Partida Rol por web

Una nube de polvo se vio a lo lejos e instantes después, el sheriff Calvin se encontraba cara a cara con los tres hombres, la mujer y su ayudante. - Cuéntame Tom. - Le dijo el sheriff al hombre y este no tardó en informarle, no solo de que habían traído a la hija de Reeves, sino del tema del fuerte. Mientras lo hacía, Calvin miraba mal, muy mal a Will y Santana.

- Ustedes dos. - El tuteo con quien fue su ayudante se había terminado. Ahora era alguien fuera de la ley para él en aquella ciudad. - Les avisé que si volvían por aquí les ejecutaría. Han tenido suerte de que mis hombres no hayan cumplido  mis órdenes. Ya se están marchando de aquí. Y me da igual lo que tengan o no tengan. Les dejé bien claro que les ejecutaría si volvían a la ciudad y eso no ha cambiado. - Dijo con autoridad.

- Rogers, vaya de inmediato a su casa, lávese y queme esa ropa. - Le dijo al hombre que enseguida se puso a galope rumbo a la ciudad. Las armas que os apuntaban, a pesar de haberse ido uno de ellos, eran cada vez más.

- Señorita Reeves. Lamento el trato y la situación. Su padre viene de camino con un carruaje para usted. - Y miró a Marvin. - Y usted, si quiere entrar, va a tener que ir con el señor Perk, quitarse esa ropa, lavarse bien con dos hombres delante, vestirse con la que le demos y por supuesto, sus armas se quedan aquí. Irá a mi oficina después de asearse y asegurarnos de que todo está en orden y allí esperará al señor Reeves. Es lo que hay, si no les gusta, ya se están marchando porque nadie más va a entrar en la ciudad.

No era un mal trato. Tal y como se habían puesto las cosas y teniendo en cuenta lo estúpida y desagradecida que era la señorita Reeves, que de no ser por ellos ahora vagaría como un cadáver animado en medio del desierto, habían salido bien parados de aquella.

En su opinión Will había hecho lo correcto. Ante la locura repentina y la traición a la estrella que representaba si ex compañera Jesse, no pudo hacer más que alejarse de ella. Ojalá estuviera bien y feliz con Kane allí donde quiera que estuviera. Fuera como fuera no quería volver a verla. 

En cuanto al fuerte... Bueno, si el sheriff y sus hombres no tenían lo que tenían que tener para erradicar a esos muertos vivos, alguien tenía que hacerlo. Eso hicieron ellos exponiéndose a la enfermedad y acabando con la amenaza para ser repudiados en su regreso a Tombstone. Sinceramente, le daba igual el reconocimiento, pues le bastaba con saber que había hecho lo correcto y que había puesto a salvo a su familia.

Y en cuanto a la señorita Reeves, bueno. ¿Qué otra cosa podían haber hecho con ella? Encontrarla de nuevo en peligro y a punto de ser devorada había sido una suerte. Para ella evidentemente, aunque nunca reconociera que sus salvadores habían sido expulsados con deshonor de su casa y que ella no les había dado ni las gracias. 

- Dependemos de ti Marvin. - Le dijo Will a sucio amigo. - Te esperaremos en la zona del río, donde acampamos aquella vez. - Fue a estrecharle la mano pero finalmente y tras mirar furtivamente al sheriff no lo hizo. - Te daría la mano amigo, pero esa gente cree que estamos infectados y bueno... - Sonrió de nuevo, como era característico en él. - ... ya sabes. - Hizo una breve pausa. - Mucha suerte compañero. 

Tras aquello miró al mejicano y espoleó a Zorro para alejarse de la zona. Con un poco de suerte llegarían a la zona del río con el tiempo suficiente como para poder tratar de cazar algo para la cena y darse un buen baño y limpiar sus polvorientas ropas.

Marvin asintió al sheriff. Desde luego que ya tenían que haber hecho algo malo sus dos compañeros para que los quisieran ejecutar. Pero bueno, no era tampoco su problema, y además había conseguido que llegase el jefe.

