Partida Rol por web

El abra tiene el rostro congestionado. Siendo un pokémon, su expresión es algo difícil de interpretar, pero desde luego está cualquier cosa menos tranquilo.

¡No, caminar por el bosque de noche en esas condiciones no es nada seguro! ¡Ve a buscarla! Tiene miedo. Al recibir sus pensamientos puede sentirlo: Katsurou tiene miedo de que a Yuki le pueda pasar algo. Tanto es así que es incapaz de contener el torrente de sus pensamientos. No entiendo qué le has hecho para que salga corriendo así, pero... Si le haces daño a Yuki... Si la haces sufrir... Yo... yo... Sus pensamientos son turbulentos, ni él mismo es capaz de desentrañarlos, quizá ni siquiera quiera hacerlo. Te... te haré daño, humano.

-¡Cruá! -Ajeno a la conversación telepática, pero muy consciente de la situación, Farf hace un gesto de asentimiento a su entrenador y echa a volar hacia el bosque.

El chico lo sigue sólo unos pasos por detrás. El bosque es oscuro como boca de mightyena. Los árboles parecen siluetas recortadas de terciopelo negro. En principio no hay rastro de la chica, sólo se oye el aleteo del farfetch'd entrando y saliendo de entre las hojas, buscando.

Con parte de su atención depositada en el silencioso aletear de Farf, Fiódor se introdujo en el bosque por el que, momentos antes, había entrado Yuki. Las palabras, o quizás pensamientos, de Katsurou aún resonaban en su cabeza. Le entendía, si algo similar hubiese ocurrido con su farfetch'd, él probablemente hubiese reaccionado igual.

¿Dónde estás, Yuki?

Con premura pero también con cuidado de no tropezar en la creciente oscuridad el chico avanzó siguiendo como único eje de referencia, en los momentos en los que la maleza y los árboles le daban un pequeño respiro, a su Pokémon. No conocía aquel bosque, y la oscuridad no ayudaba en absoluto... si perdía de vista a su Pokémon, probablemente acabaría totalmente desorientado.

—Yukiii... — gritó finalmente —. Lo siento, de verdad... lo dije sin pens... bueno, sí que lo pensé pero... en fin, ¡tú ya me entiendes! Por favor, vuelve... No es seguro andar por el bosque con esta oscuridad.

Fiódor tantea a ciegas entre los árboles, llamando. Casi lo único que puede ver es negrura y sus propias manos extendidas pero, en la quietud del bosque, puede oír con una claridad diáfana.

-Sniff, sniff... -Sollozos ahogados. No quiere que la encuentren, pero debe de estar solo diez metros más para adelante. El chico podría señalar su posición como si la estuviera viendo-. ¿No lo pensaste? ¿Y en qué pensabas? -Es sólo un susurro. Fiódor se da cuenta de que la chica solo masculla para sí, segura de que él no la oye-. Sniff... N-no pienso volver. Para que te sigas riendo de mí... 

¡Plaf! Centrado en los quedos sollozos de Yuki, no ha visto venir esa raíz. Bueno, no la habría visto de ninguna manera. El muchacho tropieza en la oscuridad con la raíz de un árbol y se da de bruces contra el suelo de tierra negra y húmeda. Duele un poco, ya que se raspa contra la áspera corteza del árbol y con los matorrales*.

¿Para que me siga riendo de...?

—¡Ouch!

Tan concentrado iba el chico en seguir el camino por el que llegar hasta donde provenían los sollozos que ni siquiera se había percatado que su pie había querido engancharse irremediablemente en aquella inoportuna raíz. El golpe no fue especialmente doloroso, aunque sí bien aparatoso y quizás algo ruidoso.

—Yuki, yo... ¡jamás me he reído de ti! — dijo finalmente mientras se levantaba con algo de dificultad del suelo. No merecía la pena seguir andando con sigilo, pues daba por seguro que Yuki había escuchado su caída —. De verdad, te lo prometo. Sé que nos acabamos de conocer pero... me gustas. No sé, es algo difícil de explicar... en este poco tiempo que hemos estado juntos me he sentido realmente bien contigo y me he divertido mucho... aunque... sé que debemos conocernos más y... bueno...

