Partida Rol por web

La isla de Sálvora es una isla del océano Atlántico, que se encuentra en la bocana de la ría de Arosa, Galicia, España. Separada de tierra firme por una distancia de unos 3 km por el norte. Ocupa una superficie de cerca de 190 ha, y tiene una cota máxima de 71 metros (As Gralleiras). Casi todo el perímetro de la isla es zona rocosa, a excepción de tres playas de blanca y fina arena. Desde 2001 está integrada en el parque nacional de las Islas Atlánticas de Galicia.

En la actualidad, la isla de Sálvora forma parte de la parroquia de Aguiño (municipio de Riveira), creada en 1959. Anteriormente la isla dependía de la parroquia de Carreira, la que fuera durante muchos siglos la parroquia más poblada y rica de la comarca, así como la más antigua.

En marzo de 2007 la isla fue adquirida por Caixa Galicia por 8,5 millones de euros y a finales de ese mismo año el Ministerio de Medio Ambiente ejerció su derecho de tanteo, comprando Sálvora, Vionta y Noro por esa misma cantidad. La Junta de Galicia, que figura como titular del paraje desde el 1 de julio de 2008, conjuntamente con el Ministerio de Medio Ambiente han iniciado los trabajos para rehabilitar el enclave.

     Estamos en Diciembre, tras el puente de la Constitución y la Concepción. Se prevé un fin de semana frío y lluvioso, como no puede ser de otra manera, en la costa gallega. Es un viernes atípico que no es festivo pero para mucha gente le ha servido para tener una larga semana de vacaciones.

     Embarcáis en un barco de dos mástiles con una capacidad de unas 12 personas y ahí habéis conocido a Rufus, un hombre negro maduro y de sonrisa fácil que os ha ido contando las bondades de la cocina de la Señora Anne, mujer del Señor Iago. Aprovecha para contaros que el pazo está lleno de gente, él nunca lo había visto así. Lleva yendo y viniendo de puerto todo el día en busca de los clientes. Cuando llegáis a la isla veis recortados sus acantilados sobre un fondo oscuro y amenazante Pinta mal para estar fuera de casa estos días asegura Rufus mientras menea la cabeza. El aire huele a electricidad y el viento del norte os obliga a buscar refugio bajo cubierta. 

     El embarcadero no está muy lejos del pazo en el que os alojáis, pero una tormenta reciente ha destrozado un camino que comunicaba directamente las dos zonas y ahora hay que caminar casi un kilómetro dando un rodeo. No hay ningún tipo de vehículo en la isla por lo que os toca cargar con el equipaje. La luz del fin del día os deja ver el edificio de piedra, bajo y achaparrado, con sensación de llevar muchos años a la intemperie y a la vez con aspecto acogedor propio de estas tierras.

     En la recepción Iago Garcia, responsable del Hotel/Pazo os da la bienvenida y gestiona el checkin y la entrega de las llaves de una forma manual, apuntando en un grueso libro los datos de cada uno y la asignación de la habitación. Os indica que el desayuno es de 09:00 a 10:00 pero que durante toda la mañana la cocina está abierta por si alguien se levanta más tarde o le entra hambre. La comida es a las 14:30 y la cena de 21:00 a 22:00. Si necesitáis alguna manta extra o cualquier otra cosa podéis pedírsela a él mismo o a Ruth, la camarera.

   . 

Movido por el oleaje de la ría, el barco saltaba de ola a ola dando picados cuando la siguiente venía más alta. Gonzalo disfrutaba normalmente del mar y no se mareaba fácilmente, pero en un mar tan agitado era difícil sentirse completamente bien, y menos en una embarcación de tan pequeño calibre tan sensible a los bandazos de las olas.

Dada la situación no podía ni mirar el móvil, así que cerró los vídeos de Tiktok de construcciones en madera que había estado ojeando y se dedicó a observar a sus compañeros de viaje, que parecían sentirse de forma similar a él, salvo el de la cicatriz, que debía tener más experiencia en la navegación porque no parecía afectarle el movimiento tanto como a los demás.

