Partida Rol por web

Te_te_tengo una fo_fo_foto tu_tu_tuya en mi ce_ce_celda.

Me_me_me la dio el hom_hom_hombre ma_ma_ma_malo, por ayu_yu_yudarlo con su_su_su problema.

Sonrío de forma amistosa pero también de forma divertida. To_to_todas las_las_las no_no_noches mi_mi_miro tu foto an_an_antes de do_do_dormirme. 

Tanya no tenía ni idea de a qué había venido lo de la reunión aquella. Desde luego, no podía decirse que fuera la reclusa más amigable: evitaba el contacto de todas las maneras posibles; pasaba de conflictos, de bandas, de amistades, de los carceleros... de todo. 

Entró en la sala, dentro de la cual ya se encontraban bastantes reclusos. Algunos trataban de hacer buenas migas, otros tenían cara de querer clavarle una navaja al primero que se les cruzara por delante, y otros tenían pinta de estar pirados. Pero pirados de verdad, de encerrarlos en un manicomio y tirar la llave al mar. En el fondo, la rusa se sentía bastante ofendida por tener que compartir no solo prisión, sino también esta especie de experimento o programa con toda esta panda. Ignoraba cuáles eran los delitos de los allí presentes, pero estaba segura de que solo había tres razones posibles: egoísmo, maldad, o locura. Tanya no era como ellos, ella estaba allí encerrada porque luchaba por un mundo mejor. 

-Privet -saludó en su idioma natal y se colocó de espaldas a una pared, sin sentarse, con los brazos cruzados.

Desde que despertó de nueva cuenta en esas paredes grises y frías, Bernard asumía su rutina de una manera "normal", así como los estudiantes se preparaban para ir a las clases, como los universitarios se alistaban en sus dormitorios y los empleados iban a sus oficinas a laborar. Era un día más en la cárcel y, lejos de afectarle como a los demás compañeros de celda o intimidarse por aquella escasa empatía por parte de los supervisores de, la poca, ley, para este hombre era un día más que debía seguir y era algo sumamente tolerable: se limitaba a asentir para saludar a sus despertadores, caminaba a modo apresurado sin ansias a bañarse rápido para no lidiar con tantas personas y desayunaba sin problemas degustando de aquél alimento preparado sin alma. Siempre asumiendo una postura normal, siempre con una mirada atenta a todo, siempre con un brillo en su mirada que no había perdido desde que pisó las instalaciones.

No le tomó por sorpresa que debía dirigirse al bloque 18 o que sería parte de tales experimentos. A su edad habría lidiado con tantas cuestiones que no era para inquietarse o asumir un giro en su vida con alta expectativa y, cuando entró a aquella sala, el uniforme que portaba como recluso no hacía más que destacarlo por esa seguridad que emanaba al caminar. Observó a todos los que habían llegado con una mirada rápida y un gesto serio y normal en su rostro. Si no tuviese puesto aquellos ropajes, podría hacerse pasar por un invitado externo o incluso parte de alguna organización de alto mando. Así era Bernard, y era consciente de ello. 

-Buen día-saludó con un tono de voz educado, sin esperar a que fuese correspondido. 

No se intimidó en absoluto al ver a aquellos con pintas peligrosas o de gran altura, tampoco de ver a una infante o los que delataban faltarles uno que otro tornillo en su cabeza. No es que fuese a destacar entre todas esas personalidades y Bernard tampoco lo buscaba, así que simplemente buscó un asiento que le permitiese ver todo ese escenario que se iba preparando frente suyo. Estaba consciente que todos estaban por ahí por algo, pero no era una cuestión que le quitase el sueño.

—Ja, ja, ja... me alegro entonces de tener un admirador.— hacía tiempo que a Sasha no le habían provocado ni siquiera una sonrisa y no imaginaba que en ese lugar alguien conseguiría  hacerlo. El tío que se encontraba a su lado tenía toda la pinta de estar mal de la olla pero le había  hecho reir y eso era suficiente de momento.

Cla_cla_claro,   so_so_soy    tu   fa_fa_fan    nu_nu_umero    u_u_u_uno. Me pongo delante de ella, y sentado en el suelo la observo de forma curiosa incluso, podría decirse que alegre.

