Partida Rol por web

Os mira con cara extrañada.

-El, es aquel al que habéis llamado Zexir... Cuando me cogieron pensé que estaba perdida, pero les escuché  una noche hablando de aquel al que nos va a vender. En dos días volvere a estar en mi casa y vosotros conmigo, junto al comprador que es el venerable hechicero de Bryn Shander... Se dice que lleva siglos en la ciudad y que ve cosas que otros no pueden ver. Les han mandado capturar a alguien dedicado en alma y en cuerpo a su dios y a algunos guerreros. No sé lo que se está tramando, pero sea lo quesea es grande, y aunque quizá no por mucho tiempo, estamos en el mismo barco.-

Os sonríe dulcemente.

-Me habéis pedido ser clara y lo he sido. Ahora sed claros vosotros,¿Que es lo que haríais en una situación como esta? O mejor dicho, que pensáis hacer?-

 Os mira seria en este momento, esperando una respuesta de los dos.

  Rikard no pudo evitar sentir desprecio por las palabras de la otra prisionera, lo dejó ver claramente con una mirada despectiva y un escupitajo al suelo bastante visible para todos. La idea de que alguien se rindiese tan fácilmente sin siquiera intentar luchar le repugnaba.

  - ¿Cómo puedes decir eso? ¿Acaso no tienes dignidad? ¿Cómo puedes estar de acuerdo con que te vendan como esclava y no tratar de hacer nada al respecto? ¿Qué diferencia hay entre eso y estar muerto? Yo pienso luchar por mi libertad, antes muerto que ser un esclavo y mas te vale no hacer nada para impedir que trate de salir de aquí.

Aagard pareció reflexionar con las palabras de Linda, y las de Rikard. Aunque Rikard tenía una parte de razón, era demasiado radical, y no tenía más intención que escapar y nada más.

-Me parece que todo esto es demasiado extraño como para sencillamente escapar y no prestar atención.-Dijo mirando a Rikard- Y más que el hecho de que nuestro comprador sea el hechicero de una ciudad. Rikard, me parece que Linda no quiere ser esclava. Nadie aquí quiere. -Ahora miró a Linda- En mi caso, quiero averiguar qué está pasando, y tomar acciones más tarde dependiendo de lo que descubra. Si huimos sin más, nos volverán a atrapar, y quizá no tengamos tanta suerte como ahora. Creo, sinceramente, que lo correcto sería buscar nuestra libertad, pero cuando sea oportuno.

Miró en dirección a los conductores, reflexionando un poco. Alzó luego la vista al techo de la carreta, moviendo los labios, en un intento de pedir respuestas a su Dios.

La muchacha miró, ahora con una sonrisa, al joven Aagard. Sus rasgos eran suaves, casi beatíficos, pues no parecía haber rastro de malicia ni en su mirada ni en sus palabras.

- Vos sois monje, y entendéis mejor que los caminos más extraños pueden llevar a nobles destinos. - Luego giró la cara hacia Rickard. - No es un tema de dignidad, señor, ni de esclavitud. Torm es quien guía siempre mis pasos y en esta ocasión me dice que debo ser paciente. Y así lo haré. Yo tengo mi fe, pero a vos solo puedo pediros que confiéis en mi palabras.

Sonrió de nuevo, sus ojos empequeñeciéndose ante el gesto.

    Escuchó atento lo que los demás tenían que decirle, pero él estaba decidido. El monje parecía mostrarse receptivo a la forma de salir libres del lugar, sólo tenían que idear un plan. - Ahora mismo como estamos no podríamos huir, pero en el momento en el que lleguemos a nuestro destino tendrán que desatarnos , por lo menos los pies y las cuerdas que nos mantienen unidos, en ese momento podríamos tratar de escaparnos, otra opción sería cuando nos entreguen al que sería nuestro nuevo "dueño" - Hace hincapié en esa palabra. - y los guerreros se marchen.

  - Antes muerto que dejar que nadie me esclavice.

  La elfa ya había dado su opinión y claro estaba que por ella seguiría siendo esclava el resto de suvida. - No sé qué clase de dios tendrá, pero mas le vale que sea uno poderoso que la proteja en todo momento.

Escuchó al bárbaro y se sintió aliviado, pues parecía estar dispuesto a cooperar de alguna manera. La semielfa también parecía que iba a ser de ayuda, así que sonrió y asintió con la cabeza.

