Partida Rol por web

El pequeño manantial desprendía casi un dedo de agua. Lo suficiente para sobrevivir allí y lo insuficiente para generar un río en tierras tan secas. Se notaba que el chamán lo sabía y había construido aquella pequeña presa con rocas y seguramente barro para que no se fugase el agua por abajo y esta salía cuando rebosaba, no cortando demasiado el camino de la naturaleza.

Comenzaba a ponerse el sol y algún animal aprovechaba para salir de su madriguera al igual que los lagartos y serpientes empezaban a ocultarse. No era el menú del río pero podíais intentar cazar algo.

No se había ni planteado nada para la cena, cuando vio como un conejo salía delante de sus narices. De forma casi intuitiva, sacó su revólver Schofiled y en menos de un segundo, el cerebro del animal salió disparado por el agujero que dejó la bala. 

- ¡Vaya! - Exclamó sonriente y satisfecho. - ¿Has visto eso? No sabía que hubiera conejos pie aquí... - Comentó. - El de Keiza ya no cuenta. - Soltó una risotada. - ¿Preparas el fuego mientras lo despellejo?

Se quedó boquiabierto... su compañero era rápido y preciso con el arma, pero no... no fue eso lo que pensó...

-¿Seguro que ha sido una buena idea disparar?... no sabemos que puede haber a una milla de aquí, y lo mismo atraemos a algo no deseado... Vale, ya me encargo de despellejarlo y cocinarlo; haz guardia por si viene alguien -vivo o no.

Rápidamente, echó mano al conejo, le hizo unos cortes en las patas, y tiró con fuerza, sacando la piel limpiamente, como si fuese tan fácil... se notaba que había hecho lo mismo multitud de veces; a continuación, mientras el animal se quedaba sin sangre del todo, se preocupó de preparar una fogata.

Fogata... miró alrededor...

-No me jodas....

Lo único vegetal que había, y que estuviese seco, había ardido como los zuruños del demonio... suponiendo que el demonio cagase, y que además, sus mierdas fuesen combustibles. Se acercó a donde todavía humeaba el fuego que había devorado el tipi... al menos había tizones. Habría estado bien tener un par de palos para cogerlos, o unas buenas tenazas... pero nunca encuentras lo que necesitas cuando lo necesitas.

Pero eso sí, tenía el hacha y el material de cocina... la sarten; herrumbrosa, pero ahí estaba. Se acercó al caballo, a cuyo lado estaba la silla de montar que le había quitado para que descansase, y sacó lo que buscaba. Todo ello, claro, sin soltar el conejo... no fuese que un huho listillo quisiese una comida gratis... porque esas cosas, pasan.

Con la sartén, el hacha y el conejo, se acercó a donde humeaba, y hurgando con la herramienta (el hacha), sacó unos trozos humeantes, aún calientes, y los puso en la sartén.

Después, buscó un sitio adecuado, son la espalda cubierta por lo menos por la pared rocosa, y el agua cerca; allí, se puso a soplar con calma los tizones, para avivarlos, y dejó el conejo encima; no sería el mejor de los cocinados... pero conejo a la brasa, probablemente sería comestible y todo.

Porque si no, a las malas... crudo.

Si había más muertos andantes... por Dios, que esperasen a que hubiesen cenado...

Podía ser que tuviera razón. Disparar igual no había sido buena idea. Aunque el conejo sin duda era bastante más apetecible que un puñado de lagartijas. Además, así no gastarían sus víveres, que tarde o temprano empezarían a escasear. 

William hizo caso a Santana y se dedicó a dar una vuelta por los alrededores atento a cualquier el señal de que alguien o algo se acercaba. Especialmente si era uno de esos muertos vivos. 

De reojo miraba al mejicano. Al principio iba de un lado para otro. Parecía buscar algo que no encontraba. Finalmente se las ingenió para calentar la sartén y asar al conejo. Era un hombre de recursos el mejicano.

