Partida Rol por web

Siempre nos quedará Paris

4. La resistencia

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09/09/2013, 13:44
Edouard

Edouard y tú os separasteis del resto en dirección a la puerta - Ya, descuida, no pensaba coger el coche – Dijo de camino allí, habló bajito. - Te noto agobiada, pero es normal.

Posó cada una de sus manos en los laterales de tus brazos - ¿Sabes? Lo has hecho muy bien esta noche, no te exijas tanto – Dijo buscando tus ojos – Lo digo de verdad – Sus manos rodearon tu espalda y te abrazó – Ya pasó, ahora lo importantes es actuar con calma – Esperó por si querías añadir más cosas.

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09/09/2013, 13:46
Clara Campoamor

Edouard y Dominique se alejaron en dirección a la puerta. Juliette y Clara se miraron, Clara dijo en voz alta – Creo mejor pasemos aquí noche mientras todo se calma, Juliette, vamos a ver si hay más habitaciones disponibles.

Las chicas se alejaron y te quedaste por un momento a solas con el padre. Te miró de forma comprensiva, acostado en la cama buscó tu mano y la apretó – No te martirices, no eres militar, yo creo que lo has hecho bien, has hecho lo que creías mejor y dentro de lo que cabe ninguno de nosotros ha muerto o está cautivo – Trató de tranquilizarte

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09/09/2013, 21:01
Dominique Durreaux

Quería decirle que no, que no lo había hecho bien, que no había resguardado a mis padres adecuadamente, que... En ese momento caí en cuenta de que en realidad había hecho todo lo posible para protegerlos, dada las circunstancias. Quizá había dejado muchos cabos sueltos, pero el tiempo me había apremiado y no había podido hacer más. Y que, al fin y al cabo, nada malo les había ocurrido y que aún tenía la oportunidad de corregir cualquier error y controlar cada detalle. Aún podía protegerlos de las posibles consecuencias de mis actos.

Inhalé con fuerza y asentí algo más relajada, aunque todavía sentía mis músculos agarrotados. Edouard me abrazó y me sumergí en ese abrazo; lo necesitaba. Entonces ocurrió, no supe explicarlo entonces, no podría hacerlo ahora tampoco. Sus brazos envolviéndome en un cálido nido, pero... algo se quebró. Algo muy dentro mío se resquebrajó lenta, muy lentamente. De pronto, esos brazos que siempre eran refugio y paz, ya no lo eran. Y tuve miedo, miedo de ese repentino vacio, como un abismo.

"Ya pasó..."

Me apreté con más fuerza contra él, buscando esa magia que siempre tenían sus brazos para mí, pero ya no estaba allí. Y me sentí sola, terriblemente sola.

"Ya pasó..."

Me alcé de puntillas y le susurré al oído:

—No, no pasó, siempre estará ahí... y tendré que aprender a vivir con eso.

Quizá Edouard había encontrado la forma de hacerlo, pero yo no. El tiempo podía quizá, como la vida, enterrar a sus muertos no solo bajo tierra, sino que también en los abismos de la memoria, pero estaban allí. Lápidas sin nombre que la memoria guardaba en lo más recóndito y, por eso mismo, imperecederas. No, jamás pasaría. Nunca. Podría vivir con ello: el tiempo limaría las aristas más profundas y el dolor remitiría lentamente, muy lentamente, como una prolongada y difícil convalecencia, pero las heridas dejan cicatrices y estas nunca desaparecen. Allí quedan, como recuerdos de lo que fue.

Me aparté lentamente de aquellos brazos que ahora parecían negarme asilo. Quizá porque, como no hay murallas ni refugio que nos protejan de la muerte, tampoco los hay contra los tormentos de la memoria, salvo la locura. Debía vivir con ello, aprendería a convivir con ello. Mi padre lo había hecho, Edouard también. Aprendería, solo era solo cuestión de tiempo. Y debía hacerlo sola.

—Cuídate —le dije, y creo que sonreí (o lo intenté) mientras abría el portón.

