Partida Rol por web

- Pues que Don Pedro ha regalado un enorme cochino para que el pueblo sea feliz así que se os va a llenar hoy esto de gente que quiere comer y beber - sonrió tocando la frente al niño - Si, sigue con algo de calentura, intenta no abrigarle mucho y no tenerle todo el rato en brazos para no darle mucho calor con tu cuerpo - recomendé a ver si quizás así conseguíamos bajar la temperatura, si no, probaríamos con un baño de agua fría.

Después vi como empezaban a hacer lo propio con el cerda y me mantuve algo alejada, comía carne, claro que comía carne, pero era incapaz de hacer sufrir a un animal y aunque disfrutaba mucho de los manjares que los cerdos daban, era incapaz de coger sus vísceras aún calientes.

Me acerqué a Telmo - El bebé esta mejor - dice viendo como trabajar con el cuerpo del cerdo. Igual por esas "asquerosidades mías" no era capaz de mezclarme bien con el resto del pueblo. - Hoy vais a tener jaleo aquí, si queréis puedo quedarme y ayudaros a servir - me ofrecí

Diego se despertó confundido y sobresaltado al escuchar las campanas, se pasó la mano por la cara mientras soltaba un bufido y se quedó escuchando el rumor de la gente y los pájaros unos minutos.

Cuando llegó a la puerta de la iglesia, Ramón ya estaba en pleno apogeo, exhibiendo sus dotes de voceo, más que de oratoria.

… Bien, al final parece que todo va por buen camino. Si el don Pedro está contento es que todo va bien…

Al ver a Mateo conduciendo al cochino no pudo evitar sonreír, estaba contento porque hoy fuera a ser fiesta en el pueblo, pero sobre todo por don Pedro. Después de que Fernando muriera, Diego no pudo evitar empezar a sentir una empatía especial, salvando las distancias, con el solitario señor. El hecho de que volviera a casarse le daba una perspectiva nueva al asunto, mostrándole que, se quiera o no, la vida sigue su curso.

Con los brazos en jarra, Diego contempla como sacrifican al marrano, a veces añadir más manos al asunto entorpece, más que ayuda. Sin embargo, cuando el cerdo paró de dar berridos, el alguacil empezó a amontonar la paja para ayudar un poco, adelantando algo de trabajo. El olor a pelo quemado empezó a remover sus tripas, en el buen sentido de la palabra, así que mientras Telmo despiezaba al cerdo el ayudaba a sujetar las partes más voluminosas, o lavarlas en un barreño si se ensuciaban de tierra.

- Buen marranico nos ha dado don Pedro, se nota que está contento. Espero encuentre dicha en este nuevo casamiento… - Comentaba a modo de conversación ligera mientras colaboraba.

Al escuchar a Jimena, se calló. Siguiendo a lo suyo a expensas de que Telmo respondiera.

Antes de marcharse, Ramón tuvo unas palabras para el padre Julian.

  Padre, recuerde que está invitado a la celebración en el castillo después de la boda. -Después se dirigió a Mateo, que se lo estaba pasando teta llevando al gorrino e imitando sus berridos.-Mateo, tira para el castillo que hoy hay jaleo y te necesitaran allí.- Pasó al lado de Rosa María y le pidió que echase una mano en el castillo-Rosa, en el castillo necesitaran ayuda, ya sabes....No terminó la frase y ya se estaba adecentando Rosa María para ir a echar una mano en el castillo.Y por último tuvo unas palabras para Diego-En la iglesia, estate atento, irá toda la guardia y los soldados del marqués....si estás sobrio sube luego con la guardia y comes con nosotros arriba, si no hay mucho trabajo aquí abajo. Tengo que marchar, el barón quiere que encuentre un trovador para esta tarde pffff, en fin, tiro para Un Castillo y a ver que encuentro. Así no se hacen las cosas.-Y cogió su caballo y marchó rumbo a Un Castillo refunfuñando.

