Partida Rol por web

La mirada del señor Falkenhorst captó de pronto algo en una de las paredes. Su lámpara reflejaba la sombra del señor Merriweather, y por unos momentos, mientras el señor Merriweather se encontraba concentrado en el ritual, el caballero pudo ver como la imagen del hombre no concordaba con sus acciones. De hecho, su sombra comenzaba a estar rodeada por otras criaturas, pero el reflejo de Merriweather comenzó a pelear de vuelta, tomando con sus manos a las criaturas y lanzándolas al interior del sarcófago, que aunque se encontraba cerrado, aparecía abierto en el reflejo. Cada vez que la sombra de Merriweather lanzaba a otra de las sombras dentro del sarcófago, un nuevo chillido se escuchaba, aterrador, helando la sangre.

Más la sombra de Merriweather no estaba saliendo impune. Cada vez se veía menos nítida, al tiempo que las criaturas de sombras le herían, cosa que se reflejaba en el cuerpo del hombre, ahora hincado de rodillas.

Más le vale a Merryweather que termine pronto con cualquiera que sea el conjuro que está entonando porque la situación se está volviendo realmente desesperada.

¡Cuidado abajo! - grito mientras salto para evitar los tentáculos que intentan aferrarse a mis piernas...

Cuando me entrega la lámpara Knight simplemente la sostengo muerto de miedo y pálido como una hoja de papel. Si bien estar con una fuente de luz me da cierta seguridad a la hora de estar allí, todo lo que se puede ver es cuánto menos inquietante. 

No sé si en ese momento me hice devoto o que, he rezado con fervor en mis adentros mientras aquel hombre pronunciaba aquellas palabras y las sombras se gastaron en un combate que inquieta en demasía. Pero yo, estoico como estoy, sigo con mi plegaria y me tengo una reconciliación con la fé. 

No hago nada, solo ilumino y rezo. Parece surtir efecto. 

Y finalmente el frágil equilibrio de Alexey se quiebra, justo cuando se pone a hacer lo que mas fácil y familiar le resulta en todo esto sus nervios saltan y lo que normalmente son etiquetas perfectamente legibles y comprensibles empiezan a parecerle geroglíficos sin sentido.

¿Esto era el fósforo, verdad? Si, tenía que serlo, así que sin pensárselo dos veces y antes de que los últimos retazos de calma se desvanezcan, coge un par de botellitas, les coloca una mecha y, mientras sus manos empiezan a temblar, intenta prender una y lanzarla a las sombras.

La mente científica de la señorita Grant, ya bastante trastocada por los acontecimientos de la noche, dejó de intentar dar sentido a lo que estaba pasando. Necesitaba desesperadamente de aferrarse a algo, algo lógico, lo que fuera. Escuchó entonces los aterradores maullidos, y su mente se concentró en sólo una imagen. La de su pequeño y tierno minino. Bismuto.

Aquel hombre, que los había metido en todo este maldito lío, que le había dicho que debía conseguirse un gatito, le estaba haciendo algo a los animales. Los pobres gatos. El pensar en su pequeño gatito, indefenso, la llenó de ira. Tenía que detenerlo, antes que siguiera matando a los felinos.

Todo se calma de repente. Como una persona que ha estado en un ambiente demasiado ruidoso demasiado tiempo, mi mente se desconecta. No puedo entender nada, creo que tampoco quiero. Sólo quiero marcharme de aquí lo más rápido posible, pero antes tengo que encontrar al ser inocente que he arrastrado conmigo. Bismuto.

Lo recordó subiéndose por sus faldas, jugueteando con sus herramientas y esperándola cada día después de todos los quehaceres diurnos para poder irse a dormir. Y ese...ese maldito bastardo les estaba haciendo daño. A su pequeño también. Un alarido de pura furia se escapa de mis labios, mientras avanzo hacia Merryweather.

-¡Déjalos en paz, MONSTRUO!