Después, cuando ya no escuché alejarse los pasos presurosos de Edouard, me derrumbé junto al portón y mudas lágrimas surcaron mis mejillas. Y lloré. Lloré por mí y por Edouard, por mis padres y mis amigos, por París, por Francia... y por aquellos dos guardias anónimos. Lloré hasta que se me secaron los ojos, hasta que se deshizo el nudo que opimía mi pecho, lloré hasta que no tuve por qué o por quién llorar.

Recién entonces enjugué mis últimas lágrimas con un pañuelo, me incorporé, acomodé mi ropa y, como repentinamente aliviada de todo peso, me encaminé hacia el coche y abrí la portezuela trasera. Antes de regresar con los otros verificaría el estado en que se encontraba el tapizado y retiraría los dos fusiles que había arrojado allí, casi sin pensarlo.

Notas de juego

Merd... Se me borró el posteo anterior y no pude recuperarlo. Lo rehice como pude, más mal que bien, pero es lo que hay... >_<

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10/09/2013, 16:34
Justine Girard

Asentí y seguí a Clara, que tan calmadamente me habló, tranquilizándome. Fueron unas palabras amables, que me hicieron sentir mejor.

-Gracias, Clara. La verdad.. fue un accidente, yo no quería.. -y exploté. Lágrimas cayeron por mi rostro, pensando en quien había muerto por mí, en el miedo que había pasado, en aquellas horas encerrada, sin saber.. en el miedo por los míos, en el miedo por mi futuro.. Fue tanto en tan poco tiempo, que necesitaba sacarlo fuera. Lloré hasta que me sentí tonta por ello, y me calmé de nuevo.

-Perdona por esto, no quería llorar.. han sido muchos nervios acumulados..

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11/09/2013, 11:23
Master

Te viste envuelta por aquel mar de emociones, emociones que tratabas de guardar dentro de ti para bien y para mal ¿Pero hasta que punto tiene capacidad una persona para hacer eso? Sólo el tiempo lo dirá.

Antes de marcharse juntó sus labios con los tuyos para besarte fugazmente, labios que te transmitieron su calor por un instante – Lo haré – Dijo al separarse y se marchó sin mirar atrás, refugiándose en su chaqueta ya que comenzaba a hacer algo de fresco. Su figura se fue difuminando poco a poco en la oscuridad.

Después de haber desahogado un poco los sentimientos a través de las lágrimas fuiste a inspeccionar el coche. El asiento trasero no estaba tan manchado de sangre como pensaste, apenas un par de manchas del tamaño de una pelota de tenis, la ropa del padre la absorbió casi toda.

Sacaste las armas, quizás el padre supiera que hacer con ellos.  

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12/09/2013, 08:35
Padre André

Nada más salieron las chicas por la puerta estallaste en lágrimas, lagrimas necesarias y que te tranquilizarían. André acarició su mano con sus dedos de forma suave hasta que estuviste tranquila.

- Yo no soy menos responsable que tú, yo os elegí y yo te encomendé la tarea de los mensajes. Sólo podía hacer lo que pensaba que era correcto ¿Cómo iba a dejarte sin hacer nada? Habría ido sólo si hubiese hecho falta – Dijo mirándote a los ojos.

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12/09/2013, 17:56
Justine Girard

Le miré, agradecida por sus palabras, e incluso traté de sonreírle un poco.

-Lo sé, no se preocupe más por mí. Yo quise ayudar, no me arrepiento de eso. Y me gustaría seguir ayudando. Ahora más que nunca, porque ahora me buscarán, y ya creo que no tengo nada que perder. Cuente conmigo para lo que sea -y puse mi mano encima de la suya, que me acariciaba, y firmemente asentí, asegurando mis palabras-. Como dijo Dominique, soy huérfana ya. Cuando mis padres estén a salvo, me gustaría ayudar más. Sé que puedo..

Me sentía valiente, a pesar del miedo que llevaba dentro, y esconderme no me parecía una buena solución. Al menos sin hacer nada. Miré sus vendas, y me imaginé el dolor del disparo.