- ¿Qué llevará a todos estos hombres a un pazo en una isla perdida en el atlántico en pleno diciembre? -

No se le ocurría que en una isla tan pequeña pudiera haber nada más que un negocio, y se preguntó si alguno de los que viajaban con él serían pareja e irían a la reunión. Pero en realidad no parecían conocerse entre ellos, o, al menos, no eran muy habladores. Decidió romper el hielo con algo de conversación sobre el tiempo.

- Vaya viajecito movido, ¿eh? - soltó al grupo en general - Espero que el día amaine y los próximos días nos permitan salir o nos espera un fin de semana guapo en el pazo encerrados - Dijo sonriendo.

Las palabras de Rufus le confirmaron sus miedos, y fue a guarecerse bajo la cubierta cuando el viento y el frío se volvieron insoportables - Va a ser una semana divertida - Suspiró... Bueno. Al menos tendría excusa para enterarse de lo que pasaba en esas reuniones; estando encerrado en un sitio tan pequeño nadie le podría llamar la atención. Al menos este Rufus parece majete, aprovechó el viaje para preguntarle por los horarios del barco, y por su vida en general. - ¿Vives en la isla, o en el pueblo en tierra firme? - Y algo que desde que había subido al barco se le había pasado por la cabeza - ¿Cómo hacéis cuando hay una urgencia en la isla, hay algún modo de evacuar rápidamente a quien lo necesite? - Rezó porque nadie tuviera ningún accidente, ya que él sería el máximo responsable por su formación como enfermero - Estaba acostumbrado a esa sensación, que desde que empezó la carrera se repetía campamento tras campamento. Gracias a Dios nunca había habido cosas graves - entablillamientos, curas de heridas, mareos... Pero los chavales eran chavales, sanos y jóvenes. Y al  menos los que iban en el barco tenían un rango de edad amplio, con más margen para que ocurrieran....

No te ralles, Gonzalo. No va a pasar nada esta semana. Va a ser una semanita de chill en el pazo cantando Kumbayá y haciendo excursiones si nos lo permite el tiempo; otro campamento más - esperaba ganarse a alguno de los compañeros de embarcación y tener un poco de acompañamiento en los días que faltaban hasta que llegara Elena. Y si ella se traía la guitarra - sabía que lo haría - la semana que viene sería todavía mejor.

Cuando llegaron al embarcadero se sonrió, aquello sí que parecía una excursión de las suyas; cargar el macuto que ya era casi parte de su espalda hasta llegar al pazo era parte integral de cualquier viaje.

El dueño del pazo no parecía la persona más amable del mundo, pero fue correcto y parecía confiable. Sobre todo, el lugar era muy acogedor, con lo que al llegar se dirigió derecho a su habitación, que estaba razonablemente bien. Le hizo una foto para mandársela a Elena por WhatsApp. No podía esperar a que viniera y compartir la habitación con ella...

Vio una hoja en recepción que parecía una organización de actividades - Bueno, por el momento parece todo muy normal. No habla de rituales a la luna, ni de cristales ni de cuencos tibetanos... - ¿Estaría Conso perdiendo cuerda, y aterrizando en el mundo real?

Consultó el reloj del móvil para ver si estaba a tiempo de llegar a la ronda de presentación. Obviamente no iba a entrar directamente a presentarse... Era aún pronto para eso, pero con caminar cerca del grupo como si la cosa no fuera con él podría ir enterándose de cómo iba el tema, y si había cosas raras que saltaran a la vista.
Si alguno de los compañeros que iba en la barca quería dar una vuelta de reconocimiento con él, él se iba a apuntar sin duda.

Los muchachos le habían sorprendido con el regalo al punto de que alguna lágrima le sacaron cuando le anunciaron que le habían pillado unas vacaciones. Pepe era un hombre que por su condición vivía ciertas emociones con mayor efusividad y el cariño era una de esas, por lo que le gustaba mucho abrazar cuando estaba feliz y eso se evidenció en que uno a uno se despidió de abrazo fuerte de sus compañeros cuando lo llevaron el embarcadero. 