                                                     *****

La mañana iba trascurriendo tranquila. Telmo se hizo cargo del gorrino y aplicaba sus tecnicas de mmatarife. Ayudando estaba Fernandito, Lucas y Román. A los que Telmo había pedido ayuda. Juan andaba por ahí dandole al vino y riendose del mal hacer de Fernandito y de sus compañeros, pero por supuesto el no metia baza. Los abuelos también miraban, pero estos si se dedicaban a dar instrucciones a Telmo sobre lo que hacía mal o lo que no tenia que hacer. Incluso Fernando se ofreció para que le dejase el cuchillo.Baldesca,Chusta y Nieves ayudaban con los baldes.  María estaba muy estresada, pero por suerte llegó Adela que le dijo que ella se encargaba de los niños. Y de este modo la joven María pudo ir sacando jarras y jarras de vino con la ayuda de Jimena, a la que María agradeció su ayuda. Alfredo ofreció su ayuda y con Diego empezó a amontonar paja. José Luis quería meter baza, pero la Poncia le decía que nada de nada. Eso sí, a la hora del reparto ya se agenciaba uno de los jamones para su familia....cosa a la que Nieves replicó y llegaron las dos mujeres a las manos y a tirarse de los pelos y hubo que parar el trabajo para separarlas. Pero como se suele decir, no llegó la sangre al rio.

Ramona y el monaguillo fueron a la iglesia para ayudar al padre Julian a hacer los preparativos para la boda.

Y así estuvo entretenido el pueblo de Sibiriana, para comer preparó Francisca unas migas que estaban de vicio y el beber ya estaban servidos con lo que había pagado el barón.

A las dos, ya estando calentitos por el vino, que no por el día porque hacía un día malo de invierno, pero por lo menos no llovía ni nevaba. Apareció Ramón con un tipo bastante apuesto que llevaba un laud. Iban para el castillo, pero se arremolinó gente entorno a el y no pudo evitar coger su laud y empezar a tocar. Era una música maravillosa a la que no estábais acostumbrados. De vez en cuando pasaba algún juglar, sobre todo en fiestas, pero no tenía el saber hacer de este. Tampoco su encanto. Al poco estaban Adela y María mirándolo como si fuera un dios griego. Lucas se enfadó con Adela y la apartó de allí. El tipo solo sonrió, como si fuera la cosa más normal del mundo. Ramón, que vió que iban con retraso pidió paso y se llevo al tipo del laud.

Al poco rato llegaron tambien dos hombres y una mujer que debían haber seguido a Ramón, venían a la fiesta y pronto engancharon una jarra de vino y algo de las sobras de las migas de Francisca.

Diego se mantuvo ocupado toda la mañana, pero al caer la tarde, al son de la música, decidió (consciente o inconscientemente) que era la hora de bajar la guardia y se puso un vino, ya que tenía sed.

El tipo del laúd era verdaderamente bueno, y se quedó escuchando un buen rato. Cuando Ramón se lo llevó Diego quedó pensativo un rato, algo tocado ya por el vino, y le costó un rato percatarse de los nuevos asistentes que ya estaban biebiendo.

… A ver estos de que palo van…

Pensó algo malhumorado. No le apetecía ponerse ahora a vigilar, estaba de buen humor y ahora viene gente que no conoce a gorronear, sino algo peor.

Así que se sirvió otra copa de vino para que no decayeran los ánimos y se quedó vigilando a los nuevos invitados, pensativo, hasta que algo pasara o la fiesta terminara.

Miré a Telmo, que no me había contestado aún si me iban a necesitar o no. Aun así, no tenía mucho que hacer y me quedé cerca ayudando en lo que podía, que no tuviera que ver con hacer sufrir al pobre animal, aunque luego posiblemente comería de eso. Al ver a Diego, inconscientemente me acerqué a el, pero me di cuenta de que no sabía que decirle así que simplemente le miré, agité suavemente el vaso que tenía en la mano ya que el tenía la jarra de vino.

