Partida Rol por web

Cuando aquella cosa apareció justo a su lado, Lilou no pudo evitar recriminarse el hecho de que hacía tan solo unos instantes había intentado liberar a la mujer que ahora se alzaba frente a ella con forma de serpiente. De una enorme y muy peligrosa serpiente.

Pero qué manía tiene esta gente con las serpientes...

Acorralada entre la mujer reptil y el cultista al que no había podido herir, Lilou se encontraba en una situación de lo más precaria, aunque por suerte el enemigo a su lado, a una orden de la serpiente, salió corriendo en dirección a Alistair, no sin antes llevarse un buen golpe por parte de Lousie. Pero el peligro al que tenía que hacer frente en ese instante era mayor pues la serpiente, más que dispuesta a acabar con ella de un solo mordisco, se abalanzó sobre la artista circense con sus colmillos preparados para inocular su mortal veneno.

Lilou era ágil y, a pesar del miedo que la paralizaba, consiguió reaccionar con la suficiente rapidez para evitar que aquellos colmillos traspasaran su carne. Sin balas en el revólver, con unos cuchillos que no servían de nada en esos momentos y con la daga aún oculta en su chaqueta, la mujer tenía que tomar una decisión si quería conseguir hacerle alguna herida, por muy pequeña que fuese, a la serpiente.

Pero sus manos temblaban demasiado y su intento por conseguir las balas para recargar su pistola no estaba siendo todo lo rápido que ella deseaba. Así no iba a poder conseguir recargar el arma y disparar a tiempo antes de que la serpiente volviera a atacarla.

Maggie observó cómo su tiro casi no le hacía nada a aquel tipo. Molesta, apuntó con su arma de nuevo hacia él con la intención de dejarle seco en el sitio. La vaquera estaba convencida de que necesitaban quitarse enemigos de encima si querían centrarse en aquel ser demoníaco.

-¡Muerete de una vez, hijo de mala madre!- gritó cuando le disparaba, deseando hacerle un agujero por el que se escurriese su vida y que llevase su alma al infierno que merecía.

Maggie empezaba a enfadarse. Su primer disparo no había logrado su objetivo y la cowgirl no estaba acostumbrada a fallar un tiro a esa distancia. Además, tenía claro que la situación en la que se encontraban era de un peligro extremo y que sus posibilidades de sobrevivir se basaban en eliminar cuanto antes el mayor número posible de aquellos hindús. Con todo esto en mente, Maggie se concentró en su siguiente disparo.

Y esta vez no fallo.

El sectario abrió mucho los ojos cuando sintió el frio metal penetrando en su cuerpo y dañando órganos vitales, haciéndole caer al suelo, como un títere al que le han cortado las cuerdas que le mantienen de pie.

Aunque habían perdido a dos de sus compañeros, el resto de los enemigos no se amedrentaron, siguieron luchando aún con más vehemencia contra aquellos impíos. Pero de poco les sirvió la virulencia de sus ataques. Alistair aún se veía protegido por unas fuerzas arcanas invisibles para esos hombres, pero que repelían sus ataques como el aceite repele el agua. Así, de manera inexplicable para el sectario, su cuchillada pasó “resbalando” por el cuerpo del académico, sin dañarle.

El temible líder de los asesinos Thug, viéndose ganador de su pelea contra el cazavampiros, lanzó un ataque que debería de ser el que acabara con las tripas de Liam esparcidas por el suelo. El Ripper se encontraba malamente herido y no parecía poder plantar ya cara al experimentado luchador. Sin embargo, cuando el cuchillo estaba a punto de impactar en su estomago, dejándole malherido, Liam hizo un movimiento lateral, tan rápido como inesperado. De esa forma, al chocar el arma con el blindaje de la chaqueta de joven, el mortal ataque perdió su efecto. La expresión en el rostro del jefe de los hindús fue una mezcla de sorpresa y de rabia.

– Solo has logrado retrasar lo inevitable, impío. Te voy a rajar.