-¿Qué tal va su herida? -le dije al sacerdote-. Si necesita descansar, yo estaré por aquí..

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12/09/2013, 22:34
Dominique Durreaux

Aliviada, verifiqué que el tapizado casi no había sido poco perjudicado por la sangre. Inmediatamente, busque una manta, bolsa o algo que me permitiera esconder los fusiles; al no hallar nada adecuado opté por envolverlos en los pliegos de un periódico viejo y ocultarlos con mi propio cuerpo, dando siempre la espalda a los portones. Alguna que otra lejana y mortecina luz apenas iluminaba el lugar, dejándome casi a oscuras. Además, casi cerraba la medianoche y  había muy pocos transeúntes a esas horas por las calles de Paris. Pero no debía descontar el fugaz paso de alguna patrulla o alguna indiscreta mirada. Toda precaución era poca, más aún si contaba con que cargaba entre mis brazos los fusiles que habían pertenecido a dos guardias alemanes muertos recientemente.

Ingresé al salón, cerré la puerta —llave, pestillo— y me encaminé hacia donde se encontraban los demás cargando los fusiles.

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13/09/2013, 09:09
Padre André

El padre te devolvió la sonrisa – No hay prisa en que tomes una decisión, ahora es mejor que descanses unos días y te mantengas alejada de todo, el general murió ¿Te vio alguien más allí dentro? – Pensabas que no, pero a tu mente vino el soldado que te condujo a la celda, lo que no sabías era si se trataba de uno de los que hacían patrulla y murieron o no era uno de ellos.

- Duele, pero creo que sobreviviré - Afirmó

Respiró hondo y añadió de forma torpe y casi tartamudeando – Yo… Soy un cobarde, me cuesta mucho disimular - ¿Pero que quería decir este hombre? - Es cerca de la muerte donde uno se da cuenta de lo que verdaderamente importa, y ya va siendo hora de decir lo que siento por ti – Tragó saliva y…

Cuando parecía que el aire se podía cortar con un cuchillo Dominique irrumpió en la habitación cargada con los fusiles de los soldados envueltos en papel de periódico.

Notas de juego

Estáis juntas de nuevo ^^

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13/09/2013, 09:10
Master

Estabas demostrando ser precavida, y concienzuda. Aunque lo periódicos no ocultaban muy bien los fusiles al menos de un primer vistazo puede que no llamaran tanto la atención.

Cerraste la puerta del salón que daba al patio en el que estaba el coche y acudiste hacía la habitación del padre que era el único sitio en el que viste algo de luz.

Casi se te olvida lo que llevas en la mano pues había una curiosa estampa, sólo estaban Justine y el Padre- El padre acostado y tu compañera de pie a su lado. Estaban cogidos de la mano y Justine tenía la boca abierta como si acabara de decirle algo sorprendente.

Notas de juego

Estáis juntas de nuevo ^^

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15/09/2013, 00:38
Dominique Durreaux

Ingresé al dormitorio del padre André y me encontré con que solo se encontraban él y Justine. No había visto a los otras muchachas en el salón. ¿Dónde se habrán metido?, me pregunté, pero no tuve tiempo de formularme ninguna respuesta porque me planté confundida ante la escena que se presentaba a mis ojos. Carraspeé levemente y pregunté, casi en un susurro: 

—¿Interrumpo...?

Apreté los fusiles (envueltos en papel de diario) contra mi pecho y retrocedí un paso, con la intención de aguardar en el salón a que finiquitara aquello que ocurría entre el sacerdote y la muchacha. Sentía como si presenciara algo que no debía, e ignoraba el porqué. Lo que me confundía más aún...

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15/09/2013, 09:32
Justine Girard

Me sentí incomodada por las palabras del sacerdote, y confundida. No sabía si había entendido bien, no sabía qué hacer. ¿Realmente me ha dicho...?

La llegada de Dominique fue providencial.

