Partida Rol por web

Questin avanzó en paralelo al ogro tratando de esquivar sus ataques y cuando estuvo en la posición que consideraba óptima, simplemente dio un golpe de talón con sus botas, desapareció y volvió a aparecer unos metros más adelante a la espalda del ogro y flanqueándole con Xaod.

- ¡Muere! - Gritó.

Y el golpe de su espada fue directo al cuello del ogro. Questin saltó para golpear a su enemigo en el preciso instante en que éste se agachaba por tal de esquivar el golpe de Xaod, cosa que no logró y entonces, el filo de la espada del mediano seccionó el cuello del ogro y su cabeza voló a tres metros de distancia hasta caer al suelo y rodar unos pocos metros más hasta que se detuvo con una mueca de horror.

- ¡Ja! - Gritó satisfecho el mediano. - A eso le llamo un buen corte.

- ¡Buen trabajo! - Gritó boquiabierto el joven atada al árbol. - ¡Me habéis salvado de esos brutos! ¡Ahora desatadme! - Les pidió. - Estoy seguro de que podemos formar una sociedad beneficiosa para todos. Lo creo de verdad.

Y aunque aquel joven que parecía más bien un escuchimizado pordiosero, hablaba de una alianza, difícil era ver que podía aportar él a ducha "sociedad", aunque en un mundo como aquel en el que vivían, hasta el más pequeño de los seres podía esconder algún arma secreta más que útil en muchas circunstancias. No hacía falta más que ver a Glÿnmaer o al propio Questin Himmble.

Mi aparición en escena distrae magistralmente la atención de los obtusos ogros, lo que permite a mis compañeros acabar con el primero de ellos sin problemas, mientras que mi rayo mortal termina con el segundo. ¹ Aunque hay que reconocer que el halfling sobrealimentado no lo ha hecho del todo mal.

Solo espero que tanto esfuerzo, que me ha abierto el apetito, haya merecido la pena. Escucho las lastimeras súplicas del tipo atado pero yo estoy demasiado atareado registrando las pertenencias de los ogros como para ocuparme de él ahora mismo. Además, seguro que el noble y loco anciano se encarga de mil amores.

—Exactamente, ¿qué es lo que dices que puedes aportar? —pregunto con actitud distraída mientras curioseo entre las cosas del campamento, volcando bolsas y vaciando bolsillos de ogros muertos— Porque para mí el equilibrio en toda relación es una cosa muy importante y últimamente no hago más que favores que nadie me termina de devolver...

- Soy conocedor de lo arcano. - Confesó el joven. - Si estáis aquí, sin duda buscáis algo en las ruinas del antiguo templo. ¿Me equivoco? - Preguntó el joven, aunque aparentemente sabía ya la respuesta. - El templo es un lugar peligroso y de seguro que contando con una ayuda extra, sorteareis mejor esos peligros.

La batalla había terminado y aquel viejo paladín no sufrió ni una sola herida y tampoco dejó alguna abertura en sus defensas para asestarle un golpe mortal, aquello le fastidió tanto que no pudo contenerlo insultando a los dioses en su idioma natal, el insectoide quería ofrecer la vida de  Xaod a su dios pero eso iba a tener que hacer esperar, aún no se encontraba bien de salud y el paladín había salido tan diestro como él mismo en el combate.

Lo que ocurrió después poco le importó, al parecer el humano atado se sumaría al grupo para entrar al templo, - entre más mejor - pensó sin prestarle mayor atención a cómo terminaría la conversación, se acercó al ogro que aún conservaba la cabeza para inspeccionar si aún respiraba.

Una vez finalizó el combate, Xaod corrió hasta el árbol donde se encontraba amarrado aquel joven que decía ser conocedor de lo arcano y sacando un afilado cuchillo curvo de su cinturón, comenzó a soltar los amarres que mantenían inmovilizado al cautivo. Enseguida estuvo liberado y empezó a estirar sus brazos y frotarse aquellas zonas donde la cuerda había estado cortándole en gran medida la circulación.

Para sorpresa del joven, Xaod se arrodilló junto a él y tomó una de sus manos besándola al instante y acto seguido bajó la cabeza mirando hacia el suelo.

- Siento haber tardado tanto, mi señora. - Dijo el paladín. - No os había reconocido de lejos, mi vista ya no es la de antes. - Dijo con sentido pesar. - Os ruego me disculpéis por mi tardanza.

El joven, apartó rápidamente la mano. Sentir los bigotes y los labios de aquel tipo besándole la mano, le dio repelús. Lo que vino después, las palabras de aquel aciano, si que le cogieron totalmente desprevenido. Alzó la mirada buscando comprensión en el resto de asistentes, pero tan solo se encontró con el horrible rostro de un insecto, la indescifrable cara de un pixi oscuro y la mirada de incomprensión de un mediano gordo y lleno de cicatrices, que no parecía ser el más avispado de los seres.