Quien tampoco parecía especialmente alegre con los resultados de aquella lucha era la Naga. La guardiana de la Mano sentía como la ira se iba apoderando de su enorme cuerpo. Aquellos gusanos se habían atrevido a coger la Mano sagrada y aún se mantenían en pie. Cansada de la ineptitud de sus adeptos, decidió acabar ella misma con Alistair. Se desentendió de Lilou, aparentemente sin creer por un instante que aquella mujer podía ser una enemiga a tener en cuenta, y se abalanzó contra el académico. Pero también ella paso por alto las defensas mágicas que el Ripper había creado a su alrededor y que nuevamente le habían salvado la vida.

Parte del grupo de Cruzados Enmascarados estaba sufriendo, y aún no podían decir que tenían aquel combate a vida o muerte bajo control. Los enemigos seguían siendo muy peligrosos, pero los Rippers parecían tener una opción, una posibilidad de salir de allí con vida y acabar con aquella amenaza.

En ese momento alguien a quien no habían tenido en cuenta desde que se había iniciado el combate, decidió actuar. Clancy Donnelley no era un hombre valiente -ni mucho menos. Tampoco era un hombre de acción, pero parecía haberse dado cuenta de que su participación podía ser decisiva, que también era su vida la que estaba en juego.

Y, en un acto de desesperación, el hombre salto contra el cuello de uno de los sectarios.

No le sirvió de gran cosa.

Liam, seguía combatiendo encarnizadamente en un duelo singular contra aquel adorador del mal.

Sus heridas no parecían importarle lo más mínimo. Ya tendría tiempo de "desangrarse tranquilamente" cuando todo esto terminase.

Lo que no paraba de observar, era como ese afilado cuchillo se paseaba de aquí para allá mordiéndole la carne, amenazando con destriparle en cualquier descuido. Y ya estaba harto...

Lanzando un garrazo directo a los tendones del antebrazo del líder hindu quiso dejarle desarmado de una vez por todas y a su merced.

- ¡Suelta eso de una vez!- gritó mientras se adelantaba a los acontecimientos, imaginándose a sí mismo diciendo "¿Y ahora con que piensas rajarme, eh?

Con cada acometida de los enemigos, Alistair sentía como su defensa mística repelía el ataque por poco. La barrera invisible que recubría su cuerpo estaba logrando salvarlo de una muerte segura, una vez más. Pero a cada segundo que pasaba, el drenaje de poder mágico se volvía más y más pesado.

No podría sostener aquel sortilegio por mucho más tiempo, pero debía hacer un esfuerzo si quería salvar la Mano, y su propia vida.

- ¡Atrás, monstruo! - gritó Alistair mientras apuntaba a la naga con su pistola y apretaba el gatillo.

Ni siquiera la había cargado con balas especiales. ¿Sería capaz el plomo de abatir a aquella criatura? Su magia, desde luego, no había sido capaz…

Maggie escuchaba los gritos de la lucha entre Liam y el jefe de aquellos depravados. Pero sabía que estaba demasiado lejos para ayudar con las manos y ellos estaban demasiado juntos para intentar disparar sin darle a su compañero. Así que optó por ayudar a quien más cerca tenía que era Alistair.

Aprovechando el momento después del disparo de Alistair, cuando Donelly intentó distraer al sectario que seguía vivo, Maggie disparó a su enemigo.

Con sorpresa y cierto alivio, Lilou pudo comprobar que durante unos leves instantes sus enemigos se habían alejado de ella, posiblemente considerando, y no equivocadamente, que ella no era ningún peligro. Esa momentanea calma sirvió para que su pulso se calmara un poco y, mirando a los cultistas que aún seguían en pie, pudo ver que sus compañeros estaban dando buena cuenta de ellos y que incluso Donnelley intentaba aportar su granito de arena.

Con miedo a dar a cualquiera de sus compañeros, Louise decidió apuntar directamente a la enorme serpiente, aún sabiendo que si la alcanzaba con su pequeña pistola, el daño que le podría hacer sería mínimo. Apuntó y disparó, pero como ya esperaba, su gesto fue una completa pérdida de tiempo.

