Partida Rol por web

Mientras Amy y Voz se alejaban y Devon y Lyuben se dirigían de vuelta a por Donny, escucharon aullidos y gruñidos, seguidos de un disparo. Por un momento hubo silencio, pero luego unos aullidos enloquecidos lo siguieron. En la meseta se alzaron dos figuras de tres metros, garras y colmillos. Dos de los Danzantes que habrían cruzado la Umbra y ahora venían a por ellos.

Amy se apoyó en Voz para poder caminar, haciendo muecas de dolor y lagrimeando.

- Devon...- murmuró volviéndose hacia el Alfa.- Traedlo con vida, por favor.

Morir no era un aposibilidad que cupiera en la mente de la Galliard. 

El garou se apresuró para llegar al barranco cuanto antes. Una vez allí dio un gran santo con sus poderosas patas y comenzó a intentar subirlo encaramándose a los salientes con sus garras. Sin embargo, las rocas que formaba el barranco tenían agua congelada en su interior, lo que las hacía bastante más frágiles y no soportaron el peso del ser, razón por la cual el Señor de la Sombra acabó de nuevo en tierra firme.

-¡Joder! -dijo y se dispuso a volver a intentarlo cuando vio como unos Danzantes se aproximaban al borde del barranco, justo por encima de sus cabezas-. Para cuando estemos arriba llegarán donde nosotros y nos tirarán. Es un suicidio. Es mejor que demos un rodeo y vayamos por la carretera, alfa -sugirió y se quedó mirando a Devon esperando una orden.

- Deacuerdo, pero tenemos que llevar cuidado, rodeando también tenemos el peligro de que nos hagan una emboscada. Estamos en desventaja, ¿está claro? Así que nada de heroicidades. Cautela. - dijo Devon, mirando seriamente a su compañero. Habían perdido a Javier y probablemente a Donny. No estaba dispuesto a perder a más amigos. - ¡Vamos! -

El Caminante Silencioso se transformó en un Crinos alto y esbelto y pidió a Amy que cambiase a una forma más manejable. En cuestión de segundos, Voz de Ptah, cargando con Amy en Lupus, salió corriendo entre los árboles a una velocidad increíble. Amy jamás había sido capaz de correr tanto, ni siquiera en las formas cuadrúpedas, y de no sentir un horrible dolor en todo su cuerpo, lo habría disfrutado como quien se monta en una montaña rusa.

Cuando se hubieron alejado convenientemente, el Metis dejó a Amy en el suelo y le miró las heridas con una mezcla de tristeza y preocupación. Se las lamió con suavidad, aunque no consiguió nada a efectos prácticos.

-Te duele mucho, ¿verdad? -murmuró, pensativo.

Amy agradeció que la llevaran en brazos y no tener que caminar, pero el movimiento era demasiado brusco y dolía. Sabía que no era ni de lejos la intención de Voz, y que tenían que alejarse de allí, así que cuando tocó la fría nieve de nuevo lo agradeció con un leve gemido.

Le hubiera gustado decir que no, que lo llevaba bien. Le hubiera gustado volver cargando sobre sus cuatro patas para sacar a Donny y a los demás de allí. También le hubiera gustado haber presionado un poco más a Donny para que la dejara robar un coche y haber salido de allí. Pero era un poco tarde para eso.

- Es soportable. - murmuró. – Voz, ¿crees que sobrevivirán?

El Hijo de Gaia y el Señor de la Sombra se lanzaron a la carrera hacia el lugar más practicable para iniciar la ascensión por el barranco, la carretera asfaltada aunque llena de nieve. El Danzante de la Espiral Negra los vio. Con un aullido se lanzó a por ellos, seguido de uno de sus compañeros. Ahora eran dos: grandes, con garras descomunales y los dientes negruzcos por la baba corrupta.

Se encontraron a la mitad de camino y el choque fue brutal. El golpetazo de los enormes puños de los Danzantes resonó contra las cajas torácicas de los dos seguidores de Gaia, pero era tal su resolución y fortaleza que no sintieron dolor alguno y se prepararon para el contraataque.

-No lo sé. Quizás debamos volver. No es bueno separar a la manada.

Las orejas de Voz de Ptah sufrieron un espasmos. El esbelto Crinos se enderezó y miró a su alrededor.

-¿Quién está ahí? -Su nariz empezó a olfatear. La propia Amy pudo sentir un penetrante olor a persona, sólo una. Era un hombre, y se acercaba.

Amy se enderezó como pudo sobre sus cuatro patas enseñando las fauces y gruñendo. Si era un hombre normal y corriente poco iba a aguantar frente al Crinos. Si no lo era podía traerles problemas. Más problemas.

- Voz, hazme caso por una vez. Si lleva armas vete con los demás. – ladró irritada.

Lo último que quería la Galliard era que le pillaran a él también.

De entre los árboles surgió el hombre que se había estado aproximando. Vestía gruesas pieles, aunque no al estilo indio americano, así que no parecía un Wendigo. Su tez clara y su rostro en general no eran fáciles de distinguir ya que tenía una barba densa y oscura, con alguna que otra cana. No se sorprendió al verlos ni reaccionó con Delirio. Levantó las manos y chascó la lengua.

-Tranquilos -dijo con seguridad-. Sólo estoy de paso. Pero tú pareces herida, amiga Garou. Puedo ayudarte.

