la mandíbula, en un claro intento de hacerle caer por el borde del carro.

Por desgracia, mientras intentaba golpear al gringo con su puño derecho tenía las riendas sólamente cogidas con la mano izquierda, y además estaba reálmente desatendiendo la conducción de la diligencia, dejando ésta en manos de los encabritados caballos, que podrían estrellarla contra la pared del desfiladero o vete tú a saber...

Al menos, esperaba que en el interior del carromato hubiera un buen guirigaí, y que no se les escapara un tiro contra el tal Lonegan.

El jugador nunca había estado cerca de una voladura, de hecho apenas sabía que aspecto tenían una cantera o una mina, por mucho que supiera el salario medio que se recibía al trabajar en ellas.

Había estado contemplando el cañón hasta el mismo momento de la explosión y tampoco nadie le había dicho que tenía que tener la boca abierta. Ahora los ojos le lloraban, llenos de polvo y no podía oir nada más que un molesto y contínuo pitido, que ahogaba hasta su propia voz. Se extrañó cuando no se pudo oir decir a gritos:

- ¡Voy a bajar ya! ¡Cubridme! - aunque pudo ver como Juanita asentía tras repetirlo un par de veces.

Dicho lo cual aseguró el Colt y se metió en la rampa arenosa que había visto antes. El polvo de la explosión cubriría su descenso. El pañuelo de McReady aún le cubría el rostro como si de un bandolero de opereta se tratara.

- Es una suerte que pañuelo y poncho sean de James - se dijo mientras bajaba por la rampa con ayuda de las manos. No porque el polvo cubriera éstos y le camuflara con la piedra y el polvo levantado, sino porque éste abría dejado su traje hecho un asco.

Parapetada detrás de una roca y con los brazos cubriendome la cabeza, escucho y siento la explosión. "¡Dios, cómo me gusta esa sensación!"

Cuando ha explotado, me asomo para ver el resultado y compruebo que ha funcionado bien y que nos hemos deshecho de los de detrás.

Más que oir, veo lo que Michael va a hacer y asiento para que entienda que intentaré cubrirle. Creo que James lo intentará con el del rifle porque está demasiado cerca de Pancho como para arriesgar y su puntería es mejor que la mía. Así que me decido por disparar a los que van adelante que son los que están en mejor situación para apuntar a Michael. Incluso aunque no les dé, mis disparos les distraerán de Michael.

Intento hacerle una señal a James para que sepa a dónde voy a disparar.

James esperó pacientemente el momento de abrir fuego y lo halló justo en el momento en el que el carruaje salió en estampida. Con el rifle apostado sobre su improvisado apoyo apuntó al pecho del primero de los soldados que habían salido corriendo detrás de el. Contuvo la respiración y acarició con suavidad el gatillo. El rifle pegó una sacudida cotra su hombro y la bala salió despedida hacia su objetivo.
 

Con el colt en la mano, disparo sobre los jinetes que va delante...