Partida Rol por web

Salvadores Salvados

Salvadores Salvados - Soldados al Frente - Escena Dos.

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29/04/2013, 23:25
Administrador

Ambroos no le dio la mano a Jürguen, por supuesto. Como para hacerlo. Aquel hijo de puta ya le había tocado bastante con esos dedos suyos, que no le recordaban sino una mezcla de dolor carnicero y la sangría de servir a un propósito ocultista como si su vida tuviese el mismo valor de la que cualquier otro cerdo. Uno muy delgado que acabó tirado en las aguas, convirtiéndose en un ave fénix y en una deliciosa ironía para la raza aria y para el "Superhombre".

Una vez cerró la puerta de su despacho, atrapando a aquel hijo de puta fuera, pensó. En cómo matarle, por supuesto, en su nuevo compromiso para con Natasha. A saber de qué coño iba aquello, pues habían unas cuantas cosas que no le podían haber quedado del todo claras. Como por ejemplo, por qué se había desarrollado de esa forma y no de otra que incluyese a menos terceros.

Resultaba atípico, como también lo era que en su cajón hubiese una flecha que contenía un diminuto dispositivo de grabación. Uno con la "Grabación Número 4", que hablaba de Frederick Taylor, La Ascensión nazi, fuese lo que fuese, y trafico de personas a manos de los mismos que les comerciaban armas. Armas Italianas, que no Japonesas, y ciertamente, la pistola que tenía ahora mismo Ambroos en su poder era italiana. Y se la había dado Stille, que como Anarco era muy dado a robar lo que era de los nazis.  

Eso sin olvidar a Gretchen, que tenía a su padre detrás, a la zaga, buscándola para llevársela a casa y seguirla manteniendo como una andrógina recatadita, sumisa y silenciosa. Que hiciese delicias sobre la pista de patinaje artístico. Desde luego, jugársela en tanto tejado con tanto nazi suelto era peligroso. Demasiado arriesgado. Friedrich podía andarles a la zaga. Abrumaba tanta cosa sucedida en tan poco tiempo, cierto era. Pero las anomalías eléctricas estaban ahí, en las alturas, y desde luego o eran algún tipo de arma mal calibrada o alguien estaba jugando con fuerzas que no debía. Quizás ambas cosas. Y alguien estuvo allí antes. Alguien que no era la amiga imaginaria de Gretchen, Alice.

Por último estaban las Suxx. Con Viktor, lamiéndole la oreja mientras un científico aterrizaba en la ciudad. Eugenius Novák. Un nombre neerlandés, por qué no. Y asumiendo que estaba con los nazis, un tío que podría llegar a haber sido interesante de no ser porque cosas mucho más urgentes pesaban.

Salvar el culo y el de los suyos, por ejemplo. Y eso que, valga Dios, aún nadie había descubierto su secretito. El de regenerar cuchilladas y balazos en días. Algo que desde luego le podría costar tantas más cuchilladas y balazos si los nazis se enteraban de algo así.

Sólo quedaba esperar a que Arjen acabase de acostarse con su hija. Gretchen tampoco podía andar demasiado lejos. Joder, el mundo se había vuelto loco. Quizás por eso Ambroos no estuviese bien de lo suyo tampoco. No con una central nuclear levantada sobre la sede de Greenpeace y con una Torre de Comunicaciones bloqueando toda la ciudad. No con patrullas por las noches y con megafonía instalándose en las farolas.

Espera. Sentimientos, prioridades, y espera.

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29/04/2013, 23:57
Administrador

El Verdugo, como el fuero interno de Gretchen lo había denominado, pasó ante sus ojos con total impunidad. Bajó por las escaleras del piso superior y preguntó en la barra, a Meike, por el número de Ambroos Janssen. Petición del propio proxeneta. Un hombre viejo y destartalado, haciendo negocios con su segundo padrino, si es que se le podía llamar así.

El miedo en el rostro de la joven patinadora asomó como un géiser. Algo que sin duda extrañó al Padre, que cogió su chaqueta y se fue con el número de teléfono de aquel a quien había venido a buscar. Sus cincuenta y pico años, su cabello canoso con aún reminiscencias castañas y sus ojos azules se quedaron grabados en el subconsciente de la niña. Aquel era el hombre que en un hipotético futuro la casaría con Viktor. Metro setenta de altura, fofo, con un aire patriarcal y prudente, aunque no exento de cierto aire soberbio en lo más profundo. Una barba ligera y una sonrisa tensa, pedante.

Ese era El Verdugo, aunque seguramente quien podría dar más datos sobre si el apodo era acertado o no era Ambroos Janssen. Tras marcar el número de Stille, el hombre lo cogió tras un par de sendos tonos.

- Stille. ¿El Boulevard?- preguntó en tono interrogante, sin saber que la llamada era, necesariamente, de Gretchen.

Bien podía ser Janssen, o una trabajadora en su nombre. Debía de tener el número registrado en la agenda telefónica.

Y mientras tanto, El Boulevard seguía con sus pesquisas. Meike se mantenía al margen de la llamada, asumiendo que debía de tratarse de aquel que consideraba el padre de Gretchen. Un Anarco que la había dejado en un lugar más seguro por no poder cuidar de su hija como era debido. La gente siempre sacando sus propias conclusiones para no ponerse en lo peor. Algo que a simple vista uno no se molestaba en pensar, claro.

Sólo faltaba ver qué precisaba Gretchen de Stille ahora, y cómo pensaba avanzar en su quehacer, a falta de llamarlo inversión de futuro.

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30/04/2013, 19:58
Ruth Karsten

El viaje en coche se hace algo corto para Ruth, que se mantiene en silencio y mirando por la ventanilla del vehículo, su mano derecha reposa sobre ésta, mientras que la otra reposa cerca del bolsillo de los desgastados vaqueros por si el móvil que lleva guardado ahí vibra con alguna noticia de Ágatha. Pero por desgracia, no lo hace.

Finalmnete, llegan a aquel descampado destrozado de vete tú a saber dónde, ¿qué demonios estaría haciendo su hermana por ahí? Allí hay chatarra y suciedad, además de alguna que otra rata corriendo entre la basura... el lugar perfecto para montar un botellón de malamuerte.

Sí, Ruth, la clase de lugar en la que te acercarías más a encajar.-piensa la joven bajándose del coche y mirando a su alrededor. Una hoguera, música, gente y alcohol... ese era el estilo de Axel, y el que se había transformado en el de la propia Ruth.

Tal vez Ágatha estuviera allí... No, no. Imposible. Ágatha no iría jamás a una fiesta así con lo elegante y sofisticada que es ella, se moriría en una juerga así. Pero es eso mismo lo que no le encaja a Ruth... Si no estaba en esa fiesta, ¿por qué ir ahí? Además, teniendo en cuenta lo que había visto... no parecía que fuera ninguna fiesta.

Cuando Stille le habla, Ruth se vuelve hacia él con una media sonrisa en agradecimiento. Sabía que tal vez no fuera buena idea ir sola pero no podía esperar a ir a por ella... ¿y si estaba en peligro? Sólo pensarlo hacía que se echase a temblar.

-Gracias por tu ayuda.-le dice con sinceridad.-Pero... tengo que encontrarla... -dice con algo de angustia reflejada en su voz.

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01/05/2013, 17:37
Axel

Sawako se fue por su lado con Anki y Trevor. Una japonesa rebelda, una cría de mechas tal y como Ruth, pero con un aire de excitación hiperactiva, y un mago de vestimenta clásica que se acercaba a los treinta años de edad. Stille, el Anarquista arquetípico por excelencia, concedió la escisión de su camino sin tapujo alguno. Al marcharse le comenzó a sonar el móvil, respondiendo a la llamada tras el segundo tono con un sencillo "Stille. ¿El Boulevard?"

El frío abrazó a la pequeña gran Karsten una vez más, dejándola en la soledad de una periferia desértica, a medio camino entre las patrullas que callejeaban fuera de la ciudad, en carreteras y caminos, y en la zona metropolitana excluyendo a los suburbios abandonados. Por allí se refugiaban vagabundos, enfermos, fugitivos moribundos y, seguramente, algún que otro Merc o Anarco. Así se los solía llamar de forma abreviada en la urbe.

Tras un rato intentando reconocer la zona por la que debía de haberse metido Agatha, Ruth se dio cuenta de que sin internarse en los edificios abandonados no haría nada. Fábricas, almacenes y depósitos, principalmente, aunque había también algún que otro negocio cerrado. Tras asomar el hocico a las puertas de algún que otro techo, y tras huir presta de sábanas y bidones vacíos que ardían para dar luz y calor a los sin techo, la joven se internó en lo que parecía un taller mecánico que había visto tiempos mejores.

Desde luego, para que Ágatha se estuviese moviendo por esa zona, tenía que tener una muy buena excusa, y una razón de peso, pues era el último sitio de la ciudad donde su hermana debiera buscarla. Pero sus ojos habían sido claros, como podían volver a serlo quizás si lo intentaba una vez más, aún a riesgo de consumir sus energías.

Lo que encontró dentro, sin embargo, fue un ambiente ligeramente más cálido. Con los focos del techo encendidos, y con las luces prendidas, con los enchufes conectados a un generador común mediante ladrones y cables, el taller tenía un poco de actividad íntima y particular. Sobre una mesa de trabajo, llena de herramientas, descansaba una radio vieja, reproduciendo la música encajetada de una radio que apenas daba ya noticias por una cuestión de represión. Salvo que se trucasen, claro.

Y en el centro, una motocicleta. Con una sola rueda, pues la otra, pinchada, estaba contra la pared. La reconocía, como reconocía al hombre acuclillado de espaldas ante ella. Con una llave inglesa en una mano y una bolsa llena de tuercas a su lado, el joven cambiaba la rueda trasera del vehículo. 