- ¿Que tal todo? - pregunté de forma estúpida intentando mantener una conversación, sin duda, no era lo mío. - Los ánimos empieza a ... elevarse - ¿enserio había dicho eso?

Despiezar al cerdo me trae recuerdos de cuando era soldado y me quedo embobado mas de lo normal, casi cortándome un dedo por ello. Cuando mi cabeza procesa las frases de Jimena respondo.

- Sí, nos vendría bien. Muchas gracias. – le sonrio intentando que la sonrisa no parezca macabra aunque este sosteniendo el cuchillo y algo de sangre me cruce la cara.

Cuando termino con la carne, la meto en la cocina para empezar a prepararla. Mas tarde salgo al salón donde esta Maria ocupada sirviendo vino. Le doy un pellizco en el culo al pasar a su lado que consigue que derrame algo de vino y me mire con una cara de pocos amigos. Con una risotada atronadora me pongo a servir vino y hablar con los vecinos.

Cuando llega Ramón con el juglar,  no pude menos que poner cara de pocos amigos ante las atenciones que le regalaba Maria. Con poco tacto la aleje de él, y suerte tenía el juntaversos de que no hubiera bebido vino aun. Un error que iba a subsanar ahora mismo.  Cojo un vaso de vino  y me acerco a Diego.

- ¿Y estos? ¿De onde son?

Telmo - Sí, nos vendría bien. Muchas gracias. –

Sonreí a Telmo y asentí - Entonces voy a hablar con Maria a ver que puedo hacer - dije amablemente aún allí, ahora no sabía si beber vino o no ... bueno, ya que estaba, esperaría, me tomaría un trago y hablaría con Maria, así que volví a acercar mi jarra a Diego para que me sirviera, ya que la jarra la tenía el. 

Telmo - ¿Y estos? ¿De onde son?

Miré a las personas a las que se refería Telmo, no lo sabía, pero quería saberlo. 

Las palabras de Jimena sacaron a Diego de su ensimismamiento.

-¿Eh? Ah… bien, bien. Si hacía tiempo que no tuvimos fiestas, creo que nos vendrá bien algo de jolgorio para levantar los ánimos, se estaban poniendo las cosas tensas últimamente entre Alfredo y José Luis, creo que esto ayudará calmar los ánimos - Dice mientras da otro trago de vino.

Cuando llega Telmo Digo le sirve vino, y al levantar el vaso la muchacha le sirve también. La peculiar muchacha siempre le había caído bien, de buen trato y echada para adelante.

- Pues ni idea, la verdá, no los había visto en mi vida – Las palabras de Telmo le hicieron recapacitar, así que levantó el vaso a modo de despedida y de dirigió hacia uno de los nuevos acoplados, el más cercano – Ahora os cuento…

Al llegar donde estaba el desconocido, que estaba bebiendo y al parecer pasándolo bien, Diego se acerca hacia él copa en mano y lo interrumpió inclinándose de forma amistosa para hablarle de lado mientras observaba la habilidad del trovador – Buena fiesta, ¿eh? ¿Lo estáis pasando bien?-

Respondió el mayor de los tres y el que parecía llevar la voz cantante-¡Muy bien, jefe! Esta es una gran fiesta. Venimos de Un Castillo, cuando vimos al soldado preguntar por músicos nos vivimos pa acá. No seremos dignos de tocar en el castillo. Pero les alegraremos el día a las gentes de acá.¿Qué es una fiesta sin música?- El tipo se vuelve a sus compañeros y les invita a que le sigan, y los tres empiezan a cantar.

 
A mí, me gusta el pipiripí pipí,
con la bota empinar parara papá,
con el pipiripí pipí
con el paparapa papá
al que no le guste el vino
es un animal, es un animal,
o no tiene un real.

Cuando yo me muera
tengo ya dispuesto
en mi testamento
que me han de enterrar,
que me han de enterrar.
En una bodega,
dentro de una cuba
con un grano de uva
en el paladar,
en el paladar.

