Partida Rol por web

James se dio la vuelta para ver a Pancho correr como nunca lo había visto en el tiempo que había pasado con él.

El taciturno exmilitar, sonrió brevemente ante la cómica escena.

-Vamos, mueve tu culo gordo hasta aquí o te lo van a llenar de plomo.

Pancho distaba mucho de ser la persona más compentente con la que había trabajado, pero tenía un algo que hacía que le cayese simpático. Quizá era su carácter, naturalmente despreocupado que contrastaba con el pavor que demostraba cuando, como era el caso, una situación se descontrolaba.

Mientras el mejicano hacía lo posible por dejar atrás a sus perseguidores, James se afianzó contra la pared intentando buscar un saliente tras el que cobijarse, mientras apuntaba con el rifle hacia allá de donde venía Pancho, dispuesto a cubrir la huída de su compañero si alguno de los secuaces de Beaumont aparecía. Si tenían que presentar batalla, la estrechez de los túneles jugaba en su favor. De todos modos, era una situación que prefería evitar.
 

Encuentro armas en el ¿cadáver?

¿Miente el prisionero?

Siento preguntar, pero como en la última actualización no hay respuesta a las últimas acciones de Michael... por si se te olvidara, pero sin presionar.

Nos adentramos en la mina y el corazón cada vez me va más rápido. En parte debido a nuestros perseguidores cuyos disparos oigo de fondo, en parte debido a los recuerdos de cuando me pillaron y me encarcelaron.

Me giro al oir a Pancho gritar mientras corre hacia nosotros. Yo querría seguir corriendo, pero James se parapeta tras una pared y dudo sobre lo que haremos después.

Miro a mi alrededor buscando una vagoneta. Tanto si la usamos para huir más rápido aprovechando las vías como si la usamos para disparar desde dentro protegiéndonos, es algo que podría salvarnos la vida. Pero no consigo localizar ninguna.

-¡¡Maldición!!- blasfemo sin poder creer nuestra mala suerte.
Desenfundo, reviso cuantas balas me quedan y luego reviso el espacio donde estamos.
Me atrinchero en un hueco de la pared como James con el revolver en la mano y luego pregunto en voz alta

-¿Quereis que les lance un par de regalos? Pero eso cerrará el tunel, para bien y para mal...-

Cuando acababan de incorporarse al túnel principal, escucharon la voz y el acento inconfundible de aquel hombre que daban por perdido. Pancho estaba de vuelta, pero le venían pisando los talones. La idea principal seguía siendo huir. Pero tanto James como Juanita se parapetaron para ayudar a cubrir al mexicano.

De mala gana, Lonegan decidió apartarse también a uno de los lados para buscar algo de cobertura.
-¡No deberíamos pararnos demasiado si seguimos pensando en huir por la otra salida de la mina! Y en caso de que este tipo solo tratara de engañarnos-dijo señalando al guardia que traían con ellos- y no hubiera ninguna otra salida, volar el túnel sólo serviría para enterrarnos vivos aquí dentro. ¡En cuanto Pancho este con nosotros deberíamos seguir adelante!

A pesar de sus palabras, Jack decidió desenfundar y amartillar uno de sus revólveres, atento por si Pancho aparecía con alguno de los desconocidos justo a sus espaldas.

-Por supuesto, pero no voy a dejar que le llenen el culo de balas-contestó McReady-su madre no me lo perdonaría.

Asiento ante el comentario de Jack. Yo no quiero morir aquí.

Me preparo para salir disparada de aquí en cuanto Pancho esté con nosotros.

Pancho corrió en dirección a donde dejó a sus compañeros y en cuanto los vio, siguió corriendo sin detenerse, pasando incluso de largo junto a ellos: -Ayayayayayayayay...-

Mientras Michael daba la vuelta en el suelo y empezaba a registrar el cadáver que habían dejado sus compañeros antes de salvarle el pellejo; los demás miembros de la banda se parapetaban en los laterales del túnel, cubiertos malamente por las vigas de carga de éste. Entonces se escucharon más disparos y Pancho volvió gritando mientras volvía corriendo por el túnel, sin intención por lo visto de detenerse a la altura del grupo.

Michael, sin detenerse a desabrochar la pistolera y su canana, se metió a toda prisa el revólver del finado en el cinturón y echó mano a un puñado de balas que metió de mala manera en los bolsillos de la chaqueta. Sin detenerse más, se puso en pie y salió corriendo detrás de Pancho, de cabeza hacia la profundidad de la mina. Odiaba las profundidades, pero sin duda odiaba más las balas y los que le habían metido aqui, le habían dejado dolorosamente claro, que iban en serio.

A punto estuvo de perder su recién adquirida arma, que a cada salto se bamboleaba peligrosamente malmetida en el cinturón y Michael tuvo que correr con una mano puesta sobre ésta mientras con la otra se cogía el borde de la chaqueta haciendo lo mismo con el contenido de los bolsillos.

Pancho no se entretuvo un solo segundo al alcanzar al resto de la banda; mientras los demás vigilaban su retaguardia el mexicano les adelantó a toda pastilla y continuó por el túnel en descenso que seguían las vías de la vagoneta, que pasado el tramo donde habíais hallado a Maverick transcurría ahora sin intersecciones ni desviaciones.