-Eeemm.. No, no iterrumpes, yo.. ya me iba. Sólo hablaba con el padre André.. Será mejor que lo deje descansar.. Más tarde lo visitaré-dije, mientras retrocedía buscando la puerta, y salía por ella.

No sabía qué hacer. Posiblemente se hallase confundido, o le hubiesen afectado los medicamentos.. No, no podía ser de otro modo. Miré a Dominique, no me atrevía a contarle nada aún, aunque estaba segura de que se me notaba aún el azoramiento.

-¿Encontraste todas las armas? -logré decir.

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16/09/2013, 10:16
Master

El Padre André desvió la mirada y asintió con la cabeza. Las otras dos chicas salieron de otra puerta que daba al salón – Sólo hay una habitación a parte de la del padre, me temo que alguien va a tener que dormir en el suelo – Dijo la chica rubia

Clara no tardó en responder – Con manta en suelo Clara suficiente – No dudó en afirmar y retrocedió sobre sus pasos para sacar una manta del armario.

Dominique vio que había una manta más y que en el hueco cabrían los fusiles que ya le comenzaban a pesar en los brazos. Tocaba prepararse para dormir, o al menos intentar descansar a la espera de si Edouard regresaba con los padres de Justine.

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16/09/2013, 17:42
Dominique Durreaux

Parpadeé dos o tres veces, en un vago intento de ordenar el torbellino de pensamientos inconexos que azotaba mi cabeza, antes de responder a Justine:

—No. Creo que cada uno conserva el arma que portaba. Quería consultarle al padre André sobre esto, qué hacía con los fusiles, dónde los guardaba, cuando... —me mordí los labios.

Bravo, Dominique, lo tuyo es la diplomacia.

Mis ojos se clavaron en el suelo, pero qué estúpida, y me ruboricé un poco. Ignoraba el porqué, pero me sentía incómoda, muy fuera de lugar. Quizá por la turbación de Justine, o quizá... Tras un brevísimo instante de confusión, Juliette y Clara irrumpieron en el dormitorio diciendo no entendí bien qué, sobre dormitorios y mantas. La naturalidad con que actuaban me chocó un poco, estaban dando por hecho que íbamos a dormir allí, y eso era algo que distaba mucho de mis intenciones. Tal vez ellas vivían muy lejos o gozaban de cierta familiaridad con el padre André que les permitía obrar así, pero yo no podía. Apenas conocía al sacerdote y, menos aún, a las muchachas. Habíamos pasado juntos por hechos que —de momento— no quería recordar, y la presencia de todos ellos no me ayudaba con eso. Quizá era demasiado conservadora, o reservada, no lo sabía ni me importaba. Pero aquel preparativo me confundió más aún. Arqueé una ceja y repliqué a las palabras de Juliette:

—No te preocupes. No dormiré aquí, esperaré el regreso de Edouard en el salón y luego me marcharé.

Recién entonces caí en cuenta de que no había visto a Edouard desprenderse del revólver, el mismo con el que había abatido a los guardias, y una sombra nubló mi mirada, pero lo disimulé con una ligera sonrisa. Si alguien sabe cuidarse, ese es Edouard, me repetí, y suspiré. No debía pensar en eso, no. La sola idea me aterraba. Nada malo le ocurrirá, son apenas unas pocas calles... Maldita sea, por qué no lo recordé antes. Apreté los fusiles contra mi pecho y inspiré con fuerza. No debía pensar en eso. Y si... ¡Basta ya!, me ordené, y le pregunté a las muchachas:

¿Qué hicieron con las armas? ¿Alguna sabe si Edouard dejó su revólver?

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17/09/2013, 20:14
Justine Girard

Miré a la enigmática e hipnótica Dominique, siempre tan segura de sí misma, siempre sabiendo qué hacer. Ojalá yo no tuviese tantas dudas. Ella lo había pasado mal, había dejado entreverlo antes, pero no estaba dispuesta a hablar de ello, ni yo iba a indagar. Hay cosas que es mejor no recordar. Estamos en guerra, como ella mismo dijo. Eso ya es suficiente explicación.