Tiffany di Benedetto, la princesa de Santa Crystal, hizo por fin acto de presencia junto al resto de los presos que habían sido allí requeridos. Tenía el mismo aspecto di-vi-no y exhubarante de siempre, cómo lograba mantenerse así de bien era uno de los secretos mejor guardados entre aquellos muros. Cruzó toda la habitación con deliberada parsimonia, dejando que todos los allí presentes la mirasen todo lo que quisieran. Al fin y al cabo, ella lo merecía y, desde luego, ella no les iba a dedicar una sola mirada a ellos. A continuación, procedió a sentarse como los demás, en una de aquellas sillas, cruzando las piernas y colocando sus manos en una pose recatada.

-Bueno, ¿cuál será el jueguecito de hoy? ¿Qué nueva cosa se les habrá ocurrido? Espero que sea lo que sea no se alargue mucho, tengo correo de mis fans que contestar.

Voy a la sala cuando apenas quedan dos minutos. A estas alturas la sala estará bastante ocupada y no resaltaré demasiado, espero.
Nada más girar la esquina al pasillo que da a la entrada, casi se choca conmigo una mujer que se había puesto a gritar como una energúmena. Por suerte había entrado con precaución.
Apenas hay sillas en las que sentarse. Supongo que no tengo mucha elección. Como sea otro programa de "aceptación de las acciones" me voy a dormir. Estoy cansando de esto... Entre toda persona que destaca sentándose donde le da la gana, espero que me dejen en paz los de la cárcel.

Sheryl Smith aparece en la sala de espera a un paso tan apresurado que pareciese que llegase tarde a la vida. Llega con dos carpetas bajo el brazo.

- BUENOS DÍAS A TODOS - en principio se presenta comenzando un conteo con la mirada, al Pequeño Tom por aquí, a Alexandra Thompson por allá, a Darwin Tremor no muy lejos, abriendo una de las carpetas y haciéndose con un boligrafo, para acto seguido ver a La Bestia, Lachesis Vega, y Michael Rogers casi de reojo.

- Bien. Bloque 18. Escuchadme... - carraspea mientras comienza a tomar notas rápidas - Por ahora desconozco que se trae exactamente la junta directiva para esta próxima semana, lo han mantenido muy en secreto desde arriba, y pronto empezaré a ponerme en contacto con vuestros asesores jurídicos personalmente - Dice... - Por lo demás, el equipo de seguridad vendrá a buscaros en unos cinco minutos, así que he venido para recordaros un par de cosas antes de que os trasladen - para entonces la señorita Sheryl sigue buscando reclusos, y su mirada se encuentra con la pequeña Morgan Greaser, con Tanya Petrova, pasando por Laura Moreno, y terminando por Tiffany di Bennedetto.

- Según el articulo 30.2 de nuestro régimen, ningún recluso será sancionado sin haber sido informado de la infracción que se le atribuye y sin que se le haya permitido previamente presentar su defensa. Y la autoridad competente procederá a un examen completo del caso - Comienza a dar pasos por la sala mientras observa a Bernard James, pasa la mirada por Clouds, y se queda estancada en Catherin Black por unos largos segundos - Es decir, esto no es ningún tipo de castigo, y además, según el articulo 76.1, cualquier tipo de prueba, trabajo o experimento, debe ser remunerado de manera equitativa - entonces la mujer observa a El Blanco, encontrando a Juan Ricinto, y termina observando como Travis Fraser también está en el proyecto - Aunque ya sabéis que no podréis quedaros con el total, porque todas las prisiones se reservan un pequeño porcentaje para un fondo que se guardará hasta la puesta en libertad de cada recluso - Si es que pudiesen optar a ella, claro...

Tras esto y confirmar los últimos nombres, Sheryl, una persona aparentemente sencilla y muy cercana a los reclusos, cierra su primera carpeta con los ojos puestos en John C. Lester y Michael Nichols, pero, no le dan las cuentas.

- Si no me equivoco faltan tres internos, a excepción del cuarto, que me consta que estaba en consulta y pronto aparecerá. Espero que todos lleguen a tiempo.

Vaya mierda... a mi no me jodais pronto estaré fuera y no con esta chusma 

Desde la puerta mientras me fumo el cigarro escucho lo que aquella payasa a dicho y comienzo a aplaudir de forma despectiva diciendo.. 

Muy bien, muy bien ... menuda panda de gilipollas tenemos aqui, ¿ahora viene la merienda por que no hemos portado bien? ... puaj escupo mientras me enciendo otro cigarro desde la puerta.

