Pec, Miercoles 24-Abril-1996, 7:42 PM. Universidad, Despacho de Senka Njego
Hacía casi un par de horas que la noche había caido sobre la pequeña ciudad serbia, pero Senka aún continuaba en su despacho, afanada en poner orden al caos que se había adueñado del mismo.
Dos docenas de cajas apiladas en un rincón, cuatro arcones de madera, de considerable tamaño, prácticamente bloqueaban la única puerta de entrada, y para completar la escena, una pila de folios impresos, en los que se detallaban los contenidos de los bultos, gobernaban la sencilla mesa sobre la que la chica se encontraba sentada.
Hacía frío, seguramente a Vadjana se le haya olvidado volver a conectar la calefacción, que estaba programada para que se apagara a las seis, cuando solía terminarse el horario lectivo. El mes estaba resultando invernal, y las noticias habían anunciado una fuerte ola de frío para todo el este europeo.
La pequeña ventana le ofrecía una agradable vista de los jardines del campus, en la parte con la que se juntaba con el bosque, y a pesar de ser una planta baja y estar algo alejada del aparcamiento, compesaba con la tranquilidad que se respiraba. Incluso, cuando el tiempo era bueno, permitía algunas licencias en forma de agradables paseos. Pequeños placeres que no todo el mundo podía disfrutar desde otros despachos más nuevos y grandes. Es verdad que al suyo le faltaba una mano de pintura, y que tenía que arreglar el chirrido que hacía la ventana cuando se abría, pero era detalles soportables.
Un par de golpes sonaron en la puerta, que se entreabrió al no estar cerrada ¿Senka Njego? preguntó una voz al otro lado Estoy buscando a la señorita Senka Njego, me dijeron que la encontraría aquí no tardó mucho en ponerle rostro.
Pelo canoso, discreto bigote del mismo color, funcionales gafas que ocultaban unos ojos que recorrían asombrados la habitación, pues fuera, junto a la puerta, cuatro juegos de caballetes se apoyaban en la pared, pero es que resultó imposibles dejarlos en otro lugar. Vestía con un elegante traje gris oscuro, y portaba una cartera de piel marrón.
Senka no recordaba haberlo visto en su vida.
El dolor de cabeza que arrastraba desde que se duchó temprano no terminaba de amainar. Sabía que no iba a desaparecer fácilmente, así que ni se molestó en automedicarse.
El desconocido esperó pacientemente a que Senka terminara de abrirle espacio, en ningún momento hizo ademán alguno de ayudarla, se limitó a seguir distraídamente sus movimientos hasta que por fin le fue indicado que entrara en la estancia.
Antes de sentarse, buscó con la mirada un lugar donde depositar la cartera, y tras alguna duda, le puso justo delante de él, sobre la mesa, intentando no situarla sobre ninguno de los abundantes papeles que descansaban por allí. Después se sentó en la silla, en el borde de la misma, con la espalda recta y sin tocar el respaldo.
Mi nombre es Ivan Lazovic, y soy el abogado del señor Misimovic ese nombre le sonaba vagamente, alguna vez había oído hablar de él, pero simplemente de modo referencial. Se trataba de un notable coleccionista de arte, de los más importantes de Yugoslavia, sobre todo cuando se hablaba de la época bizantina Tal vez nuestros esos nombres no le digan nada, pero... comenzó a desabrochar las pequeñas correas de su cartera, y tras unos segundos, extrajo de ella una carpeta de color marrón claro, que dejo sobre la mesa, a mitad de camino entre ambos.
El señor Misimovic, desgraciadametne, falleció esta misma mañana, y en su testamento, indicaba que se contactara con usted con la mayor de las celeridades, de ahí el motivo de mi visita
Carraspeó y se ajustó las gafas empujándolas con el dedo indice justo en el centro de las mismas, para clavar la mirada en los ojos de la chica, dándole tiempo para que fuera asimilando sus palabras, ya que la notaba cansada, aunque a decir verdad, su día tampoco había sido sencillo.
El motivo, aunque detallado en los folios que tiene usted delante se los acercó, ahora si, a la posición de Senka no es otro que el último deseo del señor Misimovic, de que se desplazará usted a Dacijaj, el que era lugar de residencia del fallecido abrió entonces la carpeta, tras obtener el permiso de la chica, y señaló un sobre de color marfil, con su nombre escrito en él.
