Partida Rol por web

Precariedad

Precariedad

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05/05/2012, 02:09
Director

Nadie respondió. La razón, simple, no había nadie quien pudiera responder.

El mundo de Ywen volvió a descomponerse una vez más, pequeños fragmentos fueron cayendo ante sus ojos, y todo comenzó a girar muy deprisa, las formas cambiaban, era incapaz de ver nada con claridad, cerró los ojos, el mareo desapareció, el terror se hizo presente, pero no había nada que ella no conociera, pues sólo se trataba de sus recuerdos. Había coleccionado los suficientes  para pasarse un buen rato navegando entre la tempestad que formaban, y la ansiada isla que siempre era su salvación, no aparecía, una oscura niebla lo envolvía todo. El brazo le ardía, la piel ennegrecida quería escaparse de su cuerpo, pero en lugar de eso, la sintió ascender hacia su interior. Abrió los ojos, Grace la miraba, y ella alargó la mano para tocarla, deforme, la resina, ahora líquida, chorreaba de sus dedos cuando rozó la mejilla de su hija, y aquella negrura comenzó a enguillarla, y ella sólo podía mirar, pero seguía teniendo los ojos cerrados... Alguien la llamó, sentía su voz, era suave y cálida, abrió los ojos.

Tardó unos momentos en situarse, el olor a vieja madera, la suave piel que sentía en su rostro, el techo de la cama, recordó, en Dacijaj, en la mansión Misimovic. Unos finos labios volvieron a pronunciar su nombre, ojos castaños, preocupados, la miraban, Dunja, hacia frío, la nieve entraba por la ventana abierta, aún era de noche, se incorporó, vestía un fino vestido de seda azul,  el que le había regalado a Grace cuando cumplió catorce años, su miraba había cambiado, miedo, pavor, retrocedía asustada, pequeñas huellas de pies descalzos sobre la nieve, se dio media vuelta, lágrimas en los ojos, y saltó hacia la noche.

Gruesas gotas de agua salpicaban su rostro, tiritaba, estaba totalmente empapada, no sentía prácticamente ningún dedo, ni de las manos ni de los pies, tampoco la nariz, seguía siendo de noche, pero era capaz de ver, en tonos grises, comenzaba a vislumbrar lo que tenía a su alrededor, y enseguida reconoció el paisaje del oleo del estudio de Mirsad, y ella estaba tumbada, al pie de la escalera, rodeada de piedras grises, pero había una diferencia, en la cima de la misma había una figura, pequeña, envuelta en una enorme capa, capucha incluida, de color negro,  que la miraba confundida, sus ojos, marrones, grandes, eran los mismos, pero la tristeza los dominaba, apagados.

Yo te recuerdo...

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13/05/2012, 16:31
Ywen Roth

Y mira que ya lo había puesto Shakespeare en boca de Macbeth:

"... La vida no es sino una sombra ambulante, un pobre actor
que se pavonea y apura su hora sobre el escenario
y luego nunca más es escuchado. Es un cuento
contado por un idiota, lleno de ruido y furia,
que no significa nada. ..."

¡Pero era tan fácil olvidarse de ello, refugiarse en el día a día y en el minuto presente y evitar el sentido de destrucción que “sobrevivir” conllevaba! Ella misma no había sucumbido a la ambición ni a la codicia, como era el caso del protagonista de aquella obra magistral, y, a pesar de ello, igualmente había llegado al asesinato por otras razones, como si en realidad el fin fuera el mismo, como si el destino, ese ente abstracto en el que la británica no creía, estuviera imperturbablemente trazado.

Al final el hecho de “vivir” parecía avocado a resumirse en un simple acto, el de luchar por tu entorno, acatando toda la culpa y responsabilidad que ese proceso conllevase.

No obstante, ¿existía algún fin que justificara realmente los medios? En su caso, ella había decidido que sí.

Y no, no se arrepentía al respecto.