Observé en silencio la escena mientras auscultaba a la señorita Smith, aún no había determinado si la linda jurista era o no una paciente aceptable, aunque dada mi situación actual, pues dudaba que lo descubriese pronto.

Durante mi estancia en el recinto había hecho algunos amigos bastante interesantes, pero no veía a ninguno de ellos por aquí, lo que me hizo preguntarme, porque yo sí y ellos no.

Tras los amables comentarios de la señorita del cigarrillo, me puse de pie y me dirigí a la señorita Smith.

Señorita Smith, buenos días, sé que es un tanto molesto tener que explicar todo dos veces, pero ¿Le importaría darnos al menos algunos alcances de que va este experimento y por qué todos nosotros?

Pues dudo que sea un tema meramente estadístico, pues la muestra, entiéndase nosotros, somos un grupo bastante variopinto y heterogéneo. - digo con tono amable, mientras señalo una obviedad.

Clouds paró de cantar cuando la mujer con prisa entró en la sala. Se estiró en su sillo y le dedicó una agradable sonrisa a la mujer cuando captó su mirada. Es un placer volver a verla, señorita Smith. Le dijo, con la educación de una mujer de alta cuna. No se preocupe, seguro que hay una explicación para todo esto. Tal vez han revisado nuestros casos y se han dado cuenta de que todo fue un terrible malentendido, sí. Añadió, mientras la mirada de la mujer se perdía, una vez más en sus pensamientos.

Tras una pausa en la que parecía que únicamente el cuerpo de Clouds estaba presente, la mujer volvió a hablar. Igual alguien ha movido hilos desde fuera. Ya sabía yo que mi Jake intentaría sacarme de aquí lo más pronto posible. Clouds asintió efusivamente mientras los ojos le lagrimeaban de emoción. 

¿Remunerados? Si claro... ¿Dejarnos defendernos? Por supuesto... Como si no me hubieran golpeado en el anterior "por no confesar" - señora Sheryl, ya es molesto estar en uno de estos experimentos, si años reúnen al menos podría decir el porqué... La próxima vez si no nos va a dar información al menos traigamos un buen café, alomejor logra que le bajen los humos a doña aplausos, o que se queme la lengua y no hable don yosoylomásymeiréencuatrodías...

No le gustaban esos jueguitos y si no fuera que quejarse de todo no servía de nada por que harían con ellos lo que quisieran, podría estar des acuerdo con doña marginada, miraba a todos, y no le gustaban mucho los que eran demasiado engreídos.

Cadence entró en la sala sin prestar atención a nadie. Miraba algo que tenía entre manos, que no era otra cosa que un viejo espejo que hace 40 años seguramente había sido muy bonito pero que ahora se encontraba deslucido, resquebrajado y con los bordes dorados desgastados.

Se fue lentamente, con paso elegante y lento, hasta una de las sillas más apartadas y allí se sentó mirando su espejo soltando pequeños murmullos y hablando consigo misma.

- Sí, querida, ya lo sé... claro que hoy también estamos preciosas... como una linda muñeca je je je - decía cariñosamente a su reflejo.

Torcí el gesto al escucharla hablar. -Joder, cuanta palabrería para no decir nada. Siempre repitiendo lo mismo, como si fuera un mantra. ¿Alguna vez has probado a hablarnos como personas y no como si fuera un puto robot? Si no sabe de que coño va esto, entonces las palabras que tiene que usar es: No lo se. Y no media hora de palabrería suelta y datos sacados de una normativa que es mas falsa que la calva pintada de Darwin. -Chasqué la lengua, estaba claramente cabreado por estas allí y aun no saber la razón real, tanto que se me calentó la boca y tuve que pagarlo con alguien.

¿Calva?, ¿Yo? Yo no soy ca_ca_calvo digo mientras miro al recluso 6 con aire desconfiado.

El último en llegar sería un hombre un tanto estrafalario, entrado en edad y con un gorro de papel de aluminio en la cabeza, del cual, por algún motivo, se dividía en tres picos. Con un paso lento y casi con temor a tropezarse y abrirse la crisma, el anciano se colocó frente a todos en la sala de espera y aclaró su garganta antes de hablar.

-¡Pecadores y Pecadoras! -Dijo con una voz grave alzando los brazos hacia el improvisado público- ¡Sois gentes distintas en edad, en sexo, en crímenes y en condenas; pero todos sois iguales ante los ojos del Altísimo! ¡Esta reunión no ha sido casual, ha sido un plan divino para que yo, Alfred Tinfoil, pueda guiaros en el camino correcto!
Tras decir esto, el anciano del sombrero de aluminio se rascó la cabeza, el gorro le causaba leves picores, una sensación nada agradable, pero tampoco desagradable en exceso.

