Partida Rol por web

Efectivamente, al día siguiente, el doctor Livenau les comunicó que repetirían el viaje a Birchmont. Y les insistió en que si no era estrictamente necesario, no cancelaran el tratamiento hasta la noche. Pidiéndoles no regresar al hospital hasta la hora de la cena. Incluso les animó a hacer una visita a la casa donde se había cometido el crimen para que observaran y anotaran cuál era la reacción de David. El doctor insistió en que aquella debía ser una de las paradas del grupo, pues decía que había entrevistado a David la noche anterior y estaba seguro de que sería beneficioso para su tratamiento.

Se pusieron en marcha con un entusiasmado David, que les preguntó de manera insistente si irían al sitio de los gofres del día anterior. Al parecer había dejado buena parte del desayuno sin tocar para hacerle sitio a aquellos gofres con helado que tanto le habían encantado. Sobre sus sueños les comentó que aquella noche no había soñado nada. Se había acostado en la noche y tras pestañear se había despertado en la mañana, sin un solo sueño. La primera vez que le pasaba. ¿Sería que el doctor Livenau tuviese razón y que las visitas a Birchmont estuviesen influyendo positivamente en él?

- Pero... ¿Cómo vamos a llevar a David de nuevo a esa casa? ¿Acaso no leyó mi informe donde dejé bien claro como se alteró y lo que ocurrió allí? - No podía creérmelo. El director debía haber perdido la cabeza. Encima no nos quería de vuelta hasta que no oscureciese... eso no iba a ser bueno.

David preguntó por los gofres como si fuese un crío pequeño. - Por supuesto que volveremos. Viendo como te han gustado, repetiremos. - Le dije a David con una sonrisa. - Aunque yo prescindiré del café esta vez...

Y sin poder hacer más, me subí en el coche con el resto. - Creo que deberíamos ir con el coche esta vez, nada de paseos ridículos. Vayamos primero a la casa, que será donde más se ponga nervioso y luego a por los gofres, para que se quede tranquilo, después podemos dar una vuelta por el centro comercial a ver si recuerda algo...

Lo que el director veía como un avance, a mi me parecía otra cosa bien distinta. La teoría del sueño premonitorio seguía rondándome por la cabeza. Soñó durante noches y noches con esa muerte y una vez se produjo, la pesadilla terminó. Para mí estaba claro que en Birchmond no íbamos a encontrar respuestas de su pasado. Para ello debíamos ir atrás en el tiempo o más bien a los sitios que sí recordaba haber estado con anterioridad... quizás en el centro comercial hubiese una oficina de turismo donde pudiese ver algunas fotos o un local donde poder disponer de un ordenador y conectarle a internet... quizás viendo fotos de esos sitios que decía conocer le trajesen más recuerdos.

Ese día, George estaba más relajado, ligeramente colocado más cerca de Daniella de lo que era habitual —aunque en realidad, era una actitud que se repetía cada cierto tiempo, a veces con mas asiduidad que otras, pero siempre cada no mucho—, y sobre todo, sin ganas de discutir; toda aquella paz interior, sin embargo, se desvaneció en cuanto hablaron con Livenau y éste les explicó cuál sería el tratamiento para ese día. Como Louella, y no era habitual que coincidieran en nada, muchas veces simplemente por animadversión hacia ella, esta vez si se indignó ante aquella locura que no solo desestabilizaba a David, sino que les ponía en peligro. ¿Qué ocurriría si el chico se alteraba tanto que comía alguna locura? ¿O si volvían a ser el centro de atención y el sheriff decidía que se habían acabado los buenos modos? Aquello, más que una forma de ayudar, parecía simple morbo por parte de su jefe. Empero, se mordió la lengua y no dijo nada al respecto hasta que, tras despedirse, entraron al coche.

—No tenemos porque hacer lo que nos ha sugerido —dijo nada más sentarse en el asiento del conductor y arrancar—. Podemos ir directos al Centro Comercial y evitar la casa. Si pregunta, diremos que aún sigue acordonada y ya está, solo debemos atenernos a la misma historia.

