Partida Rol por web

Jack llegó nuevamente al edificio de los Bloomer, donde el portero esperaba algo ansioso, revisando de lado a lado, la llegada de algún indeseado. Después del mensaje de Ghostface de salir a las calles, el miedo de que asaltaran el edificio era bastante notable.

Era evidente que Jack Anderson no tenía ningún tipo de interés en acceder al edificio de la manera que había hecho con anterioridad, a fin de cuentas, habían quedado para "una acción especial", por lo que tenía que ser él el que subiera hasta allá arriba, por lo que se acercó hacia el Portero del edificio y habló con el.

-Apartamento de los Bloomer. -Comentó poniendo sus brazos en cruz, no para generar impresión, sino para que el portero lo llevara hasta allá- Y cuidado con el pelo.

El portero se quedó mirando al chico. Pulsó el interfono y esperó unos segundos. - Señora Bloomer... El chico está aquí. - su tono era serio, también parecía levemente asustado. A través del aparato se pudo escuchar.

¡No, no, no! ¡Por Dios no, que no venga aquí!

De forma bastante inocente y ajena a que, por algún motivo, era repudiado por todo y todos, Jack Anderson se mantuvo ahí a la espera de que el Portero lo llevara en brazos hasta la puerta del apartamento de Nichole Bloomer y el resto de su familia, completamente ajeno a lo que la Señora Bloomer pudiera decir al portero.

-¿Y bien?. -Inquirió al portero por la respuesta que le habían dado.

Un silencio apabullante inundó el rellano. - No hay nadie en casa. - mintió descaradamente, esperando que aquél rubiales se fuera por las buenas.

La excusa que dio el Portero no parecía tener el más mínimo efecto en lo que aquel muchacho que lo tenía todo y lo quería todo pudiera pensar, el hecho de que no hubiera nadie no importaba en absoluto, el solo queria ir a un lugar seguro ajeno a la casa de Steve Evans y evidentemente su propia casa.

-No pasa nada, abreme. -Indicó quitándole importancia- Ya me entretendré yo mismo con la tele y la nevera.

Vitto no parecía convencido ante el plan de aquél hombre. - No, no. No le puedo abrir una casa en la que no tiene permiso para entrar, pero... - revisó el exterior, luego revisó otra vez al chico. - ¿Y si le alquilo mi garita? No es muy grande, pero tiene una cama, una tele y una nevera, además del baño. Mucho más pequeño que cualquier piso de aquí, pero les permite a los residentes el lujo de decir que el portero vive en el edificio. - frotó sus manos, parecía que el salario mínimo le había despertado intereses ocultos.

Un lugar donde dormir completamente ajeno a cualquier otro lugar en donde este había estado o donde la gente pudiera imaginarse que este estaría era perfecto, además podría echar un vistazo a su novia si la oportunidad golpeaba a su puerta, literalmente.

-Lo que haya dentro de la nevera es mio. -Comentó lanzándole un fajo de billetes en la cara para posteriormente meterse en la garita del hombre- ¡Mio!.

Sin pensarlo demasiado, Jack Anderson buscó un teléfono en aquella habitación, a fin de cuentas, tenía que haber un teléfono para el portero, por lo que no creía que fuera demasiado complicado lograrlo y así poder llamar a la policía para lanzar una pequeña denuncia falsa.

-¿Hola?. -Dijo con tono de voz preocupado- Estoy en el parque de caravanas y hay una persona sospechosa merodeando y... ¿Tiene un cuchillo?. ¡Oh, dios Santo!. ¡Por favor vengan!. ¡El culpable es NEGRO!. Y yo soy una persona blanca... ¡Ayuda!. ¡Intenta entrar!.

Y tras esto, cuelga y arranca el cable.

La jornada de Vitto había llegado a su fin, por lo que finalmente se dirigió a su pequeña casita, donde Jack estaba haciendo trastadas. Vio al joven al lado del viejo teléfono del viejo conserje. - ¡Oh! ¿Sabes usarlo? ¡Me sorprende! Los jóvenes de hoy en día solo saben usar cosas sin cables, de hecho hasta los cargadores son güireles. - se notaba que aquél hombre no sabía casi nada de tecnología.

¿Cuál es el auténtico motivo de tu visita chico? - preguntó confuso. - Ya es la segunda vez que vienes y la segunda vez que te rechazan la entrada. - se sentó cómodamente en el sofá y resopló. - ¿Es por la pequeña pelirroja? Es una chica muy guapa, pero no sé si está a tu alcance chavalín. - rio de forma sonora.

Que aquel pobre viniera a hablarle era algo que a Jack Anderson no le gustaba para nada, pero aún así este hizo un amago de tripas corazón y se mantuvo tranquilo al respecto, escuchando como, en efecto, este comentaba sobre la relación que mantenía con la primogénita Bloomer.