Liam estaba teniendo más dificultades de las que había esperado con un humano aparentemente sin poderes. Pero, si aún le quedaban dudas de las habilidades de combate de su oponente, después de su próximo ataque éstas se disiparon por completo. Su intención fue buena, el golpe preciso y tremendo, acertando en la mano del líder de los Thug. Posiblemente cualquier otro contrincante hubiera dejado caer el arma, don una muestra de dolor. Y, sin embargo, no sucedió lo que Liam había buscado. El asesino logró hacer un rápido giro de muñeca, ofreciendo la parte menos sensible de su mano y, aunque no pudo evitar recibir el golpe y un intenso dolor recorrió todo su brazo, sí que logró mantener sujeta firmemente su daga.

En la otra punta, sus compañeros luchaban también por sus vidas. Alistair se había atrevido a coger la mano sagrada, llamando la atención de la peligrosa criatura hacia él. Lilou aprovechó la ocasión disparando contra la enorme serpiente, mas esta había estado esperado el ataque de la artista circense y no tuvo problemas para esquivarlo. Pero el erudito, que había sacado su revolver tras desechar su bastón como arma válida para poder acabar con aquella amenaza sobrenatural, disparó a la Naga casi a quemarropa. Sin embargo, solo logró enfurecerla aún más y tal vez hacerla perder la concentración por unos instantes.

La cowgirl trataba de no dejarse confundir por lo que sucedía a su alrededor. Sabía que sus compañeros necesitaban de su ayuda, pero también sabía que dejar enemigos a sus espaldas, por mucho que estos fueran posiblemente los menos peligrosos, podía acabar de manera mortal para alguno de ellos. Mientras recargaba su Derringer con una agilidad increíble, dio un par de pasos laterales para lograr un mejor ángulo para disparar. Levantó su revolver, apuntó con él al sectario contra el que Donnelley se había lanzado, atrayendo su atención, y disparó una mortal bala de hierro frio. Acertó de lleno en el corazón del hindú y salpicó con la sangre de éste al banquero, quien cayó también al suelo, claramente alterado, pero con mejor suerte que su enemigo, quien había muerto al instante.

El enfado de la Naga seguía creciente en magnitud, viendo que sus acólitos caían uno detrás de otro bajo el fuego de aquel inesperado grupo de cazadores. Se preparó para volver a atacar al Alistair, cuando una bala la llegó desde atrás y encontró una forma de abrirse paso a través de las duras escamas de la serpiente, quien aulló de dolor.

El experimentado asesino decidió sacar provecho de la bajada de guardia del cazavampiros y acabar con él, darle el golpe de gracia y terminar con aquel indeseable. Hecho el brazo hacia atrás, queriendo tomar el máximo impulso posible y aplicar así una fuerza aún mayor a su cuchillada. Pero se había confiado demasiado. El último golpe de Liam había dañado su mano y el dolor que la recorrió tras aquel movimiento tan brusco, fue una auténtica lacerada con la que no había contado. Inesperadamente tuvo que detener su ataque, llevándose por un momento la mano sana a la dolorida, para cubrirla en un acto reflejo.

La Naga no mostró ningún tipo de reacción a la bala que se había alojado en su cuerpo. Debía de doler, pero, con su tremendo tamaño, posiblemente no sentiría más allá de una pequeña molestia. Volvió a lanzar toda su rabia contra el hombre que le había robado su reliquia. Si creía que podía salirse con la suya, estaba muy equivocado, y la guardiana de la Mano iba a mostrárselo.

Con una velocidad que nadie podría creer capaz en un ser de ese tamaño, enroscó sus anillos alrededor del cuerpo del erudito y apretó con todas sus fuerzas. Alistair notó una presión terrible. Sus huesos crujieron y sus pulmones amenazaron con perder todo el aire. Apenas podía moverse y liberarse del mortal abrazo.

Si aquel ser era como sus parientes más mundanas, no soltaría su presa y apretaría hasta que perdiera su último aliento vital. Alistair no pudo evitar pensar en el cuerpo roto del pobre vagabundo tirado frente a la imagen de la diosa Kali.

Viendo que el asesino se dolía de su brazo derecho, Liam se apresuró para terminar con su vida. Pero esto no iba a ser tan sencillo como darle el golpe de gracia, no. El cazavampiros se le echó encima con rabia lanzando un primer zarpazo. El líder se agachó y las garras de frío metal rasgaron la cortina del templo.