Al menos Daniella pudo dar rienda suelta a la tensión acumulada, en parte gracias al doctor Warren, y un poquito por su cuenta, lo cual hizo que durmiese como un bebé y se levantase al día siguiente llena de energía. Por lo que había visto tras su regreso de Birchmont, tenía muy claro que debían regresar allí. 

Cuando al día siguiente se reunieron con él, no solo seguía decidido a que llevasen a David, sino incluso a alargarlo todo lo que pudieran y forzar la situación.

-Doctor, creo que su método es demasiado drástico, pero si insiste... claro que caerá bajo su responsabilidad todo cuanto le suceda a David -le dijo Daniella, volviéndose para prepararlo todo. La doctora Louella también se mostró contrariada pero estaba claro que la decisión estaba tomada.

Por supuesto, David se mostró ilusionadísimo, lleno de ánimo y confianza, y por primera vez no había soñado nada. Eso significaba que el método funcionaba, sin necesidad de forzarlo.

Pero... el doctor Livenau quería ir demasiado deprisa.

Daniella se sintió inquieta por ello.

La doctora Louella cuidaba de él como si fuese un hermano pequeño. Ciertamente sabía cómo tratarlo y a pesar de sus problemas de autoestima, a David le hacía bien tenerla cerca, por lo que Daniella asintió a sus palabras y le siguió el juego. 

-Estoy de acuerdo. Debemos concretar los lugares a dónde ir y si el doctor quiere que vayamos a la casa, hagámoslo así y de ahí a por los gofres. Es evidente que confía en la efectividad de un tratamiento de choque, aunque me parece que ninguno estamos de acuerdo con eso. No obstante, tendremos que hacer todo lo que podamos para facilitar las cosas. David, querido, no te apures. Los gofres serán tu pequeña recompensa. Todos iremos a comer unos cuantos nada más acabemos nuestra visita, y antes de regresar.

El doctor Warren quería ignorar la casa, pero Daniella negó con la cabeza.

-No, no, debemos ir a la casa, o de lo contrario será el propio doctor quien tomará las riendas del asunto y me temo que sus acciones serán menos cuidadosas que las nuestras. Será mejor que vayamos todos, y de esa manera controlaremos la situación de David mucho mejor.

Finalmente se decidieron a ir primero a la casa donde los fatídicos sueños de David habían cobrado vida. George había propuesto saltarse ese paso, pero Daniella argumentó que si el doctor Livenau tomaba riendas en el asunto lo haría con mucho menos tacto del que ellos tenían para con David. Y es que los innumerables éxitos del hospital avalaban al doctor Livenau para ignorar sus reticencias y tomar aquellas excéntricas decisiones en los tratamientos de sus pacientes. Probablemente aquello no fuera ni siquiera lo más extraño que le habían visto hacer, pero hasta entonces todos sus tratamientos habían resultado exitosos. Incluso en lugares donde los pacientes habían sido considerados incurables.

Cuando llegaron a la casa donde había sucedido el crimen, el lugar estaba muchísimo más tranquilo que el día anterior. No había curiosos, y la presencia policial había desaparecido limitándose solo a una zona acotada por una cinta en la que podía leerse la orden de no traspasarla. David, al ver la casa, empezó a agitarse nervioso en el asiento. Miraba incómodo hacia el exterior y tamborileaba con los dedos sobre las rodillas.

La tensión de David era palpable al llegar a la casa donde ocurrió todo. Nuevamente la doctora Marcus iba en el asiento delantero, alejada lo más posible de Daniella, aunque esta acabase en el asiento detrás suyo, al menos no la vería. Louella se giró y miró al joven. - David, recuerda que todo fue un mal sueño que se repitió una y otra vez. A mí no me gusta que estés aquí, pero tampoco puedo llevarle la contraria siempre al doctor Livenau o acabaré despedida. Pero si es cierto que para superar algunos miedos lo mejor es enfrentarse a ellos. - Pero lo suyo no eran miedos como tal, sino que se sentía como el propio asesino de aquella familia.

