Partida Rol por web

Los dos amigos del agricultor se habían mantenido al margen, ligeramente acobardados por el despliegue de fuerza de Megara. Al ver que la pelea se recrudecía y que el oponente de su líder era más bajito, ambos se abalanzaron sobre él pero vieron su impulso detenido por una formidable presa en el pescuezo. Volvieron la cabeza, inquietos.

-¿A dónde vais, grandullones?-rió Megara agarrando a uno por la camisa-¡No se deja desatendida a una dama!

Y lo derrumbó a uno de ellos de un formidable gancho de izquierda.

-¡Dale duro, Barbas Largas!-jaleó al enano-¡Yo me ocupo de estos!

El alcohol propicia peleas sin sentido..
Esa era una de las razones por las cuales yo no bebía, también era una de las razones por las que dejaba que is amigos lo hicieran.

Coces fuertes, embestidas complicadas, auras azules todo sazonado con sillas voladores y mesas volcadas. Mis amigos intentaban luchar sin lastimas de verdad pero nadie me avisó sobre eso y cuando creces rodeado de guepardos, bisontes y elefantes todas las peleas son reales.
Invoqué a los espíritus animales de mi tierra para que me permitieran ser uno de ellos.
Yo soy pequeño, hermanos, denme su tamaño..

Pronto la mesa comenzó a ser arrastrada cuando mi forma fue remplazada por la de un elefante (quizá pequeño para su especie pero inmenso para mi).

Le das una buena patada en el centro de su rostro al tipo, que le deja con una cara de aturdido sentado en el suelo y una sonrisa idiota que muestra un nuevo hueco entre sus dientes. Parece que ahora mismo no recuerda dónde se encuentra.

Desde el centro de la taberna, una de las chicas alegres guita: - ¡Oh, no! ¡Cariño!

En medio de la jauría, Megara toma la iniciativa y estrella su puño contra el estómago del agresivo agricultor que aún no había sido "acariciado". El impacto es tal, que sus pies se levantan del suelo, dejando impresionados a los que se encuentran alrededor.

Mientras, las sillas que vuelan golpean accidentalmente con otra gente, que acaba uniéndose a la batalla campal. El suelo comienza a estar lleno de líquido, y los pies acaban pegándose, más si cabe, a la madera.

De pronto, una masa enorme, con trompa de dos metros, grandes orejas y patas como troncos de árbol aparece de la nada. Todo lo que ocupaba el espacio vacío que ahora ocupa con él ha sido desplazado. Gente lanzada a un lado, mesas y sillas volcadas... Seguro que luego va a ser un lío buscar por el suelo todas las pertenencias de cada uno.

La aparición del elefante paraliza a todo el mundo. La pelea parece poner punto y final. Los primeros en reaccionar son los granjeros, que salen corriendo en dirección a la puerta. Primero Leean, seguido de otro de los chicos y detrás, el segundo de los chicos, con la mano en la boca y mueca de dolorido. Cuando pasa cerca de las chicas, coge a una del brazo, y las otras dos chicas, se cogen también de los brazos, como formando una cadena humana, y desaparecen los seis por la puerta.

Todo el mundo observa en silencio la escena, hasta que alguien dice:

- ¡Eh, mirad a ése!

- Está tieso, maldición - dice el tabernero.

En la barra yace el cuerpo del vagabundo con la cabeza echando sangre. A su lado, una silla voladora rota. Todos sabéis lo que ha pasado. Nogan da un suspiro y llama a su hijo con un silbido, que sale de la cocina. El hijo es igual que su padre: bajito, feo y unos andares de pingüino, pero quizá, con 60 kilos más de peso que su padre. Un rechoncho vástago que sale de la cocina embadurnado en sudor. Entre ambos, sacan el cadáver por la puerta trasera, a un callejón menos concurrido que utilizan para sacar los sacos con basura y vuelven a entrar e intentar poner orden. Los destrozos les han molestado, es evidente, pero saben que durante la limpieza, siempre se encuentran por el suelo dinero y pertenencias valiosas de los clientes que han tomado partido en la pelea.

- Maldita sea, niña- protestó Dunkan dirigiéndose a Megara- mis viejos huesos ya no está para peleas de taberna. Yo sólo quería dormir en un colchón mullido, una buena cerveza y una comida caliente. ¿Hacía falta montar todo este escándalo por unos granjeros con ganas de jugar a ser hombres? Por todos los demonios.

El enano empezó a colocar sillas y a recoger objetos del suelo, colocándolos encima de la barra. Si el posadero y su hijo agradecieron el gesto, desde luego que no lo demostraron pero Dunkan no se molestó por ello. A fin de cuentas habían dejado su taberna hecha unos zorros.

Los restos de bebida y comida del suelo hacían que los maderos se volviesen resbaladizos en algún punto y pegajosos en otro. Desde luego que harían falta unas cuantas horas para volver a dejar aquel sitio decente.

- Kepoope, por el martillo de Ocin, haz el favor de volver a tu forma habitual- rugió el enano- ya hemos molestado bastante a esta pobre gente. Y ayudarme a recoger todo este estropicio. Tendremos suerte si no nos acusan de la muerte de ese pobre diablo.

