Partida Rol por web

- ¡Nos encanta Derewen, papá! - gritaron las dos a la vez para después mirarse y reírse.

Orennor sonrió contento de ver a sus hijas alegres.

- Derewen y los Rohirrim fueron una parte importante en el viaje de los aventureros. Sin ellos, no hubieran podido cruzar los Campos de Pelennor y habrían sido capturado por los orcos que viajaban hacia Mordor. Derewen y Gleomund son dignos de aparecer en esta historia con sus nombres en mayúsculas.

Dreon intuía que el viaje estaba a punto de terminar.

- Papá, ¿qué les deparaba el destino a los aventureros?

El hombre sonrió.

- Eso nadie lo sabe, hijo, hay gente que piensa que el destino está escrito y otros que piensan que fluye... ¿Estaban destinados a cruzarse con Elessäl? ¿Con los rohirrim? Quizás sí, quizás no. El caso es que habían llegado a la capital de Gondor con la única intención de saber quienes eran las Tres Damas y dónde tendrían que hacerles frente para acabar con ellas y poner fin a este capítulo en la historia de Mordor. Para ello, la última aliada era Minas Tirith...

Minas Tirith (Gondor).

Ninui (Invierno), 11º día, año 2898 (Tercera Edad)

Los aventureros cabalgaban en primer lugar junto con Faendor, Derewen y Gleomund. Cuando quedó alrededor de una legua para encarar la gran Ciudad Blanca, un camino de adoquines lo bastante amplio como para que dos carretas se cruzaran se abrió ante los aventureros. Las herraduras resonaban bajo la dura piedra.

El área estaba salpicada con alquerías y pequeños muros, graneros, establos y secaderos. Muchas carreteras y sendas cruzaban los verdes campos, uniéndose a las dos grandes arte­rias que corrían rectas como flechas: la vía noreste hacia Osgiliath y Minas Anor, y la vía norte-sur hacia Pelargir y las provincias del sur. Había también arroyos que fluían a través de los valles, proporcionando irrigación para la agricultura y fríos estanques para el disfrute de los campesinos.

En las bien protegidas granjas de los Campo del Pelennor crecían muchos cultivos que después se utilizaban como comerciables y productos perecederos. Había plumas de ganso, pato y gallina, especialmente de la pequeña pero productiva gallina de lomo negro que podía poner más de ciento cincuenta huevos al año cuando se la mantenía bien. Había también porquerizos y criadores de conejos que criaban animales de manera intensiva en pocilgas y madrigueras artificiales. En los enormes campos, grandes vacas blancas que se reunían en manadas en los magníficos pastizales, producían buena carne engordada y rica leche.

Las afueras de Minas Tirith estaban llenas de vida y actividad de todo tipo. Los aventureros sintieron una sensación de protección y calidez al ver una población tan masificada, pues la mayoría de su viaje hasta ahora había sido en soledad, dejando de lado la pequeña ciudad de Minantir. 

Turno 1 - Dromri

- ¡Oh, qué belleza de pavimento!, argumentó el enano que se había acomodado otra vez a la grupa del caballo de Brecca, y que se podría decir que se habían hechos amigos. 

- ¡Oh, mirad Brecca todos esos cultivos de esas granjas!, estoy seguro que se podrían obtener mucha variedad de hojas y raíces, para diferentes males. Comentó el enano que se le veía contento al estar en una ciudad con una arquitectura parecida a la de su raza. 

Turno 1 - Elanor

Ese aire de naturaleza me motivó en demasía, quizas porque de alguna manera se podía disfrutar de ello con tan solo mirarlo y creer que al menos este rincón, no había sido asediado por la oscuridad. No obstante durante el camino estuve más callada de lo habitual, quizás perdida en el paisaje, en cada rincón que pude descubrir. 

Ya cuando aparecieron las granjas, pensó en esos alimentos, quizás podían obtener algunas reservas para toda esta odisea que al parecer tiene la impresión de ser eterna. Incluso en medio de todo aquello, pensó en el medio elfo, en la conversación que habían tenido y lo vivido recientemente. Solo quería terminar esto, lo necesitaba. 

