Partida Rol por web

Baronetti no comprendía como los demás no podían ver la sangre. Miró nuevamente los muros y se frotó los ojos. ¡Él tampoco la veía! Contempló el filo de su cuchillo lleno de tierra... pero sin rastro de sangre.

Baronetti miró su cuchillo de nuevo, y al comprobar que era tierra, su rostro cambió.

Comenzó a reir.

Era una risa floja, como la de cualqueir niño de uno o dos años, producida por cualquier nimiedad. Para Baronetti, el simple hecho de no ver ahora la sangre a borbotones, era un alivio, pero también una grave cuestión para su entendimiento.

-Ja ja... ja, ja... ejem... ja ja -decía mirando fijamente su cuchillo envuelto en unos gramitos de tierra. Definitivamente, sus compañeros creyeron que estaba comenzando a perder el juicio, pues así lo entendía el propio soldado, cuya risa procedía de esa misma sensación: la incredulidad de la pérdida de la razón.

Acto seguido, aún con el cuchillo cerca de su cara, tomó la pastilla, escuchando las palabras del sargento con un semblante bondadoso, propio del niño que Baronetti, en el fondo, llevaba dentro. Asintió a Maverick, y derramando la poca tierra de la hoja de su cuchillo, giró su muñeca hasta tomar la píldora. Casi le corta al guaperas de Maverick con la hoja...

Después se puso la pastilla en su boca.  Sin embargo, su garganta no hizo ningún gesto, su nuez ni siquiera se movió. Esta vez no tragaba saliva, tampoco. Ahora Baronetti comenzó a pensar en sus adentros:

-Una, una, una pa, pa, paaastilla.... ¡una pastilla! Ja ja, no... Jaja, jaja, pe... pero ¿cómo? No... no... no estoy loco... ¡Sh....Sar.. sargento, no, no, no estoy lo...ll....loco!

Su cabeza, para la sopresa de sus compañeros, negaba. Negaba rotundamente, con amplios movimientos rotatorios. Para Baronetti tenía sentido, para sus compañeros, al verle, ninguno...

-¡una past...illaaa!, una maldita pastilla... Ja, ja... Ja, ja...

Y sus ojos comenzaron a abrise.

Su mirada, colocada sobre Maverick, era ahora un poema: abierta, siniestra, demoledora.

Seguidamente, fruto de la presión en sus pensamientos, soltó su arma, (más bien la dejo caer inconscientemente), quedando encallada en el barro por la parte posterior; movió su boca, como buscando en ella la "maldita pastilla", hasta que, finalmente, mientras todos sus compañeros miraban sus extraños espasmos, la escupió al barro, con la cabeza apuntando a sus botas, quedando pegada y desecha en el suelo, al lado de su arma.

Por último, volvió a mirar a Maverick; continuaba con esa mirada aterradora, y ahora, para nueva sorpresa, sus dientes rechinaban, y su sonrisa tenebrosa esbozaba una desquicia propia de un paciente de psiquiatrico.

Luego se tiró contra Maverick. Los cogió por las solapas de su uniforme, teniendo aún el cuchillo en sus manos (sin, por supuesto, amenazarle con él, pues simplemente se había olvidado de que aún agarraba esa gran hoja). La mochila de Baronetti, al igual que la de Maverick y todos sus artilugios a cuesta zarandearon entre sí, y se escuchó algún ruido metálico de algunos objetos. Baronetti movió un poco, hacia detrás y hacia delante, las manos firmemente agarradas a esas solapas, y el cuerpo de poca consitución del pobre Maverick, para su sorpresa, comenzó a agitarse.

Después lanzó un grito estrepitoso, inverosímil, mientras cambiaba el rechinar de sus dientes por sonrisas de demente, de perturbado, y de nuevo, dientes rechinantes.

Mientras lo zarandeaba, Baronetti le dejó clara una cosa (al margen de las represalia de sus dos superiores allí presentes):

-¡¡No quiero ninguna puta pastilla, joder!! ¡¡¡No estoy locooooo!!! -esta vez no tartamudeó, más bien escupía pequeños "perdigones en la cara de su compañero" Denotaba alguna especie de trastorno personal, aunque nada diagnosticado... si no, no había explicación para ello.