Era Axel. Axel Janssen. El que lucía el mismo apellido que Ambroos, un hombre que perfectamente podría ser su padre. Mirándolo bien en ese momento, el parecido físico era notorio. Mismo color de cabello. Misma forma, salvo porque Axel se lo rapaba ligeramente más. Musculatura igual de desarrollada. Y ese aire común de confianza, independencia y dominación.

Mientras escuchaba de fondo la música, silbaba. Silbaba, animado, pero con esa inherente rabia latiendo en su interior. Llevaba en la espalda una pistola, con el cañón dentro de los vaqueros y el mango sobre la cazadora de cuero. Accesible. Desde luego, Axel no sería imbécil, tal y como Ruth había escrito en su diario, pero el nuevo status quo de Ámsterdam le había hecho tomar ciertos caminos que resultaban la mar de trágicos.

Se giró, rauco y veloz, soltando la llave inglesa mientras acercaba la mano, ahora libre, a la pistola. Sin embargo, al ver a Ruth y clavar sus aguileños ojos en ella, relajó la mano, poniéndose en pie. Agarró un trapo colgando del manillar de la moto y comenzó a frotarse las manos, limpiando algún resto de grasa, mientras echaba a andar con una sonrisa de radiante satisfacción. Sólo ello y la música rompían el silencio, inundando los oídos de la pelirrosa.

La noticia de Ruth haciéndose invisible avanzaba lentamente entre las águilas, provocando que en cuestión de horas, días con mucha suerte, el círculo comenzase a moverse, estrechándose sobre ella a no ser que hiciese algo para impedirlo. Los neonazis, tan obsesionados con el ocultismo como sus predecesores, no tardarían en ir a la caza rapaz de alguien capaz de hacerse invisible en su ciudad. Y su familia, débil, sería un buen punto de partida.

Ágatha en algún lugar de las inmediaciones, sardónicamente cerca del ex-novio de su hermana. En esa zona para vete a saber qué necesidad, pues sólo algo así la llevaría allí. Pero Axel delante en el taller, reparando su medio de transporte tras una noche al servicio de la causa Anarquista. Barriendo Capataces de la ciudad y generando pequeños actos de rebelión. Arrogante, confiado, egocéntrico.

- ¡Ruth!- saludó inicialmente, incrédulo de su presencia allí, a su lado por accidente-. Ya pensaba que nunca ibas a ceder. ¿Cómo me has encontrado?- preguntó interesado, cubriéndose las espaldas-. Estás... radiante. El tinte hace juego con tu tono de labios.

Seguía siendo tan atractivo como siempre, y tan consciente como de costumbre. Sin esforzarse, confiado en que aquello bastaría para conseguir a Ruth de vuelta, aunque en cierto modo, ya era suya. Jugando sucio, como un manipulador emocional egoísta, posesivo, y agresivo en su fuero más interno. Pero fingía tan bien el encanto con ese carisma suyo, que era casi imposible para alguien como Ruth no ceder ligeramente ante él. Como si tuviese sentimientos, que los tenía.

- ¿Tienes frío?- preguntó cual caballero, subiendo los peldaños de dos en dos, en transversal a Ruth, ascendiendo hasta ella, en la superficie elevada desde la cual se veía el interior del taller, en un entresuelo cavado y edificado.

Y es que la pequeña Karsten había salido con lo puesto, y ciertamente, aunque quizás no se diese cuenta, tiritaba ligeramente. Fría en contraposición a Axel, que con esa sonrisa de alegría al creerla buscándole con éxito, debía de estar encendido por dentro con lenguas de fuego.

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01/05/2013, 17:37
Nicolaás Linker

Ruth y Stille se separaron del grupo, moviéndose cada uno por su propio camino. La tríada sin embargo permaneció unida, adentrándose en la particular celebración de los suburbios. Desde la lejanía comenzaron a distinguirse las hogueras en lo lejos, prendiendo dentro de bidones vacíos para contener el fuego, o incluso con piedras sobre la tierra, en el suelo. Era un edificio en obras, sin levantar tan siquiera el primer piso. Por montar.

Se aunaba gente de todas las edades. Desde menores en plena pubertad hasta gente hecha y derecha de cuarenta años. Las estéticas divergían tanto más de lo mismo, mezclando el punk al lado de gente que, por sus ropas, no recibía sueldo a fin de mes ni paro, viviendo como buenamente podía. Toda una fusión de estilos por necesidad gregaria en aras de la supervivencia. Aquello servía no sólo como ambiente célebre, sino para estrechar lazos y generados tratos o asociaciones.

Algún equipo de música, alimentado con su propia batería, escupía la música sobre algún contenedor de madera o alguna superficie. Sonaban varias canciones a la vez, separadas entre si, y decenas de conversaciones llenaban el aire con una orgía indescifrable. Anki señaló a Ruth un hombre de sentado de espaldas, trabajando sobre algo de forma minuciosa con la espalda encorbada sobre una improvisada mesa. A su lado, un hombre alto y desgarbado, con una cazadora de cuero y metal, a la espera de que acabase. Rasgos anodinos y rostro común. Pero no era el importante, sino el trabajador. El cabello corto de Linker y sus pantalones favoritos destacaban sobre el taburete.

Por su lado se fue la hiperactiva, señalándole donde estaría por si quería intentar unirse a ella en algún momento. Trevor se dispuso en un corro frente a unos cuantos, haciendo de trilero con cartas sobre un palé. Un prestidigitador y un timador, vestido así por conveniencia para llamar la atención. Perdió un par de veces y ganó la tercera, recuperando sus pérdidas con una sonrisa. Un estafador que, ciertamente, no dejaba que se viesen sus artimañas, pues no parecía haber trampa ni cartón en la baraja.

Tras un par de voltios por el lugar y tras indagar en qué había tras las cartas del mago, Sawako, con un par de copas encima, fue para Nicolaás cuando terminó con su trabajo y se marchó el hombre. Le sorprendió por la espalda, haciéndole pegar un bote en el sitio y mirarla mientras soltaba aire, hosco, antes de relajarse al ver quién era.

- Joder- se limitó a decir, dando la vuelta a un papel lleno de números de cuenta conectados entre si con flechas. Blanqueo de dinero por salvoconductos bancarios-. Sawako, no me des este tipo de sorpresas. ¿Cómo va la noche? ¿Has llegado sin problema?- preguntó, refiriéndose principalmente a las patrullas. Buscó con los ojos a Anki, y la señaló por un momento, asintiendo-. Vale. Tenía que decirte algo antes de que se me olvidase. Hay a unos días un tren que sale de Ámsterdam hacia Rotterdam- al sureste-. Ahí enlaza con Bruselas, Bélgica, en pleno territorio en disputa, y finalmente hacia Ostende, al lado de la frontera con Francia.

Frotó los dedos índice y pulgar, haciendo señalar dinero. Uno que Sawako no tenía en absoluto, y que desde luego, no le proporcionarían las clases francas en la universidad. Y es que, por supuesto, Linker no iba a sacar a nadie porque sí de la ciudad, pero todo tenía un precio. Con la pared grafiteada a su espalda y una pequeña parte de su trabajo sobre la mesa, el hombre era el vivo reflejo de una hormiga nocturna que se movía por el territorio menos llamativo, aprovechándose de la guerra para amansar dinero.

- Oferto pasaje al mejor postor- dijo con sencillez, sincero y franco.

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01/05/2013, 21:36
Sawako Yamagawa
Sólo para el director

Ese es su ambiente. Gente de lo más rara mezclada escuchando música diferente a la vez y bebiendo hasta caer redondos, solo con la única intención de establecer o estrechar lazos entre ellos, quizá con la esperanza de poder salir de ese lugar lo antes posible o con la esperanza de poder protegerse en momentos determinados de su vida, que lo más probable es que acabe siendo corta.

Se despide de Anki cuando le indica donde está Linker, como siempre, ocupado, haciendo negocios. Si algún día lo pillasen, el 90% de las transacciones sumergidas se irían a la mierda y cosas como las falsificaciones serían historia. Esperando a que acabe sus asuntos se queda rondando al mago de circo que no es más que un trilero con unas cartas geniales que ya le gustaría a ella pillar para sacar pasta.

Se pierde por el lugar para olvidarse de todo lo que está pasando. Bueno, nunca dejas de pensar en lo que te rodea, nunca dejas de pensar que ahora estás vivo pero quizá cuando vayas hacia tu "casa" acabes en manos de alguna patrulla, pero el beberte todo el alcohol que pillas siempre ayuda. Mira hacia Linker y al ver que está solo se acerca y se inclina a la altura de su oído.

-Cuidado con los aguiluchos... - le susurra y se aparta al ver el bote que pega. Ríe un poco y se sienta poniendo un vaso lleno de brebaje sobre la mesa, delante de él. Apoya la espalda en la mesa de forma relajada y sonríe.

-He llegado en perfectas condiciones, aunque tus amigos son un poco raros... pero buena gente.

Escucha atentamente lo que le dice, dejando las bromas y esas cosas a un lado, y tras escuchar toda la explicación cierra los ojos y echa la cabeza hacia atrás, suspirando. En parte son buenas noticias, si no fuese porque no tiene dinero casi ni para vivir.

-Linker... sabes que no tengo dinero... ¿quieres que te de lo que me queda? Supongo que podría sobrevivir sin comer, pero con lo que te doy, seguro que hay alguien que me sobrepasa... te lo agradezco, pero sabes que es imposible para mí... a no se que quieras otra cosa. Pero a ti te va más el dinero.

 

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01/05/2013, 22:35
Arjen Wolfzahn

El modo en que comenzó a hablar la prostituta empezó a enfriar las esperanzas de Arjen. ¿Quién maneja tanta información inadvertida como los coños de alquiler? Si Liria no podía darle lo que necesitaba, el ecoterrorista se las iba a ver jodidas para encontrar la información de partida.

El Gobernador.