Y a mí, me gusta el pipiripí pipí,
con la bota empinar parara papá,
con el pipiripí pipí
con el paparapa papá
al que no le guste el vino
es un animal, es un animal,
o no tiene un real.
 

La verdad es que suenan bastante mal, pero las gentes de Sibiriana agradecen la canción y algunos se suman. El tipo que lleva la voz cantante sonrie y sigue bebiendo de gorra y se preparan para otra canción.

Diego asiente tras las palabras del forastero, y cuando se disponía a decir algo empiezan a cantar. Una sensación de jolgorio invade al alguacil, el cual, embriagado por el vino, no puede evitar unirse al cántico mientras apura el vaso. Se separa momentáneamente del grupo de gente que no para de berrear y se acerca de nuevo a Jimena y Telmo. Mientras rellena de nuevo el vaso se dirige hacia ellos con inútil secretismo.

- Músicos de Un Castillo dicen que son, parece que vienen p'animar la fiesta… Y la verdá, son buenos – Dice mientras se gira hacia el corro que se había formado con una sonrisa de oreja a oreja.

No quito la vista de encima de Diego por si pasara algo, pero en cuanto empiezan a cantar me relajo visiblemente y me uno al jolgorio inicial. Moviendo la jarra sin ton ni son, derramo un poco de vino que casi mancha a Jimena. Ni me he dado cuenta de esto, y si lo he hecho, no hay muestra visible de ello.

- Si que son buenos. - le digo a Diego cuando vuelve a nosotros. - Bebe hombre, bebe. - le digo rellenándole el vaso que se había apurado. - Disfrutad de la fiesta, no tos los días se casa nuestro barón.

Voy hasta la barra y vuelvo a rellenar la jarra hasta el borde. Entonces me encamino a donde están los músicos y se la dejo delante. - Tomar, tomar, no sus seque la garganta.

- Mmm …- Asiente Diego frunciendo el ceño mientras Telmo le rellena el vaso. El alguacil se tambaleaba visiblemente, como intentando mantener el equilibrio sobre un barril tumbado. – Buenos pa’ cantar, y pa’ gorronear también. Tendré que estar pendiente de estos – Dice señalando al corro con la jarra.

Cuando Telmo se va a rellenar la jarra, Diego se queda bebiendo y manteniendo el equilibrio, a veces bailando descompasadamente y a veces frunciendo el entrecejo por encima de su jarra mientras mira inquisitivamente a los forasteros.

La fiesta continuó en paz. Los "músicos" gorronearon de lo lindo, pero alegraron la fiesta, que sin música y sus cantos estridentes no era lo mismo. El único que parecía no estar a gusto con ellos era Diego, pero con la borrachera que llevaba era de entender. Y en estas tocaron las campanas de la iglesia. Era la hora de la boda. Todo el mundo dejó lo que estaba haciendo para encaminarse a la iglesia....menos Fernando, que siguió liado con el cerdo y que decía que a el no le iba nada en todo aquello.

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Estába casi la totalidad del pueblo de Sibiriana reunido a las puertas de la iglesia, no entrábais porque no se os habia dado permiso. Hacía un frio que pelaba, pero con el calor del vino se llevaba bien. Estában todos los soldados del castillo haciendo un pequeño pasillo hasta la entrada, menos dos que se habían quedado custodiando el castillo. También estában los soldados que habían venido con el noble.

Primero llegó el barón, se colocó junto al altar, al rato llegó el carruaje y bajó la novia, una muchacha preciosa, quizás un poco joven y extremadamente pálida. La acompañaba el noble que pateó a Fernandito.

Todo parecía que iba bien, algunas de las mujeres le echaron flores silvestres a su paso antes de entrar en la iglesia. Gritos de "guapa" se oyeron también. La novia avanzaba cogida del brazo fuertemente por el noble, no sonreía. Se limitaba a mirar todo como si no fuera con ella, como si estuviera ausente.