Turno 1 - Ódvarr

El guerrero sonrió al entrar en la ciudad. Había hecho negocios antiguamente, y más de un par de estos lo había hecho llegar hasta allí. Ciertamente nunca pensó que entraría hasta esa ciudad con compañía de grandes aventureros y guerreros como era en este momento, pero eso solo le hizo reponer sus fuerzas aún más, y por sobre todo, darle el ánimo para avanzar conjunto al resto, y averiguar que estaba sucediendo con las incursiones orcas que sucedían en los territorios. Se mantuvo en silencio mientras entraban por la ciudad, escuchando el bullicio natural de esta, relajando un poco su espada, después de todo lo que había pasado.

Turno 1 - Brecca

El joven montaraz no pudo evitar emocionarse ante la vista de la ciudad, era la primera vez que visitaba la Ciudad de los Reyes, el asiento de poder desde el cual los Dunedain habían guiado al hombre hasta la caida de su último Rey, un lugar que había esperado siglos el retorno de la estirpe. Narsil sería reforjada, y entregada a quel de entre los capitanes digno de convertirse en un Rey, y los Dúnedain del norte escucharían el llamado y dejarían su vida como montaraces para convertirse en sus capitanes y luchar junto a él contra sus enemigos.

Una lágrima resbaló por sus mejillas en silencio, el relato de su madre alimentando los latidos de su corazón, pocos conocían el secreto de su raza, pocos sabían que la espada quebrada descansaba en Rivendel a la espera de su renacimiento. Sonrió al elevar la vista hacia el sitial del Árbol Blanco, símbolo de los Reyes de Gondor, y dedicó a la ciudad una últma mirada con los ojos de su herencia. Brecca Mordecai, Dúnedain del Norte y heredero de la sangre de Arvedui, no podía pisar la ciudad antes de que su Rey lo hiciera. Brecca, el montaraz, vagabundo del norte, debía hacerlo para informar al Senescal acerca de un peligro que amenazaba a todos.

Miró al enano cuando mencionó las hierbas y sonrió - Alimento, Maese Dromri, - dijo el montaraz señalando los cultivos - aunque es posible que algunas de las hierbas medicinales que conocemos crezcan en las lindes de los campos, dentro de los mismos deben erradicarse para que no compitan con la comida. - sonrió y señaló en dirección al río, donde las ruinas de Osgiliath reflejaban los rayos del sol. - Athelas, se dice que las ruinas de la ciudad que servía de puente entre Minas Ithil y Minas Tirith es un buen lugar para encontrarla. Adecuado ya que durnte mucho tiempo fue el asiento de los gobernantes, y Athelas es la hoja del rey, una poderosa planta curativa cuyos verdaderos poderes despiertan en manos del Rey ungido.

Turno 1 - VÀNIMA

La elfa asistía con relativo asombro a la grandiosidad de aquella población. Orgullosa y nacida de una raza que admiraba la grandeza, observaba allí algo que no había visto nunca, grandes poblaciones viviendo en paz, aunque fuera relativa, a la sombra de una gran y hermosa ciudad, y se sintió sobrecogida reverentemente. Observó como Brecca, con el que había luchado hombro con hombro, se emocionaba, y le puso una mano sobre el hombro. Era comprensible sentirse abrumado frente a aquella maravilla creada por lo segundos nacidos, hijos de Iluvatar. Aunque había luchado en la Última Alianza, no había llegado a ver ninguna de las ciudades de los Hombres. 

- No he visto algo tan grandioso en mi larga existencia.-. Esperó a poder verla más de cerca, y seguir asombrada. La blancura y la torre de Ecthelion le hacían recordar la torre de Turgon de Gondolin que le contaban en sus historias... - Grandes habrán de ser los Hombres si pueden hacer esto... - Y se calló. 

TURNO 2

Athelas, se dice que las ruinas de la ciudad que servía de puente entre Minas Ithil y Minas Tirith es un buen lugar para encontrarla. Adecuado ya que durnte mucho tiempo fue el asiento de los gobernantes, y Athelas es la hoja del rey, una poderosa planta curativa cuyos verdaderos poderes despiertan en manos del Rey ungido.

- No te falta razón, montaraz - contestó Faendor -, solo los verdaderos Reyes pueden dar uso de sus propiedades curativas. No es una hierba fácil de conseguir y sobre todo de utilizar.

- Grandes habrán de ser los Hombres si pueden hacer esto... 

- No solo las grandes casas y linajes de los Elfos han realizado grandes proezas arquitectónicas, dama Vánima - contestó con una media sonrisa, orgulloso de haber impresionado a la Noldo, lo cual consideraba difícil.

