Partida Rol por web

Un tornado, un terremoto o un tsunami son catástrofes naturales con desastrosas consecuencias para su entorno y las personas que se ven sorprendidas, y que apenas se dejan ver venir, pillando en la mayoría de las ocasiones a sus víctimas desprevenidas y por lo tanto indefensas frente a su devastadora voluntad.

Algo parecido estaba empezando a cocerse en aquel páramo de la campiña escocesa. Un peligro incontrolable y letal en forma de un pistolero pelirrojo de malos modales y peor carácter, a quien acababan de provocar, amenazando con hacer daño al único ser por quien sentía algún tipo de cariño: su hermana Eilish.

– La botella nos la vamos a cobrar igual, viejo. –empezó a responder el hombre que había tomado la posición de portavoz de aquel grupo de bravucones.

Y entonces sucedió.

Seamus ladró con voz furiosa una orden en gaélico, que nadie salvo su hermana fue capaz de entender. Los escoceses comprendieron de alguna forma que la situación se les estaba escapando de las manos, que quizás no tenían todo bajo control. Pero antes de que los engranajes de su cerebro pudieran llegar a sacar una conclusión acerca de lo que estaba pasando, Eilish había seguido la orden de su hermano, agachándose en un rápido movimiento y ofreciendo un blanco perfecto para las pistolas de su hermano.

Los Rippers se habían puesto en acción y alguien iba a pagar su atrevimiento.

Seamus no se movía, confiando en que su hermana fuera lo suficientemente rápida para quitarse en medio. No es que no tuviera la absoluta certeza de que le acertaría a ese malnacido entre los ojos, sino porque a veces las balas eran caprichosas y tendían a ir donde no debían, así que no se iba a arriesgar a que aterrizaran en carne irlandesa.

Afortunadamente, le hizo caso, agachándose y abriendo una línea recta entre el líder de esos tipejos y la bocacha de su arma. Fueron décimas de segundo, pero disfrutó cada uno de los momentos: la fría presión del metal en su dedo, el click del gatillo cuando comprimió el muelle del mecanismo interno, el giro del tambor, la detonación cuando el percutor golpeó la bala y el maravilloso sonido que le acompañó cuando ésta salió como una exhalación hacia su objetivo. En un principio habría preferido que le estallasen los sesos, pero en el último momento, el irlandés cambió de opinión y apuntó hacia sus tripas.

Sería un final suficientemente doloroso para alguien como él.

Parecía que el grito de Seamus dio el pistoletazo de salida al combate y el boxeador no dudo ni un instante, sin pensar lanzó su puño derecho a la boca del estomago del matón, haciendo que agachar la cabeza y aprovechando ese momento para lanzar la mano izquierda contra la mandíbula de aquel paleto, consiguiendo que unos cuantos dientes se le saltaran, si saliea con vida, iba a estar mucho tiempo comiendo sopas.

Cuando el primer paleto cayó inconsciente, Alexander miró a los ojos a su compañero, situado detras del primero y no dudó en amenanzarle

- Ven aquí guapetón, que tu eres el siguiente - 

Eilish se aseguró de dejar camino libre para que su hermano cosiera a tiros a esos indeseables, pero ella no pensaba quedarse de brazos cruzados como una damisela en peligro. Aprovechando el desconcierto del grupo de paletos, que no habían prestado atención a cómo había sacado la daga de su bota, decidió que la altura a la que se encontraba era una ventaja. De un rápido vistazo, y sabiendo lo certero que era Seamus, no dudó que el líder estaba acabado en cuanto apretara el gatillo, así que usaría su daga en cualquiera de los otros dos malhechores.

Sin embargo, la postura no era la más adecuada para pincharles y perdió el equilibrio cuando se lanzó hacia delante.

Sutton dejó escapar un suspiro cuando vio que aquellos matones iban a ser difíciles de convencer y Seamus optó por una medida más drástica.

Dos días. - dijo sonriendo a Alex al ver que su compañero se ponía a su lado, tumbando a uno de los matones mientras él accionaba el resorte de su bastón y sacaba el estoque del mismo. - Todo un progreso en cuanto a discreción...