- ¡Huele bien, amigo! - Le dijo a su compañero. - ¡Espero que sepa igual!

La oscuridad no le permite ver nada a Will, al menos cerca del campamento y el olor a conejo que empieza a hacerse es demasiado para su estómago y regresa al lado de Santana sin localizar nada de nada en las cercanías. Si habían animales cerca, carroñeros nocturnos, sin duda que el sonido del disparo les había ahuyentado y si algún conejo se animaba a salir, seguramente sería mucho más tarde, cuando los extraños olores creados por las brasas y la carne haciéndose desapareciesen.

Sonreía de oreja a oreja; el conejo no tenía mala pinta... de rata, eso sí, pero no tenía mala pinta. Con el cuchillo, lo descuartizó con calma, pues ya asado, la carne era muy tierna y solo había que tener cuidado con la parte más exterior, algo endurecida... pero el interior ... oh, Dios... se deshacía.

Separó dos mitades, procurando que fuesen iguales, usando un par de escudillas metálicas que llevaba en las alforjas... Sí... además de sartén, llevaba platos. Ser un sucio ignorante no quería decir que no le gustasen ciertos lujos cuando tenía ocasión.

-Buen provecho

Declaró, antes de empezar por uno de los cuartos traseros... Estaba tranquilo; habían ya pasado un rato largo desde que el tiro de Will rompiese el silencio de la noche, y no había pasado nada. Señaló con la cabeza la especie de covacha que se abría tras lo que fué la tienda del chamán...

-Si había algo peligroso ahí dentro... ya debería haber salido.

- ¡Así es amigo, así es! - Sonrió el vaquero y cuando dio el primer mordisco a su trozo de conejo su sonrisa se amplificó. - ¡Joder, que bueno! Creo que me acostumbré a la vida de forajido. ¡Estoy comiendo mejor hoy que la mayoría de los días de mi vida! - Y soltó una carcajada. - Solo echo de menos un buen colchón. Pero cuando pille uno... ¡Hay cuando pille uno! 

Si, le faltaba acompañamiento a esa carne. Unas hojas de lechuga, un tomate o patatas hubieran acompañado muy bien al conejo, pero no podía quejarse. Ciertamente tenía ganas de encontrar al grupo, advertirles de lo que sabían y marcharse en busca de una nueva vida. Si Santana le ayudaba, puede que construyera una cabaña junto al río donde comieron delicioso pescado al mediodía. O puede que se marchara aún más lejos. No lo sabía, pero lo que si sabía era que Tombstone no entraba en sus planes más inmediatos.

Pero no. No salió nada del hueco salvo aquel humo. La noche parecía tranquila a pesar del disparo de William, insensato pero al menos una buena cena que disfrutar. Iba siendo hora de descansar ahora que teníais el estómago algo lleno, porque la verdad es que el conejo, aún siendo grande, era más huesos que carne. Pero al menos os tuvo entretenidos un rato y lográsteis engañar al estómago con él.

La luna brillaba en lo alto y no había ninguna nube, así que la guardia tendría bastante claridad, al menos hasta que las nubes lo estropeasen todo o la luna se esfumase, algo que podía pasar.

Ambos teníais sueño, pero debíais respetar la guardia.

- No ha estado mal. - Dijo lamiéndose los dedos. - Me he quedado con ganas de más. - Comentó con media sonrisa. - Descansa un poco si quieres. Yo estoy bien. Vigilaré mientras tanto. ¿Bien?

Acto seguido Will agarró su revólver y cargó una nueva bala. Mientras Santana descansaba el pasearía, al menos de tanto en cuanto para evitar quedarse dormido. 

-De acuerdo; que no se te pase despertarme....

Se preparó un sitio lo más cómodo posible para dormir, apoyando la cabeza en la silla de montar y bien tapadito con la manta, con el sempiterno sombrero mejicano tapándole la cabeza, de modo que no se podía saber si estaba despierto o no.