Maldito hijo de puta. Sí, todo olía a él. Pero es que realmente todo en Amsterdam olía a ese personaje, a ese puto capitoste nazi que hacía y deshacía. Un übercapullo de tomo y lomo que ni siquiera temía a las schutzstaffel. La cosa se movía en altos vuelos, sin duda. "Malditas águilas de alas gamadas". Arjen endureció el rostro. Él era un cazador, y ya podían volar todo lo que quisieran, que había una máxima que jamás desaparecía de su mente: no importaba cuán alto llegaran sus presas, una saeta alcanzaba más altura.

Pero Liria se guardaba más. Una puta normal y corriente no habría dicho más. ¿Para qué? Un polvo y su correspondiente tasa. Fin del negocio. Liria era una buena chica. Dura, decidida. Una muñeca rota que intenta remendarse. "Una nueva Suigintou1", pensó, recordando aquel anime que la pequeña Meike disfrutaba cuando... No, mejor no ir por ahí.

"Vas a rescatar a Dyrk".

Las gemelitas, esas niñas caprichosas. Un pollazo bien dado no las mantenía quietas. Unos azotes sólo las excitaban más. Niñatas, eso eran. Pero era un principio, un maldito principio. El cazador ya tenía rastro que seguir.

-Gracias, Liria -dijo Arjen, y la gratitud sincera se destilaba de sus palabras y su tono-. No sabes cuánto me has ayudado.

Se levantó para vestirse. Cogió los pantalones y la camiseta, tirados por el suelo tras la salvaje reacción de la joven. Se puso la ropa deprisa, sin cuidado. No es que el ecoterrorista cuidara mucho su imagen, desde luego. Tenía claro qué le gustaba llevar y lo llevaba. Punto. No se daba cuenta de que eso ya le creaba una imagen en los demás. Tampoco importaba. Las botas bien atadas, que nunca se sabía cuándo había que patear culos de nationalsozialisten.

Cogió la chupa, se la puso. El peso del machete era agradable. Siempre era agradable. Sonrió. Una mueca que podía ser alegre. Una mueca que fácilmente mutó a otra más salvaje. La emoción de la caza y la satisfacción de la justicia. La venganza, fría; y la sangre, caliente. Miró a Liria. Saco la cartera y contó. veinte, cuarenta, ochenta... así hasta el doble de la tarifa habitual. Alargó la mano y tomó a la joven de la suya. Siempre había despreciado los estúpidos gestos de los imbéciles que se creían el Übermensch de turno y que colocaban los billetes, bien enrolladitos, entre las tetas de la chica, o que se los embutían a presión dentro de las bragas. "¿De qué vas, puto fucker?". No. Arjen le puso los billetes en la mano, como correspondía. Pero no sólo le dio eso. También sacó una foto de Dyrk. La dejó encima de los billetes y cerró su mano.

-Cuando lleguen las gemelas, pregúntales si han visto a este chico -le pidió-. Y con lo que sea, llámame. Tal vez tenga que preguntarles yo mismo, así que ponlas de mi parte, nena -sonrió de nuevo y suspiró-. Gracias, Liria -repitió-. Eres excepcional.

He hizo algo más. La cogió del mentón y dejó un beso en su boca. Un beso no de amante, sino cariñoso, un gesto que nadie tenía con la prostituta y que decía "Gracias".

Y después... a hablar con Janssen. Sin duda estaría en el bar. La caza comenzaba.

 

1- Suigintou (水銀燈 Suigintō. Su nombre significa: "Lampara de Mercurio") es una de las siete muñecas de la colección Rozen Maiden. Personaje del manga y anime Rozen Maiden.

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01/05/2013, 20:53
Gretchen

Gretchen intenta hacerse pequeña, muy pequeña, cuando ve pasar al Verdugo. El hombre eterno, que no había envejecido en esos diez años. ¿Porqué le escogería el Futuro Viktor para entregarle el alma de Gretchen bajo los ojos de un Dios ausente?

Ambroos estaba libre, y en cuanto terminara la conversación con Stille, la niña subiría corriendo al despacho para hablar con él. Se acabó el tiempo de esconderse, el tiempo de la estasis. Llegan los días de moverse o morir. De moverse o que muera Stille.

Respira hondo. El sonido del teléfono dando línea le quita el oxígeno de la sangre. Piensa en Alice, la nazi, la mujer del oficial, del Hombre Perfecto, del Ario, del Übermensch. Náusea.  El Mal parece perseguirte, muñequita de paja, triste parodia de ser humano que teme al mundo entero. Y con razón.

- Estoy bien. ¿Estás bien? -pregunta, ansiosa y preocupada. La súbita conciencia de que Stille puede morir ha tomado cuerpo con el mensaje de Alice.

Deja que él responda y no presta mucha atención a las palabras, solamente al tono, a la voz, a intentar grabar en su alma esa voz cazallera y consumida por el tabaco que para ella es más hermosa que el canto de los arcángeles. Sonríe tontamente. Las vibraciones de esa voz son la Paz para ella.

Tienes que protegerle, Gretch. No puedes permitir que le ocurra nada malo. Aunque tengas que abrirte de piernas para Viktor -contiene una náusea-, aunque tengas que acosar a Alice para que hable, aunque tengas que salir de aquí y enfrentarte al mundo. Tienes que protegerle.

- Te quiero mucho- añadió con convicción, con una certeza capaz de abrir el mar-. Te quiero mucho.

Se quedó enganchada en su pensamiento. ¿Debía hablarle, debía explicarle lo que sabía, o eso le pondría en peligro?  La ignorancia es la felicidad, pero si sabía de dónde le venían los tiros podría protegerse.

Habló, con el aparato agarrado con ambas manos, como un salvavidas. Habló casi con coherencia, forzando a sus maltrechas sinapsis a establecer ideas, oraciones, todo para salvarle, todo para mantenerle con vida. 

- He visto a Alice. Crees que no existe. No importa. Crees que es de mentira. Da igual. Me ha dicho cosas. Me ha dicho que Diéter está contratando Mercenarios, y militares, quizá retirados. Me ha dicho cosas, muchas cosas. Tengo que hablar con Ambroos, y con un hombre llamado Arjen. Sé que son importantes, Alice me lo ha dicho. Ellos pueden ayudarme. Tengo que hacer bien las cosas -hablaba deprisa, pero no farfullando; hablaba con esfuerzo, metódicamente,  obligándose a hacerse comprender-. Si no hago bien las cosas, pasará algo horrible. Él vendrá, tú morirás, el Ario -Viktor- conseguirá lo que quiere.  El Verdugo está aquí, le he visto -añadió, sin ser consciente de que para Stille no significaría nada-. No importa, él aún no sabe quien soy. Tengo ideas. Oigo cosas. Podemos  -miró a su alrededor, comprobando que no hubiera nadie escuchando, nadie cerca. Solo Meike, y a lo suyo, convencida de que la conversación con la niña era una sarta de absurdeces. No obstante, bajó la voz y se tapó la boca, par que nadie leyera sus labios-... he pensado. Las tormentas podrían estropear la torre -no añadió más, Stille no era tonto-.  Y hay gente... gente que mete gente. Esa gente sabe como entrar y salir -su semántica no hubiera pasado un corrector de estilo, pero estaba costándole sudor y sangre explicarle a su paladín de brillante armadura todo lo que le hervía en la cabeza. 

No estaba acostumbrada a hablar tanto, y no hablaba bien.

Respiró hondo, una, dos veces.

- Te quiero mucho. Tienes que confiar en mí. Sé que estoy loca, pero Alice existe, de alguna manera, y lo que me dice es real. Tienes que confiar en mí. 

Le latía el corazón a mil por hora. Si Stille no creía en ella, ¿quién lo haría?

- Mañana tienes que venir. Cuando sea de día. Te explicaré cosas. Voy a hablar con Ambroos. Él es importante, de alguna manera. Y el hombre Arjen, también. Aún no lo comprendo, pero lo comprenderé. Tienes que confiar en mí.  Tienes que creerme -sus últimas palabras fueron una súplica.

Su discurso era el de una tarada. Ella lo sabía. Pero hacía años que no hablaba tanto, y no se le daba bien. Parecía el texto escrito por una cría de ocho años: frases cortas, mal estructuradas, ambiguas, incomprensibles. No sabía hacerlo mejor. 

 

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01/05/2013, 23:52
Ruth Karsten

Ruth camina entre los escombros y la basura, tropezándose de vez en cuando con el suelo levantado alguna que otra acera. Con la preocupación creciente en su pecho y el frío calando en su cuerpo de pajarillo herido, avanzaba por las estrechas y oscuras calles de la periferia intentando rastrear de alguna forma a su gemela que a saber dónde se había metido, ¿qué demonios se le había perdido allí? En cuanto la encontrase, la mandaría a casa de una patada en su bonito trasero de niña bien, se la iba a liar, oh si se la iba a liar... 

Como una madre protectora y preocupada, Ruth sigue enfrascada en los pensamientos de todo lo que iba a reprenderle a su hermana, desde el haber ido allí hasta mentirle por teléfono; aunque ella misma sabía que se ablandaría ante la ingenuidad e inocencia de Agatha y aquella bronca quedaría en nada. Pero era eso lo que más preocupaba a la pelirrosa... la forma de ser tan dulce de su gemela, ella no sabía como era el mundo de verdad, como era la gente ni de lo que era capaz de hacer... Había vivido siempre en una burbuja acolchada y cómoda, donde la gente siempre le sonreía y le tendía la mano. Pero la cosas allí eran muy distintas... si tiendes la mano, te cogen el brazo entero como poco.

De vez en cuando toma nota mental de paredes blancas y lisas donde aún no se había llegado a pintar nada, aunque no fuera el momento de hacerlo, la chica lo hacía como una costumbre natural, como una manía.

No sabe si es por el frío, o por la luz... o simplemente porque algo le decía que entrase allí, lo que hace que Ruth se interne sin darse cuenta en la guarida del lobo. Y ese lobo era Axel.