Era el segundo grito que daba, desde que acribilló a balazos a uno de aquellos "siniestros monos electrónicos". Seguramente, bien le valdría un consejo de guerra si sobrevívía...

Ante la incrédula mirada de todos, Baronetti titubeó y en el último momento escupió la pastilla que Maverick le había dado.

Mierda... no me jo...

Fue todo lo que le dio tiempo a pensar al cabo Morriset, antes de que el novato se abalanzara sobre su compañero y empezara a gritar como un poseso. Morriset no se lo pensó. Lo primero que hizo fue correr y sujetar el brazo con el que el soldado sostenía el cuchillo. Lo último que necesitaban ese día era que el muchacho hiciera alguna tontería irreparable.

- ¡Baronetti! ¡Cálmate, joder! -decía mientras forcejeaba- ¡Tranquilo!

Miró a los demás, con la esperanza de que le ayudaran a separar a aquél pobre chico de Maverick antes de que todo el Vietcong cayera sobre ellos por sus gritos.

Poniendo los ojos en blanco, el sargento corrió a la ayuda de Morriset, atrapando el otro brazo del soldado fuera de control y alejando su arma de fuego con el pie. Obviamente, no tenía más preparación psicológica que la del adiestramiento (esa en la que alguien con pinta de cabreo perpetuo te gritaba que eres una mierda), así que su reacción seguramente no sería la que recomendaría un psicólogo mientras fuma su pipa al lado de su diván, pero que coño, eso era Vietnam.

Tomó la cara de Baronetti con una mano mientras con la otra bloqueaba su brazo para obligarle a que le mirase e intentar acaparar su atención mientras le decía unas duras palabras.

- Mira chico, sí, estás loco, pero eso, a mi, no me importa. Lo que si que me importa es que estás gritando en medio de territorio hostil, poniendonos en peligro y jodiendo esta puta misión. Y si pones a mis chicos en peligro me jodes. Y si jodes la misión tambien me jodes. Así que me estás jodiendo dos veces... Y no me gusta que me jodan ¿comprendes? Así que si no te callas y te tranquilizas te daremos otra pastilla, pero de plomo. ¿Estamos?

Mav no pudo creer lo que acontecio. El chico se le tiro encima y solo pudo bloquear los manotazos en medio del revuelo de brazos y piernas. Lo unico que vio fue la cara de desesperacion y su casco volar por los aires. Tras hundirsele la cabeza en el barro y volver a levantarla, vio como el sargento le echaba un rapapolvo a Baronetti y al cabo sugetandole.

Intento zafarse, pero la mochila y su M60 pesaban demasiado para poder maniobrar bajo Baronetti, asi que decidio intentar calmarlo tambien.

-Baronetti calmate! solo es un relajante, no una pastilla de loquero! JODER! QUITATE DE ENCIMA COÑO!!!

Finalmente con el sargento y el cabo agarrandole, logro deslizarse  poco a poco, quedando este cubierto de barro casi por completo.

El "Crio" habia sucumbido a la presion. No habian tenido tiempo de analizar y digerir lo ocurrido durante el dia y finalmente se habia derrumbado. Por otro lado, quizas no estaba loco, al menos no del todo, quizas Baronetti pudiese "ver" lo que el sentia. Habia gente, segun le conto su abuelo, que podia ver mas aya del mundo material, igual que el sentia mas aya del plano material, la unica diferencia es que usaban otro sentido para ello. Quizas cuando se tranquilizase, deberia de hablar con el a solas, ya que los demas no le entenderian y en caso de ser cierto, ayudarle a comprender lo que veia.

Se dirigio a por su casco y permanecio al lado de los demas mientras Baronetti miraba fijamente al sargento, como dilucidando quien era el que le hablaba y si debia obedecer.

La cara de "sonrisa" del chico era espeluznante. Su mueca indispuesta provocaba gran asombro entre los compañeros. Baronetti, ante las palabras del sargento y las réplicas del cabo, cesó en seco. No dijo nada, pero comprendió perfectamente la situación que Mills le había planteado.