La situación era cuanto menos desesperada, sobretodo cuando de los que estaban presentes sólo uno parecía saber que era lo que estaba haciendo. Gracias a la rápida advertencia del señor Knight, todos lograron evitar ser atrapados por los tentáculos de sombra, dejándoles en el pecho la sensación de haber evitado un final quizás aún más terrible que la muerte.

Lo que fuera que estuviera haciendo el señor Merriweather parecía estar surgiendo efecto. Los chillidos felinos sonaban cada vez más agónicos, a la vez que las sombras iban perdiendo su oscura densidad. El señor Falkenhorst, quien jamás se había considerado un hombre religioso, parecía haber decidido dejar su mente en manos de Dios, ¿tal vez éste le escucharía? Por otro lado, el señor Popov lograba mezclar rápidamente los químicos en su poder para poder crear un chasquido de luz. Sus manos temblorosas, sin embargo, hacieron que la activación del fósforo sucediera justo frente al señor Merriweather, desconcentrándolo un segundo.

Segundo que la señorita Grant aprovechó, llevada por el horror y el enojo, para descargar un golpe con la lámpara a la sien del del señor Merriweather. Éste cayó al suelo, con la mirada desenfocada y aturdido, en su frente se podía ver que el borde de la lámpara le ha hecho un feo corte por encima del ojo. Con aquel movimiento, la lámpara de la señorita Grant se había apagado, quedando sólo con la lámpara del señor Falkenhorst como protección.

El poco terreno que los investigadores habían logrado obtener en la lucha contra las sombras comenzaba a ser retomado por el enemigo. Los agonizantes chillidos volvieron a ser feroces, agregando esta vez los gritos de dolor del señor Merriweather, cuyo cuerpo comenzaba a sufrir laceraciones por garras invisibles cada vez más profundas. Al menos, pensó la señorita Grant con satisfacción, los gatitos ya no estaban sufriendo...

Es aterrador el estar allí cuando esos gatos agonizan debido al influjo de lo que está haciendo aquel hombre, la verdad es que cualquiera puede perder la cordura ante la situación y sí que debo aferrarme a la creencia de algo para no estar más desequilibrado de lo que he estado hasta ahora. Así que me mantengo aferrado a la luz, con esa lámpara que es mi pequeño faro, la protección perfecta para que esas fuerzas que desconozco no avancen a mi. 

El asunto es que no podemos controlar a todos los presentes, ni predecir sus acciones, considerando el horror que estamos padeciendo en nuestras propias carnes. Así que en parte comprendo cada arrebato. ¡Yo los he tenido! Pero lo que acaba de suceder, el ver como la Señorita Grant atenta contra lo que puede salvarnos, es doloroso, preocupante y de verdad, no quiero que el miedo vuelva a mi. Por favor. 

—¡Maldición! ¿Qué haces?—le pregunto nervioso—. Nos está ayudando a terminar este calvario, es nuestra única salvación. ¡Compórtese y entienda por favor! 

Ya indignado, nervioso, decido ir hacia donde se encuentra el Señor Merriweather para ver si se encuentra bien, como así también protegerlo de la oscuridad. 

Mis pies resbalan sobre el suelo cuando Emmaline se marcha para atizarle a Merryweather y Klaus intenta detenerla. No entiendo nada salvo que si la puerta se abre todo habrá terminado para nosotros. Y lo siento por los gatos, pero no pienso convertirme en pienso. Si Merryweather ya no puede continuar el conjuro lo haré yo mismo, rezándole a cualquier dios que pueda estar escuchándome para que haga que funcione.

Gisgdon Untalmalsun Graphfam Malsgondon Gongisg Vanunur...

Lo he logrado. Bismuto está a salvo de las maquinaciones de ese hombre desquiciado. No puedo evitar un gesto de dolor al ver las laceraciones que empiezan a cubrir su cuerpo, pero no puedo hacer nada por él.

El Señor Knight empieza a murmurar en un dialecto ininteligible, y mi única opción es acercarme al señor Falkenhorst mientras recojo mi lámpara (ahora apagada) del suelo. Mientras me protejo en el débil haz de luz que la lámpara del caballero tiene intento volver a encender la mía.