El asesino tomó la daga con su mano izquierda y lanzó un par de torpes tajos. No era su mano buena y Liam bien lo sabía. Una sonrisa comenzó a dibujarse en su cara a medida que la del líder Thug tomaba un semblante de amargura, odio y desesperación. - ¡Sigue riendo maldito infiel! - gritó de nuevo y lanzando un tajo ascendente, mucho más rápido de lo que el cazavampiros podía esperar le dejó una marca en la cara.

Una grotesca y sanguinolenta sonrisa se dibujaba ahora en la comisura hasta el pómulo de Liam. Una corte que dejaría una marca indeleble. Un recuerdo del odio que se profesaban mutuamente. El ripper se echó inconscientemente la mano izquierda a la cara y pudo notar como estaba mojada. La apartó y su visión se nubló durante un segundo al ser consciente de sus propias heridas por primera vez desde que empezó luchar contra este sectario.

- La sangre es lo único que os permite seguir existiendo como especie. En caso contrario haría ya mucho que os hubiéramos borrado de la faz de la tierra. Odiosas criaturas... que matáis a los vuestros por un trozo de tierra estéril para decir que os pertenece. Sois una plaga y por eso debemos manteneros controlados. No me mires así... tu patético padre ni siquiera sabía bien, espero que la tuya sea más de mi exquisito paladar...    

El recuerdo del vampiro, la sangre y el odio que sentía dentro de sí afloraron de nuevo y como una bestia se abalanzó sobre el asesino. Sin importar si la daga volvía apuñalarlo derribó al líder y comenzó a lanzarle garrazos. Sin saber si habían sido uno, dos o quizá más de una docena. 

*  *  *

Momentos después los cabellos de Liam le cubrían la cara pegados por una mezcla de sudor y sangre, subido a horcajadas sobre el cuerpo sin vida de una masa informe. Lo que había sido un humano ahora era irreconocible, su cara estaba tan destrozada como si una bestia salvaje la hubiese estado devorando...

Con la respiración entrecortada por el esfuerzo, el ripper miro a su alrededor. El asesino no tenía ni siquiera la daga en su mano, se le debía haber caído cuando lo embistió. Había estado gritando e intentando defenderse con las manos desnudas que ahora estaban extendidas en cruz, destrozadas al igual que su cara, sobre el suelo de piedra.

- ¡¡¡Aaaahhhrrrggggg!!! - un gritó mezcla de rabia contenida y triunfo retumbó en la sala.

Maggie escuchaba a sus espaldas como Liam blasfemaba y gritaba. Esta empezando a preocuparse mucho pero la situación que tenían entre las manos no era como para darle la espalda e ir a ayudar a su compañero. Así que se confió al destino y se dispuso a enfrentarse al enorme reptil que tenían delante.

"El disparo de Alistair no le ha hecho nada" pensó viendo que aquel demonio no se había inmutado cuando la bala mordió su carne. Y, por si la vaquera aún dudaba del poco efecto que había tenido el proyectil, antes de que tuviese tiempo de pensar en qué hacer a continuación, aquel ser se lanzó contra su educado compañero.

Maggie observaba con horror la escena. No creía tener fuerza como para agarrar el cuerpo de la serpiente e intentar aflojar la presión. Así que hizo lo único que se le ocurrió. Intentar distraerla para que aflojara.

Usando la cuerda con la que antes había sujetado al cultista, intentó capturarla como si de un caballo se tratara. Su intención era intentar trepar sobre ella para, con su peso, que la cuerda ejerciera una presión similar a la que ella ejercía sobre su compañero Ripper.

Al ver que el disparo no lograba herir a la criatura, Alistair palideció. Hasta aquel momento se había sentido relativamente seguro durante el combate, pero ahora no veía cómo podían abatir a aquella bestia.

“¡Rápido, piensa! ¿¡Cómo se mata a un Naga!?”