Una vez en el barco se sentó y con una sonrisa de oreja a oreja empezó a disfrutar del trayecto, sin importar lo agitado o movido que estuviera el mar. Cuando escuchó a un compañero mencionar lo movido del viaje Pepe se levantó y poniendo su mano en el hombro del hombre como para transmitirle calma comentó. -Traanquilo que yo soy bombero.- Y mostró orgulloso la placa que lucía en el pecho y nunca se quitaba. Luego sonrió y volvió a su puesto a observar el mar. 

Al desembarcar Pepe recibió un gran maleta que cargó sin ningún problema. Obviamente se había traído todo su equipo, porque uno nunca sabe cuando se pueda necesitar y ninguno de sus compañeros logró convencerle de lo contrario previo a embarcar. Caminaba en silencio y aceleró un poco el paso para poder escuchar mejor la conversación cuando escuchó que se preguntaba sobre los casos de emergencia en la isla, ya que le interesaba comprobar que cumpliera con la normativa de seguridad que el se sabía de memoria y era capaz de recitar hasta dormido. 

     El ambiente en el pazo es de ajetreo. Os llama la atención la figura de una mujer madura, de cabellos blancos, un turbante rojo con una gran piedra brillante en el medio y un tono de voz agudo que no deja de dirigirse a un joven de aspecto anodino para que le coloque una silla, le limpie la servilleta, le busque un bolígrafo... mientras ella no deja de hablar y hablar y hablar con dos parejas de asienten mientras intercambian miradas entre ellos.

     Las habitaciones asignadas están todas en el mismo pasillo, os llama la atención que en una de ellas cuelgan 3 carteles de No Molestar.

     Uno de los pasajeros del bote se queda a la espera y se presenta a Iago, el recepcionista, como el técnico que ha enviado la compañía. A sus palabras le hace eco un trueno que hace vibrar los cristales.

Era la primera vez de Nacho en un barco de esas dimensiones, y el hombre sí que lo disfrutó. A algunos de sus compañeros de viaje no les cayó bien el oleaje. A él mismo le molestó en algunos momentos pero... ¿podría haberse jactado de haber viajado en barco si el mar hubiera sido una piletita? Además Nacho era muy curioso. Observó cada movimiento de Rufus, un tripulante muy amable que se tomó la molestia de explicar a Nacho cosas sobre el mar y los barcos que él jamás habría imaginado.

Se sonrió al escuchar a un hombre queriendo transmitir tranquilidad por ser bombero. Era simpático pensar que ante una emergencia en una isla él podría resolver los problemas.

Lo que no fue tan simpático fue la caminata de un kilómetro cargando el equipaje. Por fortuna una vez que llegaron el lugar parecía acogedor y el personal de servicio amable. Al hacer el check in, Nacho se dirigió en voz baja a Iago.

_Disculpe. ¿Es ella la señora Irina? ¿Y la hoja que está en el cartel de anuncios con horarios de actividades pertenece a su evento?

Luego, tras dejar sus cosas en la habitación asignada, vio tres carteles de "no molestar" colgando del pomo de la puerta de una.

_Como para que no queden dudas -comentó en voz alta y una sonrisa a quien estuviera en ese momento en el pasillo-.

¿Quién podría ser si no? contestó con un suspiro. Irina y Gregorio, Gregorio e Irina. Y el próximo fin de semana vuelven a estar por aquí.

Detectas claramente que no está muy contento con su presencia.

El cartel es suyo, ha estado ya hablándoles a esas parejas del viaje que van a hacer y lo maravillosa que va a ser su vida a partir de ahora.

Otra vez que tengo que venir a esta isla enana a reparar el repetidor… malditas tormentas.!!

Esto mismo estaba pensando, cuando una ráfaga de viento racheado le dejó helado hasta los huesos, y se arrebujó en su chaquetón impermeable de color negro que tanta agua había soportado con el paso de los años y que tanto cariño le tenía. 