-¡Si es mi novia!. ¡Tengo pruebas!. ¡Espera un momento que te puedo enseñar una prueba "irrefunfuñable" de esas! -Tras esto, el joven mostró una imágen del teléfono de aquella vez que fueron al parque- ¡Mira que pelazo tiene!. ¡Pero no es tan bueno como el mío!. 

¡Vaya! Que curioso. - asintió, sin creerse demasiado que las fotos fueran reales. - Pues hay unos chicos por aquí que dicen conocerla también, de hecho me han dado unos pavos para quedarse aquí, como tú, pero cuando les he dicho que no estaba ella, han decidido venir directamente aquí.

Se giró hacia atrás y dio un pequeño grito. - ¡Chicos, pasad! - y en menos de lo que canta un gallo, aquella casa se llenó con tres personas vestidas como Ghostface, que le pusieron una bolsa en la cabeza a Jack, para proceder a llevárselo. La bolsa era de plástico, por lo que, aunque borroso, pudo ver que Vitto se asustó ante lo que estaba pasando, pero tras recibir un fajo de billetes adicional, se tranquilizó. El pelo de Jack iba a pasar una mala noche.

Derrotados por la ausencia de pistas, debido también a lo tardío de la visita del apartamento de Kristian Larson, llegaron finalmente al apartamento de Nichole. Esta le dedicó una mirada fulminante al portero, si todo lo que había dicho Jack era cierto sobre él (aunque la veracidad de las palabras del rubio había que revisarla con pinzas), había dado cobijo y un arma al fallecido, algo que, evidentemente, no era del agrado de la principal afectada.

Como fuere, al llegar a la casa, Rosita les atendió, no sin antes mirar por encima del hombro a Scott, algo apresurada. - Señora ¿dónde anduvo? Su madre la necesita, desde que no está aquí está como ida, su padre no le hace mucho caso porque anda en no se qué de la tele y su tío tampoco parece dar señales de vida. - parecía que descansar en aquél momento no era la mejor opción.

Les guio hasta la habitación de matrimonio, donde Nichole pudo observar un montón de juguetes para perro esparcidos por el suelo, mordidos y baboseados, una cama para perros pequeña pero muy lujosa, más digna que la mayoría de cunas de bebés humanos y finalmente a su madre, mirando a través de la ventana mientras acariciaba un pequeño Yorkshire.

Durante el trayecto en taxi, Nichole apoyó la cabeza en el hombro de Scott y cerró los ojos. Estaba exhausta, pero en cuanto empezó a sumergirse en un intranquilo sueño, las pesadillas empezaron a acecharla. Se encontraba corriendo, en una calle completamente desierta. Al fondo podía ver a Scott, pero por mucho que corriera, no conseguía llegar hasta él. De repente vio la figura de Ghostface que se abalanzaba sobre él, ella intentó gritar, pero su voz murió antes de rozar sus labios.

Abrió los ojos con un estremecimiento y se dio cuenta que el taxi acababa de detenerse. Miró a Scott y una sonrisa trémula asomó a sus labios. Estaba bien, sólo había sido un sueño...

Entraron en el edificio de lujo y se dirigieron al piso donde vivían los Bloomer. Éste era enorme y disponía de unas vistas privilegiadas sobre Central Park. 

Antes de abrir la puerta, Nichole entrelazó su mirada con la de Scott y una suave sonrisa asomó a sus labios. Era la primera vez que lo llevaba a su casa y no podía evitar preguntarse qué pensaría de todo ese lujo. ¿Qué pensaría de ella después de comprobar cómo vivía? 

— Todavía es temprano, seguro que están durmiendo. No hagamos mucho ruido... — Le dijo y sacó la llave para abrir la puerta. Pero no podía estar más equivocada, Rosita parecía estar esperándola y sus palabras la alertaron. Su rostro palideció y sus labios temblaron al escuchar que su madre parecía no estar bien. Volvió a mirar a Scott, alarmada y empezó a caminar hacia el dormitorio de sus padres. En cuanto abrió la puerta y vio los juguetes de perro, sus cejas se arquearon y su mirada se dirigió hacia la mujer que miraba por la ventana. 

— ¿Mami...? — La llamó con la voz rasgada por el temor que sentía y se acercó hasta ella. — Mami, ya estoy en casa... — Mientras caminaba hacia ella, su mirada recorrió el dormitorio, deteniéndose un instante en la cama para perros, para volver a dirigirse hacia la mujer. 