En un aparte, cuando las demás chicas estaban con otra cosa, me dirigí a Dominique en privado:

-Dominique, ya sé que no hemos hablado mucho en este tiempo, pero te estoy muy agradecida por todo lo que me has ayudado, y no solo hablo del rescate. Si alguna vez puedo ayudar en algo, o te apetece charlar, ya sabes que aquí estaré -me callé tras mi súbito arrebato de afecto. No estaba yo acostumbrada a esto, y apuesto a que me puse colorada de nuevo. Maldita piel blanca..

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18/09/2013, 08:55
Juliette Leblanc

- Oh… - Dijo Juliette confundida mientras dejaba caer la pesada y aún plegada manta en el suelo del salón – Pensé que sería más seguro quedarse esta noche, pero… - Se encogió de hombros. Juliette no renía arma de fuego, pero echó mano de su cuchillo y lo dejó encima de la mesa – Creo que ya no lo necesito.

Clara mostró su pistola – Yo más tranquila con pistola, al menos esta noche - dijo dando a entender que no la iba a entregar.

Nadie respondió sobre si Edouard llevaba arma o no. Clara le dijo a Juliette que en la cama de la otra habitación cabían las dos y la rubia habló de nuevo – Puede que tarden, vamos a intentar descansar, si nos necesitáis para algo ya sabéis donde estamos – Se retiraron a la habitación.

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18/09/2013, 16:28
Dominique Durreaux

Sí, sería una espera larga y agotadora, pero no tanto por el tiempo como por la tensión que helaba sus huesos hasta la médula. Una angustiante espera, pero no podía hacer otra cosa, tampoco quería. ¿Qué iba a hacer sino esperar, con el corazón en un puño, a que Edouard regresara? ¿Dormir? Imposible, no cerraría un ojo en toda la noche. Estaba cansada y su cuerpo le pasaría factura al otro día, era cierto. Pero no menos cierta era la visceral angustia que la mantenía en pie y la obligaba a estar continuamente en movimiento. Necesitaba imperiosamente estar ocupada en algo, distraerse en alguna labor y así aplacar los sombríos pensamientos que la asolaban.

No dijo nada más y observó en silencio como se marchaban Clara y Justine. Mirándolas, se preguntó si aquello en verdad había ocurrido, si no había sido una pesadilla o una mala jugada de su imaginación. Quizá solo a ella le robaba el sueño lo acaecido. O quizá... Demasiados pensamientos que no la conducían a nada, como callejones sin salida.

Sacudió la cabeza y suspiró, ensimismada. Entonces percibió la voz de Justine. La muchacha le hablaba y sus palabras llegaban como un lejano rumor a los oídos de Dominique. Más que sus dichos, percibía sus gestos, su mirada y los matices de su voz. La contempló un instante en silencio, sin atinar a reacción alguna y algo azorada ante sus palabras. Dominique era reservada por naturaleza y algo estructurada, por eso aquel acercamiento de Justine la descolocó un poco. Primero apretó los labios, casi a la defensiva; finalmente esbozó una pequeña sonrisa y dijo por toda respuesta:

—Ve si consigues algo de té, nos vendría bien algo caliente. Aún tengo algunas cosas por hacer.

Dicho esto, giró sobre sí misma y regresó al dormitorio del sacerdote.

Notas de juego

Edité el posteo anterior porque creí que Dominique aún permanecía en el umbral del dormitorio del padre André. Tras lo leído, pues no. Fallo mío. Para acelerar y que lo agregues al posteo como director, te comento: ella irá a preguntarle al sacerdote sobre qué hacer con esos fusiles y dónde guardarlos. Por su personalidad, no la imagino tomando la decisión de guardarlos en el armario, tan a mano de cualquiera que ingresara al sitio, a menos que el padre André le indique eso.

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18/09/2013, 17:37
Justine Girard

-Eso haré -dije, sonriéndole, y dirigiéndome a la cocina a preparar el té que me había pedido.