Cuando lo ve ahí, agachado al lado de su moto para repararla, silbando con aire alegre y animado... como si no hubiese hecho nada, como si fuera una noche tan normal como otra cualquiera. ¡Por el amor de Dios! ¡Había cosido a tiros a un hombre y estaba ahí tan tranquilo! Cosas como esas hacía que Ruth se diera cuenta de la bestia insensible que en realidad se ocultaba detrás de esos ojos azules y su sonrisa cautivadora y confiada.

La chica está a punto de salir corriendo, pero el miedo la tiene ahí anclada y tan solo consigue retroceder un par de pasos. Conforme avanza hacia ella, se lleva una mano tras su oreja izquierda para acariciar el tatuaje de la pluma que simboliza su libertad, aquella que él una vez le arrebató y que no podrá volver a hacerlo. Cierra los ojos unos segundos y respira hondo, intentando controlar su pulso acelerado y el temblor de sus piernas. Al volver a abrir sus ojos verdes, mira a Axel con odio y desprecio, porque le odiaba, le odiaba con toda su alma, cada fibra de su ser le odiaba a más no poder.

-Ni te acerques.-sisea retrocediendo otro paso con el cuerpo tembloroso cuando él ya está a su lado. Le mira a los ojos desafiante, intentando no dejarse embaucar por su sonrisa, su maldita sonrisa que siempre la había vuelto loca. Y él lo sabía, por supuesto que lo sabía.

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02/05/2013, 01:35
Axel

  

Durante un segundo, Alex reflejó incertidumbre e indecisión, analizando la respuesta de Ruth. "Ni te acerques". Un mensaje bastante sencillo, pero cargado de matices y, a oídos de Axel, interpretable de muchas formas. Por suerte, pensaba, así que clavó sus esmeraldas en las de la pelirrosa, taladrándole los ojos con la decisión de alguien acostumbrado, no sólo a ganar, sino a dominar y a recrearse en ello. Desde luego, sólo había que recordar las palabras de Stille para ver cómo le veía un veterano de la organización.

- Nena, nena- comenzó Axel en tono relajado, bajando las manos como si estuviese ante una pequeña fiera asustadiza-, no tengas miedo. Sigo siendo yo, Axel.

Era él, Axel. Y con eso bastaba, pensaba. No era un asesino, ni un maltratador. Ni siquiera era una mala persona o un manipulador. Era Axel. Una idea simple, pura. Era lo que ella necesitaba. Un paladín de brillante armadura, que la protegiese contra todo mal con su escudo por delante y la espada al lateral. Con su labia y su pistola.

- Estás asustada, lo entiendo- dijo acercándose un paso de forma disimulada, negociando con ella y apelando a la empatía y el entendimiento de sus emociones-. Es difícil verme de nuevo, y más teniendo en cuenta que me terminé excediendo- y que volvería a hacerlo, sin duda alguna, pero en aquel momento debía de ser suave como la seda-, pero es imposible negar que aún hay sentimientos entre nosotros- y entiéndase por sentimiento algo que alimentase la relación, y no el miedo o el desprecio interior-. Tras esa mirada de hielo puedo ver algo derretido.

Sus ojos tomaron un cáliz amable, emocional, casi desbocado. Como si proyectasen una mirada romántica y entregada, derretida. Y es que no se refirió a Karsten como alguien derritiéndose, sino como a alguien derretido. Desde hacía tiempo. Era suya, no desde ese momento, sino desde antes. Desde que pintaban juntos en las paredes en plena noche, o desde que se besaban a la luz de la luna en mitad de una calzada desértica, al abrigo de las farolas.

- Sólo nos tenemos el uno al otro- un nuevo paso, acercándose a la joven-. Mira cómo está la ciudad- dijo fingiendo un tono desesperado, señalando por los cristales sucios y empañados del local abandonado-. Los neonazis han tomado las calles. Ya no puedes beber- el alcohol estaba bajo una ley seca parcial y errática-. Ya no puedes pintar- las patrullas asolaban todo atisbo de rebelión, incluyendo el vandalismo callejero, llamado así en lugar de arte urbano-. Ya no puedes respirar- las máscaras de gas eran comunes entre el ejército, que cargaba con granadas lacrimógenas o polución tóxica para disuadir, asumiendo que no fuesen a matar, como contra la puerta de Ruth.

Axel sacó la pistola de la espalda, lentamente, y la dejó en el suelo. Le dio un suave golpe con el pie, tirándola por la escalera. Voló por el aire en vertical, cayendo en el entresuelo, en paralelo a la moto. Un gesto de que no pensaba hacerla daño, y de que no necesitaba armas ni las quería. Y quizás, una forma de que Ruth no cometiese alguna tontería.

- Salir a la calle desarmado es un suicidio- demagogia, por supuesto, pero ciertamente, casi mataban a Ruth en la puerta de su casa-. Nos quedamos mirando la vida pasar, viendo cómo el mundo se hunde en nuestras narices- un nuevo paso, acercándose a la pelirrosa. Sonrió con tristeza, reflejando arrepentimiento y dolor-. Tú eres una de las pocas cosas buenas que he visto, y yo también he pasado noches en vela, llorando mientras recordaba cuando aún nos abrazábamos y todo se curaba con un beso. Recuerdo que sólo te necesitaba a ti para ser feliz y que el mundo fuese rosa, como tu cascada- miró eficazmente al cabello de la ex-amante, indicando que se refería a él.

Irradiaba un aire de fingida sinceridad, brutal en su convicción, declarándose un cachorro herido que comprendía a Ruth. Que se identificaba con su dolor y que sabía cómo solucionar la situación actual. Que sabía lo que necesitaba la joven para curar su espíritu misántropo y nihilista.

- Yo iría al fin del mundo por ti, Ruth Karsten- declaró dando un nuevo paso-. He seguido en tu ventana, en tu buzón, sabiendo que éramos lo mejor que nos ha pasado en la vida, y que sin el otro una estrella moriría- fue a dar un nuevo paso, pero frenó de forma calculada-, siento haberme equivocado en algunos momentos, y siento no haberte apoyado siempre. Si no quieres mi ayuda, de acuerdo, puedo entenderlo- ofreció una falsa sensación de espacio, de aceptar un no por respuesta. Mínima, ambigua, una forma de decir que la quería, pero que en el fondo seguiría vivo sin ella, algo destinado a avivar el sentimiento de que, si amaba a Axel, no estaría allí siempre-, pero yo sé que me necesitas- tendió una mano a Ruth, al alcance, buscando que la estrechase entre sus dedos, fundiéndose-. El destino ha vuelto a unirnos, y te conozco. Esa cara, ese encantador y perfecto rostro, me dice que no estás aquí sólo por mi cara bonita. Déjame entrar.

Y ciertamente, Ruth tenía problemas. Muchos problemas. Quizás Axel no fuera la solución. A largo plazo, en absoluto lo sería, pero desde luego, Axel era un gran actor. Sabía como vender un producto. Su producto. Él.

- Todavía me quieres, Ruth- aseguró finalmente. Lo dijo con la convicción de que el cielo es azul celeste y de que el mar es azul marino. De que Ruth estaba enamorada de Axel. Y sin embargo, la certeza de esa aseveración la sabía ella mejor que nadie.

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02/05/2013, 10:09
Eugenius Novák

 

La curiosidad de Eugenius fue en aumento a medida que pasaba más tiempo con aquél hombre. El genio pasó a tratar a su interlocutor con cierto respeto, algo que ni de lejos nadie era capaz de conseguir… hacía tiempo que no encontraba algún tipo de conversación estimulante, y este Fremont era capaz de conseguir aquello.

No era desde luego un necio, Fremont a pesar de estar en el bando de los alemanes no era un acérrimo defensor de sus ideales por encima de todo, parecía saber qué era mejor y qué peor de forma puramente objetiva. Si los nazis contaban con gente como él en sus filas tenían mucho avanzado en esa guerra, y Eugenius se dio cuenta de ello.

Lo más sorprendente de todo, fue el comienzo de la partida virtual con Novák… esa estrategia de juego, esos movimientos… c0mrade. Eugenius se preguntó si estaría enfrentándose a aquél rival que le venció una vez, e inconscientemente llevó su mano a la pieza de ajedrez que descansaba en su bolsillo. Fremont no podía haber reconocido a Eugenius por su nick en las competiciones de internet, puesto que nada tenía que ver con el nombre del doctor… pero si Eugenius había reconocido la estrategia de c0mrade en los movimientos de Fremont, éste, si en realidad era aquél magnífico rival, seguramente habría reconocido los movimientos de Eugenius… era algo impactante después de tanto tiempo. Casualidades de la vida.

A medida que andaban por la base, Eugenius escuchó las palabras Doctor Fremont, por lo que el genio decidió dirigirse hacia él también anteponiendo la palabra Doctor. Si Fremont le respetaba y usaba el término correcto, Eugenius haría lo propio con él. En cualquier caso al genio le intrigó el título militar que ostentaría su actual compañero de trabajo.

Y lo que más reconcomía a la mente más brillante de la actualidad… era saber en qué campo aquél hombre podía superarle… ¿Qué conocimiento científico podía poseer aquél tipo superior al de Novák? Fuera lo que fuera, estaba seguro de que lo averiguaría pronto. Y entonces Eugenius se probaría a sí mismo que podía saber más que Fremont de aquello también… si es que no lo sabía ya.

Eugenius revisó los planos una vez más. Aquellos huecos vacíos… por mucho que Fremont insistiera, seguían siendo cajas negras para Novák. No podía fiarse de la palabra de un hombre, por muy inteligente que fuera… sólo podía fiarse de lo que él mismo comprobara empíricamente. Era algo que había aprendido con los años. Pero si Fremont decía que en aquellas áreas de I+D estaba todo controlado, debía asumirlo. Partiría con eso como punto de partida… si luego el problema estaba ahí dentro, no sería cosa de Eugenius.