Antes de que pudiese hacer otro movimiento, la enorme criatura se lanzó contra él. Su cuerpo de serpiente comenzó a enroscarse en torno a él, y el profesor pudo sentir cómo su barrera mística se deformaba y resquebrajaba, cediendo ante la titánica presión que ejercía aquella bestia.

Alistair sintió sus huesos crujir, y soltó un alarido de dolor.

Trató de luchar contra aquella fuerza, pero su esfuerzo fue en vano. ¿Cómo podía un hombre competir físicamente contra aquel ser? Atrapado y desesperado, el profesor trató de disparar a la criatura con la pistola que tenía en la mano, pero erró en su disparo por apenas unos centímetros.

Sus fuerzas místicas se drenaban con rapidez, y su cuerpo no aguantaría aquella presa durante mucho más tiempo.

Alistair comenzó a pensar que hasta aquí había llegado su viaje. Estaba a punto de morir.

Y la idea le inspiró más terror que valentía.

Dirigió una última mirada de desesperación a Maggie, que trataba de distraer cómo podía a la criatura. Alistair abrió la boca para hablar, pero apenas podía coger aire ya. Emitió tan solo un silbido lastimero.

Comprobar como uno de los disparos que había hecho había impactado en la serpiente animó un poco a Lilou, aunque ese estado duró muy poco al ver que, aparte de un grito de dolor, la bala no parecía haber hecho ningún efecto en la Naga. Desesperada, frustrada, nerviosa y cansada, Louise se daba cuenta que la situación era cada vez más peligrosa, aunque por suerte los esbirros de la mujer serpiente habían ido cayendo uno a uno y Liam, cuyos gritos salvajes habían resonado en toda la estancia, con la fiereza que a veces le inundaba, había matado al jefe del grupo.

Pero delante estaba el mayo peligro, aquel monstruo que parecía imposible de matar y que, en esos momentos, apresaba con fuerza el cuerpo de Alistair. No le quedaban balas en su pistola y apenas había tiempo para que pudiera recargar, así que Lilou se encontraba en un dilema sobre cuál sería su mejor manera de actuar. Fue un segundo lo que dudó y, en un arranque inesperado, se movió directamente en dirección a la Naga mientras sacaba su daga de plata de la chaqueta, dispuesta a clavársela lo más fuerte que pudiera a aquella bestia.

Estaba siendo un combate mucho más complicado de lo que en un principio habían supuesto. No habían contado con la pericia del líder de los asesinos, ni con la tremenda fuerza y resistencia de aquel ser mitológico. Ambos despiadados, ambos mortales. Esas cualidades se reflejaban en una pelea inusitadamente larga, donde las primeras dudas acerca de la posibilidad de salir derrotados empezaban a aflorar en las cabezas de los cazadores de monstruos.

Maggie, queriendo ayudar a su compañero a liberarse del terrible abrazo de la enorme mujer serpiente, lanzó su lazo con precisión contra la Naga. No tuvo problemas en hacerlo y el nudo corredizo de su cuerda se cerró en torno al cuello de su oponente. Pero la sorpresa llegó cuando la cowgirl comprobó la tremenda fuerza de aquel ser. Para nada había creído que el monstruo pudiera disponer de esa potencia, o simplemente había actuado dejándose llevar por su corazón y no por su cabeza. Un movimiento de su torso, aparentemente sin demasiado esfuerzo, y la Naga logró desequilibrar a la mujer, quien perdió por un segundo pie.

Mientras tanto, Alistair luchaba por su vida. Se veía también abrumado por aquella fuerza descomunal que amenazaba con destrozar todos sus huesos y órganos internos, como un niño aplastando a una hormiga. Sin embargo, el académico no iba a darse por vencido sin luchar. Sintiendo un terrible dolor que se propagaba por cada nervio de su cuerpo, Alistair se revolvió con energía, tratando de liberarse del letal abrazo de la Naga y buscando una posición en la que neutralizar, al menos en parte, el brutal efecto de sus anillos. Parecía haberlo logrado. Al menos de momento.