Cuando llegó el momento de beber del cáliz sagrado, la novia se desfalleció. El barón se quedó petrificado y no supo reaccionar. El noble, que debía ser el padre de la boda recogió a la novia y dijo-

  ¡Que continue la boda!¡Tu!-dijo señalando a la que debía ser el ama de la novia.-Termina la boda, se casaran por poderes-

  Si mi señor, como vos ordenéis.

Y el hombre se llevó a la novia, la metió de vuelta al carro y la llevó de vuelta al castillo. Hubo cuchicheos entre la gente, lo que más se oía era que la muchacha estába endemoniada porque no había podido beber el cáliz sagrado. Otros simplemente negaban con la cabeza, como si fuera un mal augurio empezar así una boda. Y a otros, les daba exactamente igual.

El asunto es que la boda continuó....por poderes el barón contrajo matrimonio, pero no pudo besar a la novia. Y terminada la ceremonia volvió al castillo.

El pueblo de Sibiriana volvió a sus sitio y continuaron la matanza, pero los ánimos habían decaido tras presenciar lo que ocurrió en la boda. Poco a poco se guardó el resultado de la matanza para seguir mañana y la gente se fué yendo a sus casas. Entre ellos los "músicos".

Jimena presenció la "ceremonia" hasta el desfallecimiento de la muchacha, sientió lástima por ella, era tan joven, de aspecto tan frágil, que sintió que la pobre no iba a ser feliz por alguna razón, pero cuando desfalleció se sintió ligeramente alarmada. La ceremonia continuó sin la novia, ¿que clase de boda era esa?.

- Curioso - musitó mas para si misma que para el resto. 

Cuando se llevaron a la muchacha al castillo y empezaron los rumores, suspiró molesta, ¿porqué en ese pueblo eran tan chismorreros todos? eso la puso de mal humor. Quizás debía ir a visitar a la muchacha y ver si podía ayudarla con alguna de sus hierbas, pero antes hablaría con María y Telmo, ya que se había ofrecido a ayudarles durante el día de hoy.

- Telmo - dijo Jimena en cuanto le vio - ¿Tienes un minuto? - no quería distraerle pero le encontró antes que a María, así que le preguntaría a el.

Maria y yo fuimos los últimos en salir de la taberna, por eso cuando llegamos a la iglesia nos colocamos atrás de toda la gente, intentando ver bien. Yo miraba con cara aburrida la boda hasta el desmayo de la chiquilla. Si que se había emocionado al casarse. Pensé con una ligera sonrisa.

 Enseguida, mi mujer desapareció de mi lado, llevándose el crio con ella. Seguro que ya se ha ido a cotillear con las mujeres. Mientras hurgaba entre mis dientes para quitarme un trozo de cerdo que se me había quedado entre dos muelas, vi llegar ante mí a Jimena.

- Sí, claro, dime. – le respondí sacando el dedo sin haber cumplido su misión.

Jimena miró a Telmo y sonrió suavemente, le caía bien, era de los pocos hombres con los que hablaba y la trataba con bastante respeto - Se que esta mañana os dije de ayudaros en la taberna, pero si no os molesta a María y a ti .. voy a ir a ver si puedo hacer algo por esa chiquilla - intentó explicar sin mirar a Telmo a los ojos, Jimena nunca miraba a nadie a los ojos porque casi todo el mundo solía intimidarla.

- No será mucho tiempo, igual ni me dejan acercarme pero si está desmayada por los nervios una infusión y una cara amable le vendrá bien, creo - dijo suponiendo mientras jugaba con la manga de su ropa.

Jimena era una buena mujer, y le debo mucho por su ayuda con mi hijo.

- No te preocupes. Ve con ella. – le digo intentando poner la mejor de mis sonrisas. – Cuando termines, pásate por la taberna y tendrás un plato de cerdo caliente esperándote.