Partida Rol por web

- Eliminadlos antes de que puedan dar la alarma... - Sugirió el arcano cuando se hizo evidente que les habían descubierto.

Y es que difícilmente iban a esconder a un enorme oso, luciendo una ruidosa armadura, con un enano furibundo sobre su lomo. Si querían optar por el sigilo, era evidente que avanzar todos en tropel no iba a resultar la forma más adecuada.

Por mi cabeza cruzan docenas de ideas divertidas acerca de cómo asustar al pobre cuarteto y hacer que echen a correr desesperados hacia el heterogéneo grupo que conforman mis compañeros. Pero realmente sería un derroche de esfuerzo y recursos, porque los pobrecillos estarán muertos antes de poder disfrutar realmente de cualquiera de mis inocentes bromas.

En lugar de eso, opto por desenfundar de mi cinturón una de las varitas que cuelgan de él y revestirme con una invisible protección arcana. No es probable que los hombres-hiena vayan a alcanzarme ni siquiera de casualidad, pero no estoy tan seguro de que no vaya a recibir fuego amigo cuando menos me lo espere.

No me lo pensé más. Estábamos decididos a atacar y cuanto antes nos librásemos de aquellos gnolls, antes podríamos continuar. Sabía que con mi arco no causaría mucho daño, pero al menos sí que esperaba crear confusión y sobre todo, abrir una ventana para que mis compañeros actuasen con mayores posibilidades de éxito.

Por otro lado, mientras disparase y permaneciese a cubierto, no correría peligro. ¿Había una mejor manera de atacar que aquella?

Sin embargo, sabía que si no me acercaba más tampoco iba a conseguir nada, así que maldije en silencio, me desplacé a lo largo de los arbustos, apunté... y disparé.

Venga, flecha. No me falles ahora.

A continuación, preparé otra flecha y apunté para seguir disparando.

Bajando de un saltito de su montura, le dió una palmada en aquel peludo trasero

-¡Vamos, querida! Es hora de comer-Dijo en tono cantarín, animando a su montura a lanzarse contra los recién llegados.

Aquella mole de músculos, pelo, zarpas y dientes se lanzó cabalgando ruidosamente contra los Gnolls, lanzando un potente zarpazo contra el primero que alcanzó, hincándole las uñas y agarrándolo con fuerza.

Por su parte, Ruro se mantuvo en la retaguardia, observando el devenir del combate.

- ¡Aaaaah! - Gritó Questin mientras salia de su escondite agarrando su espada larga cual mandoble.

El mediano corrió directo al combate, como solía hacer siempre y descargó un fuerte espadazo contra uno de los gnolls ya heridos. Pese al profundo tajo recibido, siguió en pie dispuesto a dar guerra hasta el final, aunque realmente se le veía muy malherido.

Los gnolls, al ver salir al mediano se sorprendieron, a esa pequeña criatura no lo habían visto, aunque si al oso. Sabiendo que huir ante una criatura tan imponente y rápida, decidieron pelear por sus vidas. Dos de ellos atacaron al oso sin poder traspasar la férrea armadura que portaba encima. 

Mientras tanto, los otros dos se centraron en Questin, quien si recibió un corte en el antebrazo tras recibir uno de los hachazos de la bestia híbrida. Por suerte se trataba de una lesión menor.

Al insectoide le quedaba más fácil ayudar al mediano pero, seguia sin confiar en ellos por lo que si morían resultaría mejor para él, a fin de cuentas poco le importaba limpiar el mal de ese lugar.

Saliendo del "escondite", se adelanta un poco para tener visibilidad con su nueva presa, ya al tenerla enfocada con sus ojos bifaceos sale en carrera con sus poderosas piernas, levantaba tierra y grama con cada pisada que daba, sus garras se mecían de un lado a otro y su mandíbula se abría escurriendo baba a medida que se acercaba. Al llegar salta sobre él clavándole sus dos garras superiores deteniendo la inercia de su cuerpo con su carne, el daño parecía mortal pero no deja de atacarlo, arremete con el resto de sus garras pero solo una logra alcanzarlo.

A su dios claramente le agradaba lo que hacía Krath-Tk, ya que las heridas dejadas por sus "compañeros", ahora solo eran cicatrices en su férreo exoesqueleto.

De nuevo sus compañeros reaccionaron antes que él, quien quedó atrás malamente escondido entre los arbustos. Vio al oso cargar pesadamente contra aquellos, y muy de cerca a Questin, de nuevo profiriendo esos berridos. Probablemente, cuando acabaran con esos cuatro, habría otra patrulla detrás de otros arbustos tratando de localizar los gritos de aquel mediano rechoncho y furioso.

