Partida Rol por web

Bert, Dugan y Harlan llegaron por fin en donde los caballos y el adiestrador debían estar aguardando, pero en su lugar se encontraron con el hombre jabalí agarrando y alzando al rey del abrigo y con Reinhard con cara de asombro.

Los caballos habían huido, al igual que el adiestrador y su último perro. A un lado quedaba el mozo de cuadra pero con un aspecto nada humano, el monstruo lo había arrollado. Habían accidentes de gente atropellada por caballos tirando de carros que terminaban en mejor estado.

El jabalí lo olisqueó de arriba a bajo y luego enseñó los dientes, dando a entender que parecía realmente furioso.

-¡IDIOTA! ¡HAZ ALGO! -Le gritó a su guardaespaldas.

Brujería, ciertamente. La transformación del animal dejó aún más aturdido al guardaespaldas. Sus armas no eran nada contra aquella abominación y su fuerza quedaba en ridículo ante la de aquella. No era un jabalí, tampoco un hombre. Era el hijo maldito entre ambos.

Al pasar a su lado Reinhard no hizo ademán de atacar a la criatura. Es más, viendo que la pesada hoja no haría mella alguna en aquel monstruo dejó caer su arma, que se clavó en la blanda tierra a sus pies.

- Es el rey de estas tierras: Sigurður, el Grande - respondió el hombre a lo que evidentemente no era una pregunta dirigida a él - Y yo soy su custodio.

Y dicho esto el guerrero se abalanzó sobre la criatura que le daba la espalda, colgándose de su cuello. No dejaría que aquello diese un paso más hacia su monarca. Aunque le costase la vida.

- Bert, Insultale! - Le dije al charlatán, tan pronto como vi al orco/jabalí de antes. Tenia al rey agarrado, y las armas no servian de nada... 

- Reinhard! Las armas no sirven! - Le grité al guardaespaldas. - Derribalo o algo asi! - Le aconsejé mientras corria hacia alla. 

Y dicho esto el guerrero se abalanzó sobre la criatura que le daba la espalda, colgándose de su cuello. No dejaría que aquello diese un paso más hacia su monarca. Aunque le costase la vida.

La valentía de Rainhard era admirable, pero su intento por inmovilizar al monstruo resultaban en vano. Parecía un niño de seis años colgándose del grueso cuello de un hombre adulto.*

Dugan contempló la escena patidifuso. El cambiapieles había atrapado al rey.  Lo tenía agarrado y lo zarandeaba como a un muñeco de trapo. Tenía que hacer algo pero las armas no le hacían daño. Solo quedaba hacer lo que Harlan decía: agarrarlo de algún modo.

-¿Sigurður? ¿El rey? -Preguntó sorprendido. -No es a ti a quién busco ¿Dónde está tu hijo? -Pero antes de que el anciano respondiera vio llegar a más entrometidos entre los que reconoció a Belt.

-Ya me responderás luego, tengo cuentas pendientes con tu bufón. -Tiró al monarca a un lado como si fuera un saco y se lanzó contra Belt a gran velocidad.

-¡Intenta esconderte de esta, bocazas! -Dijo después de golpear con sus sucios colmillos al bardo.

Nada pudo hacer frente a la arrolladora fuerza del orco cambiaformas, siendo lanzado un par de metros cuando le impactó. Aquello lo había dejado sin aliento o una respuesta elocuente.

Sabiendo que las armas convencionales no le hacian ningun daño... Se me ocurrió una idea. Tal vez el fuego funcionase. No teniamos gran cosa a mano. Pero tenia algunas antorchas en mi mochila, asi que saqué una y la encendí.

- Dugan... Las armas no funcionan, tal vez el fuego lo haga. - Le dije a mi compañero. -

Una vez encendida me acerqué empuñandola. No estaba demasiado seguro de que funcionase, pero no se me ocurria ninguna otra cosa.