— Sí, señor Calvin, sí, lo que usted diga. Les daré mis armas a ellos, si no le importa. — contestó, señalando con la cabeza a Will y a Santana. Se desabrochó las dos pistoleras y se las lanzó a Will, quien las cogió en el aire. Luego sacó el Winchester y se lo pasó también. Después su cuchillo enfundado. — Sí, bueno, gracias Will. Nos veremos por allí pronto porque me tienes que devolver esos revólveres y mi Winchester. No te vayas a escapar con ellos, ¿eh, amigo?— le respondió sonriente, pensando en que estaba barajando muy seriamente la posibilidad de escaparse con el dinero. Por un lado había compartido con él la matanza de los muertos y la diarrea de la muerte, y eso unía lazos, pero por otro lado la recompensa era tan golosa...

Entonces recordó algo. Algo importante. Algo por lo que podían empapelarlo pero bien por ladrón, y que no estaba dispuesto a devolver. Marvin se quitó el sucio chaleco que llevaba sobre la camisa, en cuyos bolsillos estaban guardadas las joyas robadas de la señorita Irma Reeves, y se lo lanzó también a Will para que lo cogiera al vuelo.

— Eh, Will. Guárdame también el chaleco, ¿quieres? Ya se que es una mierda, pero le he cogido cariño como para meterle fuego así como así. Joder, me lleva acompañando mucho tiempo, ¿vale? Pero que sepas que volveré a por él — se giró hacia el tipo que se llamaba nosequé Perk — Bueno, señor Perk. Ya estoy listo. Le prometo que no llevo armas encima. Vaya, pronto lo verán cuando me lave bien. En fin, cuando usted diga, jefe.

- ¡Claro amigo! - Exclamó contento el bueno de Will. Al parecer era posible que finalmente las cosas les fueran a salir bien. - Nos veremos en el río. - Le dijo despidiéndose con un leve cabeceo mientras se calaba el sombrero. - Suerte allí dentro. 

Y sin más empezó a alejarse de aquella ciudad llena de prejuicios, paletos y mala gente en general. Si todo salía bien, una vez regresara a la civilización, lo primero que haría sería intentar aprender a leer. Al fin y al cabo, con su parte de la recompensa y lo que pudieran sacar por las armas, iban a poder costearse una vida desenfadada, al menos por un tiempo.

Perk se llevó a Marvin con él y le hicieron bañarse y limpiarse hasta en sitios que desconocía. Luego, le miraron todo el cuerpo, en busca de arañazos recientes o mordiscos. Le dieron ropa limpia y cuando Marvin se miró en el espejo, no parecía ni él mismo. Después fue llevado a la oficina del sheriff, donde tuvo que esperar bastante tiempo en un rincón, mientras que Perk y sus compañeros hablaban y de vez en cuando le miraban.

- Sabes que si sales por la salida este, no les verás y te llevarás toda la recompensa, ¿verdad? Si no quieres quedar mal, por un pequeño precio les llevaremos nosotros mismos los suministros que quieras y ya de paso les haremos dejar la zona donde estén acampados y que no vuelvan. - Le dijo el hombre a Marvin.

Por la mirada hablaba muy enserio.

Minutos más tarde, llegó Reeves acompañado de sus hombres y del sheriff y entró por la puerta. Calvin señaló a Marvin con la cabeza y Reeves se acercó a Marvin y le abrazó. - No sabe cuánto le agradezco que haya salvado a mi hija. - Le dijo y se separó de él. - Lamento la tardanza, pero he tenido que ir primero a casa a asegurarme de que mi hija estaba bien y que se quedase tranquila. No le haré perder el tiempo. Mi hija... estoy deseando estar con ella, ¡tiene tanto que contarme! Y no, no se preocupe, no me olvidé de su dinero...

