Partida Rol por web

21 de Marzo, 2015

"Algo importante que contaros" había dicho Geoff varias horas antes por teléfono. Importante y urgente, y al parecer no se podía tratar por teléfono. Por eso Alo se encontraba de camino a la cafetería habitual donde solían reunirse. Una muy bonita y céntrica, y que también asaltaba sin piedad sus escasos fondos monetarios. Era algo así como una tradición que la Vieja Guardia conservaba y que los jóvenes aún no se atrevían a romper como si una maldición fuese a caer sobre ellos. Además, a Cara le encantaba y donde Cara iba la mayoría seguían.

El caso es que era difícil predecir qué resultaba realmente importante en la vida de Geoff, ya que su orden de prioridades dictaba mucho de ser coherente. Pero todos podían coincidir fácilmente en que se trataba de una nueva cacería, como poco. Se las daba de líder con buena intención, pero lo cierto es que sus esfuerzos no estaban logrando unir a los novatos tanto como le habría gustado. O eso le había confesado a Alo desesperanzado hacía un par de fines de semana, tras haber cenado en casa de Hedy.

Una agradable calidez le arropó nada más cruzar el umbral, adentrándose en una cafetería que resumía con olor a café del bueno la misma esencia de Viena: opulencia, rigidez y carácter. Supo exactamente dónde se encontraba el resto; una salita adicional que les separaba del salón y la barra por dos puertas corredizas con elegantes vidrieras. Las voces de Sophie y Rudi llegaron a sus oídos como un eco por debajo de la música del café.

-... como si tuviese que darle algún tipo de explicación, ¿sabes? -comentaba Rudi denotando una indignación bastante fingida-. Y no tengo ganas...

-Ni que en el fondo te importase. Pásame la tetera, por favor.

Se escuchó de fondo el crujido característico del cuero acompañado del tintineo de la porcelana.

-Puf. ¿De verdad necesitas todos estos libros?

-Sí.

Alo entró en la cafetería completamente encogido dentro de su abrigo y con las manos clavadas en el fondo de los bolsillos. De inmediato se dirigió a la salita anexa donde sabía que el resto se reuniría. No llevaba apenas dinero encima y no quería entretenerse mucho en la zona principal de la cafetería para que no se notara que no tenía intención de pedir nada.

Hizo un barrido de la salita con la mirada hasta localizar el origen de las voces y se acercó con una sonrisa mientras se desabrochaba el abrigo y se quitaba la bandolera.

-¡Hola! -saludó, fijándose en quién estaba y quién faltaba por llegar.

Rudi, Sophie y Herbst ocupaban una amplia mesa, aunque hubiese sido más apropiado decir que el material de la escocesa se había proclamado conquistador absoluto del lugar, salvo por una porción reservada para el té. El pelirrojo, que abarcaba dos sillas con descaro, saltó del asiento dando un brinco para abrazarle.

-¡Alo! ¡Alo! ¿Vienes solo? -miró por encima de su hombro-. ¿Y Geoff?

-Te dije que no venían juntos. Hola, ¿quieres té? -preguntó Sophie, cambiando el tono a uno mucho más agradable y caluroso. Pareció decidir que la tarde no iba a dar más de sí para estudiar, así que procedió a recoger los libros y cuadernos-. ¿Tienes idea de por qué nos ha llamado aquí?

Herbst, por otro lado, se limitó a levantar la mano y a apagar la música de su reproductor sin una clara intención de ir a levantarse de la butaca en la que parecía estar hundido. Aunque se esmeró por mostrar una breve sonrisa hacia Alo.

Saludó a Herbst con la mano y correspondió al abrazo de Rudi con cierta incomodidad, porque le pilló en medio de la operación de quitarse la chaqueta. Cuando se deshizo de las capas de ropa que le sobraban colgó el abrigo en el respaldo de la silla que reclamó para sí, encima de la correa de la bolsa de mensajero.

-No he visto a Geoff. Pero todavía tiene llegar más gente, ¿no? -comentó mientras se sentaba. Cuando se hubo puesto cómodo se volvió hacia Sophie y le sonrió mientras empezaba a servirse té-. Gracias. No lo sé. Me imagino que será lo de siempre, pero algo le tiene alterado.

Sophie se encogió de hombros y procedió a reunir sus rizos en una coleta antes de seguir guardando los libros en la mochila.