Un tojeño se supone que estamos acostumbrados a la lluvia y el frío, pero a mí me afecta especialmente…. Dios, que ganas tengo de dejar este trabajo e irme a un lugar cálido (siempre he querido conocer Altea…) y dejar atrás todos esto…

En el barco, había un hombre (creo que se llamaba Rufus) que no paraba de dar chachara a todo aquel que se le acercaba… que si la comida del pazo era increíble, que si Anne hace el mejor Pulpo a feira de toda Galicia, que madre mía como estará el pazo de gente, puesto que lleva todo el día llevando pasajeros…

Esto último no me gustó. No me gustan las aglomeraciones. Y menos en una isla…

Qué habrá en ese pazo para que vaya tanta gente?

Lo que él tenía claro era que iba a arreglar el repetidor lo antes posible, antes de que la tormenta se cerniera de nuevo sobre el pazo, y nos obligue a todos a estar bajo techo. 

Eso pensaba hacer: Ir directo a recepción, hacer el check-in, dejar la maleta en la habitación y, del tirón, sin importarle la hora ir a arreglar el repetidor.

Cuanto antes lo arregle, antes me iré de esta maldita isla.

Llegaron al puerto y, cual fue su sorpresa, que el camino estaba bloqueado y tuvieron que andar un buen trecho hasta el pazo. ¿En serio?.. Venga va….

En cuanto llegaron al pazo, sus sospechas quedaron confirmadas. No podía haber más gente… y a cada cual más raro…

Se fijó en una mujer de pelo blanco con aires de superioridad que daba ordenes a un pobre hombre. Dios, como odiaba ese tipo de comportamiento. ¿Quién se creía que era esa mujer para tener esos aires de grandeza?. Luego preguntaré por ella.

Después de conocer a Iago y hablar un par de minutos con él presentándome, me dice que el cliente (la persona que había puesto la queja a mi compañía de telecomunicaciones y que, por ende, me había conducido a este pazo…) era un tal Daniel y que en estos momentos no se encontraba allí porque le había dicho que iba a estar en su habitación hasta la noche que sirvieran la cena.

No entendí porque me daba tantas explicaciones, que a mí ni me va ni me viene lo que haga ese tal Daniel en su habitación…. Pero bueno, el caso es que me lo dijo.

Cogí mis bártulos y me fui para la habitación. Desestimé mi idea inicial de arreglar el repetidor ahora porque estaba anocheciendo ya y, aparte, la tormenta ya había comenzado a descargar en forma de relámpagos. 

Sí, mejor me doy una duchita…

En el trayecto hacia mi habitación no pude dejar de observar una habitación con 3 carteles de NO MOLESTAR colgados en la puerta.

¡¡3 CARTELES!!.

Pero bueno, como si con 1 no fuese suficiente. Si ya digo yo que esto está lleno de raritos… 

En ese preciso momento, pensé que no pasaría nada si cogía uno de esos carteles y eso hice. Unos minutos más tarde ese cartel acompañaba a su gemelo que ya me estaba esperando dentro de mi habitación… Ale, ya tengo 2 carteles… por si me roban uno…jajaja…

El proyecto de una ducha calentita se impuso a cualquier otro ya que me había quedado congelado después del trayecto en barco y la posterior caminata hasta el pazo…

Mientras el agua ardiendo caía por mi cuerpo, otra vez mi mente se fue de viaje imaginando una vida lejos de aquí…”Ay, que bien se tiene que estar en Altea….”…

_Ahh, había escuchado de ella, no de Gregorio. ¿Han realizado muchas veces el evento aquí? Espero que si no sirve a las parejas, al menos le sirva al pazo. Tengo entendido que congrega bastante gente.

Baja la voz y mira nervioso por si alguien más pudiera escuchar. *Barallocas ... eso es todo, barallocas de loca.

Llegó ayer, bendita la virgen, y no ha callado desde entonces. Si esos muchachos se arreglan será por dejar de escucharla créame. La próxima semana nos ha llenado las habitaciones, no podemos quejarnos, pero qué alivio cuando duerme... qué alivio.

