Partida Rol por web

Parecía ser que tenían un plan. A la mañana siguiente se reunieron en el comedor de palacio para dar un repaso rápido a los planes y un bocado frugal para no empezar el trabajo con el estómago vacío.

La cosa estaba tranquila durante las primeras horas de la mañana. Aunque la familia real dormía hasta medio día, el palacio cobraba vida a partir de las seis de la mañana. Abbel tenía su propia rutina, y no debía explicación a nadie.
Se levantaba a las ocho y desayunaba en su dormitorio mientras repasaba su agenda y proyectos del día. Salía al jardín para cuidar y cosechar las plantas para sus fórmulas. Después de un paseo matutino se retiraba al laboratorio, en donde pasaba buena parte del día y sin pausa. Al igual que con el desayuno, comía a solas a las dos de la tarde y seguía nuevamente con sus estudios.

Cuando los príncipes eran niños estaba obligado a instruirlos y no disponía de demasiado tiempo para avanzar en sus investigaciones, pero ahora que estaba libre de esa "imposición" dedicaba cada minuto del día a su arte.

Bert se acercó a la puerta principal de Abdel, y llamó con los nudillos. 

Aquello le ponía en una situación complicada, desde luego...

- Buenos días. ¿Tiene un momento? -

Mientras Bert estaba con el alquimista en su laboratorio para entretenerlo, Hal y el resto se acercaron a sus aposentos a ver que podian averiguar. Aunque conocian su rutina y estaria lejos de alli todo el dia, era mejor que no los pillasen alli. 

El cazador probó a abrir su puerta, no fuera el caso que estuviera cerrada con llave. 

El alquimista no había llegado a viejo solo a base de brebajes especiales, era lo suficiente precavido como para cerrar su dormitorio al salir.

Trasteando un poco con el pomo de la puerta, un empujón por aqui, un tirón por allá, el cazador se las ingenió para abrir la puerta. Esperaba no haber roto nada para que el alquimista no sospechara nada. Sin abrir la puerta aun, miró alrededor para asegurarse de que no habia nadie observando, y, en caso de estar seguro, abrió un poco colandose en el interior.

- Vamos, vamos. - Les indicó a sus compañeros. 

- Buenos días. ¿Tiene un momento? -

 -Adelante, está abierto. -Respondió la voz de Abdel. Cuando Bert pasó el alquimista levantó la mirada de su escritorio y dejó de rasgar el papel con la pluma. En su sereno rostro se dibujaron unas sutiles arrugas de enfado al ver que se trataba nuevamente del comediante de la corte, dispuesto a molestar.

-¿Que dolencia tenéis hoy? De lo contrario, que la visita sea breve, estoy ocupado.

La puerta cedió sin problemas. Harlan casi parecía decepcionado, como si esperase alguna consecuencia instantánea por su delito.

La sala era bastante oscura, olía a incienso, aceites, perfumes y el olor de quién pasó toda la la noche y no ventiló el dormitorio.
Las cortinas estaban corridas y a duras penas se filtraba la luz del sol, pero en la penumbra se distinguían la forma de una larga y alta estantería con una gran colección de libros en el lado izquierdo de la sala y una cama ancha al lado opuesto a esta. Frente a vosotros, cruzando el dormitorio y cerca de la ventana, dos sillones forrados en terciopelo rojo y una mesita circular entre los dos lujosos asientos, con un par de copas usadas con restos de vino y un tablero de ajedrez dragón con una partida aún sin vencedor.

Haciendo un gesto disimulado a sus compañeros, Reinhard invitó a los demás a acceder a los aposentos. Él se quedaría en la puerta, vigilando la galería. Aunque todo aquello era por orden del rey el resto de miembros de la corte no verían aquella investigación con buenos ojos.

- Comprobadlo todo. Yo permaneceré fuera, por si alguien viene - explicó -. Si cualquiera se aproxima os avisaré con un golpe en la puerta.

Desenvainando su espadón y apoyando su punta sobre las losas del suelo, el guardaespaldas adoptó una postura vigilante y amenazadora. Una suerte que su estatus de guardián del monarca le permitiera portar armas dentro del recinto del palacio. Nada convencía más a los observadores fortuitos de no aproximarse que una hoja de acero de metro y medio.