Me sorprendí al encontrar la cocina bastante bien surtida, con variedad de comida y menaje para cocinar. En uno de los armarios encontré té, y puse a hervir el agua necesaria. Me asomé a la ventana mientras esperaba a que la tetera se calentase. Me ví reflejada en el cristal.

Hacía tiempo que no me había preocupado de mi misma. Desde que salí de casa para cumplir mi misión.. ¡buff, qué lejos parecía eso! Sentía como si hubiesen pasado mil años desde entonces. La jovencita que se comía el mundo entonces ahora tenía ojeras, y mi palidez asustaría a un médico. Me pellizqué un poco las mejillas, pero no había mucho que hacer. Mi ropa estaba sucia y mi pelo enmarañado.

Suspiré, preguntándome si alguna vez podría volver a tomarme tranquilamente un café a la orilla del Sena, perdida en mis libros. Si alguna vez podría volver a caminar por la calle sin vigilar por encima de mi hombro si me siguen.. La guerra nos cambia a todos, y deja cicatrices. Cada vez lo entendía mejor..

El silbido de la tetera me sacó de mis ensoñaciones, y dispuse vasos y lo necesario en una bandeja. La transporté con cuidado al salón.

-Si alguien quiere té.. Lo he preparado -dije, no muy alto para no despertar a las durmientes, pero sí lo suficiente para que me escuchasen Dominique y el padre.

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19/09/2013, 11:48
Padre André

Respecto al té - No importa, casi prefiero descansar, siento como si tuviese un elefante encima – Dijo el Padre desde su habitación que seguía acostado en su cama tratando de moverse lo mínimo.

Mientras os preparasteis para pasar un tiempo de espera como mejor podíais quedaba atar los cabos de las armas.

Sobre el tema de las armas – Déjalas de momento en el armario y échales algo por encima, aunque nadie suele fisgonear en mis cosas, mañana ya me pondré en contacto con otras personas que se harán cargo de ellas.

El padre no podía dormir y los minutos pasaban lentos, muy lentos. El té os sentaría muy bien e intentaría compensar un poco el frío interior de la espera.

Notas de juego

La sensación es de impaciencia, pero realmente apenas pasó una hora desde que llegasteis.
 

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20/09/2013, 07:47
Dominique Durreaux

Dominique dudó un instante, pero no dijo nada. Solo asintió con una suave cabezada a las palabras del sacerdote y fue a guardar los fusiles donde le había indicado, cubriéndolos con una manta y ocultándolos tras una caja que encontró arrumbada en un rincón del salón. Aún así, no quedó conforme y buscó algunos objetos para meterlos dentro de la caja. Finalmente, encimó una pila de periódicos.

Una bandeja con té caliente reposaba pacientemente sobre la mesa. Dominique le agradeció a Justine con una sonrisa y fue a llevarle un poco de la infusión al padre André.

Ha perdido bastante sangre y le hará bien un poco de azúcar ―dijo y colocó una vieja taza desportillada rebosante de infusión junto a la cabecera de la cama. Hecho esto, se retiró.

De regresó en el salón, se dejó caer sobre una silla y suspiró, los ojos cerrados, el cuerpo exhausto y con la incertidumbre a flor de piel. Bebió en silencio una taza, luego otra, y otra más. Finalmente, y como continuando el hilo de una conversación interrumpida, abrió los ojos y derramó su mirada sobre la muchacha que se encontraba con ella.

―¿Y crees que tus padres dejarán todo atrás? ―Y enumeró en un susurro, casi para sí misma―: casa, muebles, ropas, enseres, trabajo, recuerdos, amigos, sueños… Una vida.

Una vida que se deshace en hilachas destrozada por una guerra que no comprenden ni quieren.

Dominique imaginó sus rostros y la consternación dibujados en ellos, la negación; más adelante, la furia; y después, el dolor. Con el tiempo vendría la calma, como siempre después de una tormenta, pero ¿y ahora? ¿Cómo le explicaría Justine a sus padres lo inexplicable?