- Estaremos contigo todo el tiempo, David. Tenemos nuestras discrepancias pero todos queremos lo mismo, lo mejor para ti. Sé que pasar por esto es algo traumático y si vemos que te alteras demasiado, nos iremos, pero debes poner de tu parte. No sé bien lo que espera el doctor Livenau de ti en este lugar a parte de ponerte nervioso, pero te prometo que cuando acabemos, iremos de nuevo a por esos gofres y podrás comer dos en lugar de uno si quieres. - Le dijo Louella con voz tranquila y serena.

- Tú ve hablando de como te sientes y lo que ves o lo que recuerdas incluso que se parezca a tu sueño. No podemos cruzar el cordón policial, así que el límite es ese y ahí si que no puede interferir el doctor del hospital, pues estaríamos saltándonos la ley. - Le expliqué al chico para que estuviese más tranquilo y seguro.

- Cuando estés listo salimos. Piensa que cuanto antes lo hagamos, antes nos iremos de aquí a por esos deliciosos gofres. - Añadí al final, tratando así de que saliese del coche de una vez y empezar a movernos.

Finalmente, ir a la casa se convirtió en el destino primario. Daniella sonrió al ver que había convencido de ello a Warren, más que porque el doctor tuviese razón, porque ellos estuviesen allí para controlar el proceso.

Sin embargo, debía reconocer que cada vez le convencían menos los métodos del doctor Livenau.

Una vez en la casa, Daniella percibió la tranquilidad que se respiraba, lo que agradecía enormemente, de cara a las reacciones de David, que ya estaba agitándose con nerviosismo.

La doctora Louella le invitó a tranquilizarse, una prueba más de que cuando quería, podía actuar con suma profesionalidad y capacidad de empatía.

Cuando quería.

-Eso es David. Y recuerda también que esta noche no has soñado nada, así que lo estamos haciendo muy bien; esto es solo un paso más antes de acabar para siempre con tus pesadillas -dijo Daniella, mirando de reojo a la doctora.

Y es que por mucho que estuviesen con él, Daniella sabía que lo más importante para la curación de David es que él mismo fuese su propio médico, que se sintiese con fuerzas de calmarse y ver la realidad tal y como era y no como la imaginaba. Louella siguió hablando, aunque trasladó parte de sus dudas a las palabras que le dedicó al joven. Eso hizo que Daniella torciese el gesto, disconforme con lo que estaba diciendo.

-Todos queremos lo mejor para ti y estaremos contigo todo el tiempo, así que no te preocupes. Ahora, salgamos y simplemente procura recordar que esto lo haces para sentirte mejor. Confiamos en ti -le dijo, pasando una mano por el trasero de David.

Warren condujo en silencio, aún poco convencido de aquél plan, pero aceptando que era mejor hacerlo ellos a que Livenau tomara las riendas de aquella terapia tan poco ortodoxa, y que, en su opinión, ningún bien hacía al paciente; la prueba: toda la tranquilidad e ilusión que el chico había tenido de camino, se esfumó cuando llegaron a la casa dónde el día anterior se había producido el crimen. Por suerte ya no había ni policía ni cotillas, y ellos estaban aún dentro del vehículo, así que el nerviosismo de David estaba mejor controlado. Empero, tampoco pretendía alargar eso demasiado, y no le gustaba para nada aquella manipulación de Louella.

—No tienes porque hacerlo —llevó la contraria a las dos doctoras, dándose la vuelta en el asiento del piloto y mirando al joven, mientras apoya una mano en su rodilla (un gesto muy similar al que Daniella solía llevar a cabo, pero muy diferente en su caso)—. Esto va poco a poco, podemos irnos ya al centro comercial —dijo preocupado.