El nerviosismo se acrecentó en Alexey cuando la locura se desató en sus compañeros. El ruso dudó sobre si ayudar a Klaus a intentar detener a Emmaline o ayudar a Terry que estaba intentando continuar el ritual.

Su cerebro se quedó en blanco unos instantes hasta que por fin decidió intentar hacer lo que mejor se le daba. Era el que sabía algo sobre ocultismo y lo demostraría, vaya que si.

Apártese señor Terry- dijo con marcadísimo acento ruso -ayude a Emmaline y déjeme esto a mi. Huyan mientras aún se puede.

Casi sin mirar empezó entonar con rapidez -ahf ah nafl mglw'nafh...- vio a la oscuridad, recordó que casi no tenía luz para protegerse y el miedo nubló su cabeza haciendo que tartamudease -na-nafh...- pero el ruso recobró la compostura, aún quedaba una pequeña luz en el museo y volvió a entonarlo aún más rápido y alto -ahf ah nafl mglw'nafh hh' ahor syha'h ah'legeth, ng llll or'azath syha'hnahh n'ghftephai n'gha ahornah ah'mglw'nafh.

El señor Knight no dudó en el instante que la acción de la señorita Grant impidió que se continuara el ritual. Era un hombre de reacción, y como tal su instinto lo llevó a actuar de inmediato, tomando la posición que tuviera antes el señor Merriweather, repitiendo las palabras como un cántico que hubiera conocido toda la vida. Como si se estuviera preparando para ese momento desde mucho antes, desde...

La tranquilidad de la señorita Grant fue efímera, pues los maullidos volvieron a hacerse dolorosos y agónicos ante las palabras del señor Knight. Pero antes que pudiera hacer algo al respecto escuchó las palabras del señor Falkenhorst. El hombre parecía haber ganado fuerza en aferrarse a la fe, al punto que sus palabras lograron sacar a la mujer de ese estado mental por unos instantes, la luz de su lámpara haciéndose más brillante.

La lucha entre la cordura y la locura estaba en su punto más álgido. El señor Knight comenzó a recibir heridas que no provenían de ningún sitio, y sentía que las fuerzas mermaban, como si parte de su espíritu estuviera quedando atrapada también al intentar sellar a la criatura. Fue cuando el señor Popov tuvo una epifanía. La razón por la cual estaba allí, en ese momento. Tomó el medallón y la plancha de jade, y con palabras distintas a las que pronunciaba el señor Knight, empezó su propio ritual, uno más oscuro, hiriendo con sonidos que no deberían pronunciarse a la hambrienta bestia de sombras al otro lado de la puerta.

Un último grito animal y antinatural desgarró la oscuridad. Como la imagen en la retina luego del flash de una fotografía, en sus mentes quedó grabado el instante en que miles de bocas negras de afilados colmillos y de ojos de pupilas felinas se lanzaron famélicas contra el señor Popov... Silencio.

La luz de la habitación parpadeó, y volvió a encenderse con fuerza, al tiempo que la música ahogada pero reconocible que sonaba en el otro salón volvía a sus oídos. El señor Popov seguía arrodillado frente al cofre. Dos lágrimas de sangre le corrían por las mejillas, pero estaba vivo. Al igual que el señor Knight, la señorita Grant, y el señor Falkenhorst, aún paralizados, mirando hacia el interior del ala norte del Crystal Palace, donde la luz de la luna volvía a caer a través del techo de cristal, mostrando el espacio que parecía a todas luces apacible y pacífico.

Excepto, claro, por al menos una treintena de cadáveres felinos esparcidos por la sala.

Alexey se tocó las mejillas con los dedos y contempló la sangre en silencio, un pitido sordo en los oídos hacía que los sonidos "naturales" que escuchaba pareciesen ecos irreales.

Miró a sus compañeros con el rostro inexpresivo, contemplando de forma aséptica como parecían encontrarse y después miró a la puerta, esa puerta que hace unos instantes iba a devorarle. Los restos de gatos, incluido probablemente el suyo, aunque no lo encontró entre los restos.