Volviendo a levantarse y maldiciendo por lo bajo, el paladín no vio una línea clara para cargar contra aquellos sin duda malvados gnolls, de modo que optaría por reposicionarse con cautela para luego lanzarse en una carga acorazada.

No quisieron esperar y era normal. Ya nos habían visto. Así que tras la flecha de Lerissa, que dio la salida al combate, comenzamos a correr hacia ellos. Yo alzaba mi espadón, el cual brillaba por la gloria de Seyran y me dispuese a liberar al mediano o mediana o lo que fuese, de la carga de ambos gnolls antes de que acabasen con él.

Mi espadón cayó con fuerza sobre la gran criatura y sin duda le hizo daño por el gesto de dolor y el gruñido que me soltó al no esperarse mi golpe.

Akta cargó con furia sobre uno de los gnolls. El impacto de su espadón fue terrible y acabó con su vida con un profundo tajo. El gnoll, tan solo pudo mirar una última vez con sus ojos vacíos de vida, a los que fuera su asesina antes de desplomarse en el suelo. 

Por su parte, el despiadado insecto gigante rasgó y apuñaló con saña a otra de las criaturas híbridas que moraban en el interior de aquel extraño y maligno templo.  A este ser, ni tiempo le dio de ver a su asesino, pues antes de que pudiera retirar la vista del enorme oso, de detrás de éste apareció Krath-Tk arrebatándole la vida.

Compruebo con alivio que estos gnolls sí son de los que uno puede matar sin darles los buenos días, aunque sigo sin tener claro por qué previamente mis compañeros han tenido que llevar a cabo un divertido ritual de esconderse entre los arbustos. Está claro que la caza de los hombres-hiena es una actividad llena de matices y reglas de lo más pintorescas entre los cazadores humanos. Mucho más de lo que jamás se me habría ocurrido.

Como no tengo ninguna prisa por acabar con su diversión y quiero seguir aprendiendo de sus extraños comportamientos, me limito a sobrevolar el coto de caza disfrutando del sangriento espectáculo y echando miradas de vez en cuando a los alrededores por si acaso descubriera nueva presas.

El mediano, viendo que el gnoll que tenía delante estaba realmente malherido optó por tratar de asestarle un golpe de gracia. Lanzó un único espadazo, convencido de que arrendataría la vida de su enemigo, no obstante y contra todo pronóstico, no logró impactar.

- ¡Aaarg! - Gruñó molesto consigo mismo.

Ruru observaba el devenir de los acontecimientos mesándose su blanca barba, asintiendo con regocijo ante el espectáculo

-Mi querida Pinckles dará buena cuenta de estas pobres bestias corrompidas...

Tras nu silvido de este, la gran osa se puso sobre sus dos patas traseras, lanzando varios zarpazos al Gnoll que la confrontaba, alcanzándolo únicamente con el primero.

Tan enfrascada se encontraba en el fragor de la lucha que aquel potente mordisco fue a cerrarse en el aire, produciendo un doloroso sonido hueco y, probáblemente, habiendole causado daño a sí misma.

El combate despertó de tal manera que de pronto vi como había demasiada gente delante de mí como para seguir disparando flechas a distancia, así que guardé el arco, desenvainé y me lancé a por el gnoll que quedaba, usando mi tobillera para aparecerme a su lado y descargar sobre su lateral todo lo que tenía, dos estocadas que esperaba acabasen con aquella criatura y pudiésemos continuar avanzando.

Descargué dos veces mi espada sobre su cuerpo, contactando con su vientre y abriéndole un tajo enorme que comenzó a sangrar.

Si no estaba muerto, poco le faltaba para estarlo.

Entre la enorme osa de Ruru y la diestra espada de Lerissa acabaron por dar muerte a los dos gnolls que quedaban con vida casi sin que tuvieran tiempo ni siquiera para alzar la voz dando la alarma. El ataque fue rápido y letal y ninguno de los gnolls supo realmente peligros que corrían hasta que no fue demasiada tarde. 

De nuevo el silencio reinaba en el ambiente. Parecía evidente que nadie les había oído, lo cual era extraño, pues aunque por poco tiempo, habían hecho bastante ruido. Fuera como fuera, tras unos minutos que pasaron descansando del combate, nada sucedió, ni más patrullas de acercaron al lugar. 

Frente a ellos, a pocos pasos se encontraba aquel extraño fuego. Estaba rodeando una cristalera del templo la cual se había roto, aparentemente de dentro a fuera. No parecía que hubiera vigilancia en la zona, aunque podía ser que les estuvieran observando desde dentro, eso era algo que no podían descartar tampoco.