David asintió a las palabras de Louella, mostrando que estaba preparado tras tomar aire profundamente y soltarlo un par de veces. Que Daniella le recordara que aquella noche no había sufrido ninguna pesadilla le envalentonó bastante para salir del coche a pesar de que Warren le dio una vía de escape.

—No. Voy a hacerlo. Puedo hacerlo —le respondió a Warren.

Las últimas palabras de Daniella permitieron a David andar los primeros pasos hasta el cordón policial. El joven estudió la casa, le temblaba la mano todavía y reflejaba su nerviosismo e incomodidad, pero intentaba sobreponerse a ello con todas sus fuerzas. Entonces empezó un relato que les dejó la sangre helada.

—Desde aquí mismo estuve vigilando a la familia —dijo con una voz seria y grave—. Era de noche, todo estaba a oscuras, pero aún así me quedé junto a este árbol para evitar que me viera la vecina de aquella casa. Lo primero que hice fue cortar la luz —señaló hacia un lateral de la casa donde había otro cordón policial—, y esperé a que el padre viniera a revisarlo. Lo maté de un solo hachazo. En la cabeza. Luego di la vuelta a la casa y rompí la cristalera. Me colé dentro y me encargué del resto. Primero la madre. Un golpe. Le di en el cuello y casi la decapito. Luego el niño. Se había quedado petrificado así que fue sencillo. Por último la niña. Le dí en la espalda porque ya huía. Cuando cayó al suelo todavía estaba viva. Pedía auxilio, lloraba, llamaba a su madre. Pero eso no detuvo mi mano. La rematé en el pasillo —la narración, además de contar con todo lujo de detalles, les sorprendió por la serenidad con la que David expresó todo.

George compuso una mueca seria, pero no dijo nada más; David había tomado su decisión y a él solo le quedaba apoyarle y esperar que las doctoras tuvieran razón y eso realmente le ayudara. Así que apagó el coche, tomó aire y salió a la calle, siguiendo al chico hasta el cordón policial que delimitaba hasta donde podrían llegar; una cosa era estar ahí, y otra saltarse las normas. Se quedó ahí plantado, mirando la casa ahora abandonada, y suspiró. Seguía sin parecerle buena idea.

Empero, a David se le veía seguro, calmado. Ni siquiera se inmutó cuando comenzó a hablar, narrando unos hechos que resultaron fríos en su boca y dejaron en Warren un sabor amargo en la boca; aquella no era una historia que debiera contarse con semejante naturalidad. De hecho, no era algo que decir en voz alta en medio de la calle; por si acaso, se aseguró de mirar a los lados, esperando que nadie aparte de ellos hubiera escuchado. Tal vez, por estar más preocupado de las posibles implicaciones que de los detalles en si, no tuvo un escalofrío al imaginar que todo aquello podría ser real, por imposible que pareciera. En realidad no quería ni pensar en ello. Tragó saliva.

—Has sido muy... Valiente. ¿Te encuentras bien? —A pesar de estar así de sereno, no quería dar por supuesto que internamente también se encontraba así.

David demostró que tenía agallas suficientes y eso le hizo sonreír. Sabía que el chico lo haría bien. Le acompañó a cada paso que dio hacia la casa, comprobando su estado con su mirada. Louella le notaba caminar inseguro, nervioso... hasta su llegada al cordón policial. Allí cambió todo.

David se serenó y comenzó a contar lo ocurrido, en primera persona, con una frialdad palpable. Ahora su arma no era un cuchillo, sino un hacha, pero le soprendían y aterraban a la vez los detalles que daba, como donde se había colocado para que no le viese la vecina o preparó todo para pillar primero al padre a solas.

Pero lo que más miedo le daba en sí, era la frialdad con la que habló cuando ejecutó a la niña o más bien como dijo hacerlo. Porque... era imposible que hubiese sido él. En el hospital hubiesen notado su ausencia. Para eso estaban los celadores, para encargarse de ver que los enfermos siguiesen con su descanso y la seguridad del centro no estaba de adorno.