Se permitió entonces el pequeño lujo de recostarse ligeramente, dotando de algo más de intimidad, para permitirle leer la carta, ya que era una de las prioridades que le habían asignado.
Querida Senka
Me hubiera gustado poder conocerte, pero hice una promesa que no podía romper, sólo la muerte puede liberarme de ella, y es ahora, cuando mis huesos descansan sobre la fría tierra, y mi alma vaga entre dos mundos, el momento en él que puedo dirigirme a tí.
Tú, pequeña, eres sangre de mi sangre, mi desconocida nieta, mi amada niña en la distancia. No sabes cuanto siento no haber compartido contigo mi tiempo, pues teníamos tantas cosas en común.
Unas simples líneas no bastan para que puedas hacerte una idea de lo parecidos que somos, por eso me gustaría que fueras a mi casa, que veas lo que ha sido una buena parte de mi vida, y que continues con ella si eso te place.Allí me entenderás mejor.
Todo lo que hay en ella será tuyo si así lo deseas.
Un beso mi pequeña.
Siempre te he querido, tú abuelo, Zvjezdan.
La carta estaba escrita a mano, tinta negra y una esmerada caligrafía.
Tirada: 1d20(+5)
Motivo: Conoce a Misimovic
Dificultad: 18-
Resultado: 2(+5)=7 (Exito)
Tirada: 1d20(+10)
Motivo: Dacijaj?
Dificultad: 15-
Resultado: 16(+10)=26 (Fracaso)
Estaba intrigada, para que negarlo, observó discretamente los gestos y ademanes del señor del bigotito, casi divertida por la antigüedad de los mismos, pero duró poco, hasta que se enteró de que era abogado de un coleccionista.
El gesto de Lazovic no se alteró cuando Senka volvió a mirarle, únicamente volvió a ponerse tieso sobre su asiento, tenías las manos dejadas caer sobre sus propios muslos. Le había parecido descortés observar a la chica mientras leía lo que presuponía una carta personal, así que se había dedicado a observar el exterior a través de la ventana.
No estoy seguro de ser la persona más indicada para contestar a sus preguntas señorita Njego volvió a carraspear, aclarándose la voz, estaba algo oxidado desde que había dejado el juzgado, pero era una decisión de la que no se arrepentía en absoluto.
Aún así, intentaré aclararle brevemente algunos aspectos relativos al señor Misimovic, con el fin de ayudarle en lo que me sea posible esperó a tener la conformidad de la mujer que tenía enfrente, para continuar posteriormente
El señor Misimovic, es viudo desde hace treinta y ocho años, y sólo tiene un hijo, se detuvo un segundo, buscando una palabra adecuadad “reconocido”, el señor Mirsad Misimovic, el cual, al igual que usted ha sido avisado para la lectura del testamento que tendrá lugar en su propiedad pasado mañana señaló la carpeta Viene todo ahí
Calló, se alisó con suavidad la corbata, y comenzó de nuevo a hablar Con respecto a las otras preguntas, debo decirle que desconozco el contenido de la carta que acaba de leer, así como los posibles lazos familiares que compartiera usted con el difunto señor Misimovic si le sorprendió la revelación de Senka, no lo dejó entrever, pues durante años, su profesión se había basado en no transmitir nada que él no quisiera transmitir, pero en su fuero interno, no pudo evitar preguntarse que lío se había traído entre manos Zvjezdan y aquella chica.
Senka esperó a que terminara de hablar para bajar la vista a la misteriosa carpeta. Para ese momento el corazón ya danzaba a toda velocidad.
Toda la información parecía similar en el vistazo preliminar, folios pulcramente redactados, sobrios y aburridos para alguien no estuviera adecuadamente versado en derecho. No había grandes “titulares”, solamente una ingente cantidad de intrincadas palabras legales que nada aclaraban con tan breve atención.
Lazovic se removió, incómodo, ante las preguntas que recibía por parte de Senka, que mayor se sentía, antiguamente le habría sonreído, y con la soltura de un tele predicador le había explicado los motivos por los que no podía contestar a sus preguntas, que a ojos de la joven, hubieran resultado absolutamente confusos, pero convincentes.
Lamento nuevamente no poder satisfacer su curiosidad señorita Njego, pero esa información no puedo revelarsela
No añadió nada más, mantuvo la mirada en los ojos de Senka, entrelazando los dedos de la mano de una manera formal.