- ¿Qué diablos decís? - Le preguntó a Xaod. - ¡No soy vuestra señora! ¡Nada que ver! - Se quejó amargamente.

Xaod se puso en pie y dio un paso atrás sonriente bajo su espesa barba. Asintió con la cabeza como complacido ante las palabras del joven y entonces miró en dirección al lugar donde se encontraban sus tres disfuncionales compañeros.

- Gracias por vuestras palabras amables, mi señora. - Le dijo mucho más sereno. - La dama es la baronosa Astrid de Rottenheim. - Hizo las presentaciones. - Ellos, son el caballero Galahad, al que llaman "caballero negro" y su fiel escudero Lorence. - Dijo haciendo referencia a Krath-Tk y a Glÿnmaer respectivamente. - Y mi viejo amigo, el conde Nurn de Freshburn. - Señaló con la mirada a Questien Himmble.

- Pero... - Frunció el ceño. - ¿De qué habla este demente? - Les preguntó a un insecto enorme, un duende volador con muy mala pinta y mediano que debería estar recluido en un sanatorio mental. - Diablos... - Murmuró. - ¿Dónde puñetas me he metido? Supongo que mejor que en la boca de un ogro... -  Se encogió de hombros. - Mi nombre es Redrick Barber. - Se presentó finalmente. - No sé si lo he dicho, pero estaba viajando hacia el viejo templo. Quería llevar a cabo una excavación con un grupo de mercenarios, pero los ogros nos tendieron una emboscada y bueno... no se que sucedió con mi grupo, pero ya no está. 

Entonces observó como Glÿnmaer sobrevolaba los cuerpos de los ogros. Ambos estaban muertos y bien muertos. Ni un aliento se escapaba de ninguno de los dos. Redrick parecía preocupado por el intenso saqueó al que el pixi oscuro estaba sometiendo a los cadáveres.

- Oye, amigo. - Le dijo al pixi. - Estos seres me quitaron mi libro de conjuros. Sin él no podré ayudar demasiado. También me quitaron unos brazales y una capa, así como una mochila con provisiones. Si lo encuentras...

Glÿnmaer, ignorando en gran medida las presentaciones que el bueno de Xaod estaba ofreciendo de forma bastante desacertada, empezó a registrar lo cuerpos sin vida de los ogros en busca de objetos que pudieran ser de valor o útiles para la investigación que estaban llevando a cabo.

Lo primero que encontró fue, en efecto un libro. Se trataba de un enorme y pesado tomo de vetusto aspecto. El típico grimorio que llevaría consigo un mago, por lo cual, se evidenciaba que el joven llamado Redrick podía estar diciendo la verdad. Pronto encontró otro tipo de objetos diversos, destacando entre ellos, una espada bastarda, un saco con monedas, no menos de doscientas, un saco con ratas muertas que olía a podredumbre, un escudo pesado de acero, una ballesta con la cuerda rota, cinco gemas de diversos colores, unos brazales de armadura, un par de pendientes de oro, unas cuantas sortijas de hojalata y dos anillos, uno de ellos dorado y otro con una gema azulada. 

La noticia de que hemos liberado a un lanzador de conjuros me sobresalta. Una cosa es viajar en compañía de un insecto gigante, un anciano senil y un halfling sobrealimentado y otra viajar con un astuto mago. Bueno, quizá no tan astuto si tenemos en cuenta que lo atraparon dos sucios ogros, pero...

—Y dime, Redrick. ¿Eres un mago poderoso? —pregunto con actitud pretendidamente inocente— ¿De esos que son capaces de lanzar bolas de fuego y ver cosas invisibles? Porque eso sería muy útil, nos han dicho que el templo está infestado de hobgoblins y cosas peores.

Para ganarme su confianza le lanzo los brazales que he encontrado, demasiado holgados para mis flacuchas extremidades. Pero prefiero esperar a oír cómo responde a mis preguntas antes de devolverle su libro de hechizos.

La espada y la bolsa de dinero me importan tan poco como el saco lleno de ratas muertas, o quizá menos. ¿Para qué le sirven las monedas a un pixi o un arma cuya longitud supera en más de veinte centímetros mi propia estatura? Las piedras preciosas me parecen mucho más bonitas y me las guardo discretamente después de ponerme el anillo enjoyado en mi dedo pulgar.

—Aquí hay un pequeño botín para los vencedores —animo al mediano y a... como-se-llame a acercarse—. Monedas y pendientes de oro y un anillo muy bonito y una espada que tiene toda la pinta de ser como mínimo mágica. Deberíais quedaros con todo, ya que habéis matado a los ogros. A mí me hace feliz que vosotros seais felices y no necesito más.

Si es que estoy hecho todo un filántropo.