Quien hacía tiempo que había perdido el control de sus actos, era Liam. El cazavampiros se encontraba en una especie de borrachera de violencia. Y parecía ir a perder los últimos nervios que le quedaban en su pelea contra un oponente a quien había aprendido a respetar y a odiar en los pocos encuentros que habían tenido y, especialmente, en los pocos minutos que se conocían personalmente. Sentía que sus amigos lo estaban pasando mal, sentía que le necesitaban y sentía que aquel hombre, seguro de si mismo, se burlaba de él y le mantenía alejado de ellos.

Liam perdió un segundo su concentración al escuchar a Alistair, gritando tras ser atacado por la mujer serpiente. Segundo que su oponente supo aprovechar, dejándole una marca en la cara que le recordaría por siempre su encuentro con el líder de los asesinos Thug. Una sonrisa de prepotencia y seguridad se dibujo en la cara del hindú. Sonrisa que empezó a desvanecerse a medida que otra de brutalidad y de locura iluminó el rostro de Liam. El cazavampiros se había llevado la mano a la cara, había notado su sangre húmeda y cálida brotando de la herida que le acababa de hacer aquel maldito asesino, había percibido como sus compañeros empezaban a encontrarse bajo peligro mortal y notaba como una rabia imparable llenaba cada poro de su piel. Ver como la indecisión parecía empezar a abrirse paso en la cabeza de su oponente, perdiendo parte de su seguridad, terminó de devolverle la absoluta confianza en sus posibilidades y la fuerza para destrozar al líder de la secta.

Saltó sobre él como un tigre sobre su presa y comenzó a lanzar cuchilladas con los afilados filos de sus garras, como si de uno de esos animales salvajes se tratara. Una tras otra impactaban en la cara del hindú, una tras otra dejaban marcas profundas en el rostro del hombre. Para cuando Liam hubo terminado, levantándose del suelo donde había mantenido preso a su oponente y respirando entrecortadamente por el esfuerzo, no quedaba ningún rasgo reconocible en el rostro del asesino Thug. Únicamente una pulpa sanguinolenta y deformada hasta no quedar parecido alguno con un ser humano.

Liam había vencido, pero había pagado cara la victoria. Había perdido también parte de su humanidad en aquel combate.

Pero ¿acaso era eso todo? Para nada. Quizás, inmersos cada uno en su pelea personal, se habían olvidado en parte de otra persona que se encontraba en la sala. Alguien que, a pesar de su pequeño tamaño, tenía un corazón valeroso y no dudaba un segundo en poner su vida en peligro, por ayudar a sus amigos a mantener las suyas.

La enorme sala en la que se encontraban era una terrible cacofonía de sonidos de lucha y de gritos. El miedo y la determinación eran casi palpables. Y, en medio de todo aquel caos, Lilou avanzó rápida y ágil hasta encontrarse al lado de la bestia, quien parecía haberla ignorado por completo. Un terrible error, como no tardaría en descubrir.

Mientras avanzaba veloz, la artista circense echó mano a su cinturón y, con gran destreza, en un fluido movimiento hecho con tal naturalidad que parecía sencillo, una daga brillante, hecha de pura plata, apareció en su mano. Sin detenerse, dio un salto para alcanzar a la enorme mujer-serpiente en el pecho. En la fracción de segundo que se encontró en el aire, buscó con la mirada algún hueco en el escamado y acorazado cuerpo de la Naga.

La afilada daga se introdujo en el pecho de aquel ser, como si éste estuviera hecho de mantequilla, haciendo que la Naga lanzara su primer grito de dolor.

La pequeña Lilou lo había logrado. Había herido a la mujer serpiente.

Maggie observó como, por fin, aquel ser se mostraba receptivo a sus ataques.

La vaquera no pudo evitar sonreir y gritar -¡¡Sí!!- cuando su compañera clavó su cuchillo en la enorme serpiente.

Aprovechando el tiempo mientras Louise se separaba un poco, Maggie recargó su pequeño arma, esta vez con las caras balas de plata que sólo usaba cuando veía que las normales no funcionaban.

-¡Hija de Satán!- la interpeló, intentando llamar su atención, mientras le disparaba en el cuerpo, en algún lugar entre el extremo erguido que Louise había acuchillado, y la cola que apretaba a Alistair.