De haber algún indicio de que David hubiese salido solamente una vez, el director Livenau se hubiese dado cuenta, pues era su paciente estrella y sobre el cual más vigilancia pesaba a lo largo del día y de la noche. Su relato dejó a Louella con la boca abierta y sin saber que decir en ese momento.

- Creo que has sido muy expresivo y elocuente con todo, David. ¿Cómo te sientes? ¿Necesitas decir algo más? - Le preguntó tras aquel aterrador relato que no distaba de las pesadillas y que, si oía alguien, les echaría a la policía enseguida. - Recuerda, cuanto antes acabemos aquí, antes iremos a por ese delicioso desayuno que te gustó tanto ayer. Creo que te lo has ganado... - Le dijo sin saber bien si realmente estuvo allí esa noche, llevando el hacha en sus manos o si solo es que logró unir todas las pesadillas en una, dando como resultado lo mismo que ocurrió en la casa.

Un sueño premonitorio tal y como había sostenido hasta ahora, salvo porque David había hablado como un auténtico psicópata en aquel momento.

Daniella asintió satisfecha al ver la respuesta de David. Rendirse, ya que estaban allí, no era una solución que ella considerase válida, sobre todo porque ya habían recorrido mucho camino y había que seguir hacia delante, avanzando en el tratamiento, por mucho que estuviese en desacuerdo con el doctor.

Así que siguió a David aproximándose a la casa, manteniéndose cerca para infundirle confianza, pues se veía su ansiedad creciendo en el interior del joven, a pesar de lo cual siguió su camino.

Claro que no esperaba el relato que iba a oír de boca de David.

Por primera vez, Daniella quedó sobrecogida con aquel relato, sobre todo a causa del tono casi neutro que David utilizaba para contarlo, algo que le acercaba más a los aspectos sociopáticos de cualquier asesino en serie. Ella trataba sueños y aquel era uno que deseaba ayudar a desechar, pero la manera en la cual lo relató... fue sorprendente, incluso para ella. No obstante, una vez pasada la sorpresa inicial, Daniella sonrió, se acercó a él y le dio un beso en la mejilla.

-Fantástico, David. Así me gusta, que expreses lo que sientes. ¿Ves cómo ha sido sencillo sacar todo lo que te ha estado torturando durante la noche? Una vez lo verbalizas, se convierte en algo que pierde fuerza, como muchas otra cosas una vez salen -le explicó Daniella, mirando de reojo la entrepierna de Warren.

Después, Louella se expresó con idéntico ánimo, restándole importancia al relato en sí, pero Daniella vio en sus ojos que ella pensaba lo mismo, que aquella manera de hablar... no había sido muy normal.

-Supongo que ahora deberíamos acercarnos más. Quizás podamos... no sé, entrar, tocar la puerta para que David vea que es real pero que sus sueños no -sugirió la doctora.

—Sí, estoy bien —respondió a Warren soltando un suspiro y relajando todo el cuerpo por fin.

Volvía a sonreír, a asentir con su timidez habitual a las doctoras, a ser él de nuevo. Con esa sonrisa infantil que le caracterizaba, diametralmente opuesta a la seriedad y tensión con la que había narrado todo el horroroso sueño. Se puso colorado cuando Daniella le plantó un beso, y eso pareció darle fuerzas para lo siguiente propuesto por la doctora.

—Creo que... creo que podría hacerlo —dijo mirándoles con una confianza que también era impropia en él —. Me gustaría saber si... si el interior de la casa es igual que en mi sueño.

George, que tardó un momento en conciliar la realidad con lo que Daniella estaba sugiriendo, puso una mano en el hombro de David, deteniéndole por si le daba por echar a andar. Cuando el chico le miró, negó.

—Una cosa es esto, y otra colarnos en la escena de un crimen; no hemos venido a eso, y si nos pillan vamos a meternos en un lío serio. —Uno que él no quería para nada; puede que los demás no tuvieran demasiado miedo a una investigación policial, pero él prefería evitarse algo así. Le gustaba su vida como era en esos momentos.