Los aventureros quedaron fascinados ante la grandeza de la capital de Gondor. Sus altos pilares de piedra que se fundían con las montañas hacía de la ciudad una fortaleza majestuosa.  

- La muralla exterior - habló Faendor -  mide cien metros desde la base hasta lo alto medida desde fuera de la ciudad. Dentro la distancia varía considerablemente ya que la muralla tiene una pendiente continua mientras que las terrazas de la ciudad se inclinan de diferentes formas - continuaba el de Gondor - La muralla es más delgada en lo alto, donde mide nueve metros; en la base se extiende de otros cinco a seis metros más. Así, a menos que el enemigo pueda encontrar alguna manera de horquillar completamente la muralla exterior es virtualmente imposible tomarla al asalto o destruirla. Y como bella construcción, también, es un incuestionable prodigio de la ingeniería militar - sonrió orgulloso mientras miraba de soslayo a los aventureros desde su montura.

» Como pueden ver - continuó -, aquí hay vida en cada rincón. Hay cerca de cuarenta y cinco mil habitante en Minas Tirith. El nú­mero exacto se desconoce, a pesar de la eficiencia de los nue­vo administradores de la ciudad. La Plaga hizo estragos en la población, y se estima que quizás falleció una quinta par­le de los residentes de la ciudad; pero al mismo tiempo hu­bo una afluencia de ciudadanos desde Osgiliath hace ya muchos años.

Los lugareños miraban asombrados a los forasteros entre murmullos y admiración. "Elfos", "un enano", se escuchaba entre las pisadas de los caballos en la piedra mientras ascendían niveles.

El jinete se aproximó a Faendor.

- Nosotros preferimos algo más amplio y menos alto. A nuestras monturas se les da mejor movernos en otros espacios, y a nosotros también, por qué no decirlo.

Faendor soltó una carcajada.

Turno 2.

- ¡Vaya!, planta de reyes qué curioso, por otra parte me alegra saberlo... los líderes de nuestro pueblo estarían encantados de saberlo, muchas gracias maese Brecca por compartir sus conocimientos conmigo. Dijo el enano con una leve inclinación llevándose una mano al pecho. 

Iba subiendo por el laborioso camino de la ciudad protegida por aquellos sólidos y altos muros bellamente construidos. El argumento de Gleomund, hizo que Dromri diera una respuesta. - ¡Claro maese!, estoy seguro que la ciudad de Rohan está hecha de forma diferente con el pensamiento que pueda un ejército montado entrar sin complicaciones. Esta ciudad sin embargo se nota que está hecha para un ejército a pie, con una laboriosa caminata de pasillos estrechos para que ningún ejército pueda entrar y poder contener así a un reducido grupo de hombres. Ambas sin embargo hechas según sus recursos y sus componentes tácticos. Comentó el enano que veía todo desde una perspectiva lógica.

El jinete observó al enano ante su respuesta. A Gleomund le caía bien Dromri.

- Aún así... ¡montar aquí es pan comido, maese Dromri! - rio el rohirrim - Distinto sería hacerlo en las montañas o en las fantásticas minas a base de martillo y pica propias de su raza, pero eso ya es otra historia. Déjeme invitarle a buena jarra de cerveza de que haya terminado de asear a los caballos y tengamos un momento para descansar.

Turno 2 bis - Dromri.

- Perfecto compañero. Comentó el enano feliz de haberse ganado un nuevo amigo. Lo acompañó entonces hasta el establo y miró cómo los aseaba. A continuación lo acompañó hasta la taberna... elogiando el enano el cuidado que le proporcionaba a estos animales, lo bien entrenados que estaban, y la maravillosa técnica de los Rohirrim que unificaban montura y arma de una forma artística. 

Turno 2 - Brecca

Brecca sonrió ante el gesto de Dromri, - Sería interesante saber si la hoja sirve tanto en manos de un Rey enano como las de un humano, quizá los elfos lo sepan. - dijo plameando su espalda antes de llevar a la yegua a los establos. Tras acariciar sus belfos y su frente la dejó al cuidado de manos más expertas - Gracias compañera, - le dijo en un susurro - por traernos hasta aquí sanos y salvos, descansa.

Tras escuchar la conversación acerca de las calles de Edoras y las de Minas Tirith, comparadas con las ciudades subterraneas de los Enanos, pensó que en realidad ésta era la primera ciudad amurallada que visitaba. Su vida discurría entre aldeas, el monte, y la ocasional ciudad empalizada cuando necesitaba comprar algo más elaborado, Minathir había sido hasta el momento la población más grande y ahora estaba en Minas Tirith, la capital de Gondor, el asiento de los reyes... y debía recorrerla.