No tiene que darme una contestación, mi trabajo consistía únicamente en entregarle la información percibía las dudas de la muchacha, totalmente razonables, lo contrario hubiera sido lo extraño pero si finalmente decide aceptar, será un placer preparar su viaje y alojamiento en Dacijaj introdujo una mano en el bolsillo interior de la chaqueta, y extrajo una tarjeta de color blanco, que depositó con suavidad sobre la mesa.
Es el número de mi despacho, si no me encuentro allí en ese momento, deje el recado a mi secretaria, la señorita Radja
Dentro de que el hombre no le estaba solucionando prácticamente nada, por lo menos era muy correcto. Eso sí se lo agradecía. La segunda pregunta no le extraño que quedase sin respuesta, pero de la primera un poco. Y no le hizo ninguna gracia, porque si hubiese tenido que elegir, esa era la información que quería obtener antes de ir al lugar desconocido, Dacijaj.
El señor Lazovic se incorporó de manera casi simultánea a la de Senka, se alisó la corbata, que rebelde intentaba escapar de la abierta chaqueta del abogado, y sonrío con soltura y elegancia a la, para él, joven mujer.
Dacijaj es un pequeño pueblecito que se encuentra a unas dos horas y media de camino, en condiciones óptimas, pues se encuentra perdido entre las montañas, y con el tiempo que estamos teniendo últimamente y el que se avecina, las carreteras de la zona dejan mucho que desear
Se permitió la pequeña licencia de dar su opinión personal, algo que no solía hacer sin la petición de su cliente, además, se justificó, así advertía a la chica que no podía confiarse con respecto a la hora, ya que dudaba mucho que Mirsad se alegrara de la presencia de una competidora por la herencia de su padre.
Por supuesto que puede llevar a quien desee
Volvió a cerrar el maletín, con la misma eficiencia y pulcritud con la que lo había abierto, un gesto mecanizado que le ayudaba a pensar en la despedida, aunque este caso, distaba mucho de los que antiguamente solía tratar.
El viernes a las ocho en punto de la mañana, en la mansión del difunto señor Misimovic
La sonrisa desapareció, volvió a adoptar la pose profesional al tender la mano a Senka, estrechándosela con la fuerza justa ,esbozando una paternal mirada, llena de complicidad.
Se que esto debe ser bastante raro para usted, pero le aconsejo que intente ver el lado positivo de la situación comenzó a recular en dirección a la puerta, pues el breve comentario no tenía por objeto continuar, ya que eso, seguramente, hubiera incomodado a la muchacha. Se detuvo al llegar a la puerta tras esquivar nuevamente las cajas.
Y siento lo de su abuelo
Se despidió de manera cortés, con una pequeña inclinación de la cabeza, y abandonó el despacho, dejando a Senka de nuevo en soledad, mientras se preguntaba como hubiera él encajado la noticia poniéndose en el lugar de la joven.
El hombre se había ido, seguro que muy satisfecho de su propia actuación, esa mezcla entre indiferencia, saber estar y cordialidad correcta. Por lo menos había contestado a las siguientes cuestiones, que fácil hubiese sido que no lo hiciese, entonces, ella hubiese podido mandar todo el asunto a freír espárragos, escudarse en la incompetencia del hombre y en proclamar que seguro que había sido una broma pesada cuando lo contase, con tono jovial y relajadamente, encerrando en una caja fuerte los sentimientos que la habían sacudido por unos breves instantes. Pero no, su día no estaba siendo fácil, ni gracioso tampoco.
A estas horas, lo más probable es que su padre ya hubiera salido de trabajar, el pequeño almacén de muebles, que regentaba no pasaba por los mejores momentos, pero seguía en pie, algo que, tras la última guerra, era digno de admirar. Había superado esa época, y siempre decía que era muy complicado caer un poco más, así que sólo quedaba ir hacia arriba.
Era un hombre optimista, de una gran entereza, había comenzado su carrera como un sencillo carpintero, y había evolucionado hasta montar la empresa, era un bueno con las manso, funcional y eficiente, pero había destacado mucho más como hombre de negocios, lo que había permitido dar a su familia un bienestar notable. Siempre se había mostrado como un padre cariñoso y un marido atento.
El caso es que descolgó el teléfono, pues se encontraba en casa de manera mucho más habitual debido al descenso de la faena, y contestó con voz algo ronca.
Diga
Dejan Njego contestó con sencillez, como era su costumbre, pues su especialidad quedaba lejana de ser la palabrería.