-¿Estáis listos para escuchar la palabra de Dios, que por algún motivo se asemeja a esto?- y tras decirlo, rebuscándos en su bolsillo saca lo que parecía ser un pequeño plastico de color blanco que muestra a los presentes.

Sheryl atiende a uno y otro lado, viendo como llegan la bella señora Candy y el dispuesto señor Al Tinfoil.

- Señores Lester y Black, tan encantadores como siempre - responde por un lado - Pero no tanto como la señorita Stones - sonríe hacia esta.

- Y buenos días, señor Rogers - le dice a este a continuación - De veras que no estoy del nada segura, incluyendo que no sé hasta que punto lo desconocido puede llegar a ser emocionante, pero la selección de candidatos ha sido bastante meticulosa, creo saber - pues ella, os conoce a todos, y la experiencia es un grado - Tal vez han buscado capacidades que no poseen otros reclusos. A mí parecer sois una selección muy atrevida - responde. - Y según nuestras propias normativas, el llamémosle experimento, debe ser algo constructivo para vuestras reinserciones. Porque de lo contrario me encargaría de dar parte personalmente, y todo el personal del centro lo sabe - dice mirando para Juan Ricinto - Por tanto, podríamos hablar de un taller sociológico, tal vez algún tipo de actividad de carácter formativo, o incluso laboral. O puede que algo más profundo, como una charla en círculo en la cual le mostramos nuestros poderosos sentimientos a los demás durante una larga semana llena de actividades ¿sería genial, no creéis? - pregunta tratando de abarcar a todos con la mirada, quizá tratando de bromear un poco. Pero continúa - Podría ser cualquier cosa, y dado que no todos tenéis el mismo grado, seguro que será interesante e incluso beneficioso para vuestros historiales - ingenua o no, parece creer en lo que dice, y entonces mira para la señorita Lachesis - Y con o sin café, creo que estrenaréis nuevas instalaciones - Y por último, mira para Darwin Tremor - Claro que no eres calvo, cariño.

Acto seguido, la mujer hace un par de apuntes.

 - Bueno, recordad no firmar nada sin la presencia de vuestros abogados, y los artículos 30.2 y 76.1 sobre pagos y castigos - insiste.

Tras escuchar a esa señoita que creer caerle bien a todo el mundo le contesto de manera despectiva y sin pelos en la lengua... 

Uy si es una magnifica idea, si quereis empiezo yo diciendo que pienso de todos los subnormales que hay aqui, tanto reclusos como oficiales... Que ojala estuvierais todos muertos para dejar de escuchar tantas sandeces y poder cumplir mi condena tranquilamente sin tener ganas de asesinar todo el rato ...

Tras la aparición improvisada de Sheryl Smith, quien parece dispuesta e incluso acostumbrada a tratar con todo tipo de fieras, y con ello, la interesante propuesta de Catherine, la silueta de un guarda de seguridad parece colarse en esa garita administrativa. Y una vez dentro, recoger el micro para hablar por megafonía:

- EN FILA, DIEZ SEGUNDOS-

Una orden simple. Y los reclusos pueden ver como, tras esto, un pequeño enjambre de unos doce guardas entra en la sala con cara de muy pocos amigos, y como la jurista del centro se hace a un lado. Estos son los perros de John Trafford, quienes obligan a los veintidós reclusos a ponerse en orden para ser tranquilamente contados, esposados y encadenados entre sí. Procedimiento habitual para trasladar pequeños grupos peligrosos. Sus manos se atan en corto a sus propias cinturas, y entre sus pies se deja la holgura suficiente como para caminar, o bajar y subir escalones.

Y de este modo, todos son llevados a ojos de la señorita Smith, que observa como los guían hacia las áreas privadas del centro. Estos guardas, que nada tienen que ver con los funcionarios, se aseguran de flanquear la fila de reclusos, dirigir, y mantenerlos en silencio hasta unas instalaciones exteriores que ocupan una gran torre de vigilancia. Y el paseo termina justo cuando uno de ellos saca un tintineante llavero para abrir el gran portalón blanco que... a fin de cuentas, lleva a las verdaderas puertas del proyecto.