Grace…

Nunca había llegado a entender por qué le había comprado a su hija un vestido en aquel tono azul celeste, el verde siempre la había favorecido infinitamente más. Se había dejado guiar por un impulso, una intuición parecida a la que la conjuraba a sobrevivir por ambas, a protegerla una y otra vez.

Confundida de nuevo, desorientada, aturdida y mareada en cierta forma por la resaca de realidades, o quizás por la fiebre que le provocaba aquella especie de veneno inducido en su cuerpo a través del brazo, Ywen reaccionó ante la situación que le era expuesta sin preguntarse por su sentido y sin permitirse el lujo de detenerse a pelear con su propio cerebro, que le hablaba de lógicas inexistentes y que subrayaba todo aquello como el colmo de las irracionalidades.

Lo que hay, es lo que tienes…

Si se trataba de un sueño, o incluso de ficción auto inducida, poco importaba ya. De ser así, habría que continuar luchando hasta el momento preciso de despertar.

La máscara que cubría el rostro de Ywen en aquellos instantes no reflejaba ni por asomo un semblante agradable, ni una situación distendida, sino que constituía más bien una última barrera tras la cual solo restaba la propia deshumanización interna.

“Macbeth, Macbeth, Macbeth...
¡Si eres cruel, implacable y sin entrañas,
ningún humano podrá vencerte!”

- ¡Bien! – “¡Eureka!” hubiera gritado presa de la excitación Arquímedes. Tono asombrosamente sereno, a pesar del temblor de la mano herida y la leve briza de sarcasmo que resultaba inevitable a esas alturas - ¿Podrías, por favor, iluminarme al respecto entonces? – Había ido ascendiendo poco a poco la escalera, aunque de pronto se había frenado in media res, bastantes peldaños antes de llegar a la altura de su interlocutora, y si debía ser sincera, no tenía del todo claro por lo que estaba preguntando. Lo único transparente era el hecho de que aquello a lo que se enfrentaba actualmente, era otra más de esas cuestiones en su vida que se iba a ver obligada a encarar por las bravas, asiendo a la bestia por los cuernos.

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28/05/2012, 12:56
Director

Te recuerdo

La juventud había desaparecido de su rostro cuando habló de nuevo, las mismas palabras, la confusión palpable, y de nuevo aquella frase que la había venido persiguiendo desde que entró en aquella casa

Tú… no deberías estar aquí

Voz trémula, cansada. Sus manos enguantadas echaron hacia atrás la capucha, y el pelo se deslizó suavemente por sus hombros, ella no debería estar aquí, pero la realidad era que si lo estaba, ella lo había ayudado, lo recordaba Tu le ayudaste, le ayudaste a regresar no había reproche, tampoco enfado, era sólo la constatación por su parte de un hecho. Descendió despacio los escalones, recorriendo la mitad del camino que Ywen había dejado por terminar yo debía detenerlo, pero no pudo hacerlo, nunca supe que debía haberlo hecho su voz adquirió un punto de ansiedad, y contrajo los labios, apartando un recuerdo doloroso pero nosotros somos simples humanos y él tan viejo como la vida, Wozciaj, el Demonio de la Guerra, El Señor de las Emociones, el Dueño del Tiempo cada palabra pronunciada para él hacía que la garganta le ardiera, que su cuerpo se estremeciera tiene tantos nombres que se habían olvidado de él, pero siempre estuvo al acecho, esperando una oportunidad para volver suspiró pesarosa y alargó las manos para tocar con ellas el marmóreo rostro de la doctora y no todos lo olvidaron su tacto era caliente a pesar del frío de lugar, casi febril, y un ligero mareo sacudió de nuevo la maltrecha cabeza de Ywen, cuyos ojos volvieron a ver solo oscuridad.