Ya la estas liando de nuevo...

Lo cierto era que había comenzado el discurso lleno de convicción y seguridad en sí mismo, una convicción y seguridad que comenzaba a quebrarse a medida que lo avanzaba. Sentía que lo que decía era lo que sentía, pero también entendía que había sido realmente estúpido en decirle aquello a la chica habiéndola conocido aquel mismo día. Se había dejado llevar y ahora estaba pagando las consecuencias. ¡Seguro que la chica le veía como un bicho raro!

Por un momento, Fiódor sólo puede escuchar el silencio del bosque y su propia respiración. Luego vuelve a oír la voz de Yuki, esta vez más alto, dirigiéndose a él, aunque aún desde el mismo lugar.

-De... ¿De verdad?

Otro silencio, entrecortado por un ligero sniff, sniff.

-Tu aura es limpia... No estás mintiendo, pero... ¿Cómo puede gustarte una chica como yo? ¡Si ni siquiera parezco una chica!

En realidad suena casi como una niña pequeña al decir esto.

Caminar entre la maleza a oscuras no era sencillo, pero Fiódor sabía que debía acercarse a ella. Por alguna extraña razón necesitaba abrazarla en aquel momento... más que por suavizar y calmar el sollozo de ella, por sentirse seguro y transmitir con emociones lo que no se podía describir con palabras.

—Sí que pareces una chica — dijo mientras avanzaba lo más ligero que podía, sin importarle en absoluto los rasguños que las ramas podrían provocar en su ropa y en su piel —. Además, eres... eres realmente preciosa.

Sus mejillas se ruborizaron en aquel momento, pero... ¿qué sentido tenía guardarse aquello si realmente lo pensaba?

—Por favor, volvamos juntos...

En ese momento atravesó la espesura del bosque y llegó hasta donde se encontraba ella. La oscuridad le impedía ver con claridad, pero sabía que estaba allí... notaba su silueta, y estaba seguro de que la voz de ella le había guiado por el camino correcto.

El chico suspiró aliviado y avanzó hasta colocarse frente a ella. Finalmente se acuclilló y... la abrazó. Sus párpados se cerraron suavemente mientras notaba el cuerpo de ella abrazado al suyo. Era una sensación de calma y tranquilidad sin igual... Realmente lo necesitaba.

Por un momento, puede a Yuki rígida, temblorosa, respirando entrecortadamente. Solo un momento. Luego ella le devuelve el abrazo, vacilante, y finalmente apoya la cabeza en su pecho, estrechándolo fuertemente entre sus brazos.

Por una vez, se ha quedado sin palabras.

Quizás diez o quince segundos... era difícil saber con exactitud el tiempo que pasaron allí abrazados. Y, finalmente, cuando por fin se separaron, Fiódor esbozó un tierna sonrisa mientras la miraba cariñosamente al rostro. Por alguna razón sabía que el silencio de ella no era por algo malo.

—¿Sabes? Katsurou estaba realmente preocupado por ti — sonrió de manera algo avergonzada mientras se levantaba* y le tendía la mano —. Será mejor que volvamos con él... estoy seguro de que se alegrará muchísimo de verte de vuelta y... aún podemos disfrutar de esta preciosa noche juntos, ¿no crees?

Ella acepta su mano y se levanta.

-Oh, Katsurou... -Responde azorada- En la oscuridad es difícil decir si está roja, pero es evidente que se siente mal por su pokémon. -Diantres, no quería preocuparlo... -Suspira. -Creo que no le doy más que disgustos.

Sin soltar la mano del chico, Yuki echa a andar delante, de vuelta hacia la casa. Mantiene la cabeza gacha, quién sabe si para no cruzar sus miradas o para ver por dónde pisa y no pegársela.

En cuanto salen al claro, sin embargo, se ve obligada a soltarle la mano, porque el abra se materializa directamente en sus brazos.

Ella pega la cara con su suave rostro peludo y dorado mientras lo abraza.

