Partida Rol por web

Y uno a uno, tres de los cinco presentes, hicieron ruidos de maneras tan diversas que era completamente imposible que los individuos que se encontraban en el claro no los escucharan.

- Mierda, mierda, mierda, mierda... - un susurro ahogado por sus manos, que nadie fue capaz de descifrar. Fue lo único que salió de la boca de la doctora al oír la frase que corroboraba que les habían oído perfectamente. Mirando a su hermano y después al noble, esperó a que ambos se moviesen para salir inmediatamente tras Seamus.

Tantos años en la ciudad habían causado que Eilish no tuviera la destreza que tenía en su juventud en terrenos montañosos. Al cruzar la mirada con su hermano y recordarlo, sintió la necesidad de agachar la cabeza. Se sentía un tanto avergonzada al saber que sus estudios habían doblegado su espíritu aventurero.

Tal y como el boxeador había intuido, no habían pasado desapercibido para las tres figuras que acababan del salir del castillo. Por suerte para sus compañeros, Alexander ya estaba preparado con sendos cuchillos en las manos, dispuesto a lanzarlos a la minima sospecha de peligro. No iba a permitir que ninguno de sus compañeros saliera herido.

Por desgracia para los Rippers aquellos desconocidos les habían descubierto. Puede que no hubiesen oído el fruto de su torpeza, pero sin lugar a dudas sus susurros en la noche habían hecho el resto.

Las tres figuras en la oscuridad se voltearon casi al instante. Habían perdido el factor sorpresa, puede que no les atacaran, pero después de aquello les resultaría casi imposible seguirlas sin ser descubiertos.

Dispuesto a sacar el mayor el provecho de aquella situación decidió quedarse escondido y mantener su anonimato el mayor tiempo posible. Con lentitud saco su revolver de la funda, tapando gran parte del cañón con la mano para así evitar cualquier reflejo de los rayos lunares sobre el metal.

—¿Que lleva en la mano? ¿un arma? ¿o quizás sea otra cosa?—. Fueran cuales fueran las respuesta de aquellas preguntas, Francis no iba a esperar a descubrirlo en caso de conflicto. Con gran decisión alineo el cañon con el portador de aquel objeto extraño y apunto.

Sutton soltó un pequeño siseo tranquilizador, como el de una madre a sus hijos, e hizo un gesto con la mano a sus compañeros para tratar que la situación no fuera más tensa aún mientras él comenzaba a andar hacia el trío que, claramente, se había percatado de su presencia.

Lord Anthony Sutton III, proveniente de la capital del Imperio. - dijo revelando claramente su presencia mientras mostraba las manos en las que solo llevaba su bastón.

Ni yo ni mis acompañantes involuntarios en este accidentado viaje les deseamos mal alguno a ninguno de ustedes. - hizo un gesto con el basto hacia donde estaba el resto. - Y, de regreso de una excursión por los alrededores, vimos a su grupo y no quisimos atemorizarles.

Miró hacia atrás y de vuelta al trio.

Cosa en la que claramente fallamos. - dijo finalmente haciendo una pequeña inclinación a modo de disculpa.

Habían sido descubiertos, quizás no todos ellos, o al menos eso suponía Francis, pero estaba claro que los tres desconocidos no habían pasado por alto los ruidos hechos involuntariamente por los Rippers. Más de uno de ellos pensó que, si lograban regresar de esta misión, deberían de aprender a moverse sigilosamente en terrenos hostiles.

Pero eso era otra historia. Ahora tenían que concentrarse en el encuentro con las tres figuras cuya atención habían despertado involuntariamente. A pesar de la oscuridad reinante, la tensión podía sentirse densa en el ambiente y Seamus, mostrando un buen conocimiento acerca de las habilidades de sus compañeros, pidió a Anthony que se ocupara de hablar por el grupo, antes de dejar que el plomo cortara el aire.

Lo que sucedió a continuación pilló a todos por sorpresa.

El hombre que se encontraba más adelantado y les había dado el alto continuó siendo al principio la voz de los desconocidos.

– ¿Que les trae por aquí a estas horas de …

Pero no terminó su frase. El otro hombre, que se encontraba apenas unos pasos tras él, hablo por primera vez, interrumpiendo con voz firma a su compañero.

