Partida Rol por web

La Bolsa De Comercio De Rosario es un lugar extremadamente lujoso, donde se mueve la alta sociedad. Mezcla de imponentes operarios de bolsa, gerentes corporativos, y cientos de simples empleados, tiene su eficio principal por calle Cordoba, esquina Corrientes.

Un edificio anexo por calle Paraguay, es el centro de las oficinas, y el salón de eventos, con un profundo Garage. Es por allí por donde ingresan los Vástagos. Posee un gran sistema de seguridad, tanto para los humanos que habitan durante el día, como para los ocupantes nocturnos. Para ingresar es necesario hablar con el Jefe de Seguridad, quien responde bajo las órdenes directas del Guardian Del Elíseo.

Lentamente voy recuperando las virtudes de mi cuerpo, y agacho la cabeza ofuscado por la visión de las formas semiperfectas del autor.

Saliendo de ese fabuloso trance, me giro lentamente, con los ojos todavía vidriosos, depositándolos en Malena, quien se encuentra con su celular pegado a su oreja...

Gracias...digo por lo bajo, en un susurro apenas audible...

Llego sin alguna prisa a la magnifica puerta del eliseo y me acerco a uno de los guardias.

-Buenas, me estan esperando, ¿puedo pasar?

El guardia te observa y te reconoce. Se corre y le deja el paso con un sonrisa amable en la cara.
- Pase Señor Cullen.
Te dirigues por la recepción hasta llegar a una puerta.

Entras en un largo pasillo blanco lleno de espejos. Esta vez el guardia no es nada simpático, aunque si muy educado. Sabes que te reconoce, pero sigue el protocolo.
- Buenas noches, señor Cullen. Son reglas del Elíseo no portar armas dentro del mismo. Le pido que si posee alguna la deje - señala la mesa- Y ahora por favor pase por aquí - señala el detector; observa al guardia sentado delante de la computadora, quien monitorea los resultados y asiente con la cabeza - Puede pasar señor Cullen, lo esperan dentro.
Subes por el ascensor. Las puertas se abren y te encuentras con un inmenso salón finamente decorado. Las arañas cuelgan lujosas de los altos techos. El marmol brilla sobre el piso, y las paredes están decoradas con finísimos grabados, y varias esculturas se exiben vistosamente.
Una alfonbrá roja marca el camino central. Al fondo dos enormes escaleras se abren paso al piso superior, en forma semicircular, alfombradas tambien. Es el paraiso de todo Toreador.

Cierra su celular lentamente y se gira.
- Sabía que solo tu podrías entender... - dice mientras te dedica una tierna sonrisa, y acaricia tu mejilla.
Luego te toma del brazo y salen de la habitación. Divisan alguien del otro lado de la sala
- Oh, mira quien llegó! Ven, vamos.
Cierra la puertas tras de sí, y se acercan hacia la entrada. Vuelve a ser la energíca mujer de siempre. Sin embargo la Malena de segundos atrás es la que en el fondo, te hace sentir cosas fuertes.

Entras titubeante por la recepción, hasta un chocarte con un puerta que conduce a un largo pasillo blanco lleno de espejos. Al fondo hay un fuerte puesto de seguridad. El guardia te observa y al no reconocerte pregunta:
- Buenas Noches. Podría decirme su nombre y Clan por favor?

El Tumba llego a las inmediaciones de “La Bolsa” tratando de no llamar la atención. El sabia de memoria que no era bueno que el ganado lo viera entrando al Eliseo y mucho menos que alguno de ellos lo llegara a reconocer, ya que iba a tener que dar explicaciones ridículas de que andaba haciendo ahí a esas horas y la verdad Carlos no tenia gana de andar con vueltas esta noche.

El Tumba se subió la capucha del buzo rojo, se ajusto su gorrita y camino a donde estaba el guardia mirando el suelo y disimuladamente le dijo.

Eliseo!!! El Tumba parecía mas pendiente de que nadie lo viera entrar que de las reacciones del guardia de seguridad parado en la entrada.

El gurdia lo mira despectivamente venir caminando, dispuesto a pararlo. Cuando Carlos dice la palabra mágica, no se mueve de la puerta. Lo mira desde arriba, ya que es bastante alto, mientras mastica un chicle. Mira al guardia de la garita quien toma el teléfono, y al segundo asiente conla cabeza. Muy de mala gana se corre para dejarle paso.
Carlos pasa por la recepción y llega a una puerta blanca. La atraviesa y se encuentra con un largo pasillo blanco. Al final del mismo, hay un fuerte control de seguridad.