Dejó caer la plancha de jade y el medallón, habían cumplido su cometido y el señor Popov tenía otras preocupaciones mas importantes, la primera era asimilar lo que había visto y darle algún tipo de sentido.

Porque ninguna mente podía permanecer intacta después de ver eso, la voz racional en su mente le indicaba que se cobijase en la locura, era lo mas sensato dadas las circunstancias. Todo lo que había estudiado de ocultismo en su vida se había sublimado en este instante y, sin embargo, se daba cuenta de que sus conocimientos ni tan siquiera habían logrado adentrarse en la superficie del saber que permanecía secreto.

Era algo tan vasto que ni en cien vidas de estudio podría esperar comprender ni lo que había ocurrido aquí, por lo que... ¿era mejor esconderse en una vida de futilidad? ¿intentar estudiar algo incognoscible e imposible de comprender? ¿descender en el dulce olvido de la locura?

No... el mero hecho de que su mente se hubiese parapetado en su parte racional indicaba que había logrado resistir ante el puro terror de lo desconocido, ¿no era así? Si... se encontraba en shock, pero saldría de esta y el conocimiento adquirido le serviría mas adelante para cimentar una nueva realidad. Puede que ya nunca se adentrase en la oscuridad sin una luz, pero la usaría para revelar lo que otros no querían o no podían descubrir. No importaba que fuese incomprensible, pues había logrado que todos saliesen con vida y Dios quisiera que cuerdos, eso no requería de comprensión alguna.

Alexey soltó un suspiro y volvió a mirar a sus compañeros, solo habían transcurrido unos segundos en la efervescente mente del ruso, pero podía verse una nueva luz, una firmeza en sus ojos que antes no existía.

El químico sacó un pañuelo del bolsillo de su traje y tras rebuscar en su pequeño maletín lo empapó con un líquido de penetrante olor. Después le dio un gran trago a la petaca como si fuese agua y se la tendió a sus compañeros diciendo -aqua vitae destilada por mi. Bebed un buen trago, os hará sentir mejor.

Después empezó a limpiarse la cara y sus feas heridas del hombro y el tobillo con el pañuelo empapado en vodka mascullando algunas maldiciones en ruso al sentir el atroz escozor.

El dolor es espantoso y todo parece indicar que voy a acabar igual que Merryweather. Las heridas de las garras fantasmales me hacen querer desistir, pero me concentro en lo que podríamos dejar suelto si fracasamos. Me aferro a cualquier cosa que me haga salir adelante: las ganas de volver a ver a Karen, el hijo que queremos tener, mi obligación como caballero de proteger a Emmaline. Incluso con las fuerzas fallándome sigo recitando el conjuro, esperando poder terminarlo antes de desvanecerme. La intervención de Alexey sólo hace más confusa la situación. Entona un conjuro distinto y utiliza como foco la pieza de jade que sacó de Dios (si existe) sabe dónde. Y es entonces cuando la balanza se inclina a nuestro favor.

Sin darme cuenta estoy gritando al mismo tiempo que la bestia sombría.

Cuando todo termina me dejo caer de rodillas, mirando cómo el mundo vuelve a la "normalidad" sin poder decidir exactamente qué es lo "real": si esa imagen mundana y conocida o la demencial pesadilla de la que a duras penas hemos conseguido escapar. Sólo los cadáveres de los gatos diseminados por la sala me indican que todo ha ocurrido realmente.

Acepto la petaca del ruso y me echo un buen trago por la garganta. Voy a necesitar mucho whisky para asimilar todo esto, así que bien podría empezar ahora mismo aunque sea con aguardiente destilado en un alambique casero.

¿Qué ha pasado? - pregunto con un jadeo - ¿Qué era esa... cosa?...

Y allí estoy en aquel mítico escenario que no entra en mi mente, de alguna manera la fe en Dios está obrando en mi y me mantiene alejado de todo el horror que mis ojos pueden captar. De forma inconsciente el Padre nuestro surge de mis labios mientras la lámpara se potencia en su luz, si allí se está obrando un milagro y estoy seguro que no es por mi. Me estoy convirtiendo en un devoto ante la desesperación mientras Terry sufre en sus carnes la intención maliciosa de aquello que no soy capaz de nombrar y sus palabras, suenan terribles a mis oídos. 

