Partida Rol por web

Llegué a mi casa en un breve espacio de tiempo, tan breve, que incluso estuve a punto de haber llegado antes que el propio Seth (de sobrenombre: me creo hércules o querrás decir “múscules”; ironía todo).

Sonreí de medio lado al ver el punto surrealista e impropio que desprendía la mismísima escena. Me acerqué a paso lento y, cuando estuve cerca, pude hasta sentir la extrañeza en el rostro de la sirvienta –¡Bienvenido!- expresé elevando los brazos mientras me ponía casi a su altura –ya sabes que lo bueno se hace de esperar, pero lo mejor de todo es la imprevisibilidad. Eso sí que funciona, ¿no crees?- comenté a modo de respuesta.

-Venga, ¡puedes pasar! Pero…no te acostumbres –dije adelantándome a él para guiarle -Bueno y, ¿qué te trae a ti dispuesto a venir por aquí?- pregunté llevándole hacia el salón, mientras la extranjera con papeles irregulares a la cual teníamos allí contratada cerraba la puerta para que lográramos estar solos –porque en verdad tenía varias ideas; pero confío en que vas a ser original.

Sin mirarle en esta última frase, me dirigí a la esquina de la habitación, dónde se podía encontrar un mini bar -¿quieres algo? ¿mata ratas con hielo, al menos?- comenté sin apartar la media sonrisa cogiendo dos vasos.

- Lo bueno se hace esperar, sí. Por eso no me he marchado, no lo dudes. - vamos, sigamos con el juego. La asistenta debe de flipar que seamos tan halagadores centre nosotros cuando no es una situación que lo exija, pero bueno, me importa poco lo que piense la chacha. Que bueno, al final es el servicio y aunque yo tenga cariño al mío, tampoco voy a tenerlo con todos.

Es buena señal, parece que como yo simulaba que nos llevamos bien, eso es que al menos se va a molestar en escuchar que tengo que decir. La sigo para no crear un momento incómodo de donde coño ir y mientras me deleito un poco la vista. Pese a que es una idiota integral, creída y mal criada, al menos para mí, no se puede negar su atractivo físico.

- Así que no debo acostumbrarme ah, yo pensaba venir a menudo a partir de este momento. - lanzo una mirada seductora, ¿funcionaría? bueno, espero que al menos para mi propósito, seguro que si la llenas de ego, puedes abarcar muchas más cosas de ella. - Espero no defraudarte en cuanto a lo original, no pensaba que fueses a responderme al móvil, la verdad. Y menos con esa prisa... ¿quieres probar lo que dicen de mí? - mi tono chulesco sale a la luz, aunque en realidad no le doy la importancia necesaria al tema. - ¿No están tus padres? No quiero que nos interrumpan, puede llevarnos toda la noche.

El doble sentido es uno de mis juegos, sabido por todas y la verdad es que siempre daba frutos, podía conseguir de muchas todo lo que quisiese, si no el dinero las atrae como ninguna otra cosa. Con Madison eso segundo no iba a funcionar, debía tirar de carisma.

- Ponte tú algo, tomaré lo mismo. - digo mientras tomo asiento tras pedir permiso con la mirada, tomándomelo un poco por mi cuenta. - Tengo varios asuntos que comentarte. - me pongo algo más serio pero sin perder mi sonrisa. - Empiezo por el que te puede molestar y así si acabamos de buen modo lo podemos aprovechar ¿sí? - le guiño un ojo. - ¿Por qué coño te follas al padre de Eleanor? No pienso decírselo a nadie, me la suda lo que piense la gente, pero lo sé, no intentes ocultarlo ¿vale? En condiciones normales me importaría una mierda pero si algo afecta a Ele me jode, me jode de verdad. - la miro a los ojos, puede ver que no estoy enfadado, solo quiero respuestas. Incluso puede ver que la miro con cierta confianza y no de forma acusadora. - Si somos sinceros con esto, podemos seguir con lo demás.

Qué tétrico y espeluznante momento. ¿Qué intentaba con aquellos gestos y frases? Porque en los años que conocía a Seth Gregory Summers, nuestra rivalidad había sido legendaria. Éramos dos contrincantes que demostrábamos nuestro poder como titanes, pero claro, de diferente manera. Su derroche no iba por los mismos caminos que el mío.