Sacó unos papeles del bolsillo. Estaban a medio rellenar ya. - Eran para todos, pero como solo está usted... dígame su nombre. - Y viste como escribía algo en los papeles. - Vale... aquí va la fecha... la cantidad... y mi firma. - Extendió el papel a Marvin. - Como me han dicho que solo tiene un caballo, he quitado 500$ de la recompensa y se los entrego en metálico, para que compre lo que necesite antes de ir al banco, porque en un caballo no podrá llevar todo eso. Cuando tenga lo que crea conveniente, solo tiene que ir al banco y entregar este papel. Le preguntarán su nombre y le darán el dinero... y todo arreglado. - Dijo con una sonrisa y estrechó la  mano de Marvin.

- De verdad, no sabe cuanto le agradezco que haya traído a mi hija de vuelta a casa. Hoy es un gran día. Ver que Kane está muerto con mis propios ojos y que mi pequeña esté en casa... déjeme abrazarle de nuevo. - Y aquel delgado y alto hombre abrazó de nuevo a Marvin antes de irse de allí, despidiéndose feliz de todos.

El sheriff se acercó a Marvin. - Felicidades, es usted un hombre rico. Sus amigos le esperan donde le dijeron, nos encargamos de acompañarles hasta allí por si se perdían. - Le estrechó la mano y le invitó a marcharse con un gesto. - Buena suerte y con esa gente como compañía, le sugiero que no vuelva más por aquí. - Aunque más que sugerencia sonó a amenaza. - Este es un lugar tranquilo y así debe seguir siendo.

Y con un gesto te acompañó al exterior, donde Reeves estaba aún con sus hombres hablando, sin montar aún a caballo.

- Para que no se pierdan, yo les acompañaré a ese lugar del río. - Dijo el sheriff. - Stuart, quédese aquí con sus hombres y la señorita Reeves. Vosotros, venid conmigo. - Ordenó y sus hombres asintieron. Will miró y el sheriff había despertado a todos los hombres que tenía como ayudantes para recibirles.

- Vamos caballeros, ustedes delante. - Indicó a Will y a Santana y fue el mexicano el que abrió el paso.

Realizásteis el camino en silencio, al menos con Calvin y sus hombres. Al llegar al río el sheriff se detuvo. - Os lo diré más claro a ambos. Si vuelvo a veros tan cerca de Tombstone, no os dejaré ni decir hola. Le diré a vuestro amigo donde estáis, por si cuando tenga el dinero se le olvida el camino...

Miró a sus hombres. - Nos vamos. - Les dijo y estos esperaron a que el sheriff se alejase un poco antes de darse la vuelta y marcharse, dejando a Will y a Santana junto al río, donde supuestamente se reunirían con Marvin más tarde. Al menos el lugar era fresco y tranquilo, los caballos tenían agua y se podía descansar... si es que alguno de los dos podía hacerlo.

- No volveremos a pisar Tombstone, sheriff... - Le dijo al despedirse. - Gracias por su comprensión. - Añadió. - No pensábamos volver, pero al rescatar a la señorita Reeves nos vimos obligados a traerla de vuelta a casa. - Hizo una breve pausa. - Estoy seguro que lo entiende. 

Y cuando aquel imbécil que tenían por sheriff se marchó, Will pudo respirar tranquilo. Lo cierto era que el primer mentiroso era el Sheriff Tom Calvin, pues nunca les advirtió que no debían acercarse al poblado navajo. De ellos tan solo había dicho que eran pacíficos, criaban caballos y que no daban problemas. Fue luego, cuando supo que Jesse y él se habían separado, cuando se volvió loco y dijo haberles advertido de tal extremo sin dejar hablar a William. Sin duda otro caso más de la que William Rivers empezaba a llamar "la demencia de Tombstone". 

