Partida Rol por web

El detective mira perplejo a James, intentando ver en su mirada si estaba en lo cierto o no. Luego, con la mujer ya en pie, Harry le pregunta.

-¿Dahlia? ¿Te acuerdas de nosotros?

La mirada de aquella mujer frente a Harry no tiene tiempo ni época, sus ojos son una ventana hacia el pasado, hacia Bar Harbor y a su vez una puerta al presente. Su voz, en cambio, es una ventana al futuro escrito en las brasas de la casa ardiente.

- Ohh…sí. Los recuerdo. Los custodios de la semilla… - responde.

Ahora ella se encuentra más centrada con el entorno, casi ignorando a los religiosos y al peligro de las llamas. Incluso las marcas de la muchedumbre en ella parecen cosa del pasado remoto.

- ¿Rescataran a mi niña? No es seguro que ella entre allí sola – señala a Jules entrando a la casa – quizás alguien más debería acompañarla – aconseja.

Dicho esto la mujer retrocede hasta la protección del enorme árbol. Allí decide descansar y obtener un mejor panorama de la situación. Parece muy ajena al drama actual, a diferencia de un minuto atrás cuando reaccionó a los demás.

Sara no pudo evitar negar con la cabeza cuando vio a la joven Jules entrar sola en aquella casa y, de pronto, algo dentro de ella se encendió. Aquella joven en realidad era la hermana de su hija. No. No entraría sola.
- Vamos, Jane. Entre las tres sacaremos a la niña antes.
Y avanzó decidida hacia la puerta de la casa en llamas, llevando de la mano a su hija y arrebujándose en la manta mojada que tenía sobre sí.
Antes de entrar echó la vista atrás y cruzó la mirada con un atareado Harry que bastante tenía con la turba de fuera.
Su mirada pareció decir "ten cuidado" y entonces entró llamando a Jules en voz alta, con el corazón encogido por dejar a Harry y separarse de él otra vez, aunque fuera momentáneo...

Harry se mantenía firme delante del resto de la turba que quedaba, ya que unos pocos se habían ido hacía el coche. Entonces el detective se giró para decir algo y se encontró con la mirada de su mujer delante de la puerta.

¡Mierda Sara!

Pero no tenían tiempo para discutir, sabía que una cuidaría de la otra, y además estaba Jules que había demostrado ser muy capaz. Así que el detective siguió al lado de James, vigilando a la turba congregada delante de casa.

-¡No me jodáis!, ¿Váis a dejar que entren solo las chicas?- Trevor gritaba a James y Harry -Me parece increíble- No tenía gana alguna de entrar en aquella casa, aunque los llantos de la niña le estaban poniendo nervioso- ¡Putos cobardes!, hay que joderse.- Les gritó eso a los dos hombres con los que había salido de aquel baño mientras sacudía la cabeza negativamente. Él tampoco pensaba meterse allí aunque confiaba que sus insultos activaran de algún modo las agallas de James y Harry. - De todas formas ya han entrado. Al menos Sophie sigue aquí, que Dios las ayude- .Pensó.

Miró a los que, con él, se habían acercado al coche. -¿Acaso esta joya es de alguno de vosotros?- Les preguntó inclinando la cabeza y levantando las cejas en actitud chulesca. Había ignorado por completo la amenaza que le habían dirigido previamente.-¡Joder!, me extraña que alguno de vosotros tenga tan buen gusto.- Dijo en tono insultante.-Si no os importa, creo que lo necesitaremos para llevar a esa niña al hospital- Movió la cabeza señalando la casa mientras hablaba y se dispuso a forzar la puerta para entrar en el coche, rompería el cristal si fuera necesario.

James permaneció esperando enfrente a la casa mirando a la niña que había conocido tantos años atrás, convertida en una mujer.

-Dahlia, ellas son las dos niñas que sacamos aquel día de Bar Harbour. Han sido preparadas toda su vida para este momento. Sacarán a tu niña sana y salva-dijo ignorando por completo las provocaciones de Trevor. Era un cretino, pero un cretino útil. Al menos de momento, mientras jugara su papel, que en este momento era distraer a la turba.

No perdió detalle de lo que hacían los pueblerinos. Sin el menor disimulo, revisó el cargador de su pistola y se quedó esperando a ver qué hacían. Aparentemente tranquilo, pero dispuesto a actuar si fuese necesario. Por el momento y por fortuna, no habían llamado la atención. Pero todo llegaría.

Las palabras de mi madre me tomaron desprevenida, pues no pensaba que fuese a entrar en aquel infierno de llamas en el que se estaba convirtiendo la mansión… claro que por otra parte, en el fondo debería haber sabido que a Sara le sería imposible dejar a aquella niña en aquel lugar sin hacer nada para salvarla, aunque eso la pusiese en peligro. O tal vez no quería pensar en esa posibilidad.