Juanita y Maverick estaban preparados para correr, y en cuanto Pancho les dio alcance ellos continuaron tras él, tan rápido como podían ir con la escasa iluminación de las lámparas de aceite que llevaban. Lonegan y McReady apenas se quedaron apostados un par segundos más, pero sin los gritos y resuellos de Pancho ahogando el resto de ruidos ahora pudieron escuchar el eco del túnel. Persiguiendo a Pancho se acercaba algo que provocaba un chirrido metálico, acompañado de los jadeos de toda una multitud, imposible saber cuantos. De entre aquél murmullo ininteligible se elevó una única voz que daba órdenes con una cruel firmeza. - ¡Más rápido, haraganes! Y como volváis a fallar esta vez lo pagaréis caro. -

- ¡Más rápido, haraganes! Y como volváis a fallar esta vez lo pagaréis caro. -

No te hace falta escuchar más para reconocer aquella voz, la última que escuchaste antes de caer desmayado. Parecía que el tipo de la granja había vuelto a buscarte.

- ¡Más rápido, haraganes! Y como volváis a fallar esta vez lo pagaréis caro. -

Las palabras que se habían escuchado a través del túnel te resultaban tan familiares que por un segundo te quedaste completamente ensimismado. No era el Frances, ni creías tampoco que fuese nadie que hubieseis conocido en St. Elmo donde habíais pasado el último día. Sin embargo, aquella voz... te resultaba conocida, pero ¿de donde? ¿cuando?

- ¡Vuélalo Juanita! ¡Por Dios, vuélalo! - gritó Michael desesperado. La voz de aquel tipo provocaba terror en el jugador.

Por un momento James arqueó una ceja, como desconcertado, pero cuando Pancho lo rebasó, salió detrás de él rogando al altísimo porque no les dieran alcance. 

James quedó desconcertado al escuchar aquella voz. Una voz que hacía mucho tiempo que no oía. Más grave quizá...el paso del tiempo no perdona, pero era...¿de quién? James repasó su memoria intentando ponerle cara a aquella voz mientras salía corriendo detrás de sus compañeros ¿Alguien del ejército? Sí, seguramente...tenía todo el sentido del mundo. Para muchos de sus antiguos camaradas, la vida castrense había seguido después de que él dejase el ejército. Otros se buscaban la vida, como matones a sueldo, guardaespaldas...o ladrones de bancos y trenes.

Pancho pasa como una bala a nuestro lado y yo salgo corriendo detrás de él, con el revolver en la mano puesto que no he llegado a devolverlo a la cartuchera.
Oigo el sonido de carrera de James y Jack detrás nuestro. Y, al fondo, siguiéndonos, algo que no logro identificar. Además de la típica multitud enfurecida, hay un ruido metálico que no sé lo que es.
Michael asustado me grita que lo vuele, que bloquee el tunel. Y yo, angustiada, casi estoy tentada de hacerlo... si no fuera porque hace un minuto Jack me ha dicho que no lo haga. Y Jack es el jefe, su palabra es ley. Y me ha salvado el culo más veces de las que puedo contar. Y Michael es un caradura que nos dejó tirados en cuanto tuvo ocasión.

Mientras corro, sin girarme para mirarle, le grito
-Si Jack dice que no, es que no-

Michael corría como alma que lleva el diablo, o como un hombre al que persigue el mismísimo diablo. Con manos temblorosas fue cargando el revólver mientras corría dejando caer por el camino gran parte de la escasa munición que había podido coger. Apenas contaría con una docena de balas*, pero casi había alcanzado a Pancho corriendo.

Jack celebró para sí mismo comprobar que Juanita estaba convencida de seguir sus órdenes, por muy asustado que pudiera parecer Maverick. En cuanto Pancho llegó a su altura y los rebasó, el resto del grupo continuó corriendo.
Menos mal, por un momento pensé que si Pancho se paraba, realmente tuvieran ganas de empezar a repartir disparos aquí mismo.

No es que abrir fuego fuera algo que a Lonegan le disgustara, de buena gana cambiaría la desagradable situación en la que se encontraban por un buen tiroteo frente a frente con aquellos malnacidos, pero en algún lugar a cielo abierto. Así que ahora lo único que les quedaba era seguir corriendo todo lo rápido que pudieran para alcanzar aquella escalera y salir del interior de la mina. Luego ya habría tiempo de pensar como plantarles cara a sus perseguidores, fueran quienes fueran.

Pancho siguió corriendo. El resto del grupo parecía seguirle, así que se alegró de, por una vez, encabezar la decisión más inteligente (o así lo creía él).

Lo malo es que ocurriría cuando se quedaran sin pasillo para correr.

Ahora que lo pensaba, quizás no fuera una idea tan inteligente.

Mientras corrían por el túnel, informó: -¡Son muchos! ¡Empujan una vagoneta! ¡Parece que tienen un jefeeee!-

- Jajaja. ¡Les oigo, disparad! Acertadle a alguno. - Se volvió a escuchar a cierta distancia aquella voz. A continuación se escucharon las detonaciones de armas de fuego, y varios proyectiles volaron por el túnel, la mayoría aterrizaron inofensivamente en las paredes de tierra y piedra, y una bala solitaria impactó sobre una lámpara de pared que estalló en una lluvia de cristales, pero ningún disparo acertó a su objetivo; estábais demasiado lejos y el túnel estaba demasiado oscuro como para ver a vuestros perseguidores, y era igual de imposible que ellos tuvieran un disparo claro hacia vosotros.

 Cada giro en el túnel retrasaba a vuestros hostigadores, mientras que cada cuesta abajo; y había muchas, dado que el túnel descendía continuamente; aligeraba su vagoneta permitiéndoles acortar distancias. El mayor peligro era el propio túnel, el suelo era irregular, el terreno desconocido y para colmo de males no veíais más que a pocos metros en plena carrera. La mitad del tiempo luchabais por no tropezar o caer en algún pequeño hoyo que no hubieseis visto. Así, la persecución se alargó durante varios minutos.