- Puedo alterar la realidad. - Dijo muy serio. - Bolas de fuego no puedo lanzar y tampoco ver lo invisible. - Sonrió con cierta malicia. - Pero puedo hacer muchas otras cosas tan o más increíbles. - Desveló. - Sin duda podemos formar un gran equipo. Todos saldremos beneficiados. - Miró en dirección a Glÿnmaer. - ¿No está por ahí mi grimorio? - Dijo mostrando cierto nerviosismo mientras se colocaba sus brazales. - Lo necesito de verdad.

Questin recogió la espada larga que Glÿnmaer le había ofrecido. La sopesó y dio varios espadazos al aire. Asintió satisfecho y dejó caer su anterior espada larga, la cual parecía ser de muy buena calidad y enfundó la nueva espada en una vaina que portaba colgando a su espalda. No les hizo demasiado caso a las monedas, ni al anillo de oro. Parecía que había escogido su parte del botín. 

- Es una buena espada. - Declaró.

- ¿Entonces, esas ruinas de las que habláis mi señora, son la antigua fortaleza de Rottenheim? - Le preguntó a Redrick. 

Éste frunció el ceño, miró al pixi, al insecto y finalmente al mediano, aunque no pareció encontrar respuesta alguna en ellos, pues parecían tan perdidos como él mismo. Negó con la cabeza sin responder al buen siervo de Torm.

- Le llevaré hasta allí entonces y restauraremos el lugar para que recupere el esplendor perdido. - Dijo de forma solemne. - ¡Lo juro por Torm! - Exclamó hundiendo la punta de su espada en el suelo y apoyándose sobre la empuñadura de la misma.

Me tranquiliza la afirmación de que no podría verme si me volviera invisible, aunque no estoy del todo seguro de que este taimado brujo esté diciéndome la verdad. En cualquier caso, tiene encandilado a nuestro senil anciano y esa parece una buena razón para llevarle con nosotros, puesto que el vejete realmente sabe usar esa espada. Además, si intenta jugárnosla, confío en que nuestro sobrealimentado halfling se ponga de mi lado si Redrick intenta jugármela.

—¿No será este el libro que estás buscando? —pregunto con actitud inocente, volando hacia él para acercárselo— Tiene pinta de ser valioso, además de bastante pesado. Guárdalo bien antes de que alguien lo encuentre y decida venderlo por unas cuantas botellas de vino y un asado caliente.

A continuación, dirigiéndome al mediano, añado:

—Esa espada nueva te favorece, Himmble. El arma de un campeón para un auténtico campeón. ¡Qué manera de matar ogros! Seguro que tu familia se quedará boquiabierta cuando les cuente cómo te enfrentaste heroicamente a ellos y les diste muerte, ya lo creo que sí.

Krath-Tk recogió la bolsa con monedas, los pendientes y el anillo de oro, el cual se colocó en uno de sus dedos luego de asegurar la bolsa a su cintura, aquel combate le dejó un mal sabor en la boca.

nada ocurrió como el esperaba.

La conversación del grupo variopinto continuo hasta el punto de percatarse que “aquella bella dama” se unía al grupo en el plan de investigar el templo. Poco le importaba cuantos más se sumaban, en lo único que se interesaba era en buscar la forma de matar al viejo senil seguidor de Trom.

- vamos, no perdamos más tiempo - dijo impacientado y aburrido por la conversación que mantenían, se adelantó buscando la senda por la que iban tratando siempre de evitar cualquier contacto con el paladín.

Redrick se acercó rápido a dónde se encontraba aquel extraño ser feérico. Se notaba por su forma de andar que todavía estaba algo dolorido y entumecido, pero la expresión que mostraba era similar a la de un niño justo antes de abrir un paquete de regalo y cuando vio que aquel viejo y maltrecho grimorio era el suyo sonrió ampliamente y lo agarró ansioso. Acto seguido se puso a ojear el tomo ansioso por ver en que condiciones se encontraba y si faltaba alguna de sus páginas.

- ¡Sí, es mi grimorio! - Exclamó. - Y por lo que veo, está en perfectas condiciones. Lástima lo de la capa. Que no esté, pero al menos estoy vivo. - Sonrió.

- La espada está bien. - Dijo de pronto el mediano. - Muy bien. - Añadió, aunque se veía cierta tristeza en su mirada y tono de voz. - No tengo familia. Me abandonaron y por eso iba a Hommlet. - Comentó apretando los puños con ira. - Me las pagarán... - Dijo en un murmullo lleno de rencor.

- ¿Nos vamos entonces? - Dijo un alegre Xaod, como si todo lo que se estaba diciendo en aquel momento no fuera con él o hubiera entendido cualquier otra cosa. - Pronto recuperaremos Rottenheim, mi señora. Se lo aseguro. - Le dijo convencido a Redrick. 

Acto seguido se puso en marcha en dirección a las ruinas de lo que años atrás fuera la sede del llamado Templo del Mal.