- Disculpad Maese Faendor, si pudierais decirme dónde nos hospedaremos, e indicarme el camino hasta el mercado más cercano, creo que me gustaría recorrer la ciudad... oh, y la dirección de un buen herrero - dijo sacando un atado que, al abrirlo, reveló la hoja partida de la espada que su padre le había dado. - Si no puede repararse, entonces deberé comprar una nueva, - palmeó la hoja negra en su vaina - Ésta hoja es sólo para usarse en casos de emergencia, y cuando matar es la única solución posible.

Turno 2 - VÀNIMA

La elfa atendía, con seriedad y solemnidad, a los comentarios de acerca de la construcción de la ciudad, los números y su magnificencia. La verdad era una maravillosa obra de los Segundos Nacidos, digna ciudad, por lo que decían, de compararse con grandes obras del pasado. Sencillamente, asentía y daba gestos que invitaban al hombre a continuar. 

Mientras Dromri se juntaba a tomar una cerveza, Brecca se dispuso a acompañar al caballo y buscar la herrería, la elfa guerrera dijo: - Dadme un rato para pasear, para ver las guarniciones y las vistas de la ciudad, comprobar como es la vida de estos guerreros. Apenas un rato, mientras mi buen Dromri se refresca la garganta y los demás hacéis lo indispensable, si es que hay que esperar. ¿Os parece que nos veamos en la próxima comida? - Preguntó, mirando a la par a Faendor y a sus compañeros, esperando su respuesta. 

TURNO 3

Faendor escuchaba de soslayo a los aventureros organizar las distintas tareas antes de reunirse. El descanso era merecido, pero las razones no eran esas, sino las que Faendor les comentó.

- Hacen bien, y parece que se me han leído la mente, buenos aventureros. La primera parada no iba a ser las dependencias del Senescal, pues tenemos orden de no reunirnos con el mismo hasta la mañana de mañana. Así que pueden realizar sus quehaceres como gusten. A la noche podrán descansar en una posada en los últimos niveles de la ciudad, "El Escudo Roto".

El general repartió unos permisos identificativos para poder moverse por la ciudad.

- Si alguien se extraña de su apariencia, enseñen esto. No tendrán problema. Que descansen. Mañana pasaré a recogerles en la posada.

Y se despidió asintiendo con la cabeza y son una sonrisa mientras se retiraba junto a Derewen.

TURNO 4

Con la caída de la noche, los aventureros volvieron de sus tareas dirección la posada de "El Escudo Roto". La actividad comenzaba a aminorar, fruto de que los tenderos, vendedores y comerciantes recogían sus puestos y guardaban mercancías. Ahora, solo comenzaban a verse patrullas de guardias que quedaban en parejas, caminando por las frías calle retumbando las botas sobre las calzadas de piedra.

Los habitantes de Gondor volvían a sus casas, mientras que otros se dirigían hacia las distintas tabernas y posadas para pasar la noche y tomar una buena jarra de cerveza después de la dura jornada de trabajo. Brecca, Vánima, Ódvarr, Elanor y Elessäl llegaron casi a la misma vez al lugar. De Dromri, no había rastro por ahora.

Abrieron la puerta al posada, que desde fuera, auguraba un buen ambiente, calor de hoguera y música para los oidos.

Un hombre de unos cincuenta años de brazos fornidos se acercó a los aventureros con rostro amable. Limpiaba una jarra y vestía un peto marrón de cuero con una holgada camisa blanca. 

- Buenas noches, ¿ustedes deben ser los huéspedes de los que me habló Faendor, es posible? - preguntó con una sonrisa -. Si son tan amables, me permiten sus permisos para gestionar la reserva de las camas.

Tras todo el proceso, los aventureros se percataron de que Dromri estaba en una de las mesas del salón, junto a Gleomund y ese muchacho, Robin, quienes algunos habían coincidido mientras andaban por la ciudad.

El rohirrim saludó con la mano.

- ¡Dromri, son los demás! ¡Eh, aquí! - comentaba ahora con la jarra en alto.

Al parecer, el enano y el jinete estaban disfrutando bien del descanso. Robin, sonreía mientras sopesaba unos dados entre los dedos, haciendo hábiles trucos.