-Os propongo algo, más a ti -Dijo girando un poco la cabeza hacia Rikard- que a ella. Los tres queremos ser libres, no esclavos. ¿Correcto? Pues trabajemos los tres juntos hasta que nos liberemos. Pero hemos de trabajar bien. Así que, Rikard, si te parece correcto, haremos lo siguiente: Les seguiremos el juego hasta que nos lleven a nuestro comprador, averiguaremos quién es de verdad, nos enteraremos de sus motivos para capturarnos, y cuando lo sepamos, te ayudaré a huir. Quiero ser libre, pero a veces la libertad es algo más que no tener cuerdas. El conocimiento te ayuda a ser más libre, opino yo. En resumen: Mi plan es que nos entreguen, averiguar lo que podamos, y huir. Si lo intentamos antes...bueno, creo que no hace falta decirlo. Si nos han capturado, es porque han podido con nosotros. ¿Os parece bien? Luego, cuando seamos libres, cada uno hará lo que crea correcto y ya está. En mi caso...-miró a Linda- aunque no lo haga como un clérigo, repartiré las enseñanzas de Torm por el mundo.

Dicho todo eso esperó la respuesta del bárbaro y la chica.

Estáis todos muy cansados, por la luz que se filtra a través de la tela de la lona calculáis que se está haciendo de día. Habeis estado en vela toda la noche y eso os está pasando factura.

La joven contestó con una sonrisa.

- Estoy segura de que cuando él hable con vosotros, cambiaréis de parecer en vuestro plan. - Ante el comentario del monje, ella no pudo más que asentir, aunque un ligero brillo se notó en sus ojos. - Sabía que teníais algo... especial. - Dijo, con tono sereno y tranquilo. - Pues confiad en Torm y veréis que lo que hacemos es lo correcto.

Un pequeño bostezo se le escapa, y se tapa la cara entre los brazos, para no parecer descortés. - Lo siento... Se hace tarde y la fatiga me domina... Si no os importa...

Tras lo cual se recuesta como puede en un rincón, cerrando lentamente los ojos.
 

  El monje tenía razón, Rikard no se caracterizaba por su gran inteligencia, pero hasta él sabía que si intentaban huir antes de tener una oportunidad clara de éxito acabarían todos muertos. - Está bien, seguiremos tu plan por el momento, pero a la mínima oportunidad de tener éxito y escapar me marcharé, no pienso alargar las cosas.

  La elfa había conseguido curar sus heridas, pero no pudo hacer nada con el cansancio acumulado que sufría de todos los días de travesía huyendo de su aldea, y, ahora mismo el cansancio se apoderaba poco a poco de él, hasta el punto de que sus ojos se cerraron de repente sin darse ni cuenta.

Aagard asintió contento, sabiendo que había evitado problemas. Suspiró un poco y se colocó de la manera más cómoda posible para dormir. Ya era tarde, muy tarde.

-Buenas lunas a los dos.

Cerró los ojos preparándose para dormir, pues debía estar lo más fresco posible para lo que acontecería al día siguiente.

No sabéis cuanto tiempo ha pasado, solo veis los rayos del sol atravesando la fina lona que cubre la carreta y escucháis el sonido de unos profundos ronquidos sobre vuestras cabezas, pues allí tumbado sobre la lona sigue la sombra del hombre que no hace mucho os tiró el cubo de agua fría. Desde la parte delantera de la carreta se escuchan cantos y risas. Aagard distingue la risa burlona de Kensei mientras que Rikard reconoce la voz profunda de Zexir cantando.

-...tanta alegría viaja el viajero,
entonando aventuras de botines sin igual.
Lucha contra dragones, roba oro,
atento al hacha! le digo al chaval.
Cuidado con los...-

Paró de cantar subitamente y carraspeó mientras su compañero, Kensei, dejó de dar palmas animando la canción. En el aire se respiraba la tensión que había tapado por completo los ánimos de festejo de hacía tansolo 5 segundos. Los ronquidos provinientes del tejado de lona cesaron y el carro paró. Se escucharon cuchicheos nada claros y entonces la carreta volvió a ponerse en marcha. Del tejado bajó el muchacho y entró dentro del carro mirandoos a los tres.

-Fin del camino princesitas.- Hizo una pausa para miraros a todos y después añadió sonriendo.-¿Habéis dormido bien?-

Dormía profundamente, cansado por los sucesos del día anterior, cuando algo comenzó a despertarlo. Había un ruido que empezó a molestarle, y cuando quiso darse cuenta, descubrió que eran voces, una cantando una extraña canción y la otra vitoreando. Agitó la cabeza unos momentos para aclarar la vista y recordar que no estaba acampando ni nada por el estilo, sino más bien atado y tirado en una carreta. Tras escuchar mejor la voz, reconoció la de su viejo rival, Kensei, que había vuelto para golpear su vida de nuevo, como solo él hacía. La otra voz le parecía extraña, aunque creía haberla escuchado el día anterior. No importaba, de poco le servía en esa situación conocer de quién eran las voces. Bostezó un poco y se estiró, pues la posición no había sido la mejor a la hora de dormir. Observó a la muchacha cercana a él, y sintió al bárbaro a su espalda. Todo continuaba tal y como recordaba: mal.

Se volvió a desperezar cuando las voces cesaron, y el carro paró. Quizá ya habían llegado a su destino, o quizá se habían dado cuenta de su presencia. Unos ronquidos, que hasta el momento había pasado por alto, cesaron. Se movió un poco, intentando despertar al bárbaro, a su espalda.

