Partida Rol por web

Si en esas ruinas alguien estaba traficando con algo, al menos no era en la iglesia. Quizás fueran tipos piadosos, o quizás estaban simplemente perdiendo el tiempo de una manera maravillosa. Al menos era lo que tenían planeado: pasar el tiempo hasta que llegara la noche y el señor del castillo decidiera salir a dar un paseo a hacer vete-tú-a-saber-qué. Iba ya a instar a su improvisado equipo de búsqueda a marcharse de allí cuando la que era sin duda la más inteligente de todos ellos llamó su atención.

—No sé qué quieres que vea —respondió Seamus, rascándose la barba de dos días de su cuello. Su hermana señaló a la marca y el irlandés se inclinó, fijándose mejor— Ah, joder. Tienes razón. Buen ojo, Lissie.

Bueno, podían descartar que el sitio estaba abandonado. O quizás sólo era un viajero que decidió hacer una visita rápida para consolar su espíritu antes de proseguir. Aunque tampoco es que Culross fuera un lugar de paso, precisamente. Compartió sus inquietudes con ambos y se cruzó de brazos.

—Echemos un vistazo fuera, a ver si esos dos maricas han encontrado algo.

El boxeador se encontraba inspeccionando el hueco de las escaleras cuando Eilish llamó su atención, y se acercó ha ella junto con su hermano

-Buen ojo, si - dijo mientras glpeaba con fuerza las escaleras comprobando si había algun compartimento debajo - Tal como dices McBride, o alguien demasiado piadoso o puede que Sutton tenga razón, igualmente vayamos a compartir los hallazgos-

Había encontrado algo, unas marcas que patentaban el paso de alguna persona por aquel lugar, pero poco más. No parecía que aquello les pudiese dar una respuesta. Y cuando Alexander intentó comprobar si algo se escondía bajo el altar, ella no supo discernir si podría ocultarse algo bajo aquellos escalones.

Cuando su hermano dijo en voz alta que sería conveniente reunirse con los que se encontraban en el exterior, a ella se le ocurrió que podía haber algo que no estuviesen viendo. ¿Y si hubiese un mecanismo en ese lugar concreto que funcionase por presión? Esa idea podía haber parecido una locura en cualquier momento de su vida, pero teniendo en cuenta lo que habían pasado hasta el momento... Sin dudarlo un segundo más se arrodilló sobre las marcas esperando que algo sucediese al hacerlo, y comenzó a mirar a su alrededor por si hubiese alguna señal más sólo visible desde esa postura. 

Sutton había visto con sus propios ojos brujas que invocaban seres infernales, animales capaces de hablar con inteligencia humana y humanos que poseían garras más propias de los animales por lo que no tuvo problemas en imaginarse que las leyendas de los gigantes en casi todas las mitologías tuvieran una base real.

No obstante fue incapaz de encontrar por sí mismo algún rastro que indicase que dicha posibilidad fuese real y no tuviese un origen más mundano, como parecía haber pasado con las fantasmagóricas luces nocturnas de la Abadía.

Curioso... - musitó mientras terminaba de revisar el terreno y levantó la vista hacia su acompañante. - Deberíamos volver con el resto a ver qué han encontrado y hablarles sobre esto.

Para Francis aquel rastro era tan claro como las estrellas en una noches despejada. Aunque el joven investigador siempre había destacado por ser paciente, el hecho de que su compañero no viera lo que él le frustraba en gran medida.

Instantes después de un incomodo silencio Anthony compartió con él una valiosa e inquietante información. De manera inconsciente se imagino aplastado por uno de los golpes de un imponente gigante. Casi le parecía escuchar el chasquido de los huesos al romperse bajo esa fuerza demoledora. No contento con aquello el joven arcanista siguió un paso mas con su retorcida imaginación, terminando como no en el estomago de aquella mitológica criatura.

—A ver que han encontrado ellos—. Susurro el señor Douglas con un sudor frío recorriendo su frente, tras lo cual comenzó a caminar directo a iglesia en busca de sus compañeros. ¿Habrían descubierto algo? 

El tiempo fue pasando inapelable mientras ambos grupos investigaban la Culross Abbey, cada uno por su lado. Unos se encargaban de peinar el exterior y los otros no dejaban piedra sin levantar dentro del edificio.

El tiempo invertido había dado sus frutos, aunque aún no tenían del todo claro que conclusión sacar de lo que habían descubierto. Había llegado el momento de compartir la información con los otros y contrastar opiniones.