Shelly se giró lentamente, cual villano de película, mientras seguía acariciando al mimado animal. - Anda, pero si es mi hija y... ¿Un pordiosero? ¿Por qué has metido a un sin techo en casa querida? ¿A eso te has estado dedicando entre los intentos de asesinato que habían contra tu persona en vez de estar en casa conmigo? Muy bonito y tal, pero parece sucio, sácalo de aquí, no quiero que le pase algo a mi pobre pobre pobre Nicky. - mientras decía eso, alzó al perro, que tenía una coleta rosa encima de su cabeza.

¿Vas a quedarte mucho? Es la hora del baño de Nicky, imagino que en nada te irás a hacer otras cosas, hace tiempo que no duermes aquí ¡de hecho, estaba pensando en reformar tu habitación y hacerlo un cuarto de juegos para la chiquitina! - al escuchar la palabra "chiquitina" aquella perrita llamada Nicky empezó a menear la cola de lado a lado. - ¿A que sí? ¿A que sí? ¿Quién es la niña de mami? Tuuuu. - se la notaba bastante afectada mentalmente, parecía que la única forma que había tenido de combatir que su hija nunca le hiciera caso y verla al borde de la muerte constantemente fue... Sustituyéndola por un perro al que llamó casi igual.

En cuanto su madre se volvió y la miró a los ojos, Nichole se dio cuenta de que algo no andaba bien. Siempre había sido demasiado sobreprotectora y habían chocado mucho. Si fuera por ella, Nichole seguiría debajo de su ala y llevaría las coletitas que le solía hacer cuando era una niña. Seguiría teniendo un profesor particular, como lo tuvo durante el curso en el que la operaron, para que no perdiera aquel año escolar.

 Aquella fue la etapa más feliz en la vida de Shelly Bloomer. Su hija estuvo meses prostrada en una cama y ella pudo centrarse completamente en su cuidado. Fue tan absorbente que en cuanto se recuperó, Nichole empezó a mostrarse más distante con su madre y a evitar sus muestras de cariño. Necesitaba respirar y su madre le arrebataba todo el oxígeno, creando a su alrededor una celda de algodones. 

Y ahora se encontraba acariciando a una perra que la había llamado como ella, mientras la miraba como si no le importara lo que le ocurriera.

Sus insultos hacia Scott la pillaron por sorpresa. Su mami nunca habría dicho algo así, y menos de alguien que la acompañara. Nichole había esperado que la abrazara, recriminándole que no hubiera pasado por casa. Había esperado llantos y gritos de reproche, pero lo que nunca se hubiera imaginado era que le hablara de aquella manera, insultara a su novio y que la hubiera sustituido por un perro... 

Apretó los labios y miró a Scott, algo turbada. Le había dicho que allí estarían seguros y que podrían descansar tranquilamente, pero en lugar de eso, tenía que aguantar como su madre le insultaba y...

— Mamá... — Dijo, volviendo a mirarla nuevamente. Ahora que por fin se había liberado de las cadenas que la retenían y había mostrado ante todo el mundo lo que sentía por Scott, no iba a esconderse más, ni siquiera ante su madre. — Él es Scott y es mi novio. — Le dijo y una pequeña mueca se formó en sus labios. — Me hubiera gustado presentártelo en otras circunstancias pero no he podido... — De repente sintió como toda la tensión que llevaba acumulada en las últimas horas empezaba a zarandearla por dentro y sus ojos se inundaron de lágrimas. Quería decirle que no se preocupara, que todo estaba bien y ella ya no corría peligro, pero las palabras se quedaron trabadas en su garganta.

Ahogó un sollozo y carraspeó, intentando recuperar de nuevo su entereza. Pestañeó, evitando que las lágrimas llegaran a desbordarse y caminó hacia atrás, acercándose de nuevo a Scott y cogiéndole de la mano. 

Menuda choza.

Lo pensé, no lo dije. Porque si llego a decirlo podría ser como el punto contrario a Jack y eso no diría nada bueno de mí. Me sentí ciertamente algo pequeño, ante tanta riqueza. En un metro cuadrado de aquel sitio, la mierda tenía más valor que toda mi casa. E, inconscientemente, al entrar en la casa de Nikki, me miré la ropa, las zapatillas adiddas (que posiblemente fuera lo más caro en mi persona) y me olí el sobaco. Quería dar buena impresión. Al menos, limpio.

Estoy de puta madre.

Observé como la mucama me miraba por encima del hombro, pero claro, su piel era como un tono más claro que el mío, y eso le daba poder sobre mí. Una pena, porque seguro que usaba el mismo abono-transporte que yo, para venir a trabajar desde chusmalandia. 

Pringá.

Pero lo malo, cuando entré y la madre de Nichole se presentó a sí misma como un cruce entre Malefica y San Francisco De Asis (por eso del amor a los animales) Solo le faltaba ser como Soraya Montenegro y soltarme algo como... Maldita Lisiadaaaa... o algo así.

