Partida Rol por web

Poco a poco recuperáis vuestra preciada visión. Seguís de una pieza y, evidentemente, ya no pisáis el suelo del Palacio Real de Valencia, aunque viendo el panorama, puede que lo prefirierais, ya que habéis aparecido en un páramo totalmente desierto, sin ninguna forma de vida que anide o arraigue en él, bajo un cielo del color del atardecer y azotados por un viento frío. Lo único que rompe con la armonía es una bruma de color turquesa que podéis ver a lo lejos. 

No tardáis en notar que en este extraño cielo no hay nubes, ni sol ni luna. Estéis donde estéis, este sitio no es de éste mundo. 

Teodoro se da prisa en intentar pensar donde demonios pueden haber ido a parar pero no alcanza a entender muy bien que domonios estaba pasando ahce dos segundo como para alcanzar a compreder donde se encuentra por lo que intenta dirigirse a sus compañeros preguntando lo más evidente:

- Señores, ¿alguno de ustedes sabe donde nos encontramos?

 Alarico se pellizca para comprobar que no está en un mal sueño. Luego comprueba su zurrón y mira si todo está en su sitio (las dos reliquias). EL brillo ha parado, pero ya no sabe donde está. Acaso aquel brillo los había engullido, como en aquellos cuentos de miedo que le contaba su abuela de pequeño?.

"Mierda", pensaba Alarico, toda una vida dedicada la farranda, y aún así no le sabía a nada. Se encontraba en un páramo desierto, castañeando por el frío, y ninguno de sus métodos preferidos para evitarlo, putas y vino, a mano. "una vida dedicada a putas y vino...", este último pensamiento zumbó en la cabeza de Alarico, acaso toda su vida la había llevada a su situación actual...un desierto, pasando frío (Alarico detestaba el frío) y sin nada de lo que le gustase a mano, peor aún sin nada de lo necesario para poder sobrevivir...  sería eso el Infierno? Desde luego distaba mucho de la visión que tenía Alarico de él, pero tampoco sería un sitio agradable para pasar la eternidad... Bah, no iba a lamentarse ahora, lo hecho, hecho está.

Alarico estaba embobado en si mismo, cuando la voz de Teodoro lo sacó de su ensimismamiento:

- No tengo ni idea, pero no me gusta... Como estáis todos?- dice al tiempo que pasa revista con la mirada.

Ramón parpadea y se frota los ojos, nada de lo que ve le es familiar, nisiquiera se parece a desiertos donde haya estado, no hay absolutamente nada.... solo... solo esa bruma...

- Bueno, yo he estado mejor, pero de momento creo que sigo vivo y con eso sobra... y no, no sé donde estamos... pero si lo único que hay es... esa bruma... opino que debemos ir hacia ella... o esperar a que todo se solucione igual que hemos llegado aquí...

Roderic no hace más que dar vueltas y vueltas sobre sí, buscando algo que le resulte familiar, algo que le muestre que aquello es real y no está viviendo la mayor de sus pesadillas. La angustia ha hecho que todo su cuerpo se encuentre empapado en sudor, y ahora el frío parece más penetrante. 

- Esto no es nada bo... aquí estem a la vista de cualquiera. Estàs segur que aquello es tan solo una boira Ramó?

 Ramón trata de parecer calmado ante sus compañeros y se dirige a ellos

- No estoy seguro de si es una bruma o si es la misma muerte que nos espera... pero es lo único que se ve, y creo que no deberíamos permanecer aquí por más tiempo del necesario, pues se nos ve desde cualquier lugar...

Ramón coloca una mano sobre sus ojos a modo de visera para protegerse de la luz y trata de mirar en la distancia, buscando cualquier sombra, reflejo o señal de vida...

Ante el desolador panorama, casi os veis obligados a caminar dirección a la bruma. A medida que acortáis distancia os dais cuenta de que es en realidad un bosque de árboles enormes y que sin duda son centenarios e incluso puede que nunca hayan conocido leñador… 

Al llegar al linde del bosque dejáis atrás el viento frío. Aquí el aire es cálido y entre la maleza crecen algunas flores silvestres, pero no hay rastros de animales ni de senderos. Sin un lugar mejor al que ir, pues por lo menos aquí estáis más refugiados que en la infinita llanura, os abrís paso por una maleza enmarañada hasta asomaros a un enorme claro en el bosque. En el centro del cual se alzan dos enormes árboles secos —los primeros árboles muertos que veis en todo el lugar— y alrededor de estos cerca de una docena de hombres y mujeres, vestidos de las formas más variopintas: algunos con pieles de animales, otros con sedas, alguno con armaduras anticuadas y oxidadas… pero todos tienen algo en común: una mirada vacía y una expresión de absoluto desencanto acompañada de movimientos lentos y apáticos. 