Lanzó una estocada rápida, más para demostrar al matón que estaba armado que porque realmente fuese a hacerle daño.

Sentía como su lengua comenzaba a entumecerse y sus ojos lagrimeaban a causa de la quintaesencia acumulada.  A pesar de ello la retuvo unos instantes más, observando y eligiendo sus objetivos con precaución. Un buen arcanista debía aprender a sacar el mayor provecho con el mínimo gasto del poder arcano.

Francis observo a Alexander lanzar dos duros golpes y sabía con certeza que el líder de los matones acabaría transformado en un colador en apenas unos segundos.

Durante unos instantes cerro los ojos y visualizo a sus objetivos. Los dos matones restantes que amenazaban a Eilish y aquel que amenazaba al verborreico noble. Instantes después proyecto su magia con un suspiro, la cual se expandió al llegar a sus objetivos.

La quietud de la campiña escocesa se vio desgarrada de manera violenta por el terrible estallido de dos explosiones. Una bandada de pájaros levantó el vuelo, evidentemente molestos por aquel repentino estruendo, buscando un lugar más tranquilo donde poder relajarse.

El responsable de aquel ruido era Seamus McBride, quien había disparado sus dos revólveres en el mismo momento que su hermana Eilish se había agachado, siguiendo sus órdenes. Una de las balas se fue demasiado arriba, perdiéndose en el cielo. Pero la otra impactó en el estomago de su objetivo, el hombre que había amenazado con deshonrar a la irlandesa.

El escoces cayo al suelo de inmediato. Los ojos bien abiertos, reflejando la sorpresa y el pavor al darse cuenta, de repente, que había pasado de ejecutor a víctima. No se movió. Yacía quieto a los pies de la pelirroja, mirándola sin verla.

El resto sucedió con igual rapidez.

Eilish lanzó una cuchillada al hombre que sujetaba su brazo y que había sido disparado por Seamus, pero su rápido movimiento, para dejar un blanco limpio a su hermano, la había desestabilizado algo y el puñal solo sesgó el aire.

Una suerte distinta tuvo Alexander. El boxeador lanzó dos puñetazos con tanta velocidad y tanta violencia, que dos de los hombres que rodeaban al noble inglés no llegaron a verlos venir. Simplemente sintieron un inesperado e intenso dolor en la caja torácica, que les dejo sin respiración y les hizo perder el conocimiento. Era difícil saber si estaban muertos o únicamente gravemente heridos. Sus cuerpos quedaron inertes sobre el suelo.

Su compañero, aquel que también amenazaba a Sir Anthony, se quedó perplejo ante el cambio que acababa de dar la situación en la que se encontraban. Momento que supo aprovechar el noble para desenfundar la espada oculta en su bastón y atacar con ella a su adversario. El golpe acertó a su blanco, pero no fue más que una estocada superficial. Un pequeño corte que le hizo sangrar, pero nada grave o doloroso.

En apenas un segundo habían logrado deshacerse de la mitad de aquellos matones de pueblo. Y, no debía de quedarse allí. Francis liberó por fin el poder arcano que había estado conteniendo todo aquel tiempo y lo descargó sobre el resto de agresores, dejándoles momentáneamente confundidos.

Sin embargo, dos de ellos fueron capaces de liberarse de los efectos mágicos. Se habían percatado de la situación en la que se encontraban y decidieron huir, alejarse de aquellos enemigos que habían subestimado.

Sin mirar atrás salieron corriendo.

El lugareño al que Alex había dejado en pie optó por poner los propios en polvorosa y Sutton no pudo evitar la tentación de lanzar una ligera estocada sobre él aunque poco más que rasgarle los pantalones fue lo que consiguió,

No estaba en su naturaleza perseguir al huido ni cebarse en él por lo que optó por volver a enfundar el estoque en el bastón y comprobar el estado de los presentes.

Primero hizo un barrido visual de sus compañeros y, al ver a todos intactos, comprobó el estado de los dos hombres a sus pies.