¿Tenía que sentir “miedo” o cierto halago por su inesperada actitud? Por el momento decidí que ninguna de las dos.

-Mis padres estarán de viaje unos días, para no variar- contesté mientras me decidía a rellenar los caros cristales con una de entre las tantas botellas en las que el grado de alcohol te podían hasta tirar al suelo semi inconsciente - ¿A “Ele”? ¿acaso es tu nueva conquista?- pregunté con cierta risa mientras me acercaba con los dos vasos rellenos de Henri IV Dudognon Heritage Cognac Grande Champagne; apodado como el “ADN de todo el Coñac”.

-Tus amistades parecen no ser muy inteligentes, ni fiables- comenté –deberías dejarte ya de tonterías con las frankestein, Seth, no te van a traer nada bueno- me puse enfrente suya ofreciéndole que lo cogiera.

-Pero bueno, puedo decirte que no tengo que esconder nada, ni que contar nada…aun así resolveré tus dudas: no, no tengo esa “relación” con su padre. Las veces que he quedado con él ha sido por un motivo profesional, no personal.

Me senté en el sillón de piel en color blanco roto –y te advierto que mi sinceridad merece algo más que reforzar una amistad insulsa con esa corta venas. Porque, eso también te lo ha contado, ¿no?- dije llevándome la bebida hacia el rostro.

Bueno, sin padres y solo la asistenta la noche promete. Podremos tratar todo lo necesario sin interrupciones, como me gusta hacer las cosas. Pierdo un poco la mirada por el salón, viendo que hay en él y miro la puerta por la que hemos entrado, ahora cerrada. Dirijo de nuevo la mirada a Madison con una agradable sonrisa.

- Imagino que tus padres serán como los míos, paran poco por casa. Aunque yo hace un tiempo me mudé a un ático en la zona centro del pueblo, podría invitarte algún día. Si superamos esta noche claro. - miro a sus ojos con mi alegría natural. - Es que tía que esté en esta casa es fuerte ¿no? Nunca hemos tratado más que para insultarnos y joder, es una pena ¿no? - hago un gesto con la mano como buscando su asentimiento. - Que nuestros padres tengan una disputa por dinero o que se yo, no debe ser impedimento para el menos llevarnos bien Madison. - intento que mi tono sea relajado pero como siempre divertido. Tomo la copa y pego mis labios a ellos, el olor me echa algo para atrás y hago una mueca, dejando el vaso de nuevo en la encimera. - ¿Esto es fuerte, ah? 

Cuando menciona a Ele mi gesto se tuerce un poco pero pronto recupero la compostura. No era el momento de peleas por ella, al menos no más de las que iba a haber por el tema de su padre.

- Sabe todo el instituto que Eleanor y yo somos amigos desde que somos pequeños, para tener tantas cotorras rodeando tu bonito culo no te enteras de mucho, Madison. - la sonrisa no se va de mis labios. - Confiaría más en Ele que en cualquiera de tu séquito cariño. - levanto el baso y mojo mis labios con él. - No está nada mal esto.

Escucho lo que tiene que decir sobre el padre de las hermanas Cole y no quito ojo a sus movimientos mientras lo hace, quiero saber la verdad sobre todo esto.

- Supongamos que te creo, que no te lo tiras aunque mi amiga dice tener pruebas. ¿Qué coño de negocio va a hacer un patán como ese con alguien como tú, Madison? - me levanto y me pongo bien cerca de ella en el sofá. - Sabes que no soy estúpido, ¿mancharte las manos con alguien de su nivel? Algo no me cuadra, pensaba que yo era más el tipo de tíos que te gustaban, señorita Montgomery. - miro sus ojos. - ¿Me equivoco?

Contengo mi ira al mencionar las heridas de Eleonor, por ahora tendré que dejar que eso pase como algo más natural. No puedo cagarla por ahora.

- ¿Qué precio tiene tu sinceridad que pueda hacer que olvide lo que acabas de decir sobre mi amiga, Madison?