Lo cierto era que ya todo le daba igual. Quería alejarse de un lugar en el que tan solo había encontrado dolor. La joven a la que había decidido amar se había casado con otro ya que los padres del propio Will se habían opuesto a su relación. Eso le rompió el corazón y si bien trató de desafiar a su padre metiéndose a ayudante del sheriff, en aquella oficina tan solo había encontrado dementes y mala gente. No hablaba tan solo del sheriff, sino principalmente de Jesse "la Loca", que si bien muchos dirían que había sido engañada por Rivers, él pensaba que había sido un asunto diametralmente opuesto, pues era ella la que se había mostrado como una paranoica y una demente que le hubiera volado el pecho poco después de jurarle su amor.

Alejarse de aquella aldea llena de locos era lo mejor que podía hacer. De eso no le quedaba duda alguna. Si Marvin no les traicionaba todo iría bien. Conseguirían un buen dinero con el que iniciar una nueva vida lejos de aquel lugar y si no volvía junto a ellos, con suerte Santana y él mismo podrían llegar a algún lugar civilizado y tratar de recomponer sus vidas mediante trabajo duro y esfuerzo, algo que nunca le había dado miedo. Pero ahora viviría el presente.

- Santana, creo que voy a llenar la cantimplora y ver si hay algo de caza... o de pesca. - Sonrió. - Mejor pescamos algo. Es más silencioso y tengo buenos recuerdos de este río. - Sonrió poniéndose manos a la obra acercándose al río en busca de su cena y con suerte también la de su inseparable amigo mejicano.

Si bien no era la primera vez que Marvin había lavado su cuerpo con tanta dedicación. Ni siquiera en el lago. Cuando pasó junto a ese espejo... demonios, se asustó. Vaya pintas. Hasta el bigote grasiento se le había quedado limpio, y tenía la piel tan clara y el cabello tan rubio que parecía estar enfermo.

Cuando Perk le comentó que por un poco de dinero despacharían a sus últimos compañeros, Marvin se relamió como un gato gordo dispuesto a comerse todo el pastel. 

— La salida este, ¿eh? — dijo cavilando, pasándose la limpia mano por su limpio bigote. De tan limpio estaba tieso, joder. Había perdido la textura que tenía. — Bien, es bueno saber eso...  Lo tendré en cuenta.

Cuando llegó el señor Reeves, a Marvin le cogió por sorpresa el abrazo. Siempre había sido tratado como una rata, y sentir el agradecimiento sincero del tipo y ver el amor que desprendía hacia su hija casi le hizo ponerse sensible. Casi, porque cuando sacó el papel. Entonces olvidó todo. ¡Diablos, iba a ser rico!

— Marvin Ra... Levine. Marvin Levine, señor. — estaba hipnotizado observando la cara pluma del señor Reeves garabatear lo que debía ser su nombre. Él no sabía leer, pero si quería llevar un negocio adelante debía aprender o le iban a engañar, caray. Cogió el papel que le tendía el tipo y le devolvió el apretón de manos, aún como obnubilado. — Gracias, señor Reeves, gracias. Ha sido un placer haber ayudado a que usted recupere a su hija. Sí, sí, abráceme usted. Yo se lo permito, faltaría más. — porque además, jamás había que morder la mano que daba de comer.

En cuanto a lo de Kane... ¿Muerto? Lo que estaba era lejos. Pero eh, no sería él quien le dijera nada, en absoluto.

Cuando por fin el hombre aquel con tanto dinero se cansó de abrazar a Marvin y se fue, Marvin se quedó un rato pensando, y allí seguiría, agarrado al documento que le dio Reeves, si no hubiera sido porque el sheriff Calvin le acompañó a la puerta.

— Gracias, señor sheriff Calvin. Por supuesto, por supuesto. Un pueblo con tanta buena gente merece paz y tranquilidad.

Marvin entonces, agarrado al papel, se quedó pensativo. Estaba a punto de recibir más dinero que había visto en toda su vida y que era capaz de imaginar. Tanto, que al parecer iba a necesitar un carromato para llevarlo. Eso le llevó a una cuestión muy seria, la de pasearse por el desierto con un carro lleno de dinero. Por todos los demonios, él mismo había asaltado diligencias, sabía cómo funcionaba el jodido negocio. Cuando vieran a un tipo con un carromato solo por ahí... Chasqueó la lengua. Demasiado jugoso.