El genio sopesó las posibilidades… quizá pudieran ingeniar un dispositivo para autoregular y recalibrar el sistema de alimentación… creando nuevas fugas artificiales para que el núcleo no se sobrealimentara… Era una opción pero el genio no estaba seguro de si tendrían tiempo suficiente.

- La energía se extingue en ocasiones… sin más. Y no podemos determinar en qué punto se extingue… pero cuando recalibramos, la fuga cesa… - musitó pensativo. Eugenius dio un par de golpecitos con el meñique en su barbilla…

- Antes de acusar a nadie, Doctor Fremont. Necesitaríamos un listado de las personas que tienen acceso a las áreas de las instalaciones donde se ha perdido la energía. Ya sé que son zonas cambiantes, pero aun así necesitamos ese listado. Desde los más altos cargos hasta el personal de limpieza, pasando por familiares de directivos o generales alemanes que puedan haber entrado… Tiene razón en que parece a todas luces que alguien está robando la energía… o quizá provocando esas fugas a propósito para reventar el reactor. El Gobernador es un insensato si no ha revisado concienzudamente ya las grabaciones de vigilancia… y quizá sería bueno que usted y yo las revisáramos… sabríamos mejor qué buscar incluso que el propio Gobernador o su sección de seguridad.

Eugenius hizo un breve lapso… dejando que Fremont rumiara sus palabras… - Y hay otra opción Doctor. La energía, como bien sabrá, no puede extinguirse sin más. Puede que alguien la esté transformando*… Pero para saberlo con seguridad habría que revisar esas grabaciones.

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02/05/2013, 19:18
Niki Neill

Por un momento no supe como reaccionar. Me sentía desorientada, sentimiento al que en parte estaba acostumbrada, pero que estaba tan asociado a momentos dramáticos en mi vida, que me costaba manejarlo. Fruncí el ceño casi sin darme cuenta y tardé unos segundos en ser capaz de articular palabra, callada y perdida delante de una persona que temía no ser capaz de reconocer nunca más. Ese hombre no parecía Izan... Un trabajo de espía... ¿Cuánto podría cambiarle eso? Sentí miedo, un miedo atroz... ¿Y si ya no podía confiar en él? Esto no era una solo un trabajo más...

Entonces me di cuenta de que seguramente no era solo eso... Me sentía dolida o decepcionada en parte... ¿Por qué? Creí que había venido por mí... y era... solo trabajo. No sabía como había llegado a mí ese sentimiento, pero sentía desconfianza, ¿Y si yo no era realmente tan importante en la vida de Izan? ¿Y si todo lo que había vivido no era real? ¿Y si mis únicos recuerdos estaban manchados por la manipulación de un solo hombre? Me costaba creer que yo hubiera sido solo trabajo para él, no... es que de hecho, era imposible... ¿Verdad?

- Bueno, a mí... no me va mal. Seguramente comparta piso... Esto, no está mal... por ahora. - Hablaba sin darme cuenta, mientras mi cabeza pensaba en otras mil cosas a mismo tiempo. Traté de mostrar una fachada segura, y una gran sonrisa, mientras caminábamos directos hacia el desayuno.

Hubo un breve instante de silencio. No. No podía hablar de cosas intranscendentes... Debía ser clara. Finalmente, traté de ordenar las ideas en mi cabeza, que en esos momentos se debatía entre las necesidad de abrazarle para sentir que esto no cambiaba nada y las ganas de salir corriendo de allí. Viene vigilarte... Escuché en mi cabeza... Esas malditas palabras se repetían una otra vez. Apreté un puño... todo esos sentimientos eran una debilidad.

"La mayoría de los detalles son confidenciales" Recordé. Traté de empezar por ahí.

- I... Imre. - Me corregí en el último momento, dispuesta a llamarle Izan casi sin pensar. Le cogí del brazo y me puse frente a él para mirarle a los ojos, analizando su rostro buscando cualquier signo de que me estaba ocultando algo. - Has dicho que es confidencial, pero... estás hablando de mi vida. Si supieras algo... Me lo dirías... ¿Verdad? Puedo confiar en que me contarás todo lo que descubras, ¿No?

 

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02/05/2013, 19:17
Ruth Karsten

Ruth escuchó las dulces, dulces palabras de Axel, bebiendo de ellas como si fueran la primera gota de agua fresca que probaba después de caminar días y días por un desierto caluroso e infinito. Y eso era mala señal. Muy mala señal.

La chica evita sus ojos azules y brillantes, pero sin bajar la mirada, no pensaba bajarla en su presencia, eso sólo le daría poder sobre ella y se negaba a que volviera a hacerlo; no, otra vez no. Por mucho que necesitase escuchar todo el amor que juraba seguir sintiendo por ella, no podía dejarse llevar por esas palabras que salían de sus labios, esas mismas palabras que estaban hiladas con el mismo material con el que construía su red de mentiras y engaños, como una araña que teje su tela para atrapar a una inofensiva mosca que tropezaba con ésta sin darse cuenta. Ruth era esa mosca y como siguiese enredándose, acabaría devorada por Axel, como el depredador que era.

Pero a su vez todo lo que decía era tan cierto. La sensación de asfixia que sentía al no poder expresarse coloreando las paredes de la ciudad con sus dibujos era real, Ruth la sentía cada vez que había tenido que esconderse para poder hacerlo,  cada vez que al día siguiente veía como su forma de expresión quedaba sepultada por una nueva capa de pintura blanca. Y parecía que Axel con sus palabras le daba aire, aflojando la mano que la asfixiaba cada vez más. La vida que le prometía con lo que decía parecía tan fácil y despreocupada…

Irremediablemente, Ruth comienza a recordar aquellos paseos nocturnos junto a él buscando un lugar donde manifestar su modo de arte, a escondidas de miradas ajenas a ellos, los besos en los callejones y en cada rincón de su casa, y las caricias suaves en su espalda desnuda acompañadas de susurros dulces en su oído. Para volver a ese sueño sólo tenía que dejar que esa pequeña parte de ella que aún no había sabido dejar ir al recuerdo de Axel saliese, sólo tenía que reconocer lo que él afirmaba con tanta seguridad… sólo tenía que corresponderle.

-Dime, cielo, ¿qué harías tú sin mí?- resuena la aterciopelada voz del mismo hombre que tiene justo delante en su cabeza. Era un espinoso recuerdo de entre otros tantos mucho más dolorosos, en el cual Ruth quedaba totalmente anulada… donde era un simple objeto de su posesión.

Le mira un momento a los ojos y se da cuenta de que… es así como la ve. Como algo suyo, una posesión… como si fuera un ser sobre el que tuviera autoridad absoluta. Y eso no era amor. Si aceptaba significaría una vuelta atrás hacia lo que ella había intentado evitar durante tanto tiempo, sería volver a aquello de lo que huía.

En la mirada afilada y penetrante de Axel no hay amor. Poseer no es amar.

-Te quería.-le corrige Ruth marcando el pasado en el verbo empleado, lanzándole una mirada directa a sus ojos, cargada de rencor, algo que sólo se reflejaría en su mirada, nunca en su expresión facial y corporal usual: seria e inmutable, fría como el hielo que Axel creía derretido.-Ya no. Ni tú a mí. No lo has hecho nunca, no lo vas a hacer ahora, Axel.-pronuncia su nombre como si estuviera escupiéndolo, con desprecio. Retrocede un sólo paso más, marcando la distancia física entre los dos. Toma aire y continúa, echando un vistazo rápido a la mano que le tendía-Y no... no te necesito.-no puede evitar que un pequeño temblor sacudiese su voz unas milésimas de segundo; al fin y al cabo... seguía sintiendo miedo, que soltase la pistola no la tranquilizaba más, Axel no necesitaba armas para infundir esas sensaciones en la pequeña pelirrosa.

Y en parte, Ruth mentía... Sabía que siempre sentiría debilidad por él,  y una parte desea volver a su lado y a todos aquellos recuerdos felices, manchados por el propio Axel. Pero se negaba a volver a los insultos, a los gritos, a volverse a ver encarcelada y atada a alguien. Ella era una pluma ligera como el aire sobre el que flotaba, ágil y sin rumbo fijo... Y no iba a dejar que la mano de Axel la atrapase de nuevo.

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03/05/2013, 01:03
Fremont

 

Fremont sonrió. Una sonrisa horizontal con arrugas que reflejaba no sólo un poco de inteligencia y sabiduría, sino cierta empatía para con Novák. Parecía que el buen científico le había caído en gracia. Nada de extrañar teniendo en cuenta que ambos estaban versados en culturas similares y eran capaz de mantener una conversación que no resultase aburrida. Era sorprendente cómo tratar con una persona normal y corriente podía llegar a volverse tedioso en grado sumo.

- Señor Novák, como supongo que habrá visto, El Gobernador es una persona ligeramente obsesionada con la seguridad- su tono, suave y distendido, no guardaba crítica alguna al hecho, sino mero apunte redundante-. Por desgracia, no todo el mundo es tan competente como nosotros. Hay mucha gente en esta ciudad que no sabe multiplicar dos dígitos- jugueteó con su bolígrafo en la mano. Una pluma, en realidad, con la tinta dentro-. Mi teoría es que los encargados de revisar las grabaciones de la central están por destituir, y por desgracia, el volumen de material a revisar en su totalidad es tal que no puede ser asumido por una sola persona o dos- las habían revisado una vez, como apuntó, pero que se les podía haber pasado algo por alto era un hecho-. No disponemos de IA- Inteligencia Artificial- capaz de procesarlo, y poner a  humanos a hacer el trabajo de máquinas da este tipo de cefaleas.

El hombre se levantó del asiento, frotándose las sienes con pulgar y corazón, con la palma de la mano a centímetros de la frente. Con un "Disculpe", abrió un armario de cristal, lleno de botellas, y sacó una a medio consumir. Su contenido, de un verde claro, apagado y traslúcido, parecía té moteado con hierbas.