El gemido que soltó la mujer serpiente al recibir en su pecho la daga de Lilou, dio alas a los Rippers. Aquel sonido les decía que era posible, que aquel ser era vulnerable y que ellos podían acabar con él si se lo proponían.

No eran personas normales y corrientes, sus habilidades estaban muy por encima de estas. Tampoco eran soldados profesionales, pero al contrario que ellos, los cuarto intrépidos aventureros se habían enfrentado con anterioridad a criaturas de la noche sin mostrar miedo alguno. Criaturas que habrían hecho huir a una gran mayoría de militares curtidos en mil batallas. No. Ellos eran Rippers, cazadores de monstruos audaces y sin temor a dejar sus vidas en la lucha contra abominaciones sobrenaturales, que no deberían de pasear por la superficie de la tierra, asustando y amenazando a personas inocentes. Rippers, intrépidos luchadores capaces de enfrentarse a una amenaza como era aquella mujer serpiente, un ser divino pero maligno, y derrotarla.

Pero, si habían creído que la Naga ya estaba acabada, se habían equivocado.

Maggie cargó con gran habilidad y rapidez su revólver. Tan rápido, que más de uno no fue capaz de seguir el movimiento de sus manos. No había terminado de cerrar el tambor de su Derringer, cuando ya estaba apuntando al enorme torso de la mujer serpiente y disparando una bala que debía de acabar con su terrible enemigo.

Vio que la bala impactaba en su objetivo, pero, para su desgracia, únicamente logró acertar en un costado, arrancando parte de la carne del ser y haciendo que algo de sangre manara de la Herida. Mas la Naga no mostró reacción alguna. No parecía haber siquiera sentido el impacto del proyectil sobre su enorme cuerpo.

En su lugar, la mujer serpiente miraba directamente a los ojos de Lilou. El odio que sentía por aquel pequeño y despreciable ser, que se había atrevido a dañarla, era inconmensurable y se reflejaba en los ojos de la mujer. En ese instante los dos ojos empezaron a lucir con un intenso color rojo y la artista circense volvió a sentir aquel extraño dolor de cabeza. No tardó en entender, que aquella criatura estaba intentando hacerse con su control mental. Pretendía usarla como si de una simple marioneta se tratara, moviendo los hilos a su voluntad.

Una voz intensa, dominante y hasta cierto punto agradable, resonaba en cada uno de los recovecos del cerebro de Louise, repitiendo una y otra vez la misma letanía. Era una orden sencilla y al mismo tiempo atrayente, casi irresistible. Se sentía obligada a seguirla, se sentía atraída por ella. La orden era “matar a Maggie”.

Mientras tanto los anillos de la Naga seguían oprimiendo el cuerpo de Alistair, cerrándose en torno a su torso y ejerciendo una presión sobrenatural. El noble empezaba a quedarse sin aire y sentía que no aguantaría mucho más. Sus huesos no tardarían en reventar, crujiendo con gran estrépito y convirtiéndose en millones de astillas que estallarían dañando sus órganos por dentro, como si incontables cuchillas le perforaran desde su interior.

– Ladrones despreciables. Creíais poder acabar conmigo. Pagaréis caro vuestro atrevimiento. Moriréis todos.

El valiente Ripper veía acercarse su último estertor.

Sorprendida aún por haber conseguido herir a la Naga, Lilou se quedó parada sintiendo aún en sus dedos la sangre caliente de la serpiente y con los ojos puestos en la mujer convertida en reptil.

Ese fue su error pues, en el momento en que sus miradas se cruzaron sintió cómo su voluntad parecía diluirse en agua, cómo la voz que sonaba en su cabeza la impulsaba a cometer un acto que, por mucho que le pareciera deleznable, era un mandato que estaba dispuesta a obedecer. Se veía impotente ante la fuerza de espíritu que mostraba la Naga, sentía cómo poco a poco su voluntad dejaba de ser suya para pertenecer por completo a la mujer serpiente. La mano de Louise comenzó a moverse sin que ella fuera consciente, dispuesta a atacar a su compañera y amiga.