Acto seguido, con esa mueca en la cara, tras incorporarse, guardó su cuchillo se acecó a Maverick (se puso frente a frente) y su semblante ahora fue serio. Luego triste. Después se echó a llorar. Comenzó a gimotear fuertemente mientras le colocaba y atusaba las solapas de la chaqueta de su compañero, y le limpiaba vagamente el barro de sus hombros y sus brazos.

Parece que a Maverick no le importaba. Luego le soltó y entre sus gimoteos se pudo escuchar lo siguiente:

-L..o....s...siento ss... s...sargento... -tragó saliva. Lo ss.... (sniff..!) siento, Maverick...

Acto seguido miró su arma, la cogió del barro, pues estaba "encallada", y agarrándola firmemente dijo:

-No v... vo... volverá a ocurrir.... señor.

Y mirando al frente, no a ninguno de sus compañeros, sino con la mirada perdida, quedó quieto en el sitio, como a la espera de nuevas órdenes (continuar, cubrirse, retroceder..). Tampoco miraba la pared. Eso nunca, sólo al frente. Su mandíbula ahora temblaba sin parar, sin poder contenerse, al intentar hacer desaparecer las lágrimas que aún le salían de sus ojos con un tinte rojizo...

El cabo Morriset observó la escena y se sorprendió al sentir cierta compasión por Baronetti. Finalmente, se había derrumbado. El cabo siempre había temido que ese momento llegaría, pero había que reconocer que el día estaba siendo tan nocivo para la cordura que no le sorprendía que la mente del chico hubiera acabado por venirse abajo. En realidad, todos estaban al límite de sus fuerzas, tanto mentales como físicas. Por lo menos, él lo estaba...

Se echó el casco hacia atrás y miró a Mills, que seguía con la vista fija en Baronetti y una mueca de furia en el rostro. Luego echó la cabeza hacia atrás y miró al cielo, que oscurecía.

- Sargento... creo que tendríamos que comprobar que la zona es segura y descansar un poco. Todos estamos cansados y eso acabará siendo peligroso.

Luego caminó despacio hasta ponerse al lado de Baronetti, que seguía hipando con mirada triste. Le dio dos cachetitos de camarada en la mejilla y le obligó a mirarle, cogiéndole de la nuca.

- ¿Sabes qué, chico? Yo también he odiado este lugar nada más entrar... Pero nos ofrecerá cobertura para que podamos estar tranquilos unas horas. Luego te encontrarás mejor, ya lo verás. Todos nos hemos sentido como tú en esta jungla, pero se te pasará. Haz caso a Maverick y tómate un tranquilizante, te ayudará...

Se volvió hacia el soldado Maverick, y le hizo un gesto de asentimiento.

- Y seguro que otro no me viene mal a mí... -agregó limpiándose el sudor.

Bings no entendía lo que acababa de ocurrir, no entendía lo que era aquello…, no podía morir otra vez… o si? Que se supone que el fantasma le había querido decir, que se supone que estaba ocurriendo en esa jodida jungla.

Los gritos de Baronetti lo sacaron de sus pensamientos, algo ocurría, algo grave ocurría, justo cuando volteo se topo con una desconcertante escena, su pelotón peleaba entre si o mas bien contra Baronetti el cual parecía haber perdido la razón; -ya venia siendo hora- pensó Bings para si pues ya estaba harto de escucharlo cantar.

Bings sabia que tenia que hablar con el sargento, las cosas estaban muy mal y algo tenia que hacerse, la situación no le gustaba nada; así que en cuanto el embrollo con Baronetti se disipo Bings se dirigió hacia el sargento.

Paso a lado de sus compañeros sin mirarlos prácticamente, sin embargo no pudo evitar murmurar unas cuantas cosas  -jodidos blancos si no están matándose entre ellos se estar drogando juntos, si no están lloriqueando están cantando-

Se aproximo al sargento sin importarle la reacción de los demás.