Louella miró a Daniella y luego a David sin poder creerse lo que veía. Primero lo recatada de la mujer, que sorprendió a la psiquiatra que esta no le comiese la boca al chico allí mismo ni le bajase la bragueta para felicitarle y lo más importante, la propuesta de entrar en la escena de un crimen.

Louella miró la casa y la cinta, al tiempo que escuchaba al que a estas altura consideraba un tonto más que había caído bajo el influjo de Daniella y que acabaría con cualquier venerea por su culpa.

Recordó las palabras del joven, los sueños del mismo y su promesa. - Bueno David. Ya hicieste lo que debías. Creo que es hora de ir a por ese gofre. Mientras esté la cinta puesta, no se puede pasar pues estaríamos cometiendo un delito. A eso si le sumamos que quien entre acabará tocando algo y moviéndolo de sitio o se le caerá algún pelo, estaremos no solo contaminando la escena del crimen, sino que poniendo pruebas que nos impliquen a cualquiera de nosotros como asesinos y eso es lo que menos nos conviene. Sobre todo a ti que sabes la historia perfectamente.

Y miró al doctor Warren, el más sentato por lo que parecía en ese momento. - Si quieres ver la casa por dentro, podemos ir a la comisaría... les cuentas tu relato, David y te aseguro que verás fotografías de la casa por dentro durante horas y horas, pero al menos tus huellas no estarán dentro de la casa. Así que mejor vayamos a comer esos gofres y esperemos a que quiten la cinta antes de allanar una casa donde ha habido un asesinato.

No estaba dispuesta a tener más antecedentes penales, que la descubriesen como aquel guitarrista que supuestamente había muerto por sobredosis... Prefería que se mantuviese su nombre aún como una leyenda a ser descubierta la verdad. Además, aquello formaba parte de su pasado y no quería removerlo.

Para Daniella, haber vuelto a aquel lugar no estaba exento de riesgos, psicológicamente hablando, pero una vez hecho,debían llegar hasta el final. Warren parecía un boy scout que jamás hubiese roto un plato y Louella se frenaba siempre que algo no cuadraba con su idea de cómo quería que fuesen las cosas.

Así que ni corta ni perezosa, Daniella alargó una mano, cogió la cinta y dio un tirón seco hacia abajo, haciendo que se rompiese por la mitad y se perdiese en direcciones opuestas.

-¡¡Ooopss!! Parece que ya no hay nada que diga que no podemos entrar ahí y creo que David necesita ver el interior, ya que ha llegado hasta aquí. David, cariño, no te preocupes. Yo te acompaño y mientras tanto, George y Louella esperarán aquí a que salgamos para ir a por una doble ración de gofres. Pero antes hay que terminar esto y confirmar lo que has dicho.

Acto seguido, se volvió hacia Louella y le lanzó una sonrisa de victoria. 

Y es que ella no era de dejar las cosas a la mitad, sino de acabarlas, fuera como fuese, con las consecuencias que hubiese. Lo había hecho toda la vida y no iba a cambiar ahora, más cuando el tratamiento de David exigía pasos muy concretos y no dejar nada que pudiera alterar su ya delicado equilibrio. Si sentía curiosidad por conocer el interior, no podían permitir que esa duda sembrase algo más intenso en su mente y sus pesadillas regresaran.

Había que extirparlas como si fuese un tumor.

-David, vamos adentro. ¿Te he dicho que eres un hombre muy valiente? -le dijo, palmeándole el trasero de manera juguetona.

- Vale, se acabaron las tonterías. - Dijo muy seria e indignada por la forma de actuar de Daniella. - David, como des un paso más y cruces esa línea no llamaré al hospital, llamaré a la policía y os denunciaré a los dos. Tú acabarás encerrado sin salir por siempre del hospital y se te acabaron los gofres. De hecho, me parece que Warren y yo nos vamos a ir a comernoslos mientras dais explicaciones al sheriff, quien os recuerdo que no nos quiere aquí y menos generando problemas.