-Lo siento, Katsurou. Perdóname por haber salido corriendo así. -Una pausa acompañada por un quejumbroso "Miii" de la dulce y grave voz del abra. -No, no me pasa nada, es sólo que... soy muy tonta.

Echa una mirada de reojo por entre las orejas de su pokémon. Por un momento parece una niña abrazando un enorme oso de peluche, pero enseguida deja al pokémon psíquico en el suelo, rompiendo el efecto.

Mira a Fiódor a los ojos por primera vez.

-Sie... Siento mucho ese arrebato... ¡Esta vez soy yo la papanatas! -Esboza una sonrisa en todo punto tosca y deja escapar una risita nerviosa de disculpa.

Fiódor esbozó una ligera sonrisa tras ver el cariño que desprendían aquellos dos. Pokémon y humanos, a veces se formaba un vínculo realmente fuerte y especial entre ambas especies... Yuki y Katsurou eran un claro ejemplo de ello.

Sin poder evitarlo, el chico miró momentáneamente al cielo, buscando a Farf con la mirada.

—No tienes nada que lamentar — dijo finalmente cuando escuchó la voz de la chica.

Quería añadir algo más, pero creía que... si lo hacía, podía volver a dar lugar a una situación comprometida. Así pues, guardó silencio y le sonrió mientras le miraba cariñosamente al rostro. A veces un gesto vale más que todas las palabras que se puedan decir... 

—Quizás deberíamos... seguir con la cena.

Acababa de recordar que apenas habían probado bocado... el próximo día sería un día duro, quizás era buena idea recobrar algo de energías. Además, aquella comida la había hecho Yuki, por lo que Fiódor no podía permitir que se enfriara sin probar un solo bocado.

-¡Un! -Afirma Yuki vigorosamente, empezando a recobrar la energía más propia de ella.

-¡Cruá! -Cuando Fiódor mira al cielo, Farf baja en picado aleteando con entusiasmo, como invocado por su simple mirada. Esw indudable: el vínculo con un pokémon puede llegar a ser tan intenso como con un hermano. El pájaro se posa en su cabeza, participando juguetonamente de su alegría, y a continuación la cena se reanuda, sólo un ligero eco de la tensión pasada en el ambiente, aunque en su mayor parte sepultado bajo comentarios conversacionales, sonrisas y los juegos con la comida de Katsurou y Farf.

Yuki parece sólo algo distinta: sonríe algo más que por la mañana, tiene algo así como un brillo en los ojos, las mejillas más rosadas. Parece más relajada y a la vez ligeramente nerviosa. Parece un poco más una chica de su edad (¿qué edad tendrá?) y un poco menos una especie de aspirante a samurai errante.

Fiódor sonrió al notar el contacto de Farf posándose sobre su cabeza a la par que extendía su mano para acariciarle suavemente el plumaje. Sin embargo, el muchacho rápidamente centró su atención en la cena y... en Yuki. ¿Cuántos años tendría? Era algo que nunca se había parado a pensar... quizás fuera más joven que él, al menos ésa era la sensación que tenía. Pese a todo, no se atrevía a preguntarle. Sabía que el tema de la edad era algo que no debía salir a colación en una cena a la luz de la luna. No era lo propio...

—¡Estaba todo muy rico! — soltó cuando terminó su plato —. Eres una cocinera experta, jaja.

Se sentía feliz... feliz a pesar del susto que se había llevado momentos antes. Quizás era gracias a ese susto por lo que ahora se sentía especialmente feliz, pues todo había sido solucionado y... había visto una parte de Yuki que hasta entonces desconocía. Nunca antes la había visto tan feliz como lo estaba ahora.

Así se quedó, pensando en aquello mientras la contemplaba medio ensimismado. Sin embargo, pronto cayó en la cuenta de algo... algo a lo que se le debía dar solución pronto.

—Yuki... ¿cómo puedo convencer a Celebi? Sé que le dije que sería capaz... pero realmente no lo sé. No sé de qué manera pueden convivir naturaleza y humanidad. Al fin y al cabo usamos a la naturaleza para saciar nuestro propio egoísmo...