- Espero que Bert no acabe sobre la mesa de autopsias - dijo más para sí -. No sería la primera vez que su lengua de plata le mete en problemas...

Asentí a Reinhart. Ya en la habitación me quedé asombrado con la colección de libros que tenia el alquimista. Ojalá pudiera quedarme a ojearlos y leer algunos... pero teniamos faena que hacer. 

Me puse a rebuscar por el cuarto, procurando no tocar nada para no dejar pistas de nuestra presencia en el lugar. Miré alrededor de la cama y debajo de ella, tal vez la reina se habria dejado alguna prenda o joya por ahi de casualidad. También observé bien las copas. Parecía que el alquimista habia tenido visita hacia poco. ¿Habria restos de maquillaje de la reina en la copa? 

Dugan se escurrió dentro de la habitación siguiendo a Harlan. La habitación estaba prácticamente a oscuras. Había dos copas allí. Encima de la mesa. También un juego de ajedrez. No todo el mundo es aficionado a ese juego. ¿Quién había estado jugando con el alquimista? ¿La reina?   No se imaginaba a su majestad escabulléndose hasta los aposentos de su amante para jugar una partida, la verdad. De todas formas, había que enterarse si ella era aficionada a ese juego. 

No revuelvas nada le dijo a Harlan No debe notar que alguien ha registrado su habitación. Añadió y después se puso a buscar algún tipo de vista teniendo claro que lo más importante de todo era no dejar ningun tipo de rastro ni señal del allanamiento.  

Harlan se inclinó ante la copa, intentando ver a contraluz pero sin tocarla. Había marcas de labios, pero no de carmín. Por lo visto la botella fue compartida con un hombre durante la partida.

Dugan no notó nada fuera de lugar con su superficial investigación, debería enfocarse en cada elemento del mobiliario.

- Parece que compartio un vino con alguien... Creo que un hombre. - Le comentó Harlan su poco util hallazgo a Dugan. El cazador se fijó en el tablero de ajedrez, tratando de elucubrar quien iria ganando. No era ningun experto, pero habia jugado algunas veces. 

Por el aplastamiento más visible del asiento de terciopelo rojo, Harlan se hizo una idea de cual era el sitio por el que el alquimista tenia preferencia. Partiendo de esa idea, empezaba su oponente con las piezas blancas. Contó las piezas arrebatadas por cada uno y se imaginó las jugadas. Abdel conseguiría el jaque en tres movimientos, pero su oponente lo vencía en solo dos. Parecía imposible que existiera alguien más inteligente que Abdel, pero así era... ¿O quizás se estaba dejando ganar? Eso ya era indagar en la mente y el tablero no revelaría ese detalle tan personal.

Bueno pues parece que la reina no compartió alcoba con Abdel. Al menos no anoche. Ya se imaginaba Dugan que la reina no iba a escabullirse arriesgando su bonito y delicado pescuezo para jugar una partida de ajedrez con el alquimista. La ausencia del carmín en la copa lo confirmaba 

De todas formas y ya que estaban allí arriesgando sus propios cuellos, tenían que agotar todas las posibilidades así que Dugan empezó a registrar la habitación teniendo mucho cuidado de no revolver nada y de dejar las cosas en el sitio en el que estaban para no alarmar a Abdel.  

- Parece que Abdel iba perdiendo... - Comentó Harlan. - No conozco nadie mas inteligente que el alquimista en el castillo...

El cazador dudaba que pudiera sacar nada mas de la partida de ajedrez, asi que fue a revisar la estanteria. Tal vez encontraria algo de interes allí. 

Nuevamente fue Harlan quién encontró una nueva pista, si se podía considerar como tal. En la perfectamente ordenada estantería faltaba un libro, dejando un claro espacio entre los muchos tomos sobre mitos, leyendas y ocultismo ¿Un tomo prestado, quizás? ¿Pero cual?

Harlan comunicó su inutil hallazgo a su compañero. Faltaba un libro... Prestado tal vez, o se lo habria llevado al laboratorio. Imposible saber de que iba, aunque alrededor de ese hueco eran libros de mitos, leyendas y ocultismo. Tal vez uno sobre licantropos? A saber. 

El cazador se dedicó a revisar lo ultimo que no habia revisado. La cama. Cada vez tenia mas claro que no iba a encontrar nada significativo, pero aun asi era concienzudo en su trabajo. Miró incluso por debajo.