¡No!- le grité cuando, arrastrada por ella, llegamos a la entrada, con el calor de las llamas azotando mi piel como un aviso de lo que nos esperaba allí dentro -¡Ella dijo que te quemaron!- le dije, recordando lo que aquella maldita niña me había dicho… pero sin embargo, aquello no detuvo a Sara de entrar en la ardiente mansión -¡No les dejaré! ¡No lo harán!- grité, maldiciendo y entrando tras mi madre con la intención de sacarla de allí aunque fuese a rastras… aunque con ello me odiase. Incluso eso era mejor que la posibilidad de volver a verla morir.

Como un cadáver putrefacto, hinchado y hediondo, la casa se deforma en su interior. El pasillo principal se asemeja a la garganta de un dragón, con fuego y todo, listo para engullir a las tres mujeres que osan ingresas en sus entrañas a descubrir el origen de una maldición que perdura por todos los tiempos y su eco viaja hacia el remoto pasado.

Las llamas trepan zigzagueantes por el empapelado amarillento de la pared hasta morder el techo y centrarse en el candelabro que pende a mitad del pasillo. Las tres puertas, que aún se perciben pese la acumulación del humo, se comban por el peso de su historia. Incluso la puerta del fondo, junto a la escalera, se parte en dos al momento del ingreso de Jules y las demás.

Desde el fondo de la casa proviene el fuego, por lo tanto es más seguro los accesos laterales y hasta la escalera. También es difícil conocer el estado de las llamas en las plantas superiores.

El tiempo se agota, al igual que los pedidos de socorro enmudecen…

Podría ser el humo y el calor. Podrían ser muchas cosas; incluso los recuerdos de una vivienda generacional muriendo en presencia de las tres.

Jane apuesta, jura y perjura, ver por un instante a la mujer de cabellos rojos, la madre de la niña que se quema con la casa, azotar salvajemente a la niña. A Alessa y arrastrarla de los pelos por la escalera hacia la planta superior.

Ambas, madre e hija, se veían traslucidas. Como un suspiro de un moribundo…

Otro peón entra en el juego esta noche sin tiempo ni espacio. Lo hizo antes y nuevamente lo hace. Nada realmente cambia. Solo los actores…

Travis, de camino hacia su destino en Brahms, decide tomar el atajo de la estatal 26 y con ello acortar quince millas de viaje además de tener que dar el rodeo de las montañas Saratoga. ¿Realmente fue su intención? No es incumbencia de los peones el conocer tales cosas.

Dos poderosas luces, cual ojos de un leviatán de acero y caucho, se posan de repente sobre el frente de la casa y todo el gentío. Es un camión, uno de esos que recorren el país de punta a punta con su carga efímera.

¿Qué sucede aquí? – pregunta el chofer luego de bajar del camión - ¡Llamen a los bomberos! – clama a los pueblerinos apostados frente a la casa en llamas.

-Dahlia, ellas son las dos niñas que sacamos aquel día de Bar Harbour. Han sido preparadas toda su vida para este momento. Sacarán a tu niña sana y salva-

-Es justo lo que esperaba de ustedes. Tantos años para esto y acaban por hacerlo por voluntad propia, atrayendo a las niñas por vuestro arrojo. Por vuestra arrogancia. – sonríe la mujer al cambiar por completo su mirada al igual que la intención de sus palabras.

-En la isla hicieron todo mal. Pero aquí sabemos cómo debe ser. Todo comienza ahora y gracias a ustedes dos. El renacimiento de Dios… - añade.

Al terminar su respuesta Dahlia se encuentra de pie junto al árbol, que con un par de rápidos pasos desaparece de la vista de James al ir detrás del enorme roble.

-Si no os importa, creo que lo necesitaremos para llevar a esa niña al hospital-

- ¡No! Eso no sucederá. La pequeña bruja debe arder en su templo del mal para que acaben los horrores. Es la justicia divina. –

La advertencia del vocero del grupo de fervientes religiosos es acompañada por un golpe en el capó del automóvil. Las antorchas, ahora apagadas, se tornan sendos garrotes…

La violencia se encuentra a la vuelta de la esquina, con una palabra más se desatará la muerte...

-Es esperanza, no arrogancia. Hemos preferido venir a acabar con esto por nuestra cuenta antes de que La Orden nos atacase y las trajese de vuelta en otras condiciones. Si nos hemos equivocado solo el tiempo lo dirá. Pero teniendo en cuenta que ahora mismo solo puedes contar con nosotros, creo que deberías ayudarnos.

No tuvo tiempo de decir más. A sus espaldas la turba parecía alteralda. James exhibió su arma sin el menor pudor. Colgaba de su brazo, como un peso muerto pero preparada para disparar.

-¿De qué se acusa a esta niña?¿Cuáles son sus crímenes para merecer semejante muerte? Decídnoslo y nos marcharemos.

James sabía de sobra cuáles eran los motivos. Solo intentaba ganar tiempo. 
 

 Decidida a hallar la verdad en todo esto, es poco lo que tarda en acceder a la casa, descubriendo que Sara y Jane son las personas que la acompañan. Si poder evitarlo cuando su mirada se encuentra perdida en la inmensidad de aquellas llamas, desvía sus verdes ojos hacia la mujer y través de un gesto, agradece el que esté allí acompañándola. 