– ¿Lord Sutton? ¿Lord Anthony Sutton? –El tono de asombro en la voz del hombre no pasó desapercibido a ninguno de ellos. Y Anthony supo que le era conocida, pero ¿de qué?–. Que me zurcen si esto no es un encuentro totalmente inesperado. ¿Qué hace a usted en estas tierras, buen hombre?

Lord Sutton seguía repasando todos los registros de sus recuerdos pasados, tratando desesperadamente de recordar al dueño de aquella voz, pero aún se le escapaba. Sus compañeros, todavía sin terminar de comprender lo que estaba sucediendo, miraban al noble esperando algún tipo de explicación. El extraño pareció darse cuenta de la confusión que reinaba y reaccionó.

– Mi nombre es Lord Arthur Russel, Duque de Bedford.

Mientras hablaba, aquel hombre, aún oculto por las sombras, se mantenía en todo momento frente a la más pequeña de las tres figuras, protegiéndola con su cuerpo de la vista de los demás.

Ahora todo estaba claro. Lord Russel. Por supuesto que le había costado reconocer la voz de aquel hombre. ¿Hacía cuanto que no había vuelto a saber de él? ¿Ocho años? ¿Diez?

Se conocían de haber coincidido en distintos eventos sociales, en los cuales la clase alta bretona se reunía para cuidar sus contactos y aprovechar para cerrar distintos negocios de mayor o menor integridad.

Su relación con Arthur Russel aunque superficial siempre fue de respeto y, en ocasiones, incluso de cierta camaradería.

Aún mayor fue la sorpresa generalizada entre la nobleza inglesa cuando, de la noche a la mañana, el heredero al ducado de Bedford desapareció sin dejar rastro. Más aún cuando la última vez que se dejó ver en sociedad su mujer estaba embarazada y la pareja no perdía ocasión para demostrar su alegría.

El viejo había hecho su trabajo de forma impecable. La verdad es que, pese a ser un tocapelotas insufrible, sabía cómo manejarse en los temas sociales como una puta en un antro de opio. Y por la respuesta de uno de ellos parecía que no había peligro. Al menos en un principio.

Delicadamente, enfundó a la gemela en la pistolera de su cinturón y dedicó un gesto a Alexander para que guardara los cuchillos. De reojo se fijó en que el polizonte se había mantenido oculto, y asintió lentamente para sí. Era buena idea. 

A ver qué decía Sutton, porque si reconocía al tal Russel quizás no tendrían que liarse a ostias. Al menos aquella noche.

Los rippers estaban a salvo, al menos de momento, por lo que el boxeador guardó rápidamente sus cuchillos, para cuando Seamus le indico hacerla, los cuchillos ya estaban en su sitio.

Sin embargo una de las figuras seguía oculta, preocupandose Lord Arthur de mantenerla oculta, coas que hizo que Alexander respondiera al gesto del irlandés con un cabeceo en esa dirección, dándole a entender que, a lo mejor, no estaban tan a salvo como parecía, cosa que seguramente el pelirrojo ya sabría

La doctora había salido de entre los árboles oculta tras el cuerpo de su hermano. Sus esperanzas estaban centradas en que Sir Sutton se ganase la confianza, o al menos la credulidad, de los que tenían frente a ellos. 

¿Pero qué demonios? - la irlandesa acababa de poner los ojos en blanco al escuchar la excusa dada por el noble - ¿Asustarlos nosotros a ellos? ¿En su terreno? ¿En el exterior de SU castillo? - su hilo de pensamientos se disipó cuando otra voz cortó la atemorizante voz principal. Ésta era más amigable, más... - ¿Se conocen? - le llamó tanto la atención que tuvo que asomarse por un lateral de su hermano para intentar ver al hombre que estaba hablando. No había forma, las sombras de la noche ocultaban a los tres.

Al notar cómo Seamus relajaba la postura y guardaba su arma, ella confió y se asomó un poco más. Siempre sentía la necesidad de cubrir al irlandés, y si no podía ver sus caras no confiaría en una voz amable.

Anthony tardó en ser capaz de unir aquella voz y aquel nombre con algún recuerdo concreto de su vida. Se sentía como el tonto de su primo Percival cuando salía a cazar mariposas con una red y tenía que lanzar múltiples golpes infructuosos.