- Usted dice que alguien transforma la energía, y yo digo que alguien la está robando. Para el caso es lo mismo, Doctor Novák- apuntó con decisión, sacando dos vasos con la mano que abandonó la frente. Posó ambas copas sobre la mesa y preguntó de forma muda, con los ojos, si él quería-. Té verde- se limitó a decir, sirviéndose a si mismo después-. No podemos hacernos cargo de las grabaciones. Sin dormir, con ojos abiertos a base de café, tardaríamos unos cuantos días pasándolas a cámara rápida. Eso, asumiendo que nadie haya manipulado las líneas temporales, que no lo descarto. Ni yo ni El Gobernador- calló unos segundos, pensando cómo decirlo pese a estar en un punto muerto-. Espero que, si hay algún responsable, no esté intentando generar una "supernova". Hay sistemas de contención que evitarían que toda Europa quedase reducida a cenizas, pero temo que Ámsterdam, buena parte de los Países Bajos y cierta porción del Mar del Norte terminarían impracticables.

El hombre bebió de su té, ligeramente cansado y quemado por la situación. Seguía siendo sobrio, educado y cuerdo, pero parecía claramente estancado con respecto al asunto de averiguar qué sería de la central nuclear. No tenía tiempo, ni diagnóstico. Y sin ello, menos aún iba a tener solución.

- No me importa tanto atrapar al culpable sino solucionar la causa, aunque a veces pueda llegar a ser lo mismo. Sé de primera mano que los proyectos de investigación y desarrollo no son un problema, pero si alguien es responsable, apuesto mi título de biólogo a que tiene o ha tenido acceso a alguna de esas zonas- explicó finalmente, apurando su bebida a intervalos irregulares. Y, seguramente, revelando por accidente, sin preocuparse por ello, en qué área sabía más que Novák.

Realizó una llamada a El Gobernador, con un teléfono fijo de la habitación, no sin antes volver a excusarse. Le explicó brevemente que no tenían demasiado, y que, a todas luces, lo mejor de cara a la seguridad sería mantener en suspensión a la central, preparada para funcionar pero sin alumbrar la reacción de fisión. Recibió una negativa, y concedió que ciertamente no podían prescindir de la energía y mantener al territorio Neerlandés y la maquinaria de guerra al mismo tiempo. Era necesario jugarse el cuello de toda la ciudad por un bien mayor, aunque acabase arrasando el hogar de Novák. O eso parecía legible entre líneas.

Volvió a sentarse al lado de Novák. Sin embargo, al hacerlo, mientras le daba un lateral, el científico pudo ver un dispositivo auditivo en su oído izquierdo. Al contrario que sus guardaespaldas, era más pequeño y disimulado, de color carne. Y no era ningún pinganillo para oír a alguien. Tenía toda la pinta de ser un aparato auditivo para mitigar la pérdida de audición, valga la redundancia. Y es que Fremont parecía bastante más mayor que Novák, con una piel surcada de arrugas y un carácter más concesivo pese a su brillante intelecto. No era un anciano, pero tampoco tenía treinta años. 

- Supongo que es momento de que las águilas gamadas interroguen al personal- concedió con tristeza tras colgar-. Hablaré con Eichmann para que movilice a las Schutzstaffel- si la interrogación iba a ser por las buenas, por las malas, o por ambas, era otro cantar, pero estaba claro que Fremont, tras ver cómo ni el ni Novák lo solucionaban, había decidido cortar por lo sano-. Creo que ya le conoce. Si descubrimos algo, le avisaré. Me gustaría tener su teléfono particular, si no le importa- ensanchó una sonrisa más franca y agradable, como la de un hermano-. Estoy seguro de que sería muy provechoso para ambos mantener el contacto.

Casi pareció contener una radiante ilusión. Para Fremont, Novák significaba alguien con quien poder hablar de ciencia sin que pareciese que estaba dando clases a niños. Significaba poder jugar al ajedrez sin tener que combatir contra ordenadores. Significaba una posible asociación en algún proyecto, y significaba, quizás, incluso un amigo dentro lo posible. A veces era curioso cómo un genio podía llegar a pensar y relacionarse, haciendo de la interacción social y de las amistades algo ligeramente frío y racional, como un político.

 

- Debe saber, Doctor Novák, que estoy al tanto de su situación familiar- apuntó componiendo un rictus serio, mientras sacaba de su bolsillo una pequeña cartera. La abrió, revelando unas cuantas tarjetas-. Omar, el hombre encargado de vigilarle el día de hoy, me ha informado sobre la situación de su madre, Ria- ahora ya podía poner nombre al nazi que hablaba con una en apariencia civil bajo el OVNI del Boven. Y podía aseverar que Fremont tenía contactos entre la cúpula nacionalsocialista-. Sé que igual se molesta conmigo por ello, pero espero poder enmendarlo. Usted no es ningún estúpido. Haría bien en suponer que, si yo no resuelvo el tema de la central, El Gobernador va a ser terco como una mula y va a insistir en que usted, llovido del cielo por designio divino, es la solución.

Sacó un par de tarjetas. Una de ellas una empresa de transporte aéreo, y otra era sanidad privada. Lejos de Wassus como Doctora y de los aviones públicos como canal de entrada y salida de la ciudad. Lo que proponía Fremont era obvio, y requería ponerse en sus manos y a su merced.

- Soy biólogo, genetista y oncólogo, Doctor Novák- explicó Fremont-. Soy empresario, accionista, y corredor de bolsa. Y soy también un miembro activo del ejército alemán, aunque con ciertas concesiones inherentes a mi posición- aquello explicaba el por qué de sus manos y su constitución física. Aquel hombre había debido saber exprimir muy bien sus cincuenta y tantos años aparentes-. Sé que la doctora tiene nacionalidad Suiza, con residencia en Ginebra, y que quizás eso influya en su opinión- sabía muy bien de la coherencia de Eugenius, pero ciertamente, la cercanía poder llegar a ser un punto a favor en caso de tener que replegarse-, pero yo puedo ayudar a su madre. Considérelo una oferta de alguien que cuida bien de sus relaciones.

Fremont era un homo homini lupus. No hacía falta decir nada para asumir qué había sido de su vida. Un hombre que había levantado un imperio con sus manos, y que había cosechado de forma muy selecta conocimientos en áreas de lo más útiles para el ejército y ciertos intereses. Cual Josef Mengele, sabía lo suficiente del cuerpo humano como para poder centrarse en determinados ámbitos del ocultismo nazi. La generación del Superhombre. Teniendo en cuenta que la madre de Hitler murió de cáncer, era fácil atar cabos.

Tenía dinero. Tenía contactos. Tenía influencia. Tenía recursos a su alcance y tenía valía propia. Era lógico que se sobrase con dos guardaespaldas y ningún arma. Sabiendo tanto del cuerpo humano y entrenado como un militar, debía de costarle muy poco matar a un hombre sin recurrir a técnicas de matasanos. Y seguro que entre sus tarjetas de negocios había alguna clínica de fertilidad o fecundación in vitro. Una relacionada con sus conocimientos de genetista y poder dar ojos azules y cabello rubio a los demás. Su propio cabello, de hecho, se debatía entre el gris canoso de un viejo, el rubio de un ario y el castaño natural.

Aquel hombre era más peligroso que nadie. Más que Eichmann. Que Goering. Que ambos juntos. Y a su vez, era el que menos debía de preocupar a Novák. Si bien su área de conocimientos era muy distinta, podía ayudar a Fremont en ciertos ámbitos en los que se quedaba corto. El hombre hablaba de Inteligencia Artificial. EEUU era pionera en nanotecnología y cibernética. Fremont querría ponerse a la altura, y seguro que su posición en la cúpula nazi pesaba menos que su interés científico. Era un autócrata. Y si le importaba tanto la central nuclear seguramente fuese, en parte, por los proyectos de I+D. No parecía, por suerte, un sanguinario. Desde luego, su preocupación por las vidas humanas parecía superior a la de Viktor o Heinz. Y eso por no hablar del Senador y su quemadura eléctrica.

El problema es que Novák no podía hacerse cargo de todo. No podía complacer a Wassus, a Fremont, a El Gobernador y a Anne a la vez. Su vida podía cambiar mucho según con quien se juntase. Fremont parecía el más apto para salvar a Ria, y para elevar la carrera de Eugenius. Incluso para aportar conocimiento y avances a la humanidad. Wassus y Anne aportaban un enfoque más humanista, humilde. Un fin más familiar y emocional, centrado en un ámbito más social que mental. El Gobernador suponía aliarse con el Diablo y vincularse sin reservas a los Alemanes.

Pero había algo que no se podía ignorar. Alguien quería muerto a Novák. Por entrar en Ámsterdam. Si ya le había conocido o no era algo que todavía no sabía. Pero desde luego, en una bolsa de plástico el científico no vería un final para aquella historia.

- ¿Tenemos un trato, entonces?- preguntó finalmente, tendiéndole a Novák su pluma embutida. Algo simbólico, pues no hacía falta que le apuntase su número de teléfono si Eugenius también tenía alguna tarjeta. Soltero. Fremont tenía anillos, pero ninguno en el anular. Él no precisaba de ninguna Anne, habiendo trascendido a otro tipo de intereses.

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03/05/2013, 06:46
Liria

Liria espetó un sincero, alegre y desenfadado "De nada" ante las gracias de Arjen. Recibió el dinero en su mano con relativa indiferencia, pero compuso una mueca de triste aceptación al ver el dinero doblado. Se quedó mirando al hombre, sin saber qué decir ante eso ni cómo tomárselo. Podía bien ser un halago, o algún tipo de premio, pero se debatía con la posibilidad de que igual no quería ninguna de las dos cosas por algo así. Al fin y al cabo, ya sabía que era buena en su trabajo, uno pesado que llevaba toda la vida entrenando. Por otro lado, el reducirlo a algo económico la daba aún más repulsa.