Ahora mismo cuesta vislumbrar un camino que no termine haciendo daño, generando ciertas dudas en el interior de la rubia, más aún cuando es necesario caminar entre las llamas para encontrar a la niña y evitar el caos que se avecina posteriormente. En parte y de alguna manera ella siente que de no detener esto, no habrá redención mientras el círculo tóxico se repite una y otra vez a merced de encontrar una solución. 

- Tenemos que avanzar, por los laterales será mejor. - afirma al descubrir la procedencia de las llamas, que furiosas golpean con fuerza para incendiar todo alrededor. Jules no es una joven que suele padecer ese temor que no le permite pensar o actuar, simplemente fue educada para avanzar, hacer frente y resolver esto de una buena vez. - Iré por la puerta derecha. -  indica al señalar con su dedo, dispuesta a avanzar. 

Sophie miraba a uno y otro lado cada vez más nerviosa por todo lo que la rodeaba,que básicamente consistía en que un grupo de locos pretendía quemar a una niña encerrada en una casa... aquello era una tremenda locura y a pesar de que la joven Stark no sabía por donde venían los tiros, si que estaba segura de que la escena que se estaba dando lugar en aquel momento era clave... por eso estaba tan nerviosa.

Al ver como Trevor trataba de abrir la puerta del coche y como algunos de los "locos" se acercaban a ellos para que no tomaran "prestado" el coche, Sophie sin dudarlo probó a accionar el mango de la puerta y esta simplemente se abrió.

- ¡Vamos Trevor! urgió al hombre deslizándose con premura en el interior del coche- está abierto...- indicó abriéndole desde dentro la puerta del conductor

Joder pero qué le pasa a esa gente.- Murmuró mientras entraba en el coche, le asustó ver como enseñaban sus garrotes, eran muchos como para enfrentarse a todos. Sophie le hizo reaccionar y comenzó a buscar los cables para hacer un puente.

-Venga, enciéndete preciosa- Dijo al coche como si se tratara de una dama. -No creo que James logre sacar nada de esa chusma. Demonios si no salen pronto nos vamos sin ellas- Dijo a Sophie si disimular su impaciencia.

La ventaja de tratarse de un clásico es que el sistema de encendido no contaba con las protecciones antirrobo de los coches modernos, si el coche funcionaba y tenía combustible Trevor estaba casi seguro de que lograría arrancarlo.

En panorama en el interior de la mansión en llamas era incluso peor de lo que había temido, con las llamas trepando por las paredes y lamiendo el techo, el humo impregnándolo todo y la sensación de que aquel lugar quería devorarnos… sensación que se acrecentó cuando la puerta del fondo se partió, mostrando el fuego que había tras ella.

¿Qué ha sido eso?- grité de pronto, señalando por un instante a las escaleras que llevaban a la planta de arriba, como si hubiese visto algo que ya no estaba allí, pero las palabras de la estúpida de mi supuesta hermana hicieron que lo olvidase -¿Avanzar? ¿Estás loca? ¡Tenemos que salir, no entrar aún más!- le grité -Mamá, tenemos que salir de aquí, antes de que sea tarde…- le supliqué, en un seguramente fútil intento de hacer que cambiase de opinión -No quiero perderte otra vez- añadí.

Sara valoraba las opciones cuando Jules decidió abrir una de las puertas que las rodeaban. 

-¡Espera! -la detuvo unos instantes, con una mano en su hombro-. No debemos separarnos, ninguna de las tres -añadió mirando alternativa y significativamente a ambas jóvenes-. Aquí dentro es importante que vayamos juntas. 

Entonces Jane pronunció aquellas palabras y Sara se dio cuenta, quizás por primera vez, de que la había arrastrado con ella dentro de la casa en llamas. Se giró y cogió el rostro de su hija con ambas manos, mirándola a los ojos con una sonrisa llena de amor dentro de aquel horrible caos... 

-No vas a perderme otra vez, Jane. No te preocupes... -luego miró de nuevo a las dos muchachas...

...ahora que lo hacía, la verdad era que apreciaba perfectamente las similaridades entre ellas, a pesar de todas las diferencias... Por alguna razón, aquello le hizo sonreír aún más. 

-Ni yo a vosotras -sentenció. Luego miró a Jules-. Debemos elegir bien por dónde queremos ir. Puede que sólo tengamos una única oportunidad de movernos aquí dentro. La niña que... -un escalofrío recorrió su cuerpo al recordar a aquella pequeña- ...que... yo he visto antes, estaba en el piso de arriba -terminó, señalando las escaleras-. Jane, ¿qué has visto?

La habitación eructó una voluta de humo y calor cuando la puerta fue abierta por Jules. Hasta le momento el fuego se había esparcido por la sala de estar, consumiendo un tv, algunos muebles y la alfombra central. Al abrir la puerta entro el aire proveniente del exterior y la combustión creció raudamente.

Aunque allí no había nadie ahora las llamas subieron hasta el techo de la habitación haciendo explotar las ventanas de la habitación y regando con cenizas el exterior de la casa.

Casi al mismo instante que habla Sara la puerta de acceso a la planta superior es cerrada de un golpe, el mismo es escuchado por las tres mujeres.