Veamos si se ha pasado de pegada, querido. - dijo a Alex.

En apenas unos segundos, toda la bravuconería de los lugareños se había ido por el retrete después de que su líder se hubiera almorzado una píldora de plomo y el fortachón hubiera tumbado a otros dos. Así es como funcionaban las escalas de poder y era algo que un tipo con dedos de frente haría antes de intentar acojonar a unos desconocidos. Pero no, teníamos que ir de gallitos y amenazar con violar a la mujer. Porque eso es lo que hacen los hombres, maldita sea.

Y ahora huían como alma que lleva el diablo. Seamus alzó el arma, cerró un ojo y apretó el gatillo. Una vez. Otra. Los dos estallidos resonaron en el acantilado pero los proyectiles no encontraron su objetivo. El irlandés chasqueó la lengua, molesto. No habían sido sus mejores disparos.

El boxeador estuvo rápido cuando aquel paleto intentó salir corriendo, agarrándole de la camisa para girarle y soltarle un gancho directo al mentón, saltándole los dientes al igual que sus compañeros.

 - Todos para ti Sutton, yo me encargo de los que siguen en pie -

Y frotandose ligeramente los puños salió corriendo detrás del otro escoces, no podían permitirse que escaparan y les delataran

Los atacantes se habían convertido en atacados tras ser sorprendidos por los hermanos irlandeses.

Aunque Eilish no había conseguido absolutamente nada al intentar acuchillar a uno de ellos, si pudo comprobar lo cobardes que eran cuando se le cerraba la boca al más hablador. Uno de los que tenía a los lados salió corriendo de tal manera que para cuando la pelirroja quiso alzar su daga ya se encontraba a tres pasos de ella.

- Malditos inútiles cobardes. - Realizando un giro sobre su cuerpo quiso seguir la trayectoria de la hoja para dar al otro estúpido matón que había quedado paralizado, pero nuevamente se hizo patente que esa no era la mejor postura, por lo que finalmente se incorporó.

Francis observo en silencio como los enemigos restantes trataban de retirarse. Ahora no solo eran extranjeros en un lugar desconocido, sino ademas asesinos. Aunque eran bandidos, las antiguas amistades pesaban mas en momentos como aquel. La ira solo necesitaba un hilo conductor para ser desencadenada.

—¡Quieto!—. Exclamo cuando uno de ellos paso apenas a unos metros de el.

Al ver que no se detenía, sin pensarlo dos veces salio corriendo tras él; sin embargo debido a las prisas tropezó con unas de las piedras del camino y cayo de bruces al suelo. Sintió sus rodillas arder, era probable que se hubiese pelado las rodillas. Con una mueca de dolor se levanto y corrió, acortando la distancia en apenas unos instantes. 

—¡Quieto joder!—. Grito mientras trataba de abalanzarse sobre él. 

Habían sabido actuar con rapidez y decisión, y de esa manera superar la situación y tornar las adversidades en contra de sus adversarios. Pero aún no tenían todo bajo control. Dos de los matones salieron corriendo, tratando de huir de aquella pelea que habían perdido incluso antes de poder empezarla.

Uno de ellos recibió un poderoso golpe de Alexander. El boxeador no dudó ni un segundo y destrozó la quijada del escoces, haciendo que los huesos de la mandíbula penetraran en el cráneo, perforando el cerebro y acabando con su enemigo al instante. Sin dudarlo un segundo, Alexander salió detrás del otro fugitivo, acercándose a este peligrosamente, pero sin llegar a alcanzarle.

Sir Sutton simplemente dejo hacer a su compañero. Tenía claro que el resto de los Rippers controlaban la situación -o al menos eso creía- y se dedicó a comprobar que los caídos no supondrían ya ningún peligro. Empujándoles con su botín o con su bota y viendo que estos no reaccionaban, se convenció de que ya no le levantarían.

Los irlandeses también pusieron de su parte. Ambos hermanos atacaron a los dos matones que quedaban en pie. Pero, quizás por la sorpresa de verlos huir, quizás por no haber recuperado aún el equilibrio tras sus acciones anteriores, no lograron alcanzar a los huidizos escoceses.

