Partida Rol por web

Renée escuchaba las súplicas del hombre y sentía cierta lástima. No podía evitarlo. Aún así intentó centrarse en su cometido y en estar lista para moverse rápidamente en cuanto fuera necesario

Gerald consiguió abrir la puerta de un tirón y observó cómo un gesto de perplejidad se dibujaba en el rostro del hombre al escuchar su voz. 

- ¿Es... es usted, verdad? -balbuceó el desdichado- ¡Oh Dios! Lo siento señor, lo siento mucho, por... por favor, ayúdeme a salir de ésta y se lo contaré todo.
  
Tanteaba frenético a su alrededor en busca de la voz que le había hablado.

- Nun... nunca llegó a decir su nombre -terminó por decir con un nudo en la garganta- , era un “gentleman” gordo y de extraño acento -hizo una pausa para tragar saliva mientras avanzaba unos tambaleantes pasos en dirección a Gerald- . Nos pagó para recuperar una piedra que llevan ustedes consigo... -su voz parecía ahogarse en su interior- . Por... por favor caballero, ayúdeme, le juro por Dios que nunca más volveré a hacer nada parecido, por favor...

Los lamentos de aquel hombre se desvanecieron bajo el insufrible gemido de las sirenas.

Johanna y Renée pudieron ver un coche de policía abriéndose paso entre el tráfico en dirección al accidente y estimaron que no tardaría más que unos 2 o 3 minutos en llegar. Una ambulancia lo seguía de cerca.
 

-Siéntate en la acera y no hagas nada estúpido- ordené al pobre diablo alejándome unos pasos -hay una ambulancia en camino, confiesa a la policía y pide a un tal John Irving como abogado. Es excelente y podremos ayudar... Si le cuentas todo lo que sabes- hice una pausa y le susurré -sabrás que es él porque dirá la palabra clave "Palta" al presentarse-.

Di un par de pasos, haciendo una señal a Pierre para que me siga, hacia el hotel. Luego miré hacia el hombre. Todos los secuases de Schells eran pobres bribones buscando sustente.

Renée vió con sorpresa como Gerald tenía intención de dirigirse solo al hotel. El humor, normalmente delicado y comedido de la rubia, se estaba agriando. Aquel hombre iba por su cuenta sin contar con nadie más. O mejor dicho. Sin contar con ellas.

Alzo la vista al retrovisor para mirar a Johanna y ver que opinaba ella - Parece que se van sin nosotras... ¿les recogemos o les esperamos en la puerta del hotel? O si tiene otra idea en mente soy toda oidos -
 

Chasqueó la lengua con fastidio al ver la acción de Gerald ¿por qué tenían los hombres esa manía de dejarlas fuera de las cosas interesantes?

Agarrando la manilla de la puerta sonrió a Renée guiñándole un ojo

-"Vamos al hotel con ellos ¿o es que quieren que nos perdamos toda la información?Además,los hombres no saben ser persuasivos,lo más seguro es que se nieguen a darles información.Vamos"-dice saliendo del coche para dirigirse hacia el hotel junto a la otra mujer

El coche patrulla llegó a los pocos minutos y dos policías uniformados se hicieron cargo del atestado. Uno de ellos tomó declaración al grupo y su testimonio fue confirmado por varios testigos presenciales. La ambulancia se encargó de los dos hombres heridos y, en cuestión de minutos, la zona se fue despejando. 

Estaban lo suficientemente cerca del hotel como para ir caminando, pero Pierre insistió en llevar el coche consigo y, antes de que se dieran cuenta, estaban ante las enormes puertas dobles del Great Eastern Hotel. 

El Great Eastern se hallaba contenido dentro de un vetusto edificio victoriano de recargada arquitectura y singular decoración. Por aquí y por allá podían verse motivos griegos o egipcios, ya fuera en las paredes o en las enormes columnas que salpicaban el lugar, y aunque a primera vista podían resultar extraños, uno terminaba por apreciar significativamente el exotismo de sus formas y colores.

Una singular placa, situada a un lado de la puerta principal, hacía referencia al antiguo hospital que antes había ocupado el emplazamiento del hotel. 

Se baja del coche con garbo,comenzaba a estar agobiada de estar ahí dentro sin hacer nada más que mirar.Con impaciencia esperó a que sus acompañantes salieran también,aprovechando para encender un cigarrillo y aspirar con fruición

Observó el edificio y su extraña arquitectura,pensando en la mezcla que habían hecho en el edificio y que al final resultaba agradable y exótica

Bajé agradeciendo a Pierre y, poniéndome de pié fuera del automóvil, examiné el edificio de arriba a abajo. Los motivos no le llamaban la atención y de hecho carecían de sentido.

-Idiotas- se decía Gerald -los egipcios no están lo suficientemente al Este como para poner una decoración que los represente-.

Casi ofendido por la incorrección geográfica el rubio mira a sus dos compañeras, instándolas con la mirada a ingresar.

Renée aun llevaba la adrenalina recorriendo su menudo cuerpo cuando llegaron a la puerta del hotel. Eso si. En completo silencio. Enlazó el brazo en el de la señorita Johanna antes de entrar.

- Espero que la chica esté mas receptiva a hablar. Tienes alguna idea en mente? -

- Bienvenidos al Great Eastern Hotel -anunció un empleado mientras les abría la puerta y los invitaba a pasar con un gesto de la mano y una sonrisa en los labios. 

Atravesaron las enormes puertas dobles de macizo cristal y se encontraron en el interior de un lujoso y gigantesco hall. 