Hola papá, - un profundo alivio en la voz y una sonrisa enternecida, el corazón recibió un pequeño bálsamo al saber que estaban ahí, que siempre podría contar con ellos -soy yo.
Durante casi treinta segundos no se oyó nada al otro lado de la línea, luego un sauve suspiro, y finalmente la voz de su padra adoptivo irrumpió de nuevo en la línea.
Senka, nunca hemos sabido nada de tu familia biológica, nunca se interesó nadie por ti en ese sentido ellos nunca le ocultaron su adopción, ni las circunstancias en las que se produjo, puesto que pensaron que habría sido contraproducente en una situación similar a esta que ahora mismo le planteaba, se habían preparado para ella, pero después de tantos años, habían bajado la guardia.
No sabes nada de ese hombre que dice ser tu abuelo, no sabes porque no se ha puesto antes en contacto contigo intentaba comprender a su hija, ponerse en su papel, pero tenía miedo de que ella pensara que quería evitar que diera con su pasado hace tiempo que tomas tus propias decisiones, pero debes tener cuidado, mucha gente podría llegar a aprovecharse de una situación así el sonido del auricular desapareció unos instantes, como si se hubiera cortado, pero reapareció pocos segundos después sabemos lo importante que puede llegar a ser para tí este asunto, y si lo es para ti, también lo es para nosotros calló, dejando de nuevo la iniciativa a la chica.
Ya lo sé, papá.– Lo sé muy bien. Siempre lo he sabido. Asintió convencida, pese a que su progenitor no podía verla. En ese momento notó con una claridad meridiana cuanto lo quería, y no se debía sólo a agradecimiento.
Senka notó que el auricular era tapado de nuevo, y tras unos segundos, su padre volvió a hablar Ahora mismo no viene nadie a la cabeza en Pec, pero tal vez... quedó pensativo, y la joven pudo escuchar algunos susurros de fondo.
Puedo hablar con Vladic, si, seguro que él conoce a alguien allí, pero carraspeó ¿No prefieres que vaya yo contigo? era evidente que temía que se tomara aquello como una intrusión en su intimidad, se encontraba en un complejo laberinto, siempre había pensado que sabría afrontar este momento, pero ahora lo dudaba. Pero solo si te viene bien, no sé, yo no se mucho de leyes, será mejor que avise a Vladic añadió apresuradamente.
¿Y si ese único hijo decidiera que la aparición de Senka fuera un problema?
Deja que le llame, y te llamo yo a casa en cuanto hable con él, o mejor aún, le digo que te llame, ¿que te parece? le costaba ocultar una especie de emocionante ansiedad.
Lo que había comenzado como una vaga impresión, basada en el conocimiento del mecanismo de funcionamiento familiar, se había convertido en una certeza para Senka: Su madre estaba cerca, preocupada e inquieta, asediando a su marido. Lo entendía perfectamente, pero se sentía mal de que a su padre le agobiaran por dos flancos. Vale que el de su madre podría considerarse irrisorio, pero era más culpa para el pecho de la joven serbia, pues ambos los motivaba ella.
En que hora había llegado el abogado… todavía era pronto para decidir si buena o mala, posiblemente no tuviera importancia, lo único que sabía era que la angustiaba y la presionaba, también la incomodaba, y no poco. La ternura en las palabras de su padre le dieron ganas de despedirse del asunto, carpetazo a los folios que tenía ante ella, ir a ver a sus padres ese fin de semana, cuidarlos y demostrarles que esos descubrimientos no habían cambiado para nada la relación entre los tres…
Pero nada de eso iba a pasar, sus ansias de detalles podían con ella, lo sabía perfectamente y se odiaba un poco por ello. Intentó consolarse con que no serviría de nada dejar de lado el asunto, al fin y al cabo el daño ya lo había hecho. No fue un buen intento, pero sí que fue un poco en vano.
Cuando su padre terminó de hablar, Senka cogió aire y le contestó, tras sacudir la cabeza para quitarse un mechón de flequillo de la cara -Lo que prefieras, que me llame él o tú, de verdad, lo que prefieras.- No podía excluirlos de aquello, tampoco quería. Era un asunto muy importante, realmente serio, delicado también es poco para definirlo… y ella quería demostrarles que era de los tres, que de verdad no iba a cambiar en nada el amor que había entre ellos, que la vida que habían compartido no se debió a pura necesidad, que no los había utilizado hasta que tuvo noticias de su familia carnal.