Y con el rifle bien a mano... que nunca se sabe...

Santana no tardó en quedarse dormido y pudiste oír sus ronquidos enseguida. La luna seguía siendo una buena aliada y dejaba ver a William el campamento o más bien el hogar del chamán a unos metros vuestros, completamente arrasado, junto con los dos cuerpos de vuestros compañeros allí mismo.

Lo curioso de aquella situación era que habían incinerado tres cuerpos, seguramente el chamán y dos indios, pero habían dejado el de Dan y el de Kezia pudrirse allí mismo. De hecho, el de Dan estaba verdaderamente putrefacto, dejando claro que había sido infectado. Pero el de Kezia parecía sano.

Lo que allí hubiese ocurrido solo lo sabían el resto del grupo y los muertos.

La noche fue silenciosa y William logró aguantar la guardia sin problemas. Lo único llamativo durante la misma fue que aquella lechuza o bien otra similar, se acercó a contemplaros, quedándose en lo alto de un saliente de la rocosa montaña, curiosamente, justo en el momento del cambio de guardia...

- Santana... - Will se acercó al mejicano y le tocó la chepa. - Despierta angelito. - Le dijo en broma. - ¡Se te cae la baba! - Comentó al ver lo evidente. - Es tu turno de guarida. Por suerte nada raro ha pasado en el mío.

Se acercó a su saco de dormir y comenzó a meterse dentro. Estaba agotado y los ojos ya se le cerraban. Necesitaba esa siesta antes de seguir la casa al amanecer.

- Intenta no dormirte esta noche, ¿vale? - Le propuso. - Ya tuvimos suerte una vez...

-Ya va, ya va -Gruñó... y se limpió la rebaba que le caía de la comisura de la boca... Ya ni se acordaba de en qué estaba soñando, pero seguro que era algo bueno.

-Te despertaré al alba, tranquilo que no me duermo esta vez. No me pienso ni sentar.

Se puso en pie, con la manta sobre los hombros, procurando que el calorcito no se escapase; quedaba media noche por delante, y más le valía estar espabilado. Que no pasase nada en una guardia en que te quedas dormido... es chiripa; la muerte rondaba por ahí fuera, y si eso no era suficiente acicate para no quedarse dormido, no sabía qué podría serlo.

Rifle en mano, y tras echar una meadilla, que ganas tenía, se puso a pasear, para asegurarse de que todo estaba bien, y que no había alimañas o cosas peores cerca, y con una piedra en la mano, por si tenía ocasión de lanzarla a alguna criatura de la noche.

William no tardó en dormirse tampoco. Lo justo en lo que Santana se despertaba y soltaba una buena meada. Sus pasos eran ligeros y en su cabeza estaba la idea de no dormirse, algo que si ocurría podía terminar muy mal para ambos.

La noche traía silencio y paz, hasta que algo hizo que Santana se detuviese. No supo que era en ese momento. Un sonido... un olor quizás, pero sabía que había algo cerca que no debía estar ahí.

Con su rifle en mano, miraba en todas las direcciones. La claridad de la noche se iba ido esfumando conforme la luna se había ido moviendo y la dificultadad para ver algo era mayor que en la guardia de William. Aún así el sonido de la lechuza sobre las rocas y el vuelo raso sobre algo, hicieron que Santana lograse ver al indio que se acercaba en un silencio absoluto hacia él y su compañero.

Sus pasos no eran normales. Arrastraba los pies y sus brazos colgaban a ambos lados. Conforme se acercaba, Santana descubrió que no era tan silencioso como parecía. Un sonido gutural salía de su garganta... una especie de gruñido...

Sabía que algo no iba bien; tal vez algún ruido fuera de lugar, tal vez alguna falta de ruido, tal vez el Santo Ángel de la Guarda que le estaba intentando avisar; el caso es que, cuando le vió, el susto hizo que, fijo, un par de años de vida se le escapasen por el pedo que exaló.