Pero aceptó la fotografía y asintió, asegurando que lo haría así. Avisaría a las Suxx cuando volviesen, si es que lo hacían, y les preguntaría por el chaval. Después le devolvería la foto. Mejor sería que la tuviese su padre, asumiendo que aquel chico era el niño, Dyrk, aunque estaría algo más maduro.

Pareció tomarse a bien el "Eres excepcional", pues se le iluminó el rostro y respondió con un franco "Lo soy", con fingida soberbia, agradecida de un halago que verdaderamente quería. No obstante, se quedó a cuadros con el beso. Al separarse, la mujer estaba congelada, y sólo atinó a pestañear. Separó los labios y, educadamente, se pasó el dorso de la muñeca por los mismos, como si su abuela acabase de besarla en la mejilla. Aquel era el retorcido beso de un padre o madre, y a sus ojos, un imposible. Un beso en la boca cariñoso que no implicase en vínculo romántico era sólo dado a los niños pequeños por algunas de sus madres, y ella nunca jamás había hablado de su familia, limitándose a decir que tanto su padre como su madre se dedicaban al negocio de la prostitución.

- Gracias- se limitó a decir con voz neutra-, pero... Arjen, aunque no quisiera ofenderte, preferiría que sólo hicieses eso pagando, salvo que vaya implícito en la propina. No es nada personal.

Claro que era personal. Pero no con Arjen. En general. Era personal para Liria con ella misma. Si Arjen hubiese sido muy distinto, quizás se lo hubiese tomado de otra manera. Pero, si bien no sabía que llevaba un machete en la ropa, algo como eso lo decía todo de él. Liria no quería un beso cariñoso de alguien así.

Arjen bajó abajo, y saludó a Meike, la camarera que atendía la barra en ese instante. A su lado estaba Gretchen, la pequeña que acompañaba a Ambroos rato no rato tampoco por norma general, pero que por El Boulevard solía estar cuando no venía el que debía ser su padre a buscarla, un tío de pelo rizado y pintas de matón, como el propio Arjen. Stille le llamaban. Colgada del teléfono en la distancia estaba la renacuaja, hablando con alguien. Parecía asustada y frenética, hablando mucho y mal. Y ella nunca hablaba. Nunca. Pero lo hacía, como si le fuese la vida en ello. También habría que ver a quien demonios llamaba si no era a su padre, porque desde luego no era un absoluto una entidad sociable.

La pelirroja que tanta tirria tenía a las Suxx indicó que Arjen estaba en su despacho, sólo en un principio. Tenía cierto desparpajo, y contrastaba mucho con Liria. Era más volcánica, en contraposición por el monte nevado que sostenía los cimientos de la segunda al mando. También era algo más pequeña, con el cabello un tanto más corto pero más espeso, con más volumen, y un tanto más ondulado. Su ropa era ligeramente más ceñida, sin llegar a apretar, y exponía más torso, con un pecho más generoso. Un rostro más ovalado si cabe, y unas curvas más generosas que la delgada Liria. Ciertamente, Ambroos tenía de todo, y era fácil adivinar las diferencias en su reparto.

Arjen puso rumbo presto al despacho de Ambroos, en el segundo piso, y hasta ahí.

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03/05/2013, 07:06
Administrador

Los nudillos de Arjen golpearon en la puerta de Ambroos. Fue cuestión de segundos que este le diese permiso para pasar y la puerta se abriese, revelando al ecoterrorista. Algún gato de raza correteaba por ahí, en un lateral. Ambroos, de fondo en su silla, tras la mesa y ante la ventana cerrada al barrio rojo. En la puerta, el hombre vestía de forma simple, con un aire de matón descuidado, una camiseta de grupo musical y zapatillas descuidadas, pantalones vaqueros y una cazadora de cuero. Barba de unos cuantos días, por cortar. Un desastre, vaya. Sus ojos, de un azul muerto y casi gris, no ayudaban demasiado. Ambroos casi le sacaba una cabeza, pero estaba sentado.

Todavía olía a Liria, y desprendía todavía más un aire hormonal de agresividad que incitaba a Ambroos a ponerse nervioso y cuestionarse qué cojones se traía Arjen entre manos y para que le quería. Que pagar, pagaba, pero que por otro lado estábamos hablando de Liria, que no solía trabajar demasiado en la cama, y no es que Arjen fuese el colmo de la decencia.

No era trigo limpio, y eso le podía acabar trayendo problemas, sobretodo cuando ya tienes a nazis entre los clientes. Jugar a dos bandas no solía ser buena idea. Pero allí estaba, pidiéndole algún tipo de negocio y alianza. Resultaba molesto estar ante él sin que se pegase una ducha, ya no tanto por el olor sino por el aura que desprendía, avivando un instinto competitivo y desconfiado, pero ya estaba dentro. Competía a uno saludar y al otro preguntar qué coño quería. Metafóricamente, claro, pues ya se había tomado esa licencia.

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03/05/2013, 15:53
Eugenius Novák

 

Eugenius sonrió también. Iba a resultar un contendiente interesante este Fremont. Alguien perfecto con quien poder discutir de cualquier tema interesante, en lugar de banalidades. Un casi igual con el que, si Eugenius llegaba a aburrirse podría discutir de biología o genética… y tener las de perder. Era algo que entusiasmaba y motivaba aún más a Eugenius.

- Me gustaría revisar en persona el servidor de las cámaras de vigilancia igualmente. Confíe en mi capacidad. Estoy seguro de poder encontrar si hay algo raro en menos tiempo del que pueda imaginar. Serán unos minutos, no perdemos nada. Si no averiguo nada seguiremos en las mismas, pero si encuentro alguna pista, estaremos más cerca del saboteador. – Eugenius había meditado meticulosamente las palabras a usar, puesto que no quería revelar mucho acerca de sus aptitudes, y si descubría algo tendría que disimular. – Tampoco estaría de más revisar in situ el lugar de la última fuga… Si alguien robó la energía de algún modo, estoy seguro de que dejó alguna pista… Es materialmente imposible que se haya colado con algún dispositivo, haya robado o transformado la energía y haya salido sin dejar ninguna huella. -

Silenciosamente Eugenius aceptó el té que Fremont le ofrecía… era una de las mejores bebidas para relajarse y liberar la mente. Nada de alcohol que embotara los sentidos. Definitivamente le gustaban los gustos y costumbres del señor Fremont.

Novák se sirvió el mismo el té, en otras circunstancias habría esperado que le sirvieran, pero en cierto modo Fremont se había ganado su respeto. Y seguía intrigado por si su interlocutor sería el tres veces maldito c0mrade. De ser así puede que la partida que le ganó no fuera sólo cuestión de suerte… y eso hacía rabiar a Eugenius más de lo imaginable.

- Concédame unos minutos en la sala del servidor de las cámaras, y otros pocos revisando el lugar de la última fuga… después de eso podrá llamar a Eichmann… - dijo Eugenius a medio camino entre orden y petición. Después de todo nada le gustaría más que frustrar a aquél maldito sabueso.

Eugenius sacó una de las pocas tarjetas que solía llevar encima. No acostumbraba a dejar su contacto a nadie que no considerara digno pero el caso de Fremont era excepcional. Y en cierto modo sí que era digno. Extendió la mano y le ofreció la tarjeta a Fremont a sabiendas de que el hombre ya tendría formas de contactar con él… era mero protocolo, mera educación pero era requerida en aquél momento. – Estoy de acuerdo. Sería muy interesante trabajar alguna vez juntos, sin las condiciones que pesan sobre nosotros actualmente, obviamente. – concedió el genio. – Y tenemos una partida pendiente… - añadió con una sonrisa.

El rostro de Novák se transformó en una máscara inmutable mientras Fremont revelaba sus conocimientos acerca de la madre del científico, no se puso serio, no se enfadó, pero tampoco mostró una sonrisa: - ¿Sabe que es la primera vez que alguno de ustedes admite abiertamente que me vigilan? – ahora sí dejó escapar la sonrisa. – No entiendo por qué el Gobernador se empeña en ser políticamente correcto cuando todos sabemos de qué va el asunto… -

Sin atisbo de duda, Eugenius recogió las dos tarjetas que Fremont le ofrecía y tras un rápido vistazo se las guardó en el bolsillo de la chaqueta. Ya tenía en su mente toda la información pero no le vendría mal guardarse esos pedazos de papel. Cuando saliera de ahí tendría que hacer un poco de investigación acerca de las empresas, publicaciones y apariciones públicas de Fremont.

- Un currículo impresionante – dijo con franqueza tras escuchar las palabras biólogo, genetista y oncólogo… - casi parece caído del cielo para ayudarme con mis problemas familiares. – afirmó. Demasiado bueno para ser verdad, y para alguien tan paranoico por naturaleza como Eugenius Novák… no era algo fácil de aceptar de primeras. - ¿Puedo preguntar cuál es su posición en el ejército alemán? – preguntó sin el menor temor o escrúpulo… - Sé que es usted listo y sabe que no me refiero a su labor como consultor, biólogo o genetista… no hablo de sus capacidades como científico sino específicamente como militar.

Eugenius esperó unos segundos en silencio… jugueteando con los dedos de sus manos… dando espacio a Fremont para que pensara y decidiera por sí mismo qué responderle. – Con respecto al asunto de mi madre… sepa que mi opinión personal es dejarla en sus capaces manos. Pero al ser un asunto tan delicado debería consultarlo con mi hermana primero. Déjeme hablar con ella y me pondré en contacto con usted… pero estaré encantado de que tengamos un trato. – el genio científico alargó la mano y recogió la pluma que el doctor Fremont le tendía, acto seguido tendió su mano al propio Fremont con ánimo de estrechársela con vehemencia en caso de que éste considerara el trato hecho y estuviera de acuerdo.