Señora, señora una llamada lejana Ywen unas manos pequeñas recorrían ansiosas su cara, un poco ásperas, se movían al principio con dulzura, luego cada vez más descaradas en cuanto a la presión, hasta que por fin abrió los ojos, y vio el mismo rostro que había abandonado, más joven, sin amargura, y con un reguero de sangre fresca deslizándose desde la ceja como una lágrima.

Ywen no sentía su brazo, no le dolía, pero pudo moverlo, y al hacerlo recuperó un poco la sensibilidad. Copos de nieve caían sobre su cuerpo amorosamente, pero ella seguía tumbada en el suelo del estudio del escultor, lo que había desparecido era el techo, o por lo menos una buena parte del mismo.

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11/06/2012, 22:09
Ywen Roth

- ¿Estás sangrando?… - Parecía más una afirmación que una pregunta. Alzó la mano con la intención de acercarla al rostro de la muchacha, pero aunque su brazo respondiera al movimiento, su dueña no pudo evitar que el pulso le temblara de nuevo y no porque le fallaran las fuerzas, que yacían intactas, sino fruto de su propia confusión interna - ¿Qué está pasando? - Sin embargo, logró reaccionar al fin, centrándose en el espacio abierto ante sus ojos, parpadeando y frunciendo el ceño al unísono. El mundo había decidido derrumbarse en su entorno y sobre ella se abría un boquete en el techo de la estancia que inmediatamente relacionó, quizá erróneamente, con los anteriores temblores del edificio. Lo único que se le pasó por la mente en aquellos instantes fue el hecho de que el policía había asegurado que no estaban seguros fuera de la fortaleza y ahora resultaba que el asunto se complicaba ostensiblemente, puesto que tampoco parecían estarlo dentro.

- ¿Alek? ¿Y los demás? - Sonaba rota, su voz quebrándose aún más con cada pregunta que abandonaba su garganta, como si algo en sus cuerdas vocales se aferrara con fuerza a cada sílaba, negándose a desprenderse de la ignorancia que la respuesta supuestamente desterraría. Dentro de su mente todo había acabado convirtiéndose en un amasijo de incógnitas, algunas mucho más plausibles que otras y esas últimas, las irracionales, mucho más oscuras que sus predecesoras.

Te recuerdo… Tú… no deberías estar aquí… le ayudaste a regresar… el Dueño del Tiempo… no todos le olvidaron… La migraña que todo aquello le producía se había convertido a esas alturas en un ente con vida propia de dimensiones descomunales. Le hubiera gustado gozar de la oportunidad de responder para dejar bien claro la nula reciprocidad de todos aquellos hechos y anunciar a diestro y siniestro que todo aquel cúmulo de letras no dejaba de ser palabrería sin sentido para la británica, porque para ella en teoría no había nada que recordar, ni había tenido el gusto ni la desgracia de ayudar a regresar a Señor alguno, al menos conscientemente.

Un momento… ¿Quizás decía que le había “ayudado a regresar” porque podía verle? ¿A eso se refería con lo de que “no todos le habían olvidado”? ¿A legitimar su presencia? Hacía unas cuantas horas Mirsad se había referido a lo mismo cuando le había preguntado que si podía ver a su antepasado, mientras que por su parte Misimovich padre la había engañado, trayéndola hasta allí con un motivo desconocido hasta la fecha para, acto seguido, no ocurrírsele otra cosa mejor que morirse, dejándolos a todos en la estacada. ¡Había que jorobarse! Empezaba a pensar si no lo habría hecho adrede y ahora estaría en el más allá de los creyentes riéndose de todos a carcajadas.

Se levantó, apoyándose en la muchacha que se hallaba ante ella, tan similar a la que la había acusado de ayudar a Demonios y tan parecida a su vez a la del cuadro de uno de los pasillos. El pasado y el presente perdían orgullosamente sus límites y aparecían tan borrosos como los contornos de las figuras de una fotografía desenfocada. ¿Formaban parte también todos ellos de aquella abolición de fronteras? La rapidez del gesto al alzarse la hicieron marearse ligeramente, obligándola a anclarse ilusoriamente con la vista al entorno sin saber si echarle la culpa a un flaqueo de piernas o de sesera y buscando con la mirada no se sabía bien el qué o a quién.