-Rikard, despierta. Creo que va a pasar algo.

Lo mismo hizo con la chica, con un tranquilo movimiento de pie, intentando mecerla.

-Linda, vamos, arriba. 

Observó al muchacho que entraba en la carreta y guardó silencio, dada su posición. Tenía las manos aún ligeramente desatadas, pero seguía sin tener las de ganar en un combate. Y más aún teniendo en cuenta que sus piernas y su cintura seguía atada. Se limitó a callar y sonreír durante unos instantes, mirando al otro.

-He dormido estupendamente, sois todos muy correctos en cuanto a la etiqueta del esclavista y secuestrador. ¿Y tú, has dormido bien, o los ronquidos eran por el hambre?

  Tras varios días por fin había conseguido dormir, aunque sólo fuesen unas pocas horas. Ni si quiera se había dado cuenta de cuando ocurrió, fue todo como un parpadeo para él, estaba hablando con sus compañeros de cómo tenía planeado escapar y, de pronto, ya era de día. Las palabras del monje le habían despertado, alertándolo de un posible peligro cercano.

  Agitó su cabeza para terminar de despejarse y miró hacia todos lados por si algo se aproximaba. - ¿Qué ocurre?

  La carreta paró y el mocoso que estaba en el techo bajó a por ellos preguntando si habían dormido bien. - Dormiré mejor cuando acabe con todos vosotros.

Linda dormía plácidamente, como si las preocupaciones de aquellos dos hombres no fueran con ella. Su belleza natural, potenciada por sus rasgos élficos, le daban ahora mismo un aura angelical, beatífica. Cuando el monje la movió con el pie, la joven se agarró a éste como si fuera la colcha de una cama, pero la voz de uno de sus captores la despertó al momento. Abrió los ojos, se estiró un poco y se alzó, aunque quedó enganchada con una de las cadenas y tuvo que lidiar un poco con ellas antes de poder sentarse, con una sonrisa ya en la cara.

- ¿Ya hemos llegado? - Preguntó con su suave voz. Pasó la mirada del extraño a los dos presos. - ¿Estáis listos para ver qué nos depara el destino?

A Rikard y a Aagard, el muchacho os desata los pies y se saca una joya morada con una pluma vistosamente verde colgando y la acerca a la cuerda que os rodea a los dos por el torso. Esta se empieza a aflojar hasta caer sobre vuestras sentadas piernas.

-Levantaos y caminad hacia afuera.

Mira a Linda y sonríe

-Tu también guapa.

Aagard se levantó sin decir nada, moviendo un poco las piernas y estirándose como pudo. Miró al hombre y sonrió tranquilamente.

-No te costaría demasiado pedir las cosas con cierta educación. Y ten cuidado, hay veces en las que, quizá, sigas vivo por los principios de otras personas.

Dicho esto, se dio la vuelta y salió del carro, con paso firme.

  Al notar que las cuerdas se le habían aflojado dejándolo prácticamente libre, Rikard, no perdió el tiempo y metió un salto rápidamente que le puso justo mirando de cara al chico.

  - Bueno, ya me puedo mover con mas o menos soltura. - Decía mientras comenzaba a estirar su entumecido cuerpo sin dejar de mirar al chico a la cara.

- Gracias. - Contestó la semielfa con una sonrisa ante el cumplido. Se levantó tranquilamente y se dispuso a salir, pero antes alargó las manos, mostrando las cadenas. - ¿Te importaría primero...

No terminó la frase cuando tuvo que apartarse para evitar el cuerpo del bárbaro que saltaba. Agarrada a la pared de la pequeña caravana, le dirigió una mirada de reproche. - ¿Pero tu estás bien de la cabeza? Casi me das. ¿Cómo se te ocurre saltar así en un lugar tan estrecho?
 

  Escuchaba a la elfa gritar por alguna razón que desconocía, no le prestaba atención, siempre hablaba y hablaba de cosas aburridas, así que optaba por no hacerle mucho caso, hasta que se dio cuenta de que le estaba mirando a él y le gritaba por haber dado el salto para estirarse. - Ah... ¿Hablabas conmigo? Si te revelas contra mi por dar un salto al ser liberado de mis ataduras pero no pones quejas por estar encadenada... ¿Que yo hiciera eso también debería haber sido un designio de tu dios no? ¿Por qué esto no te parece tan aceptable?

La semielfa alzó una ceja, y luego torció el gesto, enfurruñada.

- Jum. Hasta ahora estar presa no me ha hecho mal alguno, tu casi me matas. - Se recompuso de nuevo y se colocó la armadura y la túnica. - Bueno, ya da igual, tampoco ha pasado nada. - Dijo con un suspiro, tras lo cual volvió a su suave sonrisa. - Dale, sal.

Le dijo, animándole a pasar primero. Mientras, ella volvió a acercar las cadenas al hombre por si se las podía quitar.