Esta vez el guardia es menos simpático que el otro, aunque muy educado. Sabes que te reconoce, pero sigue el protocolo.
- Buenas noches, señor... Son reglas del Elíseo no portar armas dentro del mismo. Le pido que si posee alguna la deje - señala la mesa- Y ahora por favor pase por aquí - señala el detector; observa al guardia sentado delante de la computadora, quien monitorea los resultados...

Carlitos mira a los guardias con expresión divertida. Ese protocolo de seguridad que había echo ya varias veces, y al parecer debía repetir una vez más. El Tumba saco dos Glock’ 18 debajo de su buzo y las puso en donde le habían indicado. Paso por debajo del detector de metales y este comenzó a sonar.

Uh, disculpa fierita… se me olvido!! El Tumba saco un cuchillo que llevaba en la media y lo dejo junto con las pistolas. Después miro al guardia que lo había tratado con mal modo y le dijo con una sonrisa sarcástica.

Esta también la tengo que dejar?!! Mientras se agarraba “el bulto” con la mano y volvía a pasar por el detector de metales el cual esta vez si, no emitió ningún sonido.

- Señor Rodriguez, le recuerdo que está ahora dentro de un recinto Sacrosanto. Las normas del Elíseo son claras con respecto al compartamiento que se debe tener.
Te dice acercandose un tanto. El loco es grandote, y mete un poco de respeto...
- La señora Rodriguez Peña lo espera. Pase.
Subes por el ascensor. Las puertas se abren y te encuentras con un inmenso salón finamente decorado. Las arañas cuelgan lujosas de los altos techos. El marmol brilla sobre el piso, y las paredes están decoradas con finísimos grabados, y varias esculturas se exiben vistosamente.
Una alfombra roja marca el camino central. Al fondo dos enormes escaleras se abren paso al piso superior, en forma semicircular, alfombradas tambien.

Sacrosanto!!.... juas!, si estos no tienen nada de sacros ni de santos, unos zarpados pervertidos eso si que son. Pensaba el Tumba mientras caminaba al lugar el sabia la primogénita Toreador se encontraba. Carlos miro lo lujoso del lugar y meneo la cabeza. Y después resulta que los chorros somos nosotros los de la villa!

Noto que las palabras se agolpan en mi laringe, pero no soy capaz de emitir sonido alguno, el sentimiento de esa pintura fenomenal ha movilizado mis entrañas...

Sólo una leve mueca con mis labios es acallada cuando Malena toma de mi brazo y me dirige hacia alguien que ella ve, pero yo aún no...

Y miro su perfil intentando decifrar a aquella mujer que ha decidido compartir ese momento conmigo...

Un aura de misterio aún no me deja decifrar las verdaderas intenciones de la Toreadora, algo fascinante e intrigante a la vez...

Si algo ha aprendido Gaspar en 5 años de prisión, es a no dar demaciada información, sin ser necesario; y mucho menos confiar en la milícia. Entonces responde:
Gaspar.
Angrel... Gangrel... (Dice esto sin mucha convicción, no esta familiarizado con esta palabra), intentando ingresar para terminar la conversación con el guardia.

Pensando:-Que bello lugar...

Subo por las escaleras atento a cualquier cosa extraña.

Carlitos mira al extraño personaje, el cual nunca a visto antes subiendo las escaleras casi al unísono con el. El Tumba lo mira y sonríe, le mira la ropa, y sonríe más pero no era una sonrisa de quien le gusta lo que ve sino una sonrisa picara con un ápice de maldad. Finalmente le dice.

Che cabeza… tene’ un fazo?! El Tumba esbozo una sonrisa sarcástica como si en realidad hubiera algo más que el simple hecho de lo que estaba pidiendo en sus palabras. Todo esto sucedía mientras seguían subiendo las largas escalinatas hacia donde cada uno se dirigía.

Lo mia de arriba abajo y se rie entre dientes sin que su extraño acompañante se diese cuenta mientras seguia posando su mirada en la larga escalinata.
-Perdon pero no te he entendido...
Se dirigia a el con un aire de superioridad y esbozando una sonrisa picara de las que eran normalmente hallables en su cara.