Por último, Francis decidió salir en ayuda de sus compañeros. El detective tenía claro que, si alguno de sus contrincantes era capaz de escapar, les podía buscar problemas, pues, aún habiendo sido provocados, su reacción había sido desproporcionada y podrían ser acusados de asesinato. Salió corriendo tan rápido como pudo y, a pesar de perder pie por un segundo y casi caerse de bruces, acortó en seguida la distancia que le separaba de ellos.

Pero los escoceses no pensaban quedarse quietos y esperar a que aquellos brutales enemigos les alcanzaran y terminaran con ellos. El que se había encontrado aturdido al lado de la doctora, despertó de su desconcierto y siguió el ejemplo de su compañero que aún quedaba en pie, corriendo como si les persiguiera el mismísimo diablo.

No andaban muy desencaminados con esa comparación.

Uno. Dos. Seamus iba apuntando mentalmente el número de balas que escupían las gemelas con cada disparo, de forma que supiera claramente cuándo debía recargar. Era una buena costumbre, adquirida forzosamente después de que se encontrase sin balas en medio de un tiroteo y tuviera que resolver las cosas en las distancias cortas. Que tampoco es que fuera un problema, pero era bastante más diestro con el revólver, sin lugar a dudas.

Miró a su alrededor y suspiró. Las cosas se habían salido de madre pero era lo menos que esos paletos podían recibir por amenazar a su hermana. A Eilish McBride sólo la amenazaba e insultaba ella, que para eso eran familia. Y por supuesto, no podía dejar que se marcharan y avisaran por ahí que el grupito de viajeros eran algo más que unos urbanitas que se habían quedado sin medio de transporte.

Alzó el brazo, inspiró profundamente y cerró el ojo. No era fácil apuntar a tantos metros de distancia, pero qué cojones, era muy bueno en lo que hacía. Así que mantuvo el aire, apretó el gatillo y soltó todo el aire de sus pulmones mientras la bala atravesaba en segundos la distancia hasta su objetivo, pasó de largo a Francis y Alexander y se estrello en la espalda del escocés con un sonido acuoso. Este no se levanta más.

El segundo disparo también dio en la espalda del otro, pero ligeramente ladeado, por lo que no sería una herida mortal aunque dejaría marca. Bueno, que lo persigan los muchachos.

—Ay... qué puta mierda... —suspiró, antes de recargar las gemelas y guardarlas en sus fundas. Él ya había tenido bastante tiroteo.

El matón que estaba a su lado se incorporó como una exhalación para escapar con el rabo entre las piernas, y la doctora hizo un ataque débil y carente de emoción que se perdió en el aire por lo repentino y brusco del movimiento del escocés. Estaba cansada, pero tenía claro que si esos hombres escapaban, darían la voz de alarma sobre ellos. Y no les interesaba llamar más aún la atención.

Así que, queriendo poner a prueba las enseñanzas de su hermano, dejó caer la daga y sacó la pistola Derringer que tenía a buen recaudo, apretando el gatillo sin apuntar demasiado. El disparo se perdió en la lejanía para mayor enfado de la irlandesa.

Me huelo problemas en el pueblo... - dijo el noble inglés sacando su petaca de la chaqueta y regalándose el gaznate con un pequeño trago mientras comprobaba, a golpe de botín, que el pueblo iba a tener una escasez de matones locales.

Vio a los hermanos disparar sus armas con desafortunada puntería y a los otros dos miembros del grupo salir corriendo contra los dos escoceses que huían.

¿Se encuentra bien, querida? - gritó a la doctora, ahora que por fin se había levantado del suelo.

Sutton aprovechó para comenzar a moverse, tratando de discenir de dónde habían salido aquellos hombres y qué era lo que realmente estaban guardando.

Francis escucho dos disparos, uno detrás de otro, uno de los cuales impacto sobre la “presa” del boxeador. Esta cayó al suelo, con un agujero adornando su espalda y la sangre manando de este. El otro disparo pareció impactar sobre su víctima, aunque no acababa de estar seguro.          