De repente en medio de tanto sonido aterrador, entre imágenes difusas que me niego a interceptar, se escucha a Popov nuestro salvador. No logro entender sus palabras, aún así el efecto es el deseado y todo parece retomar el cauce que aquel hombre había iniciado. Es una batalla entre el bien y el mal, una que por suerte salimos triunfantes a costa de tener recuerdos imborrables en nuestra mente de por vida. 

Todo de repente va regresando a la normalidad, incluso resulta extraño que la luna se divise allí tan divertida guardando aquel secreto. Mi corazón sigue latiendo frenético y mi respiración por un instante no creí haberla sentido, del miedo propio de la situación. Ni hablemos del desfiladero de gatos muertos, eso es catastrófico. 

—Lo han logrado, gracias. 

Y no digo más, no soy capaz de decir más. 

Los gritos de Popov y Knight, en combinación con los espantosos alaridos y gruñidos de las...cosas hace que esté al límite de mis fuerzas. Con los ojos llenos de lágrimas intento taparme los oidos con el brazo que no está sujetando la lámpara, cubriéndome los ojos en el proceso. Mi otra mano mantiene bien alta la luz, como si supiera que es una de las pocas cosas que nos mantiene relativamente a salvo.

Cuando el silencio nos engulle dejo pasar un par de segundos antes de atreverme a mirar, respirando entre sollozos. Parece que todos estamos vivos, no sé si en sano ejercicio de nuestras facultades pero por lo menos seguimos respirando. Observo los cadáveres de esos pobres gatos mientras es señor Popov dice algo acerca de un destilado. Con gesto rápido me cubro la boca para evitar que salga un sollozo. Si sigo llorando es probable que me desmaye, por primera vez en mi vida.

Con dedos temblorosos cojo la petaca que Knight parece enfocado a vaciar y doy un trago. El liquido me quema en cuanto me atraviesa la garganta, y aparto la petaca un segundo para poder toser con fuerza en mi puño cerrado. Después, haciendo gala de mi testarudez, vuelvo a dar otro trago.

Cuando por fin me he recompuesto un poco tiendo la petaca semi vacía por si acaso alguien quiere.

-¿Alguien podría explicarme lo que acaba de pasar...?

A pesar del terror que he sufrido mi alma científica quiere saber más. Necesito saber más.

Al escuchar las preguntas de los demás compruebo que no soy el único que va a revivir este momento una y otra vez en mis pesadillas. Magro consuelo resulta ése, pero peor sería no haber sobrevivido. O ser el único en hacerlo.

Parafraseando a Friedrich Nietzsche, yo diría que hemos pasado la noche mirando al abismo y que éste nos ha devuelto literalmente la mirada. Llegados a esta situación sugeriría comprobar si el señor Merryweather sigue con vida y marcharnos de aquí antes de que alguien nos vea y se pregunte qué tenemos que ver con una treintena de gatos muertos y un objeto de la exposición robado - Empiezo a levantarme con toda la ropa pegajosa por la sangre y con más dolores que si tuviera el doble de mi edad - Por mi parte, aquí no ha pasado nada. No pienso pasar el resto de mis días en un frenopático...

Asiento a las palabras del señor Knight y me acerco con cuidado a la figura inconsciente de nuestro empleador. En silencio me arrodillo a su lado y compruebo si respira, exhalando un suspiro de alivio al notar que su pecho sube y baja. La verdad es que me siento un poco culpable de su estado.

-Comprendo que debemos mantener la boca cerrada para que no nos tomen por chiflados, pero...¿De verdad no tiene ninguna curiosidad por saber la razón de lo que ha pasado?. Quiero decir...todo debe tener una base científica...-Mientras espero a la respuesta de mis compañeros busco en mi pequeño y desastrado bolsillo el frasco de sales, poniéndole el bote directamente bajo la nariz al señor Merryweather.- Perdí los nervios al pegarle a usted, espero que sepa excusarme.