Había descubierto una forma rápida de acabar con una pelea de cantina. Y aunque estuve tentado a levantar al enano con la trompa y sacudirlo un poco me limité a barritar (antes decía trompatear pero el mago me había enseñado la palabra correcta la primera vez que me vio hacerlo) y mover mis grandes orejas.

Luego recuperé mi forma. Gracias, hermanos..
-Eres un gruñón, Dunkan. Recogí un par de jarras que habían sido aplastadas y las coloqué sobre la barra. -Mira lo que hizo ese Zancasdil, ¡que vergüenza! Realmente creía que la culpa era de él. Después intenté inútilmente mover una mesa. -Tal vez si me convierto en elefante otra vez pue.... Las miradas de mis compañeros me silenciaron.

Megara se rió como una idiota durante un rato mirando al elefante. No era la primera vez que veía al mediano convertirse en un animal pero siempre le sorprendía la diferencia de tamaños. 

Luego dio un traspiés antes de apoyarse contra la barra y empezar a husmear en las escasas jarras sin romper que quedaban.

-Vacía... vacía... vacía... maldición, que poca... consideración para una dama... ¡eh, posadero! ¿Esto te ocurre muy a menudo? ¡Diablos, he visto campamentos goblin más tranquilos!

Los pies le fallaron y se derrumbó finalmente en el suelo contra la barra.

-Creo que he bebido demasiado-dijo con una sonrisa.

-Bueno, menos mal que ese patán se dejó engañar. No me habría gustado tener que quemarle el culo. 

Miro el suelo con desaprobación.

-Chicos, ¿A ninguno os escama lo que le ha pasado al mendigo? Podría haber sido un desafortunado incidente, o podría ser algo mas turbio. Porque no salimos y le pegamos un buen vistazo. Igual tiene algo que nos sorprende.

Ofrecer a un mediano la oportunidad de revisar era como darle cambures a un mono. Antes de que Snorri terminase su frase yo ya estaba en camino.
-¡Claro que me preocupa! Mi fingido interés por en fallecido no engañaba a nadie. Seguro sus bolsillos tienen cosas curiosas..

- ¡Largaos! ¡Largaos de aquí! - Dice Nogan yendo de acá para allá recogiendo trozos de madera que antes era mesas y sillas, y apilándolos a los lados. - ¡Ya habéis hecho suficiente! Y por favor... ¡Callad a esa maldita bestia!

Los más rezagados cogían sus pertenencias e iban dirigiéndose a la salida mientras que Nogan intentaba propinarles una patada en el trasero. Por lo general, no acertaba, puesto que su oronda figura le impedía moverse más allá que de manera torpe. Era incluso cómico. Su hijo, aún más grande que él, lo miraba con una sonrisa mientras recogía la comida del suelo, y entre risa y risa, comía algún trozo. Todo un espectáculo.

Si esto era habitual en la taberna, el carpintero de Cruceolvido debía ser una persona adinerada e importante. Ahora tenía una nueva remesa de mobiliario en la que trabajar.

- Otra vez durmiendo al raso- protestaba Dunkan entre dientes mientras cruzaba la puerta- lo sabía, maldita sea.

La noche había caído con fuerza. Estaba oscuro y la humedad se dejaba sentir en el ambiente. Dunkan empezó a protestar porque le calaba en los huesos y le dolían las articulaciones mientra kepoope y Snorri se acercaba al lugar, poco disimulado, en el el posadero y su hijo se habían deshecho del cadáver.

- Toqueteando a ese desgraciado sólo conseguiréis que nos metamos en más problemas.

Normalmente, Taran esperaba en las afueras de las poblaciones a que Megara la llamara con un penetrante silbido. Ya fuera porque aquella vez la mula se había saltado la sencilla regla o porque intuía problemas, el animal apareció en la oscuridad con las orejas enhiestas.

-Taran-la exploradora se agarró al amplio cuello de la mula-Buena chica.

Dedicó una torba mirada a sus compañeros registrando el cuerpo.

-Barbas Largas tiene razón: ¡apenas hay carne en la carcasa de ese miserable!

Y estalló en carcajadas.

A su lado, la paciente Taran entrecerró los ojos y bajó las orejas como si estuviera avergonazada del estado de su amiga humana.

Fuera, la luz ya es débil. El aire os trae el sonido de gente cerrando sus ventanas y retirándose a casa. Algún perro ladra aquí y allá. El mendigo está tieso como un bloque de piedra, y su rostro muestra las marcas de la vida en la calle: cicatrices, manchas, eccemas, etc... El cuerpo está tirado entre los restos de basura de la taberna y rodeado de moscas, reflejando la vida que siempre ha tenido ese desgraciado. Como una basura. Conforme desaparece la luz del sol es más complicado ver vuestros movimientos, pero por fortuna, una vez despojado al cadáver de su sucia vestimenta, veis que no lleva nada de interés. Cuando inspeccionáis no encontráis más que suciedad y un olor corporal demasiado intenso como para permanecer mucho tiempo junto a él. Antes, en el calor de la taberna, pasaba desapercibido, pero estando a solas con él, es repulsivo. Sus carnes están pegadas a las costillas debido a la malnutrición. En sus manos veis que le falta un dedo. Por los costados asoman heridas que muy probablemente sean de latigazos. Volteáis ligeramente el cuerpo desnudo para ver mejor las margas del látigo, que parecen tener tiempo. Años, quizá. Y entonces veis que algo asoma de su recto... ¿Es eso un papel enrollado?