- Em... Señora.- Quise presentarme, aunque la cosa estaba que ardía.- Ey, aquí...em... holaaa... Scott Lessard, señora- Dije con suma educación, pero estaba demasiado ocupada con el perro patada ese.

- Tranquila, Nichole. - Susurré a mi chica notando sus nervios. Estaba acostumbrado a estos tratos.- Si quieres te espero fuera... no sé, lo mismo, la mexicana me deja hacerme un Colacao o algo así mientras...

¿Tu novio? - suspiró, con gran pena. - ¿Por qué? ¿Qué he hecho mal Nichole? Con lo buen chaval y lo formal que era Steve, con lo segura que era su casa... - miró hacia el suelo. - Y ahora está muerto porque su padre es un inconsciente que solo supo ganarse enemigos.

Devolvió la mirada a Nichole y a Scott. - ¿Es por él que te están secuestrando y estás al borde de la muerte? ¿Qué tiene él que no tengas aquí? Es más, no me importa de donde venga, siempre y cuando se comporte mejor que Jack, aunque ya he visto por la tele que está algo trastornado... - negó con la cabeza. - Pero da igual, podemos conseguirle todas las pastillas que necesite, todos los médicos que puedan ayudarle, lo que sea, hasta que te canses de él. - sentenció, viendo la carrera de novios que había tenido Nichole en los últimos años.

Pero quedaos aquí, deja de tenerme de los nervios. - cogió al perro entre las manos y lo levantó. - Adoro a esta criaturita, la quiero cuidar toda mi vida, pero no es mi hija. - lo volvió a bajar, para dejarlo en su regazo. - Déjame cuidarte, como cuido a este pequeño ser. Déjame mantenerte a salvo y feliz, aquí tendréis todos los caprichos que queráis.

— No, quédate, porfi... — Nichole le devolvió la mirada a Scott, suplicante y volvió a mirar hacia su madre, contrariada. ¿Por qué siempre tenía que ser ella el centro del universo? ¿Qué tenía que ver su vida sentimental con ella? ¿Por qué tenía que echarle en cara que hubiera dejado a Steve? Sintió un pequeño vahído al escucharla decir que él ahora estaba muerto y apretó ligeramente la mano de Scott.

— No, él no tiene la culpa de nada, mamá... Ghostface es una amenaza para todos... — Sus mejillas se sonrojaron violentamente al escucharla decir todas aquellas sandeces y sus labios se apretaron en una fina línea. Volvió a mirar a Scott, avergonzada por las palabras de su madre. Ella no sabía nada de todo lo que había ocurrido, desconocía los motivos por los que había dejado a Steve y por los que más tarde había empezado a verse con Jack. Para ella, su hija debía ser una caprichosa que ahora se le había antojado cambiar nuevamente de novio y no podía decirle nada porque aquella era la imagen que había estado ofreciendo durante esos últimos meses. Sabía que no podía contarle la verdad, como Shelly Bloomer se enterara del verdadero motivo por el que había estado con Jack, seguro que le daba un nuevo ataque. 

Tragó saliva y sus labios formaron una pequeña mueca. No podía decirle que ese chucho, con un poco de suerte, le duraría entre doce y catorce años. Si se sentía feliz cuidando a ese animal, que lo fuera, quizás así se relajaría un poco con ella... Aunque fue pensarlo y enseguida Shelly le pidió que dejara que la cuidara, al igual que hacía con el perro. Miró de reojo a Scott, estaba tensa y su rostro había palidecido. Volvió a mirar a su madre y un suave suspiro salió de sus labios.

— Mami, tengo 19 años y no puedes tenerme todo el día encerrada en casa. Te quiero y sé que te preocupas por mi... — «Aunque después de nuestro secuestro ninguno me habéis llamado...» Aquello lo tenía clavado como una espinita en el corazón. Su papi siempre había estado absorbido por el trabajo y, cuando estaban en familia, parecía estar ausente. Su mami siempre tan absorbente y preocupada por su "niña" pero ni un mensaje ni nada y su tito... Lo que más le dolía era el silencio de su tito Benja, él siempre había estado a su lado y ahora... Pestañeó, arrastrando esos pensamientos que le hacían daño y soltó un suave suspiro. —...Pero no tienes que preocuparte, voy a estar bien... Ya viste que cuando Jack me tiró contra la silla, Ghostface la apagó. Él no quiere matarme... — Le mintió y una sonrisa asomó a sus labios. Aunque Scott, que estaba junto a ella, pudo sentir como la sonrisa temblaba ligeramente. — Estamos muy cansados, mami, vamos a comer algo y a descansar un poco... Te quiero... — Tras esas palabras se dio la vuelta para que su madre no viera las lágrimas, que derrotadas, asomaban por sus pupilas y tiró de la mano de Scott para salir del dormitorio de sus padres.