Mi móvil suena y lo saco del bolsillo, reviso el mensaje y mi cara cambia por completo. Al principio duda, luego incredulidad y luego preocupación. Hago un gesto levantando el dedo para que Madison espere un segundo y marco el número de la policía.

Efectivamente la llamada es contestada. - Emergencias ¿qué ocurre?

Recibo respuesta.

- Creo que el asesino de la señorita Green está en casa de mi amiga Emily, me ha enviado un sms pidiendo ayuda, enviad a alguien. Soy Seth Gremory Summers - digo esperando que si me identifico y además ser el hijo de mi padre me tomen más en serio. - Y esto no es una puta broma - digo ya más alterado. - Corred a la dirección (inserte aquí casa de Emily)

Miro a Madison verdaderamente asustado. No me creía dle todo el tema de que un loco vaya matando, pero entre esta mañana y los mensajes que ha recibido Emily y esta llamada no puedo evitar preocuparme de verdad.

- Madison, dime que tenéis algún arma o algo por aquí. - digo totalmente serio. 

¿Emily Baker? Hemos enviado una patrulla allí hace poco, ya que sonó la alarma antirobos. No deberían tardar nada, de hecho deberían estar allí ya. - comentó la mujer de emergencias. - No se preocupe, la situación debería estar bajo control. - intentaba decir la chica en un tono tranquilizador.

Me levanto y me disculpo de nuevo con la mirada ante Madison.

- ¿Están seguros? Me acaba de llegar el maldito sms... Joder... - reviso en mis bolsillos como siempre y veo que tengo las llaves, con el momento siempre pienso que pierdo las cosas. - Madison, seguiremos esto. 

No espero respuesta de la rubia y salgo del salón y si está abierto de la casa, camino a casa de Emily.

Era simple, extremadamente sencillo como chico, así que traté de esforzarme en demostrarme algo “empática” ante su invitación.

Todavía no se daba cuenta de las cosas. Y me resultaba divertido, (casi tanto como cuando pagaba a los dependientes en un black Friday para poder pasar antes que el resto y así, dejar que los desesperados clientes me miraran desde los escaparates llevándome los productos más populares; eso llenaba, yo lo llamaba felicidad). Pero bueno, el caso era que Seth no parecía llegar al punto de idiota perdido, aunque sí que rondaba la estupidez humana. Podía ser el chico que defendiera causas perdidas, el que luchaba por una mentira que había creído real. Así que comencé a considerar como imposible el hecho de que supiera algo del patético asesino traumatizado.

-Por este tipo de discrepancias no hemos sido antes amigos- concluí probando ligeramente aquel destroza gargantas llamado coñac –piensas que yo no sé las cosas, pero es al revés- dejé el vaso encima de la mesa para ponerme enfrente suya- Fíjate, sigues dudando y creyendo la teoría de que he sido capaz de interesarme en ese viejo nazi.–dije mirando a sus ojos sin importarme y mucho menos intimidarme su osada cercanía.

-Las cosas son mucho más sencillas. Lo que ocurre es que no sabes nada por completo –sonreí de medio lado –no has considerado la idea opuesta. No es él, el que hace negocios, soy yo- aclaré cuando de repente la escena cambió.

Un mensaje parecía haberlo alterado y sólo me dió tiempo de poner en mi cara un gesto de duda. ¿Emily? ¿La policía? ¿La gente se aburría? ¿A qué tipo de chalados pensaba llevar a mi casa de campo?

Sin haberle podido decir nada más a Seth, se fué. Yo me levanté y cogí el móvil. Debía enterarme de lo que estaba pasando.

Ante la respuesta, consideré que habría bastante movimiento por la casa de Emily y, sobre todo, una posibilidad bastante grande de conocer qué es lo que pasaba, si allí estaba Mark disfrazado, si la chica quería atención por ser así de sosa, si la policía finalmente había decidido encerrar a todos los raritos del instituto...es decir, información de primera mano. Algo que una verdadera reina de las animadoras tenía que conseguir sí o sí. 

Por lo que avisé a Sophie y salí de mi casa en dirección al lugar en el que habitaban Emily y compañía.