-Yo me desperté con varias llamadas perdidas. No me cogió el teléfono.

-A mí me dijo que aquí a esta hora -comentó Rudi.

-A mi también. Me dejó un mensaje en Whatsapp.

-Pensábamos que tú sabrías más -dijo Sophie, en cuya expresión amaneció la preocupación propia de cualquier madre-. ¿Crees que está bien?

Es cierto que pasaba más tiempo cerca de Geoff que de los demás, principalmente porque su falta de vivienda propia le llevaba a pasar grandes períodos de tiempo bajo el techo de Hedy. Aún así no había sabido nada de Geoff en un tiempo.

-Seguro que está bien. -Geoff sabía cuidarse sólo, pero aún así frunció el ceño, contagiado de la preocupación de Sophie-. ¿Habéis probado a llamarle ahora? O a Derica, a lo mejor ella sabe algo.

-Nop. Voy -dijo Rudi incorporándose en la butaca, aunque dos segundos más tarde reconsideró su oferta y miró a Sophie-. Bueno, llama tú que voy justo de saldo.

La shadowhunter puso los ojos en blanco y rebuscó hasta dar con su móvil. Puso el altavoz para que todos pudiesen participar en la conversación pero el operador tuvo la amabilidad de informarles de que el teléfono no estaba disponible. Apretó los labios y buscó en la agenda el contacto de Derica, el cual dio señal pero tras cinco pitidos quedó claro que nadie iba a contestar.

Antes de que pudiesen decir nada, alguien llamó suavemente a la puerta y tras ella apareció Cara, cuyas mejillas sonrosadas por el frío contrastaban con la gama cromática oscura de su atuendo.

-Buenas tardes. -Repasó con la mirada a los presentes, sonriendo brevemente, y comenzó a desabotonarse el abrigo-. ¿Quién llega tarde?

Alo estaba tan concentrado en el aparato que no vio llegar a Cara, pero lo rectificó saludándola con una inclinación de cabeza cuando por fin notó su presencia.

-Geoff. Y Derica. Ninguno de los dos contesta al teléfono móvil. ¿Deberíamos preocuparnos? Tengo la impresión de que a lo mejor deberíamos preocuparnos. ¿Deberíamos?

Cara ladeó la cabeza ligeramente y frunció sus finas cejas, todavía de pie junto a la puerta.

-Quizá estén en el metro -comentó con suavidad-. ¿Por qué no esperamos unos minutos?

Sophie despegó los labios para decir algo. Miró a Alo, después a Rudi y quedó claro que lo de esperar no era su idea y parecía buscar desesperadamente una razón por la que salir corriendo por la puerta.

-¡Hedy! Podemos llamar a Hedy -exclamó Rudi, saltando de su asiento.

-Sí, Hedy sabrá dónde está.

Cara quiso decir algo, pero Sophie ya estaba buscando el contacto en su agenda. Llamó y los tonos comenzaron a sonar en la habitación.

-Realmente creo que no es necesario que molestéis a la señora Aigner sólo porque Geoff se esté retrasando... -consultó su reloj de muñeca- trece minutos.- insistió Cara, cruzándose de brazos.

El teléfono siguió sonando hasta que por fin, alguien respondió.

-¿Sí? ¿Sophie?

La muchacha pegó un brinco en el asiento y el resto se arrimó a la mesa -incluso Cara- acercándose lo máximo posible al aparato.

-¿Dónde está Geoff? ¿Está en casa?

-¿Qué? ¿Geoff?

-¡Oh! Calla, Rudi. No, verás, Hedy. Estamos en el Café porque Geoff nos dijo que tenía algo que decirnos, pero no ha llegado todavía. ¿Está contigo?

Hubo un breve silencio. De fondo se escuchaba a un crío pequeño llorar, lo que no era de extrañar porque Hedy tenía cierta afición por hacer de canguro de todos los críos de su vecindario. Además de los suyos propios.

-No que yo sepa. No estoy en casa... Un momento, Sophi. -Dejó el teléfono por un momento y varios segundos más tarde lo cogió de nuevo-. A ver. Llegó de madrugada. Tarde. Pasadas las cuatro, creo, y esta mañana seguía durmiendo cuando me marché. Dijo algo de ver a Derica más tarde. ¿Ha pasado algo? -preguntó con aquel tono que nadie quería oír.

Sophie miró a Alo con cara de circunstancia, y no parecía ir a ser la primera en responder.