Papá…- Tomo aire de nuevo, tenía que arreglarlo, de alguna forma, aunque fuese sólo un poco… necesitaba hacerlo -A mí todo esto me da igual, en el sentido de que…- Había empezado pero ahora descubría que no sabía como continuar… volvió a alegrarse de que fuese su padre el que estuviese al otro lado del teléfono –sólo quiero saber de dónde vengo, pero… por… no sé, sólo por saberlo.- Frunció el ceño molesta, no había estado a la altura de las circunstancias, eso creía al menos. Lo peor de todo es que decidió cambiar de tema a uno más liviano, tras unos segundos incómoda y en silencio.
He pensado en ir con un abogado directamente porque lo veía... como más práctico para la reunión…- Era verdad, y también porque si, como ella creía saber con seguridad, ir iba a ser desagradable para sus progenitores, no quería hacerles pasar por ese mal trago. Veía mucho mejor apañárselas sola. Con un abogado. Un Vladic -Creo que es mejor, además, no creo que dure demasiado… es a las ocho de la mañana, en un pueblo que se llama Dacijaj, a dos horas y media de aquí...- Se ahorró el detalle de que no tenía la más remota idea de en que dirección estaba, no fuese que la considerase demasiado perdida… y diese en el clavo -Dormiré allí el jueves, y creo yo que para el medio día ya habrá acabado todo- Que palabra, tan pequeña pero que abarcaba una gran inmensidad desconocida.
La conversación telefónica terminó con una promesa por parte del señor Njego de una pronta llamada para solucionar el tema del abogado que tanto parecía inquietar a su hija, no había colgado precisamente con tranquilidad, pero si con resignación.
Senka no tenía que dar demasiadas explicaciones por una breve ausencia, pero aún así, ella tenía por costumbre avisar siempre, y esta vez no iba a ser una excepción, así que tras esta sencilla tarea, dio por concluido su día de trabajo, culminado por el atípico final.
El campus estaba prácticamente vacío cuando salió, hacía mucho frío y viento, así que se sintió aliviada cuando finalmente se encerró en el coche, al cual le costó un poco arrancar tras llevar todo el día parado, pero la cosa no pasó a mayores, y Senka salió del aparcamiento tras un breve gesto de despedida al guardía de seguridad, que estoicamente se empecinaba en permanecer fuera de la garita que tenía habilitada para días así.
El tiempo no mejoró durante el trayecto, sino más bien todo lo contrario, pues una fina capa de aguanieve comenzó a azotar el cristal delantero del vehículo, colocando en posición resbaladiza la calzada, lo que obligaba a un poco más de precaución de lo habitual. La ciudad estaba extrañamente silenciosa, y al mirar la hora, Senka se dio cuenta de que era más tarde de lo que suponía...
Pec, Miercoles 24-Abril-1996, 9:53 PM. Calle Miroslav Barotic 5, residencia de Senka Njego.
... cuando llegó frente al edificio donde tenía su apartamento.
Le quedaba bastante rato en el más absoluto de los silencios. Sólo ella, sus apabullantes pensamientos, un nerviosismo inquietante y demasiado cansancio acumulado.
Se alegró cuando dejó atrás el campus universitario. Se sentó en el sillón de su ya antigüillo Volkswagen Scirocco verde del ochenta y cinco, las manos caían flojas sobre su regazo, los pies desinteresadamente colocados donde les correspondía para poder llegar a casa de una buena vez y los ojos que miraban al volante pese a ser una mirada vacía, muy lejana de la imagen que llegaba a las retinas.
Es que eran demasiadas cosas en las que pensar. El perenne runrún que había tenido durante el día se había calmado apenas diez minutos, y el nuevo prometía convertirse en crónico. Y le daba muchísima pereza tener que estar lidiando contra los dos todo el tiempo. Le consolaba pensar que no volvería a la universidad hasta el lunes, podía dormir hasta aburrirse, descansar hasta que le dolieran los músculos, desaparecer durante un largo período.
Suspiró mientras giraba la cabeza al asiento contiguo, comprobando que en él descansaba plácidamente la carpeta que le había dado el abogado ya entradito en años, esperando estaba la susodicha a que la abriesen para mostrar sus secretos en toda su amplitud. Todavía no… se susurró en silencio a sí misma. Mejor en casa, con algo caliente entre las manos, ropa cómoda y bien alejada de las inclemencias del tiempo. Mucho mejor… y con diferencia.