Nacho ni siquiera intentó reprimir su sonrisa ante la respuesta de Iago.

_Pues lo acompaño en el sentimiento, Iago. Al menos ya se acerca la noche y podrá descansar de ella hasta mañana. No sabía que era la primera vez de ella aquí. Rufus ha hablado muy bien de la cocina de su señora. Quizás la comida le mantenga la comida ocupada un tiempo.

     Unos tímidos golpes en la puerta y una voz femenina os hacen abrir y veis a una muchacha de cierta belleza pero con un aire cansado que no levanta la mirada. La señora Anne necesita saber si tiene algún tipo de alergia, especialmente a marisco porque esta noche hay sopa y podría preparar algo  diferente si fuera necesario.

Una puerta se abre con violencia y se cierra con más violencia aún retumbando en todo el pazo.

-¡Loca! es lo que estás Ceci! ¡Loca de verdad!. Te lo he avisado, ¡última oportunidad y ya estás con tus celos y tus arranques! ¡No lo quiero repetir, me tienes más que harto!

¿Qué es eso de que hasta mañana? ¿Hasta mañana qué?!!!! Tengo trabajo que entregar y así es imposible. ¿Dónde está el técnico y porqué no hace su trabajo?

Desde recepción se oían las quejas de uno de los huéspedes reclamando algo a Iago que no era capaz de meter baza en la verborrea del cliente que se quejaba y quejaba con la voz algo temblorosa y algún acceso de tos.

     Fuera el viento había arreciado y se podía sentir el mar embravecido golpeando con fuerza en las rocas de la costa, por encima se podían ver retazos de nubes pasando a toda velocidad sobre la isla gracias a la iluminación de las luces del puerto. Dentro de las habitaciones la calefacción trabajaba a marchas forzadas y se podía intuir un leve aroma a gasóleo.

Tyler lo pasó muy mal, realmente mal.  

El tono de su piel había pasado del tostado y saludable rosado al amarillo "esto va mal" al verde "esto es horrible" No pudo más que agarrarse a la barandilla he intentar mantener el tipo con una sonrisa cortes, mientras intentaba escuchar lo que decían, sin entender nada porque estaba demasiado concentrado en no vomitar. 

Cuando por fin toco suelo, con un par de tambaleos, tomo una gran bocanada de aire que le helo los pulmones y le congelo el cerebro, haciendo que todo su cuerpo de convulsionara en tiriteos de frio. 

Tomo un maletín, y miro a su alrededor esperando ver el resto de su equipaje. 

- Come on.... . -Se quejó tiritando, y dio media vuelta despidiéndose con la mano tímidamente, dispuesto a encontrar calor y que por suerte divina el resto de su equipaje estuviera dentro. 

Nada más entrar Tyler se encontró con gritos, que le hicieron encogerse de hombros. 

-Excuse... bueno... ¡Hola! -Dijo por fin contento de haber encontrado una palabra adecuada para iniciar una conversación. - I am... Tyler, soy Tyler, maybe... puedo ayudar. -Su acento y su forma de hablar podían resultar cómicas para un hablante de castellano que nunca hubiese escuchado un americano. 

Tyler sonrió a Iago. 

- ¿Cual... the problema?. -Se acerco al señor y le susurro-. ¿And... my male.. maletas, where están? 

 Pablo paso gran parte del viaje camino a la isla, apartado de los demás mientras apreciaba las vistas. Respondió poco más que una que otra formación o negativa cuando alguien se le dirigía siempre con una ligera sonrisa por el tiempo que pasara en unas instalaciones tan agradables.

 Llegados a su habitación, se instaló rápidamente viendo los dramas a su al rededor de reojo sin que lo atrasaran.

 Al escuchar el sonido del toque de su puerta, camino enérgico en abrirla, encontrándose a una joven preguntando por alguna alergia. Pablo le respondió.

—Alergias? Oh no señorita, este cuerpo es saludable como un caballo… Bueno, tal vez más como un potrillo… No, no tengo alergias.

 Terminado el diálogo, la joven se fue y pablo volvió a la privacidad de su habitación.