Marvin se empezó a masajear las sienes conforme comenzó el dolor de cabeza. No estaba acostumbrado a pensar tanto, pero tras un rato dándole vueltas llegó a la conclusión de que repartir su dinero con Will y Santana era lo mejor. Iba a pasar de 150.000$ a "sólo" 50.000$... Algo que nunca hubiera imaginado, pero tanto dinero al final se podía convertir en un problema, o lo peor, en nada si lo atracaban y mataban. Con Will y Santana viajaría más seguro. Sí, iba a comprar su parte del dinero, pero esperaba que siguiera siendo bastante como para montarse su propio rancho, convertirse en terrateniente y, aprovechando lo limpio que había quedado, por fin reclamar el amor de la tetona de Fringilda... O quizás ir con ella a la ciudad y montar su propia destilería...

Así pues, con esos pensamientos se encaminó con sus quinientos dólares en metálico a la tienda de los suministros. Compraría un buen carro con un par de caballos de tiro nobles*, mucha comida y luego iría al banco a reclamar la recompensa.**

Marvin miraba el papel como si fuese la novia perfecta y no dudó en ir a por lo que Reeves le recomendó para poder llevarse el dinero. De las múltiples opciones que tenía, optó por la más arriesgada, la de coger un vehículo que no sabía usar y dos caballos de tiro, cuyo propietario, juraba y perjuraba que eran los más dóciles que tenía.

Además, el hombre estaba feliz y le contó a Marvin como un tipo, que se parecía muchísimo a Noah por la descripción que Rata le pudo sacar, le había comprado sus tres mejores caballos de tiro el día anterior y que junto con Marvin, estaba teniendo una asombrosa racha en la venta de caballos.

El carruaje ya era otra cosa. Allí no habían diligencias a la venta, sino las clásicas caravanas de los colonos, seguramente las que usaron muchos de ellos para llegar a Tombstone.

Algunas estaban para quemarlas, con las lonas rotas y las ruedas podridas, pero otras aún se salvaban, como la que Marvin vio apartada a un lado. El dueño dijo que la acaban de restaurar entera y le ofreció un buen precio por ella y los caballos, tan bueno que era irresistible y lo mejor aún, era que tenía aún más dinero para comprar provisiones y comida, sin tener que ir aún al banco.

Con todo listo, solo le quedaban dos opciones: ir al banco de Tombstone o intentar sacar el dinero en otro lugar.

- Maldito sheriff. - Dijo escupiendo al suelo cuando este se marchó. - ¿Y dices que te criaste con estos desagradecidos? Que bien hiciste tirando la placa ese día. - Le dijo Santana a Will.

Le miró cuando le propuso lo de pescar. - No, prefiero dormir un rato. Pescando no se puede hablar... pero tu pesca tranquilo, que yo estaré a tu lado. - Le indicó el mexicano y así fue. Se recostó junto a Will mientras que este intentaba sacar algo bueno para cenar y así fue, sacó un pedazo de pez que le hizo recordar el primer día que pescaron en el río todos juntos, cuando aún creía en Jesse y en la misión y no sabía lo que le depararía el destino.

Santana se despertó con el coleteo y las salpicaduras de agua de aquel pez. - ¿Eh? ¿Qué? ¿Ya está aquí Marvin con nuestra recompensa? - Preguntó desorientado a Will mientras se frotaba los ojos antes de ver aquel enorme pescado aún coletear en la caña de Will.

- No, amigo, no. - Le dijo sonriente al mejicano. - ¿Aunque... qué mayor recompensa podríamos obtener en la vida que una sincera amistad, un buen río que nos de pescado como el que acabo de coger y la paz y tranquilidad que este lugar proporciona? - Filosofó mientras se encargaba de empezar a preparar el pescado para asarlo al fuego. - ¡Supongo que sólo puedo superarlo la increíble recompensa por la señorita Revees que Marvin tiene que traer hasta aquí! - Soltó una risotada.

