Partida Rol por web

El espadachín no estaba dispuesto a perder el combate, pero la danzarina tampoco. Y a pesar de que el dolor era atroz, la necesidad de seguir adelante se impuso.
Cuando él avanzó, dispuesto a conseguir que su estocada acabara con la mujer, ella, sacando fuerzas de quién sabe dónde, logró hacer llegar sus agujas hasta el cuello de Juan. Y con las agujas, su muerte.

Delderius la recordaba. Se lo había pasado bien combatiendo con ella. Muy bien, en realidad. Con una sonrisa perversa entró en la arena, y observó los pasos cuidadosos de la bailarina.

- Creo que ha pasado mucho tiempo. ¿Finalmente tu amo consideró que estabas mejor en otro lugar? - le preguntó el elfo oscuro a la gladiadora con tono suave, mientras hacía girar sus kukris realizando diversas maniobras en el aire con precisión y virtuosismo

El baile era hermoso. Eso era indiscutible. Hermoso y mortal como el de una serpiente. El elfo oscuro era muchas cosas, pero desde luego no era insensible a la belleza. Así que no tuvo opción de no verse atraído por los movimientos de Aymée.

Tal vez su mente consciente en ese momento le susurró una broma. Algo sobre la insospechada belleza de las gladiadoras. Pero Delderius sabía que el motivo era sencillo: su pueblo prefería ver sangrar a gladiadoras que no solo excitaran por su manejo de las armas, sino por otras cualidades.

Vio como Aymée se preparaba para atacar. Despejó su mente en la medida que pudo. El combate acababa de dar comienzo y Delderius lanzó una estocada seguida de una finta, sin dejar de observar los movimientos de Aymee

El baile había empezado, y Aymée era la misma, pero no lo parecía. Su pelo había crecido de nuevo, ya no lo lucía corto, la larga melena se dejaba caer a su espalda, recogida en trenzas espesas junto al rostro, suelto el resto. Pero no era el pelo por lo que se la notaba distinta. Sus velos se habían vuelto más finos, más trasparentes, su cuerpo se exponía con menos discreción a las miradas de quien quisiera admirarlo. Pero no era el cuerpo por lo que se la veía distinta. Era distinta por su mirada.

Quizá quien la recordara de antes hubiera esperado ese brillo de temor, ese punto de indecisión, de inseguridad. Pero no lo encontró en la mujer que ahora bailaba en el centro de la arena. Se movía con soltura, se contoneaba como una diosa del desierto, una Concubina de un Sultán. Y eso era....

Había perdido inocencia, ingenuidad. Y había ganado decisión. ¿Era mejor? No, no lo era.

Miró con los ojos entornados al Oscuro, sonriéndole con un gesto ligeramente perverso. Sabía que eso gustaba al elfo, y, aún así, lo acentuó.

-Mucho tiempo ha pasado, sí. Y no te he olvidado... me alegra que tú a mi tampoco.

La Hakhim disfrutaba bailando. Era evidente. Y se movía rápida, veloz, y sin embargo no perdía el equilibrio de la composición de sus movimientos ni un segundo. Sería o no sería letal... más letal... pero desde luego sí era hipnótica. Le rodeó con sus brazos, acercándose a él, insinuándose y retirándose.

Y fue un abrazo pagado con sangre por ambas partes. Delderius descargó sus kukris en el abdomen de canela de la mujer, y ella, casi al mismo tiempo, deslizó su mano suavemente por el brazo del elfo.

Delderius observó a Aymée con interés. Los cambios eran evidentes. No solo en el físico. El elfo oscuro sonrió, sin desdén alguno.

- Parece que os habéis decidido. Eso es bueno. El sexo y la sed de sangre son cosas que puedo comprender perfectamente. Ahora la cuestión es saber que es adjetivo en vos, o lo que es lo mismo, ¿sois una hetaira asesina o una asesina hetaira?. - Delderius, desdeñando el riesgo, no retrocede, y nota como los venenos letales de la bailarina se introducen en su torso, haciéndole escupir sangre, y haciendo que algunos de sus golpes fallen. Pero no todos. El kukri izquierdo se clava en la pierna de apoyo de Aymée, casi seccionando el tobillo.

Una mirada llena de diversión, a pesar del dolor, aparece en los ojos del elfo oscuro.
- Bien jugado. Ahora tienes una opción de ganarme.

Delderius se movió buscando el brazo derecho de Aymée o en su defecto su pierna sana

La Danzarina se mordió el labio, aguantando el dolor. Aún así, fue capaz de lanzar una breve carcajada divertida, y le miró con picardía mientras se movía en un complicado giro.

Sus brazos ondularon, y se interpusieron entre los del elfo, desviando sus kukris de su objetivo. Y aunque Delderius fue consciente del roce de la piel de Aymée, de cómo su muslo le empujaba y su pelo oscuro se enredaba con el blanco del suyo, oscureciéndolo, tampoco llegaron sus agujas hasta él.

Pero sí llegó su voz, juguetona.

-¿Hetaira asesina, o asesina hetaira...? Soy Aymée, todo y nada. Ambas cosas y ninguna. ¿Qué eres tú, Delderius...? Un sádico, un profanador, un asesino, un vividor, un sofisticado diletante y sibarita...? Todo eso, y nada completamente, ¿no es cierto? Aymée es Fuego. Fuego interior. ¿Sexo? Sí. ¿Sangre? Sí. Pero sobre todo, o en el fondo, o ambas cosas... soy un secreto.

Y rió, rió de nuevo, bailando, girando, agitando frenéticamente sus caderas, haciendo sonar las monedas y abalorios con alegría, haciendo volar los velos con sensual desparpajo. Desmintiendo al parecer ese secreto...