- Bestia! Largo de aqui! O te quemaremos hasta reducirte a cenizas! - Le grité tratando de asustarlo. Aunque sabia que no tenia el don de gentes que tenia Bert, tal vez tuviera suerte. 

—¡Claro!— Respondió a Harlan. Buena idea pensó y repitió lo que había hecho el cazador. Empezó sacando una antorcha. Luego la encendió y fue hacia el jabalí. Se situó a un costado de Harlan. Eso le daría ventaja para el próximo ataque.

-¡Idiotas! ¡Vais a quemar el bosque! ¿¡La estupidez y los humanos vais cogidos de la mano o qué!? -Gruñó el hombre jabalí. -¡Si se os cae al suelo estamos todos muertos!

La bestia parecía imparable. Ni sus mejores esfuerzos habían conseguido ralentizar un ápice su avance. La criatura había conseguido zafarse de él con sorprendente facilidad. Por fortuna no parecía ser el monarca su objetivo y pronto el híbrido lo arrojó a un lado. Reinhard se aproximó a su custodia. Si bien el rey no era su presa éste había admitido que iba en pos de uno de los herederos. El guardaespaldas no podía permitir que aquel engendro saliese de allí con vida.

El fuego parecía haber puesto en guardia a la criatura. Si el acero no funcionaba probablemente aquellas teas sí consiguieran prender su pelaje. Reinhard dejó al rey Sigurður, tras comprobar que éste no había sufrido heridas graves en ningún sitio que no fuera su orgullo, y se aproximó a la bestia desde atrás. Era enorme. Pero cuanto más grande, más dolorosa la caída. El guerrero esperó su momento y, sin considerar su propia seguridad, saltó sobre su lomo.

Bert estaba en el suelo. Dolorido y golpeado por la bestia. 

- ¡Maldita bestia asquerosa! ¡Tus colmillos huelen peor que si los hubieses usado para tirar basura! - 

Acto seguido, rodó para levantarse del suelo, intentando alejarse de la criatura que sus compañeros comenzaban a rodear. Parecía que había posibilidad de acabar con el con fuego. 

La criatura estaba más enfadada por momentos. Pretendían intimidarla con fuego e incendiar un bosque para salvar a un anciano que se negaba a abdicar. Para colmo Rainhard seguía insistiendo en detener al monstruo y esto lo enfurecía aún más, si se que eso era posible. Mientras tanto Bert seguía con sus conjuros disimulados como insultos, causando un daño que no era visible pero si real para la criatura.

Por su parte el rey seguía congelado por el miedo, contemplando la escena subrealista que tenía lugar.

Tras el intento fallido de Reinhard por derribarlo este se colocó peligrosamente cerca del hombre jabalí, el cual le clavó otra vez el colmillo.

De repente de entre la espesura salió volando una flecha que se clavó en el cuello del monstruo. La mayor sorpresa para todos es que esta vez un arma mundana fue suficiente para abatir a la bestia.

-¡Me temo que esta vez la pieza es mía, padre! -El príncipe apareció con aires victoriosos y con el arco en la mano. A diferencia de su padre, él no necesitaba que nadie cazara por él.

Ante vuestros ojos, el monstruo empezó a mutar tras la muerte, retomando su aspecto "normal" y regresando a su forma humanoide de orco. A simple vista era como cualquier otro de los pieles verdes abatidos, pero con los colmillos más grandes y más belludo.

Un miembro de la escolta le dio la vuelta de una patada al cadáver y extrajo la flecha del cuello para devolberla al príncipe.

Aun con la antorcha en la mano, veo caer al monstruo de un solo flechazo. No deberia ser posible! Si le habia dado yo mismo justo en el corazon, y no sirvió de nada! Ni siquiera habia sangrado. 

- Gracias por vuestra ayuda, mi principe. - Le dije, haciendo una ligera reverencia. - Como lo hizo? Yo le acerté justo en el pecho y no lo hizo ni sangrar... - Le pregunté extremadamente curioso. Si el Principe sabia algo que yo no, queria aprenderlo.