Partida Rol por web

En esos momentos, antes de que nadie pueda contestar se escuchan fuera gritos y el entrechocar de espadas. ¡Hay un combate ahí mismo!

Don Carlos se levanta de golpe, Indarr da un grito y Birutia se lleva las manos a la cabeza

- ¡ Pero qué diantres! ¡Arghhh! ¿Qué ocurre?  -los tres empiezan a hablar a la vez y las dos mujeres dan grititos. ¡ah! ¡uh! ¡eh! ¡no quiero morir! ¡No vayas amor! ¡no salgas!

Bieito se levanta del suelo, donde ya se había acurrucado soltando un juramento. Quedáos dentro, les dice a las mujeres y a Carlos. Y prended un facho, a esta hora no se ve nada.

Montando una flecha en el arco, se arrima a la puerta de la choza, para observar que ocurre fuera. Rafael, ¿quién creeis que puede estar atacando?

-¿Cómo voy a saberlo?. Probablemente algún aliado infernal de estas brujas. Me la llevaré a ella como garantía de que Don Carlos no escapará-.

Rafael coge a Indarr y la ata de manos sin muchos miramientos y tirando de la cuerda con una mano y la espada en la otra, sale de la tienda para ver quién está montando todo ese revuelo.

Para vuestra sorpresa, la chica no se resiste lo más mínimo. En cambio don Carlos gira sobre sí mismo y echa mano al cinto para descubrir que no lleva ningún tipo de arma, iba a abalanzarse sobre el de la Vega de igual modo cuando la chica le refrena con un gesto, mas el futuro Rey murmura entre dientes

- me acordaré de ti...

La vieja en cambio abre la puerta de la cabaña antes que Rafael y se asoma, dando unos pasos para dejaros salir. Cuando salís véis que vuestros tres acompañantes están trabados en combate con el contingente armado que se suponía tenía el deber de protegeros y apoyaros.

Alfonso vio como sus compañeros degollaban al que parecía ser el más poderoso y el capitán de aquellos soldados. Así que, como tampoco era muy ducho en aquellos combates decidió mantenerse en guardia y preparado por si los soldados se le echaban encima, pero mientras se enfretasen a los demás y no a él, no habría porqué preocuparse.

Bieito ve el panorama y no duda. Bastante raro eran tantos hombres y un pago tan elevado. Carga una flecha en el arco y espera a tener buena visibilidad

Bieito y Rafael salen de la cabaña justo para ver cómo una masa enfurecida de hombres yerrados se echan sobre Juan y Mikel en aras de defender a su capitán, que ha sido herido por el hijo de Ramiro.

El soldado que está más cerca de su capitán se lanza hacia Juan para intentar vengar la ignominia que ha sufrido su capitán al ser herido y se lanza a por Mikel, su espadazo raja la pierna derecha del Ramírez mientras que otro de los soldados hace lo propio con su otra pierna, la izquierda. En un momento, Mikel tenía ya las dos piernas heridas gravemente.

Otro soldado remató a Juan atravesándole las tripas con su espada y dejándole de camino a la otra vida. Dos de los soldados también atacan a Juan pero no logran golpearle con sus espadas pues el bueno de Juan se desploma atravesado cuando las dos espadas le pasan por encima de la cabeza mientras cae.

El último de los soldados de la primera línea  o de los más cercanos, clava su espada dos veces en el cuerpo de Mikel, una en la pierna y otra debajo de las costillas y justo encima del estómago.

En unos pocos segundos, Mikel y Juan yacen en el suelo prácticamente muertos.

Me llevé las manos a las sangrantes heridas antes de desplomarme. Mi hacha cayó al suelo junto a mí mientras intentaba mantener mis tripas dentro. Un olor repugnante salía de mi herida mientras me caía hacia el suelo.

Antes de perder el conocimiento, puder ver cómo el joven Mikel también caía. Me alegro de que no me envenases, fideputa. No quería haberle causado daño al zagal, me caía bien. Un regusto amargo recorrió mi boca, dejando el repugnante sabor de la bilis tras una vomitera.

Veía clara mi muerte, pero al menos moriría haciendo lo que me gustaba, y con los cojones bien puestos. Hubiera esbozado una sonrisa de haber podido, pero mi cuerpo ya no respondía a mis órdenes.

Fue lo último que pude pensar antes de cerrar los ojos y perder la consciencia.

Un filo rajó mi pierna derecha. Trastabillé mientras veía, impotente, como mi filo se separaba del cuello del capitán. ¡Maldita sea su estampa! apenas le había causado un rasguño a ese desgraciado. ¡Cabrón fideputa con suerte!...