-Bah, no es para tanto... Como vivo sola con Katsurou, tengo que apañármelas cocinando, ¡no vamos a comer pizzas congeladas todos los días! -contesta la chica desenfadadamente al primer comentario.

Al oír el segundo, sin embargo, se pone más seria, aunque aún cómoda y relajada.

-Yo... No lo sé. Parecías muy seguro cuando Celebi apareció. La verdad es que -sonríe- me has dejado admirada. Hm... -Deja vagar su mirada al frente, hasta acabar posándola en la luna, perdida en reflexiones sobre la cuestión que le plantea Fiódor-. "La utilizamos para saciar nuestro propio egoísmo..." Pero... Quizá haya un equilibrio... si sólo tomamos lo que necesitamos... O si, de alguna forma, reponemos lo que tomamos... -Mira a Fiódor. Su mirada es dura, pero esa dureza no va dirigida a él- Los trigaleños probablemente no lo entiendan. Pero la vida en Ciudad Iris es diferente. Aquí la gente tiene más contacto con la naturaleza. La vida aún sigue el ritmo que marcan las estaciones. Nuestras casas están hechas con lo que tomamos del bosque. Creo que para estas personas puede ser más fácil comprender que en algún lugar haya un límite. Un límite a lo que podemos tomar de esa naturaleza sin dar nada a cambio. -Luego añade-: En Ciudad Olivo no sé cómo será...

—¿Ciudad Olivo? — preguntó casi de forma refleja —. Bueno... en Ciudad Olivo tenemos mucho contacto con el mar por eso de estar junto a él. Para los pescadores, el mar es su vida. Uhm... Creo que sí, entienden que deben pescar para vivir, pero tratan al mar con sumo cuidado... algo similar a un hijo del que cuidar.

En ese momento, Fiódor alzó la mirada hacia el cielo y pensó en silencio durante un par de segundos. Finalmente volvió a mirar a Yuki y sonrió ligeramente. Sus ojos brillaban con gran determinación y seguridad en sí mismo.

—Tienes razón, quizás sí se pueda convivir con la naturaleza... tomando de ella pero sin llegar a dejarla extenuada, con ciertos límites. No sé cómo podré convencer a Celebi, pero daré lo mejor de mí por ello — su mirada, casi sin darse cuenta, bajó lentamente hasta centrarse en los labios de la chica. Sin embargo, el chico desvió la mirada de inmediato cuando fue consciente de ello, a la par que un intenso rubor aparecía en sus mejillas —. Gracias por ayudarme, Yuki...

-¡Sí! Pensémoslo bien y... Yo creo que podremos convencer a Celebi, encontrar un equilibrio. -Mira a Fiódor con los ojos brillantes, radiantes de admiración y entusiasmo, inclinándose hacia él. El brillo de sus ojos podrían ser dos estrellas más del cielo prístino de la noche.

Sonríe.

Fiódor devolvió la mirada hacia Yuki. Sus ojos brillaban con tanta fuerza que era imposible no sentirse realmente atraído por ellos. Es más, sin darse cuenta, el rostro del chico iba avanzando hacia el de ella lenta pero irrefrenablemente... Ni siquiera era consciente y... por extraño que pudiera parecer, salvo el rubor de su rostro, su apariencia era totalmente tranquila y relajada.

No fue hasta que sus labios estaban a tan solo unos centímetros de los de ella que salió de aquel extraño trance.

—Ehm... esto... ¡sí! — dio un respingo mientras retrocedía ligeramente. Su rostro enrojeció del todo y su mirada volvió a esquivar la de Yuki —. N-nos... ¡nos irá bien!

Por alguna razón, su tono de voz era más alto del normal. Además, un extraño calor comenzó a recorrer cada centímetro de su cuerpo, haciéndole sudar inmediatamente. ¿Aquello eran lo que solían llamar "la edad del pavo"? Sí, seguro que se trataba de eso...

Durante un momento, Yuki se queda parada, sin saber muy bien qué hacer. Finalmente, aunque roja como un tomate, frunce el ceño y masculla, sin poderlo evitar:

-Bésame, papanatas.