¡Arthur, querido! - dijo finalmente cuando por fin las reminiscencias de varios eventos en la city llegaron a su memoria. Aunque aquello había sido hacía casi una década...

No obstante, el ripper se acercó hacia aquel grupete, con ánimo jovial e intención de estrechar la mano a aquel viejo conocido.

No se va a creer que días llevo, viajaba dirección Glasgow con mi guardaespaldas. - se giró para presentar a su compañero y se dio cuenta que ninguno había salido detrás suyo, por lo que hizo un gesto hacia los árboles. - Alex, por favor, no seamos descorteses con un Russel, que va a pensar que somos un grupo de salteadores...

Se rio de su gracia y volvió la atención hacia su compatriota.

El caso es que opté por no traer mi propio transporte, por conocer mejor el ambiente local, y el carruaje en que viajabamos se estropeó, dejándonos tirados en medio del camino junto con el resto de pasajeros. - otro gesto hacia los árboles, esperando que ninguno quedará atrás. - Un estudioso de la arquitectura local y dos hermanos irlandeses.

Como teníamos que esperar un par de días a que llegara un nuevo pasaje, decidimos hacer una salida por la zona para conocer la zona. - Sutton estaba en su salsa, solo le faltaba una copa en la mano y un cuarteto de cuerda de fondo para ambientarle completamente.

Se detuvo entonces, mirando al hombre y a los dos guardaespaldas, como si por fin se diera cuenta que no tenía noción de que el hombre se hubiera mudado a esa zona.

¿Y usted, querido? No sabía que se habían mudado tan al norte... ¡su vástago tiene que estar enorme! - hizo un gesto a una altura indeterminada, entre un pie y dos, sin tener muy claro la altura que tendría un muchacho rondando los nueve años.

Francis observo con asombro como uno de aquellos desconocidos daba muestra de conocer a Sir Anthony. Ante aquella escena inesperada, bajo el revolver y afino su oído tratando de escuchar la conversación. Tan solo las primeras frases llegaron con claridad al joven investigador.

Pensó en juntarse con los demás, alegando la urgencia de necesidad primarias; sin embargo su fría lógica le detuvo. Daba igual que se conociesen, la realidad era que nadie en su sano juicio iría en completa oscuridad por el bosque, salvo claro esta que ocultara algo.

—Por el momento seguiré observando—. Reflexiono bajaba totalmente el revolver y se agazapaba mas detrás de su escondrijo—. Si no me han visto, aun puedo quedarme un poco mas escondido.

Al acercarse algo más a las tres figuras aún envueltas en la oscuridad, Sir Sutton pudo reconocer en las ropas que llevaban a un noble y a su sirviente. Aún no era capaz de discernir con claridad los rasgos de los dos hombres más adelantados, pero su vestimenta unida a la voz y los datos dados por Lord Arthur Russel, dejaban clara a todas luces su identidad.

Sin embargo, el duque llamó la atención de su compañero aristócrata, pidiéndole que detuviera la marcha.

– Lord Sutton. Siento tener que ser descortés, pero he de pedirle que no dé un paso más.

El que parecía ser el criado de Lord Russel se mantenía firme en su porte. Era una postura que podía considerarse casi defensiva y, al escuchar a su señor, hizo un pequeño movimiento lateral, poniendo su cuerpo entre el del grupo de Rippers y su patrón.

– Créame que siento no poder mostrar a usted y sus acompañantes mi hospitalidad. Sinceramente me alegro de haber tenido ocasión de encontrarle de nuevo, mas por favor le pido que respete mi ruego de querer preservar mi intimidad.

Hizo una pequeña pausa antes de continuar con voz apesadumbrada.

– Aunque son ustedes un grupo numeroso y no dudo de su valor, no son buenos tiempos para visitar estas tierras de noche. Háganme caso, regresen cuanto antes al albergue que les dé cobijo y no salgan hasta la mañana.

Lord Russel se acercó entonces a la figura que esperaba tras él y, pasándola un brazo por encima de los hombros, pareció querer regresar a su fortaleza, bordeando al grupo de cazadores y dando por finalizada la conversación.

Su criado, sin embargo, no les quitaba el ojo de encima.