El grupo de los dos irlandeses y el boxeador, dirigido por Seamus, avanzó hacía la salida de la iglesia y, una vez llegaron a la puerta, vieron a sus dos compañeros a apenas unos pasos de ellos, acercándose. Esperaron en los peldaños a que Sir Sutton y Francis llegaran hasta donde se encontraban y, una vez juntos, hablaron con cierta excitación de lo que habían encontrado.

Seamus salió de la iglesia con los pulgares enganchados al cinturón y expresión de fastidio. No parecía que la visita hubiera servido de mucho más allá del propio alivio espiritual.

—¿Qué, pareja, ha habido suerte? —se volvió para asegurarse que tanto Alexander como su hermana no se alejaban —Ahí dentro no hay nada. Alguien pasó por aquí hace tiempo para rezar, pero aparte de eso, nada más.

Alexander esperó a que Eilish saliera delante de él, pese a que no habían encontrado nada, igual habían pasado algo por alto, y tras las ultimas experiencias, el boxeador no se fiaba ni de su sombra.

 - Espero que vosotros hayaís tenido mas suerte - dijo el boxeador, completando la frase de su compañero

Tardó poco en darse cuenta en lo estúpida que se sentía en aquella postura, ¿Cuanto tiempo hacía que no rezaba?, y en que nada aparecería delante de ella, por lo que salió del lugar seguida de cerca por Alexander, el cual no parecía muy cómodo con dejar a la irlandesa atrás.

Fueron hacia sus compañeros sin respuestas y con el único ánimo de que ellos tuviesen buenas nuevas que contarles.

Poco antes de llegar a la iglesia, el resto del grupo hizo acto de presencia. Solo hizo falta un ligero vistazo a sus rostros para saber que no habían encontrado gran cosa.

—Bueno, nosotros por aquí hemos descubierto algo—. Respondió con voz calmada el joven investigador—. Por mi parte encontré un rastro de huellas de un posible grupo; sin embargo eso no es lo mas destacable.

» A juzgar por las dimensiones de un par de huellas diría que pertenecen a las de un gigante—. Estas ultimas palabras las pronuncio en un tono grave, casi con temor.

Hemos encontrado los restos de una pequeña hoguera, lo que seguramente sea el verdadero origen de las luces que han visto los lugareños. - explicó por su parte señalando a la zona donde había visto las ramitas quemada en círculo.

La cantidad de huellas es numerosa pero no soy ducho en su interpretación, por lo que he sido incapaz de saber qué o quiénes estuvieron aquí. - añadió a la explicación del joven Douglas. - Por lo que, teniendo en cuenta que las luces no han sido cosa de una sola vez, está claro que algún grupo utiliza estas ruinas de forma rutinaria para reunirse.

A la puerta de la abadía, mientras el astro rey continuaba su trayectoria descendente en busca de un merecido descanso, compartieron los hallazgos que habían realizado durante la última media hora.

No estaban seguros de hasta que punto aquella información podía ser de alguna utilidad para ellos y su misión, pero parecía claro que aquellas ruinas no estaban tan abandonadas como su apariencia daba a entender.

Habían puesto toda la información sobre la mesa. A las palabras de Francis y Sir Sutton siguió un cierto silencio. Cada uno de los Rippers meditaba acerca de lo que podía significar todo aquello. Ahora tocaba intercambiar opiniones y sacar conclusiones.

—Entonces es como decías, viejo: este lugar lo usan bandoleros que aprovechan la noche para pasar contrabando de estraperlo  —se encogió de hombros. Ellos no estaban allí para detener a nadie. Demonios, ni siquiera eran polizontes excepto el paliducho y ya ni siquiera se dedicaba a ello, que él supiera. No había bichos, no había nada sobrenatural, ellos sobraban. El irlandés echó un vistazo al cielo para calcular cuánto les quedaba de horas de luz y se arrebujó en el abrigo —Espera, ¿has dicho un gigante? ¿Has bebido?

Negó para sí. Cada día que pasaba estaba menos convencido de la utilidad de Francis en aquel grupo, pero él no era quien para decidir si se quedaba o no.

—A ver, enséñame esas huellas. Seguro que no es nada.

Francis sabia lo que había visto, confiaba plenamente en sus capacidades de investigación a pesar de que le llevaran a decir algo tan absurdo e irreal como la existencia de gigantes.