Con una mueca de asco, pongo un paño al rededor de mis manos y extraigo el papel enrollado y comienzo a leerlo.
Cuanto más leo, mas se abren mis ojos por la sorpresa.

 Pequeño halcón, debes dirigirte al pequeño pueblo de cruceolvido. Allí deberás encontrate con tu contacto, un enano llamado Gunnar Balkinson, en la única posada del pueblo. Cuando os encontréis, tendrás que acercarte a él y decirle lo siguiente:
-¿De dónde habéis sacado esos cocos?
Su respuesta habrá de ser:

-Los portan las golondrinas durante las migraciones.

Una vez os haya dado la contraseña, deberéis informarle de que la investigación por la que tan generosamente pagó hace 80 años por fin ha dado sus frutos. La antigua tumba de los miembros del culto de la cábala de Medinaat, se encuentra a 2 semanas de viaje siguiendo los caminos desde cruceolvido, hasta llegar a la ciudad de Torre de la reina. Una vez allí deberá dirigirse hacia el este, hasta las montañas bañadas por el mar ácido.
Hay una puerta oculta fabricada por enanos, para encontrarla deberá atravesar la cascada. No hemos logrado atravesar la puerta, pero seguro que un enano tan diestro como él podrá abrirla sin dificultad.

Tras leer la carta en voz alta, suelto un silbido de admiración y miro a mis compañeros:
-Esto tiene buena pinta, ¿qué hacemos?
 

Megara alzó la cabeza:

-¿El Mar Ácido?¡Ja! Suerte en cruzarlo...

El trazo de la nota es elegante, y aparentemente, escrito por una persona culta. La tinta es negra como el fondo de un pozo.

Una cosa os llama poderosamente la atención, y es que la parte final de la nota tiene un amplio espacio en blanco. Curioseando, os dais cuenta, además, que en la parte trasera está dibujado, torpemente, un tosco plano donde aparece Cruceolvido y unas marcas en dirección a la ciudad de Misengarde, en cuyas inmediaciones aparece un X.

Todo esto os hace fijar la vista en el papel para prestar mayor atención, aunque por otro lado, el insoportable hedor que desprende os hace alejar las cabezas hacia atrás con una mueca de asco.

- Déjame ver- gruñó Dunkan mientras arrancaba literalmente el papel de las manos del mago- ¡Demonios! No se ve nada aquí fuera.

Rezongando, el enano se acercó a una pequeña antorcha que pendía medio consumida de un soporte oxidado cercano a la puerta trasera de la posada.

- Aham- repetía mientras asentía con la cabeza y leía el contenido con cuidado- ¿Eh? ¿Y qué significa todo este hueco en blanco? ¡Menudo desperdicio!

Todavía indignado, giró el papel entre sus toscos dedos mientras protestaba acerca de si el papel caía del cielo. Sus ojos escudriñaron el mapa trazado en la parte trasera.

- Misengard- dijo en alto, aunque era evidente que hablaba más para sí mismo que para los demás- eso está lo suficientemente cerca como para acercarse a echar un vistazo.

En sus ojos se había encendido la chispa de la curiosidad o, tal vez, la imaginación de quién sabe qué maravillas ocultas.

- No creo que, después de lo de esta noche, podamos esperar a ese contacto tranquilamente en la barra de la taberna.

-Ese espacio en blanco podría tener un mensaje oculto, escrito mediante una fórmula mágica o algún tipo de tinta especial.

Ante la mira perdida que mis compañeros me dedican, añado:

-Si, ya sabéis, esas tintas invisibles que venden los alquimistas. Déjame verlo Dunkan.

Sin ser tan brusco como el enano, me acerco al papel que tiene abierto ante si y comienzo a murmurar y hacer aspavientos con las manos.

-¡Wao! Ni siquiera he escuchado de algunos de eso lugares, ¡vamos! Comencé a dar algunos pasos antes de detenerme. -¿Cómo se llama el enano que debemos buscar? Si busca a un halcón podría convertirme en uno. Me gustaba mucho tomar la forma de animales.

-Tal vez alguien pueda vestirse con las ropas del vagabundo para ser más convincentes. Medité un momento mientras golpeaba mi cabeza con un dedo. -Yo seré un ave, Dunkan no cabe y Taran me patearía si sugiero a Megara, así que Snorri es tu turno de disfrazarte. Mi tono serio era desmentido por mi sonrisa.

Tu conjuro te hace ver la magia que hay en la zona, la cual está en el papel que sostienes en las manos y notas también magia algo lejos, quizá fuera del núcleo de Cruceolvido.