-Sargento, sargento…, creo que deberíamos salir de aquí, si, eso será lo mejor, esta situación apesta mierda y mire que mi barrio apestaba mal; dejémosle esto a los de arriba que ellos vengan a investigar que sucede aquí, además nadie sabe si sobrevivimos al incidente, deberíamos ir a reportarnos antes, luego podríamos volver con mas gente-

El sargento se giró ahora hacia Bings con gesto cansado. Parecía que era su día de mala suerte.

- Mira chico, este sitio me gusta tan poco como a ti, vuelve locos a mis chicos pero... si conozco al coronel, te puedo asegurar que como no exploremos esto a fondo nos mandará a un sitio peor. Y si crees que no hay algo peor es que no conoces al coronel. Y no creo que quiera vernos volver solo con la feliz noticia de que seguimos vivos. - Suspiró - Lo que si que creo es que si volvemos con las ordenes cumplidas y no la cagamos, después de esta mierda nos sacarán de Vietnam.

Paseo la miradá por sus hombres, intentando que captasen el mensaje.

- Cuanto antes acabemos de mirar esta mierda de sitio, antes volveremos. Vamos, no quiero pasar aquí más tiempo del imprescindible. En marcha.

Sin dar un segundo para más réplicas, se puso en movimiento hacia los establos, almacenes o lo que carajo fuera. De manera mecánica, desenfundó el ithaca antes de acercarse demasiado. Tal vez por precaución, tal vez por prudencia.

Mills tomó la iniciativa adelantándose hacia la parte trasera del templo. Llegó a los restos de los muros rodeando la estructura principal, por lo que aprovechó para echar un ojo hacia el lateral. La muralla continuaba rodeando el templo por atrás y luego giraba. No parecía haber nada en esa zona aunque con un gesto le indicó a Morriset que cubriese ese área. Bings venía un poco más atrás, refunfuñando, mientras Baronetti comenzaba a andar al lado de Maverick, que cubría las espaldas del grupo.

Al llegar a la zona que conformarían, según Morriset, los establos Mills echó un vistazo al interior. La mayor parte de los muros se habían desplomado y la maleza devoraba el interior. El sargento estuvo a punto de dar por concluida la exploración cuando un brillo metálico le llamó la atención. Entre la maleza advirtió algo que parecía una superficie ovalada de metal, sepultada entre el verde de la jungla.

Bings estaba muy consternado, se esperaba la negativa, pero no se la esperaba tan tajante. El sargento ya le había dado la espalda y avanzaba con los demás por lo que los siguió y lleno de coraje al notar que el sargento se había detenido a observar algo avanzo a este para dirigirle la palabra de nuevo.

-No pienso entrar allí sargento, algo anda muy mal aquí y si seguimos adelante no sabemos con que podríamos encontrarnos, demos la vuelta y traigamos a alguien mas capacitado sargento- Sabia que eso no seria suficiente convencerlo y esto lo estaba desesperando.

-Joder Sargento había un maldito fantasma de mierda allá atrás- Sabia que esto ultimo no debería haberlo dicho pero no pudo contener mas su frustración.

Mav comenzo a extrañarse. ¿Bings hablando de "fantasmas"? ¿Acaso el fin del mundo estaba cerca? Bings no era de ese tipo de personas, si habla sobre algo suelen ser quejas de la "supremacia" blanca que oprime a los negros, no sobre fantasmas. Miro hacia Bings, luego a Baronetti y se preocupo aun mas. habia fuerzas oscuras que jugaban con ellos, y eso no le gustaba porque conocia el poder que podian desatar.

Al ir en retaguardia con Baronetti y ver que los demas estaban entretenidos con algo ahi delante, no pudo resistir la tentacion de halar con el.

-Hey "Chico"- Dijo entre susurros sin que los demas oyesen- No te preocupes por lo de antes, esta olvidado

Le guiño un ojo

-Lo que viste antes... ¿Lo habias visto alguna otra vez? cosas que no concuerdan, que parecen imposiles, que no tienen sentido o razon de ser en este mundo. No temas contarmelo, no te tachare de loco, ami me pasan estas cosas. Tu sabes que cuando algo malo va a ocurrir siempre logro salir relativamente bien, que es como si presintiese los peligros, a mi me avisa "Ella"- Dijo agarrando el colgante y frontandolo con el pulgar- Vela por mi. Es dificil de explicar...

