Partida Rol por web

Una vez se le ha pasado el atragamiento inicial, Hake conviene que vuestro plan puede ser el mejor para ambas partes. Si salís airosos del mismo, a buen seguro el buque de guerra tratará de daros caza en cuanto solucione el sabotaje, lo que también lo alejaría de La burla del raquítico y todos saldríais ganando.

Así pues, después de ordenar que la gente se oculte en la jungla durante varias horas, cuando cae la noche el anciano os provee de un bote en el que cabéis los cinco oficiales más Alcaudon y un par de remeros que os guiarán por la selva costera.

La altura de Malickud hace que no sea una buena opción como porteador, pues descompensaría la carga del bote. El gnomo anda rezagado y pensativo, manoseando sus bigotes pelirrojos y murmurando acerca de la mejor forma de sabotear el barco, pero está tan asustado por la idea de enfrentarse a semejante galeón que la mente se le queda en blanco, incluso por una vez no tiene nada que decir ni historia que contar.

El hecho de que el barco estuviera todavía por la noche, quería decir que había algo más que un simple fondeo para abastecerse. Era más que probable estuvieran buscando algo, quizás incluso a ellos.

Así que el plan de abordar el galeón cada vez cobraba más fuerza, lo cual tampoco era demasiado malo. Total era Chelaxianos.
Cuando llegó el momento de aventurarse en la jungla, Nicholas llamó a la pantera. La había enviado a su plano para que estuviera descansada.

Dejad que Alcaudon abra la marcha. Puede ver en la oscuridad y sus sentidos son buenos. Nos advertirá si encuentra algo.

Dejáis el asentamiento atrás de manera silenciosa. El rítmico romper de las olas al otro lado de la bahía amortigua el delicado remar de los dos hombres que amablemente os ha prestado el Raquítico. Cuando estos lo estiman oportuno, varan el bote, lo arrastran hacia la selva y tratan de camuflarlo lo mejor posible. A partir de ahora toca seguir andando. 

Durante un buen trecho, únicamente escucháis los habituales sonidos nocturnos de la jungla. Sin embargo, conforme os vais acercando a la cima de la colina, la inquietante algarabía natural va disipándose como si la presencia del amenazador buque chelaxiano le incomodara también al bosque. 

Una vez arriba, por fin contempláis vuestro objetivo. Está algo más cerca de lo que reposaba estaba mañana, quizás a unos 30 metros de la costa. Además, según os informa Harper gracias al catalejo mágico, varios guardias deambulan por la cubierta con actitud extrañamente despreocupada. 

Ahora establezcamos el plan. ¿Vamos a ir todos o alguno se queda y ataca a distancia cuando nos descubran?Supongo que será cuestión de tiempo en cuanto destroce el timón...

Harper, si conoces a alguien que ataque bien a distancia, pregúntale si quiere quedarse. Los demás venís conmigo.

Feijud afianza bien sus hachas y se arremanga la ropa para nadar.

Nicholas, evita usar magia que haga ruido.

Nicholas enarcó una ceja y sonrió ante el comentario del capitán. Como si fuera a tirar volas de fuego o algo parecido.

Sí capitán, tranquilo.
Y aunque yo mejor a distancia que a cuerpo a cuerpo, no soy el más indicado para ello. Además, no me gusta dejar sólo a Alcaudon si no es imprescindible.

Mientras decía eso le rascaba la oreja a la pantera, la cual tenía cara de felicidad en esos instantes. Aunque no se sabía si era por la caricia, o por la posibilidad de una pelea inminente.

Pues salgamos ya. Vamos a aprovechar la oscuridad de la noche.

Con la complicidad de la noche, pues afortunadamente Besmara ha querido que hoy haya luna nueva, comenzáis a nadar hacia el Dominator. El agua del mar está bastante fría, pero sin duda el tranquilo romper de las olas os ayuda a camuflar tanto vuestras empapadas figuras como cualquier otro inoportuno sonido. En cubierta contáis unos seis guardias haciendo la ronda.

Feijud se mueve en silencio. Hasta que tropieza con una soga y se da un golpe...

Cuando están próximos al barco, Málickud se retrasa y conjura un globo de silencio sobre Harper, luego se centra en los centinelas más próximos y conjura dos veces un viejo truco de bardo con el que hacái dormir a los niños.  Luego vuelve a nadar camino hacia el barco para intentar alcanzar a sus compañeros, pero siempre en el más absoluto sigilo.
 

Deslizándome por el agua como si de la misma corriente se tratara, me acerco al barco junto al resto de mis compañeros. Cuando nos detenemos y el gnomo comienza a conjurar, asiento imitándole sin dejar de mirar hacia la cubierta del barco.