Como si fuese renuente a que dicho momento llegase al fin, el coche dio un poco de guerra, perezoso, reticente, inútil. Con cuidado y a velocidad tranquila recorrió las calles que tan bien conocía ya, ese familiar camino en el que cada detalle se conocía con precisión, lo cual, más que a la concentración en el urbano paisaje, hubiese animado a que se sumergiese todavía más en sus pensamientos si no fuese porque habían complicaciones debidas al temporal. No pudo evitar pensar que eso le complicaría bastante el viaje del día siguiente… si es que lo hacía en su propio vehículo.
No encendió la radio, sólo las luces y la calefacción. Suerte que todavía funcionaba bien ésta última.
Su calle no tenía problemas de aparcamiento, las casas adosadas tenían vados que abracaban toda la fachada de ese lado de la calle, dando cabida a dos automóviles por edificio, y en su casa residían eso, dos coches. El de Natacha y el suyo propio eran los beneficiarios de dicho privilegio. Veselin era demasiado hippie para esas cosas, él con su bici a todos lados, todo alternativo, menos cuando no tenía ganas de pedalear y les suplicaba con ojitos de cachorrito mimoso que lo acercaran a algún sitio. Hacía un mes o así que no se lo pedía a Senka, lo que le hacía pensar que lo de que se entendiese más y mejor con Natacha era debido a una creciente relación más estrecha entre ambos. Aunque las cosas en casa, salvo por ese detalle, no habían cambiado. Quizá “todavía”.
Abrió la verja negra de barrotes de forja con el mismo chirrido de siempre, era puramente decorativa, bastante poco práctica, ya que sólo llegaba hasta el pecho de la joven serbia, pero contrastaba agradablemente con el color ladrillo del hogar, y proporcionaba así un pequeño vestíbulo exterior en el que habían ido colocando macetas, de varias especies, tamaños y colores. También bastante asequibles económicamente hablando, pues nada les garantizaba que siguieran allí por las mañanas.
Tras unos pasos que no llegan ni a una decena, con su carpeta bajo el brazo, llegó hasta la puerta blindada, deseando intensamente que no hubiese nadie todavía, sería pura cuestión de suerte, pues los horarios de sus compañeros eran totalmente caóticos. Entre estudios complementarios a la universidad, trabajos de turnos en bares y tiendas, libertad absoluta de toque de queda y un amplio círculo social, podía materializarse cualquier posibilidad: Que estuviese vacía, que los dos compis vieran tranquilamente la televisión o que hubiesen montado una espontánea reunión de amistades sin final predecible. Pero la cosa prometía ir bien, no llegaba a sus oídos ningún ruido y las luces del piso superior estaban apagadas.
Los deseos de la joven se cumplieron, y sólo el silencio y la oscuridad la recibieron en su hogar. Senka entró en la casa y realizó su rutina habitual cuando no había nadie.
No pasó demasiado tiempo hasta que el teléfono sonó, su padre no había perdido el tiempo para intentar ayudar a su hija, pero no fue su voz la que escuchó a través del aparato, sino la de un desconocido, que se presentó como Novisa Koncij, del despacho de abogados Romaric y asociados.
Por su voz y forma de hablar, no debía ser demasiado mayor, entre los treinta y los cuarenta tal vez, de modales correctos pero mucho menos rígidos que los del señor Lazovic. Le informó de la conversación que había tenido con su padre, gracias a su conocido común, Vladic, también tuvo tiempo de interesarse por el tiempo en la ciudad, ya que él se encontraba ahora mismo fuera de la misma, antes de abordar el motivo principal de la llamada.
Me han contado por encima el asunto que quiere tratar, pero me gustaría que me dijera con algo más de precisión de que se trata exactamente, pues no me soy partidario de hacer preguntas a través de terceros
Lo dijo con amabilidad, seguramente estaría esbozando una sonrisa condescendiente.
La puerta se cerró y no la saludó ningún sonido proveniente del interior de la casa, si no estuviese tan cansada hubiese incluso sonreído. No tenía ganas de dar más explicaciones y encogerse de hombros cuando le preguntaran detalles importantes, los que le faltaban, básicamente, él día ya iba bien para ella. Si le dijesen que si quería una noche absolutamente silenciosa, hubiese firmado sin dudar.