El sargento reprimió una sonrisa al ver la cosa metálica. ¿Sería eso lo que había venido a buscar? Si lo era no tendría que permanecer más tiempo en ese templo. Repasó mentalmente las explicaciones que le habían dado sobre lo que había ido a buscar. Si encajaba con aquello... maldita sea, incluso se podría ahorrar entrar en el templo, algo que no le hacía ninguna gracia, vista la influencia que tenía en sus hombres.

Visto el cacharro de metal, Mills sacó el machete y empezó a cortar maleza alrededor, poniendo cuidado de no tocarlo. Por lo que sabía incluso podía tratarse de una mina de forma extraña. Sea como fuere, tambien podía ser un invento ruso o vete a saber que mierda.

Mientras cortaba vegetación, el sargento preguntó a sus hombres, a pesar de estar casi seguro de la respuesta.
- ¿Puede explicarme alguien qué es esto? ¿Es... sumerio?

Mills maldijo el secretismo que rodeaba siempre aquellas operaciones. Sus superiores sólo le habían dicho que cuando encontrase su objetivo se daría cuenta inmediatamente y se negaron a dar más detalles. También era cierto que dijeron que lo encontraría dentro del templo pero ¿acaso aquel trozo de metal no estaba dentro de las murallas del templo?

Cuando hubo cortado suficiente maleza a su alrededor Mills abrió la boca. Pero esta vez no lo hizo para preguntar nada. La abrió, al igual que los demás, por puro asombro de lo que había despejado.

Lo que había descubierto en medio de la maleza no era sumerio. Eso hasta Bings podía contestarlo. Lo que tenían allí, enterrado en medio de los matojos, era un jodido ¿astronauta? Desde luego parecía uno de esos trajes que se llevaban en las misiones espaciales. Todos habían visto alguno en la tele y se decía que este mismo año los americanos pisarían la superficie lunar*. Pero aquel era más raro: era todo de metal, como una armadura, y la escafandra - que era lo que Mills había descubierto - era anormalmente grande. Claro que no era una armadura: el metal era extraño, flexible, como aluminio... El Sargento no estaba seguro de querer desenterrar el resto del cuerpo porque lo que estaba viendo hasta el momento no parecía tener unas medidas muy normales.

Era lo que faltaba: ya tenían alucinaciones y fantasmas... un puñetero alienígena sería el colofón perfecto para toda aquella locura.

- Joder, genial... -dijo Morriset nada más ver el último regalito que se habían encontrado-. Pues no, sargento, eso sí que no es sumerio...

El cabo miró alrededor, nervioso. Aquello empezaba a volverse muy siniestro, demasiado. Cualquier esperanza de una explicación lógica y sencilla se desvanecía con una rapidez asombrosa, y Morriset sentía como si a su alrededor todo estuviese conspirando para volverles locos. Incluso llegó a pensar que podía tratarse de una jodida prueba psicológica, de esas que tanto le gustaban al Departamento de Defensa. Pero no, en el fondo sabía que no tendría sentido hacer eso. Y además... además estaba lo otro. Pronto tendría que compartirlo con el grupo.

- ¿Hay algo dentro? -preguntó en relación al traje que acababan de encontrar, tratando de calmarse.

No, definitivamente eso no era lo que estaba buscando. Si los jefazos querían un cadaver de alien sólo tendrían que ir a Laos... pero eso no hacía sino confirmar que estaban en la pista buena. Ahora sólo tenía que hacer que sus hombres aguantasen la presión que el lugar y la situación les estaba imponiendo.

Con una media sonrisa amarga tras su descubrimiento, el sargento se volvió hacia Morriset.
- Creo... creo que no queremos saberlo. - reprimió un fuerte deseo de patear la escafandra.

Sabía como casi todo el mundo en Vietnam a qué olían los muertos al cabo de unos días y, desde luego, no quería descubrir a que olía un astronauta muerto hacía mucho. A parte de que sin tener mucha idea de química o de biología sí entendía que podía ser peligroso descubrirlo...