Numerosos caracteres griegos y jeroglíficos egipcios aparecían representados por doquier. Podían apreciarse incontables Ibis en el brocado de las alfombras y numerosos muebles estaban tallados de forma exquisita representando a diversas criaturas de la mitología griega. Grandes lámparas de araña colgaban del techo y sus vibrantes luces eléctricas reverberaban contra el mármol de suelos y columnas. Varios huéspedes leían el periódico, fumaban o caminaban por la gran sala admirando las diversas obras de artes con que estaba adornada, mientras los empleados del hotel guiaban a unos y a otros hasta sus respectivas habitaciones. La atmósfera era cálida y agradable y un leve perfume floral inundaba la estancia sin llegar a resultar agobiante. Un vetusto aparato de radio proyectaba etéreas notas musicales que se mezclaban con el murmullo general del lugar. 

El lujo y la ostentosidad del lugar les pareció excesivo incluso a ellos, acostumbrados como estaban a las extravagancias de la alta sociedad, y con cierta incomodidad avanzaron hasta la recepción del hotel. 

Una muchacha pelirroja y de unos 25 años se encargaba de la recepción. Al verlos llegar los saludó con una leve reverencia y una sonrisa. 

- Buenos días, bienvenidos al Great Eastern Hotel -recitó la chica como un mantra sin dejar de sonreír- , mi nombre es Rachel. ¿En qué puedo ayudarles?

Cuando Johanna estaba aún en la universidad, en una de tantísimas clases, salió a relucir el tema de la Masonería. Por aquella época la muchacha apenas había oído nombrar el término un puñado de veces, pero lo que allí se dijo aquel día le llevó a iniciar una pequeña investigación autónoma. 

Entre otros muchos datos, que ahora no vienen al caso, Johanna encontró referencias a ciertas Logías que se reunían en diversos locales de la ciudad. Uno de sus favoritos era éste mismo hotel. 
 

Renée ya había oído hablar de éste lugar. Según tenía entendido, éste hotel servía de punto de encuentro para una élite de aristócratas que gustaban de llevar a cabo reuniones de carácter hermético. 

Todo esto no eran más que rumores y habladurías, pero Renée ya conocía con anterioridad la supuesta existencia de sociedades secretas como los Masones o los Illuminati. 
 

- Bethlehem Hospital -musitó Johanna- . Bethlehem... -el recuerdo se abría paso en su mente- ¡Bedlam!.

Sin lugar a dudas había leído acerca de ese hospital en varios libros de Historia Medieval. Había sido el primer hospital para enfermos mentales de Europa y a lo largo de los años había ido adquiriendo una más que siniestra reputación. 

En parte por la aglomeración de enfermos mentales y en parte por los brutales tratamientos empleados en el lugar, la institución terminó por ser conocida vulgarmente como “Bedlam” (Casa de Locos).

A lo largo del siglo XVIII la gente iba al lugar a ver a los “lunáticos” como si de un zoo se tratara. 
 

Renée observaba con curiosidad a la gente que se encontraba dentro del hotel.

Antes de acercarse a la recepcionista detuvo al grupo parándose delante de ellos.

- Veis buena idea hablar con el regente o tenéis otra idea en mente?- sonreía con calidez, como si simplemente estuvieran hablando de cualquier tema trascendental.

-"Sabeis,a veces las historias de los lugares son realmente interesantes.Este lugar fue una horrible institución mental que ocasionaba pesadillas al más pintado,aplicaban unos tratamientos terribles,la verdad...Cuando se convirtió en hotel llamó poderosamente la atención de varias logias y creo que aún se reunen aquí ¿y si nuestro amigo fuera masón o algo así?"-pregunta a sus dos compañeros mientras se dirigen a la puerta del hotel-"Quizás todo ese relacionado con ese tema..."-

Mientras las damas conversaban y Gerald se sumía en un profundo mutismo, Pierre se acercó a la muchacha que esperaba tras el mostrador.

El francés le dedicó su mejor sonrisa y en cuestión de minutos, un rumor carmesí cubría las mejillas de la muchacha.

Se acercaba la hora del almuerzo y gran parte de los huéspedes comenzaban a retirarse al salón restaurante. En cuestión de minutos la sala quedó casi despoblada. Las etéreas armonías de Stravinsky se hicieron aún más nítidas y la atmósfera de la sala adquirió cierta solemnidad propia de iglesias y catedrales.

- Suite número 3, cuarta planta -susurró Pierre sacando al grupo de su ensimismamiento pasajero- . Tiene pagada la estancia para un mes completo, pero nadie lo ha visto desde ayer por la tarde -el francés se encogió de hombros y prosiguió- . No he querido forzar más la situación, parece una buena chica y me parece que podría perder su trabajo si insistimos más...
 

Nadie pareció querer contestar a su pregunta. Sin embargo Johanna hizo un comentario interesante sobre el lugar

- Tengo entendido que aquí se realizan reuniones de tipo hermético, así que creo que puede estar en lo cierto señorita Johanna. Podría ser Masón o un Iluminati - dijo bajando la voz aún más en tono conspiratorio para rápidamente recuperar su postura elegante y femenina.

Sus manos se crisparon levemente al percatarse de que Pierre estaba coqueteando con la recepcionista. - Gracias por la ayuda Pierre - dijo obligandose a responderle como siempre pero no pudo evitar sonar un tanto seca. - Si os parece bien, ir al comedor a coger mesa y ver si aparece. Yo voy a intentar coger suite al lado de la suya -.

En cuanto tuviera confirmación se acercaría al mostrador a ver que conseguía