El joven arcanista suspiro al mirar a su alrededor. Ninguno de ellos había salido herido; sin embargo, aquel conflicto había sesgado demasiadas vidas. Como antiguo policía creía en el justo castigo; sin embargo, la muerte era algo que sesgaba cualquier posibilidad de redención.

—Si continuas es probable que mueras—. Pronuncio con tono triste en su voz—. Detente por favor. 

En mitad de la persecución el boxeador vió como uno de los matones caia redondo al suelo, comprobando rapidamente con uan mirada hacia atrás que aquel milagro era obra del pelirrojo.

- Así si , ¡joder! -

Por lo tanto solo quedaba uno, al que Francis intentó parar, pero algo le decía que unas simples palabras no le detendrían, aunque la bala que llevaba alojada en el hombro, fruto también de la prodigiosa puntería de McBride, si podría detenerle.

Con un par de pasos se acercó al esbirro que quedaba y lanzo su mano derecha al lado de la cabeza, lo justo para que su rival se centrase en esa mano y no viera la otra acercarse directa hacia su nariz, haciendo que , igual que su compañero, cayese redondo al suelo

- Bien, creo que no tenemos que preocuparnos mas -

En apenas unos pocos minutos habían pasado de ser amenazados a convertirse en verdugos. Los Rippers habían recibido entrenamiento especial para enfrentarse a poderosas criaturas malignas, y seis matones de pueblo no eran enemigos para ellos. Como acababan de dejar en evidencia.

Habían acabado con la vida de todos ellos. De manera tan eficiente como fría habían terminado con la vida de seis personas que, a todas luces, eran humanos. ¿Les convertía eso en asesinos? Se habían defendido, de eso no había duda, pero ¿habían quizá actuado de manera desmesurada?

Lo que estaba claro era que Culross no era precisamente un pueblo con tantos habitantes como para que la desaparición de seis de sus conciudadanos pasara desapercibida. Además, el ruido atronador de los disparos bien podía oírse a varios kilómetros a la redonda en aquel lugar tan tranquilo. ¿No habían preguntado además en la taberna de The Red Lion por la zona de los acantilados?

Todo indicaba a que aquel indeseado incidente podía traerles problemas serios para su misión. Su tapadera podía venirse abajo como un castillo de naipes al viento.

O quizás algo peor…

El humo que emanaba de los cañones de sus revólveres aún no se había terminado de disipar cuando el último de aquellos matones caía sin vida, y el irlandés examinó lo que había empezado siendo el escenario de una emboscada y ahora resultaba ser una carnicería. No le importó lo más mínimo. Se encendió un cigarrillo y, sin pudor alguno, empezó a revisar los cadáveres para ver si tenían algo de valor. Los muertos no necesitan nada.

—Teníais que haceros los valientes. Pensábais que esto iba a ser fácil y que os íbais a divertir con la zagala, ¿eh? —de un tirón, abrió la chaqueta de uno de ellos y empezó a palpar en busca de algunas monedas. Seamus mascullaba como si estuviera masticando cada una de las palabras, molesto por cómo había terminado todo. No es que lamentara aquellos cadáveres. Es que estaba seguro de que su misión en aquel poblacho perdido de la mano de Dios se complicaría bastante —No podíais hacerme caso y largaros. Ahora estaríais por ahí, borrachos como cubas mientras nosotros íbamos a lo nuestro.

Una vez terminó, echó un vistazo a su hermana desde lejos. Parecía bastante entera. De hecho, se había defendido bien e incluso había abierto fuego contra ellos. Casi agradecía que no hubiera acertado. Prefería que la muerte de aquellos indeseables pesara sobre su conciencia y no sobre la de la sangre de su sangre.

—Grandullón, échame una mano —llamó la atención de Alexander. Seamus se había aproximado al borde del acantilado y estaba examinando la caída. Si era mar abierto, sería un lugar ideal para deshacerse de los cadáveres.