Al llegar Madison allí, se soprendió de lo silencioso que estaba todo, aunque pudo ver un coche patrulla allí, seguramente porque ya habían entrado dentro los policías a analizar la escena. Al subir las escaleras y llegar a la habitación, la escena era mucho más grotesca que lo descrito por su padre. Había sangre y tripas por todo alrededor del cuerpo y tal y como había dicho, la palabra "Traidora" escrita con la sangre de la madre.

Gracias a Nathan llegué bastante rápido a casa. Según pasaban los minutos, me lo conseguía creer a veces más y, en otras ocasiones, menos.

El silencio de la entrada parecía tranquilizador. Casi tanto como cuando sabes que no estás ingiriendo productos con aceite de palma. Sin embargo, tras dejar el paquete en un cajón del mueble que había en la entrada y, una vez encaminada, me apresuré en subir por las escaleras. Momento en el cual me empecé a concienciar de la escena.

Aunque la realidad superó mi imaginación.

El impacto fue gigantesco. Apenas me paré a la entrada del dormitorio. Aquella mujer, mi madre, no había sido un ejemplo, de hecho, ni si quiera había tenido un verdadero (y expresado) afecto por mí. Pero a fin de cuentas, me unían lazos bastante profundos. Y los recuerdos…malditos recuerdos.

Mi cabeza giraba y sólo pude hincarme de rodillas en el enmoquetado suelo.

Quizás aquel momento me desbarató o, lo mismo el nerviosismo me deshizo. Lo que sé es que grité de nuevo.

El joven siguió en silencio a Madison, alegando ante los policías que no iba a dejarla sola. Allí cerca a la puerta, pero sin querer ver el interior de la habitación, vio a Madison derrumbarse. De rodillas en el suelo la joven gritaba.

Nathan se arrodilló junto a ella y la abrazo. No dijo nada solo quería trasmitirle que podía contar con él, que la ayudaría a pasar por eso, sabia lo que era perder a un ser querido. En aquel momento rota de dolor le pareció ver por primera vez a la verdadera Madison.

Aparto la visión de la joven de la escena y la trajo para si para que se desahogara en su hombro, pero también para que dejara de mirar la escena.

No podía moverme, al menos hasta que de repente sentí el abrazo de Nathan.

Lo mismo el apartar la mirada de la escena me llegó a hacer reaccionar o, quizás fue el notar que había alguien más dispuesto a ayudar. No lo puedo expresar, porque aún ni me lo he llegado a plantear.

Pero el resumen fue que lloré.

Apreté su camisa con fuerza, con una rabia que me hacía temblar.

Quería ir a buscar a mi padre, tocar a mi madre, tumbarme junto a su sangre; levantarme para decirles a la policía que me dijeran todo lo que sabían o, incluso, que me explicaran porqué había aparecido mi móvil en la habitación de al lado, tras habérmelo requisado.

Demasiadas cosas había por hacer. Y sin embargo, en aquellos primeros minutos, no llevé a cabo ninguna. La flojedad, la respiración acelerada, las lágrimas... No pude hacer más que esconder la cara en el pecho del capitán de baloncesto. Resguardarme era la opción que evitaría que nadie creyese que me había visto caer.

Tras pasar de aquella manera unos escasos minutos que para mí fueron lo más equivalente a horas enteras, decidí actuar.

Me reincorporé poniéndome de pie, dejando visibles las marcas que el maquillaje negro de los ojos me había dejado y, fui hacia un policía -¿quién dejó el móvil dentro de mi propiedad? Mi madre os prohibió la entrada. ¿A quién se lo disteis?- cada palabra denotaba rabia y seriedad –lo teníais vosotros; sin embargo, apareció dentro.

Les miré esperando una explicación, pese a que, realmente, daba igual lo que contestaran, pues los culpé de todo. Ya que no sólo le habían tenido que dar el móvil a alguien, si no que no iban a hacer nada para encontrar al asesino de mi madre.

Los policías se miraban confundidos entre ellos. - Nadie ha entrado en su casa, señorita Montgomery. Y por supuesto que no le devolveríamos el móvil una vez requisado. - llamaron por walkie al policía que se suponía que tendría el móvil... Pero no hubo respuesta. - Qué extraño...