» A ella la retirarán la licencia y acabará entre rejas por entrar en una escena de un crimen usando la violencia, porque romper simplemente la cinta, ya es un acto de violencia* y cuando tengamos los gofres, el doctor Warren y yo volveremos, nos apoyaremos en el coche mientras vemos como os detienen comiéndonos los gofres tan tranquilos. - Le dijoi al chico. - Pero si prefieres que te palmee el culo y te haga más cosas, que sepas que cuando esté aquí el sheriff, eso también se te acabó porque no volverás a verla.

Dicho esto, sacó su móvil dispuesta a marcar el 911.

- Os váis a aburrir de ver fotos y dar explicaciones en la oficina del sheriff del motivo por el cual habéis entrado a la fuerza... - Louella se había cabreado con aquella actitud desafiante que tenía la mujer. Entendía la necesidad de que David entrase en la casa, pero esa no eran las maneras y miró a Warren a ver si le daba su apoyo o prefería seguir a las dos tetas que anunciaban la llegada de Daniella un minuto antes de que esta apareciese.

Y otra vez se enzarzaban esas dos, convirtiéndolo todo en un choque de egos en el que, como siempre, él acababa en medio; Phadanis, encima, llevaba un buen rato sin abrir la boca, y no parecía muy dispuesto a echarle una mano tampoco en esos momentos. ¿Y lo peor? Que Louella, en esta ocasión, tenía razón.

—Daniella, por favor, recapacita sobre esto. Podemos hacer las cosas, pero hacerlas bien. —Suspiró—. No quiero líos con las autoridades, y esto no va a salir bien. Por hoy hemos avanzado ya bastante, ¿no creéis? No hay que forzar.

Las palabras de Louella fueron suficientes para hacer dudar a David, que como buen chico que era se quedó cabizbajo y algo triste. No quería meterse en problemas, y mucho menos meter a los demás, y aunque tenía curiosidad por saber si el interior de la casa era como en su sueño se detuvo y no cruzó la línea que había marcado la ya desaparecida cinta policial. Pero antes de que la discusión entre los doctores sobre si seguir o no seguir por ese camino fuera a más, escucharon la voz del sheriff Seabert llamándoles en tono enfadado. 

—¡Eh, ustedes! —Les gritó apareciendo del interior de un coche policial que había al otro lado de la calle y del que no se habían percatado— ¿Qué hacen? Quietos ahí. Tengo que hablar con ustedes. 

- ¡Genial! ¡El sheriff me ha leído la mente y no he tenido que llamarle para evitar que hicieses una tontería siguiendo a Daniella, David! - Exclamé al oír llegar al sheriff y dejando claro quien había roto la cinta. - Me alegro de que tomases la decisión acertada. - Le dije despeninándole un poco con la mano, como si fuese un niño pequeño.

- No se preocupe sheriff, no íbamos a entrar, al menos no cuatro de nosotros... ella no sé si al final iba a hacerlo... como ve intención si tenía. - Dije por si no había quedado claro lo de la cinta rota.

- Supongo que ahora si tiene interés sobre lo que le conté ayer y a lo que no me hizo ni caso... ¿Qué tal si vamos al centro comercial? Le prometí un gofre o dos mejor a David si se portaba bien y se los ha ganado. Podemos hablar allí con calma en una de las mesas. El hospital invita. - Le dije al agente de la ley.

Si quería hablar, aquel era un buen sitio como otro cualquiera. Si quería interrogar, nos llevaría a la oficina del sheriff. - Si no se fía, puede llevarse a uno de nosotros con usted. Quizás a quien cometío el delito rompiendo la cinta... - Dije mirando a Daniella. - Así le explica porqué no se hacen esas cosas mientras ella le enseña el escote para que se le olvide todo.