La garou relajó los músculos, pero no dejó de mirarle fijamente con cara de pocos amigos al hombre. Ya había demasiadas cosas raras por allí como para que undesconocido se presentara sin llevar segundas intenciones. Miró de reojo a Voz y después de nuevo al hombre. Si la curaba podrían ir a combatir.

- ¿Y lo harías sin nada a cambio... por mera gratitud? Nuestros amigos están en peligro y si... me sanaras podríamos ir a rescatarlos.

-Es un Gurahl -susurró Voz de Ptah a Amy después de olfatear varias veces en dirección al hombre-. Un Hombre-Oso.

El Caminante Silencioso había adoptado una pose protectora con su amiga, colocándose entre ésta y el extraño. No le miraba amenazador, sino con la certeza de que atacarla significaría enfrentarse a él primero.

-Me llamo Bill -dijo el Gurahl-. Soy un sanador.

Con prudencia, Bill se acercó a Amy. Sonrió al Metis, que se apartó de la Moradora del Cristal para permitir que Bill hiciera lo que tuviese que hacer. El Hombre Oso sacó de su bota un cuchillo y acercó su punta a la herida de Amy.

-Aguanta, amiga Garou -Metió la punta y tocó la bala de plata. Amy sintió de nuevo un fuerte dolor en sus entrañas y un acceso de Rabia que la impulsaba a arrancarle la cabeza a Bill, pero él sacó el trozo de plata tan rápido que enseguida se le fueron las ganas. Una vez hecho esto, Bill puso la mano sobre la carne destrozada y cerró los ojos. Amy sintió un cosquilleo agradable mientras la herida se iba cerrando desde dentro, los tejidos se recomponían y la piel se restañaba, dejando sólo un poco de sangre en el pelaje de alrededor-. Lista. Ahora decidme. Os he estado vigilando y he visto que os adentrabais en territorio del Wyrm. Pero antes erais seis. ¿Dónde están los demás?

Amy volvió a su forma humana para tenderse en la fría nieve teñida de rojo, para que Bill pudiera maniobrar mejor en su herida y extraer la bala. El dolor fue insoportable de nuevo, haciendo que la garou apretara la mandíbula con fuerza haciendo esfuerzos sobrehumanos para no moverse y desgarrar al sanador. Sintió la Rabia, la ira y el dolor como si siempre la hubieran acompañado. Se repitió mil y una veces que lo hacía por su bien, para sanarla, pues de otro modo no habría podido soportarlo.

No le gustaba nada tener que hacer eso, pero aquellas aberraciones no les dejaban otra, además, estaban defendiéndose. Por su culpa Javier había desaparecido, Amy estaba gravemente herida y Donny vete a saber cómo estaría en aquel momento. No más pérdidas aquel día, se dijo el Alfa.

Sus garras se dirigieron directas al cuerpo del Danzante, con intención de quitarlo de enmedio lo más pronto posible.

-Os ayudaré, pero tened cuidado. Esa zona es veneno para el alma.

Mientras Voz se transformaba en Lupus, Bill se despojó de la capa de pieles que llevaba encima, mostrando un torso desnudo y muy musculoso, lleno de viejas cicatrices. Su rostro se fue alargándose y los dientes le crecieron, sus músculos se hincharon y llenaron de pelo castaño. Adoptó una posición cuadrúpeda de lo que parecería un oso, pero un oso enorme, prehistórico y brutal, tan grande como Amy en Crinos.

Los tres salieron a la carrera, de vuelta al lugar donde la manada se había disgregado.

El impacto del Alfa fue brutal. No sólo alcanzó a uno de los Danzantes, sino que sus garras destrozaron su pecho descubierto, rajando la piel y sajando los músculos y casi los huesos. El Garou corrupto soltó un aullido lastimero mientras sus heridas se iban drenando de sangre oscura rápidamente. Sus tripas estaban ahora desparramadas sobre la nieve, el Crinos caído sobre ellas y tratando en vano de mantenerse consciente.

Lyuben, tomando ejemplo de su Alfa, saltó sobre el otro Danzante, tratando de inmovilizarlo y morderle el cuello. La sangre se desparramó entre sus colmillos, negra y amarga, pero no lo mató al instante como habría pretendido. En lugar de eso, sintió las afiladas garras del Danzante intentando arañarle el costado, pero era tan fuerte su abrazo que no consiguió apenas nada.

Sin embargo, la lucha aún daría de sí. Por la cuesta bajaban cinco fomori, todos con rifles, que apuntaron a los dos Garou.

-¡RENDIOS! Tenemos plata. ¡ES LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD!

Tras una corta carrera, Amy, Voz de Ptah y Bill llegaron hasta el barranco. Lyuben, en Crinos, estaba agarrado a un Danzante y se movían como en un vals, intentando herirse. Devon, por otro lado, se había quedado junto al cuerpo destripado de un enemigo Garou. Pero cinco fomor con rifles (y Amy recordaba bien el ardiente dolor de la plata) acababan de llegar y los estaban apuntando, increpándoles para que se rindieran.

Tras ese breve titubeo la Moradora se lanzó contra el primer fomori tratando de desviar la dirección del rifle con un zarpazo antes de clavarle sus colmillos.