—Me temo que no, no he bebido Seamus, no todos tenemos esa necesidad—. Respondió algo mal humorado ante las palabras del pelirrojo, dejando clara su insinuación. Después de aquello señalo con un ligero ademan y añadió con voz seca—. Por allí detective. 

Pocas veces había hablado así alguien, sin embargo estaba algo cansado de aguantar que todos le tratasen de aquella manera, como si no mereciera estar allí.

No me jodas McBride, después de todo lo que hemos visto, ¿ahora te sorprendes de la existencia de gigantes? - dijo intentando ocultar la curiosidad que le estaba comiendo por dentro - Os acompaño a ver esas huellas, no se deben ver todos los días, pero... - algo que había dicho Francis no le cuadraba - ¿Son solo un par?

Y echó una mirada al cielo, intentando calcular las horas de sol restantes, no fuera que se les hiciera demasiado tarde - Creo que aun tenemos tiempo para esta pequeña investigación

Todo apunta a ello, querido. - dijo al irlandés. - No obstante no debemos descartar que la desaparición de nuestro camarada tampoco tenga una naturaleza preternatural.

El noble tenía realmente curiosidad por saber qué demonios hacía un grupo de escoceses entre aquellas ruinas, pensando que quizá lo utilizaban de picadero o, en vista de la cantidad de huellas, incluso de lugar para orgías varias.

Lo cierto es que aquello es un maremagnum de rastros, así que discernir algo puede llegar a ser bastante complicado. - añadió mientras seguía al grupo, sin dejar claro si excusaba la pasada búsqueda de Francis o la futura de Seamus.

- Parece que usted al fin despierta - dijo la doctora divertida mirando a Francis - ¡Y nos había hecho creer que no tenía sangre en las venas! - le sonrió y le hizo una reverencia  - Bienvenido al fin Señor Douglas. Encantadísima de conocerle 

Miró a su hermano sabiendo que lo que el polizonte acababa de hacer era un indispensable para empezar a llevarse bien con Seamus. Sonrió a este último - Yo también les sigo. Estoy muy intrigada por ver la huella para hacer un posible cálculo antropométrico de su poseedor .

Siguieron a Francis al lugar donde el detective había descubierto el rastro dejado por los gigantes. Aunque el sol tardaría aún una buena hora en ponerse, la luz de la que disponían era cada vez menos intensa y eso, unido a que la hierba y zarzas habían tomado el control de aquella parte de la abadía, creciendo de manera descontrolada, hacía que descubrir huellas claras fuera tarea harto difícil, por no decir imposible.

Sin embargo, el detective inglés, con renovada seguridad y fuerza de carácter, no tardó en indicarles los dispersos y efímeros detalles que le habían llevado a hacer esa lectura de la situación. Aunque sus explicaciones eran más o menos coherentes, las pruebas en las que decía basarse no eran para nada fáciles de ver para ojos no entrenados.

Seamus le escuchaba con atención, aunque no diera muestras claras de ello, y en ocasiones negaba con la cabeza, aún incrédulo. Francis empezaba a perder la paciencia, entendiendo que la falta de confianza que aún parecía tener el resto de los componentes del grupo hacia él era una barrera imposible de franquear y que negaba toda posibilidad de ver más allá de lo evidente.

Se encontraban en una situación de incertidumbre. Francis seguía convencido de lo que veía y el resto tenía más o menos dudas acerca de su descripción y teorías. Mientras discutían, el sol continuaba su inexorable camino al encuentro de la noche.

Una breve risa carente de toda emoción fue toda la respuesta que pudo obtener Francis después de su detallada explicación sobre aquellas huellas. Para el irlandés aquello era un cúmulo de sinsentidos, ensoñaciones de una mente con excesiva imaginación potenciada por las recientes experiencias con el mundo de lo sobrenatural.

—Claro que sí, campeón —le dijo, palmeando su hombro. Luego se giró, dirigiéndose al camino donde habían dejado atados a los caballos. Cuando pasó cerca de Alexander, le dedicó un cabeceo reprobándolo. Hizo un gesto con el brazo, como si quisiera abarcar todo a su alrededor —¿Ves algún puto lugar donde un gigante pueda esconderse? Eso si existen. Aquí no hay nada sobrenatural. Vayamos a ver ese castillo, a ver si el dueño sale de paseo. Me temo que el viejo tiene razón: con un poco de suerte tampoco habrá nada raro y podremos buscar a Craig en el fondo de algún pozo.