Algo más allá, en el linde del claro de enfrente se alza una tosca cabaña de troncos. Sentada en el umbral se encuentra una mujer joven, casi niña, muy hermosa.

 Alarico se queda perplejo ante semejante imagen. Sabedor de que no debía ser muy buen lugar para ellos, pero consciente de que no sabían donde estaban y de que necesitaban información, se atrevió a decir.

- Disculpad mi interrupción buenas gentes, pero alguien podría decirme en donde nos encontramos exactamente... mis amigos y yo...nos hemos perdido.

Las palabras de Alarico son completamente ignoradas por las gentes que rodean los enormes troncos secos. La única persona que parece prestaros atención es la mujer de la cabaña, que os hace un claro gesto de saludo.

El cáliz ha perdido todo su brillo, incluso el propio del metal, y una capa de óxido empieza a cubrirlo.

Vaya mierda! - dice entre dientes Alarico- mirad - dice al tiempo que saca el cáliz del zurrón, en un tono lo suficientemente bajo para que sus compañeros lo oigan, y nadie mas- una de dos, o estamos en un lugar que oxida reliquias sagradas, o nos han dado una falsa.

Alarico se da cuenta del gesto de la muchacha, parece muy dulce y amable, pero a estas alturas, viendo lo que ha visto...no se fía de nadie. Su intención es cruzar el bosque hasta la pequeña cabaña, pero antes de mezclarse con aquellas gentes que parecían vacías de toda emoción o sentimiento, quería asegurarse. Alarico se fijó en todos y cada uno de los "zombies" por si las moscas. Antes de decidirse a avanzar o no, volvió a preguntar a la muchaca.

- ¿Por qué están así estos hombres y mujeres..., quienes son?

Sin decir palabra, la hermosa mujer os invita a acercaros con un simple gesto.

 Ramón, que tiene razones más que de sobra para desconfiar, empuña sus armas y empieza a acercarse lentamente, sin perder de vista a ninguno de los "danzarines" y con cierto ojo de donde pisa, por si hubieran trampas...

- Ya hemos llegado hasta aquí, y no voy a quedarme esperando a que los hechos pasen solos... vayamos con cuidado...

 Camináis con prudencia hasta llegar a la cabaña de troncos. Ninguna de las gentes que se pasean sin ánimo a vuestro alrededor hace ningún ademán de miraros ni de impediros el paso. Para ellos no existís.

—Salud viajeros —el pelo castaño recogido deja ver al completo su hermosa cara—. No debéis preocuparos, aquí estáis a salvo de todo mal. Sé el largo camino que habéis recorrido hasta llegar aquí... Ahora descansad un poco, os ofrezco pan recién horneado, miel silvestre, cuencos de cremosa leche… y respuestas a vuestras preguntas.

En efecto, en el interior de la morada, que es tan sencillo como el exterior, hay una mesa  con los asientos justos y el alimento prometido.

 Ramón no entra en la cabaña y pregunta directamente a la mujer

- ¿Qué lugar es este? y ?cómo hemos llegado aquí?, ¿quién eres tú?...

Los ojos negros de la niña reflejan toda a tristeza y la soledad del mundo.

—Vuestras botas pisan el suelo del antiguo jardín del Edén, Don Ramón. El cáliz fue el que os trajo, con la ayuda del Señor, no cabe duda. No todos los que lo tocan llegan hasta aquí, evidentemente. Aunque algunos consiguen llegar, de diversas maneras, pero siempre pagando un precio muy alto —su mirada va a parar por un instante a los desgraciados de afuera—. Sobre quién soy yo… ¿Tan importante es saberlo?

Alarico se sentía cansado...los estragos del viaje, la tensión continua, la desaparición de su señor, el sentirse peones de un papa loco...estaba agotado. Si aquellos frutos estaban envenenados o no ya le daba igual, daría su vida por algo de descanso, así que para bien o para mal, decidió entrar. AL fin y al cabo, no parecía tan malo. Entró y procuró sentarse en la silla mas cómoda.

- Si me estoy fiando de vos, linda señorita - dice mientras empieza a comer- quiero saberlo todo, quien eres, que hacemos aquí, qué estamos haciendo, quien juega la partida en la que somos peones, como hemos llegado hasta aquí, como salimos, y sobretodo, como recupero mi maldita vida.

Tras comer un poco, Alarico se relaja:

-No pretendo ser grosero ni maleducado, pero tanto misterio y tanto juego con nosotros me ha dejado un poco de aquella manera.

Teodoro con un tono de asombro:

- ¿El jardín del Eden? ¿Por qué nos ha traido aquí? ¿Como podemos salir? Nuestro tiempo es limitado...