- Ese fuego es mágico. - Dijo entonces y entre susurros el arcano. - No os quemará si lo tocáis. - Comentó. - No es más que una ilusión que alguien situó aquí con afán defensivo. Y bueno... Parece que de forma perpetua. Es asombroso. - Dedujo realmente impresionado. - Dentro peleamos la última vez. Casi nos masacran. Es allí donde cayó el paladín. Pobre Xaod. Estaba loco, pero era buen hombre, los dioses lo tengan en su gloria...

- ¡Basta ya de monsergas! - Intervieno entonces el mediano aún con su espada todavía llena de sangre. - ¡Vamos a masacrar a esas bestias! - Lanzó un espadazo al aire salpicando gotas de sangre contra el suelo. - ¡Xaod era mi amigo! - Exclamó lleno de ira y dispuesto a entrar el solo en el templo si hacía falta. - ¡Vamos a por ellos, no seáis cobardes! - Y sin esperar respuesta alguna, comenzó a caminar en dirección al ventanal.

- Aquí nadie es cobarde, sino precavido. - Repliqué al mediano. Aunque la verdad era que los que habían huído de allí habían sido ellos...

Con mi espadón agarrado fuertemente con mis manos, crucé aquel fuego que no quemaba sin perder detalle de mi entorno, pues para mi el sigilo estaba vetado. El combate había sido rápido y solo tuvimos que lamentar bajas enemigas. Me planteé en saquear los cuerpos, pero dudaba que esos gnolls tuviesen algo de valor para llevarlo a casa o bien ofrecérselo a Seyran.

Lo importante, debía estar dentro, resguardado y protegido. Así que dejé que los demás mirasen si había algo útil para ellos, pues no iba a cargarme de armas inútiles y oxidadas que luego no me dejasen caminar y menos aún pelear. En eso me parecía a Lerissa, prefería el oro y las joyas. Más cómodos de llevar... y el equipo de calidad, que pudiese ponerme en el momento, nada de cargar como una mula por dos monedas de oro.

Eso me hizo pensar en aquella cucaracha, cuando cogió el hacha y me pregunté dos cosas. La primera era donde la había metido, a parte de como demonios la había cogido sin manos y la otra, ¿para que la quería? Dudaba que nadie le comprase nada solo por su aspecto. De hecho no veía a esa cosa entrando en la Encrucijada Vieja y vendiendo nada, por muy mágico que fuese todo. Y mis pasos siguieron al mediano, esperando que no le diese por desaparecer delante de mis ojos.

Eso era algo que me jodía bastante.

— Ahá, buena lucha, buena lucha... — dijo Crodos acercándose a los gnolls, ya cadáveres. Había sido rápido, casi indoloro. O al menos breve.

Cuando llegaron frente al fuego falso, Crodos lo observó con atención. Sí, ya le había parecido a él que era mágico y no divino, ni mucho menos.

— Entonces ahí fue donde el noble Xaod encontró su final. — dijo solemnemente con la mirada fija en las llamas — Ha llegado el momento de castigar con gran venganza y furiosa cólera la muerte de nuestro hermano. Y sabrán que Su Nombre es Seyran cuando caiga la venganza sobre ellos. — hizo volar la capa espectacularmente con un golpe de brazo y echó a andar hacia el fuego falso con pasos decididos, junto a los otros.

Observo con desapasionado interés la heroica masacre que mis compañeros llevan a cabo contra los indefensos gnolls. Sorprendidos, peor armados, con una condición física lamentable y ampliamente superados en número, lo sorprendente hubiera sido que hubieran podido ofrecer algo de resistencia y un espectáculo digno.

—¡Gloria a Seyran y a sus valientes campeones! —exclamo con fingido entusiasmo— Los bardos cantarán esta gesta durante generaciones.

La facilidad con que Redrick descubre la ilusión hace que me sienta genuinamente orgulloso de él. Está claro que es incluso mejor mago de lo que había pensado y eso sí que es bueno para nuestro disfuncional grupo. La pena es que es un tipo un poco solo y no me sigue el juego de las visiones sagradas y todo eso, pero no se le puede culpar a nadie por ser soso.

—¡Adelante, atravesemos el fuego falso para llevarles fuego auténtico a los enemigos de la fe!

Y, con estas palabras, cruzo la ventana del templo con la ilusión de un niño que irrumpe en el salón al amanecer para descubrir sus regalos esperándole colgados de la chimenea, dentro de sus calcetines.