Delderius se movía extremadamente cerca de la bailarina. Los movimientos de ambos eran rápidos, y el cuerpo a cuerpo era de una extraña belleza. El negro color de la piel del elfo oscuro, y el cobrizo de la bailarina, combinaban con el rojo de la sangre, que manchaba a ambos, y con el color oro de la arena del coliseo. Ambos se herían, y aunque las líneas cortantes de las armas de Delderius eran mas aparatosas, las breves punzadas envenenadas de la bailarina producían un efecto mortífero igualmente.

La multitud rugía, encantada.

Delderius asintió, levemente, a las palabras de Aymée.
- Cierto, todos somos muchas cosas al tiempo. Pero reconozco que me intriga lo de ese secreto. - los ojos de Delderius buscan la mirada de Aymée- A veces un secreto es mejor cuando está a la vista de todos. Entonces es cuando mejor pasa desapercibido. Has mejorado, buenos movimientos. Estoy deseando doblegarte

Ambos contrincantes estaban profundamente heridos, pero la bailarina parecía no sentir el dolor de sus laceradas piernas, y seguía contorneándose, en ese baile que tanto tenía de peligroso y de erótico.

Delderius estaba vigilante, pero tuvo que reconocer el poder del ataque de su contrincante. No había previsto un ataque sobre ambos brazos, y su respuesta, un intento de corte profundo a la cabeza, y otro a la pierna herida, llegó instantes tarde. Pero aun así estaba tan cerca de la bailarina. Por un momento ambos contrincantes se trabaron, y cayeron al suelo. El público apostaba mientras trataba de descubrir lo que había pasado

La multitud vio como los contrincantes se levantaban. El elfo oscuro tenía algún tipo de dolor en el brazo izquierdo, pues este parecía temblar, aunque no tenía heridas visibles.

- Un veneno. Ha logrado envenenarle, te lo dije. - gritó a su compañero de asiento
- No te digo que no. Pero mira la cara de Aymée. Delderius logró darle un buen corte a esa esclava.

En la arena ambos contrincantes se pusieron rápidamente en pie, mientras se miraban con atención. Y nuevamente se lanzaron el uno contra el otro.

- ¿A quién sirves Aymée?. Tal vez alguien tuviera un uso para tus habilidades. Para todas tus habilidades. ¿Sigues siendo esclava?

Y volvió a atacar tratando de cerrar el combate... desgraciadamente resbaló en la sangre de la arena. Un error que podía costarle el combate

-No estoy en venta, si a eso te refieres. En cuanto a quién es mi amo... ¿no te parece que todos somos de algún modo esclavos? Sirvo a mis intereses. Y, curiosamente, son los mismos que los de aquellos a los que pertenezco.

Aunque las frases se hilvanaban unas con otras, el esfuerzo de Aymée era patente. Simplemente hablar era una tortura. Pero la aguantaba con decisión. Y, aún casi desangrada, casi desmembrada, sonreía, burlona. Divertida, como si no fuera más que un juego todo el intercambio de cruda violencia.

-¿A quién sirves tú, Delderius? A ti mismo, desde luego. Y, ¿a quién favorecen tus intereses, además de a ti mismo...?

Le habló mientras el Oscuro se levantaba del suelo, manchado de sangre de la bailarina, y buscaba el equilibrio. Ella aprovechó, no podía dejar pasar un momento de debilidad como aquel... no se repetiría, estaba claro.

Se deslizó hasta situarse encima de su pecho, y se apoyó en él para darse impulso, y separarse de nuevo. El contacto había sido provocador, aunque fugaz. El ardiente resultado fueron dos arañazos, uno junto a su corazón, otro en su vientre. Dos arañazos que quemaron sus entrañas.

Aymée se lanzó con la fiereza de una leona. Sabiendo que estaba débil el elfo, lanzó sus mortales dardos contra él, con la esperanza de matarlo, antes que este aprovechase cualquier mínimo resquicio para vencerla.

Delderius veía borroso. Los diversos venenos de la danzarina le habían afectado profundamente, y el cuerpo de Aymée era una mancha borrosa de gran belleza. Pero era un gladiador avezado. Y tenía siempre sed de ganar. Esperó al último momento para sacar partido a la mayor longitud de su arma, y casi ciego notó como su kukri se hendía en el cuello de Aymée. La danzarina haakim se tocó la garganta, medio muerta, y retiró sus manos manchadas de sangre, cayendo al suelo. Delderius respiró profundamente en un par de ocasiones antes de acercarse a la agonizante adversaria.

El griterío de la grada era ensordecedor

- Escucha. - le susurró Delderius tras acercarse hasta Aymée- Les has encantado. Has combatido bien. Hubieras podido ganar. Me llevo como trofeo tus nuevos velos. No lo tomes como una humillación. No lo es. Además que otros vean tu cuerpo desnudo ya no puede humillarte. Pero quiero recordar este combate. Cuando te resuciten, si lo deseas, búscame. Si no es contra mis intereses ni contra los de mi pueblo puedo tratar de ayudarte en ese objetivo tuyo. Por un precio adecuado claro

Tras esas palabras, haciendo un generoso esfuerzo, se levantó. A sus espaldas oyó el estertor de Aymée. La gente aplaudía. Era un buen día, aunque sintió que las piernas casi le fallaban.
Demasiados venenos. Debo pasar yo también por la enfermería . El elfo oscuro aun sacó sin embargo, tiempo para saludar a su público.

Y para llevarse su trofeo, obviamente. La vida era bella