- Hay que encontrar un lugar seguro o una forma de solventar todo esto - afirmó con una rotundez ingenuamente peligrosa y con tan sólo un objetivo en su mente… Grace.

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19/06/2012, 15:45
Dunja

Un amago de sonrisa, un silencio de fruncidos labios, y una negación de la cabeza con una mirada a hacia la derecha fueron las respuestas que Ywen recibió, y no por la falta de palabras no resultaron evidentes. Si seguía la dirección en la que los ahora brillantes ojos de la chica enfocaban, pudo ver con claridad al policía, con la misma nitidez con la que se percató de que su cabeza yacía en un charco de oscura sangre. La estatua que nunca fue terminada se encontraba a su alrededor, en pedazos disgregados, tan imposibles de recomponer como de devolver la vida Aleksandar Tasic.

Lo siento musitó con voz queda la joven, está muerto tragó saliva, otro más entre tantos serbios, sólo que para la chica la guerra había sido sólo un murmullo lejano en la seguridad de la fortaleza Misimovic no estoy segura, hay soldados fuera pero ahora parecía alcanzarla en mitad de la locura en la que se había convertido su vida. Sus manos seguían aferradas a la siniestra de Ywen, con la excusa de ayudarla gritaban al señor, luego el sonido, un trueno, una explosión, no estoy segura sus palabras comenzaban a atropellarse, así que paró de hablar, asintiendo con vehemencia a la propuesta de la maltrecha doctora, la cual iba, poco a poco, recuperando sensaciones, aunque su brazo derecho se negaba a responder con normalidad a sus peticiones. Lo miró, su mano ya no tenía aquel tono oscuro, sino que ostentaba una palidez bastante poco tranquilizadora, con algún que otro tono azulado.

Sobre su cabeza, la noche seguía reinando, las estrellas ocultas tras las nubes, y la nieve continuaba entrando en lo que fue el estudio de Mirsad, ahora en bastante mal estado. Algunas partes habían amenazado con bloquear la puerta que daba a la mansión, pero aún había suficiente hueco para que una persona pasara. Las paredes que daban al exterior, así como la venta, presentaban cicatrices a punto de abrirse, pero de momento seguían en pie.

Dunja se secó la sangre con la manga de su vestido, miraba fijamente los hermosos ojos de la inglesa Dejan… Dejan me dijo que debíamos detenerlo, que usted sabría cómo, que para eso la trajeron a esta casa volvió a tragar saliva, era consciente de que lo que decía no tenía mucho sentido pero que el señor Misimovic, el antiguo señor Misimovic no le dijo nada más apretó su mano con fuerza luego se fue, me dijo que había problemas, que te buscara seguían aquellos grandes ojos marrones fijos en ella, a punto de echarse a llorar, pero se resistían, no era el momento de hacerlo, si alguna vez lo necesitaba, sola y a oscuras, como decía su madre, donde nadie pudiera verla. Ellas no lloraban, así que Dunja había decidido aplicar de una vez por todas.

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07/07/2012, 11:19
Ywen Roth

El hecho era que Ywen no tenía ni la más remota idea de qué hacer ni cómo, pero eso no fue lo que salió de sus labios en aquellos instantes, no albergaba las agallas suficientes para reventar toda aquella burbuja argumental cuando la que se hallaba ante sus ojos no era otra que una muchacha enredada siniestramente en un mundo atemporal y grotesco y que, para más inri, se aferraba a su brazo cual salvavidas en el hundimiento del Titanic. ¡Cómo si un maldito flotador pudiera servir de algo, cuando precisamente el susodicho objeto de deseo se sentía francamente inútil!