Entonces otro yerro atravesó el pantalón cortando músculo y tendón. Inevitablemente caí al suelo...

...Me lo había jugado todo a una carta... y había salido mal.

Unas veces se gana y otras se pierde... Fin de la historia.

-¿Qué hacéis insensatos? ¿Acaso vuestra mente ha sido nublada por esas brujas?

Rafael echa a la mujer a un lado y se encara con el primero de los oponentes que tiene al alcance, que es uno de los que ha atacado a Juan. Hacia él dirige su hacha en un giro mortal dispuesto a cercenarle la cabeza. El golpe alcanda al enemigo en el hombro.

Bieito ve la escena y sabe que la batalla está perdida. El bravo barbudo había caído. Sólo quedaban el cobarde y el pardo, que neciamente se había lanzado a luchar sin plantear la huída. Al otro, a Alfonso, no lo veía.

Bieito descarga su flecha contra el soldado más cercano a él, pero no al que lucha con Rafael, no quería herirlo a él por error.

La flecha de Bieito impacta en el pecho del atacante. Viendo que no lo tumba como desearía, Bieito desespera y grita "¡Qué facedes! Huid Rafael, quiérennos ver muertos, como a las brujas y al hijo. ¡Correde a la espesura de la fraga, a esconderos!"

"Correde vosotros también si queredes conservar la vida, les dice a las mujeres y a Don Carlos" Tras esto, Bieito echa a correr tratando de poner la choza de las mujeres en medio, rezando para que no le alcancen las flechas ni los soldados.

Alfonso no lo piensa dos veces, y en cuanto empieza a ver como los soldados están a punto de descuartizar a dos de sus acompañantes, y los otros dos que salían de la cabaña, también se unían a la refriega se quedó boquiabierto. ¿Estaban locos o qué? Se quedó mirando al futuro rey, así como a las brujas, y no sabía de qué lado ponerse. Los soldados estaban ajusticiando a sus compañeros, las brujas y el heredero no habían decidido que acción tomar, pero Alfonso sí.

El joven decidió salir corriendo de allí, no sabía si querría que le siguiesen las brujas, o si por el contrario prefería huir solo. Pero quedarse allí era una auténtica locura, y él no iba a jugarse la vida, por cuatro cochinos maravedíes.

-¿Qué hacéis insensatos? ¿Acaso vuestra mente ha sido nublada por esas brujas?

Rafael echa a la mujer a un lado yecha a correr hacha en mano hasta encararse con uno de los que ha atacado a Juan.

Rafael se encaminó al combate mientras Bieito disparó una flecha que fue directa al pecho de uno de los soldados, atravesando sus ropas y clavándosele en el pecho por lo menos un cuarto de palmo, haciendo que un reguerillo fino se desplizase por la prenda torácica.

El capitán de los soldados pese a sangrar por una herida en el cuello sonrió con satisfacción y se limitó a gritar

- ¡DEJAD A ESOS!- refiriéndose a Juan y a Mikel -¡MATAD A LOS OTROS TRES!

Así varios soldados rodearon a Rafael, otros más pasaron de largo y fueron directos a por Bieito y otros pocos fueron en pos de Alfonso que había salido disparado ladera abajo directo a Pamplona. Eran tantos soldados que había para todos.

De los seis soldados que había en primera línea, quitando al que había sido herido por Bieito, los otros cinco se lanzaron a por Rafael, que estaba muy cerca de ellos.

En un mar de espadas se vio Rafael sumergido, los espadazos de los soldados le llovían por todas partes... lo peor de todo era que Rafael no llevaba la coracina puesta, tan sólo unas ropas gruesas.

Le tajaron el brazo derecho con un silbido, al mismo tiempo le alcanzaron dos espadazos en el pecho, en la pierna izquierda y en el abdomen, en menos de tres segundos, el de la Vega sangraba por casi media docena de heridas y se desplomaba hecho un guiñapo. No había siquiera podido dar un hachazo o llevarse a alguno de esos bastardos por delante.

Frente a la choza las mujeres daban gritos de pánico, don Carlos estaba paralizado y Bieito veía venir a cinco de los soldados directos hacia él, ya no podría lanzar más flechas, pues los tenía demasiado cerca.

Los otros cuatro soldados habían echado a correr tras Alfonso.

¡Fillos de puta!... masculla Bieito para si al ver como se abalanzan sobre Rafael. No mira atrás mientras echa a correr hacia el bosque más cercano.