Los conocimientos de Novák respecto a nanotecnología y cibernética, así como inteligencias artificiales, podrían complementar los conocimientos genéticos y biólogos de Fremont. En cierto modo había encontrado un casi igual, alguien con quién podría realizar increíbles trabajos de aquí a futuro… por un instante en la mente de Novák apareció de nuevo el premio Nobel.

Y como por arte de magia, la imagen del Nobel desapareció siendo sustituida por un ataúd bajo tierra.

Pensó en el hombre que le quería muerto, en el hombre que había puesto precio a su cabeza. Pero Eugenius se dijo que ya se preocuparía el Eugenius del futuro de ese problema. Aún esperaba una respuesta. Si el hombre aceptaba reunirse con Eugenius, éste se veía perfectamente capaz de hacerle cambiar de opinión respecto a su muerte. Sólo tenía que saber jugar bien sus cartas… y Eugenius siempre jugaba bien sus cartas. Era tremendamente fácil cuando sabes contar y sabes las cartas del resto. 

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03/05/2013, 16:09
Arjen Wolfzahn

Ante las respuestas de la prostituta -las verbalizadas y las que no-, Arjen no pudo sino sorprenderse. Incluso podría haber llegado a ofenderse seriamente si no fuera porque en aquellos momentos una determinación inflexible estaba guiando sus pasos. Después de todo debía encontrar a su hijo y debía rescatarle, y nada más importaba. Y no obstante... se había mostrado cortés, había pagado por el servicio y por los extras, había recompensado a puta con algo más que mero dinero, la había tratado como a una persona e incluso había dejado que fuera ella quien desatara lo que deseara. El resquemor y la molestia ya se habían hecho un hueco en su alma sanguínea.

"Si la amabilidad lo que trae son esos putos desplantes...", pensó. Quizá estuviera equivocado, claro. Quizá no debía desembarazarse del lobo. La fuerza y la astucia siempre conseguían los objetivos. Un lobo alfa no pide, un lobo alfa toma. Sólo una hembra alfa podía oponérsele... y Arjen no había encontrado a ninguna que mereciera ese puesto tanto como su Kat. Una puta era una puta, coño. Luchadora, sí, y eso podía ganar su respeto, pero seguía siendo una beta pues, después de todo, tenía vedada su completa libertad. Tratarla con algo más que la cortesía que debe acometer quien quiere seguir recibiendo sus servicios era un tontería. ¿Cariño? ¿Amistad? Quien está por debajo se mantiene abajo, punto. La autoridad y la jerarquía son los único medios de relacionarse que siempre son seguros y adecuados. "Olvídate de fingir lo que no eres, Arjen", se dijo, "Eres un jodido animal, y eso engendra todo el respeto que necesitas. No eres un mono, eres un lobo".

Tensó la mandíbula con enfado y no quiso ni responder. Simplemente asintió, un seco, corto y rápido movimiento de cabeza. La puta había recibido una orden y la compensación económica adecuada por ello, así que Arjen esperaba que la acatase. Punto. Las demás consideraciones debían quedar fuera de la ecuación. Entre la excitación de encontrar el rastro que le llevaría hasta Dyrk y el resentimiento por la reacción de la prostituta, ni siquiera se había acordado de echarse un agua por encima. ¿Qué más daba?

Un hombre más refinado se podría haber dado cuenta de que los modos de Liria respondían a algo más profundo, que eran respuestas automatizadas que defendían un portón al castillo de su alma. Un hombre con una perspicacia social y una empatía más desarrolladas que las suyas, habrían descubierto capas y capas de defensa alrededor de un fondo oscuro, sepultado y no obstante siempre presente. Claro que Arjen no era ese hombre.

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03/05/2013, 17:32
Arjen Wolfzahn

Arjen entró en el despacho de Ambroos. El cuarentón, vestido como un pandillero de la mitad de su edad o como un fanático de las chopper, se movía con seguridad a pesar de estar en terreno extraño. Quizá como concesión a esa situación, sus ojos no se quedaban quietos reparando en todos los detalles posibles del cubil del dueño del Boulevard. Venía a hablar, venía a proponerle a Ambross un negocio, pero su mera personalidad le impelía a analizar la disposición de cualquier posible amenaza escondida, ruta de huida o modos de aprovechar el terreno a su favor.

Se dirigió hacia una de las sillas situadas enfrente del escritorio del hombretón. Encontró a uno de los gatos en el asiento. Le pasó los dedos por la cabeza y le rascó en la mejilla. No le molestó ni le apartó del lugar en el que se había aposentado. El animal había llegado antes y ya estaba acomodado. Era una tontería molestarle, así que se sentó en la otra silla, por suerte desocupada de todo felino. Se podría decir "se sentó", pero más bien se despatarró, hundido el cuerpo en el asiento, las piernas abiertas y estiradas y las manos apoyadas con descuido en los apoyabrazos. Si la silla hubiera sido giratoria, habría empezado a moverla de un lado a otro.

Desde luego no era un dechado de modales. Si imagináramos una situación social, una recepción oficial, por ejemplo, en la que estuvieran representados todos los roles adecuados... él sería el perro que espera en la calle frente a la puerta trasera de la cocina a que le echaran los restos del banquete. Claro que el ecoterrorista no tenía mucho de perro y sí más de rondador del sotobosque. El sudor estaba casi seco y el olor se atenuaba, pero seguía siendo levemente desagradable y algo amenazador. A él no parecía importarle demasiado.

-¿Qué hay, Janssen? -preguntó Arjen, acompañando el saludo con un ademán de la cabeza. No había mucho más dentro del libro de las buenas maneras del hombre, así que dio por buenas y terminadas las salutaciones adecuadas al encuentro y dio comienzo a la exposición del porqué se encontraba allí-. Necesito la ayuda de alguien con contactos, necesito a alguien que sepa dónde y cuándo, necesito a un tío que tenga las pelotas de acero y el ánimo de hielo y que no tema meterse en problemas con los übercapullos trajeados y enviados desde Berlín. Y pienso pagar lo que sea necesario -el tono del ecoterrorista era duro y decidido, sin vacilaciones ni miedos. Quería algo y daría lo que fuese por ello. Punto-. Dinero, ayuda, favores, información... lo que se considere necesario.

El pandillero desastrado no era un buen negociante, y eso saltaba a la vista. Alguien con más astucia y más acostumbrado a tratar con personas habría enfocado el problema de otra manera. Pero Arjen no era así. Su vuelo era el de una saeta, recto y sin dobleces. El camino a recorrer podía ser tortuoso, pero jamás se salía del trazado. Sólo había dos tipos de hombres que pudieran sobrevivir en las junglas de asfalto del mundo civilizado y que lo hicieran poseyendo una honestidad tan patente y exagerada: quienes ostentaban y demostraban un poder sobrecogedor y quienes no importaban a nadie ni llamaban la atención de los demás. Arjen Wolfzahn era del primer tipo.

-El Gobernador tiene en sus zarpas a mi hijo, estoy seguro -continuó-. Voy a recuperarle -añadió con rotundidad, con una certeza que daba por seguro el desenlace-. Así que necesito tu ayuda, Janssen. Pon un precio.

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05/05/2013, 15:51
Ambroos Janssen

Ambroos esperó a que Arjen plantease su situación, intento ignorar como el olor genérico del local se hacía paradigma en una única persona. Un cliente habitual y un compañero de equipo de vez en cuando. Ambas cosas eran cuestión de negocios la mayoría de las veces, pero tenían demasiado en común como para siquiera verlo de esa manera.

- Me halagas Pero creo que no es el mejor momento para hablar. se limitó a decir. La mezcla de preocupación, enfado e incredulidad se podía leer en el rostro del proxeneta. Hacía falta saber leer unas líneas de piel arrugadas en el ceño como quién sabe leer la mano, pero Arjen casi podía hasta oler el aroma de aquella mezcla explosiva.

- A día de hoy se han empeñado en meterme en un problema tras otro. Entrelazó los dedos, antes de apoyarse en el respaldo del sillón con un suspiro. Entre tres y cinco, según como de interesante sea tu vida. enumeró a Arjen con sinceridad. Cualquiera se tomaría aquello como el inicio de una disculpa, pero Ambroos nunca se disculpaba. Un no era un no, y tanta palabrería se hacía innecesaria para un hombre que podría aprovechar esos valiosos segundos buscando otro elemento que le ayudase.

Aunque no había tantos elementos como Ambroos y Arjen.

No se si voy a poder hacerme cargo de mi propia vida en estas semanas. Estaba Natasha, estaba el asunto de las gemelas, la maldita torre de comunicaciones, el padre de Gretchen. Janssen tenía épocas con la agenda apretada, pero esto debía ser algún tipo de record, pero si puedo, sacaré un hueco para ti. Para tu hijo, en realidad. No voy a pedirte dinero.

El dinero solo había sido un medio en la vida de Ambroos, y ahora con su burdel autosuficiente tenía más que de sobra. No tenía ningun capricho en el horizonte, porque tampoco era muy dado a ellos, y pedir un aporte económico por pedir a qun hombre que había perdido a su hijo era de las cosas más rastreras que se le ocurrían.

Pero la peculiar mezcla de ayuda y ofrecimiento de Arjen no podía llegar en mejor momento. A su manera.

 - Pero a cambio necesitaré que tu me eches una mano con los mis asuntos. Créeme, creo que sales perdiendo. Tengo una flecha con una grabación que entro por la ventana de este despacho hará unas cuatro horas y eso es solo el principio de la lista.

Eso diría bastante a Arjen. Janssen suponía su trabajo con los ecoterroristas. No era una certeza, más bien una intuición. Nunca había tenido una gran capacidad de deducción pero la gente como Wolfzahn solo encajaba en un par de grupos de la ciudad. Si fuese Anarquista, probablemente se hubiera enterado, y un Mercenario no necesitaría recurrir a gente como Janssen para eso.

- Si aún así estás interesado, dime todo lo que sabes sobre el asunto de tu hijo. Que sabes, que supones y que planeas. Veremos en que punto puedo encajar yo.