No recorrió la planta baja, sino que directamente subió las escaleras que salían del recibidor interior y llevaban hasta los dormitorios, tres en total, uno para cada habitante de la casa. También había un cuarto de baño superior, otro en la planta de abajo, muy práctico para las visitas pero muy incómodo para ellos tres, pues sólo el de arriba tenía ducha y espacio para neceseres y demás bártulos. Y el orden y la pulcritud brillaban por su ausencia algunas veces, Veselin no se enteraba de que ser hippie no tiene nada que ver con ser un guarro. A fuerza de paciencia y charlas sobre el hogar habían conseguido que el muchacho estuviese dentro de niveles aceptables y aguantables, quien sabe si por un secreto y particular interés en demostrarle a Natacha como era realmente, o era capaz de ser. A Senka le daba exactamente igual el motivo.
Llegó hasta su cuarto y se cambió de ropa, unos amplios pantalones y una camisa con una sudadera en lo alto, cuando se sentó a calzarse las zapatillas de estar por casa a punto estuvo de ceder a la tentación de tumbarse a descansar un rato... que seguro acabaría durando hasta el día siguiente. Dejó la carpeta allí, encima de la cama de matrimonio de aquél cuarto tan simplón.
El armario de madera tenía más de quince años con toda seguridad y la cómoda llevaba impreso el mismo estilo, era igual de vieja y feita. Por supuesto el cabecero completaba el conjunto de lo que debió de ser un ajuar elegante y novedoso años atrás. Actualmente sólo llegaba al estatus de algo rancio. Pero era muy espacioso, y lo había mejorado colocando una mesa de estudio, hacía ya unos añitos, y tenía algunas obras suyas y de compañeros de los años de facultad en paredes y estanterías: Tanto pinturas, como esculturas, como alguna manualidad tonta que se le había ocurrido a alguien. A la mujer serbia le gustaba como sintonizaban el puntito estrafalario del mobiliario con el espíritu de las cosas que ella había ido agregando.
Mucho más agusto que cuando entró por la puerta, se dispuso a bajar a la cocina, puso una taza llena de agua en el microondas y sacó una bolsita de manzanilla para añadirla en cuanto sonara el pitido del pequeño electrodoméstico. Miro hacia fuera, viendo la puerta que llevaba a su rincón preferido, un patio que estaba acristalado por su parte cubierta, dotando de un receptáculo de tres metros cuadrados en el que desinteresadamente le habían dejado que colocase todos los utensilios necesarios para su arte. Intermediario entre la parte de patio totalmente al aire libre y la cocina. Un lugar de tránsito en el que solía pasar las horas muertas… cuando le apetecía intentar crear algo o se sentía inspirada.
Tristemente pensó que aquello tardaría en volver a ocurrir, por lo menos la creatividad que se auto estimulaba con medicina natural, cannabis sativa, con la que frecuentaba hacer su arte, y cuyos resultados le solían parecer excepcionales al día siguiente, y la gente acostumbraba a estar de acuerdo… pero nada de eso iba a volver hasta que tomase una decisión con respecto a su asunto interno. La había fastidiado, pero bien, era la del año, con diferencia… pero iba a ser consecuente, o sí o no, pero nada a lo loco, mientras no decidiera algo, iba a estar sanísima. Y sabía perfectamente lo que le iba a costar.
En esas estaba cuando se interrumpieron sus pensamientos al sonar el teléfono, suspiró, rezó para que no fuese el otro culpable de su agobio y fue hasta el salón, lo cogió esperando cualquier cosa,..
Tras un saludo correcto y frases algo anodinas llegaron al meollo del asunto, Senka había tenido todo el camino para organizar esa parte de la conversación en su cabeza.
Un abogado se ha presentado en mi despacho, con una carta de un señor que ha fallecido esta mañana, me dice en ella que es mi abuelo y que vaya a la lectura de su testamento, que allí me enteraré mejor de todo. Es en Dacijaj, el viernes a las ocho de la mañana.
Explicó brevemente la parte de que ella era adoptada y que por lo tanto podía ser verdad sin que se hubiese enterado de nada hasta esa mañana, y comentó los pocos detalles que le había dado el señor del bigotito. El nombre del caballero vivo y el del difunto, y poco más, lo que sabía solamente. No obvió que tenía en su poder una carpeta con más información, pero que no había tenido tiempo de leer extensamente todavía nada más.