Esa realidad, la que enmarcaba a una británica igual de pérdida y agredida emocionalmente dentro de aquella fortaleza que la protagonista de “Rebecca” en la mansión familiar de Manderley, quedó literalmente encarcelada en su pensamiento para dar paso a la otra dimensión, ésa en la que Ywen era capaz de asir una pistola, apuntar, disparar y acertar de una forma francamente meditada. Al menos Joan Fontaine había tenido el privilegio o la desgracia de haber sido guiada por Sir Alfred Hitchcock, a ella, sin embargo, le había tocado en suerte una saga familiar que dejaba en entredicho incluso a la de "Cumbres Borrascosas".

- ¿Hay alguna forma alternativa de salir de la mansión que no sea encarando el lugar de dónde han sonado los tiros? - ¿O hay que permanecer aquí dentro y terminar de sufrir el hundimiento cual pasajero que se ha quedado sin acceso a ningún bote?... - ¿O algún lugar realmente seguro en le que refugiarse dentro de la casa? - Preguntó otra vez esto último, como si no le sirviera la anterior respuesta.

Se giró entonces con premura, repentinamente mareada de nuevo por la brusquedad recién ejercida y con náuseas amenazándole el borde del gaznate, y se acercó a Alek, como si verlo muerto a esa distancia no fuera bastante y necesitara una confirmación tangible.

Sangre… otro recipiente hecho añicos… como un vaso fracturado, desprendiendo líquido por doquier… sangre… formando una aureola sobre la piedra… como la de él… la de aquel en su pasado… un cráneo reventado y exhausto… desbordado y ahora vacío…

Sentía la tristeza capeando el inminente temporal en la boca de su estómago, un lamento extraño si se tenía en cuenta el corto periodo de tiempo que había pasado con el policía, y en simultáneo un cabreo descomunal hacia el difunto por haberla dejado allí sola, por haber hallado una puerta abierta a través de la que huir, por haberse sumado al grupo de personas que a lo largo de su vida habían saltado por el balcón, abandonándola a su suerte.

La suerte no existe… luego se hallaba sola. Apartó los ojos del cadáver para devolverlos a Dunja. No, no estaba sola. Los corderos eran dos. La fiereza con la que aquellos ojos que le devolvían la mirada contenían las lágrimas le remarcaron el craso error de pensamiento que estaba cometiendo. No, ninguna de las dos eran víctimas, en todo caso eran lobos disfrazados de corderos.

- Repasa la historia de Wozciaj y también la de tu estirpe, me refiero a tu madre, a tus propios ancestros… - Había alzado despacio la mano que ahora sujetaba la barbilla de la serbia, elevándola con suavidad – y cuéntame lo importante, cualquier cosa que pueda servirnos… - su dedo pulgar acarició la mejilla de la muchacha con ternura - ¿Le frenaron? – No era el momento de callar, sino de traicionar al pasado si llegaba el caso – Piensa también en los últimos días del antiguo señor Misimovic… - Apartó la mano e intentó rescatar de entre los escombros la mochila del policía, quería revisarla y ver si en ella había alguna pista o algo que les pudiera servir – cualquier cosa que dijera o insinuara, ¿podría haber algo en su habitación o en la caja fuerte de la zona de la colección o en su despacho para mí? ¿Dónde pasó más tiempo durante sus últimos días? ¿Algo que creas, aunque sea remotamente, que yo debiera saber o ver? – Le tomó la mano y tiró de ella levemente, echando un último vistazo a la habitación y al cuadro, por si acaso algo le llamaba la atención antes de abandonarla a través del hueco que quedaba viable en la puerta – Tú has estado siempre aquí con él, piénsalo bien porque puede ser vital… - Sí, tú has estado aquí siempre… pensó en la mujer del cuadro. De existir una clave, la albergarías tú y no yo… le sonrió con dulzura, sabiendo a ciencia cierta que la aspereza en los momentos difíciles no servía de nada, tan solo elevaba la acritud. Yo de ser algo, tan sólo sería la herramienta… como tantas otras veces a lo largo de su vida.