Pero una vez más la pequeña Lilou demostró una fortaleza que, por su menudo cuerpo, parecía no tener. Ella era una ripper, una mujer preparada para aguantar el dolor, para enfrentarse a las más difíciles situaciones, que había pasado por muchas dificultades, por muchos problemas para dejarse envolver por los manejos de una bestia. Recordó todo lo que aprendió en el circo, los trucos que usaba su compañero el encantador y los puso en práctica. Centró su mente en sus compañeros, en especial en Maggie, vio toda la nobleza, la voluntad y la fortaleza de la americana y del resto de los rippers. Buscó en ellos un punto de apoyo, un ancla para resistirse a los manejos de la Naga para, con un gran esfuerzo, apartar la mirada de la serpiente y con esta el hilo que la unía a ella.

Cansada, bajó la mano que sujetaba la daga sin fuerza para realizar un nuevo ataque, mientras miraba a Alistair cómo intentaba liberarse de la prisión de la mujer reptil.

Envuelto por completo por el cuerpo de la Naga, Alistair se debatía desesperadamente mientras tanto su cuerpo como su magia se agotaban con rapidez. Su barrera poco estaba pudiendo hacer contra la enorme fuerza de la criatura. Y su físico de académico no era tampoco suficiente para liberarse de aquel agarre por sus propios medios.

Era cuestión de tiempo que sus huesos se astillasen y se convirtiesen en decenas de afiladas dagas destrozando su interior. Y aquel pensamiento, aquella certeza, mantenía a Alistair al borde del colapso, pero también lo mantenía despierto y activo.

Usando toda la fuerza de la que disponía, el académico trató de resistirse al abrazo de la criatura, recolocándose entre sus anillos, aprovechando cualquier oportunidad para aliviar la presión a la que era sometido su cuerpo.

Pero apenas le quedaba tiempo.

En medio de aquel debate tenso y silencioso, Alistair vio como la Naga dirigía su mirada a la intrépida Lilou. Su compañera había logrado clavar su daga en la mujer serpiente, atrayendo su atención.

Alistair quiso gritar algo. Advertir a su compañera. Pedir ayuda. Y justo cuando pensaba que no le quedaría nada de aire en los pulmones, un gruñido escapó de su boca.

Sorprendido, el académico notó que la presión que ejercía la Naga sobre él había disminuido, aunque fuera por tan solo unos pocos centímetros de espacio que su cuerpo entero agradeció. Debía aprovechar aquella oportunidad, no podía quedarse allí atrapado, siendo un lastre para los demás.

Alzando la voz en un grito cada vez más poderoso, Alistair forcejeó para aprovechar aquella apertura, tensando al máximo los músculos de brazos, piernas y espalda. Mientras gritaba, sentía como si el poco poder mágico que le quedaba escapase por su boca. Su barrera invisible chispeó y crujió al expandirse en el interior de la presa de la Naga, dándole al académico un valioso segundo para impulsarse hacia el exterior.

Cuando escapó del agarre, Alistair cayó al suelo de bruces, todo su cuerpo temblando por el esfuerzo. Respiraba agitadamente, llenando sus pulmones al fin, recuperando el aliento que había perdido durante los agónicos segundos que había durado la presa.

Liam sentía el palpitar de su corazón con gran intensidad, en el pecho, en las sienes, en los oídos...

De rodillas sobre aquel cuerpo destrozado intentaba ubicarse, pero todo a su alrededor daba vueltas. Sintió entonces que la mano derecha se le despertaba con un ligero hormigueo al haber aflojado de forma inconsciente su puño sobre la agarradera de la garra.

Se giró al oír una voz familiar. Era la de su amigo Alistair, gritando para desasirse. Sus ojos se entrenaron de nuevo enfocar su próxima presa.

La cabeza seguía doliendo con ese palpitar incesante. Pero no era momento para eso ahora. Una nueva aberración se alzaba ante el y debía ser exterminada.

Lentamente se puso en pie, olvidándose de que a sus pies yacía muerto el cuerpo del que hasta hacía un momento era su némesis. Pero la rabia y el odio no se habían marchado. Seguían guiando cada uno de sus movimientos.

- Y ahora es tu turno... - sentenció el ripper con una voz rota y sombría...