Realmente a Will Rivers el dinero era algo que no le importaba demasiado. Si bien había dicho aquello en tono de broma, bien era cierto que creía que lo más gratificante de la vida era ganársela con esfuerzo y trabajo duro. Algo que los ciudadanos de Tombstone no compartían demasiado con él. Aquella ciudad no era más que un enclave de ladrones, forajidos y criminales en general que habían tratado de vivir de forma civilizada sin demasiado éxito. Y para prueba el sheriff, que no era más que el más grande de los rufianes que habitaban la ciudad. Suerte tenía de haber sido expulsado del reino de los ladrones.

- Tiene buena pinta. - Le dijo a Santana examinando la pieza de pesca que había sacado del río. - ¿Tienes hambre? - Preguntó orgulloso. Sin más se puso a cocinar el pescado.

Marvin pensaba que llevar un carromato no podía ser tan difícil, pero una vez que lo vio ahí tan grande empezó a dudar. Y que supiera, ninguno se los otros dos tenía idea alguna de llevar un carro. 

Entonces se le ocurrió algo. Tenía dinero. Mucho dinero. Era como un empresario sin empresa aún, y si algo tenía un empresario, además de dinero, eran empleados. ¡Ahí estaba la solución, y sin compartir la recompensa con los otros dos buitres!

Dejó el carromato un momento a cargo del vendedor y, tras pertrecharse de nuevo con un par de revólveres nuevos, se encaminó al Saloon. Si en algún sitio había gente desocupada, era allí. Aunque en aquel pueblo fueran idiotas todos, o casi todos.

Atravesó las puertas de vaivén de un empujón y se quedó quieto en la entrada del saloon, mirando a los parroquianos como si fuera un tipo importante. ¡Joder, y ya lo creía que lo era! Seguramente el más rico después del viejo de Reeves.

Tras unos momentos de crear expectación, habló:

— ¡Necesito gente que sepa llevar un carro, y algunos más que sepan sostener un rifle! — ​​​​​​ anunció en voz bien alta, interrumpiendo todas las conversaciones. Soltó un escupitajo en la escupidera y sonrió ante la mirada de los sorprendidos presentes — ¡Vamos a la gran ciudad, al este! Si queréis ganar dinero, soy vuestro hombre. — nueva pausa, evaluando los rostros conforme se acercaba sonriente a la barra haciendo sonar las espuelas de sus botas. Ya solo faltaba ganárselos a todos con un movimiento maestro final — ¡Vamos! ¿No me creéis? ¡Barman, a esta ronda invito yo! ¡Y a la siguiente! — ​​​​​​exclamó alegremente soltando el dinero de un golpe sobre la sucia barra del saloon de Tombstone.​​​​​​

Marvin entró con seguridad en el saloon. Con esa seguridad que solo el dinero le daba a una persona. Sobre todo el exceso de dinero. Allí habló ante todos los presentes y no tardó en conseguir lo que quería, la atención de los que estaban en el local. El primero que le miró fue un jugador de póker, que de alguna manera le recordó a Dan pero en blanco.

- ¿Y dónde dices que vas? Ahora que he desplumado a medio Tombstone me viene bien un cambio de aires, ir acompañado y si me pagan por mis servicios mejor. - Dijo el hombre desde la mesa con sus cartas en la mano. Su aspecto era limpio y aseado y no vestía nada mal. Estaba claro que se dedicaba a estafar con las cartas a los demás.

Del otro lado de la barra se escuchó la voz de un chico joven. - Soy el tirador más rápido de la zona. Si el precio es justo, ensillaré mi caballo ahora mismo. - Dijo al ver el fajo de billetes. Por aquel aspecto que tenía, aquel chico no debía tener más de diecisiete años, si es que llegaba a ellos. Y ahí estaba, con una jarra de cerveza en sus manos y mirada segura.