-¡Ay, Bendito! -Le dió tiempo a exclamar; el indio estaba allí mismo, delante de sus narices. No se le había oído llegar ni nada, así que estaba a tiro de piedra o menos.

No le dió tiempo a pensar una mierda; por puro instinto, levantó el rifle Henry, apuntó rápido, y disparó, esperando volarle la tapa de los sesos al que, esperaba, estuviese muerto, porque no le apetecía matar a un vivo que lo mismo venía en son de paz... pero ningún vivo se movía de ese modo -salvo cuando vas muy borracho, eso tenía que recomocerlo-

Lo de que el sonido del disparo rompiese el silencio de la noche, y pudiese ser oido en tropecientas millas a la redonda... como que se dio cuenta después...

El cuerpo cayó desplomado al suelo, con la sesera esparcida a su alrededor. No había sangre derramada y la piel era grisacea. El ave que parecía vigilaros, se había esfumado también y el eco del disparo junto a la montaña resonó delantando vuestra posición. La noche se podría volver bastante divertida tras aquello.

Quien si que pudo escuchar y reaccionar al disparo, fue William, quien, apesar de estar en lo más profundo del sueño, no pudo evitar despertar con semejante ruído.

- ¡Hostia! - Exclamó William al escuchar el atronador disparo. Se incorporó de golpe y miró a su alrededor. - ¿Un conejo? - Preguntó y entonces lo vio. - ¡Oh, vaya! 

Se puso en pie y caminó hasta donde se encontraba el cuerpo sin vida del indio. Lo examinó por encima y llegó a la inequívoca conclusión de que aquel hombre era uno de aquellos muertos vivos. 

- Casi no he podido dormir nada, pero seguir aquí es ahora... complicado. - Comentó con bastante pereza. - Tendremos que recoger el campamento... ¿No crees?

Se acercó al fiambre -caducado- y se aseguró de que no se movía, para lo cual le propinó sutiles puntapiés en las costillas, piernas y coxones -si con eso no se movía, es que estaba requetemuerto-. Lo olfateó con recelo... sí,... olía a podrido... o eso o a Marvin, que venía a ser lo mismo.

Miró alrededor...

-No se ve una mierda... Si nos movemos a oscuras... podemos darnos de bruces con una partida de estos. Aquí, al menos, les veremos venir, y tenemos la espalda cubierta por la pared de piedra; a unas malas, hasta podemos hacernos fuertes en eso que parece una cueva; mientras nos queden balas, podremos estar tranquilos... Este se movía despacio...

Se ahorró decir "espero que como todos los demás; porque como no sea así, estamos jodidos..."

-Intenta dormir un poco; si viene otro... bueno, te despertaré del mismo modo. En cuanto raye el alba, podremos movernos. Por si acaso, voy a comprobar que los caballos están bien.

- Si, tienes razón... - Dijo William. 

Acto seguido se metió en su saco, cerró los ojos y en menos de dos minutos volvía a estar roncando. Cierto era que la situación era difícil y que en otro momento le hubiera costado conciliar el sueño, pero lo cierto era que estaba agotado y el sueño ganó la partida.

La elección de los hombres fue la más sensata y correcta. Ahora solo el manto de estrellas cubría el cielo y la luz de la luna no existía. No solo podían perderse si no sabían orientarse bien, sino que sin luz, podría ocurrirles cualquier cosa. Desde otro indio como aquel o que una de sus monturas acabase con una pata rota por pisar donde no debía y perderla así para siempre.

Will volvió a acostarse y, a pesar del disparo de Santana, no tardó en quedarse dormido.

Ahora era el momento de ver si el mexicano lograba aguatar el resto de la guardia despierto y alerta o si el sueño hacía mella en él y acababa dormido y acurrucado al cuerpo de su compañero.