Aunque Sutton se las había arreglado bastante bien para evitar que los desconocidos sospecharan, estaba claro que ellos tenían más miedo de ser descubiertos que los Rippers. Nadie sale embozado en mitad de la noche si no oculta nada. Y a ojos de Seamus, allí había un guardaespaldas, una muchacha y el dichoso noble.

El grandullón llevaba un puñal o un revólver, tanto daba, pero era evidente que estaba preparado para combatir, al igual que el irlandés. Si no llevara a un puto grupo de inútiles, podría haberme enterado de qué hacían. Pero ahora sólo podían dar marcha atrás y regresar al pueblo: el noble regresaría al castillo y no saldría hasta horas después. Eso si salía. ¿Y si se encargaba él de vigilar? Ves cosas donde no las hay, Seam. Eso no es un bicho. Al menos no lo parece. ¿Qué pintaban ellos entonces allí?

—Eh... disculpe, buen señor —para sorpresa de todos, el tono y la postura del irlandés habían cambiado drásticamente. Había avanzado a paso lento hasta Sutton y ahora hablaba encorvado, sujetando el sombrero entre las manos y su rostro había perdido esa seguridad de la que siempre hacía gala —Perdone mi atrevimiento, pero éste es un pueblo pequeño y quizás pueda ayudarme. Estoy buscando a mi hermano, ha desaparecido y dicen que se le vio en Culross hará un par de semanas. No es difícil de reconocer: es pelirrojo, con el pelo largo y fuerte como un mulo. ¿No lo habrá visto? En casa estamos descorazonados.

No había nada que hiciera sentir más seguros de sí mismos a los puñeteros nobles que alguien reconociera su posición y les diera un poco de coba. 

Anthony, tan acostumbrado a los ambientes distentidos en sus círculos sociales londinense, se detuvo en seco, casi como si le hubiesen golpeado, cuando Russel le respondió con una descortesía inesperada.

Estaba tratando de buscar la forma de reconducir la situación cuando Seamus decidió aparecer, interpretando un papel bastante alejado de su hosquedad barriobajera.

Oh, este es uno de mis imprevistos acompañantes. - dijo dando un par de palmadas condescendientes a Seamus en la cabeza, para fortalecer su papel de pobre muchacho. - El bueno de Seamus.

Empezó a mirar alrededor, hacia el bosque, y decidió por su parte otra jugada.

Pero me deja preocupado con su aviso de peligro, querido Arthur. ¿Son lobos lo que acechan por la noche? Espero que no sean osos... aunque, bien pensado, nunca he cazado uno de esos... - empezó a moverse, como si estuviese mirando la zona boscosa, pero se separaba de Seamus con un doble propósito, que el matón no pudiera centrar su atención en un solo punto y que si los Russel comenzaban a alejarse, tuvieran que pasar cerca de alguno de los dos.

Alexander dio un paso hacia adelante cuando Sutton le presentó ante su antiguo amigo, haciendo una pequeña reverencia ante el otro noble.

Iba a decir algo cuando Seamus hizo aparición interpretando un papel de lo mas sublime, asi que el boxeador se quedó mirandole como embobado, no se esperaba para nada ese sorprendente cambio de actitud. Tan absorto estaba que tardo un par de segundos en darse cuenta que Sutton se movía, dando un par de pequeños pasos para situarse algo mas cerca de este, como cualquier guardaespalas haría en una situacion similar.

La buena labia de Sr Anthony pareció no ser suficiente como para relajar la tensión que comenzaba a crecer. De manera cortante el conocido del Ripper le detuvo de imprevisto. Aunque trato de terminar con una cierta preocupación quedaba claro que no quería que nadie se acercara.

Instantes después Seamus hizo su actuación sorprendiendo en gran medida al joven investigador. Sin duda no era un simple maleante, era una persona de mente afilada. Solo quedaba ver como reaccionaban aquellos desconocidos.

Salir en aquel momento podría ser el detonante para aquella situación tensa pudiera ir a algo mas, por lo que Francis decidió esperar y observar en silencio aquella; sin embargo no se quedo quito. Sabiendo que momentos como aquel podían torcerse con demasiadas facilidad comenzó concentrar la magia en un punto situado bajo su ombligo, para posteriormente trasladarlo hasta su pecho. Si trataban de atacar él los detendría.