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16/07/2012, 17:29
Dunja

Un pequeño estremecimiento recorrió su cuerpo con la británica la tocó, no estaba acostumbrada, y la sensación le resultó extraña, su primer impulso fue apartarse, pero se contuvo e intentó evaluar sin mucho éxito el resultado del contacto. Se sintió más tranquila cuando se separó de ella, y trató de hacer memoria, de responder acertadamente a las preguntas que le eran formuladas, una niña deseosa de agradar.

Yo… dudaba, ¿qué podía contarle sobre la historia de un demonio que se usaba para asustar a los niños? No sé mucho más sobre Wozciaj, un demonio que venía a llevarte si hacías cosas malas, si te enfadabas con los demás los movimientos de la mujer cerca del cadáver la ponían nerviosa, le había hecho muchas preguntas ¿mi madre? ¿Qué podía importar su madre en todo aquello? Para ella sólo había sido la mujer que le daba de comer, la que la cuidaba cuando estaba enferma, pero no recordaba nunca haber hablado demasiado, las conversaciones más largas siempre eran sobre cómo llevar la casa siempre ha servido aquí, igual que mi abuela, y creo que mi bisabuela también pero no podía estar segura, apenas si sabía nada de su familia, un par de veces había intentado preguntar, pero las respuestas siempre fueron demasiado escuetas y las miradas demasiado explícitas.

El señor Misimovic Dunja se había levantado, sujetándose en primera instancia a la derruida escultura nunca había sido un hombre devoto, pero en los últimos tiempo siempre estaba rezando, incluso le hoy decir a Dejan una vez que estaba pensando en rehabilitar la vieja capilla, que Dios siempre tenía una solución para todo su mente recorría a toda velocidad los recuerdos de los últimos días antes de la muerte del señor Misimovic antes morir pasó casi todo el tiempo en gabinete que tenía junto a su dormitorio, habíamos trasladado allí un montón de libros y objetos diversos, muchas veces no salía ni para comer, y tenía que interrumpirlo porque creo que se olvidaba de que tenía que hacerlo esbozó una sonrisa triste, no se había dado cuenta cuanto lo echaba de menos pero nunca se enfadaba, siempre me sonreía y me decía que no sabía que haría sino estuviera yo para vigilarlo apretó los labios aprovechando que Ywen investigaba la mochila del hombre muerto, inspiró profundamente antes de continuar hablando, aunque la voz se le quebraba cada vez con más frecuencia también se que el día antes de morir tuvo una discusión con el señor Lazovic, su abogado, y una de las pocas personas que venían a la casa, el señor Misimovic decía algo así como que no iba a seguir financiando a los extremistas del PLK, que lo habían engañado en sus propósitos, y el señor Lazovic le decía que tuviera cuidado, que había alianzas peligrosas de romper miró a la mujer que tenía delante, dispuesta ya a salir de aquella habitación no escuché nada más porque no era algo que yo debía oír le dijo con cierto aire desafío.

Ywen había rebuscado mientras Dunja hablaba en la mochila, había encontrado bastante material médico, un maletín que a primera vista le parecía de primeros auxilios, pero al abrirlo comprobó que en su interior había frasquitos llenos de sustancias que no acertó a reconocer. También había un pequeño contenedor que a la doctora le recordó de inmediato a los que se usaban para el transporte de órganos para trasplantes, una cámara de fotos, una cinta métrica, una grabadora de audio y un pequeño crucifijo de madera antigua, con la figura de un Cristo, claramente bizantino, tallado en marfil clavado en la cruz. Junto al cuerpo de Tasic también había una pistola de considerable tamaño y de grueso calibre.

Se puede salir por la cocina, hay una puerta allí, y dentro de la casa no sabría decirle nada sobre un lugar seguro.