Otro hombre, bastante sudoroso que estaba en la misma mesa que el primero, miró a Marvin. - Yo me apunto. Este tipo me ha desplumado y no puedo volver a casa con las manos vacías. - Dijo mirando seriamente a Rata. - Sólo espero que no sea una broma.

Dos hombres más, que estaban al fondo del Saloon miraron a Marvin y tras hablar entre ellos uno se dirigió a Rata. - Si aún tienes sitio para cuatro más, nos estamos moviendo solos por estas tierras y si nos sacas de este pueblo y encima pagando, será una bendición. A cambio nuestras armas están a su entera disposición, señor. El más mayor, con un puro en la boca no tardó en añadir unas palabras más. - Señor, está usted a punto de contratar al Equipo A

El rubio que les acompañaba simplemente se hechó el rifle al hombro y sonrío a Marvin con una perlada dentarura.

El resto de hombres que había allí permanecieron en silencio y enseguida volvieron a sus asuntos una vez se presentaron tantos hombres para aquel viaje. Siete personas, ni más ni menos dispuestos a hacer ese viaje y proteger a su señor por aquello que Marvin poseía: dinero.

Santana se volvió a echar sobre la hierba húmeda. El sol empezaba a levantarse y pronto pegaría con fuerza. Además, la hoguera a su lado haría que tuviese más calor.

Rió junto Will con sus palabras. - La verdad es que me parece increíble que al final la trajésemos nosotros... de saber esto antes hubiese ido directo al fuerte. Seguramente no estarían todos enfermos y hubiera sido más rápido. Pero al menos ha sido un buen entrenamiento de puntería. - Bromeó con aquello pensando en si le había arañado o no, algo que quería comprobar pero no delante de Will. De hecho pensaba lo mismo de su compañero.

- La verdad es que tanta que me lo comería crudo, pero adelante... cocinado está mejor. - Y se caló el sombrero. Minutos después se levantó alterado. - ¡Will! ¡El pescado! ¡Que se quema!

Viajar toda la noche y la jornada del día anterior habían logrado que Will se durmiese un poco y aquella maravillosa pieza se estropeó un poco. Al menos era grande y tenía aún suficiente carne tras la capa negra como para saciar algo el hambre y si tenían más, solo debían pescar de nuevo.

Tras comer, Santana se dirigió a su caballo sin nombre y le quitó los arreos y la silla. - Veo que Marvin tarda. Mejor que los caballos descansen bien tambien. - Le dijo a Will, dispuesto a volver a echarse de nuevo.

- ¡Mierda! - Exclamó el llanero al ver como su pieza de pesca se carbonizaba. Y es que realmente estaba muerto de sueño, pero ciertamente dormiría mejor con la barriga llena. 

Rápidamente corrió para salvar lo que quedaba de aquel manjar y finalmente pudieron comer hasta saciarse. Marvin tardaba más de lo esperado en regresar con ellos, aunque de momento eso no le importaba demasiado a Will. Él estaba bien allí, junto al río, con su amigo y con Zorro, al que también quitó la silla para que pudiera descansar y pastar hasta llenarse bien.

- Te diría de hacer turnos de guardia, pero creo que por mucho que nos lo propongamos, no vamos a quedar dormidos los dos. - Le dijo al mejicano. - El viaje ha sido duro y estoy molido. - Dijo sonriente. - Así que... ¡Que sea lo que Dios quiera! - Y una vez dicho aquello, se recostó y se tapó el rostro con su sombrero dispuesto a dormir, esperando que Marvin se reuniera pronto con ellos.

Marvin miró asintiendo satisfecho al nutrido grupo de hombres valientes y bien machos que se había presentado a su llamada.

— Me encanta que los planes salgan bien. — dijo sonriente, dándole un mordisco al tabaco de mascar — Ninguna broma, míster. Habéis tenido la suerte de estar en el momento adecuado en el lugar indicado. Ahora sois mis muchachos. Seguid conmigo y tendréis vuestro buen sueldo. — dio una palmada — Bebeos este whisky a mi salud y preparad vuestros caballos, salimos a medio día. Aún no se a qué ciudad iremos, pero será lejos de este condenado desierto dejado de la mano de Dios.