Estaba claro que los iban a perder. Los habían despachado con la educación propia de un noble y no parecía haber forma de darle la vuelta a la situación. En ese momento el lado artístico de Seamus hizo su aparición, ese lado que ella había visto infinidad de veces cuando quería ponerse zalamero y conseguir lo que quería. En esta ocasión su teatrillo había quedado tan creíble que ella no supo muy bien qué decir. Únicamente se ciñó a la actuación y se acercó tras su hermano, manteniendo la cabeza gacha y mirando desde abajo como signo de vergüenza y temor. Siempre manteniéndose tras éste. 

Lord Russel escuchó a su conocido aristócrata y no tardó en responderle.

– Querido amigo. Llevo ya unos años viviendo en este terruño y aún no he visto un solo lobo, por no hablar de osos. No me entienda mal. Estoy seguro de que estos bosques esconden ese tipo de criaturas. Solo digo que los animales salvajes no buscan el contacto con los seres humanos. Prefieren evitarnos.

Avanzó un par de pasos, siempre protegiendo con su cuerpo la tercera figura de aquella pequeña comitiva.

– Homo homini lupus¹. –continuo–. Usted seguro que ha leído a Hobbes, ¿verdad? Tema más a sus congéneres que a los animales. –Pareció suspirar un momento, pensando si debía de continuar o no. Miró al cielo antes de seguir–. Dentro de poco tendremos luna nueva. Mañana o pasado, si no me equivoco. Entonces será mejor que no paseen de noche por estas tierras. Y, si dice que se alojan en Culross, mejor eviten la zona de los acantilados.

Cuando Seamus entonces preguntó acerca del Ripper desaparecido, haciéndose pasar por su hermano. Sacudió la cabeza.

– Lo siento, caballero, pero no …

En ese momento el otro hombre, que seguía estando en una posición algo más avanzada, creando una especie de muro de protección frete a los otros dos, volvió a hablar.

– Si me permite, Lord Russel, yo creo que vi a alguien de esas características en mi último viaje al pueblo.

Se giró ahora en dirección a los dos irlandeses, entendiendo que eran familia del hombre a quien buscaban.

– Fue la semana pasada. Yo estaba haciendo las compras en el mercado de Culross, cuando vi a alguien que responde a esas señas. No le habría dado mayor importancia, pero cuando se alejo pude oír a los lugareños murmurando. Ya saben como son las gentes de los pueblos. El caso es que algunos le acusaban de meter sus narices donde no le llaman. Por eso me acuerdo de él.

Un gesto de su señor le indicó que tenían que regresar y se acercó algo a Lord Russel, quien se volvió a dirigir al grupo.

– Y ahora ¿si nos disculpan?

Oh... - dijo Sutton marcando el tono para dejar claro su decepción al no tener posibles piezas de caza. Miró a Alex y se encogió de hombros para reforzar su fingida desilusión.

Homo homini lupus, mulier mulieri lupissima*... - recitó volviendo a su tono despreocupado mientras miraba a su antiguo conocido y en ese momento volvía a cambiar su estrategia. - Claramente los salteadores utilizan la luna nueva para tener mejor visión en sus fechorías... porque me niego a pensar que está refiriéndose a los hombres lobos como un crédulo aldeano cualquiera.

Se rio como si siguiera en uno de esos bailes de salón, cortejando a alguna dama o a algún posible inversor, pero su atención trató de fijarse en la reacción del noble.

Sabiendo que la base de esos malhechores se haya por los acantilados, ya sabemos que zona evitar, querido. - dijo dando un par de palmadas a Alex en el hombro y haciendo una pequeña inclinación ante el grupo frente a ellos mientras alargaba la mano, invitándoles a continuar su camino.

Parecía que poco más había que hacer por allí salvo indagar la identidad de la tercera figura que tanto Lord Russel como su matón se empeñaban en esconder. El boxeador intentó escudriñar lo mas posible, pero desde luego, era una tarea complicada, esperaba que la táctica de Sutton les fuera efectiva, mientras tanto, seguía siendo un guardaespaldas.

 - Desde luego Lord Sutton, aunque ya sabe que no tiene nada que temer. Contrató al mejor -

Y también les dedico una pequeña inclinacion a Lord Russel y compañia