Satisfecho, aunque algo incómodo por la nueva posición de poder a la que no estaba en absoluto acostumbrado. Normalmente era él quien recibía gritos y órdenes. ¡Ah, diablos, pero todo era acostumbrarse!

Se acercó al muchacho joven y puso un buen puñado de billetes en su mano que previamente ha Ia contado. Más o menos.

— Toma, chico. Cuando termines tu bebida ve al tipo que vende carros y caballos. Compra uno normalito y luego que lo carguen de comida para unas semanas para, dos personas. Luego ve a ver al ayudante del sheriff, el señor nosequé Perk. Te quedas un par de estos billetes y le das el resto. Le dices que es de parte de Marvin Levine, ese soy yo, para que sus hombres lleven el carro a los dos tipos que él ya sabe.

Le dio una palmada al muchacho y se dio media vuelta para salir.

— ¡Nos vemos a medio día, muchachos!

Salió del saloon caminando con las piernas muy abiertas. Sentía hasta que le habían crecido sus partes, de lo poderoso que se sentía. Y así se encaminó hacia el carro que esperaba su regreso. Lo llevaría desde las riendas, no quería arriesgarse a empotrar el carro en una casa, para llevarlo al banco. Y una vez allí, por fin, por fin, entraría haciendo sonar sus espuelas y sería un hombre jodidamente rico.

- Este cabrón seguro que se ha ido a dormir con dos fulanas a una cama para celebrarlo y se ha olvidado de que estamos aquí. - Le dijo Santana a Will mientras comía el pescado. Estaba algo quemado, sí, pero no estaba nada mal y más aún cuando estaba cansado de las raciones de viaje.

Después de comer, bebió agua y soltó un sonoro erupto.

- Olvidas las guardias. ¿Qué nos van a robar? Si además con el aspecto que tenemos, damos hasta miedo. ¡Como se nota que no te has visto! - Y rompió a reír. - Será mejor descansar, así Marvin llegará antes y pronto seremos ricos...

- Inmensamente ricos.

- Quédese tranquilo patrón. - Dijo el hombre del puro. - Estaremos aquí esperándole. - Añadió con una sonrisa antes de ponerse el puro en la boca y darle una calada.

El chico miró a Marvin cuando este le dio el dinero y miró al hombre a los ojos. - Vayaaa... creo que jamás había tenido tanto dinero en mis manos. ¿Habrá algo así para cuando termine, señor? - Le preguntó a Marvin. Desde luego parecía que si todos lo encargos iban a ser como ese, el chico iba a ser su mejor amigo. - No se preocupe, me encargaré de todo, señor. - Y se acabó la cerveza y salió corriendo del saloon.

Instantes después se escuchó un caballo relinchar y como este comenzaba a galopar por la ciudad.

Marvin salio y se dirigió al banco con cuidado de no atropellar a las ancianas del pueblo, las más pesadas sin duda al igual que los viejos, quienes, a pesar de ir despacio, alzaban sus bastones a su paso y le llamaban loco, demente y cosas similares añadiendo que iba muy deprisa cuando la verdad es que no podía ir más lento.

El banquero alzó la cabeza entre las rejas que le separaban de los clientes al oír pasar a Marvin.

- Buenos días, caballero. Creo que no nos conocemos. Soy Leon, de Bank Co.  Tiene pinta de ser nuevo en la ciudad y supongo que querrá saber cuan seguros estarán sus ahorros en este lugar. Pues he de decirle que contamos con una de las mejores cajas de seguridad fabricadas hasta la fecha. Ni la dinamita puede abrirlas. Está blindada por todos lados y bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla...

Al hombre parecía que le habían dado cuerda o es que estaba tan solo y aburrido allí dentro que en cuanto entraba alguien le soltaba toda la charla, la cual parecía interminable... porque seguía y seguía hablando sin parar.